martes, 28 de febrero de 2017

(YeLu) The Guardian -Serial- Capitulo 8


   Notas: ¡Muy buenas a todos! Hoy os dejo de nuevo un capítulo más de The Guardian. Ya queda menos para ir sabiendo el desenlace final, el cual espero que no deje indiferente a nadie, pero por ahora, vamos a centrarnos en lo que está pasando ¿sí? ¿Tenéis alguna teoría de lo que puede suceder a continuación? 😏


   Lo que estaba viendo era algo que inconscientemente sabía que se hacía pero que nunca antes me llegue a plantear que lo vería. Sabía lo que era, como se hacía, lo había estudiado anteriormente e incluso sabía algunas técnicas, pero nunca antes lo había visto con mis propios ojos.

   Me había enfrentado a muchas cosas, había visto actos horribles, muertes horrendas, desmembramientos espeluznantes, pero no aquello.

   Dokyun me había llevado por el corazón de La Guardia, por sus zonas más privadas y totalmente desconocidas para la gran mayoría de los Guardianes. Allí era donde estaba el cerebro, los miembros más técnicos y más fieles a La Guardia.

   Era un sitio que desde pequeña había querido ir, formar parte de ellos, pero lo que estaba viendo ante mis ojos no me gustaba. No era todo lo que yo pensaba, lo que había imaginado. No era el sitio maravilloso, donde todo funcionaba bien y la gente se sentía orgullosa de lo que hacía.

   Sin embargo, no tenía que ver lo que veía con lo que mi mente había imaginado. Para mí La Guardia tenía un poder, una superioridad sobre la sociedad normal, una inteligencia y una ideología muy por encima de los demás. Creía que nuestra forma de actuar era la lógica y no usando las características que hacía del ser humano un animal.

   Antes de llegar ante aquel cristal transparente, antes de ver lo que estaba sucediendo en esa sala, un escalofrío me recorrió la espalda. Todo lo ideal que tenía en mi mente se fue destruyendo poco a poco conforme iba caminando por esos oscuros pasillos.

   La mirada de la gente era profunda y seria, no parecían estar disfrutando con lo que hacían. Escuchaba gritos ahogados y cargados de dolor, de alguien que no estaba pasándolo expresamente bien.

   Laboratorios donde los conejillos de indias, no eran conejos. Eran personas. La mirada perdida de algunos especímenes que usaban en los laboratorios, de esas personas que ya no tenían ni un ápice de lo que los hacía humanos. Imágenes que por unos momentos pude creer que existían, pero jamás pensé que llegaría a ver.

   Ni mucho menos a pensar que fuera tan aterrador y que yo, una persona fría y capaz de enfrentarme a cualquier cosa, esas imágenes me estremecieran. Yo era muy fiel a La Guardia, a lo que hacía, pero ver como usaban de sujetos en laboratorios a personas, ver como los volvían, las torturas y la forma de usarlos, no sé yo si me hacía querer apoyar eso.

   Pero ante mi tenía una figura humana, con las extremidades dislocadas. Se le veía un hueso saliéndole de una pierna. Su cuerpo desnudo morado de los golpes y rojo de sangre. Quemaduras por zonas que estoy segura que le dolería, y lo peor, era la melena rubia que apenas quedaba en su cabeza.

   -La hemos capturado mientras tenía pensamientos de escapar -Dokyun me sacó de mis pensamientos, mientras veía el cuerpo semi muerto de Mihyun-. Ha sido muy fácil poder sacarle información, ha cantado cuando su cuerpo no podía más del dolor que sentía.

   Vi en el reflejo del cristal la sonrisa de satisfacción y orgullo que Dokyun lucía ante la atrocidad que le habían hecho a la pobre chica. Estaba contento con ello y yo tenía un nudo en la garganta. Tal vez no era tan dura y fría como me imaginaba.

   -Nos ha dado varios nombres e información acerca de sitios donde tienen cuarteles. La lástima es que no sabe su localización, pero hemos podido obtener más información de lo que tú nos has dado, que viene siendo nada.

   -¿A través de prácticas como la tortura? -pregunté, algo asqueada.

   -Oh, por supuesto. Y no solo la tortura física, sino también tortura psicológica. Es bastante eficiente. Aunque fortalecemos a todos físicamente e intentamos hacerlo también con el corazón, es difícil hacerlo y muchos de los nuestros no son capaces de aguantar una tortura psicológica, ya que son demasiado débiles. En mi opinión, esos deberían estar muertos, no formar parte de La Guardia.

   Sus palabras tenían parte de razón y a la misma vez no. Yo era una persona que defendía firmemente que aquellas personas que estaban en contra de La Guardia merecían ser castigadas. Pero tampoco que hubiera que llegar a tales extremos. Mihyun seguía viva, aguantando todo el dolor que su cuerpo podía aguantar y que su mente débil había sufrido.

