Notas: aquí tenéis la primera parte de este mini serial. No os asustéis mucho si veis que no tiene mucho que ver con el Prólogo al principio, en cuanto avancéis la lectura le encontraréis a todo sentido (?) Espero.
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First
Part
Meeting
Un muchacho de cabello castaño y de
piel dorada por el sol observaba con la mirada perdida a través de la ventana
la pequeña parte del campus de su universidad que se podía ver. Se trataba de
un jardincito no demasiado grande que se encontraba en uno de los muchos patios
internos y externos del lugar. No había más que un seto bordeando los caminos
empedrados que te guiaban de un sitio a otro dentro de la universidad, un par
de bancos de madera para aquellos que necesitasen un lugar para descansar los
pies, algunas flores de diferentes tonos que le daban un toque de color y, que
en aquella época del año estaban preciosas, y unos cuantos árboles con las
hojas de un tono verde esmeralda que el chico jamás había logrado identificar…
y eso que ya llevaba tres años estudiando en aquella universidad.
A pesar de que no había nadie en aquel
pequeño patio interior, Jongin encontraba mucho más interesante aquella vista a
través del cristal que atender a la clase de presentación del profesor que, en
aquellos momentos, se estaba afanando en escribir en la pizarra miles de
palabras sueltas a la vez que iba filosofando sobre qué es lo que iban a hacer
durante ese semestre en su asignatura. El chico ya había cursado la primera
parte de la materia el año anterior y sabía, porque aquel hombre lo había
comentado antes de las vacaciones de primavera, en qué aspectos se iban a
centrar y qué iban a dejar de ver porque todo lo que aparecía reflejado en el
programa oficial era imposible de dar.
Jongin suspiró. Esperaba que aquel
primer día de clases terminase pronto para poder irse a casa lo más rápido posible
y aprovechar la tarde libre para pisar el estudio de danza. Se había apuntado a
aquel lugar cuando apenas levantaba un palmo del suelo y había seguido
asistiendo a aquellas clases de ballet durante toda su adolescencia, pero desde
que había comenzado su vida en la universidad apenas podía ir al pequeño
estudio porque esta le consumía prácticamente todo su tiempo libre. Sin
embargo, en las vacaciones entre semestres y los primeros días de clase, cuando
apenas tenía cosas que hacer, el chico se pasaba las horas y las horas en una
de las salas, primero recordando cómo se movía su cuerpo y después, sintiendo
la música como parte de su ser y moviéndose al ritmo que esta le marcaba.
El ruido de las sillas arrastrándose
y de los papeles siendo recogidos, fue lo que sacó al chico de su
ensimismamiento y se giró hacia la clase, viendo que la explicación del hombre
por fin había finalizado y ya eran libres de volver a sus casas. Jongin tardó
apenas unas milésimas de segundo en coger sus cosas, levantarse de la silla en
la que había estado sentado durante el tiempo que había durado la clase y salir
del lugar siguiendo a sus compañeros. El chico recorrió los pasillos de su
facultad en busca de la salida principal, por la cual saldría al exterior,
atravesando la mayor parte del campus, y llegando así a la parada del autobús
que lo dejaría más cerca del estudio de danza. No iba a pasarse siquiera por su
piso porque, de todas formas, se había llevado la bolsa de deporte en la que
siempre guardaba la ropa con la que bailaba a clase, así que iría directamente
desde la universidad.
Cuando Jongin llegó a la parada del
autobús, vio cómo el que tenía que tomar doblaba la esquina del final de la
calle, yéndose lejos de su alcance. Tendría que esperar a que pasase el siguiente
y eso le daba unos quince minutos más o menos en los que no podía hacer nada
más que mirarles las caras a los chicos que esperaban por sus respectivos
autobuses, levantar su mirada hacia el cielo —cosa que descartaba porque el sol
estaba en su cénit y si lo hacía se quedaría medio ciego durante algunos
horribles momentos— o mirar su teléfono móvil por si le habían mandado algún
mensaje. Durante las clases solía no tocarlo mucho porque se distraía con lo
más mínimo y luego los apuntes era algo que no podía ir mendigando.
