Título: Let's play
Pareja:
Verkwan (Vernon + Seungkwan) [SEVENTEEN]
Tipo: Yaoi
Género:
AU | Drama | Romance | Terror
Advertencia:
Ninguna de momento.
Sinopsis:
"Seungkwan llega a casa enfadado tras haber sido el centro de
burla de unos chicos la noche de Halloween. Por lo que se va a la
cama deseando con toda su alma castigar a sus agresores. Pero, al
poco tiempo de haber caído dormido despierta al sonido de unos
cristales rotos. Siendo su ventana la que parece haberse roto este se
levanta para inspeccionar el lugar, pero entonces nota que algo
extraño ocurre. De pronto siente una llamada de peligro desde algún
rincón de su cabeza, que le hace volverse y observar las sombras de
su propio cuarto.”
Nota: ¡Feliz Halloween a todos! Y... Tened cuidado con lo que deseáis esta noche.
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No
hay nada cómo disfrazarse y salir por el pueblo para pedir chuches.
Claro, eso estaría bien si Seungkwan fuera un niño pequeño y no un
adolescente de catorce años. La festividad de Halloween había
perdido cierta importancia desde que ya era demasiado mayor como para
pedir chuches y demasiado joven para salir a donde quisiera con sus
amigos. Además, teniendo en cuenta que no tenía mejor plan que
quedarse acompañar a su prima pequeña por las calles del
vecindario, la cosa claramente empeoraba.
Por
fortuna, o desgracia, los niños pequeños acostumbraban a pedir
chuches antes de que se hiciera de noche, de ese modo sólo estuvo
una hora cuidando de su prima pequeña y pudo emprender su camino a
casa antes de las ocho de la noche. Pero no pensó en que no solo los
niños pequeños acostumbraban a salir aquel día.
-
¡Eh, Seungkwan!
-
¿Sengkwanie también quiere pedir chuches?
No
tuvo que volverse para saber quien le llamaba, conocía esas voces
perfectamente. Se trataba de tres chicos que solían meterse con él
en el colegio y en donde quiera que se encontraran. Así que aceleró
el paso mientras apretaba la mandíbula con rabia.
-
¿A dónde vas? - le preguntó uno de ellos.
-
Eso, no corras tanto. – añadió otro - ¿No quieres pasar un rato
con nosotros?
Frente
aquella invitación él chico intimidado respondió empezando a
correr en dirección a su hogar. Pero aquella no fue la mejor idea
que tuvo.
-
¡Cogedle! - gritó el último al tiempo que también echaba a
correr.
Media
hora más tarde se encontraba frente a la puerta de su casa, con la
ropa completamente manchada y apestando a huevo crudo. Eso
definitivamente acabó con su espíritu de fiesta, y convirtiendo de
un solo golpe a Halloween como la peor noche del año.
Nada
más llegar al recibidor cerró la puerta y se quitó la ropa con
rapidez. Después fue hacia el patio y metió sus prendas en un
barreño con agua. Y finalmente corrió hasta el baño para darse una
larga ducha. No era la primera vez que tenía que lavarse tras “pasar
un rato” con aquellos chicos, así que sabía los pasos que tenía
que seguir para no ser descubierto por sus padres. Esa noche en
especial era afortunado, ambos habían salido a cenar y sus hermanas
estarían con sus novios.
Tenía
la casa enteramente para él, así que se tomó su tiempo para
secarse, vestirse y lavar la ropa manchada. Más tarde se fue a su
habitación y se tiró sobre la cama cansado de vivir de ese modo.
Estaba exhausto de mantener aquel doloroso secreto y soportar que le
maltrataran sin razón pero, sobre todo, estaba muy cabreado.
Cabreado con ellos por ser así y con él mismo por no hacer nada ni
defenderse.
Se
acostó boca abajo, abrazando fuertemente su almohada y mordiéndose
el labio inferior para no llorar. No se merecían sus lágrimas, y
además lo último que quería era parecer aún más patético.
-
¿Por qué me hacen esto a mí? - se preguntó en voz alta -. N-nunca
les he hecho nada malo.
Verdaderamente
su único error había sido no denunciar los abusos desde que
comenzaron los insultos y las notas en su cartera llenas de amenazas.
Jamás podría haberse enfrentados a ellos, ya que le sobrepasan en
número, peso y altura, así que creyó que ignorarlos era la mejor
opción. Su único consuelo era saber que no era el único que sufría
a causa de ellos, otros niños habían corrido sus misma suerte, pero
ese último pensamiento solo le entristeció aún más y le retorció
el estómago.
-
Si pudiera, les haría pagar por las cosas que hacen cada día. -
declaró agarrando con más fuerza su almohada -. Les haría sufrir
de verdad para que vean lo que se siente.
Cerró
los ojos y se colocó boca arriba, acomodándose sobre la colcha. Al
menos tenía tiempo para relajarse antes de la llegada de sus padres,
podría estar ahí tirado sobre su cama y recobrar un poco de
tranquilidad y sosiego. Sí, que gran consuelo.
Estaba
a punto de quedarse dormido, lo supo porque notaba su cuerpo pesado y
los ojos cansados. Pero un fuerte ruido le asustó, despertándole de
su media ensoñación y haciéndole erguirse de golpe. Se encontró
helado, sus mejillas y manos estaban frías, así que se levantó de
la cama y caminó hacia el armario buscando una chaqueta.
En
ese mismo instante empezó a sentir que algo no encajaba. Estaba a
oscuras en su propio cuarto, cuando creía haber dejado la luz
encendida y, además, al abrir su armario este no crujió cómo solía
hacer cuando movía las puertas. Sin embargo pensó que era una
tontería preocuparse por eso, podría haberse ido la luz y sus
padres podrían haber engrasado o arreglado las bisagras de su
armario antes.
Entonces,
tras colocarse la chaqueta y preguntarse por qué demonios haría
tanto frío, notó una brisa proveniente de su ventana acariciar su
cara. Simplemente girando el rostro comprobó que era su ventana la
que dejaba entrar el aire gélido de la noche. Se frotó las manos y
caminó hasta ella, pero sus pasos se detuvieron al oír como unos
trozos de cristal se rompían bajo las suelas de sus zapatos.
Extrañado
bajó la mirada hasta el suelo y vió como efectivamente habían
pequeños trozos de cristal en el suelo de su habitación. Quizá era
eso lo que le había despertado, algo de cristal se había roto en su
habitación. Pero tras alzar nuevamente la mirada observó que era su
ventana la que estaba destrozada. La faltaba la parte del pasador,
parecía que alguien había golpeado esa parte para quitarla
y...poder entrar en su casa.
Rápidamente
observó a su alrededor como loco, buscando algo en aquel lugar
mientras la sangre se le helaba y se le hacía difícil respirar. No
tardó en advertir el brillo de unos ojos entre las sombras, y eso sí
que le asustó al punto de casi provocarle un infarto.
-
¿Qu-quién está ahí? - preguntó intentado no caer presa del
pánico.
Sin
embargo la extraña presencia no respondió y siguió aguardando en
la penumbra de la habitación.
-
Se lo advierto, nuestra casa tiene alarma de seguridad, así que la
policía no tardará en llegar. - declaró mientras se agachaba y
recogía uno de los trozos de vidrio del suelo -. Márchese mientras
aún puede.
Justo
entonces, oyó una grave voz reírse. Mas, aquel sonido no parecía
una risa normal, había algo en ella que le erizó los pelos del
cuerpo y le aceleró el corazón, algo siniestro y terrorífico. Fue
después de que esta terminara cuando el intruso se aproximó a la
luz mostrando su rostro y su silueta.
Era
más alto y mayor que él, quizá rondara los treinta años. Vestía
una toga con capucha completamente negra que le cubría hasta los
pies. Pero lo que más llamó la atención de Seungkwan fue el rostro
del desconocido, ya que era un hombre realmente atractivo con rasgos
caucásicos. Tenía una nariz recta y pequeña, unos labios finos y
unos ojos de color avellanados, además de una mandíbula cuadrada y
marcada. También pudo apreciar su cabello ya que un par de mechones
castaños con puntas doradas asomaban bajo la capucha.
-
¡No se acerque! - gritó con determinación mientras blandía el
trozo de vidrio frente a él -. No dudaré en defenderme con esto si
hace falta.
-
¿Alguna vez te han dicho que te vuelves muy tierno cuando estás
asustado? Todo tu cuerpo está temblando, pero aún demuestras cierto
valor al amenazarme con ese trozo de cristal roto. - dijo, claramente
complacido -. Otros en tú lugar habrían echado a correr, o se
hubieran venido abajo hace rato.
-
No estoy asustado... - respondió intentando aparentar determinación
mientras rogaba por que la ayuda no tardará en llegar.
-
Sé que lo estás, y no me gusta que intestes mentirme. - declaró el
más alto, con tono molesto -. Hace que pierdas cierto atractivo.
-
Está loco. - musitó mientras retrocedía intentando mantenerse lo
más alejado posible del intruso - ¡Márchese de una vez! La policía
vendrá enseguida y entonces...
-
Nadie va a venir, te lo aseguro, estamos solos. - dijo avanzando con
pasos lentos hacia Seungkwan, acortando el perímetro de seguridad
que este había creado -. Así que suelta eso, te puedes hacer daño.
Pero
con aquella orden solo consiguió que el más bajo aferrara el objeto
con mayor fuerza entre sus dedos y le observara aún más asustado.
-
¡He dicho que lo sueltes! - exigió con furia en la mirada, una que
podría hacer temblar hasta al hombre más aterrador del mundo.
Y,
justo tras pronunciar aquellas palabras, las manos del menor cedieron
ante los deseos del hombre. Ni siquiera el mismo Seungkwan podría
explicar que le había ocurrido, pero estaba casi seguro de que
durante un segundo perdió el control sobre su cuerpo y una fuerza
sobrehumana le obligó soltar el trozo de cristal. Aunque también
podría haber sido caso del miedo que había sentido.
