domingo, 24 de julio de 2016

(KaiXing) The wood between the worlds -Mini serial- Capítulo 1


Notas: aquí tenéis la primera parte de este mini serial. No os asustéis mucho si veis que no tiene mucho que ver con el Prólogo al principio, en cuanto avancéis la lectura le encontraréis a todo sentido (?) Espero.

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First Part
Meeting


            Un muchacho de cabello castaño y de piel dorada por el sol observaba con la mirada perdida a través de la ventana la pequeña parte del campus de su universidad que se podía ver. Se trataba de un jardincito no demasiado grande que se encontraba en uno de los muchos patios internos y externos del lugar. No había más que un seto bordeando los caminos empedrados que te guiaban de un sitio a otro dentro de la universidad, un par de bancos de madera para aquellos que necesitasen un lugar para descansar los pies, algunas flores de diferentes tonos que le daban un toque de color y, que en aquella época del año estaban preciosas, y unos cuantos árboles con las hojas de un tono verde esmeralda que el chico jamás había logrado identificar… y eso que ya llevaba tres años estudiando en aquella universidad.

            A pesar de que no había nadie en aquel pequeño patio interior, Jongin encontraba mucho más interesante aquella vista a través del cristal que atender a la clase de presentación del profesor que, en aquellos momentos, se estaba afanando en escribir en la pizarra miles de palabras sueltas a la vez que iba filosofando sobre qué es lo que iban a hacer durante ese semestre en su asignatura. El chico ya había cursado la primera parte de la materia el año anterior y sabía, porque aquel hombre lo había comentado antes de las vacaciones de primavera, en qué aspectos se iban a centrar y qué iban a dejar de ver porque todo lo que aparecía reflejado en el programa oficial era imposible de dar.

            Jongin suspiró. Esperaba que aquel primer día de clases terminase pronto para poder irse a casa lo más rápido posible y aprovechar la tarde libre para pisar el estudio de danza. Se había apuntado a aquel lugar cuando apenas levantaba un palmo del suelo y había seguido asistiendo a aquellas clases de ballet durante toda su adolescencia, pero desde que había comenzado su vida en la universidad apenas podía ir al pequeño estudio porque esta le consumía prácticamente todo su tiempo libre. Sin embargo, en las vacaciones entre semestres y los primeros días de clase, cuando apenas tenía cosas que hacer, el chico se pasaba las horas y las horas en una de las salas, primero recordando cómo se movía su cuerpo y después, sintiendo la música como parte de su ser y moviéndose al ritmo que esta le marcaba.

            El ruido de las sillas arrastrándose y de los papeles siendo recogidos, fue lo que sacó al chico de su ensimismamiento y se giró hacia la clase, viendo que la explicación del hombre por fin había finalizado y ya eran libres de volver a sus casas. Jongin tardó apenas unas milésimas de segundo en coger sus cosas, levantarse de la silla en la que había estado sentado durante el tiempo que había durado la clase y salir del lugar siguiendo a sus compañeros. El chico recorrió los pasillos de su facultad en busca de la salida principal, por la cual saldría al exterior, atravesando la mayor parte del campus, y llegando así a la parada del autobús que lo dejaría más cerca del estudio de danza. No iba a pasarse siquiera por su piso porque, de todas formas, se había llevado la bolsa de deporte en la que siempre guardaba la ropa con la que bailaba a clase, así que iría directamente desde la universidad.

            Cuando Jongin llegó a la parada del autobús, vio cómo el que tenía que tomar doblaba la esquina del final de la calle, yéndose lejos de su alcance. Tendría que esperar a que pasase el siguiente y eso le daba unos quince minutos más o menos en los que no podía hacer nada más que mirarles las caras a los chicos que esperaban por sus respectivos autobuses, levantar su mirada hacia el cielo —cosa que descartaba porque el sol estaba en su cénit y si lo hacía se quedaría medio ciego durante algunos horribles momentos— o mirar su teléfono móvil por si le habían mandado algún mensaje. Durante las clases solía no tocarlo mucho porque se distraía con lo más mínimo y luego los apuntes era algo que no podía ir mendigando.

            Se encontró con varios mensajes en la aplicación y fue abriendo las conversaciones una por una, leyendo su contenido. El primer mensaje que apareció ante su vista era de su madre y en este le decía que si en algún momento necesitaba cualquier cosa, que no dudara en pasarse por casa. Jongin torció el gesto. Siempre había intentado pasar el menor tiempo en aquel lugar porque sentía que no encajaba dentro de su familia y, en cuanto comenzó su vida universitaria, aprovechando la excusa de que quería aprender a valerse por sí mismo, los convenció de alquilar un piso en el que vivir a pesar de que sus padres vivían también en la ciudad, aunque en un lugar más alejado de su universidad. El chico contestó con un escueto «Vale, mamá» y entró en la sala de chat que mantenía con su amigo Sehun.

            Minutos más tarde, Jongin guardaba su tarjeta en la cartera después de haberla pasado por el detector del bus y haber abonado el importe del billete. El chico buscó con la mirada dentro del prácticamente vacío vehículo un sitio en el que sentarse, descubriendo que la tercera fila, contando desde el fondo a la izquierda, el asiento junto a la ventanilla, estaba libre. No sabía por qué, pero aquel sitio le gustaba y siempre que no estaba ocupado se sentaba en él. Quizás era porque desde aquel lugar podía observar el tráfico siempre congestionado de la ciudad, ver avanzar a los coches lentamente como si se tratasen de tortugas de colores era algo que lo distraía (o quizás se debía a que había pasado demasiadas horas de su vida viendo aquella serie americana llamada The Big Bang Theory y se le habían pegado las extrañas manías de su protagonista). Jongin no lo sabía con seguridad, pero aquel asiento le gustaba, le daba mejores vibraciones que los demás, aunque eso fuera una tontería.

            Mirando a través de la ventanilla, el trayecto se le hizo demasiado corto al chico y, cuando vio la farmacia que se encontraba en la esquina, cerca de donde estaba la parada del bus más cercana al estudio, Jongin pulsó el botón y se levantó, esperando de pie junto a la puerta a que el vehículo se detuviera para poder salir y dirigirse a sus clases de ballet con la profesora Song.

★☆★

            La noche se cernía ya sobre la ciudad de Seúl cuando Jongin finalmente salió del estudio de danza tras pasarse allí toda la tarde, alejándose de todas las preocupaciones y dedicándose simplemente a hacer aquello que tanto le gustaba. El chico se despidió agitando su mano de la profesora Song antes de cerrar la puerta del local y encaminarse hacia la parada del autobús de la línea que lo llevaría hasta el piso que compartía con su amigo Sehun. Su vivienda no se encontraba muy lejos de allí, a unas pocas manzanas, pero cuando terminaba de bailar Jongin no se sentía la mayoría de los músculos de su cuerpo y no se arriesgaba a tomar la opción de caminar hasta casa y quedarse a mitad de camino sin poder moverse. Además, a aquellas horas de la noche, ya no había demasiada gente por la calle porque la hora de volver a casa tras el trabajo o las clases ya había pasado hacía un buen rato y nunca había sido partidario de caminar en la oscuridad porque siempre le había tenido un poco de respeto —o miedo más bien— a hacerlo.

