Título: La Brujita
Pareja: KyungJo (KyungRi + KeumJo) [NINE MUSES]
Tipo: Yuri
Género: Fluff
Clasificación: G/PG
Advertencias: Ninguna
Sinopsis: Para Keumjo Halloween es algo inútil y sin sentido, pero es gracias a una brujita que se encuentra, que le da un sentido especial a esa mágica noche.
Nota: ¡Hola a todos! Como ya sabéis, Halloween está a la vuelta de la esquina y como ya hicimos el año pasado, tendréis una serie de Oneshot ambientados por la festividad. Este es el primero y del que espero que os guste. Como de este grupo de chicas no tenemos nada en el blog, he decidido que sería bastante curioso y que podría gustar. La portada da pena, lo sé. Pero no me daba la inspiración para tanto. Y lo que viene siendo el nombre de la pareja no sé si es el suyo, suelo tener problemas con eso. Por lo que si está mal, corregidme, plis. ¡Y que disfrutéis de la lectura! ^^
La estúpida fiesta siempre el mismo día cada año ¿qué sentido tenía celebrar una fiesta occidental? ¿Es que ellos no tenían sus propias tradiciones como para encima tener que asimilar las de otros sitios? Keumjo caminaba refunfuñando entre la gente disfrazada que colapsaba las calles de Seúl.
No le veía el sentido a una fiesta que no era de ellos, era algo inútil. Gastarse dinero en un disfraz, pedir caramelos y hacer gamberradas. Por no hablar de la cantidad de fiestas que se solían celebrar para que la gente acabase borracha a más no poder ¿qué diversión veían a eso?
Era totalmente una anti Halloween y estaba bien orgullosa de ello. No iba a cambiar de idea. Ni aunque sus amigos insistieran todos los años con el fin de que se uniera a beber hasta que no pudiera mantenerse en pie. Si claro, con la de cosas que ella tenía que hacer, como para perder el tiempo de esa forma tan tonta.
Veía de todo tipo de disfraces. Desde vampiros, zombies de lo más curiosos, fantasmas, chicas con trajes sexys pero sangrientos, muchachos con la ropa desgarrada como si fueran de algo importante y ¿payasos? En realidad, para Keumjo todos eran unos payasos, pero los que iban del Joker era de lo que más veía. Ni siquiera tenían imaginación para hacer algo ¿Qué esperaba?
Pero lo peor no era eso, sino que su prima iba a disfrazarse de enfermera sangrienta, muy típico. ¿Y quién le hacía el disfraz? Pues ella. Desde siempre se le había dado bien el arte de la costura y su prima se aprovechó de ello.
En un principio se hubiera negado, pero acabó haciéndolo por culpa de una apuesta con ella. Apuesta que perdió. Y allí estaba ella, portando un ridículo disfraz de camino a casa de su prima.
Tardó más de lo planeado hasta llegar a su casa debido al gentío de las calles que apenas dejaban a los ciudadanos normales y con cosas que hacer caminar con tranquilidad. Fue su prima entusiasmada quien le abrió la puerta al llegar.
-¡Por fin llegas!
-Yupi -dijo con desgana.
-Eres una amargada, Keumjo. Deja tus prejuicios y vente conmigo, que nos lo vamos a pasar bien.
-Paso. Y lo sabes.
-Pareces una vieja aburrida -con el morro torcido ante su negativa, su prima le quitó la bolsa con su disfraz de las manos y se marchó a ponérselo. Si sabía que le iba a decir que no ¿para qué insistía?
No le hacía una especial ilusión quedarse allí. Solo quería volver a su propia casa y quedarse encerrada hasta que todo hubiese pasado, pero no le quedaba otra que quedarse allí hasta que comprobara que el disfraz estaba perfecto.
Se le abrieron los ojos, brillando casi de emoción, cuando su prima apareció ante ella contenta y con el disfraz puesto. Le estaba perfecto, lo que significaba que podría volver a casa ya, pero la otra no cesaba con su empeño.
-¿De verdad que no quieres venirte conmigo? Soy tu prima del alma.
-Ya te he dicho que no. No seas más pesada -Keumjo puso los ojos en blanco. Lo que debía aguantar no estaba pagado.
-Un día de estos Halloween te gustará, primita. Eso tenlo por seguro.
Estaba muy convencida, pero Keumjo chasqueó la lengua por lo ingenua que era si pensaba que eso sucedería algún día. Podía esperarse sentada para no cansarse mientras esperaba.
Keumjo no esperó a que fuera despachada por su prima para irse de su casa. Lo estaba deseando con todas sus ganas, pero volvió a ponerse de mal humor cuando las calles estaban más abarrotadas por gente disfrazada que antes ¿De verdad que no tenían nada mejor que hacer todos ellos?