-
Buen chico. - dijo el más alto mientras sonreía -. Y, ahora,
relájate no voy a hacerte daño.
Nuevamente,
y para sorpresa del mismo Seungkwan, sus piernas comenzaron a moverse
conduciéndolo junto a su cama y obligándolo a sentarse en el borde
de esta.
-
¿Quién es usted? ¿Cómo hace esto? - dijo, intentando volver a
poner su cuerpo en pié, mas sin éxito alguno ya que este había
dejado de obedecerle por completo.
-
¿De verdad quieres saberlo? - preguntó acercándose a Seungkwan,
llegando frente a él - ¿Estás seguro? - añadió mientras se
agachaba hasta colocar ambos pares de ojos a la misma altura.
De
pronto el marrón de sus ojos se volvió de un rojo oscuro, casi del
mismo color que la sangre. Y, una vez más, Seungkwan sintió su
cuerpo estremecerse, sintiéndose completamente aterrado y perdiendo
al instante la capacidad de responder.
-
Bien, debería presentarme. - dijo finalmente complacido con el nuevo
comportamiento del menor -. Puedes llamarme Vernon, o señor de las
sombras, es lo único que debería interesarte saber de momento.
Pero
Seungkwan no podía dejar de pensar que aquel sería su fin, el
hombre que estaba frente a él era un demente que se auto-proclamaba
señor de las sombras, ese tipo de gente ida era la más peligrosa.
Si al menos fuera un ladrón podría intentar razonar con él, pero
aquella noche la suerte no estaba de su lado.
-
Únicamente pensaba despertarte y así poder cobrar por el trato que
hicimos. - comentó con total naturalidad aquel desconocido -. Pero
no me imaginaba que te volverías tan violento y agresivo.
-
No he hecho ningún trato usted. - pronunció el más bajo una vez
que las palabras pudieron volver a salir con normalidad de su boca -
¡Ni siquiera le conozco!
Vernon
rió débilmente mientras pasaba una mano sobre la mejilla de
Seungkwan, acariciándola suavemente con la yema de sus dedos.
-
¿Eso crees? - dijo más tarde, dibujando con su mano la línea de la
mandíbula del menor -. Entonces no me queda otra que refrescarte la
memoria. - añadió, alzándose y quedando de pié frente a
Seungkwan.
Parecía
que iba a volver a decir algo o burlarse de él, mientras movía sus
ojos de manera ansiosa por todo el cuerpo del de cabellos castaños.
Pero Seungkwan sabía que no había hecho tratos con nadie, y menos
aún con un completo extraño, así que estaba decidido a no dejarse
engañar por aquel ser demencial.
Mas,
este no tardó ni un segundo en levantar su mano derecha para
colocarla frente a la mirada del más bajo. Y, de forma súbita, todo
a su alrededor desapareció con el sonido de un chascar de dedos.
Todo
se había oscurecido, el suelo de madera de su habitación se había
vuelto negro, aunque más justamente, ahora todo lo que le rodeaba
era eso, el color negro. Además no lograba escuchar el más mínimo
ruido, como si se encontrara en medio de la nada, pero al menos
descubrió que volvía a tener el control de su cuerpo. Del mismo
modo en el que Vernon parecía haber desaparecido, también lo habían
hecho las ataduras invisibles que antes le habían impedido moverse a
su voluntad.
Pero,
pasada la emoción de poder moverse, empezó a sentir algo frío
acariciar sus tobillos. Seungkwan bajó la vista de golpe para
encontrarse una pequeña neblina que se arrastraba por el suelo y se
extendía a lo largo de este hasta donde la vista alcanzaba. De esta
parecían querer salir unos pequeños rayos de luz blanca, pero
tristemente morían bajo el espesor del humo que los contenía.
Poco
a poco la masa de humo a sus pies empezó a crecer hasta convertirse
en una nube grisácea que se apostó frente a él, a tan solo medio
metro. En un principio se hubiera alejado de esta, pero cuando se
disponía a hacerlo escuchó su propia voz emanar desde el interior
de aquella extraña bruma.
-
"¿Por qué me hacen esto a mí? N-nunca les he hecho nada
malo."
Y,
justo entonces, bajo la humareda surgió la visión de él mismo
durante aquella misma tarde. Estaba tirado sobre la cama, abrazado a
su almohada intentando no llorar. Sí definitivamente era él, siendo
observado desde una esquina oscura de su habitación.
-
"Si pudiera, les haría pagar por las
cosas que hacen cada día. Les haría sufrir de verdad para
que vean lo que se siente."
De
pronto la imagen se oscureció y, en su lugar, apareció el rostro de
Vernon. Y, poco a poco, igualmente lo hizo el resto de su cuerpo,
como si hubiera permanecido dentro de la nube todo el tiempo. Pero
entonces miró a su alrededor y observó que, la niebla iba
desapareciendo y en su lugar volvían a aparecer las cosas de su
cuarto. Incluso la oscuridad que antes le envolvía desapareció,
devolviéndole por completo a su habitación en apenas unos segundos.
Él
volvía a estar sentado en su cama, aunque dudaba si alguna vez se
había levantado de ella realmente. Aquello se estaba convirtiendo en
un suceso cada vez más complicado y aterrador. Nada de lo que estaba
pasando tenía sentido.
-
Bien, tú pediste que ellos sufrieran y yo lo he hecho realidad. -
dijo Vernon.
-
¿Qué? ¿De qué estás hablando? - preguntó confuso -. Sólo
hablaba conmigo mismo, nunca pedí ni deseé nada en serio.
-
Pude oír tu triste corazón perfectamente, y sé que aquella
declaración iba completamente en serio. - afirmó tajantemente -. Te
vuelvo a repetir que no quiero que me mientas, Seungkwan.
Maldita
sea. Sí que lo dijo en serio, pero porque no pensaba que llegara a
cumplir su amenaza. Jamás les haría sufrir, él no era ese tipo de
persona. Pero, por otro lado, parecía que había invocado a aquella
especie de persona, y que por su culpa algo malo les había pasado a
esos tres chicos.
-
Esos chicos van a tener lo que se merecen. - concluyó con orgullo el
más alto.
Justo
en ese momento Vernon había posado una de sus manos sobre las
rodillas de Seungkwan, volviendo a agacharse junto a él. El menor
podía notar la palma de la mano contra su rodillas desnudas, saber
que estaba ahí sin bajar la mirada, pero no pudo percibir el calor
que estas solían desprender como en cualquier ser un humano.
-
Jamás volverán a molestarte, - añadió con una escalofriante
mirada - lo prometo.
Tenía
frente a él al hombre más terrorífico que jamás hubiera conocido,
pero con la apariencia de un actor de alfombra roja, elegante y
apuesto. Era totalmente desconcertante, nunca imaginó que el diablo
pudiera tener ese aspecto. Pero entonces comprendió que si aquello
no tenía ni pies ni cabeza era porque no podía estar ocurriendo de
verdad.
-
Esto no puede ser real, tiene que ser una pesadilla... - balbuceó
aún aterrado del ser que tenía a escasos centímetros de él -.
Estoy soñando, ¿verdad? Todo esto, todo lo que está pasando, es
imposible. - Seungkwan esperó unos segundos una contestación que
nunca llegó, así que siguió alegando sin control -. Es una locura.
Ellos... tienen que estar ahora en sus casas, y yo seguramente esté
durmiendo en mi cama.
-
Cree lo que quieras. - repondió Vernon, mientras volvía a ponerse
en pié con aspecto decepcionado -. De todos modos eso no cambiará
nada, yo seguiré teniendo tres almas más bajo mi poder.
-
¡No, espera! - suplicó agarrándole de un brazo, impidiendo que
este se marchara -. Es un sueño, ¿no?
Por
un momento Seungkwan creyó ver en los ojos del más alto un atisbo
de lástima, aunque bien podrían ser de regocijo ya que este no
tardó en sonreír y volverse completamente hacia él.
-
¿Quieres saber la verdad? - Seungkwan asintió al instante con
efusividad -. Está bien, te lo demostraré.
Odiaba
cuando el mayor se le acercaba y le miraba como si fuera un trozo de
carne. La boca de su estómago se cerraba y comenzaba a sentir que
perdía el equilibrio lentamente. Pero lo que más detestaba era esa
extraña fragancia que emanaba de él, una muy especiada que le
provocaba sensaciones confusas de amor y afecto.
-
Si sabes que esto es un sueño, ¿por qué no despiertas? - Ni
siquiera advirtió cuando fue que la mano de Vernon se había
apostado tras su nuca, y eso le asustaba e impedía concentrarse -.
Una vez que descubres que lo que estás viviendo no puede ser real
siempre te despertarás. Solo necesitas encontrar lo que no encaja en
tu sueño. - explicó mientras levantaba al más bajo y colocaba otra
mano en su espalda para luego susurrarle al oído -. Venga, inténtalo
Seungkwan
entonces empezó a pensar con seriedad. Si estaba soñando
definitivamente Vernon era la cosa no encajaba en él, pero por más
vueltas que le daba no conseguía despertarse. De repente el pánico
se apoderó de él, ¿todo aquello no era una pesadilla?
-
Por favor, dime que es un sueño. - suplicó mientras se encogía
bajo frío aliento del rubio.
-
Seungkwan, mírame. - pidió con extremada seriedad, y el menor no
tuvo más remedio que alzar su rostro hasta donde estaba el de
Vernon, observándole intensamente -. Podré ver las almas de los
humanos como un juego, podré arrancárselas sin sentir
remordimientos, convirtiendome el ser más frío y cruel que jamás
conozcas. - aclaró al mismo tiempo que finalmente se alejaba del más
bajo, casi aparentando estar dolido -. Pero no soy un mentiroso.
