martes, 7 de junio de 2016

(Varias) El instituto de la Muerte -Serial- Capítulo 4


Notas: Los chicos están determinados a hacer cualquier cosa por encontrar a sus amigos… absolutamente cualquier cosa…

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Las clases de Literatura del profesor SungMin siempre se le habían hecho eternas por las mañanas a primera hora a JongDae y, sin quererlo, siempre acababa bostezando y, a veces incluso, dando cabezadas. El hombre tenía muy buena fe al explicar la materia, pero la forma en la que lo hacía dejaba a JongDae más dormido que despierto. Por ese motivo, el chico no se dio cuenta de que la clase se detenía porque el profesor salía unos momentos, ni tampoco se dio cuenta de que el motivo de aquella salida había sido que una pareja de policías se encontraba en el pasillo hasta que escuchó su nombre, dicho por la voz soporífera del profesor.

—JongDae, sal un momento, por favor.

El chico se levantó de su pupitre rápidamente y luego caminó por entre las demás mesas de sus compañeros, sintiendo sus miradas sobre él hasta que salió por la puerta. En el pasillo, se encontraban ya ChanYeol, KyungSoo, JunMyeon y YiXing junto a una pareja de agentes, los mismos que habían ido al instituto el sábado anterior cuando llamaron para denunciar la desaparición de SeHun y ZiTao. Si JongDae no recordaba mal, se llamaban JongHyun y SooJung.

—¿Sucede algo? —preguntó el chico.

—Solo queríamos hablar con vosotros de nuevo —le respondió la mujer—. Hay algunas cosas que queremos saber.

—Claro, todo sea por ayudaros a encontrar a nuestros amigos lo más pronto posible.

Después de aquello, se dirigieron al piso de los de tercer curso y sacaron a MinSeok, Lu Han y YiFan de su clase. Ninguno de los que estaba allí tenía idea de lo que podían querer los policías porque no habían dicho absolutamente nada y aquello tenía a JongDae bastante mosqueado. Pocos minutos después, se encontraban en la sala de reuniones de la junta escolar, junto con el director Lee, quien se encontraba sentado a la cabecera de la mesa y el sentimiento de mosqueo de JongDae se acrecentó.

—Sentaos —les dijo el hombre—. He sido informado de lo sucedido y hay algo que me gustaría deciros a vosotros antes de hablar con vuestros padres.



—No me lo puedo creer —decía Lu Han todavía indignado mientras caminaba por los pasillos—. ¿Cómo se atreve a decirnos eso? ¿Eh? ¿CÓMO?

MinSeok se acercó a él para rodearlo con un brazo y atraerlo a su cuerpo, pero Lu Han rehuyó su contacto. Estaba demasiado cabreado como para mimo y no quería tener a nadie cerca porque no sabía si podría o no contenerse de dar unos cuantos puñetazos. No quería hacerle daño a nadie y menos a su novio.

—No ha podido decirlo en serio —murmuró MinSeok y Lu Han lo miró con mala cara porque aquel hombre había dicho todas aquellas venenosas palabras muy seriamente.

—MinSeok… —YiFan le puso una mano en el hombro—. Lu Han no necesita que le digas cosas bonitas que no van a hacerse realidad. Deja que se desahogue tanto como quiera y una vez se calme hablaremos con él con tranquilidad.

—Gracias, YiFan.

Y tras decir aquello, el chico se dio la vuelta y caminó en la dirección contraria a la que estaban sus amigos, bajó las escaleras y luego salió del instituto gracias a la ayuda del conserje DongHee para dirigirse a su casa. Quería estar solo. Quería pegarle a su almohada hasta dejarla inservible, poniéndole la cara del director Lee, imaginando que era a él a quien golpeaba. No podía entender como simplemente podía ir diciendo que su hermano se habría fugado con ZiTao porque eran homosexuales y que no iban a buscar más si no aparecían en lo que quedaba de semana.

Llegó a casa pegando un portazo y luego fue directamente a la habitación de SeHun, revolvió las sábanas y cogió el diario de debajo de ellas, dispuesto a leérselo de arriba abajo por si había cualquier cosa que lo ayudara a entender la desaparición de la persona que más le importaba en el mundo.