Se encontró con varios mensajes en
la aplicación y fue abriendo las conversaciones una por una, leyendo su
contenido. El primer mensaje que apareció ante su vista era de su madre y en
este le decía que si en algún momento necesitaba cualquier cosa, que no dudara
en pasarse por casa. Jongin torció el gesto. Siempre había intentado pasar el
menor tiempo en aquel lugar porque sentía que no encajaba dentro de su familia
y, en cuanto comenzó su vida universitaria, aprovechando la excusa de que
quería aprender a valerse por sí mismo, los convenció de alquilar un piso en el
que vivir a pesar de que sus padres vivían también en la ciudad, aunque en un
lugar más alejado de su universidad. El chico contestó con un escueto «Vale,
mamá» y entró en la sala de chat que mantenía con su amigo Sehun.
Minutos más tarde, Jongin guardaba
su tarjeta en la cartera después de haberla pasado por el detector del bus y
haber abonado el importe del billete. El chico buscó con la mirada dentro del
prácticamente vacío vehículo un sitio en el que sentarse, descubriendo que la
tercera fila, contando desde el fondo a la izquierda, el asiento junto a la
ventanilla, estaba libre. No sabía por qué, pero aquel sitio le gustaba y
siempre que no estaba ocupado se sentaba en él. Quizás era porque desde aquel
lugar podía observar el tráfico siempre congestionado de la ciudad, ver avanzar
a los coches lentamente como si se tratasen de tortugas de colores era algo que
lo distraía (o quizás se debía a que había pasado demasiadas horas de su vida
viendo aquella serie americana llamada The
Big Bang Theory y se le habían pegado las extrañas manías de su
protagonista). Jongin no lo sabía con seguridad, pero aquel asiento le gustaba,
le daba mejores vibraciones que los demás, aunque eso fuera una tontería.
Mirando a través de la ventanilla,
el trayecto se le hizo demasiado corto al chico y, cuando vio la farmacia que
se encontraba en la esquina, cerca de donde estaba la parada del bus más
cercana al estudio, Jongin pulsó el botón y se levantó, esperando de pie junto
a la puerta a que el vehículo se detuviera para poder salir y dirigirse a sus
clases de ballet con la profesora Song.
★☆★
La noche se
cernía ya sobre la ciudad de Seúl cuando Jongin finalmente salió del estudio de
danza tras pasarse allí toda la tarde, alejándose de todas las preocupaciones y
dedicándose simplemente a hacer aquello que tanto le gustaba. El chico se
despidió agitando su mano de la profesora Song antes de cerrar la puerta del
local y encaminarse hacia la parada del autobús de la línea que lo llevaría
hasta el piso que compartía con su amigo Sehun. Su vivienda no se encontraba
muy lejos de allí, a unas pocas manzanas, pero cuando terminaba de bailar
Jongin no se sentía la mayoría de los músculos de su cuerpo y no se arriesgaba
a tomar la opción de caminar hasta casa y quedarse a mitad de camino sin poder
moverse. Además, a aquellas horas de la noche, ya no había demasiada gente por
la calle porque la hora de volver a casa tras el trabajo o las clases ya había
pasado hacía un buen rato y nunca había sido partidario de caminar en la
oscuridad porque siempre le había tenido un poco de respeto —o miedo más
bien— a hacerlo.
Una vez en la
parada no tuvo que esperar más que dos minutos a que llegara su línea y se
montó en el bus. Al igual que en las calles, donde no había prácticamente ni un
alma, el autobús también estaba casi vacío, a excepción de él mismo, el
conductor y un chico que se encontraba sentado en el asiento que a Jongin le
gustaba ocupar. Este hizo un leve puchero por aquello, pero luego avanzó como
si nada hacia el asiento de la misma fila, pero del lado derecho. Allí no tenía
las mismas vistas, pero no podía levantar al otro muchacho de aquel sitio solo
por un pequeño caprichito.
