-¡JongWoon! -Gritó RyeoWook desde la ventana de su dormitorio cuando vio pasar al mayor bajo esta.
Era medio día y el calor que hacía, sofocante. Faltaba tan solo una semana para las vacaciones de verano y pocas personas lo deseaban más que JongWoon. A sus trece años ya había pasado a ser un estudiante del instituto que estaba en el pueblo de al lado y al cual debía ir y venir en autobús de lunes a viernes.
Precisamente era de allí de donde volvía. Iba camino a su casa, con la pesada mochila cargada a la espalda y un hambre atroz acompañándole. Cómo rugía su estómago, suplicando ser llenado con algo. En cuanto escuchó la voz de RyeoWook levantó la cabeza hacia la ventana y detuvo sus pasos.
-¿Ya vas a casa? -Preguntó el pequeño siendo un poco obvio. Pero no importaba.
-Sí, por fin. -Respondió tratando de sonreír de forma sincera.
-A la tarde nos veremos ¿no?
-Claro, como siempre. -La sonrisa que mostró con esa contestación fue más amplia y verdadera que la anterior.
JongWoon continuó enseguida el recorrido hasta casa, sin mucho ánimo una vez se despidió de RyeoWook. El instituto no estaba resultando ser el mejor lugar del mundo y siempre volvía de él con ganas de encerrarse en su dormitorio y no volver a salir nunca jamás.
Llegó con la cabeza agachada y entró por la puerta con lágrimas en los ojos. En vez de saludar a su madre la cual se encontraba en el salón, subió directamente las escaleras hasta el segundo piso, donde estaba su habitación. Su escondite de la realidad. Su guarida.
Lanzó la mochila sobre la cama con toda la rabia que había contenido durante la mañana. Los odiaba. Los odiaba a todos.
***
Ya habían llegado las cinco y media de la tarde, esa hora en la que todos los días se reunían. A no ser que pasara algo importante que lo impidiese, claro.
El niño de diez años salió de su casa y caminó calle abajo, sin compañía y ya habiendo merendado antes de poner rumbo al hogar del mayor.
Al final su madre acabó aceptando las costumbres de un pueblo pequeño y le dejó tener una libertad que no habría tenido en la ciudad a una edad tan temprana. Eso a RyeoWook le encantaba, aunque en ocasiones y cuando anochecía le daba un poco de respeto ir sin nadie a su lado por ciertas zonas más oscuras.
Llamó al timbre de la casa de su amigo, esperando pacientemente a que le abrieran la puerta.
-Buenas tardes, Wook. -Saludó la madre del mayor con cariño. A esas alturas ya era casi como un hijo más para ella.
-Buenas tardes. -Exclamó el pequeño a la vez que pasaba al interior y la puerta se cerraba tras él.
-JongWoon está en su habitación. -Informó la mujer. No le hacía falta ni preguntar lo que buscaba en su casa.
El niño asintió, le agradeció y subió las escaleras para ir donde su amigo.
-Ya he llegado. -Abrió la puerta de la habitación encontrando al mayor frente a su pc, concentrado en uno de sus amados videojuegos.
-Ah, Wook. Por fin. -Comentó JongWoon, apartando la vista de la pantalla apenas un par de rápidos segundos para evitar una muerte en el juego a causa de alguna distracción.
-¿A qué juegas? -Preguntó curioso el más pequeño, acercándose al escritorio donde se encontraba el chico.
-Es de peleas y tienes que estar muy concentrado si no quieres morir. -Informó, sin dejar de mirar cada movimiento de su personaje mientras hablaba de forma tranquila.
-¿Me lo vas a dejar? -Le consultó con un tono de inocencia, como si fuera el niño más bueno del mundo y no hubiera roto ni un plato en su vida.
Justo en ese momento JongWoon perdió la partida. Maldijo con un tono de voz bajo para que el otro no pudiera escucharle y más tarde imitarle, algo a lo que ya se había acostumbrado con el paso de los años. Aunque ya le había oído decir alguna que otra mala palabra por su propia cuenta, seguramente aprendida en otros lugares que nada tenían que ver con él.