            Una vez en la parada no tuvo que esperar más que dos minutos a que llegara su línea y se montó en el bus. Al igual que en las calles, donde no había prácticamente ni un alma, el autobús también estaba casi vacío, a excepción de él mismo, el conductor y un chico que se encontraba sentado en el asiento que a Jongin le gustaba ocupar. Este hizo un leve puchero por aquello, pero luego avanzó como si nada hacia el asiento de la misma fila, pero del lado derecho. Allí no tenía las mismas vistas, pero no podía levantar al otro muchacho de aquel sitio solo por un pequeño caprichito.

            Jongin giró su rostro hacia la ventanilla para ver la ciudad llena de luces del otro lado del cristal, pero al hacerlo, se dio cuenta de que lo que veía con mayor claridad era el interior del autobús. Aprovechó que el otro pasajero parecía estar metido en su propio mundo para observarlo de una forma que él creía bastante disimulada— a través del cristal que se había convertido en una especie de espejo. El chico parecía no ser mucho más mayor que él, quizá un par de años, o tres a lo sumo, y la piel de su rostro era clara, en contraste con la suya, que era bastante morena. Su pelo era de color oscuro y lo llevaba algo largo, enmarcando su rostro y cayendo hasta el final de su cuello. Desde su posición, Jongin no podía observar más allá de un perfil de nariz recta y un labio inferior más grueso que el superior, pero podía asegurar que el chico tenía rasgos asiáticos, porque sus ojos parecían tener forma almendrada.

            En ese momento, el chico volvió su rostro hacia él y sus miradas se encontraron, haciendo que Jongin contuviera el aliento de pronto ante aquel iris de color azul intenso que le estaba devolviendo la mirada y se quedó atrapado en aquel mar de pacíficas aguas, saliendo solo de su ensimismamiento cuando el otro se levantó del asiento, todavía con su mirada clavada en él, y caminó hasta donde este se encontraba, quedándose a unos pocos centímetros de su cuerpo y agarrándose a la barra que se encontraba por encima de sus cabezas para no perder el equilibrio.

            —Me alegra haberte encontrado, Kai —dijo, con una voz suave, pero con un acento muy marcado que lo señalaba como alguien extranjero.

            Jongin giró su cabeza hacia él lentamente, con el corazón latiendo a un ritmo bastante acelerado y clavó su mirada en los ajenos ojos azules, esta vez sin la distorsión del cristal de por medio. Abrió la boca para decirle que él no era Kai, que su nombre era Jongin, Kim Jongin, pero lo que salió de sus labios fue un sonido rasposo que lo hizo carraspear para que su voz fuera normal y no algo de ultratumba.

            —Yo… —murmuró—, creo que te equivocas…

            Vio cómo el chico abrió su boca para contestarle algo, pero Jongin sintió la imperiosa necesidad de salir cuanto antes de aquel lugar, aunque no sabía exactamente por qué se sentía de aquella manera y, antes de que el otro pudiera decir nada más, ya se había levantado de su asiento, pulsado el botón para solicitar que el autobús se parase en la siguiente parada y caminado hacia una de las puertas. Notó como tras unos segundos, el chico caminó hacia él, pero en ese momento, el bus se detuvo y Jongin atravesó las puertas como una exhalación, pisando la acera y echando a correr en dirección a su piso, aunque este estaba todavía un poco lejos.

            El chico no miró hacia atrás en ningún momento y no se detuvo hasta que ante él se encontraron las puertas de metal y cristal que daban acceso a su edificio. Jongin no sabía por qué había huido de aquella forma del desconocido, pero, de alguna manera, sentía que había hecho lo correcto.

★☆★

            A la mañana siguiente, Jongin se había calmado del todo, después de una noche de sueños pacíficos que no recordaba. Ya se había olvidado de la sensación que le había provocado aquel chico de ojos azules en el autobús y estaba dispuesto a seguir con su vida como si aquel encuentro jamás hubiera tenido lugar.

            El chico salió de su habitación y fue a la cocina para prepararse algo de comer antes de salir hacia la facultad. Todavía estaba bastante adormilado y tenía los ojos medio cerrados, pero se conocía ya aquel piso como si fuera la palma de su mano, así que, si no había nada por medio, podía llegar perfectamente hacia donde se dirigía (lo único que tenía que hacer era seguir el largo pasillo, pasar tres puertas y tomar la cuarta a la izquierda). Sin embargo, cuando llegó al descansillo de la entrada, Jongin no giró a la izquierda, si no a la derecha, y entró en el salón. En su campo de visión apareció algo que no debía haber estado sobre el sofá, un bulto envuelto en mantas, y el chico se forzó a abrir los ojos para ver lo que era.

            En cuanto pudo enfocar su vista y descubrir la identidad del bulto, Jongin volvió sobre sus pasos hasta la segunda puerta, contando desde su habitación, y la abrió de golpe, dejando que esta rebotase contra la pared y que, con el ruido, despertase al ocupante de la cama.

            —Hum… ummm… ¿qué pasa? —la cabeza de Gwangsoo, su compañero de piso, apareció entre las sábanas, mirando de un lado a otro, desubicado.

            —¿Por qué está ella en el salón otra vez? —cuestionó Jongin.

            Estaba un poco enfadado, quizás, bastante enfadado. Habían llegado al acuerdo de que si iban a llevarse invitados al piso primero lo tenían que avisar a los demás y luego debían estar todos de acuerdo en que no pasaba nada porque se quedara alguien durante un par de días, y sin embargo, ella pasaba allí mucho más tiempo que cualquiera de las tres personas que estaban pagando el alquiler (Jongin había llegado a pensar a veces incluso que estaba compartiendo piso con tres personas en lugar de con dos, como debía ser).

            —¿Ella? —preguntó el chico, refregándose los ojos en un intento de abrirlos y poder ver a Jongin en la entrada de su habitación—. Oh. Mi hermana —recordó.

            —Sí, ella —afirmó el moreno, apoyando su mano en el marco de la puerta.

            —Anoche perdió el último tren y no podía dejar que se quedara en la calle —respondió. Gwangsoo se levantó de la cama, cogió su teléfono móvil y, tras mirar la hora agregó—: Voy a despertarla ahora mismo para que se vaya, sus clases no tardarán en empezar.

            —Gracias —murmuró Jongin, apartándose de la puerta para que su compañero de piso saliera al pasillo—, y que no se vuelva a repetir.

            —Seguro.

