Nota: Muy buenas. Aquí tenéis por fin el último capítulo de este fanfic. Ha sido un poco complicado y admito que al final ya no sabía muy bien qué hacerle porque me lié un poco. Pero ya que estaba tan avanzado y empezado a subir, no iba a dejarlo a medias. Prometo que os traeré algo de Red Velvet más decente jajaja
El sonido del cristal cayendo al suelo y rompiéndose en mil pedazos retumbó en la silenciosa vivienda. Cuantas más horas pasaban, más agresiva se volvía ¿Es que sabía lo que tenía planeado hacer con ella?
Cosas que caían al suelo solas, objetos que se movían y cambiaban de lugar, llamadas de teléfono sin respuesta cuando eran contestadas… Esas cosas eran cada vez más seguidas, empezando a enloquecerla.
Al final no había podido dormir y se había hecho de día. Quedaban aún cuatro horas por delante hasta las cinco de la tarde. Cuatro horas que sabía que serían eternas y terroríficas.
No quería seguir en su casa, pero no sabía si tendría más miedo fuera o dentro. Allí estaba encerrada, con ella pero sola. En la calle seguramente también estaría a su lado y si hacía esas cosas con los objetos que tenía en casa, no quería saber qué podría haber con los elementos de la calle. No quería poner a nadie en peligro.
Su móvil sonó una vez más. Ya había perdido la cuenta de las veces que lo había hecho. Estaba agotada, enfadada, asustada… Había tantísimos sentimientos en ella que en un momento, dejó de pensar y simplemente se dejó llevar.
-¡Déjame en paz! ¿Entiendes? ¡Déjame tranquila! -Gritó al aire, queriendo que la escuchara y se marchase muy lejos de ella. Quería retomar su vida donde la dejó aquella noche en la fiesta. Lo necesitaba o sería ella la que necesitaría tratamiento. De hecho, ya dudaba que fuera a salir de la situación sin ningún trauma o problema.
Su teléfono dejó de sonar casi al momento, algo que fue un tremendo alivio para ella. Por un momento incluso se planteó la idea de que le hubiera hecho caso, porque durante unos segundos que parecieron realmente largos, no se escuchó ni se movió absolutamente nada.
Pero era demasiado bueno para ser cierto. El problema no iba a solucionarse solo con dar cuatro gritos y echarle de allí. Pronto el televisor se encendió solo y los canales de este empezaron a pasar uno tras otro, con velocidad.
La respiración de Wendy empezó a acelerarse, acabaría con un ataque de nervios allí mismo. Eso no podía estar pasándole a ella, debía estar soñando.
Sentada en el sofá, se encogió en sí misma y empezó a llorar sin poder contenerlo más. Quería que ya fueran las cinco, lo deseaba con toda su alma. Lo necesitaba.
Le faltó poco para dormirse, pero el sonido de un jarrón cayendo se lo impidió. De nuevo empezó a hablar, aparentemente sola.
-Por favor… Vete. Déjame sola, te lo suplico… -Esta vez habló en voz baja, muy baja. Casi no se le podía escuchar. Sentía que todo le dolía, que quería morir antes que pasar más rato por eso.
En el fondo sabía que no le dejaría ir, que no sería nada fácil escapar de su hogar para ir al de la mujer que le ofrecía su ayuda. Joy no se lo permitiría. Estaba furiosa, lo sentía en sus acciones. Sabía lo que iba a pasar en cuanto saliera por esa puerta.
La hora se acercaba y ella apenas había podido moverse del sofá. Se dio cuenta que Joy llevaba un rato más tranquila, quizás pensando que al final no sería capaz de salir de casa para ir a su cita ¿Y si era así? ¿Y si al final no podía hacerlo? No quería ni imaginar su vida a partir de ese momento.
Estaba confiando al cien por cien en las palabras de aquella mujer. En otro momento quizás habría pensado que no estaba muy bien de la cabeza, pero viendo lo que había visto y sentido y lo que estaba viviendo en ese mismo momento… Ya no podía permitirse dudar.
Miró la hora en un pequeño reloj que tenía sobre una estantería, en el salón. Las cuatro y media. Debía empezar a moverse, sin pensarlo dos veces.
Lentamente y casi temblando, se levantó del sofá para ponerse en pie. Por ahora parecía que estaba sola en el salón y Joy se había olvidado de ella durante un rato. Eso era un gran alivio.
Tenía las llaves en la entrada de la casa y no pensaba entretenerse para coger nada más. Ni el móvil iba a llevarse. Sabía que solo iba a tener una oportunidad para hacerlo, así que respiró hondo y buscó dentro de ella la valentía que le faltaba.
