Notas: Después de nuestro protagonista ser seleccionado para ir a Durmstrang (sin querer), ¿qué es lo que le esperará en aquellas inhóspitas tierras norteñas?
•*´¨`*•.¸¸.•*´¨`*•.¸¸.•*´¨`*•.¸¸.•*´¨`*•.¸¸.•
Capítulo
2
Durmstrang
JongIn todavía no podía creerse que
fuera a viajar a Durmstrang para echar su nombre en la Copa del Torneo de los
Tres Magos, pero ¿quién en su sano juicio se lo creería? Ni siquiera sus padres
cuando les había mandado la lechuza se lo habían creído. El chico no tenía nada
de especial, ni era ningún cerebrito, ni se le daban especialmente bien los
hechizos, era más bien un mago corriente y para nada excepcional. Así que
seguía sin entender por qué había sido seleccionado, y así se lo había hecho
saber a la directora McGonagall cuando fue a su despacho días atrás.
—¿Por
qué yo? —le preguntó. La mujer lo miró por encima de sus gafas y los demás
chicos y chicas que se encontraban en el lugar también se volvieron hacía él,
incrédulos.
—No
debería cuestionar el criterio de sus profesores, señor Kim —contestó ella—. Si
está aquí, por algo será.
—Pero
yo no tengo nada especial… —comenzó, pero la mirada de la directora lo dejó
callado.
—Señor
Kim JongIn —dijo su nombre y el chico notó todo su cuerpo temblar bajo el
poderío de su voz—. Ha sido seleccionado para representar al Colegio Hogwarts
de Magia y Hechicería en el Torneo de los Tres Magos entre todos sus compañeros
de Slytherin, así que puede tomarlo o dejarlo, pero eso hará que el colegio
tenga un representante menos.
Las
palabras de la directora y su penetrante mirada hicieron que JongIn tragara
saliva con lentitud y que se sintiera terriblemente mal por cuestionarla. Así
que asintió con su cabeza, a la vez que TaeMin contestaba por él.
—Lo
toma, JongIn viene a Durmstrang.
JongIn salió de sus pensamientos
cuando notó el codo de TaeMin en sus costillas y miró a su alrededor,
descubriendo que ya no se encontraba en su habitación en las mazmorras sino que
estaba en el patio principal del colegio, junto a los otros siete alumnos que
habían sido seleccionados —dos por cada Casa—, y rodeados por todos los demás
estudiantes de Hogwarts.
El chico tragó saliva. Estaba
bastante asustado. Nunca había salido de Reino Unido y por lo que había
investigado en los anteriores días Durmstrang se encontraba muy al Norte de
Europa, en Noruega o Suecia, nadie lo sabía con seguridad. También había oído
muchos rumores sobre los chicos que estudiaban allí y que las Artes Oscuras era
la Magia que más se practicaba, así que se encontraba sumamente acojonado.
—TaeMin —murmuró—. TaeMin —lo volvió
a llamar y su amigo se giró hacia él disimuladamente.
—¿Qué quieres? —preguntó.
—No te separarás de mí en todo el
viaje, ¿verdad? —TaeMin le sonrió.
—No, solo te tiraré al fondo del
lago cuando lleguemos a Durmstrang para que te congeles —respondió, y JongIn le
pegó el en brazo, porque él estaba hablando seriamente, sin bromas—. Tranquilo,
te juro que no me separaré de ti en ningún momento.
—¿Ni cuando veas a alguna chica del
colegio que te haga tilín y la persigas hasta que por cansino te diga que sí,
que sale contigo? —le preguntó.
—¿Hay chicas en Durmstrang? —gritó
TaeMin y se giró hacia él completamente, sin importarle que estuvieran rodeados
de gente y que estos tuvieran sus ojos puestos en ellos.
—Shhh… —JongIn miró a un lado y a
otro, viendo que los que estaban a su alrededor no se habían dado cuenta de lo
que había dicho—. Sí, he estado investigando y también ha chicas en aquel
colegio.
