lunes, 6 de junio de 2016

(MarkSon) Cuestión de mala suerte -Oneshot-


Título: Cuestión de mala suerte

Pareja: MarkSon (Mark + Jackson)

Tipo: Yaoi

Género: AU, Comedia

Clasificación: PG

Sinopsis:

“Nunca desprecies a la mala suerte, quizá una serie de continuos desastres sea lo mejor que te pueda pasar.”


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Aquella mañana la alarma de su despertador no sonó, fue por eso que su día se torció por completo. Un simple fallo que desencadenó una estrepitosa cadena de reveses.

– ¡Llego tarde! – gritó bajando las escaleras de casa a gran velocidad.

Pero aquel, definitivamente, no era su mejor día. Un traspié provocó que el resto de peldaños que le faltaban por descender los bajara rodando sobre sí mismo. De forma que cuando llegó al tramo final de la escalera, y la caída finalmente se detuvo, empezó a gemir de dolor y a sobar su dolorido cuerpo.

Pero no tuvo tiempo de compadecerse de sí mismo. Apenas unos segundos más tarde el reloj de la cocina sonó anunciando las once en punto de la mañana, recordándole su cruda situación.

– ¡Dios, llego muy tarde! – dijo poniéndose en pie y cojeando hacia la entrada de casa.

Cogió su mochila y salió lo más rápido que pudo dando un fuerte portazo al pasar el umbral. Pero, un instante después, se acordó de que no había cogido su almuerzo ni dinero para poder comprarlo en la cafetería del colegio. Iba a perder el próximo autobús, pero no había comido nada, y dudaba que pudiera pasar todo el día en ayunas. Además, ya que llegaba tarde ¿Qué eran unos pocos minutos más?

Así que buscó las llaves de casa en el bolsillo delantero de su mochila, sin encontrarlas. Entonces recordó de que, con las prisas, no las había cogido al salir.

– Esto no puede empeorar… – dijo bajando la cabeza, derrotado y hambriento, aceptando que hoy no probaría bocado hasta la hora de comer.

Sin embargo, y a raíz de este pensamiento, recordó que los jueves su madre hacía horas extras. Lo que significaba que no llegaría a casa hasta pasadas las tres de la tarde.

– ¡¡No!! – aquello no podía estar ocurriendo, aquella situación rallaba lo absurdo – ¿¡Por qué…!?

Dicen que cuando se toca fondo solo se puede ir hacia arriba. El problema era que Jackson creía haber colmado su cupo de mala suerte hacía rato, pero nada parecía mejorar. La fortuna parecía haberle abandonado por completo pero, aun así, no quiso darse por vencido. Mas, por estar divagando y recriminándose perdió cerca de dos minutos frente a su casa. Un valioso lapso de tiempo se había esfumado consiguiendo, así, perder el autobús. Por esto, además, tuvo que esperar un cuarto de hora al siguiente.

Al menos, antes de subir a este, se aseguró de que llevaba su abono de transporte con él. Creía que era una señal de que su desdicha se había acabado pero, al pagar y girarse para buscar asiento, encontró aquel autobús repleto de gente. De milagro consiguió atravesar aquel cúmulo de personas cuando su parada llegó, a cambio, recibió más de una docena de golpes y otra de groserías varias.

Al llegar al colegio nadie le abrió la puerta, supuso que el conserje estaría ocupado, de modo que permaneció cerca de diez minutos al intemperie en una de las mañanas más frías que habían habido aquel invierno. Resistió contra todo pronóstico y hasta que no sintió los dedos de las manos ni de los pies. Sin embargo, cuando el frio se coló bajo su abrigo, decidió darse por vencido y buscar un lugar en el que resguardarse. Pero, entonces, oyó unas llaves tintineando tras él. Finalmente había aparecido el bedel, quien se apresuró a abrirle puerta y dejarle pasar.

Tenía la mitad del cuerpo congelado, pero al menos llegaría a tiempo de empezar la segunda mitad del día. Así, con ánimos implacables, corrió con todas sus fuerzas hasta la entrada. Y desde allí, se encaminó hacia su clase con una agilidad y rapidez vertiginosa. Quizá, si hubiera ido con menos prisa, hubiera visto el cartel de suelo mojado, habría sido más cuidadoso y no habría resbalado, llevándose por delante a un alumno que casualmente cruzó frente a él.

