Nota: Buenas a todas y a todos. Lo prometido es deuda y aquí traigo la continuación de la historia. La cosa se pondrá un poco más movida en este capítulo, o eso creo yo... En fin, no adelanto nada más ¡Espero que os guste!
Aquella noche el señor Jung no pidió su cena, y Hongbin se encontró en una encrucijada. No sabía si debía llevársela a pesar de todo, o si el hacerlo sólo conseguiría provocar su furia nuevamente. Se llevó las manos al pelo y lo alborotó con frustración. Él ya había comido hacía una hora y estaba intentando escribir su informe diario.
Hoy por la tarde nos ha visitado el primo del Señor Jung, Kim Wonsik. Ha hablado durante una hora con él en la galería y luego...
¿Debía decir qué se habían sentado juntos a charlar en el jardín? Le parecía algo sumamente banal, pero por culpa de eso el señor Jung se había enfadado ¿También sería correcto añadir su riña con Taekwoon?
Estaba casi seguro que nada más enviar ese mensaje podría ser despedido, pero su obligación era contar todo lo ocurrido. Si no cumplía con su trabajo sí que terminaría en la calle, además de que probablemente Sungkyu ya supiera su incidencia de hoy por boca del mismísimo Taekwoon.
...luego hemos charlado un rato el señor Wonsik y yo en el jardín. No quería faltarle al respeto o ser parecer maleducado, así que le hice compañía hasta que tuvo que marcharse.
Poco después entré en la casa y fui amonestado por el señor Jung, y debido a eso no ha pedido su cena aún. No quiero actuar por adelantado y ser nuevamente recriminado, pero estoy seguro de que tendrá hambre.
¿Qué debería hacer? ¿Debería llevársela?
Envío aquel mensaje sin saber si Sungkyu llegaría a responderle a tiempo. O si su respuesta sería un despido. Pero, no tuvo tiempo de angustiarse, apenas cinco minutos después recibió un correo de parte del anciano.
Sí el señor Jung está enfadado será mejor que no le molestes. Si tiene hambre él es perfectamente capaz de bajar a la cocina a por comida.
Se sorprendió por la rapidez del hombre y porque este no le preguntara acerca de lo sucedido. Pero le dejó un poco más tranquilo saber que contaba con la aprobación de Sungkyu, y que estaba haciendo lo que debía...
Sin embargo, en cuanto estuvo metido en su cama comprobó que no podía conciliar el sueño. No tenía por qué, pero seguía pensando en Taekwoon.
Estaba casi completamente seguro de que este no provocaría bocado hasta la mañana siguiente. Tenía un hermano menor y sabía que cuando se enfadaba perdía por completo el apetito. Y tras cerca de media hora dando vueltas en las cama volvió a dirigirse hacia su escritorio, rezando que Sungkyu siguiera en pié.
Estoy casi seguro de que el señor Jung no bajará, y la comida acabará desperdiciándose. Iré a verle para pedir disculpas y a entregarle su cena.
Nada más enviar el mensaje se levantó y abrió con cuidado la puerta de su habitación. Después de comprobar que toda la casa estaba en silencio se dirigió hasta la cocina y encendió el fuego para calentar la cena.
Mientras esta se hacía buscó en todos los cajones y alacenas una linterna con la que alumbrar su camino hacia la planta superior. Pero únicamente encontró unas velas y tarros de conserva. Así que cogió una y la encendió, pero para evitar que cayera cera sobre el suelo de parquet la dejó en el interior de uno de los tarros de vidrio vacíos.
Asegurándose de no tirar nada por el tramo de escaleras se guió hasta la habitación de Taekwoon que se situaba en el ala oeste de la casa. Caminó sin hacer ruido y cuando llegó frente a su puerta se bloqueó.
Le preocupaba que ya estuviera dormido, pero con el estómago vacío le resultaría muy difícil. Además, si no llegaba a oírle por estar durmiendo no sería culpa suya. Así que se armó de valor y llamó a la puerta dando tres sonoros golpes.
- Señor Jung, le he traído su cena.
Normalmente aquello era todo lo que diría antes de darse la vuelta y marcharse, pero aquella no era como las veces anteriores. Así que, tras aclararse la garganta, siguió hablando.