Maldiciéndolos por lo bajo, susurros para ella misma, comenzó la cruzada de llegar hasta su vivienda de una sola pieza y sin matar a nadie por el camino.
Iba tan concentrada en ir esquivando a la gente que no escuchaba a alguien que la iba llamando entre la multitud. Pero ella que iba a pensar que allí una persona podría llamarla, y mucho menos si no era por su nombre.
Fue al salir de una de las calles principales cuando una chica con un singular vestido de bruja, la alcanzó. Por un momento creyó que iba a atracarle o algo parecido. Con esos disfraces cualquiera sabe cuáles son las intenciones reales de la gente.
-Perdona -la chica parecía agotada cuando por fin consiguió llamar la atención de Keumjo, aunque está la miraba de arriba a abajo no con mucho placer.
-¿Se puede saber qué quieres? -Keumjo no pudo evitar responderle de mal humor, pero la chica no se lo tomó muy personal el tono que usó.
-Llevo un rato siguiéndote -apenas podía hablar de forma clara, era como si se estuviera recomponiendo porque le faltaba la respiración.
-¿Y se puede saber qué haces siguiéndome? Como te atrevas a robarme o a amenazarme, te juro que no respondo a las consecuencia -sus palabras que iban totalmente en serio, no provocaron más que una carcajada de la chica.
-No tengo ninguna intención de robarte y mucho menos de amenazarte. No soy de ese tipo de personas. Solo que se te ha caído esto por la calle y te lo quería dar -la chica le tendió su cartera ¿cómo se le había podido caer? ¿Cuándo se le había caído?
Keumjo rebuscó en sus bolsillos para comprobar que en efecto, esa era su cartera.
-Muchas gracias… -dijo tomando su cartera. Aquella extraña chica vestida de bruja le había devuelto algo que ni siquiera le había dado tiempo a echar de menos porque ni se dio cuenta que lo había perdido.
-Oye, no quiero entrometerme, ¿pero no celebras Halloween? -normalmente, le hubiera importunado esa pregunta, pero veía en la chica una inocencia que ni con su tono borde conseguía aplacar.
-No, no lo voy a hacer.
-¿Y por qué no? La gente se lo suele pasar bien -nunca antes le habían preguntado por qué no celebrar Halloween. A sí misma se decía que no le gustaba, pero no había dicho en voz alta ni a nadie los verdaderos motivos de porque no celebraba esa estúpida fiesta.
-No me… gusta. No le veo mucho sentido -decidió decir Keumjo para salir del paso.
-Yo tampoco se lo veo, pero mírame. Estoy disfrazada y sola. Y me divierto viendo a la gente -le sonreía como si fuera algo muy normal, pero que en la cabeza de Keumjo no entraba de ninguna manera. De todas formas ¿qué hacía hablando con una extraña?
-Bueno, no importa. Gracias por habérmelo dado expresamente… Ya… Me voy -un tipa disfrazada de bruja había conseguido que se pusiera de los nervios ¿qué le estaba pasando? ¿O es que con el disfraz venía incorporado algún hechizo de seducción o algo similar?
-¡Que si quieres disfrutar de la noche seguiré por aquí, eh! -le dijo la brujita cuando ya se estaba marchando, pero Keumjo casi que no quería ni escucharla. Se alejó apresurada sin querer darse media vuelta, no fuera a arrepentirse.
En cuanto llegó a su casa, se encerró a cal y a canto. No quería volver a salir por esa puerta hasta que no amaneciese y toda esa dichosa fiesta hubiera llegado a su fin.
Sin embargo, no debió haberse levantado ese día. Cuando pensó que ya podía estar tranquila, recostada en su sillón viendo alguna película de romanticismo y drama en la que los lagrimones no faltaban se percató que le faltaban algunas cosas que debía comprar de urgencia.
La sola idea de que debía volver a salir con la manada de gente que reinaba en la calle, pero no tenía otro remedio que hacerlo.
Con ganas de patear todo lo que se le cruzaba por el camino, acabó llegando a un pequeño súper mercado abierto las 24 horas donde compró todo lo que necesitaba. Tardó un buen rato en hacerlo, porque allí también gente disfrazada comprando bebidas alcohólicas y cosas para comer.
Keumjo las evitó todo lo que pudo, pero era casi imposible. Tenía la sensación de que por algún motivo, los atraía o algo similar. No le gustaba eso.
Pero cuando estaba pagando, una chica apareció a su lado muy exaltada.