—Entonces me lo pasaré genial…
—murmuró su amigo.
—Salido —susurró, pero TaeMin no lo
escuchó, porque si no le habría lanzado algún hechizo.
JongIn aprovechó aquel momento para
mirar a su alrededor. A su lado se encontraban los dos que habían sido
seleccionados por la Casa Ravenclaw, un chico con unas gafas redondas y pinta
de ser el listo de su promoción —a JongIn no le sonaba, por lo que debía ser un
año mayor—, y una chica de sonrisa afable y con las puntas del pelo tintadas
del color que representaba a su Casa —ella sí era de su año y a JongIn le
sonaba que se llamaba Wendy—. Intentó mirar un poco más allá para buscar a los
representantes de Hufflepuff y Gryffindor, pero no pudo hacerlo, porque la directora
comenzó a hablar.
—Mis queridos alumnos —dijo—.
Durante este curso no podré estar en Hogwarts porque estaré junto a los
representantes de vuestras Casas en Durmstrang para el Torneo de los Tres Magos
—se escucharon algunos gritos y felicitaciones—. Nos iremos ahora y volveremos
tras la última de las tres pruebas, prácticamente a finales de curso.
Tras decir estas palabras, la
directora echó a andar. JongIn quiso echarle un último vistazo al castillo,
pero el tiempo apremiaba y simplemente siguió los pasos de TaeMin sin volver la
vista atrás.
★★★
El viaje en barco a JongIn se le
hizo eterno. Muchas veces se había mareado en el expreso a Hogwarts, así que
aquel bamboleo le puso mal cuerpo y durante todo el trayecto estuvo tumbado
sobre las piernas de su amigo, con su cabeza dando vueltas y con unas ganas
terribles de vomitar hasta su primera papilla. Por eso, cuando TaeMin le
anunció que ya habían llegado a su destino, no podía creérselo.
—¿Es en serio o me estás tomando el
pelo? —le preguntó.
—¿Alguna vez te he hecho algo malo
cuando estabas pasando por un mal momento? —cuestionó.
—¿Y cuándo ganamos la final de
quidditch el año pasado? —murmuró el chico y notó cómo TaeMin reía por la
vibración de su cuerpo, seguramente al recordar el momento.
—Eso fue para tener un recuerdo
—contestó.
—Me hiciste una foto mientras
lloraba abrazado a la copa y luego esta salió en la primera plana del periódico
de la escuela —dijo, intentando levantarse de aquel lugar, pero la cabeza
comenzó a darle vueltas de nuevo—. Creo que mejor me voy a quedar aquí otro
ratito.
—Pero tenemos que salir…
—Tómate esto —de repente, una mano
que sostenía una copa apareció en su campo de visión y alzó un poco su vista,
descubriendo al chico de Ravenclaw—. Después de tomar esta poción te sentirás
mejor —le dijo. JongIn lo miró con duda—. Oh vamos, no es veneno —bebió un
buche—. ¿Ves? No me he muerto —el chico asintió y, con ayuda de TaeMin, se
incorporó, aguantando las arcadas, hasta quedarse sentado para poder tomar la
copa que le estaba siendo ofrecida y beberse luego su contenido del tirón.
—Gracias… —murmuró—. ¿Cuál es tu
nombre?
—JunMyeon —contestó el chico,
subiéndose las gafas con el dedo corazón—. ¿Y tú?
—JongIn.
—Encantado.
—Lo mismo digo —sonrió JunMyeon.
—Yo soy TaeMin —interrumpió su
amigo—, aunque parece que a nadie le importa.
JongIn quiso contestar algo, pero no
pudo hacerlo porque en ese momento llegó una de las dos chicas que habían sido
seleccionadas de Gryffindor para avisarles que debían salir ya o la directora
se enfadaría y por experiencia sabía que McGonagall enfadada no era algo
agradable de ver. Así que las palabras quedaron ahogadas, al igual que sus
ganas de vomitar y los tres chicos salieron del interior del barco a la
cubierta, donde ya se encontraban los demás.