- Lamento mucho lo ocurrido esta tarde. Tenía razón, trabajo para usted y no debería haber hecho algo que le disgustara tanto. - dijo mientras posaba la bandeja sobre una mesita que había dispuesta junto a la puerta para esa finalidad y recogía la que estaba vacía -. Le prometo que no volverá a pasar.
Ya sabía que le iba a resultar difícil ignorar a Wonsik, pero no quería meterse en medio de ninguna otra discusión por su culpa. Y ya había alcanzado el cupo de fallos permitidos para un novato como él.
- Qué duerma bien señor. - añadió antes de emprender el camino de vuelta a la cocina.
Sabía que Taekwoon no le respondería, incluso si estuviera despierto. De manera que bajó rápidamente las escaleras y dejó la bandeja con los cacharros en la cocina antes de regresar a su cuarto. Pero, antes de meterse nuevamente en su cama comprobó si tenía algún mensaje más de Sungkyu, y así era.
No tienes por qué pedir perdón, no es tu culpa. Que lo hayas hecho muestra lo amable que eres Hongbin, pero también me has desobedecido cuando te he dicho expresamente que no lo llevaras la cena al señor Jung.
Aquí las buenas intenciones no valen más que el saber respetar las órdenes que te dan.
Además, aprovecho este mensaje para decirte que no se te permite abandonar tu habitación por la noche sin que el señor Jung lo sepa. Espero que esto último sí puedas cumplirlo.
Hongbin sonrió tristemente mientras leía el mensaje. Deseó el señor Jung pudiera ver, al igual que Sungkyu, que el incidente con Wonsik no era culpa suya. Pero era imposible que este admitiera su error.
Suspiró cansado y consciente de la nueva regla que pronto tendría que seguir. Empezaba a sentirse cómo un prisionero en aquella gran casa. Algo extraño teniendo en cuenta las dimensiones de esta, junto a las del amplio jardín por el que solía pasear.
Pero también podía tratarse del hecho de no saber nada de su familia desde hacía cuatro días. No había hablado con ellos ya que tampoco le estaba permitido usar el teléfono de la casa para asuntos personales y los echaba mucho de menos.
Si al menos tuviera un oficio en aquel lugar podría mantenerse ocupado y no pensar en ellos. El jardín no demandaba tanto trabajo ya que se acercaba el invierno, a excepción de las rosas y algunos árboles que regaba diariamente.
Suficiente, estaba pensando demasiado. Terminó de escribir un correo en agradecimiento a Sungkyu y se fue a la cama.
Usted también es muy amable, escuchando mis dudas y cuidando de mi estancia en esta casa. Se lo agradezco enormemente.
A partir de ahora respetaré sus indicaciones sin excepción.
Aquella noche durmió a pierna suelta, o por lo menos así fue hasta que algo consiguió desvelar a Hongbin en mitad de un profundo sueño. Aún un poco aletargado, tardó en notar qué le había despertado. Pero en pocos segundos percibió cómo una conocida melodía de piano había inundado la casa.
Esa canción, aunque triste le resultaba conocida, cómo una de esas viejas melodías que vuelves a recordar de repente. Aun así, le resultó extraño que Taekwoon escuchara música a altas horas de la noche. Pero al cabo de un tiempo cayó dormido mientras la música seguía encendida. Por eso cuando se levantó a la mañana siguiente le costó saber si lo había soñado o la había escuchado realmente.
Al menos con la llegada de un nuevo día, también volvió la monotonía y aburrida rutina de los últimos días. Algo por lo que sentirse contento al fin y al cabo. Y, antes de darse cuenta el domingo llegó y pudo volver a su casa para visitar a su familia. No estuvo junto a ellos todo lo que hubiera deseado, pero intentó disfrutar de cada momento antes de que la madrugada del día siguiente llegara y los apartara de su lado.
Para Hongbin la vida había perdido gran atractivo, y aunque intentaba mantenerse ocupado y sentirse útil, las innumerables normas del señor Jung siempre acababan cortándole las alas.