MinSeok estaba sumido en un mutismo que, aunque era muy propio de él, a YiFan le resultaba extraño porque estaba cargado de pesimismo y, teniendo en cuenta lo que había pasado anteriormente, sabía a qué se debía. Probablemente el chico se sintiera culpable por lo que les había pasado a ZiTao y a SeHun y quería hacer todo lo posible para ayudar a Lu Han a afrontar lo que había sucedido, pero Lu Han siempre había sido una persona muy arisca y, aunque en los últimos tiempos hubiera cambiado algo y fuera más cariñoso con todos, en aquellos momentos, lo último que debía querer eran mimos.

YiFan lo conocía muy bien porque llevaban siendo amigos más de diez años y MinSeok solo lo conocía desde hacía tres, así que era normal que no pudiera comprenderlo bien.

—Mañana se le habrá pasado todo —le dijo al mayor, poniéndole una mano en el hombro, llamando así su atención—. Solo necesita estar solo y pegarle patadas a las paredes para quitarse la frustración de encima.

MinSeok asintió y le dio la espalda de nuevo, intentando concentrarse en los deberes que estaba haciendo en aquella hora que tenían libre porque la profesora de Arte, YuRi, estaba de baja maternal y no habían contratado a ningún sustituto ya que ella regresaría para navidades. YiFan se dedicó a lo suyo también, pensando que la conversación se había terminado, pero varios minutos después, escuchó la voz de MinSeok.

—Todavía sigo sin entender por qué me eligió a mí sobre ti cuando tuvo la oportunidad de hacerlo —fue lo que dijo y YiFan esbozó una sonrisa.

—Porque a mí me quiere… pero a ti te ama.



JunMyeon estaba sudando a mares y respirando de forma acelerada sin poder detenerse. Su condición iba a peor cuanto más se acercaban a la biblioteca y el chico sabía que su cuerpo iba a seguir hiperventilando como mecanismo contra el nerviosismo por lo que estaba a punto de hacer. En serio no podía creerse que estuviera a punto de romper la ley solo porque JongDae se lo hubiera sugerido y lo peor de todo era que el cerebro maquinante de todo aquello se encontraba más fresco que una rosa, sin ningún remordimiento y silbando la canción de un anuncio de pasta dental.

—A veces creo que te odio —murmuró para que su chico lo escuchara y JongDae le guiñó un ojo—. No, no lo creo. Te odio —declaró.

—Vamos, JunMyeon —el chico lo zarandeó levemente—. No estés así. ¿Ni que fuéramos a matar a alguien?

—No, no vamos a matar a nadie —JunMyeon se alejó de él, quitándose sus manos de encima—. Simplemente vamos a violar la ley, vamos a entrar en el depósito sin permiso y vamos a robar periódicos antiguos.

—¿Ves? No vamos a matar —respondió con una sonrisa.

—¿Cómo puedes estar tan tranquilo? ¡Vamos a robar!

JunMyeon casi gritó lo último algo histérico y una señora mayor que pasaba por su lado se lo quedó mirando con gran desaprobación. JongDae le tapó la boca y le dedicó una sonrisa encantadora a la mujer antes de tirar de él hacia delante para seguir su camino.

—Sí. Vamos a robar —le susurró cuando ya habían andado unos cuantos de metros—. Pero esta acción me parece bastante más noble que lo que están haciendo desde la policía, que se dejan corromper por el dinero del director Lee para no tener problemas.

—Pero…

—No me repliques —contestó el chico—. Sabes que tengo razón, que nosotros estamos haciendo todo lo posible por encontrar algo sobre lo que ha estado sucediendo en el instituto y que si tenemos que romper la ley para poder saber cómo recuperar a SeHun y a ZiTao creo que es una causa que lo merece.

—Lo entiendo… —murmuró, vencido por las palabras de su chico, que siempre había sabido lo que tenía que decir en cada momento—. El fin justifica los medios, ¿no? O eso decía Maquiavelo…

—En realidad esa frase jamás la dijo Maquiavelo, eso lo pusieron en su boca historiadores del siglo XIX y así ha llegado hasta nosotros —respondió JongDae, pero JunMyeon lo cortó antes de que le diera un discurso sobre aquello.

—Ahórrate la clase de Historia —le dijo—. ¿Cuál era el plan?

—Yo distraigo a la joven recepcionista con mi seductor encanto mientras tú te cuelas en el depósito con la clave de tu madre —contestó rápidamente, volviendo a centrarse en lo que les ocupaba.

—Como mi madre se entere de esto le diré que tú me obligaste —murmuró JunMyeon, haciendo reír a su chico.