JongIn miró a su alrededor y se
quedó flipando.
Se encontraban en medio de un gran
lago rodeado por sus cuatro costados por altas montañas que tenían sus picos
cubiertos por nieve. El chico sintió el frío calando sus huesos y deseó haber
cogido su capa abrigada antes de salir al exterior, pero no le había dado
tiempo.
—Wow —escuchó murmurar a TaeMin a su
lado y siguió la dirección de su mirada, encontrando algo que había pasado por
alto: el castillo.
Se alzaba imponente sobre los
acantilados que descendían hasta el lago en el que se encontraban, de una
manera parecida a la que lo hacía Hogwarts, pero daba una sensación
completamente diferente. El castillo era de piedra oscura y parecía mucho más
tosca, también era más bajo e infinitamente más pequeño que el lugar del que
venían, pero aun así tenía su propio encanto y JongIn quedó completamente
embelesado con aquella maravillosa vista.
—Es media tarde —anunció la
directora—, por lo que tenemos que esperar a que sea la hora de la cena para
entrar en el castillo —todos los alumnos asintieron ante sus palabras—. Quedaos
aquí dentro del barco hasta que regrese, tengo que presentar mis respetos al
director de Durmstrang.
★★★
Horas después, cuando ya llevaba
unas horas siendo de noche, la directora McGonagall regresó al barco. JongIn se
había pasado la tarde jugando con TaeMin los naipes explosivos, juego al que
después se habían unido los representantes de las demás Casas y que finalmente
había ganado Ravenclaw, como era de esperarse.
—Ya es casi hora de
la cena —les anunció la mujer—. Así que coged vuestros abrigos, nos vamos al
castillo.
JongIn sintió anticipación mientras
tomaba su ropa y se abrigaba bien para salir al aire frío del norte de Europa,
la misma clase de anticipación que había sentido el primer día que iba a pisar
Hogwarts tantos años atrás, cuando se montó en una de las pequeñas barcas para
cruzar el Lago Negro. Estaba emocionado porque iba a entrar en otra escuela de
Magia y porque estaba allí por haber sido elegido para echar su nombre en la
Copa de los Tres Magos. Por este motivo, caminó al paso ligero que impuso la
directora sin quejarse, porque quería llegar lo más pronto al castillo.
La ascensión por las empinadas y
resbaladizas cuestas fue algo complicada, y quizás un poco agotadora, pero si
McGonagall, con todos los años que tenía encima, lo estaba haciendo por segunda
vez y sin signos evidentes de cansancio, sus alumnos tampoco debían mostrarlos,
aunque estuvieran asfixiados.
Una vez llegaron a la cima, JongIn
se quedó sin aliento, y no por la ascensión, sino por las imponentes puertas de
madera y metal que se alzaban ante ellos, cortándoles el paso al interior del
castillo. La directora McGonagall esperó a que todos llegasen antes de colocar
su mano sobre estas y hacer que las puertas de doble hoja se abrieran hacia
dentro con un leve chirrido, dejando ver un patio empedrado que debían cruzar
antes de llegar a otras dobles puertas que probablemente darían ya al interior
del edificio central. Atravesaron el patio y luego se detuvieron, esperando a
que la directora abriera las puertas de nuevo. JongIn aprovechó aquellos
instantes para mirar a su alrededor, a los muros de piedra oscura que los
rodeaban y se sintió un poco intimidado quizás, aunque sabía que no debía
sentirse así. Las segundas puertas se abrieron y dejaron ver un espacio tan
distinto al de Hogwarts que JongIn quedó impresionado y asustado por partes
iguales.
Todo era tan oscuro, lúgubre y bajo
comparado con su castillo… y las pocas notas de color que podían verse
desperdigadas por el lugar eran todas rojas como la sangre, dándole un aspecto
tétrico al conjunto. El chico llevaba cinco años viviendo en la Sala Común de
Slytherin, junto a las mazmorras y bajo el Lago Negro, pero incluso sin recibir
luz solar, aquel lugar era mucho más luminoso que el vestíbulo del castillo del
Instituto Durmstrang.