            Jongin vio cómo Gwangsoo caminaba en calzoncillos por el piso, cojeando levemente porque seguro que se le habría quedado una de las piernas dormidas y rascándose la cabeza y luego se giró hacia el otro lado del pasillo justo cuando la otra puerta se abría y por ella salía un despeinado Sehun, con cara de querer matar a la persona que lo había despertado. El chico le sonrió, pero su amigo siguió con aquella cara de malas pulgas.

            —¿Por qué hay problemas tan temprano? —preguntó con la voz más ronca y grave de lo habitual.

            —Tu cuñada está durmiendo otra vez en el sofá —respondió Jongin.

            —¿Gayoung se ha vuelto a quedar? —el mayor de los dos sonrió y aquella sonrisa hizo que Sehun rememorara las palabras que acababan de ser dichas. Cuando se dio cuenta de lo que había pasado comenzó a hablar rápidamente—. ¿Qué? Gayoung no es mi cuñada.

            —Lo que tú digas —rió Jongin, echando a andar hacia la cocina para prepararse de una buena vez el desayuno.

            —No lo es —negó de nuevo, siguiéndolo por el pasillo—. Para eso yo tendría que tener una relación con Gwangsoo… y no la tengo —murmuró al final.

            Justo cuando ambos chicos llegaron a la pequeña entradita del piso, Gwangsoo y Gayoung salían del salón. La chica estaba protestando en un tono de voz bastante fuerte que todavía tenía mucho sueño y que no quería ir ese día a clase, pero en cuanto vio a Jongin se quedó en silencio y sus mejillas comenzaron a tornarse de color rosado.

            —Buenos días, oppa —lo saludó.

            Su tono bajó bastantes decibelios y en su rostro apareció una sonrisa tímida. La chica relajó su cuerpo y Gwangsoo aprovechó el momento para abrir la puerta y empujarla fuera del piso.

            —Corre o llegarás tarde a clase —le dijo.

            Gayoung le sacó la lengua a su hermano y luego se despidió con la mano de Jongin, antes de que la puerta le fuera cerrada en las narices. Gwangsoo se disculpó con una mirada y Jongin aceptó sus disculpas, adentrándose por fin en la cocina. Lo último que vio antes de cerrar la puerta para poder abrir el frigorífico y sacar un cartón de leche fue cómo sus dos compañeros se daban un exagerado abrazo para darse los buenos días. El chico negó repetidamente con la cabeza. El día que aquellos dos por fin confirmaran que estaban saliendo juntos sería un día de fiesta nacional.

★☆★

            El suelo que Jongin pisaba era yermo y seco, con cada paso que daba levantaba un poco de polvo que se elevaba en el ambiente ya de por sí cargado. Al chico le costaba respirar sin que el polvo se introdujera en sus vías respiratorias y tampoco podía ver con claridad un par de metros más allá de su cuerpo porque todo se volvía borroso a aquella corta distancia por toda la arena que había en suspensión. Se estaba agobiando bastante en aquel ambiente porque no sabía dónde se encontraba ni cómo podía salir de allí. A su alrededor no estaba oscuro, un sol cercano brillaba en lo alto del cielo haciendo que la temperatura fuera bastante alta y, que junto con la arena, se le secara la garganta, pero Jongin no podía abrir los ojos y sentía cómo si la oscuridad se cerniera sobre él, cada vez más y más… hasta que abrió los ojos profiriendo un grito desgarrador.

            Jongin se despertó con la garganta seca y con el corazón latiéndole a un ritmo acelerado, miró a su alrededor y descubrió que se encontraba solo en el aula en la que tenía algunas de las clases durante aquel semestre. Al ver que no estaba en ningún lugar extraño, sino que solo se había quedado dormido y había tenido un sueño un poco agobiante se sintió un poco más calmado y seguro. Después de normalizar el ritmo de su corazón, el chico se levantó de su asiento, recogió sus cosas y salió de la vacía clase antes de que se volviera a llenar de alumnos de otra asignatura. Jongin no recordaba cuándo se había quedado dormido pero lo había tenido que hacer nada más empezar la asignatura, porque no recordaba nada de la materia que se tenía que haber impartido en la clase de aquel día.

            Los pasillos de la facultad estaban bastante transitados, aunque todavía se podía avanzar por ellos con relativa normalidad, a la hora del almuerzo eran prácticamente intransitables, y Jongin caminó a través de ellos, siguiendo a la marea de gente sin prestar atención realmente a donde se dirigía. Tenía la cabeza en varias partes a la vez, aunque el extraño sueño que había tenido hacía unos momentos ocupaba la mayor parte de la funcionalidad de su cerebro. ¿Qué sería aquel lugar? ¿Dónde se encontraría? ¿Era real o simplemente algo que su no tan desbordante imaginación se había inventado mientras soñaba? Jongin estaba bastante confuso por ello, por eso no se dio cuenta de que, muy cerca de él, se encontraba el extraño chico de ojos azules que hacía unos días lo había abordado en el autobús y del que prácticamente había huido.

            Una de las arcadas hacia los jardines interiores de la facultad se abrió a la derecha del chico y este decidió que lo mejor que podía hacer era sentarse unos momentos en alguno de los bancos, bajo la sombra de los árboles y los edificios que lo rodeaban, para despejar un poco su mente antes de volver a entrar en clase, quizás, incluso, se saltaría la siguiente hora para poder afrontar mejor el resto del día porque se sentía muy inquieto interiormente en aquellos momentos. Jongin se sentó en el primer banco libre que encontró y luego apoyó sus manos en la piedra para poder echarse hacia atrás y mirar al cielo, parcialmente cubierto por las nubes, mientras estiraba un poco sus largas piernas. El chico cerró los ojos e inspiró hondo, intentando que en sus fosas nasales se adentrara el olor del pequeño pedacito de naturaleza que lo rodeaba.

            Estaba tan metido en su mundo, tan alejado de la realidad, que no se dio cuenta de que la persona que lo había estado siguiendo sin que se percatara con anterioridad, caminó hasta donde se encontraba y se sentó a su lado en el banco. Jongin no se dio cuenta de nada de esto hasta que no sintió una mano cálida contra su hombro, en ese momento, abrió sus ojos, encontrándose lo primero aquellos iris azul intenso que lo miraban con fijeza y seriedad, como si tuviera algo importante que decir. El corazón del moreno comenzó a latir rápidamente dentro de su pecho sin que este pudiera hacer nada para evitarlo, al igual que tampoco podía evitar perderse en aquellos ojos azules.

            —Kai —lo llamó, con voz suave, tal y como lo había hecho la anterior vez—. Debes escuchar lo que tengo que decirte, es algo importante, así que no huyas —mientras hablaba, había movido su mano desde el hombro de Jongin hasta su muslo izquierdo, intentando llamar su atención de aquella forma y retenerlo también—. Kai… he venido a por ti…

            Jongin no lo dejó hablar más, no quería escuchar nada más, sentía que su cerebro iba a estallar si escuchaba una palabra más salir de aquellos labios agrietados. Por eso, simplemente se levantó, haciendo caso omiso a la presión de la mano ajena en su muslo y salió corriendo, alejándose de él. El chico se adentró de nuevo en los pasillos de la universidad y se mimetizó entre la marea de estudiantes para que, si el otro lo seguía, no pudiera encontrarlo de nuevo.