Jongin giró
su rostro hacia la ventanilla para ver la ciudad llena de luces del otro lado
del cristal, pero al hacerlo, se dio cuenta de que lo que veía con mayor
claridad era el interior del autobús. Aprovechó que el otro pasajero parecía
estar metido en su propio mundo para observarlo —de
una forma que él creía bastante disimulada— a través del cristal que se había
convertido en una especie de espejo. El chico parecía no ser mucho más mayor
que él, quizá un par de años, o tres a lo sumo, y la piel de su rostro era
clara, en contraste con la suya, que era bastante morena. Su pelo era de color
oscuro y lo llevaba algo largo, enmarcando su rostro y cayendo hasta el final
de su cuello. Desde su posición, Jongin no podía observar más allá de un perfil
de nariz recta y un labio inferior más grueso que el superior, pero podía
asegurar que el chico tenía rasgos asiáticos, porque sus ojos parecían tener
forma almendrada.
En ese momento, el chico volvió su
rostro hacia él y sus miradas se encontraron, haciendo que Jongin contuviera el
aliento de pronto ante aquel iris de color azul intenso que le estaba
devolviendo la mirada y se quedó atrapado en aquel mar de pacíficas aguas,
saliendo solo de su ensimismamiento cuando el otro se levantó del asiento,
todavía con su mirada clavada en él, y caminó hasta donde este se encontraba,
quedándose a unos pocos centímetros de su cuerpo y agarrándose a la barra que
se encontraba por encima de sus cabezas para no perder el equilibrio.
—Me alegra
haberte encontrado, Kai —dijo, con una voz suave, pero con un acento muy
marcado que lo señalaba como alguien extranjero.
Jongin giró su cabeza hacia él
lentamente, con el corazón latiendo a un ritmo bastante acelerado y clavó su
mirada en los ajenos ojos azules, esta vez sin la distorsión del cristal de por
medio. Abrió la boca para decirle que él no era Kai, que su nombre era Jongin,
Kim Jongin, pero lo que salió de sus labios fue un sonido rasposo que lo hizo
carraspear para que su voz fuera normal y no algo de ultratumba.
—Yo… —murmuró—,
creo que te equivocas…
Vio cómo el
chico abrió su boca para contestarle algo, pero Jongin sintió la imperiosa
necesidad de salir cuanto antes de aquel lugar, aunque no sabía exactamente por
qué se sentía de aquella manera y, antes de que el otro pudiera decir nada más,
ya se había levantado de su asiento, pulsado el botón para solicitar que el
autobús se parase en la siguiente parada y caminado hacia una de las puertas.
Notó como tras unos segundos, el chico caminó hacia él, pero en ese momento, el
bus se detuvo y Jongin atravesó las puertas como una exhalación, pisando la
acera y echando a correr en dirección a su piso, aunque este estaba todavía un
poco lejos.
El chico no
miró hacia atrás en ningún momento y no se detuvo hasta que ante él se
encontraron las puertas de metal y cristal que daban acceso a su edificio.
Jongin no sabía por qué había huido de aquella forma del desconocido, pero, de
alguna manera, sentía que había hecho lo correcto.
★☆★
A la mañana
siguiente, Jongin se había calmado del todo, después de una noche de sueños
pacíficos que no recordaba. Ya se había olvidado de la sensación que le había
provocado aquel chico de ojos azules en el autobús y estaba dispuesto a seguir
con su vida como si aquel encuentro jamás hubiera tenido lugar.