Nada podía ser tocado, cambiado de lugar o limpiado sin el consentimiento de este y a Hongbin eso le frustraba enormemente. Se pasaba la mayor parte del día sin nada que hacer, por eso pensaba que su verdadero oficio era ver las horas pasar ya fuera sentado en el jardín o mirando a través de la ventana de la cocina.
Pero lo peor no era eso, sino que cuando llegaba la noche se sentía terriblemente sólo y aislado. Mentiría si dijera que a cada día que pasaba no echaba más de menos a su familia y su antigua vida. Pero tampoco se permitía creer estar pasándolo tan mal. Si no aguantaba un trabajo tan sencillo como ese por su familia, ¿en qué clase de persona se convertiría?
Pensó que al menos, con el tiempo se acostumbraría a aquella cárcel de cristal y que aprendería a vivir alejado de sus seres queridos. Pero la separación y el aislamiento hacían más mella en él de lo que pensaba. Y todo ello empeoró tras la cuarta semana.
Cualquiera pensaría que tras haber sobrevivido a constantes visitas de Wonsik en las que, aunque amablemente, siempre rechazaba su compañía, Hongbin no se encontraría con ninguna otra situación peliaguda. Pero todo desde que había aceptado trabajar allí, siempre acababa empeorando.
Era una fría y ventosa tarde de noviembre, el otoño se había marchado y acababa de ocupar su lugar uno de los inviernos más fríos que Hongbin recordaba. Aquella mañana Seungho le había dicho que se esperaba que una fuerte tormenta llegara, y que esa semana se la había pedido libre precisamente por eso.
- El señor Jung se pone francamente insoportable cuando el tiempo empeora. - le comentó mientras iba dejando la compra del mes en su sitio -. Siento que no puedas marcharte.
- No es tu culpa. - dijo el menor mientras le ayudaba -. Además, creo que puedo apañármelas durante una semana. El señor Jung está más tranquilo.
- Recuerda que la calma precede a la tormenta. - le advirtió Seungho -. Sí ocurriera algo no dudes en llamarme a mí o al señor Park.
- Descuida, eso haré.
Tan sólo habían pasado unas horas desde aquella conversación pero ya empezaba a sentirse ansioso. Aunque esta vez el origen de su malestar era otro muy diferente a Jung Taekwoon: las tormentas eléctricas.
Sólo su familia sabía de su miedo a los rayos, nunca se lo contó a nadie y pensaba que jamás le haría falta hacerlo. Pero estaba muy equivocado. Las nubes negras se acercaban, y por primera vez en años no tenía a nadie a su lado para poder hacerles frente.
Así que decidió encerrarse en su habitación aquella tarde, en cuanto las primeras gotas golpearon los cristales de la cocina. Cómo era de esperar la tormenta entró con fuerza y al diluvio pronto le siguieron un par de truenos que le pusieron la piel de gallina.
Sentado bajo su escritorio, con las rodillas sobre el pecho y las manos tapándose las orejas Hongbin sintió como una agobiante angustia inundaba su sistema nervioso. Con cada descarga eléctrica su cuerpo se volvía a sacudir con violencia y el joven reprimía un quejido de miedo. Pero entre todo aquel caos, y en un instante en el que las lluvias aminoraron, algo captó su atención. El piar de un pájaro.
Esperando un tiempo a que la tormenta se detuviera, finalmente salió de su escondrijo y miró por la ventana. Pero se equivocó, aunque los truenos hubieran parado seguía lloviendo copiosamente. A pesar de ello siguió mirando a través del cristal, intentando encontrar al creador de aquel dulce sonido. Y así lo hizo, tras una larga búsqueda localizó al pájaro y su nido en una de las ramas de un árbol.
Debido al fuerte viento el nido no paraba de agitarse y de vez en cuando se podía ver al animal aletear intentando no salir despedido. Pero tras largos e incansable intentos, aquel amasijo de ramas y barro no pudo seguir aguantando las sacudidas y fue arrancado de la rama que lo sostenía, llevándose con él al ave dentro.
Hongbin se asustó, e intentó ver donde acabaron ambos, con la enorme fortuna de verles caer en el balcón de una de las habitaciones del piso superior. No tardó en ponerse en marcha. Quería aprovechar ese pequeño descanso de truenos para poner a salvo al animalillo y, con suerte, volver bajo su escritorio antes de que los estos volvieran.