—Es todo… —comenzó JongIn, pero se
detuvo al no saber expresar con palabras el sentimiento que aquello le
provocaba.
—Muy oscuro —acabó TaeMin su frase,
pero en su rostro, el chico pudo ver que quería decir otra cosa más y que no
sabía cómo.
—Como si la Magia Negra habitase
este lugar, ¿verdad? —comentó detrás suya JunMyeon. Ambos giraron sus cabezas y
asintieron—. Es porque la Magia Negra habita este lugar.
Los dos chicos se Slytherin tragaron
saliva ante la revelación y se dieron cuenta de que eran ciertas las palabras
del chico y que el ambiente estaba cargado de ese tipo de magia. En otros
tiempos, los miembros de su Casa no habrían tenido ningún problema con aquella
magia, pero los tiempos habían cambiado y JongIn se sentía muy incómodo con
ella alrededor.
—Tenemos que
esperar aquí hasta que llegue la Academia de Magia Beauxbatons —anunció la
directora—. Una vez eso ocurra, el director del Instituto Durmstrang abrirá
esas puertas y entraremos nosotros primero —todos asintieron—. Cuadrad los
hombros, poned la espalda recta, la cabeza bien alta y la mirada fija en el
fondo de la sala, pero sin mirar a ninguno de los profesores a los ojos —les
aconsejó—. No mostréis ninguna emoción en vuestro rostro y sobre todo no
parezcáis débiles, estamos en territorios salvajes.
JongIn miró a sus compañeros y vio
que estos estaban algo asustados, como él, por lo que no se sintió tan mal.
Estaban en un lugar extraño, un lugar en el que todo era diferente a casa y era
normal, pero estos también intentaban desesperadamente ocultar su miedo bajo
una máscara de indiferencia, así que el chico también lo hizo.
Solo llevaban unos minutos en el
vestíbulo cuando las puertas se abrieron de nuevo y por ellas entraron los
alumnos de Beauxbatons. JongIn se sorprendió al verlos, ya que la mayoría de
ellos eran chicas y solo había un par de chicos en la agrupación. Todos ellos
se movían al compás de una música que parecía ser solo audible para ellos y
eran unos auténticos bellezones, así que JongIn se preguntó internamente si uno
de los requisitos para poder entrar en aquella escuela era si eras guapo o
tenías potencial para serlo.
El chico quiso seguir admirando a aquellas
personas que parecían veelas, en concreto a uno de los dos muchachos, el más
alto, que había captado su atención, pero la voz de la directora lo hizo volver
a la realidad.
—Chicos, estad
atentos —dijo la directora—. Las puertas se abrirán en breves instantes.
Y tras estas palabras, los colocó en
posición. En primera línea los Gryffindor, siguiéndolos se encontraban los
Hufflepuff, justo después los Ravenclaw y, por último, los Slytherin. Justo
cuando terminaba de acomodar la formación, las puertas se abrieron y las chicas
de la Casa que iba a la cabeza la miraron. La directora dio su consentimiento
para que comenzasen a avanzar y ellas lo hicieron. JongIn inspiró hondo y se
cuadró como había aconsejado la mujer antes de echar a andar hacia el interior
de aquella sala.
La estancia a la que entraron era más
amplia que el vestíbulo en el que habían estado esperando, pero de igual forma
lúgubre y oscura. Solo estaba iluminada levemente por las antorchas que
colgaban de las paredes y las velas que caían del suelo y que se encontraban
sobre las mesas en los candelabros. Todo aquello le daba un aspecto de lugar en
el que se encontraría el asesino en serie de las películas de terror
norteamericanas. Se trataba, no obstante, del comedor y los alumnos de
Durmstrang estaban sentados a las largas mesas —aunque no
tan largas como las de Hogwarts—, con sus túnicas de color rojo sangre y sus
abrigos de piel.