No
podía sentirse mal por aquel individuo, acababa de admitir que era
la peor persona con la que te podrías cruzar. Ni siquiera creía en
que siempre fuera sincero, pero algo en su interior se removió al
ver aquella mirada lastimosa. Tras acabar aquella declaración un
frío muro se había alzado entre ambos, helando el ambiente y la
sangre del menor de un simple golpe.
-
No estás soñando. - le aclaró.
Seungkwan
observó al mayor durante unos segundos. Parecía que no soportaba
las mentiras por alguna razón en especial, cómo si en el pasado
aquello le hubiera hecho sufrir profundamente. Pero no era una
persona no podía tener un “pasado”, era un demonio o algo peor,
esa era la única verdad.
-
Bien, ahora sólo queda que pagues por el trato, después te dejaré
en paz. - continuó una vez que recobró su antiguo aspecto
amenazante -. Un beso no estaría nada mal...
-
No te voy a dar nada, - respondió rápidamente el más bajo con
indignación - deja sus almas tranquilas y vuélvete por dónde has
venido, ¡lunático!
Se
arrepintió de haber formulado aquellas palabras en cuanto vio a
Vernon echarse sobre él y agarrarle fuertemente de la camisa
alzándole unos centímetros y acercando demasiado ambos rostros.
-
Escucha, - dijo con la mandíbula tensa - quizá no quiera hacerte
daño, pero nada me impedirá hacerlo si sigues con esa actitud. No
creas que aguantaré insultos o formas de desprecio similares, así
ten cuidado. - aclaró al tiempo que soltaba a Seungkwan y lo miraba
estupefacto -. Increíble, después de lo que hice por ti...
-
¡Yo no te pedí que hicieras nada! No tienes derecho a... - por
alguna razón el miedo que había sentido hacia Vernon al principio
había desaparecido y sentía que podía enfrentarse a él - ... A
quitarle el alma a alguien y luego ir pidiendo compensaciones. Nunca
llegamos a tener un verdadero trato, no me consultaste ni acordamos
ninguna cosa juntos, lo hiciste todo por tu cuenta.
-
Lo deseaste con toda tu alma, y eso es suficiente para crear un
acuerdo. - respondió divertido -. Mira tu pecho. - indicó con
arrogancia y superioridad.
Seungkwan
no tardó en levantar su camiseta y observar aterrado una cicatriz en
forma de cruz sobre su corazón. Pasó sus dedos sobre ella
comprobando que era de verdad y que su vista no le estaba engañando.
-
Esa marca te obliga a no echarte atrás y a pagar lo que tu deudor te
pida. - explicó orgulloso Vernon. -. Aunque no lo creas, en la
oscuridad también tenemos nuestras normas y formas de actuar
establecidas.
Por
alguna razón todo aquello parecía divertir al mayor, y eso sólo
cabreaba al más bajo. Nada de aquella situación era gracioso, tener
una cicatriz por un estúpido pacto era lo último que le faltaba
para acabar con su paciencia. Pero aún así no pensaba acceder a la
demanda de Vernon, ya encontraría la forma de ocultarla o explicar
su existencia más tarde.
-
Desparecerá cuando el trato haya terminado, pero si decides
incumplir las normas automáticamente tú alma me pertenecerá. -
pronunció este adivinando sus intenciones .
-
Tiene que haber un modo de salvar sus almas y la mía. - se dijo en
voz alta el menor.
-
¿Por qué te importan sus almas? - preguntó Vernon atónito -.
Entendería que quisieras salvar únicamente la tuya pero, ¿la de
ellos también?
-
Quería que se pusieran en mi lugar y así dejaran de meterse
conmigo. - aclaró -. Infringirles ese tipo de dolor que propones
es... Nadie merece eso por muy malo que sea.
Vernon
le observó un rato y luego caminó hasta la ventana de la
habitación. Cómo sis e estuviese pensando algo profundamente alzó
la mirada a las estrellas y luego miró nuevamente a Seungkwan.
-
Hay una manera. - dijo en un tono suave.
-
¿Qué? - preguntó el menor, queriendo asegurarse de no haber
escuchado mal.
-
Hay una forma de anular el anterior trato. - respondió con pesadez
Vernon -. Me gustan los juegos, podríamos hacer una apuesta sobre el
resultado final en uno de ellos y si ganas te concederé lo que me
pidas.
-
¿En serio? - preguntó con la emoción escapándose a través de sus
poros.
-
Pero no quiero hacerlo, estoy satisfecho con lo que tenemos ahora
entre manos. - añadió con una sonrisa.
-
¿A cambio de qué estarías dispuesto? - se apresuró a preguntar -.
Todo el mundo tiene un precio, ¿no? ¿Cuál es el tuyo? - dijo
enfocando aún mejor la pregunta - ¿Qué es lo que quieres?
Vernon
le miró con seriedad de repente como si quisiera decir algo más
pero se calló justo antes de hablar. Escondió las manos en su
espalda y volvió a mirar las estrellas mientras parecía pensar
profundamente en su respuesta.
-
Te quiero a ti, Seungkwan. - declaró al fin, caminando de vuelta
hacia él -. Pero si gano no sólo tu alma me pertenecerá, sino tu
yo entero. Me obedecerás y serás fiel solo a mí, para siempre,
¿entiendes?
-
Sí, pero, ¿y los otros chicos? - preguntó consciente del fuerte
precio a pagar - ¿Qué pasará con ellos?
-
Sus almas ya son mías, así que eso seguirá siendo así, ahora solo
estoy jugando por ti. - le informó mientras se quitaba la capucha -.
Si ganas libero las almas de esos tres idiotas, si pierdes eres mío.
Es así de simple.
Por
un momento Seungkwan pudo admirar enteramente como el cabello
semi-rubio del mayor aparecía enteramente frente a sus ojos. Le
quedaba muy bien ese color y estilo de peinado. Volvió a pensar que
era demasiado atractivo para ser un demonio que hace pactos y arranca
las almas de las personas. Si fuera un hombre normal, y sólo
únicamente en ese caso, ya se habría enamorado de él.
-
Está bien, - declaró estando conforme - ¿en qué consiste el
juego?
-
Es muy sencillo. - respondió -. ¿Conoces el juego del escondite? -
Seungkwan asintió lentamente ¿Quien en este mundo no conocía ese
juego? - Pues sólo tienes que encontrar en donde tengo escondidas
las almas de esos tres chicos. Si consigues hacerlo en menos de doce
horas habrás ganado el juego.
-
Podrían estar en cualquier lugar, - dijo indignado - incluso en la
otra punta del mundo, no es una juego justo.
-
Nada es justo en esta vida, pero te daré una pequeña pista para que
te animes a participar. - añadió mientras reía por la reacción
del menor -. Están aquí, dentro de esta isla.
-
¿Acaso no sabes lo grande que es Jeju? - volvió a preguntar
incrédulo - ¿No podrías darme otra pista?
-
Lo siento, pero no quiero. A partir de ahora estamos en diferentes
bandos. - respondió con una amplia y feliz sonrisa.
-
¿Y antes no?
-
Me duele que pienses así, yo siempre he estado de tu lado Seungkwan.
- declaró mostrando con otra sonrisa sus blancos y rectos dientes.
Parecía
que cada cosa que le decía le hacía reír, o eso o que le gustaba
hacerle rabiar. Pero era bueno, al menos no había vuelto a invadir
su espacio vital ni le había amenazado. Y eso ya era motivo de
celebración.
-
¿Qué dices? - preguntó Vernon - ¿Jugamos?
-
Sólo tengo que encontrar sus almas, escondidas en algún punto de
esta gran isla, en menos de doce horas. - masculló aún enojando el
menor -. Es una victoria segura.
-
Perfecto.
De
pronto sintió cómo si algo puntiagudo arañara su pecho y volvió a
levantar su camiseta admirando como la cicatriz que ya tenía antes
se había vuelto más gruesa e irregular. Gracias a eso no advirtió
como poco a poco el cuerpo de Vernon se alzaba a pocos centímetros
del suelo hasta que volvió a dirigir su mirada hacia él. En ese
momento el mayor parecía flotar mientras se dirigía hacia la
ventana lentamente.
-
Apresúrate, tú tiempo para buscar ha empezado. - dijo al mismo
tiempo que su cuerpo se convertía en humo desde los pies y
desaparecía evaporándose -. Por cierto, te aviso de que no suelo
jugar limpio, así que vigila tus espaldas. - advirtió con diversión
en su mirada -. Podría pasar que todo lo que conoces no te sirva
para nada y que, incluso, tu querido hogar se convirtiera en tu peor
pesadilla.
Al
instante siguiente su habitación se iluminó de golpe con la llegada
de una docena de relámpagos y truenos ensordecedores. Se suponía
que no se habían anunciado lluvias para aquella noche, pero aquello
no era una noche normal en su pueblo. Cómo bien había dicho Vernon,
el juego había empezado.
Al
menos las luces de la calle conseguían colarse a través de su
ventana e iluminar un poco su entorno. Ni siquiera era capaz de dar
un paso, le aterraba lo que pudiera estar esperándolo tras la puerta
de su habitación. Pero sabía que tampoco podía quedarse allí
eternamente.
Hizo
acopio de todo su valor para avanzar lentamente y empuñar el pomo de
su puerta y después girarlo. Esperaba encontrarse el pasillo a
oscuras, pero este había adoptado un color rojizo que brillaba en la
oscuridad. Seungkwan se detuvo en el umbral y miró a ambos lados,
poniendo especial atención en advertir el más mínimo ruido.
-
¿Hola? - preguntó con un nudo formándose en su garganta - ¿Mamá?
¿Papá? ¿Hay alguien?
