Titulo: La última noche
Pareja: 2Seop (Jaseop + Kiseop)
Tipo: Yaoi
Genero: Fluff
Clasificación: G/PG
Descripción: A pesar de estar tan lejos, le había prometido que esa noche tan especial la pasaría a su lado, así que Kiseop se habría propuesto que fuera una noche tan mágica como especial ¿sería todo como lo planeaba?
Advertencias: Ninguna.
Nota: ¡Feliz año nuevo! Aquí tenéis este oneshot de los miembros de UKISS para celebrar el nuevo año. ¡Espero que os guste! ¡Y que tengáis un maravilloso y feliz año! Y aunque parezca la portada, toda pornosa, no hay lemon (?) Es que me salió la portada, así, sin quererlo, y como me gustó la dejé así jajajaja.
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Le había prometido que esa noche la pasaría con él. Más le valía que fuera así y no lo dejara tirado.
El día anterior estuvo agotado buscando comida, e ingredientes, para cocinarle. Quería que tuviera una magnifica cena, de esas de las que nunca se olvida. El problema es que no era un experto cocinero. A veces le salía la comida exquisita y otras veces se le quemaba.
Pero aquel día se había propuesto esforzarse, sería el mejor anfitrión que jamás ha habido, y todo para su Jaeseop. El cual le había prometido que esa noche llegaría a Corea y que lo pasaría con él. La última noche del año.
Jaeseop había pasado los meses anteriores estudiando fuera del país, y no se habían visto más que por Skype y alguna que otra conversación con el móvil. Hacia tanto tiempo cara a cara, que estaba muy nervioso.
Parecía la primera vez que lo iba a ver. En realidad, no tenía motivos para estar tan nervioso, pero era algo que no podía evitar. ¿Cómo reaccionaría? ¿Se pondría a tartamudear y no sabría que decirle?
Había pasado horas y horas soñando despierto con el reencuentro del dueño de su corazón, sobre como seria, que le diría y que haría. Pero como siempre ocurre, estaba claro que las cosas no serían así, y conociéndose a sí mismo y a sus nervios, se quedaría frente a él, observándole, rojo como un tomate y sin saber que decirle.
Se había escrito hasta un pequeño discurso, que había memorizado, pero no estaba seguro de si se acordaría. Ante el espejo de la entrada, respiró profundamente, para tranquilizarse y volver a recitar cada una de las palabras.
“Jaeseop, bienvenido, no sabes cuánto te he echado de menos. Sentía un gran hueco vacío en mi sin ti, y me moría de ganar por tenerte de nuevo aquí, conmigo. Poder tocarte, poder besarte, y sentir tus brazos abrazándome, tu calor y tu respiración, tu mirada en mí, atentó a cada uno de mis movimientos. Por favor, dime que no vas a irte más, o que pronto estarás en casa junto a mí, y que no tendré que volver a irme a la cama solo. Te amo tanto, Jaeseop, no sé qué sería de mi sin ti.”
En ese momento, se acordaba a la perfección. Ninguna palabra le había bailado en la boca, pero estaba seguro que en el momento que debía decirlo, no se acordaría ni de cómo se llamaba.
Volviendo a la cocina, la cual tenía desordenada, siguió con lo que estaba haciendo. Y es que había decidido preparar un postre para el final de la comida. Esta estaba casi hecha, y el postre seguía en el horno, el bizcocho que estaba preparando, pero quería preparar unos adornos y para eso, debía fundir chocolate.
De reojo, no dejaba de mirar la hora. Pronto sería la hora de la cena, la hora en la que Jaeseop debería llegar y él aún no estaba ni preparado. Como al postre le quedaba rato, se fue directo a su habitación, donde se puso sus mejores galas.
No saldría de casa, pero deseaba estar lo mejor posible, para que fuera todo más especial. No tardó nada, ya que la ropa y todo lo tenía preparado desde hace mucho, los nervios no lo dejaban estar quieto.
La sala donde comerían estaba casi preparada. Le faltaba llevar la comida, y encender unas velas que adornaban la mesa donde comerían. Las encendió en un momento, y se alejó un poco, para ver qué tal se veía todo.
Perfecto.
De seguida, volvió a la cocina, y con cuidado de no mancharse la ropa, cogió los primeros platos y los llevó a la mesa, colocándolos de alguna manera para que entraran todos y que quedara más vistoso.
Cuando hubo acabado, se sintió orgulloso. Había preparado una cena para reyes, y él solito, sin ayuda de nadie. La comida, buena pinta tenía, pero del sabor no diría nada aún, ya que no lo había probado.
Impaciente, volvió a consultar el reloj. Ya era la hora. Jaeseop tenía que estar ya llegando. Por culpa de los nervios, comenzó a dar vueltas por la habitación, comiéndose, inevitablemente, la cabeza.
