martes, 7 de junio de 2016

(Meanie) Flores de almendro -Serial- Capitulo 3


Nota: ¡El tercer capitulo de esta historia! Esperamos que os guste y dejéis vuestro bonito comentario de animo. ^^

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Su corazón adolescente era el único responsable de lo terriblemente mal que se sentía. Últimamente había estado disfrutando secretamente cada mínimo contacto con el mayor. Incluso llegó a besar su mejilla una noche mientras este dormía. Su conciencia le recriminaba una y otra vez pero, al mismo tiempo, no podía evitar sentirse como un gran, y feliz, idiota. Muchas veces se frenaba a si mismo de rodear los hombros del mayor con su brazo mientras veían la televisión, intentado no mostrarse extrañamente afectivo, pero sabía que Wonwoo había notado su cambio de actitud.

Al principio creía que este le empezaría a pedir que se alejara un poco de él pero, sin embargo, se dejó querer y mimar con una facilidad abrumadora. Aunque, en verdad, parecía que a Wonwoo no le molestaba en absoluto recibir aquella atención del menor. No sabía por qué, pero creía notar que este disfrutaba en grande recibir tantos abrazos y caricias de parte de Mingyu. Lo que, por otra parte, era una ventaja para el menor.

A veces solo entrelazaban sus manos, o simplemente se apoyaban el uno contra el otro, pero el resto del tiempo el más bajo y él permanecían pegados entre sí como si formaran parte de un mismo ser. Sin ir muy lejos, la noche anterior habían permanecido abrazados el uno al otro en la cama de Wonwoo, el mayor descansaba con la cabeza sobre el hombro de Mingyu mientras este le acariciaba el cabello.

El menor disfrutaba especialmente esos momentos, aunque nunca pensó fue que algo tan simple podría hacerle sentir como si estuviera en el cielo. Sentía que estaba protegiendo a Wonwoo cada vez que le abrazaba con cariño, sabía que sonaba estúpido, pero ese sentimiento viajaba a través de su ser cada vez que lo hacía. Pero, lo más probable es que solo fuera un gran apoyo emocional para el mayor, en cualquier caso, le gustaban ambas posibilidades.

Lo malo de esta situación era que había empezado a sentir cierto nivel de dependencia hacia Wonwoo. Cuando él estaba alrededor era inmensamente feliz, y cuando no lo estaba no paraba de pensar en él y el tiempo que faltaba para que pudieran volver a reunirse. Como en aquel momento, ya que su amigo se encontraría fuera durante toda la tarde por tener que ir al fisioterapeuta.

Decidió, entonces, ir a dar un paseo en bici. Necesitaba estar un rato a solas y reflexionar acerca de qué hacer en adelante. Le dolía tanto amar secretamente al mayor, y fantasear con cada caricia o sonrisa que este le proporcionaba, ya que solo conseguía construirse falsas esperanzas.

Por eso mismo temía el momento en que su corazón no pudiera soportar más permanecer callado y hablara sin reservas. Le aterraba ser rechazado ya que Wonwoo era la persona que más había amado, y del mismo modo, podía ser la que mayor daño pudiera producirle. Su cabeza era un caos y los pensamientos acerca de confesarse al mayor iban y venían como si se tratase de un péndulo, golpeándolo con aquella misma idea una y otra vez.

Tras una hora pedaleando sin rumbo fijo, y sin habiendo decidido qué hacer, emprendió su marcha hacia la vieja noria de agua. Quizá lo mejor fuese aprovechar aquel día sin el mayor, sentarse en el pasto mientras disfrutaba del buen día que hacía, y olvidar sus problemas amorosos.

Y, contra todo pronóstico, aquello realmente funcionó. Hasta el punto en que, sin pretenderlo, Mingyu acabó durmiéndose, acostado sobre la fina hierva. Recordaba haber estado observando las nubes pasar y haber jugado con las formas que estas creaban. Pero, cuando despertó, el sol ya se estaba ocultando en el horizonte y se había levantado una ligera brisa.

Iba a recoger su bici y volver a casa cuando unas voces le sorprendieron. Girándose sobre sobre sí mismo se encontró con tres chicos que acababan de llegar montados en sus respectivas bicicletas. Este hecho no le importó, ya que sabía que no era el único que sabía de la existencia y situación de la vieja noria. Por eso era normal que muchas veces las parejas o grupos de amigos se reunieran allí.