            “¿Quién es? ¿Qué quiere de mí?” se preguntaba Jongin mientras avanzaba “¿Por qué me llama Kai? ¿Por qué me persigue?” el chico acabó encerrándose en uno de los cubículos de uno de los baños de la planta baja “¿Por qué quiere llevarme con él?”

            Jongin sabía que si quería que sus preguntas tuvieran una respuesta no debía haber huido de aquel muchacho de ojos azules, pero su cuerpo seguía mandándole aquellas confusas señales que le decían que no escuchara, que se alejara de él, que pusiera tierra de por medio y que no mirara atrás ni una sola vez porque si no sería su perdición.

            “¿Por qué?”

★☆★

            La música por fin se detuvo y los dos cuerpos que hasta hacía unos momentos se habían estado moviendo a su ritmo se dejaron caer hasta quedar sentados en el suelo, agotados físicamente. No había más ruido en la sala cubierta de espejos en tres de sus cuatro paredes que el de sus agitadas respiraciones hasta que unos rápidos aplausos se dejaron escuchar procedentes de la puerta y Jongin alzó la cabeza para encontrarse con la profesora Qian allí, con una sonrisa satisfecha en su rostro. La mujer les había enseñado cuando llegaron a aquel lugar cómo debían moverse y les recomendó que practicaran bailes ya hechos en un primer momento para después comenzar a pensar en sus propias coreografías, ella había visto de primera mano la evolución que Sehun y él habían sufrido en sus bailes y parecía más que satisfecha con esta.

            —Lo hacéis genial, chicos —alabó—. Ya casi alcanzáis mi nivel y eso significa que si queréis, podéis comenzar a dar clases aquí.

            —Gracias —dijeron los dos a la vez.

            —Me voy con los más peques, aquí veo que ya no se me necesita —comentó antes de irse de la sala, cerrando la puerta tras ella.

            —¿Dar clases aquí? —escuchó Jongin decir a su amigo—. Nunca me lo había planteado —el chico se giró hacia él, mostrando una gran sonrisa en su cansado rostro—, pero no parece mala idea.

            —No lo es —murmuró el moreno, coincidiendo en su opinión.

            Sehun se levantó del suelo con gran esfuerzo, como si tuviera más de ochenta años, y luego caminó hacia donde se encontraba su mochila para coger algo de ella. Jongin lo siguió con la mirada a través del espejo, por lo que, cuando el chico gritó, no se asustó porque más o menos se lo esperaba al ver la reacción que había aparecido en su rostro milésimas de segundo antes.

            —¿Qué pasa? —le cuestionó.

            —Que había quedado con Gwangsoo hace media hora —respondió—. Maldita sea —el chico comenzó a teclear rápidamente en su teléfono mientras Jongin se levantaba e iba hacia él—. Le he dicho que mejor venga para acá, así nos da tiempo a ducharnos, ¿quieres venir con nosotros al cine?

            —No —se rehusó Jongin—. Prefiero no aguaros la cita, ya sabes, tres son multitud.

            —Idiota —Sehun le sacó la lengua y luego se dirigió a las duchas. Negando con la cabeza, Jongin cogió sus cosas y lo siguió.

            Varios minutos más tarde, ambos se encontraban algo más presentables de aspecto en la puerta del local, esperando a que llegara su compañero de piso. Sehun lo negaba siempre que hacía alusión a algo de aquello, pero estaba más que claro para Jongin que sus dos compañeros estaban saliendo juntos, no había más que fijarse en ellos cuando estaban juntos y separados. En esos momentos, Sehun no paraba de mirar el móvil con una sonrisa de estúpido enamorado mientras iba anunciando cada dos por tres cuánto le quedaba a Gwangsoo para llegar a por él.

            Jongin no le estaba prestando atención a nada más que al cielo, que lentamente se iba tiñendo de color anaranjado, por eso no se dio cuenta de que el chico del que había huido en dos ocasiones se acercaba a él hasta que lo tuvo prácticamente invadiendo su espacio personal. Cuando lo vio, solo pudo dar un respingo y agarrarse al brazo de Sehun, que lo miró como si estuviera loco.

            —¿Qué haces Nini? —cuestionó, luego pareció ver al chico de ojos azules que se les había acercado y se inclinó para hablarle al oído—. ¿Lo conoces?

            —Lo he visto un par de veces… —murmuró Jongin.

            —Necesito hablar contigo —dijo el otro, con voz autoritaria—. Es importante.

            —Uy, uy… parece que hay algo que no me has contado —susurró Sehun, insinuando cosas que no eran pero que Jongin no podía desmentir en aquellos momentos, no cuando se estaba perdiendo lentamente en el mar azul de los ojos del desconocido—. Ve con él y arregla las cosas.

            Jongin sintió un pequeño empujoncito en su espalda y acabó siendo separado del cuerpo de su amigo, quedando más cerca del extraño que de este. El chico intentó escapar de nuevo, pero una mano lo agarró por la muñeca, apretando fuertemente para que no pudiera salir corriendo de nuevo ni aunque forcejeara con él. Jongin tragó saliva al verse acorralado y abandonado por su amigo, que caminaba en la otra dirección alejándose de él y acercándose a Gwangsoo, que acababa de aparecer por el lugar. No tenía escapatoria alguna y sabía que la única forma que tenía para salir de aquello era escuchar de una buena vez por todas lo que el desconocido tenía que decirle.

            —¿Qué quieres de mí? —le preguntó.

            —Quiero que escuches lo que tengo que decirte, porque es importante, sin que huyas o me interrumpas —dijo el chico de los ojos azules—. Una vez lo hayas hecho eres libre de irte o de venir conmigo.

            —Bien. Te escucho.

            —Vamos a un lugar menos transitado —pidió.

            Jongin asintió a aquello aunque la calle en la que estaban tampoco es que tuviera mucha circulación de coches o de peatones, pero si no quería hablar allí de lo que tuviera que contarle, hablarían en cualquier otro sitio. El desconocido se giró y, aún agarrando la muñeca del chico, echó a andar. Los pocos minutos que tardaron en atravesar la distancia que los separaba de un parque cercano fueron silenciosos, ya que ninguno de los dos tomó la palabra durante aquel trayecto. Se adentraron en el parque, alejándose de la entrada e internándose en la solitaria oscuridad. Jongin se sentía un poco intranquilo en aquel lugar, pero siempre, si pasaba algo extraño, tenía la opción de echar a correr todo lo rápido que sus piernas le permitieran.