El chico
salió de su habitación y fue a la cocina para prepararse algo de comer antes de
salir hacia la facultad. Todavía estaba bastante adormilado y tenía los ojos medio
cerrados, pero se conocía ya aquel piso como si fuera la palma de su mano, así
que, si no había nada por medio, podía llegar perfectamente hacia donde se
dirigía (lo único que tenía que hacer era seguir el largo pasillo, pasar tres
puertas y tomar la cuarta a la izquierda). Sin embargo, cuando llegó al
descansillo de la entrada, Jongin no giró a la izquierda, si no a la derecha, y
entró en el salón. En su campo de visión apareció algo que no debía haber
estado sobre el sofá, un bulto envuelto en mantas, y el chico se forzó a abrir
los ojos para ver lo que era.
En cuanto
pudo enfocar su vista y descubrir la identidad del bulto, Jongin volvió sobre
sus pasos hasta la segunda puerta, contando desde su habitación, y la abrió de
golpe, dejando que esta rebotase contra la pared y que, con el ruido,
despertase al ocupante de la cama.
—Hum… ummm… ¿qué
pasa? —la cabeza de Gwangsoo, su compañero de piso, apareció entre las sábanas,
mirando de un lado a otro, desubicado.
—¿Por qué está ella en el salón otra
vez? —cuestionó Jongin.
Estaba un poco enfadado, quizás,
bastante enfadado. Habían llegado al acuerdo de que si iban a llevarse
invitados al piso primero lo tenían que avisar a los demás y luego debían estar
todos de acuerdo en que no pasaba nada porque se quedara alguien durante un par
de días, y sin embargo, ella pasaba allí mucho más tiempo que cualquiera de las
tres personas que estaban pagando el alquiler (Jongin había llegado a pensar a
veces incluso que estaba compartiendo piso con tres personas en lugar de con
dos, como debía ser).
—¿Ella? —preguntó el chico,
refregándose los ojos en un intento de abrirlos y poder ver a Jongin en la
entrada de su habitación—. Oh. Mi hermana —recordó.
—Sí, ella —afirmó el moreno,
apoyando su mano en el marco de la puerta.
—Anoche perdió el último tren y no
podía dejar que se quedara en la calle —respondió. Gwangsoo se levantó de la
cama, cogió su teléfono móvil y, tras mirar la hora agregó—: Voy a despertarla
ahora mismo para que se vaya, sus clases no tardarán en empezar.
—Gracias —murmuró Jongin,
apartándose de la puerta para que su compañero de piso saliera al pasillo—, y
que no se vuelva a repetir.
—Seguro.
Jongin vio cómo Gwangsoo caminaba en
calzoncillos por el piso, cojeando levemente porque seguro que se le habría
quedado una de las piernas dormidas y rascándose la cabeza y luego se giró
hacia el otro lado del pasillo justo cuando la otra puerta se abría y por ella
salía un despeinado Sehun, con cara de querer matar a la persona que lo había
despertado. El chico le sonrió, pero su amigo siguió con aquella cara de malas
pulgas.
—¿Por qué hay problemas tan
temprano? —preguntó con la voz más ronca y grave de lo habitual.
—Tu cuñada está durmiendo otra vez
en el sofá —respondió Jongin.
—¿Gayoung se ha vuelto a quedar? —el
mayor de los dos sonrió y aquella sonrisa hizo que Sehun rememorara las
palabras que acababan de ser dichas. Cuando se dio cuenta de lo que había
pasado comenzó a hablar rápidamente—. ¿Qué? Gayoung no es mi cuñada.
—Lo que tú digas —rió Jongin,
echando a andar hacia la cocina para prepararse de una buena vez el desayuno.
—No lo es —negó de nuevo,
siguiéndolo por el pasillo—. Para eso yo tendría que tener una relación con
Gwangsoo… y no la tengo —murmuró al final.
Justo cuando ambos chicos llegaron a
la pequeña entradita del piso, Gwangsoo y Gayoung salían del salón. La chica
estaba protestando en un tono de voz bastante fuerte que todavía tenía mucho
sueño y que no quería ir ese día a clase, pero en cuanto vio a Jongin se quedó
en silencio y sus mejillas comenzaron a tornarse de color rosado.