Ya se había levantado y se disponía a marcharse pero, el problema fue que, reconoció cada uno de los rostros. Aquellos eran los chicos de los que Wonwoo se había escondido unas semanas atrás. Esos eran los que se habían metido con él, y le habían hecho llorar. Y ahora estaban hablando animadamente a pocos metros de él.

Sin poder evitarlo, se caminó rápidamente hacia ellos, dejando su bicicleta caer al suelo bruscamente, y con un instinto asesino naciendo desde sus entrañas. Sin que a estos les diera tiempo advertir su proximidad, Mingyu agarró a uno de ellos por el cuello de la camisa y lo alzó con furia.

– Voy a romperte todos y cada uno de los huesos – dijo con los ojos encendidos de la ira – uno a uno.

– ¿Eh? – dijo en un principio sorprendido el muchacho que tenía entre sus manos – ¿De qué hablas? ¿Y quién eres tú?

– Soy Mingyu, un amigo de Wonwoo – se presentó rápidamente sin aflojar el agarre -. Sé que le rompisteis el brazo, y ahora vais a recibir lo que os merecéis.

– Espera, ¿hablas de Jeon Wonwoo, el huerfanito llorón? – señalizó otro de los chicos con tono de burla – No sabía que tuviera amigos…

¿Qué? Él no conocía a ningún Jeon Wonwoo, y se iba a encargar de corregirlos más tarde. Pero, que hubieran admitido indirectamente que le habían roto el brazo a más de dos chicos le hacía darse cuenta de lo detestables que eran esos muchachos. Y aquello le llevó a pensar a cuantos chicos se encargaban de amenazar esos idiotas. Sin lugar a dudas, alguien debía de darles una lección.

– Te equivocas – dijo una vez que consiguió volver a centrarse en la situación en la que se encontraba -. Hablo de Lee Wonwoo, delgado y de piel pálida, el chico que hace dos meses lleva una escayola por vuestra culpa en el brazo.

– En ese caso eres tú el que no sabe lo que dice – le intentó corregir el chico que tenía frente a él, y que a duras penas conseguía mantenerse de puntillas* -. Solo hay un chico que concuerda con esa descripción y ese es Jeon Wonwoo. Quizá te has confundido con el apellido de sus padres adoptivos, los Lee, que tienen una casa a las afueras del pueblo.

– Wonwoo no es adoptado – respondió rápidamente afianzando con más fuerza el cuello de la camisa del muchacho.

– Sí que lo es – dijo otro – ¿Qué pasa? ¿No te lo ha dicho?

– Creo que no conoces tan bien a ese “amigo” tuyo – continuó el tercer chico, quién no había hablado hasta el momento -. Apuesto a que también piensas que nosotros le rompimos el brazo. Pero fue él el que se cayó de la bicicleta cuando huía cobardemente por haber fisgoneado, a escondidas, en mi mochila.

No podía ser cierto, no iba a dejarse confundir por unos maleantes. Wonwoo se apellidaba Lee y no era adoptado. Si así fuera lo sabría, su amigo se lo habría dicho. Aunque tampoco le dijo que había sido maltratado por sus compañeros de escuela, y nunca se lo habría contado si no se los hubieran encontrado en la plaza aquel día, semanas atrás.

– Vaya, vaya, así que no estás seguro. -dijo el chico que tenía sujeto, que poco a poco empezó a soltarse y se alejó ligeramente como mediada de seguridad – No me extraña, Wonwoo es un mentiroso y un cobarde que no sabe dar la cara. Es por eso que no tiene amigos y por lo que de vez en cuando nos burlamos de él por sus mentiras. Pero nunca le hemos puesto la mano encima, lo juro – el resto de los chicos asintieron mientras sonreían, mostrando su total acuerdo con aquella afirmación -. Te recomiendo que antes de acusar de algo a alguien, al menos, estés bien informado.

– El que miente eres tú – argumentó Mingyu, de forma rápida y cortante -. He estado junto a Wonwoo desde que se mudó aquí hace casi seis años, y es la mejor persona que he conocido nunca. No me mentiría, ni sería un cobarde que mira a escondidas las cosas de los demás.

– “Se mudó” él solo. Los señores Lee siempre han vivido aquí. Hace seis años fue adoptado, todos lo sabemos porque apareció de la nada en nuestro colegio y a mitad del curso.