¿Y si no aparecía? ¿Y si se había olvidado de él? ¿Y si prefería estar con otras personas el último día del año y no con él? Y un sinfín de preguntas similares se formulaban en su mente, mientras los segundos pasaban demasiado lentos para su gusto.
No podía comportarse de esa manera tan egoísta. Él le dijo que iría, y si se lo dijo, es porque acudiría a la cena, no lo dejaría tirado. Tal vez se hubiera retrasado el avión, o hubiera trafico y el taxi estuviera en un atasco y tardaría un poco más en llegar. No tenía porque mal pensar de él, pronto estaría allí.
Para no volver a pensar en aquello, Kiseop se sentó en el sofá, y encendió la televisión. La vería un poco, para distraerse hasta que Jaeseop apareciera.
Pasaba de un canal a otro, haciendo zaping, pero es que nada de lo que hubiera le llamaba la atención. En algunos canales, solo había reportajes de todo lo ocurrido o emitido en ese año, en otros eran programas musicales, que habían sido grabados con semanas de antelación, y algunos, muy poco, solo había doramas que ya se repetían.
Por descarte, acabó dejando uno de los canales donde estaban haciendo una recopilación de todos los sucesos del año. No le interesaba mucho, pero era lo mejor que había para entretenerse un poco.
Dejó que su cuerpo se relajase, que los nervios lo abandonaran por un momento. No quería seguir pensando en cuando llegaría, o la espera acabaría con su paciencia. Ni si quiera estaba viendo la tele, tan solo se encontraba sumergido en sus pensamientos, en ideas y sueños que le cruzaban por la mente.
Al cabo de un rato, pensando que había pasado mucho tiempo, miró el reloj. Tan solo había transcurrido media hora desde la hora a la que supuestamente debería haber llegado Jaeseop. El tiempo pasaba mortalmente lento.
Se estaba agobiando de estar allí sentado, esperando. Pero no tenía nada más que hacer. La cena estaba preparada, la cual se estaba enfriando, y todo preparado. Tan solo faltaba su invitado, el cual no aparecía ni por mucho que lo desease.
Acabó apagando la televisión y se levantó a recoger la cocina. Por lo menos, mientras limpiaba cacharros y ordenaba todo un poco, el tiempo transcurriría más rápido, o eso era lo que esperaba él.
Ya lo tenía todo recogido, y nadie había llamado a la puerta. Inquieto, miró el reloj, y desde la última vez que había mirado, tan solo habían pasado veinte minutos. Eran las once menos diez de la noche. Apenas quedaba algo más de una hora para que acabase el día y Jaeseop no daba señales de vida.
Fue en busca de su teléfono móvil, por si en algún momento le había mandado algún mensaje comunicándole porque tardaba tanto, pero no tenía nada más que felicitaciones de sus familiares y amigos, pero nada de él.
Kiseop comenzaba a frustrarse. No sabía nada de Jaeseop, y se estaba atrasando demasiado. Decidió ser él quien le mandara un mensaje.
“¿Vas a venir? ¿Por qué tardas tanto? Te estoy esperando”
El mensaje no le llegaba. Tal vez tardará un poco porque estuvieran las redes saturadas. Era una fecha en la que todo el mundo mandaba mensajes a sus familiares y allegados.
Dejó su móvil a un lado, y apagó las velas de la mesa. Se estaban consumiendo tontamente. Ya cuándo llegará Jaeseop las volvería a encender. Al igual que cubrió la comida, para que no se siguiera enfriando más.
¿Y ahora que hacía para mantenerse ocupado mientras que el otro llegaba? Volvió a sentarse frente al televisor, pero en esta ocasión, no lo encendió. Solo se quedó allí, recostado, mirando el techo.
Volvió a recordar todos esos sueños que tenía despierto, donde Jaeseop entraba por la puerta de su casa, con su gran y hermosa sonrisa en el rostro, llamándolo, diciéndole que le amaba, y que volvía para quedarse.
Soñó despierto con sus besos, con sus caricias, con cada uno de sus gestos que en muchos momentos los había necesitado y que no había tenido por culpa de la distancia.
Tanto recuerdo y su ausencia, provocaron que una lagrima se escapara de uno de sus ojos, y recorriera lentamente su rostro. ¿Por qué los sueños eran tan perfectos y la realidad tan dolorosa? ¿Tan difícil era que pasara bien la última noche del año, en compañía de la personaba que más amaba?
Al secarse la lágrima, vio el reloj, las doce menos veinte. Y Jaeseop sin llegar.
Consultó de nuevo su móvil, y nada, tenía mensajes de todos menos de él. Tiró el móvil al sofá. Estaba ya demasiado decepcionado y dolorido como para querer ver como se acababa el día, como pasaba otro año sin estar al lado de su hombre.