Cerró sus ojos durante unos segundos, asimilando lo que estaba a punto de hacer. Entonces, sin pensarlo más porque sino estaba segura de que no lo haría, salió disparada hacia la puerta de su casa. Cuando llegó a donde tenía las llaves, las cogió sin detenerse y abrió la puerta con rapidez, sin mirar atrás. La cerró una vez fuera y sin detenerse a cerrar su hogar con llave, bajó corriendo las escaleras del edificio donde vivía.
Sentía como el corazón le latía fuertemente dentro del pecho. Parecía que en cualquier momento este iba a salirse de su cuerpo. No se giró en ningún momento a comprobar nada, ella solo tenía un objetivo en mente y era llegar sana a casa de su paciente.
Ya había llegado a la calle y seguía corriendo dirección a la casa de la mujer. Ya se habían girado a mirarla más de una vez. Su aspecto no era bueno y corría todo lo que podía y más. Parecía no haber señales de Joy, pero no iba a arriesgarse.
Cuando llegó a casa de la mujer, llamó a la puerta con insistencia. Por fin había llegado y eso le hacía sentir un poco más segura.
Un brazo tiró de ella hacia el interior de la vivienda y la condujo por el pasillo hasta la misma sala donde habían compartido la intensa conversación la vez anterior. Ninguna palabra fue intercambiada. No era necesario.
Todo estaba oscuro, tan solo alumbrado por alguna que otra vela rodeándolas. Su respiración y latidos se aceleraban y su miedo e inquietud crecía. El sudor caía por su frente por la carrera de hacía un momento y aún le faltaba el aliento.
-Siéntate aquí. -Ordenó la mujer. No parecía la amigable señora que la había atendido antes y a la cual llevaba atendiendo ella durante tanto tiempo. Había algo distinto en su voz.
Se sentó justo donde le indicó, en una vieja silla colocada en el centro de la estancia. Para Wendy todo parecía pasar demasiado rápido pero de alguna forma, muy lento. Quería acabar con aquella pesadilla de una vez por todas.
Quiso hablar, pero la mujer la cortó al instante al darse cuenta de su intención.
-No digas nada. Cierra los ojos y no los abras escuches lo que escuches y sientas lo que sientas. -Por su mirada, podía tener claro que sus palabras iban muy en serio y debía prestar atención total a ellas.- Seguramente sentirás un mareo, pero pronto pasará. Cuando estés al otro lado, ten cuidado. Intentará llevarte a su terreno, pero debes evitarlo.
-¿El otro... lado...? -Fue lo único capaz de salir de sus labios, con inquietud.
-Cierra los ojos. -Le ordenó de nuevo, alzando un poco su anciana voz.
Wendy obedeció y los cerró con fuerza, recordando cada una de sus palabras, queriendo grabarlas en su cabeza para no olvidar nada y cometer un terrible error que le costase algo muy grande.
La mujer empezó a hablar en un extraño idioma que ella no comprendía y que tampoco se molestó en entender. Confiaba en ella lo suficiente como para saber que fuera lo que fuera, sería positivo para solucionar su problema.
Se esforzó por cerrar los ojos con aún más fuerza cuando empezó a escuchar unos extraños susurros cerca de ella ¿O se escuchaban directamente en su cabeza? Fuera como fuera, parecía que respondían a las incomprensibles palabras de la mujer.
Tenía curiosidad. Muchísima curiosidad. Pero sabía que no debía abrir sus ojos y echar un vistazo por pequeño que fuera. Si ella lo había recalcado, era por algo.
Aquel ligero mareo que había nombrado empezó a ocupar su cuerpo hasta el punto de hacerle querer vomitar allí mismo. Tenía miedo y es que ¿cómo se iba a estar tranquila en una situación tan extraña y oscura como aquella?
Entonces algo ante ella empezó a aparecer. Al principio se sobresaltó, dudando de si realmente mantenía cerrados sus ojos. Pero pronto se dio cuenta de qué era lo que veía y dónde se encontraba, cuando la imagen finalmente fue más clara.
¿Cómo era eso posible…? Se encontraba rodeada de gente animada, celebrando el cumpleaños de Yeri en aquel local que alquilaron para el evento. Miró a su alrededor, totalmente desorientada. Todo estaba absolutamente tal y como lo recordaba. Cada detalle, cada rostro… Todo.
Allí estaba ella, sentada al fondo tal y como la vio la primera vez. Su corazón parecía que se le iba a salir del pecho solo con mirarla. Y entonces, sus ojos se encontraron.
En ese confuso momento parecía que solo estaban ellas dos. Todos los invitados de Yeri habían desaparecido en su mente, dejando la imagen de la chica o lo que fuera al fondo, solitaria… Esperando por ella.
Respiró hondo y trató de darse ánimos a sí misma. Dio un paso hacia delante, con decisión. Pero esa decisión no duró más de unos segundos pues pronto se volvió asustadiza, cuando los intensos y negros ojos de Joy la miraron con tal intensidad que parecía traspasarle el alma.