            —Quizás no creas lo que tengo que decirte —comenzó, girándose hacia él para mirarlo con aquellos ojos azules que parecían dos piedras preciosas—, pero todo es cierto.

            —Eso es algo que tendré que juzgar yo después de escucharte —Jongin aprovechó que el agarre sobre su muñeca había disminuido de intensidad para separarse por fin del otro y cruzarse de brazos.

            —Mi nombre es Lay y vengo de EXO Planet para llevarte conmigo —dijo—. Tú perteneces a aquel lugar y no a La Tierra, Kai.

            —¿Por qué debería creerte? —cuestionó—. ¿Y por qué me llamas Kai? Me llamo Jongin, Kim Jongin.

            —Tus padres te pusieron el nombre de Kai antes de que todo sucediera, antes de que la profecía te señalara como el salvador de nuestro mundo y tuvieran que enviarte a La Tierra para protegerte de la muerte —contestó Lay—. Una raza de seres destructores de planetas invadió EXO Planet hace veinte años y desde entonces gobiernan sobre nosotros, destruyendo todo lo que alguna vez amamos, convirtiéndonos en esclavos y acabando con todos los recursos.

            Aquellas palabras le recordaron a Jongin a una película sobre una raza alienígena que iba a La Tierra para destruirla y que solo Keanu Reeves podía detenerlos porque era de los suyos y el planeta estaba casi al borde de la destrucción cuando todo se resolvía. Ultimatum a La Tierra creía el chico que se llamaba dicha película, aunque no estaba muy seguro, la había visto hacía unos pocos de años en la tele y se había quedado dormido la mitad de la película porque se aburrió.

            —No te creo —dijo—. Es una completa locura lo que estás diciendo —Jongin se giró para echar a andar hacia la parada del autobús, pero una mano lo retuvo.

            —Tienes que creerme, Kai —pidió Lay—. Me han enviado aquí para encontrarte y llevarte a EXO Planet, tienes que acompañarme, tienes que ayudarnos a librarnos de ellos —su voz estaba teñida de desesperación, pero el chico no podía o no quería creer en sus palabras, así que se soltó de nuevo de su agarre.

            —Lo siento, pero yo no puedo ayudarte.

            Jongin echó a andar en dirección a la salida del parque, sin mirar atrás ni una sola vez. Lo que acababa de escuchar era una locura, aquel chico de ojos azules debía estar loco de remate, así que Jongin no podía creer su historia.

★☆★

            —El chico del otro día… —comenzó Sehun a hablar, llamando la atención de Jongin dándole unas palmadas en el brazo para que dejara de mirar la televisión y se girara hacia él—. El que vino cuando estábamos en la puerta de la academia de baile —el moreno torció el gesto porque ya sabía a quién se refería su amigo y no tenía ganas de hablar de aquello—, ¿llevaba lentillas o son sus ojos azules naturales?

            Jongin simplemente ignoró a Sehun y siguió viendo en la televisión aquel programa en el que a los presentadores les ponían una serie de pruebas que tenían que sortear para poder ganar el programa del día, teniendo un tema cada uno de los programas, y a veces invitaban a gente famosa. Ni le gustaba ni le dejaba de gustar, pero era mejor verlo que escuchar lo que su amigo tenía que decirle sobre Lay. Habían pasado varios días desde su encuentro y no había dejado de pensar en lo que le había dicho porque era una completa locura y no sabía por qué había sido él el elegido entre toda la población de la capital para escucharla.

            —Jongin, hazme caso, joder —dijo Sehun, dándole una palmada fuerte en el brazo y el chico no tuvo más remedio que girarse hacia él. Estaba dispuesto a darle otro manotazo en respuesta, pero cuando levantó la mano, su amigo se encontraba en la otra punta del sofá, sentado casi encima de Gwangsoo—. Dime. ¿Reales o lentillas?

            —¡Y yo qué sé! —replicó Jongin.

            —Creía que lo conocías y esas cosas son de las que se hablan, porque unos ojos azules por estos lares no son muy comunes —contestó Sehun.

            —Solo lo he visto un par de veces, así que no lo sé —respondió el moreno.

            —¿Se te declaró? —aquella vez el menor no fue lo suficientemente rápido como para alejarse de su mano asesina y acabó pegándole en la pierna—. ¿Qué? ¿Lo hizo? Sino no te pondrías así.

            —No digas tonterías —Jongin se levantó del sofá, rápido como un rayo—. Es solo un compañero de clase, nos han puesto juntos para un trabajo aunque ni nos conocíamos y quería hablar de eso seriamente conmigo —mintió—. Me voy a ensayar un rato.

            Jongin fue a su habitación, ignorando lo que los otros dos pudieran decir de él por aquella salida tan dramática que había hecho, y se cambió de ropa para poder salir a la calle y dar una vuelta por el barrio y así despejarse. No quería pensar más de la cuenta en Lay y en lo que le había dicho y ya le había dado algunas vueltas durante los días posteriores a su último encuentro, así que no tenía ganas de seguir con aquello y, sobre todo, no tenía fuerzas para aguantar las tonterías de Sehun aquel día, menos cuando este era incapaz de reconocer sus propias relaciones, cuando lo hiciera, quizás soportaría sus insinuaciones sin fundamento.

            El chico salió a la calle y dio una vuelta a la manzana caminando despacio. Era todavía media tarde aquel domingo y había muchas personas por el lugar, paseando, aunque lo que más se veía era parejas por doquier, aprovechando el día libre para pasar algo de tiempo juntos. Jongin estaba tranquilizándose poco a poco con el pasar de los minutos, pero volvió a comenzar a pensar mucho cuando, de repente, frente a él, se encontraba Lay, apoyado en el tronco de uno de los árboles de la acera, observándolo fijamente con sus ojos azules que intentaban penetrarle el alma. Jongin quiso pasar de largo, pero cuando lo intentó, unas palabras lo retuvieron.

            —No me queda mucho tiempo en este lugar —dijo Lay—. Tienes que venir conmigo antes de que ocurra… así que créeme.

            Jongin negó con su cabeza y luego siguió caminando. No podía permitirse creerlo, no podía irse con un desconocido a un planeta inventado por mucho que a veces tuviera ganas de lanzar a sus compañeros de piso por la ventana y por mucho que no quisiera pisar su casa. Tenía algunos problemas en su vida, pero no por ello iba a creer que podía escapar de ellos para ser el salvador de una gente que ni siquiera existía, aún no estaba loco de remate.


            Los días fueron pasando lentamente para Jongin y, siempre, cada uno de ellos, tenía la presencia de Lay de alguna u otra forma. El de ojos azules aparecía siempre cuando menos se lo esperaba y en cualquier lugar para acercarse a él y hacerle la misma petición una y otra vez, petición que Jongin simplemente rechazaba sin querer darle más vueltas al asunto porque no creía que fuera realmente necesario pensar más sobre aquel tema que ni siquiera le interesaba. Pero Lay no parecía querer darse por vencido y el muchacho se convirtió en una presencia prácticamente constante en su vida en menos de una semana.