Entonces
oyó tres golpes secos que provenían de la habitación de sus
padres. Se le heló la sangre nada más escucharlos, sabía que no
eran ellos, y que algo o alguien los había producido en su lugar. En
ese mismo momento decidió correr hacia la escalera que bajaba a la
primera planta y desde allí salir al exterior.
Pero,
tras dar la primera zancada, la puerta del cuarto de sus padres se
abrió de golpe y un ser ataviado de cabeza a pies con una sábana
negra y raída salió de este. Seungkwan chilló y apresuró su
huida, llegando hasta las escaleras en un suspiro y bajando los
escalones de tres en tres.
Solo
el salón le separaba de la puerta de la entrada, y de su única
salida a la calle. Pero entonces algo pasó rozando su cabeza,
sobrevolándolo por encima e interponiéndose en su trayectoria de
huida. Al parecer su perseguidor había volado desde la parte
superior de la escalera. Y ahora se encontraba a pocos metros frente
a él.
Afuera
la lluvia se hizo más copiosa y un relámpago no tardó en aparecer,
iluminando durante un corto segundo toda la estancia perfectamente.
Fue gracias a él que pudo apreciar con más detalle la apariencia de
su agresor, quien no era otra cosa que un cuerpo de un hombre muerto
en pleno estado de descomposición.
Pudo
ver claramente como este le sonreía con su boca torcida, enseñando
trozos de carne muerta y partes blancas del hueso de su mandíbula a
través de un gran agujero en la tela a la altura de sus labios. Y
justo después la oscuridad inundó la estancia con el potente sonido
de un trueno.
-
¡Ahhhh! - gritó sin poder contenerse.
Estaba
muerto de miedo así que se volvió a ciegas, puesto que el relámpago
le había cegado, e intentó huir hasta la cocina. Lo que más tarde
consideró una completa estupidez, ya que acababa de acorralarse así
mismo. El atacante no tardó en hacer su aparición bajo el marco de
la puerta de la cocina mientras reía triunfante. Finalmente los ojos
de Seungkwan se habían vuelto a acostumbrar a la oscuridad y podía
ver un poco más.
En
ese momento acertó a descubrir los utensilios de cocina a su lado y,
de entre ellos, agarró un cuchillo largo y afilado sin pestañear.
Ahora ya no se sentía tan indefenso, podía defenderse del cadáver.
Así que lo empuñó con fuerza y dio un paso al frente,
desconcertando a su perseguidor, quien dejó de sonreír al instante.
Algo
en el interior de Seungkwan había empezado a arder, una voluntad y
valentía que nunca antes había sentido. Aún temblaba y sentía un
temor horrible hacia aquella asquerosa presencia, pero estaba cansado
de ser un cobarde y que le asustaran. La rabia y frustración se
habían convertido en agallas, y su determinación parecía iluminar
el lugar mientras miraba amenazantemente al intruso.
De
un momento a otro se abalanzó sobre el encapuchado y este salió
corriendo de allí, cruzando el salón y llegando hasta la puerta de
la entrada principal. Pareció dudar un momento de si abrir la puerta
y conseguir escapar, pero justo cuando Seungkwan iba a darle alcance
con el cuchillo en ristre, este finalmente giró el pomo y salió
bajo la lluvia.
Lo
que Seungkwan nunca se imaginó era que el cadáver empezase a
descomponerse y derretirse bajo la tormenta. Como si no fuera más
que una estatuilla de tierra y barro. Este hecho le desconcertó y la
imagen aterradora de ese ser gritando mientras desaparecía diluirse
con la lluvia consiguió grabarse a fuego en su cabeza. Mierda, luego
tendría pesadillas con eso.
Una
vez que el ser asqueroso desapareció dudó de si salir al exterior
sería una buena idea, por si corría la misma suerte, pero
rápidamente volvió a escuchar ruidos a su espalda procedentes del
interior de su hogar y bastantes similares a los que ya había oído
hacía poco. Así que cogió un paraguas que había junto a la
entrada y contuvo el aliento mientras traspasaba la entrada de su
casa.
Se
aseguró de cerrar la puerta y emprender su camino lo más rápido
posible, algo le decía que si se quedaba quieto mucho tiempo otro
monstruo surgiría de entre las sombras.
El
problema ahora era que no sabía que dirección tomar. Seungkwan miró
a ambos lados de la calle, que permanecía desierta y silenciosa, y
le sobrecogió otro pensamiento aun peor. Estaba solo.
Todo
el pueblo parecía haberse convertido en una ciudad fantasma.
Comprobó con sorpresa que algunos coches estaban en medio de la
calzada y se acercó a ellos con suma precaución. Algunos tenían
las llaves puestas, parecía cómo si el tiempo se hubiera detenido y
estos siguieran en un momento del espacio tiempo en particular.
Echando
un vistazo al resto de la calle apreció como un par de casas tenían
la puerta de la entrada abierta o las ventanas. Al parecer desde el
momento que había empezado el juego todo el lugar se había parado y
todas las personas habían desaparecido al mismo tiempo.
Era
como estar en un tablero de ajedrez vacío y él fuera la única ficha
en movimiento. Pero si tenía que moverse y buscar por toda la isla
necesitaría el transporte público. Suspiró cansado y siguió
caminando por la carretera mientras buscaba una señal que le
indicara que debía hacer, por donde debería empezar a buscar.
Maldijo
para sus adentros a Vernon y apresuró el paso hasta encontrarse una
casa con las luces encendidas. Sin pensarlo se escondió tras un
coche mal aparcado sobre la acera y observó con atención.
Unos
segundos más tarde vio pasar una sombra frente a la ventana de el
salón y poco después las luces se apagaron. Seungkwan volvió a
ponerse en guardia, esperando otro monstruo o fantasma, pero nada de
eso apareció ante sus ojos.
Una
chica, una chica alta y de pelo semi-rizado acababa de abandonar la
casa con los brazos llenos de bolsas y unas cuantas latas de
refresco. Esperó un rato hasta que la vió caminar a paso rápido
hasta el coche tras el que él se escondía, hasta que los ojos de
ambos conectaron.
La
muchacha se detuvo de repente, como si estuviera sorprendida de
encontrar a alguien allí. Seungkwan se levantó y alejó lentamente
del vehículo levantando las manos en señal de paz.
La
chica por su lado avanzó con cautela hasta abrir la puerta de los
asientos traseros y dejó todo lo que cargaba sobre estos. Luego
volvió a encarar a Seungkwan con mirada firme y permaneció bajo la
lluvia hasta que la espera resultó insoportable.
-
¿Quién eres? - preguntó el chico.
-
¿Y por qué debería responder a eso? - al parecer ella desconfiaba
de él también.
-
¿Por qué estás aquí? - volvió a formular Seungkwan.
-
Estoy jugando, ¿y tú? - dijo entonces, mostrándose más
cooperativa.
-
También. - respondió él.
-
¿Cuánto tiempo te queda? - preguntó la chica.
-
Doce horas. - dijo consultando su reloj de pulsera -. Bueno, once y
media.
-
¿Te ha dado una pista y algo que buscar?
-
Sí tengo que encontrar tres almas en especial, y la pista es que
están en la isla.
-
No es una gran ventaja... - comentó entonces, algo más cómoda -.
Yo tengo que encontrar varias almas también. Pero sólo me quedan
tres horas así que...
Esta
se metió en el coche ante la asombrada mirada de Seungkwan y arrancó
el motor con rapidez. Aparentaba su misma edad, pero parecía
disponerse a manejar el vehículo sin ninguna preocupación.
Justo
entonces Seungkwan cayó en que era justo lo que necesitaba. Sabía
conducir, y además se encontraba en la misma situación que él, y
puede que también tuviera algo de información de interés con ella.
Pero, sobre todo, la idea de permanecer sólo le producía pavor, así
se colocó frente al capó con ardiente determinación.
-
Podríamos trabajar juntos. - propuso alzando un poco la voz para que
pudiera oírle perfectamente.
-
¿Por qué? - respondió ella asomando la cabeza por la ventanilla -.
A lo mejor no están escondidos juntos.
-
O a lo mejor sí, y además nos protegeríamos mucho mejor estando
unidos. - razonó Seungkwan dispuesto a no dejarla marchar.
Ella
le observó un rato antes de suspirar y morderse el labio con
ansiedad y preocupación.
-
Esta bien, - declaró finalmente - no me queda mucho tiempo, ¿subes
o no?
-
Gracias.
No
tardó en correr hasta la puerta del copiloto y meterse dentro del
coche, entonces la muchacha finalmente puso en marcha el vehículo,
conduciendo por la acera y parte del arcén.
-
Soy Seungkwan. - dijo intentando aligerar el ambiente - ¿y tú?
-
Llámame Somi.
El
muchacho se sorprendió de que esta tuviera un nombre coreano ya que
parecía portar rasgos occidentales, pelo ligeramente rizado, ojos
grandes y nariz alargada. Pero supuso que tendría algún padre
extranjero.
-
Y... ¿Cuál es tu pista? - preguntó mientras observaba cómo salían
del pueblo y se dirigían a la carretera costera.
-
"Busca en las sombras". - declaró con sequedad -. Lo que
no es una mierda teniendo en cuenta que es de noche. Me dió
veinticuatro horas, y llevo de pueblo en pueblo desde hace entonces.
Pero sigo sin encontrar nada, bueno exceptuándote a ti claro.
Seungkwan
sonrió levemente mientras reflexionaba sobre aquella nueva
información. Ciertamente lo más lógico era que siendo Vernon el
“señor de las sombras” tuviera escondidas las almas en su propio
territorio. Pero sombras había en todos lados, así que también era
un asco de pista.
-
¿Y por qué almas estás jugando? - decidió preguntar para pasar
conocer más a su nueva compañera.