   Por un instante una vaga idea cruzó mi mente, pero que podía tener mucho fundamento. Lancé una mirada directa a Dokyun, a la misma vez que lanzaba la misma pregunta que surgió en mi mente.

   -¿Por qué me has traído a ver esto? Es algo que La Guardia intenta mantener oculto, son prácticas que muchos no aceptarían y sin embargo, tú me las has mostrado ¿Puedo saber tus motivos o son secretos también?

   -Eres muy avispada -murmuró Dokyun, lanzando una pequeña carcajada-. Tan solo quería comprobar el nivel de lealtad que tienes hacia nosotros.

   -Eso no te hace falta comprobarlo porque lo sabes de sobra ¿cuáles son tus motivos reales? -con esa pregunta por fin me miró directamente, aunque algo en sus ojos ardía.

   -Eso no importa.

   -Intentas crear en mí una tortura psicológica al enseñarme estas cosas ¿no? -una sonrisa ladina apareció en su rostro. Había dado en el clavo.

   -Más bien para que veas lo que sucede a aquellos que van en contra nuestra -Dokyun le dio la espalda a Mihyun, totalmente indiferente-. ¿Me das lo que tienes para mí?

   Iban a condenar a dos personas a pasar lo mismo que Mihyun y otras muchas personas que estaban allí encerradas. No quería volver a ver sus nombres, no quería saber nada de eso. Tan solo me limitaría a cumplir órdenes.

   -Aquí tienes -le tendí la hoja de papel doblada con los nombres de los rebeldes.

   -Perfecto. Te llevaré a las salidas.

   Y tal y como habíamos llegado, salimos de allí. Aunque cuando volvía a la que era mi realidad, sabía que dentro de mí algo había cambiado. No supe si para bien o para mal.


***


   Mi vuelta al mundo que estaba acostumbrada me resultó agradable. Allí al menos parecía que la gente disfrutaba con lo que estaba haciendo. Aunque si lo pensaba fríamente, tal vez lo que todos hacíamos era lo mismo. Arrebatarle la vida a mucha gente, de un modo u de otro.

   Aún mi mente estaba procesando toda la información que recientemente había recibido y que no había llegado a asumir del todo. Siempre había sabido que esas cosas se hacían y lo trataba como si no fuese conmigo, pero en realidad había mandado a dos personas a pasar el peor momento de su vida. Creo que peor de lo que puede ser el infierno.

   Entonces recordé que dejé a Caolu sola en mi habitación. Apresurando el paso, llegué cuanto antes, pero para mi sorpresa ella no estaba allí. Lo más seguro es que al despertarse y encontrarse sola, se hubiera ido a su propia habitación.

   No le di más importancia al tema. Lo mejor era no pensar en nada. Saqué de uno de mis bolsillos la tarjeta que le robé a Mihyun y la observé detenidamente. Lo cierto es que podía pasar simplemente por una tarjeta cualquiera. Si alguien la veía y no sabía de qué se trataba, daba la sensación de ser una tarjeta de puntos que te proporcionaban en cualquier empresa.

   Ya no quería ir a ver lo que Jei ocultaba. Al día siguiente, una vez que descansara y tuviera la mente más tranquila, iría. Por lo que me eché sobre mi poco mullida cama, que aún guardaba la fragancia de Caolu y acabé quedándome completamente dormida.

   Fue unos gritos en el pasillo lo que me despertó. No sabía qué era exactamente, pero me levanté de un salto y cogiendo una de mis pistolas, salí alerta. Miré a un lado y a otro, pero allí no había nadie. Tal vez se trataba de un mal juego que mi mente me había hecho.

   Pero ya una vez despierta, no volvería a coger el sueño. Decidí arreglarme un poco e ir en busca de Caolu, lo que no me esperaba es lo que me encontré al llegar a su habitación. Nada. Ella no estaba allí. Aunque sí que encontré un pequeño sobre rosa que tenía escrito mi nombre en negro sobre su cama.

   Extrañada ante eso, me acerqué sin confiar en aquel trozo de papel. Si era de Caolu, no sería nada bueno. Normalmente las cosas malas las comunicaba por cartas.

   Tomé el papel con algo de temor, esperando que no hubiese hecho nada de lo que pudiera arrepentirse.


   “Sé que esto no está bien, pero las cosas no me gustan nada tal y como se están desarrollando. Me duele mucho dejarte sola en este momento, pero te pido por favor que me entiendas. Sabes como soy y que hay cosas que no me gusta, los actos que se hacen son horribles y dañan mi corazón.

   No quería dejarte, Yezi, no de esta manera. Pero no puedo vivir con este resentimiento por todo. El hecho de lo que sucedió durante mi última misión me ha marcado, además de la huida de una gran amiga. Perdóname por lo que voy a hacer, perdóname por todo, pero me voy con ella.