            —En tres día habrá un eclipse —le dijo la última vez que se habían visto—. Ese día necesito que vengas conmigo, Kai. No podemos retasarlo más y solo tendremos unos minutos para alcanzar el portal.

            Pero como era habitual, Jongin había obviado aquellas palabras y había seguido su camino, sin mirar atrás. Le daba igual que hubiera un eclipse y que se juntaran los poderes astrales y tonterías de esas, simplemente no iba a ir con Lay a ningún lugar porque no creía ninguna de las palabras que habían salido de su boca desde que entraron en contacto aquel día de hacía ya varias semanas en el autobús.

★☆★

            El día era claro cuando Jongin y Sehun salieron por la mañana del piso que ambos compartían, hacía bastante calor, incluso a pesar de que era algo impropio de la época porque a finales de mayo hacía calor, pero no tanto como en aquellos momentos. Los chicos no tenían ningún plan hecho para aquel día, simplemente habían decidido aprovechar que era domingo y que lo tenían libre al completo para pasear y dar una vuelta por la ciudad antes de ir a la academia de baile para ensayar algunas horas y para encontrarse con Qian y hablar con ella. Sehun se había estado pensando lo de dar clases en el lugar a los niños más pequeños para tener así un sobresueldo, así que quería hablar con la profesora, Jongin aún no lo tenía nada claro porque jamás se le había dado bien enseñar lo que él ya sabía a los demás. No solían ir por allí los domingos porque siempre estaban muy atareados desde que comenzaron la universidad, pero aquel día milagrosamente estaban libres y decidieron que era un buen día para ir.

            Todo parecía que iba a salir bien porque aquel día era uno cualquiera, como todos los que llevaban a sus espaldas, quizás con la única diferencia de que iba a haber un eclipse solar a media mañana, pero nada indicaba que fuera a ser un día diferente, el día que cambiarían todas las cosas para ellos.

            —Sehun, si vas así de despacio jamás llegaremos —le dijo Jongin a su amigo, viendo que era horriblemente lento caminando.

            Había sido idea del menor ir hasta la academia caminando, pero a la media hora de haber salido del piso ya estaba andando como si no pudiera tirar de su cuerpo y eso hacía que Jongin se frustrara bastante porque lo único que deseaba era llegar ya al local y tumbarse al menos un cuarto de hora frente al aire acondicionado para quitarse todo el calor de la calle.

            —Es que me estoy asfixiando, necesito agua, necesito fresco, necesito una sombra y morirme ya —le respondió.

            —No seas exagerado —Jongin se acercó a él y le palmeó la espalda para animarlo a seguir adelante—, si ya estamos en el parque. Cinco minutos más y habremos llegado. Vamos, haz un último esfuerzo.

            —Está bien... —murmuró su amigo, aunque no parecía muy convencido de aquello.

            Ambos retomaron su camino como si nada hubiera ocurrido y hubiera perturbado su caminata, pero no hubo pasado ni siquiera un minuto cuando ambos se detuvieron de nuevo y, esta vez, no había sido porque Sehun se estuviera quejando a cada segundo de que iba a morir asado de calor. Frente a ellos se encontraba una criatura que ninguno de ellos había visto jamás, de un color marrón verdoso y más de dos metros de altura, de gran corpulencia y sin un solo pelo por todo su cuerpo, que estaba cubierto por una especie de piel rugosa. Había un par de ojos redondos y grandes en su rostro, una nariz sin puente y una boca grande plagada de dientes. Aquella criatura tenía una apariencia similar a la de los ogros que aparecían en las películas, y lo primero que pensaron fue que sería algún tipo de disfraz.

            Sin embargo, no podían estar más equivocados.

            Jongin y Sehun gritaron de puro miedo cuando la criatura avanzó pesadamente hacia ellos, pisando fuerte el suelo con sus pies, y luego salieron corriendo al escuchar una voz atronadora que solo parecía proferir sonidos guturales procedentes de aquella cosa extraña.

            —¿Qué es eso? —cuestionó Sehun, mirando atrás unos segundos y luego acelerando.

            —No lo sé, pero tampoco es que me haga mucha ilusión averiguarlo —respondió Jongin. No obstante, en su mente aparecieron unas palabras que le había dicho Lay hacía unos pocos días, cuando le había pedido una de las veces que creyera lo que le había dicho y que tenía que ir junto a él.

            "—Los huruqk son una raza parecida a los ogros que vosotros conocéis a través de los cuentos infantiles —le dijo—. Solo que no son solo seres imaginarios, son reales y se alimentan de la vida de los planetas para sobrevivir. Por favor, Kai, ven conmigo y ayúdanos. Por favor, créeme".

            —Huruqk —murmuró, llamando la atención de su amigo.

            —¿Qué has dicho? —le preguntó, pero el moreno negó con la cabeza.

            Si un huruqk había llegado a La Tierra, si un huruqk había aparecido ante ellos y los estaba persiguiendo, quería decir que todo lo que le había estado contando Lay hasta el momento era absolutamente cierto, real, verídico, y que él no le había hecho ningún caso cuando se lo había contado. Pero, ¿cómo iba a creer todo aquello? La opción más plausible era que todo lo que había salido de los labios del de ojos azules fuera mentira porque era completamente imposible que aquello fuera real. La existencia de otros mundos, de otras criaturas, de otros lugares... no podía ser real, todo debía ser una mentira... Y sin embargo, allí estaba aquella criatura de la que Lay le había hablado, persiguiéndolos, persiguiéndolo a él.

            —Tenemos que correr más rápido —le dijo a Sehun, apremiándolo—, mucho más rápido.

            —Sí.

            Mientras corría, alejándose de aquella criatura, Jongin comenzó a pensar en Lay, en donde se encontraría y en por qué, si siempre estaba cerca de él, no había llegado, no había visto lo que estaba sucediendo y no lo había ayudado.

            —Lay —murmuró, como si diciendo su nombre pudiera hacer que el chico de ojos azules fuera en su busca y lo ayudara con aquel problema.

            Los dos chicos siguieron corriendo sin mirar atrás ni una sola vez, como si de aquella forma, la criatura que los perseguía dejara de hacerlo porque no lo miraran. El parque era bastante grande y, a aquellas horas, estaba vacío porque ya hacía demasiado calor como para estar en la calle, así que, al menos, nadie más iba a ver a aquella criatura y eso tranquilizó mínimamente a Jongin, porque eso era algo que no se les podía explicar a las autoridades de ninguna forma y que resultara mínimamente creíble. Jongin estaba bastante concentrado en escapar lo más rápido posible que no se dio cuenta de que Sehun iba perdiendo el ritmo poco a poco, quedándose atrás, hasta que no lo pudo ver por el rabillo del ojo.

            —¡Sehun! —lo llamó, pero no recibió respuesta, así que, se giró.