Mingyu no quería creerlo, se negaba a dejarse convencer por los chicos que habían hecho daño a su amigo. Pero sin querer empezó a dudar, era cierto que Wonwoo apareció de la nada un verano y que la casa de al lado nunca había estado abandonada, ni en venta, según sabía.

– Además, él mismo admite que estuvo viviendo en un orfanato. Aunque sigue insistiendo en que sus verdaderos padres son los Lee, incluso cuando sabe que conocemos su pasado – continuó el chico que estaba más cerca -. Por eso todos sabemos que es una rata mentirosa…

En ese instante no pudo evitar lanzarse contra el muchacho y propinarle un puñetazo justo en medio de la cara. Nada más retirar su mano la nariz del chico empezó a sangrar copiosamente, y este intentó igualmente devolverle el golpe, pero sus amigos le frenaron.

– Si no nos crees, puedes preguntarle tú mismo a tu “amigo” – le retó el tercer chico con una cara agria.

Estaba enfadado y confundido a partes iguales, pero se encargaría de ponerse al día. Tenía que escuchar la otra versión de la historia de los propios labios de Wonwoo. Al final creería en lo que él mayor le dijera, y deseaba con todas sus fuerzas que desmintiera todas aquellas absurdas acusaciones. Y, entonces, se encargaría de encontrar a estos chicos y limpiarles la boca a puñetazos.

– Tranquilo, eso haré – respondió bruscamente y con igual gesto de desagrado.

Dio la espalda a los chicos que estaban frente a él y recogió su bicicleta, que descansaba acostada a un lado del camino. Todo esto manteniendo una expresión impasible y fría, para no darles señales de lo confuso que se encontraba. Ni siquiera volvió la vista atrás cuando emprendió el camino de vuelta a casa de sus abuelos, se obligaba a mantener la vista al frente y acelerar su marcha para llegar cuanto antes.

Realmente era tarde, ya que apenas había luz natural, pero afortunadamente consiguió llegar antes de que no pudiera ver el camino. Nada más aparcar su bicicleta en la entrada de la finca oyó a su abuela salir a su encuentro por la puerta delantera. Y, entonces el estómago le bajó a los pies.

– ¡Mingyu! – esta le miraba con una expresión extremadamente preocupada – ¡Tu abuelo ha estado buscándote por todos lados con su camioneta! Te vimos salir con la bicicleta pero no nos dijiste a donde ibas y, con la hora que era, ya pensábamos que te había pasado algo grave.

– Lo siento abuela, me quedé dormido junto a la noria – explicó, sintiéndose mal por haberles hecho preocuparse de aquel modo.

Rápidamente ambos entraron dentro y entonces pudo ver que, además, le habían estado esperando para cenar hacía bastante tiempo. Lo notó ya que la comida estaba completamente fría y que, tras calentarla, ambos ancianos se pusieron a comer con ímpetu.

Lo bueno que tenían sus abuelos era que no solían recriminarle ni enfadarse con él. Incluso ahora, ninguno empezó a gritarle ni nada por el estilo, solo le preguntaron si estaba bien y le pidieron que no volviera a llegar tan tarde. Pero aquello solo le hizo sentir aún más culpable, en ese momento se prometió a sí mismo intentar ser más responsable.

– Wonwoo llegó del quiropráctico hace casi dos horas y te estuvo esperando bajo el almendro – abordó su abuelo una vez que ya habían acabado con lo que había en sus platos -. Pero, al ver que te retrasabas, decidió volver a su casa. Estaría bien que fueras a verle, para que no se preocupe.

– Sí – dijo mientras ayudaba a recoger la mesa.

Había olvidado momentáneamente a Wonwoo, y lo que aquellos chicos le habían contado de él, pero gracias a su abuelo todo había vuelto. El ir a verle era una buena idea, ya que también podría hablar con el mayor, y este le sacaría de dudas. Mas, en ese momento, pensó que sus propios abuelos podrían saber algo al respecto. Ya que ellos residían allí desde hacía más de cuarenta años podrían decirle si era cierto que los Lee siempre habían vivido allí, o se habían mudado.

– Abuelo…- dijo tras haber acabado de limpiar la mesa -… ¿Los Lee siempre han vivido en la finca de al lado?

– Claro que no, se mudaron hace… – dijo reflexionando mientras cerraba los ojos para concentrarse -… Casi dieciocho años, creo – respondió mientras volvía a abrir los ojos y se balanceaba suavemente en su mecedora – ¿Por qué lo preguntas?