Pero Jackson no lo hizo, consiguiendo patinar hasta finalmente estrellarse con aquel inocente chico. De modo que, cuando alzó la vista, se encontró frente a dos brillantes y claros ojos de color marrón que le observaban con palpable sorpresa. Estaba sobre un muchacho de cabello y labios rojos que había pagado sin querer el pasear por allí en el momento menos indicado. Ambos estaban a escasos centímetros el uno del otro, tanto que podían sentir el cálido aliento del contrario sobre su rostro.

– Lo siento…- se disculpó Jackson levantándose de golpe y poniendo distancia entre los dos.

– Esta bien, ha sido un accidente – dijo el otro poniéndose también de pié, aunque con más calma.

Entonces, una vez que quedaron el uno frente al otro, Jackson pudo apreciar verdaderamente con quien había tenido el infortunio de compartir su mala suerte. Tenía ante él al chico más guapo que jamás había visto. Desde su rostro y cuerpo hasta su ropa y peinado, absolutamente todo parecía sacado de una revista.

Por eso, cuando el más alto sonrió tímidamente el corazón de Jackson dió un vuelco. Nunca había creído en el amor a primera vista, el defendía que no se deben juzgar a las personas por su apariencia, pero aquel muchacho tan atractivo había conseguido cautivarlo por completo.

– Vaya, eres muy guapo…- dijo, casi sin percatarse, en inglés.

Como era de esperar en un día tan horrible como aquel, había vuelto a meter la pata. No solo había tirado a aquel chico al suelo, sino que, prácticamente le dicho que le gustaba habiendo pasado apenas unos segundos junto a él. Si antes creía que su día iba mal, ahora era una verdadera ruina.

Su corazón latía con tanta fuerza que parecía querer escapar de su pecho. Sentía las mejillas arder y mariposas en la boca del estómago, rezó porque aquel estudiante no le hubiera escuchado bien, o no entendiera mucho de inglés. Y, de un momento a otro empezó a correr, huyendo del lugar, hasta llegar a su aula. Sintiéndose felizmente a salvo de aquella mirada curiosa, que le había lanzado el atractivo desconocido, cuando salió corriendo sin despedirse de él.

– Jackson, creíamos que hoy no vendrías – dijo su profesor al ver al estudiante junto a la puerta de clase.

– Lo siento, mi despertador no sonó esta mañana – se excusó bajando la cabeza.

– Esta bien, pasa y siéntate, no perdamos más tiempo de clase – declaró el maestro indicándole que ocupara su sitio.

Gracias al cielo, sus numerosos infortunios parecieron cesar durante el resto del día. Incluso, tras contar su desastroso despertar a uno de sus amigos este le invitó a tomar un bocado en la cafetería, nada más acabar aquella hora. Pero si tuvo que hacer una gran cantidad de ejercicios que sus compañeros habían hecho en horario de clase, más los que habían sido mandados como tarea una vez que llegó a casa. De lo que sí se aseguró aquella noche fue de poner nuevas pilas a su despertador y acostarse temprano.

Dicen que a una jornada de malos acontecimientos suele seguirla una de buena suerte. Algo parecido al karma o equilibro entre el bien y el mal. Hasta entonces Jackson nunca había creído en nada de eso pero, tras un día lleno de desastres, podía creer casi en cualquier cosa. Es cierto que aquella mañana, nada más sonar el despertador, se levantó completamente lleno de energía. También, su madre le preparó un gran y delicioso desayuno tras haber sabido de su mala experiencia el día anterior, además del almuerzo que más le gustaba.

Del mismo modo, antes de salir de casa, se aseguró de llevar todo lo que necesitaba y las llaves metidos en su mochila, para luego llegar a la parada de autobús antes de lo previsto. Aquel día apenas tuvo que esperar un minuto a que llegara el trasporte y, asimismo, pudo elegir dónde sentarse con total comodidad. Por eso y porque fue el primero en llegar a clase, pensó que aquella jornada era la calma tras la tormenta que le tocó sufrir ayer. Y, si el resto del día seguía así, aquella misma tarde compraría un cartón de lotería.

Mientras el resto de alumnos iban llegando, y ocupando sus sitios, Jackson tuvo tiempo de hablar con sus amigos y divertirse un rato. Por lo menos hasta que llegó el profesor y tuvo que guardar silencio rápidamente.

– Buenos días, – saludó a la clase mientras dejaba su maletín sobre la mesa y se giraba mara mirar al otro lado de la puerta – hoy tengo un anunció especial que comunicaros.