            La escena que el chico se encontró justo cuando se dio la vuelta fue una que no se había esperado y que no estaba preparado para ver. Sehun estaba siendo sujetado por el cuello por una de aquellas monstruosas y grandes manos de la criatura y forcejeaba para soltarse y coger un poco de aire porque se estaba asfixiando, algo que no podía hacer porque el huruqk era mucho más fuerte que él. Jongin sentía cómo el miedo le recorría las venas en mayor cantidad que la sangre, el miedo a la criatura, a perder a su amigo, a no poder hacer nada para ayudarlo; pero también corría por ellas un poco de adrenalina que lo cegó y lo hizo lanzarse contra aquel monstruo intentando derribarlo, consiguiendo que este simplemente lo empujase con su otra mano y lo tirase al suelo.

            Jongin cayó al suelo lleno de pequeñas piedrecitas y se raspó todo el brazo, pero no le dolió tanto tenerlo en carne viva, cómo ver que su mejor amigo era tirado al suelo como si fuera un muñeco de trapo, inerte, sin vida, con una expresión que era de todo menos pacífica en su rostro. Así que, sin poder detenerlas, las lágrimas comenzaron a inundar sus ojos y a correr seguidamente por sus mejillas como ríos caudalosos.

            Sehun estaba muerto, Sehun había muerto por su culpa. Esos eran los únicos pensamientos que había en su mente en aquellos momentos, no podía pensar en otra cosa que no fuera aquello porque el huruqk había ido a por él, Sehun no tenía nada que ver en todo aquello y aun así, él era el que estaba muerto y Jongin seguía vivo. Todo era su culpa y era él el que merecía morir, no Sehun.

            Como si la criatura hubiera leído sus pensamientos, cómo si hubiera adivinado sus ganas de morir en aquel lugar, comenzó a caminar hacia él y Jongin ni siquiera hizo el esfuerzo de alejarse, de esconderse, de correr para salvar su vida, porque era algo que no se merecía. Simplemente, cerró los ojos, esperando su muerte sin más, con su corazón latiendo aceleradamente dentro de su cuerpo. Sin embargo, a los pocos segundos de haber cerrado sus ojos, los abrió de golpe al escuchar cómo la criatura gritaba de dolor. Se fijó en cómo esta convulsionaba antes de caer al suelo, sin cabeza y chorreante de sangre viscosa y de un tono más oscuro que el de la sangre de los seres humanos. Jongin vio cómo tras el cuerpo de la criatura se encontraba Lay, con su pecho subiendo y bajando rápidamente, como si acabara de correr una maratón, mirándolo fijamente, evaluando si se encontraba bien.

            Jongin se levantó lentamente del suelo aunque las rodillas le temblaran por el esfuerzo físico realizado y por el miedo que todavía se encontraba dentro de su cuerpo y caminó hacia donde se encontraba Lay, mirando fijamente sus ojos azules con súplica.

            —Sehun… —jadeó.

            Lay miró a su alrededor hasta que sus ojos dieron con el cuerpo inerte del chico en el suelo y luego fue hasta él rápidamente, tocando su cuerpo. Jongin supuso que estaría buscando cualquier signo de vida y se arrastró como pudo hasta su lado. Las lágrimas en ningún momento habían dejado de correr por sus mejillas y lo veía todo algo borroso por la acumulación de líquido en sus ojos, pero pudo ver cómo una mínima luz azulada comenzaba a salir de las manos de Lay, borrando las marcas de dedos moradas que se habían grabado en la garganta de su amigo.

            —¿Qué estás haciendo? —preguntó, sin poder creerse lo que veía.

            —Todavía respiraba —murmuró Lay—. Mínimamente… pero lo hacía, así que estoy suavizando los daños que ha sufrido para que pueda respirar correctamente cuando se despierte.
            —¿Cómo?

            Lay lo miró, sin dejar de atender la garganta de Sehun, esbozando una sonrisa enigmática.

            —Es un secreto —respondió.

            —¿Tiene que ver con ser de ese tal EXO Planet? —cuestionó.

            —¿Ahora me crees?

            —Me ha perseguido un huruqk. Creo que si no te creyera ahora es porque me habría vuelto loco de remate —esbozó una leve sonrisa y luego comenzó sentirse un poco más tranquilo y calmado cuando vio cómo el pecho de Sehun volvía a subir y a bajar con normalidad—. Se va a poner bien, ¿verdad?

            —Sí. Será como si nada hubiera pasado.

            —Pero… cuando se despierte recordará todo lo que ha pasado y…

            —Para nada —lo cortó Lay, mirándolo fijamente con sus ojos azules—. No recordará nada de lo pasado, ni siquiera tendrá marcas de esto.

            —Gracias —murmuró Jongin.

            —No me lo agradezcas —le respondió el otro—. Simplemente… ven conmigo.

★☆★

            “A las doce. En la plaza Gwanghwamun, a los pies de la estatua del rey Sejong el Grande”.

            Jongin le daba vueltas a aquellas palabras que le había dicho Lay hacía unos momentos una y otra vez en su mente, sin poder hacer nada para evitarlo. Todo lo que le había estado diciendo el chico de ojos azules desde que se conocieron era cierto y eso lo tenía muy confuso, además de que su mejor amigo había sido atacado y ahora se encontraba tumbado sobre su cama, descansando tranquilamente en su habitación mientras Gwangsoo lo cuidaba. Si no hubiera sido por Lay, Sehun habría muerto y Jongin sabía que todo era culpa suya, porque si había ido a por él desde aquel mundo extraño, para que no pudiera ir allí, no podía ser culpa de nadie más y eso lo estaba matando poco a poco por dentro. y ahora que lo habían encontrado, no iban a parar hasta que no lo quitaran de en medio a él, haciéndoles daño también a las personas que le importaban.

            Por eso, aunque fuera algo disparatado, Jongin tomó la decisión de ir al encuentro de Lay a la plaza, antes de que sucediera aquel eclipse solar.

            Jongin fue a su habitación y cogió la mochila que utilizaba cuando se iba de acampada con Sehun todos los veranos, metiendo en ella un poco de ropa y de comida, principalmente snaks. Después, dejó la mochila con todo en el salón y fue a la habitación de Sehun para despedirse de él y de Gwangsoo, pero al abrir la puerta, se los encontró a ambos sobre la cama, durmiendo abrazados y no tuvo corazón para despertarlos, así que simplemente les dejó un mensaje en el grupo que tenían para el piso, avisándoles de que se iba a hacer un viaje espiritual porque había muchas cosas que le preocupaban y que volvería. Una vez lo tuvo todo atado en aquel lugar, el chico salió por la puerta, dirigiéndose hacia el lugar en el que había quedado con Lay.