Por suerte aún había algo de luz en el interior del hogar y pudo subir rápidamente hasta la primera planta. En ella intentó situarse y buscar la habitación a la que pertenecía ese balcón. Y al cabo de caminar a lo largo del pasillo un par de veces comprobó que no era otra que la habitación principal.
Él tenía una llave para abrir cualquiera de las habitaciones, pero recordaba que esa era una de las salas en las que tenía prohibido entrar. Entonces se volvió lentamente hacia su derecha y contempló la puerta que había al final del pasillo. La habitación del señor Jung.
Durante las últimas dos semanas la comunicación entre ambos se había helado un poco. En parte por las frecuentes visitas de su primo, y por otro lado estaba el mal tiempo. Tal y como había dicho Seungho, con las lluvias llegaba el mal genio de Taekwoon. Así que se lo pensó varias veces antes de encaminarse hacia aquella puerta y llamar con cuidado.
- ¿Señor Jung? - preguntó de forma acelerada -. Disculpe, pero necesito entrar en la habitación principal y Sungkyu me dijo que debía recibir su consentimiento primero.
- Pues no lo tendrás, nadie entra ahí.
- Señor, está lloviendo y en el balcón a caído un...
- Me da igual lo que haya en el balcón. – dijo con tono cansado -. He dicho que no, y es mi última palabra.
Cualquiera en su lugar habría acatado aquella orden sin dudar pero Hongbin no pudo.
Cuando caminó devuelta a su cuarto y pasó frente a las puertas francesas de la habitación principal volvió a escuchar a aquel pobre pájaro. No podía soportar dejarlo allí sin saber cuándo la tormenta podría empeorar y si el animal podría buscar otro refugio con las alas mojadas.
Era una total crueldad dejarlo allí, y Hongbin no permitiría que aquello sucediese.
Con una corta mirada comprobó que el señor Jung permanecía en su habitación y luego buscó sus llaves en el bolsillo delantero de sus pantalones. Con el mayor cuidado posible fue probando las diferentes llaves, sin dejar de vigilar la puerta de Taekwoon, hasta que finalmente una consiguió entrar en la cerradura y girar con suavidad cuando la accionó.
Al intentar abrir la puerta esta chirrió, lo que puso aún más nervioso a Hongbin. Al menos consiguió meterse por el hueco que había creado y la dejó así para evitar más ruidos innecesarios.
Dentro de la habitación todo estaba cubierto por una película de polvo, incluido el papel de las paredes. Había una cama de matrimonio con dos mesitas a cada lado y dos grandes armarios negros que llegaban al techo ocupando tanto la pared derecha como la izquierda.
También había un tocador y un sillón ocupando los lugares libres que quedaban. Había una puerta de madera en una de las paredes que seguramente conduciría al baño, pero a Hongbin le interesaron más las puertas de cristal que habían tras la cama, a ambos lados de esta, que conducían directamente al balcón.
Corrió hacia una de ellas e intentó girar la manivela, pero estaba atascada. Mirando a través de la superficie translúcida vio el nido y al pájaro aun en su interior. Había parado de llover pero las nubes negras continuaban estando sobre ellos, así que necesitaba darse prisa.
De un fuerte empujón consiguió finalmente desatascar el pasador de la llave y la manivela pudo girar nuevamente. Pero antes de poder poner un pié en el exterior una voz tronó voz a su espalda, con más fuerza incluso que un rayo.
- ¡Tú! - tras él se encontraba Taekwoon hecho una furia - ¿¡Cómo te atreves a entrar aquí!?
Llevaba unos pantalones vaqueros y un jersey de cuello vuelto junto con unos zapatos deportivos. Jamás le había visto sin traje y aquella apariencia más informal le sorprendió casi tanto como su presencia allí.
Aunque seguía teniendo aquella horrible máscara blanca varios mechones largos de pelo alborotado la cubrían dándole un aspecto más descuidado. Estaba claro que había salido en su busca alertado por algún ruido que posiblemente él habría producido.
- Señor Jung puedo explicarlo, hay un...
- ¡Basta! ¡No quiero oírte! - le interrumpió caminando rápidamente hacia él y cogiéndole firmemente de la manga de su camisa - ¡Márchate ahora mismo!