-Aish, quería comprar esto, pero me falta algunos billetes ¿podría llevarlo y mañana vuelvo para devolvérselo? -la voz le sonaba, la había escuchado en alguna otra parte, de eso estaba segura.
-Lo siento, o paga con todo el dinero o no se lleva nada -el dependiente fue serio con ella. Al alzar la vista vio que se encontraba ante la brujita que le había hecho el favor de darle su cartera cuando la perdió.
-Yo lo pagaré -Keumjo volvió a sacar su cartera, a pesar de ya haber pagado lo suyo-. ¿Cuánto es exactamente?
-¿Qué? -la brujita la miró muy confusa-. Oh, no tienes por qué hacerlo, yo… Ya volveré en otro momento a por ello, de verdad.
-No, lo pagaré. Te debo una favor por lo de antes, así que aquí estamos en paz -soltó el dinero en el mostrador, el cual recogió el dependiente con ganas, devolviéndole el dinero restante.
-Pero no era necesario…
-Ya está hecho -Keumjo le tendió una bolsa con lo que había comprado y ambas salieron de la tienda.
-De verdad que no era necesario que lo hicieras. No me debías nada -murmuró la brujita algo avergonzada por la situación.
-No le des más vueltas, ya no te debo nada y siento que estoy más tranquila. No lo he hecho por ti, si no por mí -en parte no era cierto, pero seguro que así no le daría más vueltas y podría volver a casa de nuevo.
-¿Te vienes conmigo? -le preguntó la chica, dibujando en su rostro semi tapado por una gran sombrero de bruja que vestía una gran sonrisa.
-¿De fiesta? ¿A celebrar Halloween y emborracharme? No, gracias -Keumjo emprendió su camino, pero su insistente llamada la hizo detenerse.
-No voy a hacer nada de eso. Ven conmigo y lo veras.
-¿A caso vas a hacer un ritual satánico o a preparar pócimas? ¿O a hacer travesuras a gente ajena a todo esto? -sus palabras causaron una carcajada en la brujita.
-Qué va, nada de eso. Si quieres saberlo, tendrás que acompañarme -al final, Keumjo acabó cayendo en la curiosidad porque haría esa dichosa brujita.
-De acuerdo, pero en cuanto lo sepa me vuelvo a mi casa.
Refunfuñando, al final la acompañó sin saber hacia dónde iban exactamente. Lo mejor era no pensar en todo ello y dejarse guiar. Seguía a la chica entre callejones, evitando las calles principales llenas de gente. Era muy de noche y no le agradaba mucho caminar por esas zonas, y mucho menos viendo hombres lobos, zombies y cosas raras paseando a su lado.
-¿Me puedes decir al menos hacia dónde vamos?
-No. Ten paciencia, estamos llegando ya.
Keumjo no supo si creerá, pero lo cierto es que un par de calles adelante, ambas chicas entraron por lo que parecía la puerta de emergencia de un edificio. Estaban entrando por la puerta de atrás de allí a donde la llevaran y la ponía más inquieta. Pero todo le descuadraba más cuando todo a su alrededor era blanco y olía a desinfectante.
-¿Estamos en un hospital? -fue lo que le vino a la cabeza nada más entrar y la risa suave de la brujita se lo confirmó ¿Pero qué hacían allí?
-Eres muy perspicaz, eh -ante una de las grandes puertas, la brujita se paró-. Me alegro mucho que hayas accedido a venir. He podido ver que no te gusta esta fiesta, pero hay quien sí.
De una bolsa que portaba, sacó una pesada capa roja que colocó sobre los hombros de Keumjo bajo su atenta mirada. Iba a protestar, pero decidió dejar que todo siguiera. La chica sacó del mismo bolso un gorro similar al suyo, a juego con la capa y más pequeño. Después, sacó lo que había comprado, un par de bolsas con dulces. Una se la tendió a Keumjo.
-Mi nombre es Kyungri, y por esta noche soy una bruja. Tú serás lo mismo, y tu nombre…
-Keumjo.
-Eso eso, Keumjo. Y estas dos brujas están esta noche aquí para alegrar a unos niños hospitalizados con diferentes enfermedades y que no pueden salir ahí afuera. Este momento, será mágico para ellos porque podrán olvidarse de todas sus enfermedades y tratamientos.
No daba crédito a sus palabras, pero cuando abrió de par en par las puertas que tenían ante ellas lo vio todo. Un grupo de niños allí reunidos, con batas blancas, las estaba esperando impacientes, deseosos de probar esos dulces que portaban.
Observó cómo sus ojos brillaban, como sonreían al verlas y aunque ella no compartía esa festividad, por un momento, quiso compartir esa noche de Halloween ayudando a todos esos niños.
Y todo gracias a la brujita Kyungri.
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