-Bueno, va. Prueba tú. -Se levantó de la silla para dejar sitio al menor, quien tomó el puesto con alegría.
-¿Cómo se hace?
Y así pasaron parte de la tarde, jugando a turnos y retándose para ver quien de los dos lograba más victorias. Cuando se cansaron y JongWoon quitó el videojuego, pasaron a buscar otras cosas con las que entretenerse.
JongWoon recibió un cojinazo en la espalda por parte de RyeoWook, con toda la fuerza que el pequeño podía ofrecer y claramente sin malas intenciones en el golpe.
Enseguida huyó, sabiendo que JongWoon iba a ir sí o sí a tratar de vengarse. Cada uno de los chicos cargó un cojín distinto y así empezó la batalla, chocando los cojines y esquivando los golpes del otro como si de espadas se tratase.
JongWoon se subió de un bote sobre su cama y RyeoWook le siguió, ambos entre risas. Al final el mayor perdió el equilibrio y acabó cayendo de rodillas sobre el colchón, pero no tenía pensado rendirse con tanta facilidad.
Empezó a dar en las piernas del menor con el cojín mientras él mismo era golpeado en la cabeza, buscando que cayera tal y como él lo había hecho. Finalmente logró su objetivo y RyeoWook cayó de culo en la cama, tratando de defenderse lanzando cojinazos al aire mientras reía como un tonto.
JongWoon, aún arrodillado a su lado, se ocultó de los golpes usando su propia arma como escudo.
-¡No podrás conmigo! -Le gritó al menor, pretendiendo que era el protagonista y ganador de alguna heroica pelea.
-Eso ya lo veremos. -RyeoWook se incorporó con agilidad y empujó a JongWoon hacia atrás para hacerle caer en la cama tumbado boca arriba. Entonces no se le ocurrió otra cosa que sentarse sobre su estómago, dejando una pierna a cada lado del cuerpo del chico. Así lo tendría bien inmovilizado y ganaría la batalla.
JongWoon había intentado defenderse, pero a veces el menor sacaba de su pequeño cuerpo una fuerza sorprendente para su tamaño y edad. Ahora estaba atrapado y retorciéndose como un loco por escapar de allí y remontar en la pelea.
-¡Me aplastas! -Se quejó, intentando fingir que estaba molesto para que el otro se apartase y así vencer al pillarle distraído. Pero era muy complicado ya que quisiera o no, acababa sonriendo debido a lo bien que se lo estaba pasando.
-No seas mentiroso, no peso tanto. -Recriminó RyeoWook, dispuesto a seguir proporcionándole cojinazos hasta cansarse.
Así siguieron un par de minutos hasta que RyeoWook visualizó algo en lo que no había podido fijarse con anterioridad.
-¿Qué es eso...? -Preguntó preocupado, deteniendo todo golpe al instante.
Se refería a un enorme moratón de apariencia muy fea que se había mostrado en el vientre de JongWoon en un descuido por su parte, cuando se le levantó la camiseta unos centímetros al tratar de escapar.
Al principio JongWoon no entendió con exactitud de qué hablaba y miró confuso al niño, dejando a un lado la pelea también por su parte. Siguió la mirada de RyeoWook hasta darse cuenta de lo que estaba mirando con tanto espanto y rápidamente trató de tapar aquel horrible golpe con la tela de la camiseta que tan torpemente había dejado que se levantara.
-Quita. -Ordenó, ahora tomando una actitud demasiado seria-. Que te quites.
RyeoWook, sin comprender nada de lo que ocurría y asustado tras lo que acababa de ver, obedeció sin rechistar y se apartó hasta quedar de pie junto a la cama del mayor.
-¿Estás bien? -Preguntó alarmado y en voz baja. No le gustaba lo que acababa de ver. No tenía buen aspecto.
Pero JongWoon no respondió. Le siguió y se puso en pie, ya con la ropa bien puesta y sin cambiar esa mala expresión que había empezado a ocupar su rostro tan de repente.