Entonces recordó lo que la mujer le había dicho ¿Y si lo que tenía que hacer era ignorarla? Pasar de ella, fingir que no la había visto y seguir con su vida con tranquilidad. Como si nunca hubiera pasado. Sin duda, era una idea realmente atrayente a sus ojos. Olvidarse de su existencia y no ser buena con ella.
Y eso hizo, apartó la mirada de Joy y fue en busca de alguien conocido. Sus amigas estaban allí, seguro que las vería.
Irene. Por fin. Después de unos minutos dio con ella.
Quiso acercarse corriendo a ella y abrazarla por detrás, buscando el consuelo que necesitaba en unos momentos tan difíciles para ella. Pero antes de llegar a tocarla, algo la frenó en seco.
-¿Por qué me ignoras? -A pesar de la música, la voz de Joy resonaba en su cabeza con total claridad-. ¿Es que ya no soy suficiente para ti? ¿Te has cansado de intentar ayudarme? ¿De ser mi amiga?
Wendy estaba en shock, sin saber qué responder. Iba directa a su amiga cuando esta se giró y vio que no era para nada quien pensaba. Cuando logró reaccionar, le respondió.
-Yo no soy tu amiga. -Le dijo, siendo clara en sus palabras. “Intentará llevarte a su terreno, pero debes evitarlo” recordó. No debía permitir que le diera pena.
-Todos sois iguales. Es porque soy diferente ¿Verdad? -Joy se llevó las manos al rostro y comenzó a sollozar.- Todos me odiáis.
-Tienes una forma… curiosa de demostrar tu cariño. -Murmuró, con cuidado. No quería ser demasiado dura, pero al mismo tiempo debía rechazarla.
Recordó todo lo que había pasado desde entonces. Su ahora ex novio, las cosas extrañas, la poca energía… Ella no quería vivir así.
-Yo te quiero... Fuiste la única persona que se atrevió a acercarse a mí en mucho tiempo. Te dije que siempre le hacía daño a todo el mundo ¿Pero te crees que yo quiero ser así? -Su llantó se intensificó. Realmente parecía dolido por lo que estaba ocurriendo.
Por un momento, se ablandó. Sintió ganas de colocar sus brazos alrededor del menudo cuerpo de la chica y darle consuelo. Pero no debía.
-Lo siento, Joy. -Dio un paso hacia atrás, entre la gente.- Quiero volver a mi vida. Quiero volver a ser feliz.
-¡Yo te haré feliz! Puedo hacerlo. -Insistió el ser que tenía la imagen de la joven.
Wendy frunció el ceño ante aquello. A veces ni sus mismas palabras tenían un sentido. Miró un instante a su alrededor, dándose cuenta de que nadie les prestaba atención, recordando que lo que vivía no era real.
Volvió a dar un paso hacia atrás, y luego otro y otro. Perdiéndose entre la multitud. Finalmente, se dio media vuelta, dándole la espalda a aquel ser de apariencia inocente, pero terrorífico por dentro.
La escuchó tras ella, quejándose y llamándola con desesperación. Pero ella no reaccionó, estaba dispuesta a recuperar aquello que había perdido.
***
-Wendy, cariño. Despierta. -La voz calmada y tranquilizadora de aquella mujer fue lo primero que escuchó cuando poco a poco volvió a recobrar el conocimiento.
Sus ojos se abrieron despacio, insegura ante lo que encontraría ante ellos. Sin embargo, el amable rostro de la señora fue todo un regalo para ella en ese momento.
-Ya pasó todo. -Continuó con cariño, animándola a levantarse.
Aún estaba sentada en la silla, su cuello dolía y su cabeza daba vueltas. Miró a su alrededor, confundida. La mujer había encendido las luces y apagado las velas.
-¿Ya...? ¿Seguro? -Preguntó, no queriendo emocionarse demasiado rápido.
Se levantó cuidadosa, no sintiendo nada distinto en ella. Quizás por eso mismo no estaba tan segura de que hubiera terminado todo ¿Pero qué había imaginado ella que sentiría?
-Sé que aún tienes dudas, pero tranquila. Lo has hecho bien y pronto empezarás a notarlo. -Le aseguró la anciana.
Wendy simplemente asintió. Poco después, la mujer la dejó volver a su casa. Pero antes de irse, Wendy le prometió que desde ese momento todas y cada una de sus consultas serían gratuitas para ella, a modo de agradecimiento.
No fue a su casa. Directamente a quien fue a visitar fue a Irene. Deseaba tanto verla y mostrarle que estaba bien... Y pasarlo bien juntas. Y llamar a las demás y celebrar su libertad. Sin decirles nada, claro. Nunca nadie debía saber lo ocurrido durante esas horribles semanas. Sería su secreto mejor guardado, algo que se llevaría a la tumba. Joy había dejado de existir para ella y nunca, absolutamente nunca, debía volver a ser nombrada.
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