Todos los alumnos prestaron especial interés a su profesor, ya que pocas veces había tenido algo que notificarles.

– Como sabéis, nuestro centro participa en un programa de intercambio con otros países – dijo mientras los alumnos asentían a modo de afirmación -. Pues bien, de aquí hasta que acabe el curso, contaréis con un compañero más en clase.

Aquello sonaba excitante. En realidad a Jackson le encantaría tener a algún extranjero, como él, en su misma clase. Seguramente hablaría inglés, así que podrían comunicarse bastante bien e, incluso, podrían hacerse buenos amigos. Ya estaba soñando despierto cuando recordó que debía prestar atención a su profesor, por lo que hizo un esfuerzo para enfocarse de nuevo en las palabras de su maestro.

– Pasa y preséntate – dijo el tutor a alguien que esperaba fuera del aula.

Jackson contuvo el aliento de emoción hasta que el nuevo alumno entró en clase. Llevaba un gorro de lana cubriendo su cabeza, pero una vez que se colocó frente al resto de estudiantes se lo quitó y miró al frente con cierto recelo.

– Hola, Me llamo Mark y soy de Los Ángeles, Estados Unidos – dijo con un ligero, casi inapreciable, acento americano – Encantado de conoceros.

Jackson reconoció aquella tímida sonrisa de inmediato, y por muy poco consiguió no soltar un grito de asombro. Era el chico con el que se había tropezado ayer, él que le había dejado sin aliento y con el corazón latiendo a gran velocidad.

– Mark habla bien nuestro idioma por lo que seguirá las clases y trabajará al mismo nivel que el resto – contó el profesor -. Pero de todos modos os agradecería que le prestarais vuestra ayuda para integrarse lo más pronto posible al centro – todos los estudiantes murmuraron un corto “sí” tras las palabras de su maestro -. Bien Mark, siéntate donde quieras.

El muchacho echó un vistazo alrededor y, de forma súbita, sus ojos se detuvieron en Jackson. Por fortuna, o desgracia, el menor no tenía a nadie a su lado, así que se encaminó hacia allí con una sonrisa. Jackson tuvo que tragarse la vergüenza que sentía y no mirar al suelo mientras el de pelo cobrizo ocupaba el asiento con calma y, luego, se volvía hacia él.

– Hola, ¿cómo te llamas? – susurró mientras le observaba casi con ternura.

– ¿Yo? – preguntó sorprendido – S-soy Jackson…

– Me alegra volver a verte Jackson – declaró con una sonrisa blanca y brillante – ¿Sabes…? Tú también eres muy guapo.

El menor no pudo evitar sonrojarse hasta la médula. Mientras, el nuevo estudiante seguía observándolo, con cierto aire divertido en la mirada.

– Jackson – dijo de repente su maestro.

– ¿¡S-sí!? – respondió aun ruborizado y con el corazón latiendo atropelladamente.

– Ya que tú también hablas inglés fluidamente y mandarín podrías enseñarle el instituto a Mark – sugirió mientras el resto de alumnos le miraban completamente celosos por la oportunidad que le acababa de brindar su profesor para conocer al nuevo estudiante -. Cuando sea la hora del almuerzo, claro.

– Está bien…- murmuró dirigiendo la mirada al chico de cabello rojizo.

Este le sonrió al instante, lanzándole una flecha de amor invisible que acertó de lleno en su, aun tierno, corazón. Por alguna razón sentía que Mark le estaba haciendo sentir histérico a propósito ¿Dónde se había ido la buena suerte con la que había despertado?

– Jackson, perdona, ¿podemos compartir tu libro? Aún no tengo el mío…- preguntó el mayor acercando su mesa a la del más bajo, sin esperar a escuchar su respuesta.

Este no pudo más que asentir y tragar saliva intentando calmarse, fallando estrepitosamente en el intento. Quizá no exista la buena o mala suerte, probablemente sea que Jackson es muy inocente y despistado. Y, también puede ser que hay personas astutas y habilidosas como Mark, que saben aprovechar cada situación para sacar el mayor beneficio.

Aunque, por ahora sería considerado con él menor y no le diría que sucios pensamientos ocultaba bajo su brillante sonrisa. De momento era divertido ver como Jackson intentaba permanecer serio mientras ambos permanecían muy cerca el uno del otro. Pero no dudaba que, en cuanto el menor bajara la guardia y se sintiera más cómodo a su lado, se abalanzaría sobre este.

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