-No le digas nada a nadie. -Fue lo único que dijo, de forma que RyeoWook casi no pudo escucharle porque a duras penas lograba pronunciar una sola palabra.
-¿Pero qué te pasa? ¿Qué es eso? -Insistió, queriendo acercarse un poco más a él. Sentía la necesidad de abrazarle, cuidarle y al mismo tiempo de echarse a llorar sin comprender del todo por qué y los motivos de lo que había descubierto.
-Que lo dejes. -Se estaba empezando a enfadar. RyeoWook no tendría que haber visto eso. Nadie debía verlo-. Vete a casa, ya no quiero seguir jugando.
-Pero JongWoon…
-Que te vayas. -Harto de todo y lleno de rabia, explotó y se acercó al menor para darle un par de empujones hacia la puerta de su habitación. Quería que se marchara de allí y le dejara solo, tal y como deseaba estar.
RyeoWook no tuvo más remedio que salir de allí por mucho que no quisiera hacerlo, quedando tras él tan solo un sonoro portazo que llamó la atención de la madre de JongWoon.
-¿En qué andáis para hacer esos ruidos? -Preguntó la mujer desde la planta de abajo, sin recibir respuesta alguna. Sin embargo y por suerte, ni se molestó en subir a comprobarlo por sí misma.
Y allí estaba el pequeño, en medio del pasillo mirando hacia un lado y hacia otro, debatiéndose entre insistir a JongWoon o irse desanimado a casa. Lo habían estado pasando tan bien...
En realidad ya era casi la hora de volver a su propia casa. Lo sabía porque al mirar por la ventana, veía que empezaba a anochecer. El pasillo también comenzaba a estar oscuro y no le gustaba estar allí solo.
¿Pero qué había hecho él mal para que JongWoon tuviera ese tipo de reacción exagerada y enfurecida? Solo le había preguntado de dónde salía ese golpe tan llamativo... No le había gustado nada de nada. En fin, sería mejor irse. No quería que su amigo se enfadara con él de verdad y estaba claro que al menos por ese día ya no le quería en su casa.
***
En cuanto escuchó a su madre hablar con el niño y más tarde el sonido de la puerta, se asomó a la ventana de su dormitorio tan solo para ver como se alejaba de allí a paso lento y con mala cara. Le faltaba ir arrastrando los pies. Ahora se sentía fatal, pero estaba tan avergonzado por su propia reacción que no se atrevía a dirigirse a él ni para disculparse por echarle de aquellas malas formas.
Había sido un día horrible. Uno de los muchos que llevaba viviendo desde hacía demasiado tiempo. Y aun así seguía sin ser capaz de contar la verdad de lo que estaba sufriendo por miedo a que alguien fuera a él en busca de venganza por el chivatazo.
Ni siquiera permitía a su madre o a cualquier otra persona acercarse a él cuando iba sin camiseta por ocultar cosas como aquella. Lo de RyeoWook había sido un terrible error que no volvería a pasar.
Secó con las manos las lágrimas que descendían por sus mejillas para no llamar la atención de nadie y recibir más preguntas incómodas como las que había logrado evitar. Aunque ahora no sabía como iba a poder volver a mirar al menor a la cara.
Ya un poco más tranquilo dentro de lo posible, volvió a encender el pc con la intención de continuar con lo que estaba haciendo antes de que RyeoWook apareciera allí para su cita de todas las tardes.
Quería quedarse allí encerrado, para siempre. Es como mejor estaba. En su mundo, con sus videojuegos y la visita de su mejor amigo todos los días ¿qué más necesitaba para ser feliz? Era todo lo que pedía.
Sin embargo, las cosas no eran tan fáciles. Al día siguiente debería volver a las odiosas clases para enfrentar una vez más a los abusones por los que llevaba siendo intimidado desde hacía a saber cuando. Toda su vida, prácticamente. Y cuanto más mayores eran, peor se volvían sus bromas pesadas. Tenía una horrible marca en el estómago como prueba irrefutable de ello.
Todo iba a peor y parecía no tener fin ni solución.
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