-
Por mi familia. - respondió ella mientras agarraba con mayor fuerza
el volante.
-
Oh... - eso si que era malo, debía de estar sufriendo mucho por
ellos - Lo siento, ¿qué pasó?
Si
él ya estaba preocupado por si no llegaba a poder salvar a esos tres
imbéciles no se podía imaginar lo que estaría pasando ella. En
cierto modo se compadecía por que tuviera que cargar con semejante
responsabilidad.
-
Preferiría no contártelo.
-
Vale, lo entiendo – temía haber metido la pata, aunque ella no
había sonado molesta - perdona.
-
¿Y tú qué? - preguntó Somi esta vez, mirándole cortamente - ¿Qué
almas estás buscando?
-
Las de unos compañeros de clase. - explicó un poco avergonzado -.
Se metían mucho conmigo, así que deseé que sufrieran.
Durante
un momento bajó la mirada esperando que ser juzgado bajo la mirada
de la muchacha, pero ella no dijo nada y siguió conduciendo en
silencio durante unos segundos.
-
No es tan horrible. - opinó regalándole una sonrisa calmada
-
¿En serio? - preguntó confuso.
Por
su culpa a tres chicos se le habían arrebatado las almas, y si
perdía el juego él mismo correría una suerte aún peor. Así que
sí, se había convertido en una persona horrible de la noche a la
mañana. Pero entonces observó atentamente a Somi y se preguntó
cómo su familia podría haber llegado a perder sus almas.
-
Si te hacían daño es normal que quisieras devolvérsela. Yo en tu
lugar habría pensado igual o peor. - afirmó intentando
reconfortarle -. No eres una mala persona.
Seungkwan
volvió a mirarla durante un rato hasta que una idea golpeó su
mente, una muy disparatada y absurda. Así que intentó alejar y
enfocar su atención en ver como sorteaban los vehículos que habían
quedado detenidos en medio de la carretera.
-
Gracias, tú tampoco lo pareces Somi. - comentó mostrándole una
sonrisa sincera.
Somi
no respondió nada pero agradeció el comentario con un gesto de
cabeza y siguió enfocada en la conducción.
-
¿Y... a dónde vamos? - preguntó un poco más cómodo Seungkwan.
-
Camino de Aewol, allí suele estar nublado casi todo el año. –
explicó Somi con aspecto cansado -. Si tienes una idea mejor...
-
No, Aewol está bien. - determinó este -. Pero pareces algo cansada,
¿no has dormido nada desde que empezaste el juego verdad? - Somi
asintió frotándose los ojos y bostezando -. Pues si me enseñas
cómo manejar este coche podría seguir conduciendo yo mientras
descansas un poco.
No
fue difícil convencerla, es más, ella misma le agradeció su
ofrecimiento. Tan sólo necesitaron unos diez minutos de enseñanzas
rápidas, como arrancar, meter las marchas, frenar y acelerar.
Seungkwan ya había montado en los coches de choque en las ferias,
así que tenía cierta destreza al volante y podía esquivar los
vehículos sin problemas.
Además,
Somi le entregó un mapa para que no se perdiera en los cruces
y desvíos, de modo que el resto sólo dependía de él.
Intercambiaron lugares y, durante una hora y cuarto, Seungkwan se
encargó de dirigirlos por el camino correcto. Somi se despertó de
repente diciendo que tenía hambre, así que cogió unos aperitivos
de los asientos traseros y los fue compartiendo con Seungkwan
mientras hablaban.
Habían
encontrado un gusto común, la música. Y ambos no tardaron en
estrechar aún más su relación. También Seungkwan descubrió que
Somi no era tan callada como había aparentado en un principio, ahora
se reía tras cada comentario gracioso de hacía el chico. Luego
volvieron a cambiar sitios y fue Somi la que continuó conduciendo
hasta que finalmente llegaron a Aewol.
Rápidamente
empezaron a buscar por las calles, en los bares y hoteles. Incluso se
acercaron al muelle y a la playa rocosa que había junto a él. Pero
resultó ser una pérdida de tiempo. Allí no había nada o por lo
menos ellos no lograban dar con nada. Ambos se encontraban frustrados
y con los pies doloridos por correr de un lado a otro. Así que se
sentaron cinco minutos frente a su coche intentando recobrar fuerzas
para poder seguir.
- Me alegra tenerte a mi lado, creo que nunca he estado tan a gusto con nadie en toda mi vida.. - comentó de repente la chica mientras se mordía el labio con nerviosismo.
Seungkwan
le sonrió agradecido y le pasó la mano por la espalda intentando
fortalecer su ánimo, que parecía ir evaporándose conforme el
tiempo pasaba. Somi era dulce y muy guapa, así que dudaba que fuera
la mejor persona con la que se hubiera encontrado, pero agradecía el
halago.
-
¿Sabes? Mi madre...me abandonó con cuatro años. - confesó de
repente petrificando al chico -. Solo sabía que era Americana, y que
decidió volver con su familia un día. Nunca quiso tenerme, pero
tampoco podía pagar un aborto así que...cuando se cansó de
cuidarme se marchó. -
Su
voz se había quebrado varias veces mientras hablaba, y Seungkwan
estaba casi seguro de que en cualquier momento se echaría a llorar.
Ya había visto eso otras muchas veces con sus hermanas.
-
No hace falta que me lo cuentes si te duele recordarlo.
-
Está bien, ya lo asumí hace mucho tiempo. - dijo ella bajando la
mirada a sus pies -. Lo que vino después fue peor. Mi padre decía
que me parecía mucho a ella, que compartíamos muchos rasgos y...
por eso se vengó de ella conmigo. Según él todo era mi culpa.
-
Somi...
-
Recuerdo que una vez casi perdí la vista cuando me golpeó con su
cinturón en la cara. - a Seungkwan le hacía sentir mal oír todo
eso, pero le dolía aún más que ella lo hubiera sufrido, ambos
habían sido maltratados así que podía entenderla -. A veces me
encerraba durante horas o días, la última vez fueron tres días sin
comida ni agua. Pero una vecina se dió cuenta de que no asistí al
colegio ni salía de casa durante ese tiempo. Tras tres años
finalmente las autoridades irrumpieron en casa y me alejaron de mi
padre. Una semana más tarde empecé a vivir en un orfanato. Solo
tenía siete años pero ya entonces supe que nunca saldría de allí.
En
ese instante Somi se echó a llorar y Seungkwan no tardó en rodearla
con sus brazos en un fuerte y cálido abrazo. Se encargó de
reconfortarla, de decirle que todo ya estaba bien y que a partir de
entonces siempre le tendría a él, que nunca más estaría sola. Una
vez que consiguió relajarse siguió hablando, aunque permaneció
envuelta en los brazos de Seungkwan.
-
Nadie quería adoptarme, todas las parejas querían niños con rasgos
asiáticos, que realmente pudieran parecer hijos suyos. Pero eso no
me preocupaba, durante estos años había conseguido recopilar
información de mi madre y hace pocos días logré encontrar su
dirección y unos pocos datos personales.
Él
no paró de acariciarle el pelo en ningún momento, esperando
pacientemente a que ella continuara a su ritmo la historia.
-
Se había casado con otro hombre y... tenían una hija. - dijo casi
sin aliento -. Se llama Sophie.
Entonces
Somi escapó de su abrazo y se pasó las manos por los ojos limpiando
los restos de lágrimas que aún le quedaban en estos. Después
escondió el rostro entre sus manos y continuó hablando.
-
Cómo ya habrás imaginado, mi familia entera ha sido vendida al
diablo porque tras aquello deseé que se murieran. Todos los que
formen parte de mi "familia" morirán en un par de horas si
no consigo ganar el juego. - reveló con la voz rota de dolor -.
Todos, incluida Sophie.
Seungkwan
sintió su corazón sobrecogerse. Sí que se había planteado la
posibilidad de que Somi hubiera metido a su familia en un trato con
Vernon pero quiso no creerlo. Aunque, ahora que conocía sus razones
tampoco podía culparla o juzgarla, había pasado por mucho y lo
único que hizo mal fue desearlo con toda su alma.
-
A los señores de las sombras les encantas las almas blancas y puras,
y ella es una chica buena y dulce. Así que me fue difícil hacer un
nuevo trato, no quería arriesgarse a perder su alma. - explicó
angustiada mientras las lágrimas empezaban a gotear por su barbilla
-. Si no consigo ganar, no solo mi existencia le pertenecerá, sino
que mi hermana pequeña morirá por mi culpa.
-
No es culpa tuya, no tenías ni idea de que un loco con poderes
aparecería y se tomaría la justicia por su mano. - respondió
Seungkwan intentando exculparla.
-
No lo entiendes Seungkwan, lo deseé. - insistió la chica -. Deseé
que se murieran con toda mi corazón.
-
Está bien, eso no importa. - alegó quitándole las manos de la cara
y descubriendo su rostro lloroso y atormentado -. Lo que cuenta es
que estás intentando arreglarlo y que ya no piensas así.
-
Eres demasiado bueno. - dijo mostrando una triste sonrisa.
Seungkwan
le devolvió la sonrisa y con cuidado le fue limpiado la cara con las
palmas de sus manos. Somi era muy guapa y verla de ese modo le
frustaba, una chica con una personalidad tan dulce jamás debería
estar así. Cuando terminó le colocó un mechón de pelo tras la
oreja y le acarició la mejilla con cariño.
-
Me alegra tanto haberte conocido... - declaró ella volviendo a
sonreír - ...Seungkwan, me gustas...
Jamás
se hubiera imaginado que Somi se le acercaría y que prácticamente
juntaría sus labios. Sin embargo aquello estaba ocurriendo
realmente, durante un momento su cuerpo se congeló y no supo si
apartarse y herir sus sentimientos o recibir un beso que no deseaba.