Y por primera vez a Hongbin le dio realmente miedo Taekwoon. Había algo, además de su aspecto, que le resultaba diferente. Notaba cierto temblor en la voz y, más que enfadado, el señor Jung emanaba un aura histérica y fuera de control.
- No puedo señor, hay un pájaro en el balcón.
- ¿Un pájaro? ¿Un maldito pájaro? – preguntó incrédulo - ¿Por eso me has desobedecido?
De repente la mano del mayor pasó a cogerle fuertemente del brazo y por acto reflejo Hongbin peleó intentado soltarse. En verdad aquella era la primera vez que le tocaba y nunca antes había tenido que medirse con él o defenderse, así que no sabía lo fuerte que era Taekwoon.
Pero su negativa sólo puso aún más nervioso al mayor que pronto ejerció más fuerza sobre él mientras le arrastraba hacia la salida. Hongbin desesperado intentaba zafarse de él, pero en uno de esos intentos su mano tropezó con la máscara, golpeándola y descolocándola de la cara de Taekwoon.
Esta no estaba bien atada, quizá debido a la prisa con la que el señor Jung se la habría puesto. De modo que terminó cayendo al suelo y, durante una fracción de segundo Hongbin pudo ver el verdadero rostro de Taekwoon.
Numerosas cicatrices surcaban su cara pero bajo estas alcanzó a ver dos ojos rasgados una boca pequeña y una nariz ligeramente alargada y redondeada. Pero en cuanto el otro se percató de la desnudez de su rostro, rápidamente llevó sus manos a este intentando cubrirlo mientras se alejaba del menor.
Hongbin hubiera querido decir que lo sentía, pero las palabras quedaron atascadas en su garganta ante la desconcertante visión que acababa de presenciar.
- Largo. – dijo en apenas un hilo de voz.
El menor no dudó en acatar aquella orden, aunque sus piernas no respondieron con la suficiente rapidez. Le había dejado trastocado ver de aquella parte tan frágil y débil que Taekwoon siempre había mantenido oculta. No se refería a la parte física del mayor sino interna y emocional. De modo que permaneció de pie frente a él más de lo que hubiera deseado.
- ¿No me has oído? – preguntó alzando de golpe su rostro y mirándole a través del largo pelo que le llegaba hasta los hombros y tapaba en gran medida su cara y manos - ¡Fuera! ¡¡Vete de aquí!!
Taekwoon se quitó las manos del rostro y se dirigió hacia él cubierto de rabia y, justo en ese momento, un resplandor blanco inundó la estancia iluminando el demacrado semblante del mayor. Hongbin pudo apreciar con mayor detalle aquella terrorífica faz cubierta por innumerables marcas y quemaduras, y esos ojos negros que parecían contener todo el odio y desesperación del mundo.
Y corrió, corrió como nunca antes había hecho, salió de aquella oscura estancia y bajó las escaleras. Entonces se detuvo frente a la entrada de la casa. La tormenta estalló delante de él e inmediatamente cambió la ruta de huida hacia su cuarto. Solo cuando hubo echado la llave y acabó metido dentro del armario se permitió sollozar en silencio.
Jamás había conocido a alguien como Taekwoon, tan frío y…roto, esa era la palabra perfecta para definirlo. Y las personas como él no podían ser reparadas. No podía aguantar más aquello, ya había decidido buscar cualquier otro trabajo, fuera el que fuese.
Y volvería a casa esa misma noche.
Me encantaaaaa!
ResponderEliminarJajajaja ¡Me alegroooo! ^^
EliminarTemia por Hongbin mientras leía el capitulo. Pobre Taek ha sufrido mucho, me dio algo de miedo su reacción. Me encanta cono juegas con las emociones. Hasta el siguiente capitulo. ♡
ResponderEliminarSiento haberte hecho sufrir, de ahora en adelante las cosas cambiarán. Aunque seguiré jugando con tus emociones muahahaha.
ResponderEliminarMuchísimas gracias por leer, y más aún por comentar. Nos vemos pronto <3
ResponderEliminarGRACIAS! GRACIAS! GRACIAS !!! ))))
¡Es un placer~! Jajajaja
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