—Entonces tendré que usar mi seductor encanto con JooHyun también cuando vaya a tu casa.

—¿Cuántas veces te he dicho que no llames a mi madre por su nombre?

JunMyeon estaba un poco cabreado por la poca seriedad de JongDae, pero gracias a ello había dejado de hiperventilar al menos y ya estaba mucho más tranquilo que antes. Lo peor es que se lo debía todo al idiota de su novio.



ChanYeol se encontraba apoyado junto a la puerta de la casa de KyungSoo por orden del menor, quien le había dicho que se iba a ir a su casa durante un tiempo porque sus padres se habían puesto insoportables desde lo que había sucedido el día anterior. El chico conocía a RyeoWook y HyoYeon y sabía que ellos solo querían lo mejor para su hijo… pero a veces sí que eran un poquito pesados y KyungSoo ya se había disculpado con todo el mundo por lo sucedido y había prometido que no iba a volver jamás a su antigua vida.

Se escucharon unos pocos de gritos desde el interior de la vivienda y ChanYeol supuso que la noticia no había gustado demasiado a los adultos, pero también sabía que era la única opción de KyungSoo para calmarse y cumplir realmente su promesa. Unos pocos segundos después, el chico salía por la puerta y miraba hacia donde él se encontraba con algo de desesperación pintada en sus grandes ojos oscuros.

—¿Ya estás listo? —le preguntó.

—Sí —respondió éste, recolocándose la mochila antes de echar a andar, alejándose de la casa. ChanYeol miró una vez atrás, despidiéndose con una inclinación de los padres de KyungSoo, prometiéndoles silenciosamente que cuidaría de él antes de dar unas cuantas zancadas y alcanzarlo.



YiXing creía que le iba a dar algo buscando información sobre fantasmas si no encontraba nada en los próximos minutos. Llevaba desde el lunes prácticamente viviendo en la casa de YiFan para intentar encontrar algo, pero no había nada que les sirviera de ayuda y eso lo frustraba bastante. Además, la cabeza le iba a estallar y los ojos —aunque se había llevado sus gafas de vista y las tenía todo el rato puestas— se le iban a resecar si seguía mirando la pantalla, leyendo todas las páginas que abrían.

YiFan había bajado a por algo para reponer fuerzas hacía unos minutos y lo había dejado solo. Antes de bajar le había ordenado que lo dejara un poco y que después de comer se volverían a poner, pero YiXing no le había hecho caso y simplemente estaba atento a los ruidos de fuera de la habitación para soltar el portátil en cuanto escuchara que alguien se acercara a la puerta.

El chico clicó en una de las páginas y abrió una nueva pestaña para ponerse a leer lo que decían sobre los fantasmas de aquel foro de historias de misterio.

«Los fantasmas que hacen daño a personas vivas son generalmente aquellos que sienten odio hacia cierto tipo de humanos o envidia de ellos. Pueden haber quedado atrapados en nuestro mundo después de una muerte violenta o porque tengan ciertos asuntos pendientes con personas que dejaron atrás. Estos fantasmas suelen frecuentar el lugar en el que fallecieron, aunque también pueden aparecer en cualquier otro lugar, siguiendo a la gente, y la única manera de hacer que tomen el camino que les corresponde es hacerles ver que comprendes su dolor y que no tiene nada que temer si deja definitivamente nuestro mundo».

YiXing estaba tan metido en la lectura que no se dio cuenta de que YiFan entraba a la habitación hasta que no lo tuvo encima, soplándole el cuello y haciendo así que casi saltara de la cama y tirara el portátil por la ventana.

—Te dije que dejaras de torturarte o tendrías consecuencias —murmuró, antes de comenzar a hacerle cosquillas por todo su cuerpo.



MinSeok se encontraba tumbado sobre su cama cuando de repente escuchó la voz de Lu Han en la entrada de su casa y no le hizo falta más que un par de segundos para incorporarse y dirigirse a la puerta de su habitación. Justo cuando la abría, descubrió a Lu Han delante de ella, esbozando una pequeña sonrisa cálida, destinada a ganarse su corazón y su perdón, sin saber que realmente no estaba enfadado con él por lo que había sucedido horas antes.

—¿Puedo pasar? —le preguntó.

—Por supuesto.