Pero, junto cuando sus bocas estaban a menos de un centímetro un
resplandor rojizo en los ojos de Somi encendió la señal de alarma
en la mente de Seungkwan. Su propio cuerpo reaccionó apartándose en
el último segundo, y poniendo un par de metros de distancia entre
ambos.
-
¿Qu-qué ocurre? - preguntó la chica claramente contrariada
-
¿Cómo sabías que hay más de un señor se las sombras y que le
gustan las almas puras? - preguntó de golpe recordando aquel hecho
–. Vernon no pudo habértelo dicho, es decir, ¿por qué te lo
contaría? Desde luego a mi no me mencionó nada acerca de su mundo.
Quería
de veras no desconfiar de ella, pero desde que empezó a hablar Somi
no se movió ni dijo siquiera una palabra para intentar demostrar que
estaba equivocado.
-
Además, no hay ningún orfanato aquí en Jeju, están todos
repartidos en la península. - no sabía cómo no había caído en
eso antes, haber olvidado algo así era imperdonable - ¿Por qué has
llegado hasta aquí para empezar a buscar? No hay personas, por lo
tanto no hay vuelos.
De
pronto se asustó de la conclusión a la que había llegado. Ya que
aquello significaba que Somi no era real, y si ella no existía ¿con
quién había pasado casi cuatro horas? No tuvo que esperar mucho
para conocer la respuesta, frente a sus ojos el cuerpo que había
pertenecido a Somi se estaba convirtiendo en humo y en su lugar había
aparecido otro que ya conocía bien.
-
Eres un chico listo y perspicaz. - habló con franqueza Vernon -
¿Cuándo te diste cuenta?
-
Tus ojos, se volvieron rojos durante un instante. - explicó mientras
miraba con recelo al recién llegado, o transformado, según se
mirase -. Y también lo hicieron cuando nos conocimos en mi
habitación.
-
Es una lástima, me gustaba poder pasar tiempo contigo. - declaró
mientras se levantaba del suelo y sacudía su túnica negra -.
Supongo que ahora ya no querrás seguir viajando a mi lado.
-
Me has estado llevando hacia el lado contrario ¿verdad? - nuevamente
volvió a darse cuenta de lo estúpido que había sido, su error le
podía costar muy caro -. Querías alejarme todo lo posible del
verdadero lugar.
-
Tú decidiste subirte al coche, en ningún momento te obligué. - en
ese momento Seungkwan se odió y odió a Vernon por haber jugado con
él y sus decisiones -. No puedo interferir de esa forma en el juego,
sino no tendrías ninguna probabilidad de ganar y la apuesta no sería
válida.
-
Y me imagino que esa probabilidad es prácticamente inexistente. -
dijo el menor con la sangre latiéndole con fuerza en las sienes.
-
Quiero ganar a toda costa, - declaró cómo si aquello fuese la cosa
más normal del mundo - es lógico que en mi juego tenga ventaja.
-
Bien, - ya había tenido suficiente, no necesitaba quedarse a charlar
durante más tiempo, de momento sólo quería perder de vista al más
alto - ya nos veremos en la meta. Diría que ha sido un placer volver
a verte pero no te gustan las mentiras, ¿cierto?
Seungkwan
no tardó en rodear el coche y abrir la puerta del conductor para
meterse dentro. Las llaves seguían puestas en el contacto, y el
vehículo seguía teniendo suficiente combustible para continuar su
camino.
-
Este no será el último obstáculo que te encontrarás, y conforme
avance el tiempo los desafíos se harán más difíciles. - le
advirtió Vernon acercándose hasta la ventanilla.
-
Entonces no tengo tiempo que perder. - afirmó con una amarga sonrisa
el menor mientras arrancaba el coche y giraba ciento ochenta grados
para volver sobre sus pasos.
Por
culpa de Vernon había perdido casi la mitad del tiempo que disponía.
Pero al menos ahora sabía en que dirección retomar su camino.
Cuando hubo recorrido varios kilómetros se detuvo y se puso a pensar
en qué haría a continuación. Aún llevaba el mapa consigo así que
lo desplegó sobre el salpicadero y lo examinó con detalle. Con un
dedo fue dibujando la trayectoria que habían realizado comenzando
desde Aewol hasta volver a Jeju, y siguió arrastrando la yema sin
cambiar la dirección hasta pasar por encima de otros muchos pueblos.
Bien,
tendría que visitarlos todos si quería encontrar sus almas, era eso
o rendirse allí mismo. Pero estaba cabreado como nunca, y en sus
planes no cabía la opción dejar ganar tan fácilmente a Vernon. Así
que arrojó el mapa al asiento del conductor, se abrochó el cinturón
de seguridad y, cogiendo aire, arrancó nuevamente el motor.
Sin
embargo no tardó en corroborar la veracidad de las palabras de
Vernon. Durante el trayecto se encontró zombies, fantasmas e incluso
diría que atropelló a un hombre lobo. En ese momento se preguntó
si Vernon era un ser del mal competente, o si tenía cierto cliché
sobre los tópicos de Halloween.
Pero
al fin, y tras muchas horas al volante, consiguió sobrepasar la
ciudad de Jeju y empezar a visitar otras muchas. Pero su plan no era
tan bueno como le pareció en un principio. Habían demasiados
pueblos y no podía perder el tiempo buscando en todos ellos. Así
que se detuvo a comer algo y a pensar una optativa mejor.
Y
entonces volvió a pensar en las palabras de Vernon. Definitivamente
las almas tenían que estar en la isla, sino el trato no sería
justo y por tanto no tendría validez. De igual modo “buscar en las
sombras” tenía sentido, si el fuera Vernon escondería las almas
en un lugar que él conociese bien. Un lugar lleno de oscuridad y
sombras uno en el que jamás pueda entrar la luz natural...
De
pronto la solución vino a su cabeza como le hubieran golpeado con
esta. El lugar perfecto para esconderlas tenía que ser oscuro,
terrorífico y, por qué no, grande para que fuera difícil buscar en
él. Y solo había una cosa que reuniera todos esos atributos en
aquella isla. Una maldita cueva.
Por
suerte conocía que, casualmente, coincidía con el camino que había
trazado en el mapa. Dando un grito de júbilo y creyendo haber
encontrado el escondite de Vernon se apresuró a ponerse en marcha.
Puesto que, a pesar de haber dado con el lugar idóneo, había
perdido demasiado tiempo gracias a no haberse sentado a pensar mucho
antes. Y aún le quedaban dos horas para llegar a su destino, la
cueva
de Manjanggul.
Rezó
para no equivocarse mientras pisaba el acelerador y consultaba el
reloj. Tenía el tiempo justo para poder llegar hasta ella y solo
dispondría de un margen de treinta minutos para buscar en el
interior. Afortunadamente no necesitó tomar ningún desvío y el
camino era casi totalmente resto, salvando el final del trayecto.
Lo
único que no pudo prever fue que no podría llegar con el coche
hasta la puerta de la cueva, había un camino peatonal llegados a la
parada de autobuses, que debía recorrer a pié. Sin pensarlo saltó
del coche y comenzó a correr hasta que empezó a darle flato y tuvo
que aminorar la marcha considerablemente. Pero aun sí consiguió
llegar con buen tiempo frente a la taquilla.
Entonces
bajó corriendo la escalera de madera que descendía hasta la entrada
a la cueva, y una vez allí cogió una de las linternas que habían
preparadas junto al servicio de información. Probó a encenderla y
esta funcionó casi al instante. Así que se apresuró a entrar sin
más preámbulos. Le quedaba menos de media hora para conseguir ganar
el juego y los nervios empezaban a producirle un severo malestar.
Nunca antes había sufrido ansiedad y ahora prácticamente no podía
controlar el temblor de brazos y piernas.
Como
era de esperar, el interior de la cueva parecía la boca del lobo,
era oscura y tenebrosa incluso desde el exterior. Se fijó te tenía
una larga red de iluminado que permanecía apagada, y tuvo que
aceptar que no tenía tiempo para buscar la fuente de alimentación y
encenderla. De modo que suspiró profundamente y encendió la
linterna mientras avanzaba a grandes pasos hacia el interior del
túnel de lava.
No
había leído los folletos que se repartían en la entrada, pero
sabía de oídas que esa cueva en especial tenía cerca de un
kilómetro transitable para los turistas, y eso le preocupaba. Porque
podían haber otros muchos cientos de metros sin abrir al público, o
incluso kilómetros y Vernon seguramente hubiera elegido el final del
túnel como escondite perfecto.
Al
principio caminó a paso rápido, pero viendo la longevidad del túnel
decidió empezar a correr y salvar tiempo, pero no le sirvió de
mucho. De repente su linterna empezó a parpadear, anunciando el
final de su vida y Seungkwan empezó a creer que no lo conseguiría.
Rezaba porque aquella luz le acompañara más tiempo suplicando en su
mente: "Solo un poco más por favor, aguanta un poco más".
Pero
por más que corriera y acelerara su marcha no conseguía llegar a
ningún lado. Se preocupó de encontrarse en un bucle espacial, y de
que Vernon siguiera engañando sus ojos y sentidos. Así que sin
miramientos arrancó una estalagmita del suelo y fue arrastrando la
punta de esta por toda la pared de la cueva mientras reanudaba su
carrera.
Así
continuó durante un par de minutos hasta que el aliento y las
fuerzas empezaron a abandonarle. Pero al menos gracias a su idea de
rayar la pared había descubierto que no se encontraba en un bucle,
sino en un túnel demasiado largo. El oxígeno era escaso a la
profundidad a la que se encontraba, y empezaba a dolerle la cabeza y
a picarle la garganta.