            Tuvo que coger varios autobuses para llegar a la plaza porque su piso se encontraba en la otra punta y el tráfico era bastante cargado, así que tardó un poco más de lo esperado y acababan de dar las doce y cuarto cuando finalmente detuvo su carrera bajo el pedestal de la estatua del rey Sejong. Jongin miró a un lado y a otro, buscando a Lay entre las personas que estaban congregadas en aquel lugar, sobre todo turistas, que iban a aprovechar para ver las estatuas de la plaza y el eclipse.

            —¿Me buscabas?

            Jongin se giró rápidamente cuando escuchó la voz de Lay tras él, encontrándolo con una expresión seria pero a la vez satisfecha por verlo allí. Seguro que estaba bastante aliviado porque él finalmente hubiera acudido al lugar.

            —Creo que te lo debo —susurró Jongin—. Por habernos ayudado a Sehun y a mí antes... y eso...

            —Era lo mínimo que podía hacer —respondió él—. ¿Estás convencido? —preguntó—. Una vez estemos allí no podrás volver en un tiempo.

            —Creo que sí...

            No estaba muy convencido, nunca había estado convencido sobre aquello, de hecho, hasta hacía unas horas ni siquiera se creía lo que el otro le había dicho, pero ahora era todo diferente, ahora era todo bastante más complicado, porque si lo que le había estado contando Lay sobre aquel mundo extraño era todo cierto, su vida iba a cambiar drásticamente y Jongin no estaba del todo preparado para ello.

            —Menos mal... —dijo Lay—. No sabía qué era lo que les iba a decir a los demás si regresaba sin haber cumplido mi misión.

            —Bueno... aquí estoy —sonrió—. ¿Cómo vamos a ir a ese EXO Planet? Dijiste algo del eclipse... pero no sé qué puede tener que ver.

            —Espera y verás. Ya no queda mucho.

            Jongin miró su reloj y se dio cuenta de que apenas faltaban unos minutos para que el cielo comenzara a oscurecerse cuando el sol fuera siendo cubierto poco a poco por la luna. Solo le quedaban unos pocos minutos para estar allí antes de dejarlo todo atrás para emprender otro camino. No sabía exactamente qué era lo que se encontraría allí y eso lo asustaba, teniendo en cuenta que había miles como el que los había atacado unas horas antes por todas partes. El chico dejó de pensar en ello porque si no echaría a correr hacia el piso y no podía hacerlo, no ahora que estaba allí. En aquel momento, sintió cómo Lay le rozaba el brazo y luego se acercaba para susurrarle al oído unas palabras.

            —No te separes de mí, está a punto de comenzar.

            Asintió lentamente con su cabeza y luego tomó la mano que el de ojos azules le tendía, sintiendo cómo una corriente eléctrica le recorría todo el brazo hasta llegar a su espina dorsal y cruzarla de arriba abajo, haciendo que le temblaran las rodillas. No era una sensación muy común en él, de hecho, solo la había sentido hacía unos pocos años, y esperaba sinceramente que no tuviera nada que ver con lo que creía.

            A Jongin no le dio tiempo a pensar en nada más porque en ese mismo instante, el cielo comenzó a oscurecerse y las cabezas de las personas a alzarse hacia este, no queriendo perderse nada de aquel espectáculo, profiriendo exclamaciones de sorpresa o de admiración. El chico quiso unirse a ellos, pero no pudo hacerlo porque Lay aprovechó aquel momento para tirar de él, ya que sus manos estaban entrelazadas, y Jongin se dejó guiar. El chico creía que irían a algún lugar escondido en el que se teletransportarían como pasaba en las películas; sin embargo, Lay simplemente anduvo unos momentos antes de detenerse en un lugar vacío de la plaza y mirarlo con sus ojos azules.

            —Allá vamos.

            Jongin sintió cómo el agarre de su mano fue mucho más fuerte y, justo después, Lay dio un paso y su pierna desapareció como si algo se la hubiera tragado. Su corazón comenzó a latir rápidamente dentro de su pecho, de miedo y angustia y, apenas le había dado tiempo a procesar lo que estaba ocurriendo cuando el chico ya había desaparecido ante sus ojos y su cuerpo estaba tomando el mismo camino. Jongin cerró sus ojos fuertemente, esperando que algo malo le ocurriera, mas no notó absolutamente nada extraño. Sin embargo, no se atrevía a abrir los ojos. El chico sintió cómo la mano de Lay abandonaba la suya y cómo luego se colocaba frente a él, muy cerca, tan cerca que notó su aliento cálido contra su rostro cuando el otro empezó a hablar.

            —Puedes abrir los ojos.

            No quería abrirlos, pero ante aquella petición, no pudo negarse y, poco a poco comenzó a separar sus párpados. Lo primero de lo que Jongin se dio cuenta fue de que estaba en un lugar completamente distinto a la plaza, un lugar en el que estaba seguro de que no había estado en su vida, un lugar verde, plagado de naturaleza y de una calidez agradable que lo hacía sentir somnoliento y cansado. Había árboles por todas partes, árboles que parecían como mínimo milenarios, con sus copas llenas de hojas que crecían de unas gruesas ramas y que resguardaban del sol que parecía encontrarse en el cielo, sobre sus cabezas; había también hierba a sus pies, creando un manto mullido porque el caminar descalzo sería una delicia; y una serie de estanques, algunos de aguas claras y otro completamente secos, repartidos a por el lugar, algunos muy cerca y otros más separados.

            —¿Dónde estamos? —cuestionó sin poder evitarlo porque aquel lugar le resultaba fascinante.

            Lay le sonrió cálidamente, haciendo que en su mejilla derecha se formara un pequeño hoyuelo, antes de contestarle a su pregunta.

            —En el bosque entre los mundos.


2 comentarios:

  1. Wow! Estoy encantada, tienes una manera de escribir que me gusta mucho y aparte siempre cuentas historias muy diferentes.
    Todo el misterio que generaste con Lay con pequeños y simple detalles hasta que finalmente sabemos el porque de su aparición fue magnifica.
    Jongin es el elegido (quien lo hubiera imaginado) y estoy ansiosa por saber como se va a desarrollar en ese nuevo mundo, porque es un chico normal, pero me intriga saber que capacidades va a tener en ese nuevo plano para enfrentar a esos enemigos y salvar el mundo.

    PD: como te gusta maltratar a Sehun (ya lo secuestro un fantasma y ahora lo haces palmar por unos instantes por el monstruo ese 😋 jajaja )

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    Respuestas
    1. ¡Qué me vas a sacar los colores, mujer!
      Tenía que darle un poco de vuelta a la aparición de Lay porque JongIn no sabe nada de la vida y está muy confuso, sino lo hacía de esa forma habría quedado bastante raro XD
      Habría estado bien que el elegido hubiera sido cualquier otro, pero como JongIn era el prota... XD Bueno, en cuanto te leas los siguientes sabrás qué es lo que sucede con él ^^

      PD: es que SeHun es uno de mis favoritos y si no lo hago sufrir yo, ¿quién lo va a hacer? (??????)

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