El chico se echó a un lado, dejándole paso a Lu Han a su habitación y cerrando después de que este entrara a ella y se sentara en su cama como si fuera la suya propia. MinSeok lo siguió y luego se tumbó tal y como había estado antes de la llegada del menor, invitándolo a hacer lo mismo. Lu Han se quitó las zapatillas y luego se echó a su lado, apoyando su cabeza en su pecho y dejándose envolver por los brazos de MinSeok.

—Lo siento —murmuró—. Estoy muy insufrible estos días y no quiero pagarlo con nadie, por eso me alejo antes de hacer daño a la gente que quiero.

—Lo sé. No te preocupes —le respondió.

Lu Han asintió contra su pecho y ambos se quedaron en silencio, disfrutando del contacto mutuo durante unos momentos.

—Recuérdame que jamás me vuelva a interponer entre SeHun y ZiTao cuando regresen con nosotros —dijo después de unos minutos el recién llegado.

—¿Por qué? —cuestionó MinSeok—. Creía que odiabas a ZiTao con toda tu alma.

—Tú lo has dicho. Lo odiaba —Lu Han suspiró—. Ahora pienso algo distinto de él.

—¿Y qué es lo que te ha hecho cambiar de opinión tan drásticamente? —preguntó con curiosidad porque desde que su chico se había enterado de que su hermano menor mantenía una relación (ya fuera del tipo que fuera porque ellos nunca se habían aclarado) con ZiTao, le había tenido bastante ojeriza al chico.

—He estado leyendo el diario de SeHun… —reconoció el chico—, y me he dado cuenta de lo ilusionado que estaba SeHun con él, de lo mucho que pensaba en ZiTao y de lo mal que se sentía cada vez que yo me metía en medio de los dos —hizo una pausa para coger aire—. También me he dado cuenta de lo mucho que parecía querer ZiTao a mi hermano por todo lo que hacía para él.

—Vaya —murmuró MinSeok, bastante sorprendido.

—Por eso le voy a pedir perdón y también los voy a dejar tranquilos —finalizó Lu Han.

—Creo que es una gran decisión —comentó y la sonrisa que apareció en el rostro de Lu Han cuando lo miró fue la más preciosa que había visto en su vida.



Era noche cerrada cuando a ChanYeol se le ocurrió que quería ir al instituto y buscar en el sótano cualquier cosa que los llevara a encontrar a SeHun y ZiTao y KyungSoo se habría negado a acompañarlo, pero el padre de ChanYeol siempre era demasiado cargante y demasiado perfeccionista, así que el chico no quería quedarse a solas con aquel hombre en la casa mientras ChanYeol estaba fuera. Por eso, habían acabado los dos saliendo de la vivienda de los Park y caminando las pocas manzanas que los separaban del instituto.

Cuando llegaron al lugar se encontraron las verjas cerradas, lo que indicaba que el colegio había sido cerrado hacía ya bastante rato, pero eso no les importó a los chicos.

Poco antes de las vacaciones de verano habían encontrado un pequeño agujero que daba a la calle y por el que podían salir y entrar cada vez que quisieran. El agujero lo utilizaban cuando se escapaban a veces de las clases más horribles —cuando a ChanYeol le tocaba inglés con el profesor Henry y a KyungSoo Matemáticas con KiBum— y también para cuando llegaban algo tarde y no querían ser castigados a dar vueltas a la pista.

KyungSoo pasó antes y sin problemas ya que era bastante más menudo que ChanYeol, quien siempre se atascaba y tenía que intentarlo varias veces antes de conseguirlo. El menor siempre se burlaba de él, pero en aquella ocasión no tenía ganas de burlas, así que, simplemente ayudó al chico a pasar y minutos más tarde ya se encontraban en el interior del edificio, usando las aplicaciones de linterna de sus teléfonos móviles para alumbrarse en aquella oscuridad.

El sótano daba muy mala espina, ya fuera de día o de noche y, aunque ninguno tenía gran miedo a las cosas, desde que SeHun y ZiTao habían desaparecido eran un poco más cautelosos.

Miraron por todos los recovecos y llamaron varias veces a los chicos que buscaban, tal y como habrían hecho sus amigos antes de que ellos llegaran la primera vez, y varias horas más tarde, salieron de aquel lugar sin haber encontrado absolutamente nada, pero con una sensación de frío seco en sus huesos que nada tenía que ver con la temperatura de principios de noviembre de la ciudad de Seúl.

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