JongIn sintió sus miradas fijas en
él mientras avanzaba, pero intentó por todos los medios no distraerse de lo que
tenía que hacer: mirar al frente y con la cabeza alta.
Una vez llegaron al final de la
estancia, las chicas de Gryffindor fueron hacia la derecha y luego se
detuvieron allí, justo antes de llegar a la escalinata en la que se encontraba
la mesa del profesorado, comenzando a formar una fila, por lo que los demás
hicieron lo mismo. JongIn sintió sus piernas temblar al estar delante de
aquella multitud, pero quizás no era el mejor momento para flaquear, por lo que
tomó la mano de TaeMin y la apretó, buscando fuerzas. Nadie más que ellos
dos se dio cuenta de aquella acción, porque todos los demás tenían sus ojos
puestos en los alumnos de Beauxbatons, que avanzaban con gracia elegancia por el pasillo central por el que
habían caminado ellos momentos antes hasta situarse a su lado.
—Bienvenidos —dijo
una atronadora voz masculina a sus espaldas. JongIn tuvo la tentación de
girarse para ver quién era el propietario de aquella voz, pero el apretón de la
mano de TaeMin lo dejó estático y con la mirada fija en las puertas por las que
habían entrado minutos antes—. Bienvenidos alumnos de Hogwarts y Beauxbatons, y
también mis queridas directoras —la última parte de la frase la dijo de una
forma más suave—. Como ya os he anunciado, este año se celebrará el Torneo de
los Tres Magos y Durmstrang tiene el gran honor de ser la sede, por lo que
tenemos que tratar muy bien a nuestros invitados —el hombre hizo una pausa—.
Este banquete es para vosotros, así que comed cuanto gustéis —invitó—, a partir
de mañana se abrirá el plazo para echar vuestro nombre en un trozo de pergamino
en la Copa de los Tres Magos.
Tras decir esto, las mesas
estallaron de júbilo y JongIn sintió en ese momento cómo la directora
McGonagall le tocaba el brazo en busca de atención, así que se giró hacia ella.
—Sentaos donde
queráis y comed, dentro de una hora regresaremos al barco. Díselo a los demás.
El chico asintió y le pasó el
mensaje a sus compañeros. Apenas un minuto después, el chico y la chica
Hufflepuff se sentaban en la mesa más cercana a ellos y todos los seguían. No
pudieron sentarse todos juntos porque no había espacio suficiente, por lo que
tuvieron que hacerlo cada uno en un lugar distinto de la mesa. TaeMin arrastró
a Jongin hasta un hueco en el que había un par de chicas de Durmstrang cerca y
se sentaron allí. El menor sentía un nudo en su garganta, probablemente por
todas las emociones que se agolpaban dentro de su cuerpo, pero intentó bajarlo
y saludó con la cabeza a todos los que se encontraban a su alrededor al
sentarse.
Cuando estuvo acomodado, una mano
apareció en su campo de visión y el chico alzó la cabeza para ver a un alumno
de Durmstrang tendiéndole la mano. Con algo de indecisión se la estrechó y
sintió cómo un escalofrío le recorría la columna vertebral al rozar la piel
ajena. El chico tenía los ojos muy rasgados, con unas prominentes bolsas bajo
estos. Parecía muy fiero y JongIn se sintió algo cohibido bajo su intensa y
penetrante mirada.
—Mi nombre es Hwang
ZiTao —se presentó.
—Kim JongIn
—contestó él por impulso. El otro esbozó una sonrisa gatuna en sus labios.
—Encantado de
conocerte, JongIn —susurró el chico y después no le prestó más atención,
comenzando a comer. JongIn intentó también comer, pero no pudo probar demasiado
el delicioso banquete que se extendía ante él porque el nudo de su garganta no
bajaba por mucho zumo de calabaza que tomase antes de regresar al barco una
hora después.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
¡Tus comentarios son importantes para que el blog siga creciendo!