   Sé que esto te va a doler, te vas a cabrear y me vas a odiar. Por favor, entiende que este ya no es mi lugar. No puedo vivir sufriendo aunque en el fondo, lo único bueno que tenía es a ti, y en mi corazón te seguiré teniendo porque para mí eres la persona más importante que tengo en la vida. La persona que es dueña de mi corazón.


Te quiero, C.”


   Al acabar de leer hasta la última palabra, destroce ese trozo de papel. Salí corriendo hasta el archivo con la esperanza de poder evitar que cometiera aquella locura y la acabaran declarando como una rebelde ¿Por qué narices tuve que contarle cómo escapó Jei?

   Corría tanto como mis piernas me permitían hasta llegar al maldito archivo. La mirada de odio de la mujer encargada me importó bien poco. Crucé hasta la sala que le indiqué a Jei que podía escapar, pero al entrar no había nadie.

   Casi sin respiración, apreté mis puños con rabia. Caolu se había marchado ya y yo no había podido evitarlo. Me dieron ganas de patearlo todo, destrozar cualquier cosa que me encontrara por mi camino. Maldije el momento en el que se lo dije.

   Debía hacer algo, no podía quedarme allí sin más ¿pero cómo podía proteger a alguien que se había alejado de mí?

   De pronto volví a sentir el tacto frío de la tarjeta robada a Mihyun cuando metí mis manos en los bolsillos de la chaqueta que llevaba. La saqué para mirarla fijamente. Si seguía adelante con el tema de los rebeldes, tal vez al involucrarme me informaría más de la situación y podría desviar la atención todo lo posible de Caolu.

   No sé por que pero no me lo pensé dos veces. Salí por donde había venido con un paso firme y seguro. Ya poco podía hacer, solo tomar cartas sobre el asunto y buscar posibles maneras de ayudarla.

   De camino hasta la sala donde Jei escondía algo, me tuve que detener ante varios vigilantes y enseñarles mi tarjeta de identificación que tenía siempre encima. Aunque te conocieran de toda la vida y se hubieran criado contigo, debían hacerlo con todos aquellos con los que se cruzasen.

   Tuve demasiada suerte, ya que el pasillo estaba desierto. Ni vigilantes ni ningún Guardián. No tenía ni idea de si era cosa del destino o qué, pero no iba a desaprovechar esa oportunidad de oro.

   Fui directa hasta la vieja puerta. Con Jei fuera, me importaba bien poco que hubiera alguien dentro. Pasé la tarjeta por el lector. Una luz verde se encendió y al instante, la puerta cedió. Estaba ansiosa. Desde unos días quería saber que se escondía tras aquella puerta y por fin lo iba a saber.

   Empujé la puerta y entré a la estancia. Estaba a oscuras, por lo que busqué por la pared un interruptor. Cuando di con él, lo activé y pude observar donde me encontraba.

   Lo cierto es que me esperaba mucho más. Solo era una pequeña habitación con cajas amontonadas por todos lados ¿qué había allí tan importante para Jei? Ni tan siquiera sabía por dónde empezar buscar, por no hablar de que ese me llevaría horas.

   Pero de todas las cajas, una estaba abierta. Me resultó curioso que fuera la única, por lo que me acerqué a ver qué era lo que contenía. Todo eran papeles. Saqué unos cuantos para observarlos y me impresionó el esfuerzo y tiempo que se habían tomado.

   Eran fichas de todos los Guardianes, unas más completas que otras, y algunos tachados de rojos. Los que eran rebeldes. Todos los rebeldes estaban allí. Ojee la lista, descubriendo nombres que jamás pensé que podrían ir en contra de La Guardia.

   Abrí la caja continua y encontré informes de misiones ya realizadas por algunos Guardianes, e incluso estudios de los hábitos de los que tenían más rango dentro de La Guardia. Con muchos huecos en blancos.

   En una serie de cajas más grandes encontré todo tipo de armas, desde armas de fuego a armas blancas. Desde luego se lo habían trabajado a base de bien. A Dokyun le brillaban con intensidad los ojos si le contaba todo esto.

   Pero lo que realmente a mí me vino de perlas y me dio esperanzas para poder ayudar a Caolu fue una pequeña caja que se ocultaba entre las otras. Cuando la abrí me extrañé. Eran planos de la base de La Guardia o por lo menos parte de la base.

   Los siguientes eran de la ciudad. Partes pequeñas de la ciudad, como si de un puzzle se tratara. Una idea invadió mi cabeza. Despejé el suelo con todo lo que había sacado y me puse a unir los trozos de mapas, a completar la ciudad.

   Algunos trozos tenían señales rojas muy extrañas pero no le di importancia hasta que hubiera completado el puzzle entero. Me llevó un buen rato, sobre todo al empezar, pero acabé montando en el suelo el mapa de la ciudad. Ahora los símbolos rojos tenían un significado.

   Estaban sobre zonas casi exentas del alcance de La Guardia, puntos ciegos por lo que no podía ser otra cosa que escondites de los rebeldes. En uno de ellos debía estar Jei, por lo tanto, Caolu también.

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