Pero
no se detuvo, siguió avanzando sin descanso hasta encontrarse un
nuevo problema: una intersección. A partir de entonces el camino de
dividía en dos ramales y Seungkwan maldijo por lo bajo, porque no
tenía tiempo para volver al principio si se equivocaba de camino.
Uno de ellos tenía una escarpada caída de tres metros y estaba
delimitado por unas tiras cruzadas de papel color rojo que ponían
"No cruzar", mientras el otro continuaba recto.
No
quería arriesgar su pellejo bajando una pendiente tosca y rocosa que
podía no llevarle a ningún lado frente a continuar sin problemas
caminando a salvo de romperse la cabeza. Pero entonces el parpadeo de
su linterna se hizo más repetitivo y de pronto todo se volvió
oscuro.
Iba
a gritar de rabia y frustración cuando se percató de que podía ver
una escasa y casi imperceptible luz crepitar por el desvió más
peligroso. Con cuidado se asomó a la entrada de este y entrecerró
los ojos intentando comprobar que no había sido una ilusión. Y,
ciertamente, podía ver una lejana luz anaranjada que, incluso,
iluminaba hasta la entrada de la brecha descendente.
Sabía
que era una trampa. No había forma de que hubiera luz a la
profundidad a la que se encontraba y menos aún oxígeno que pudiera
alimentar una llama, pero no podía escoger el otro camino. Así que
dejó la linterna en el suelo para liberar sus manos y guardó el
trozo de roca que aún conservaba en el bolsillo de su pantalón para
tener algo con qué defenderse si se encontraba con otro monstruo. Ya
había visto un par de murciélagos y podía esperar tropezarse con
un vampiro conociendo los gustos de Vernon.
De
un solo movimiento quitó las bandas de prohibición y, agarrándose
con todas sus fuerzas a los picudos salientes de la cueva empezó a
descender. Notó como en algunos tramos la piel de sus manos acababa
arañada y cortada bajo las afiladas rocas, pero aún así no dejó
de sujetarse con fuerza a las rocas hasta que sus pies finalmente
pisaron un suelo menos inclinado.
Entonces
pudo seguir descendiendo simplemente pasando sus manos por una de las
paredes, para evitar resbalarse y acabar bajando el resto del camino
rodando. Echó una última mirada a su reloj, usando aquella luz
anaranjada y vio que solo le quedaban diez minutos para encontrar
las almas y que el juego acabase.
Pero
al mismo tiempo notó que la luz era ya más intensa, así que
decidió no pensar en ello ya que no le quedaba mucho para llegar a
la fuente luminosa. Se sorprendió al comprobar que la cuesta
terminaba a unos pocos pasos y que frente a él ya podía ver una
pequeña gruta aparecer a pocos metros de donde estaba. En realidad
solo era un espacio de aproximadamente unos cuatro metros cuadrados,
que se estrechaba hacia arriba hasta formar una especie de cuña o
triángulo. Mas, podía estar de pié sin tener que agachar la
cabeza, y eso lo agradeció enormemente.
Pero
lo que realmente le llamó la atención fue encontrar una pequeña
hoguera en mitad de la guarida que parecía alimentarse de la roca
viva emitiendo largas llamas anaranjadas que danzaban como pequeñas
lenguas de fuego. No fue hasta que alzó la vista de la lumbre que
advirtió algo extraño moverse al otro lado de esta. Con cuidado
posó su mano sobre el bulto de su bolsillo, en donde escondía la
roca, y fue rodeando la hoguera lentamente. Ya estaba preparado para
defenderse ante cualquier amenaza pero en su lugar encontró algo aún
menos esperado.
-
¡Oh Dios! - exclamó una vez que acabó frente a la pared del fondo.
Se
encontró a tres sombras negras que parecían retorcerse bajo la
luminosidad que provenía la hoguera. Incluso pudo distinguir unas
especies de bocas en la parte superior de cada una, que se abrían
ampliamente, como si estuvieran gritando.
Esas
eran las almas que tenía que buscar, sin lugar a dudas. Las había
encontrado, ¡finalmente las había encontrado! Se puso como loco de
alegría mientras sus ojos se llenaban de lágrimas. Respiró
aliviado y esperó unos segundos a que Vernon se presentara o el
juego acabara, para nada de eso sucedió.
-
¡He ganado Vernon! - gritó convencido de su éxito - ¡Las he
encontrado! ¡He ganado el juego!
-
Lo sé, - dijo una voz a sus espaldas - las has encontrado y ahora
pueden ser libres.
Seungkwan
se volvió hacia la entrada de la gruta y encontró a un Vernon con
aspecto serio observándole. Con un simple gesto de su mano hizo que
la hoguera desapareciera, convirtiéndola en humo que no tardó en
disiparse en el aire. Acto seguido el resto de las luces de la cueva
volvieron a encenderse, incluso en aquella gruta alguien había
colocado unas lámparas en el suelo. Así que siguió viendo
perfectamente.
-
Ellas se van, - dijo dando un paso adelante - pero tú te quedas.
No
tuvo tiempo de preguntar qué quería decir con aquella declaración,
justo en ese instante oyó unos gritos y un frío aire pasar a su
lado. Sus ojos pudieron observar como aquellas sombras se arrastraban
rápidamente por las paredes hacia el exterior, abandonando en pocos
segundos la gruta.
-
El trato era que si ganabas el juego les devolvería sus almas, pero
no dijiste nada acerca de la tuya.
-
No lo entiendo. - consiguió articular Seungkwan confundido con
aquella declaración -. Mi alma no era tuya, solo lo sería si
perdía.
-
No quisiste darme un beso, no pagaste el anterior trato y por tanto
tú alma pasa a ser mía.
Justo
en ese momento notó como si el peso de todo el mundo se cerniese
sobre él y la ilusión que había sentido hacía unos pocos
instantes se evaporase con cada palabra que pronunciaba el mayor.
Había olvidado pagar el anterior trato, lo había pasado
completamente por alto. Había arriesgado todo por liberar las almas
de aquellos imbéciles y en consecuencia él había acabado atrapado.
-
Tranquilo, no es tu alma lo que más ansío. - le informó el más
alto – Ya te lo dije antes, te quiero a ti enteramente. Seungkwan,
ven conmigo a las sombras. - pidió con una sonrisa mientras daba un
paso hacia él.
- No, arráncame el alma si quieres, pero no voy a ningún sitio
contigo. - respondió el otro alejándose de él - .No confío en ti,
dijiste que jamás me mentirías, pero todo este tiempo me has estado
engañando. - a Vernon se le borró la sonrisa de repente y volvió a
mostrar un aspecto serio -. Toda esa historia que te inventaste...
¿Somi? Que yo recuerde tu nombre siempre fue Vernon.
-
Nunca mencioné que fuera una chica ni que mi nombre fuera Somi, sólo
dije que podías llamarme así. - aclaró intentando excusarse -. Lo
que te conté es lo que me ocurrió hace muchos años, no te he
ocultado mi pasado y mis sentimientos... ¿Acaso no es eso lo más
importante? La apariencia que tuviera es lo de menos.
Seungkwan
negó con la cabeza y se dispuso a huir, pero de pronto su cuerpo
dejó de moverse hacia donde él quería y en su lugar se dirigió
hacia el mayor. Vernon había vuelto a usar sus extraños poderes
para controlarle, lo notaba dirigir todos sus nervios y músculos
hasta que finalmente ambos quedaron a apenas medio metro el uno del
otro.
-
Te quiero Seungkwan, y quiero estar contigo para siempre. - declaró
agarrándole de una de las muñecas suavemente.
-
No me gustas Vernon, así que déjame ir.- respondió el más bajo,
aún con tono enojado.
- ¡Nunca! ¡Ya eres mío! - contestó el otro alterándose ante la
negativa del menor, pero volvió a calmarse rápidamente tras unos
segundos -. Si es por mi aspecto puedo volver a ser Somi. – dijo
con tono desesperado mientras su cuerpo volvía a cambiar hasta
convertirse en aquella muchacha tímida y dulce que Seungkwan creyó
conocer - ¿Te gusto así? Dime que es lo que quieres que sea y lo
seré.
Definitivamente
Vernon se había obsesionado con él, y no había forma humana de
deshacerse de aquella magia que le dominaba. Iba a tener que
obligarse a seguirle, pero sabía que el mayor lo haría si fuera
necesario. Lo arrastraría con él a las tinieblas y jamás podría
volver. Pero entonces recayó en un peso que colgaba de uno de los
bolsillos de su pantalón. Quizá aún tuviera una última
oportunidad de escapar.
-
A mí, me gustabas más antes... - anunció dirigiendo la mirada a
los ojos del más alto e intentando sonar convincente.
-
¿Cómo que antes? - preguntó Vernon.
-
Verás... - Seungkwan sonrió en su interior, al parecer había
encontrado la debilidad del demonio -. Me gustan más... "ellos"
que "ellas".
Vernon
sonrió tras comprender aquella declaración y volvió a cambiar su
aspecto hasta convertirlo en el hombre que el más bajo se había
encontrado en su habitación hacía aproximadamente doce horas.
-
Bien, entonces es perfecto. - respondió mientras sonreía y tiraba
de Seungkwan hacia la hoguera que había vuelto a brotar junto a
ellos.
-
¡Pero...! - añadió este intentando lograr su objetivo -. Es
extraño si estoy con alguien que parece tan mayor... Me gustaría
que fueras más joven, mi chico perfecto sería joven dulce y tierno.
-
No hay problema. - declaró el mayor mientras su cuerpo volvía a
cambiar y se volvía un adolescente de la misma edad que Seungkwan -
¿Así mejor?
-
Mucho mejor, - respondió este mientras notaba como la magia en su
cuerpo iba perdiendo fuerza – estás muy guapo.
No
tardó en ver como los ojos de Vernon se volvieron de color rojo y
entonces comprobó que podía moverse nuevamente. Sin desperdiciar ni
un instante se abalanzó sobre él y besó sus labios con ansiedad.