Kiseop se fue directo a la cama. No quería saber nada. Se dejó caer sobre la cama, aguantando las ganas de estallar. Solo quería dormir y que pasase todo bien rápido.
Pero a pesar de no querer saber nada, no dejaba de mirar el reloj de su mesita, no dejaba de ver como los segundos iban pasando, como la hora iba pasando. Ya era demasiado tarde para que ocurriera un milagro. O no.
Apenas quedaban varios minutos para las doce de la noche, ya daba yodo por perdido, cuando escuchó la puerta de su casa abrirse. ¿quién se estaba colando? Algún ladrón intentaba entrar a su casa para robarle. Pues lo había pillado en muy mal momento.
Se levantó de la cama sin hacer apenas ruido, y cogió un bate que tenía tras la puerta. Sigilosamente se movió por su casa, la cual estaba a oscuras, mientras escuchaba como el ladrón abría la puerta con éxito e invadía su casa.
Escondido y dispuesto a asestarle un golpe por colarse en casa ajena, Kiseop ni se dio cuenta de quién era el susodicho ladrón hasta que estuvo a punto de darle con el bate en la cabeza.
-¡Kiseop! ¿Es que quieres matarme de un susto?
-¿Y tú? ¿Qué haces colándote en mi casa a estas horas sin decir nada? –Grito Kiseop, asustado, al intruso.
-¡Pero si me habías invitado! –Le respondió Jaeseop, riendo con ganas.
-¡Sí! ¡Hace horas! ¡Y no ahora, y sin decir nada ni tocar al timbre ni nada así! –A Kiseop le faltaba el aliento, del susto que se había llevado, pensando que le estaban atracando.
-Va, lo siento –El recién llegado, le plantó un intenso beso en los labios al dueño de la casa, a modo de perdón.- Ya te contaré que ha pasado, ahora vamos a ver terminar el año juntos.
Y agarrando su mano, y sin decir nada, llevó a Kiseop hasta la ventana de la casa, desde donde se podían ver unas bonitas vistas de la ciudad, y de fondo, los fuegos artificiales que habría al comenzar el nuevo año.
-Empieza a contarme porque me has abandonado de esa manera tan cruel –Comenzó a hablar Kiseop, intentado aparentar estar disgustado con él, pero la verdad no era así, con tan solo verle y el beso que le había dado, todo ápice de enfado o decepción había desaparecido por completo.
-El avión se ha retrasado bastante, había demasiados vuelos y congestiones en el aeropuerto. Para colmo no encontraba un taxi disponible, y cuando doy con él, solo hay tráfico e innumerables interrupciones en el trayecto.
-¡Pero podías haberme dicho algo! Mandado un mensaje o haberme llamado. Y no tenerme aquí como un idiota pensando que me habías abandonado. Además, te he mandado yo el mensaje y ni siquiera te has molestado en verlo.
-Lo siento mucho –Jaeseop, se sacó el teléfono móvil de uno de los bolsillos de su pantalón, y se lo enseñó, apagado.- Se quedó sin batería al llegar al aeropuerto y no tenía con que cargarlo.
Kiseop se quedó mirándolo, a él y al móvil. Le estaba poniendo cara de niño bueno, de no haber roto un plato en toda su vida. Mientras decidía que respuesta le iba a dar, una alarma dentro de la casa, daba por terminado el día, al igual que el año, comenzando uno nuevo.
A su misma vez, unos fuegos artificiales comenzaron a llenar el cielo oscuro de la noche. Todo había sido tan rápido, que por no decir nada, y dejar que el momento fuera tan mágico como lo había planeado, besó a Jaeseop, con tanto amor como nunca lo había hecho.
Ambos se fundieron en un bonito beso, mientras escuchaban los ruidos de una noche es la que se festeja todo, los fuegos artificiales que les iluminaban los rostros y lo hacían todo mucho más romántico.
No era nada como Kiseop había planeado, pero aun así, todo había salido a pedir de boca. Luego castigaría a Jaeseop por haberle hecho pasar tan mal rato, pero por ahora se limitaría a disfrutar de sus labios y del momento que le había brindado la vida para disfrutar con él.
-Que hambre tengo, ¿podemos comer algo? Veo que la cena que has hecho tiene muy buena pinta –Jaeseop se relamía mirando aun la comida sobre la mesa, pero Kiseop tenía otros planes.
-Vas a comer, sí, pero otra cosa –Sin dejar que se acercara a la mesa, lo arrastró al interior de su habitación, haciéndole caer sobre la cama. Comenzaría por el castigo, quería empezar el año con buen pie con él. Y que mejor manera que intimar.
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