Mingyu no respondió a aquella pregunta poco después, es más, pareció enmudecer a ojos de sus abuelos. Por un momento su rostro adaptó una expresión seria y pálida.

– Mingyu, cielo, ¿qué ocurre? – esta vez fue su abuela la que habló, preocupada por el silencio de su nieto.

– ¿Wonwoo es adoptado? – preguntó de pronto y con miedo, haciendo enmudecer a sus abuelos – Vosotros deberíais saberlo, ¿no? Podéis decirme si es su hijo, ya que decís que sois vecinos desde antes de que naciera Wonwoo.

– ¿Qué? – preguntó su abuelo irguiéndose de golpe – ¿A qué viene esa pregunta?

– ¿A pasado algo? – añadió su abuela con preocupación y cierto resquemor en la voz.

Ellos también habían empezado a comportarse de una forma extraña, casi reservada y cuidadosa, como si temieran decir algo más. Por eso Mingyu se dio cuenta de que había algo que no le habían contado, algo que le habían escondido, u olvidado contar, acerca de Wonwoo.

-Decídmelo, por favor – pidió intentando no ponerse aún más nervioso -. Quiero saber la verdad.

Por un momento, los abuelos de este se miraron sin saber qué hacer. Pero, volviendo la vista a su nieto, y viéndolo tan preocupado, decidieron que debían hablar con él.

– Cariño, – empezó su abuela – quiero que sepas que, ante todo, todos consideramos a Wonwoo como el hijo biológico de los Lee…

No, aquello no podía ser así. La conversación no debía estar tomando ese rumbo, sino significaría que…

– Lo adoptaron hace seis años, ya que ellos no podían tener hijos biológicos por distintas razones – añadió su abuelo -. Pero, tanto ellos como el propio Wonwoo, se consideran una verdadera familia, más allá de su relación sanguínea.

– ¿P-por qué nunca me lo dijisteis? – pidió saber sin ser capaz de mirarles a los ojos, sintiéndose ligeramente dolido por enterarse de aquella información tan tardíamente.

– Aún eras muy pequeño y no queríamos preocuparte con nada de esto – explicó su abuelo -. Os habías hecho buenos amigos, y creímos que sería Wonwoo quien decidiría contártelo cuando lo viera conveniente, o no. Ya que es su vida, y no la nuestra, de lo que estamos hablando…

En ese instante Mingyu dejó de escuchar a sus abuelos, para él sus voces empezaron a sonar lejanas y apenas podía entender que decían, incluso si se esforzaba. Sentía que la imagen que se había construido sobre Wonwoo se estaba rompiendo, más y más a cada instante. Creía que le conocía, pero a cada paso que daba, descubría que no era así. Pero, lo peor de todo era que siempre era el último en enterarse de todo.

Quizá hubiera creído que ambos eran buenos amigos cuando no era así, y que todo el tiempo fue el único con aquella idea. Ese era el único modo en que podía pensar en ese momento, porque era el único que explicaba el silencio del mayor. En ese instante se sintió que, en cierto modo, no debía de ser importante para su amigo. Era probable que en un principio no le hubiera contado aquello, ya que apenas eran unos críos y no se conocían, pero habían pasado ya seis años.

Sin contar el hecho de que apenas sabía de su pasado, tampoco le había contado que había varios chicos molestándolo en el colegio, y muy probablemente hubiera otras cosas que nunca le había dicho. Por eso mismo pensó que el mayor no debía de confiar tampoco en él.

– Mingyu, no le menciones esto a Wonwoo, o por lo menos haz como si no lo hubieras descubierto hasta que él dé el primer paso – le pidió su abuela acercándose a él y cogiendo sus manos con cuidado, como si temiera que su nieto se enfureciera con ellos.

– Mmm… – murmuró ambiguamente con la mirada perdida- … Ahora tengo que ir a avisarle de que he vuelto… – dijo sin rastro de emoción alguna en la voz -… Para que no se preocupe…

Su abuela le soltó, aún sin estar completamente segura de si dejarle marchar, pero no podía impedirle que fuera a ver a su amigo. Quería creer que su nieto podría superar aquella noticia eventualmente, y que volvería a ser el chico feliz y cariñoso que conocía. Sabía que él y Wonwoo habían creado un vínculo muy fuerte entre ellos, casi como si fueran hermanos, y confiaba que aquello mismo fuera lo que les mantuviera unidos a pesar de todo.


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De puntillas*: pisando únicamente con la punta de los pies.

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