Aprovechando el desconcierto de este, Seungkwan también metió la
mano en su bolsillo y sacó la piedra, golpeando con fuerza la cabeza
de Vernon una vez que este los alejó su rostro del de Seungkwan.
No
perdió el tiempo y empujó el pecho de Vernon hacia las llamas
mientras echaba a correr hacia la salida. Solo recayó en que debía
haberle producido una grave herida al mayor cuando vió su mano
cubierta de sangre al empezar a escalar la empinada rampa que le
llevaría a su libertad.
Se
preguntaba si le habría provocado un golpe lo suficientemente fuerte
cómo para llegar a salvo al exterior, pero entonces, justo cuando
corría llegó a la cima escuchó un potente aullido de dolor y
rabia.
-
¡Seungkwan!
Ese
fue el último estímulo que necesito para correr sin descanso a
través del túnel. Sentía la presencia de Vernon tras él y eso le
animó a acalerar aún más su carrera, incluso por encima de los
límites que habría creído posibles para él.
-
¡Vuelve aquí! - exigió la potente voz de Vernon no muy lejos de él
- ¡Sabes que no podrás escapar!
- ¡Aléjate de mi! - pidió girando el rostro para comprobar a qué distancia se encontraba su perseguidor.
Pero
aquello fue un error, no pudo advertir que había una barandilla con
un puente metálico a pocos metros. Lo último que sintió fue un
fuerte golpe en su abdomen, producto del choque con la baranda y como
de un momento a otro sus pies dejaron de tocar suelo. Al abrir los
ojos se encontró cayendo hacia un abismo rocoso a cámara lenta.
-
¡Seungkwan no...! - justo entonces sus ojos advirtieron una sombra
oscura y de ojos rojos cernirse sobre él - ¡¡¡Seungkwan!!!
-
¡Ahhhhhh!
Con
un fuerte golpe sonando en sus oídos y algo similar a una sirena
Seungkwan cerró los ojos. Y cuando notó algo chocar contra su
espalda los volvió a abrir. Pero sólo vió a su habitación
perfectamente iluminada. Aún tenía el corazón acelerado, y estaba
sudando copiosamente, pero al mirarse la manos comprobó que estaban
limpias y que no tenían sangre.
-
¿Pero qué...? - dijo girándose y mirando la hora en su despertador
- ¿Me he quedado dormido?
Eran
apenas la nueve y media de la noche, pero el se sentía tremendamente
cansado. Poco a poco iba olvidando que era lo que había estado
soñando, solo recordaba más claramente que estaba cayendo y una
cosa negra y terrorífica le perseguía. Entonces sonó el timbre de
la entrada y Seungkwan se levantó confuso de su cama.
No
tardó en bajar las escaleras y abrir la puerta, pero se preguntaba
quien llamaría a su casa a aquellas horas.
-
¡Truco o trato! - dijeron los niños frente a su puerta.
-
Oh, caramelos... - había olvidado completamente que noche era hoy,
por raro que pareciese - Aquí tenéis, feliz Halloween. - dijo
entregando unos pocos caramelos a los chiquillos.
Entonces
vio el coche de sus padres aparcado en la entrada y a ellos
acercarse caminando hasta la entrada riendo y hablando hasta que
repararon en él.
-
¿Ya estás aquí Seungkwan? - preguntaron ambos con sorpresa -.
Creíamos que volverías más tarde.
-
Me manché la ropa, así que vine a cambiarme. - respondió
intentando sonar indiferente - ¿Qué tal la cena?
Por
desgracia ya había recordado todo lo que había sucedido hacía unas
horas, pero al menos parecía que ya no le dolía tanto haber sido
maltratado por esos chicos. Se ve que el descanso había tenido un
fuerte efecto positivo en él. Incluso esa noche consiguió descansar
y dormir plácidamente. Tanto que a la mañana siguiente ni le costó
levantarse para ir al colegio.
Se
sentía extraño volver a clase. Incluso creía notar cierta ilusión
con idea, algo raro ya que nunca había sentido aprecio o afecto por
el colegio. Pero se alegraba de estar nuevamente en él. No tardó en
caminar hasta su clase y llamar a la puerta con una sonrisa brotado
de sus finos labios. No tuvo que esperar mucho hasta recibir el
permiso del profesor para pasar, y rápidamente caminó hacia este,
colocándose frente al resto de alumnos.
-
Chicos, durante un tiempo tendremos con nosotros a un nuevo
estudiante. - anunció el docente mientras pedía atención -. Viene
desde Nueva York así que espero que seáis amables con él y le
ayudéis a integrarse cómodamente en la clase. - añadió tras que
todos los chicos se hubieran callado -. Por favor preséntate.
-
Hola, me llamo Hansol y mi familia y yo nos hemos mudado a Corea
recientemente. - dijo el nuevo muchacho adormando aquella
presentación con su mejor sonrisa -. Em...bueno...encantado de
conoceros.
-
Bien siéntate donde quieras, vamos a comenzar la clase. - indicó el
profesor.
El
muchacho asintió mientras caminaba entre los pupitres, dirigiéndose
hacia uno en especial. El chico que estaba a su lado no le había
quitado la mirada de encima desde que entró y eso le hacía sentir
orgulloso y complacido. Al parecer había acertado al elegir su nuevo
aspecto.
-
Perdona, ¿está ocupado? - le preguntó amablemente.
-
N-no. - respondió velozmente el otro -. Soy Seungkwan, por cierto. -
dijo tras unos segundos, que al recién llegado le parecieron eternos
-. Nacido y criado aquí, en Jeju.
-
Encantado de conocerte, Seungkwan. - contestó Hansol mientras se
pasaba la mano por el pelo aparentando timidez.
Y,
con un solo vistazo comprobó que Seungkwan ya había caído bajo su
encanto. Al final había sido buena idea borrar la memoria de
Seungkwan, ahora tendría una nueva oportunidad de entrar en su
corazón. Y cuando lo consiguiera quizá le devolviera su memoria,
una vez que ambos llegaran al mundo de las sombras. Lo que nunca le
contaría sería que había salvado al menor de aquella fatal caída
terminando el juego antes de tiempo y renunciando a su alma.
Como
era de esperar Seungkwan y él congeniaron muy bien y pasaron el día
entero juntos. E incluso almorzaron en la misma mesa, el mayor le
presentó a un par de amigos y le enseñó el centro, además de
ofrecerse a compartir sus libros con él durante las clases. Aquello
no podía ir mejor, pero aún así quedaba un último cabo por atar.
-
¿Dónde está el baño? - preguntó Hansol cuando las clases
acabaron.
-
Espera, te acompaño. - de dijo el mayor con amabilidad.
Seungkwan
le condujo hasta el baño de la primera planta, justo el sitio que
Vernon había esperado. Nada más abrir la puerta ambos chicos se
encontraron a tres estudiantes mayores que ellos sentados en los
lavabos que les miraron con sorpresa.
-
Anda, pero si es Seungkwan y... ¿Un chico nuevo? - dijo uno con
aspecto alegre.
-
Hola, me llamo Hansol y me he mudado aquí recientemente. - se
presentó dando un paso adelante y colocándose frente a ellos -
¿También sois amigos de Seungkwan?
En
ese momento hizo recordar a esos chicos lo que habían vivido hacía
apenas unas horas con una sola mirada. Y comprobó que lo había
hecho bien cuando todos se quedaron helados y sus rostros
palidecieron en tan solo un momento.
-
Vámonos. - ordenó uno mientras todos se ponían en pié y
abandonaban el cuarto de baño.
-
Parecen tímidos. - comentó volviéndose frente a Seungkwan quien no
creía posible que esos chicos hubieran huido despavoridos sin razón
- ¿Me esperas aquí?
-
Sí, claro. - dijo aún extrañado pero agradecido.
En
general esa mañana había sido productiva, había estrechado lazos
con Seungkwan y ahora esos chicos no volverían a molestarle más.
Ahora sólo quedaba esperar hasta que el mayor se enamorara de él.
Pero tenía algo planeado para acelerar el proceso.
-
Por cierto, ¿juegas a algo? - preguntó Hansol mientras ambos salían
de la escuela
-
Tengo varios juegos en casa, pero no los uso mucho. - contestó tras
pensar un rato - ¿Y tú?
-
Oh... A mi me encanta jugar... - declaró el de cabellos rizados
mostrando una bonita sonrisa.
Seungkwan
asintió como si intentara grabarse aquella información en la
memoria, y Hansol no pudo evitar sonreír ante aquel acto tan tierno.
Seungkwan era adorable y divertido, pero lo que más le gustaba era
su alma pura, algo poco común en un chico de casi quince años.
-
Entonces podrías venir una tarde a mi casa, - comentó el mayor al
tiempo que ambos llegaban a la salida - si quieres más adelante.
-
Estaría genial. - aceptó mientras se regocijaba al pensar en lo
pronto que Seungkwan estaría nuevamente junto a él.
De
pronto el más alto se le quedó mirando con el ceño fruncido, y con
extrañeza en la mirada. Hansol se alarmó al recordar que Seungkwan
había puesto esa misma expresión cuando descubrió que no era una
chica.
-
¿Qué pasa? - preguntó con cautela.
-
N-no, nada, creía haber visto un reflejo rojizo en tus ojos. -
respondió pausadamente el más alto.
- Será por la luz. - sugirió mostrándose seguro y confiado, Seungkwan había olvidado todo lo ocurrido, no había forma de que acordara de nada.
Pero
el cuerpo del mayor si que recordaba esos ojos rojos y lo que
significaban, mandando una señal de peligro a su cabeza casi de
inmediato.
-
Sí... - respondió Seungkwan en un tono enigmático -. Será eso...
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