—Buenos días, oppa —lo saludó.
Su tono bajó bastantes decibelios y
en su rostro apareció una sonrisa tímida. La chica relajó su cuerpo y Gwangsoo
aprovechó el momento para abrir la puerta y empujarla fuera del piso.
—Corre o llegarás tarde a clase —le
dijo.
Gayoung le sacó la lengua a su
hermano y luego se despidió con la mano de Jongin, antes de que la puerta le
fuera cerrada en las narices. Gwangsoo se disculpó con una mirada y Jongin
aceptó sus disculpas, adentrándose por fin en la cocina. Lo último que vio
antes de cerrar la puerta para poder abrir el frigorífico y sacar un cartón de
leche fue cómo sus dos compañeros se daban un exagerado abrazo para darse los
buenos días. El chico negó repetidamente con la cabeza. El día que aquellos dos
por fin confirmaran que estaban saliendo juntos sería un día de fiesta
nacional.
★☆★
El suelo que Jongin pisaba era yermo
y seco, con cada paso que daba levantaba un poco de polvo que se elevaba en el
ambiente ya de por sí cargado. Al chico le costaba respirar sin que el polvo se
introdujera en sus vías respiratorias y tampoco podía ver con claridad un par
de metros más allá de su cuerpo porque todo se volvía borroso a aquella corta
distancia por toda la arena que había en suspensión. Se estaba agobiando
bastante en aquel ambiente porque no sabía dónde se encontraba ni cómo podía
salir de allí. A su alrededor no estaba oscuro, un sol cercano brillaba en lo
alto del cielo haciendo que la temperatura fuera bastante alta y, que junto con
la arena, se le secara la garganta, pero Jongin no podía abrir los ojos y
sentía cómo si la oscuridad se cerniera sobre él, cada vez más y más… hasta que
abrió los ojos profiriendo un grito desgarrador.
Jongin se
despertó con la garganta seca y con el corazón latiéndole a un ritmo acelerado,
miró a su alrededor y descubrió que se encontraba solo en el aula en la que
tenía algunas de las clases durante aquel semestre. Al ver que no estaba en
ningún lugar extraño, sino que solo se había quedado dormido y había tenido un
sueño un poco agobiante se sintió un poco más calmado y seguro. Después de
normalizar el ritmo de su corazón, el chico se levantó de su asiento, recogió
sus cosas y salió de la vacía clase antes de que se volviera a llenar de
alumnos de otra asignatura. Jongin no recordaba cuándo se había quedado dormido
pero lo había tenido que hacer nada más empezar la asignatura, porque no
recordaba nada de la materia que se tenía que haber impartido en la clase de
aquel día.
Los pasillos
de la facultad estaban bastante transitados, aunque todavía se podía avanzar
por ellos con relativa normalidad, a la hora del almuerzo eran prácticamente
intransitables, y Jongin caminó a través de ellos, siguiendo a la marea de
gente sin prestar atención realmente a donde se dirigía. Tenía la cabeza en
varias partes a la vez, aunque el extraño sueño que había tenido hacía unos
momentos ocupaba la mayor parte de la funcionalidad de su cerebro. ¿Qué sería
aquel lugar? ¿Dónde se encontraría? ¿Era real o simplemente algo que su no tan
desbordante imaginación se había inventado mientras soñaba? Jongin estaba
bastante confuso por ello, por eso no se dio cuenta de que, muy cerca de él, se
encontraba el extraño chico de ojos azules que hacía unos días lo había
abordado en el autobús y del que prácticamente había huido.
Una de las
arcadas hacia los jardines interiores de la facultad se abrió a la derecha del
chico y este decidió que lo mejor que podía hacer era sentarse unos momentos en
alguno de los bancos, bajo la sombra de los árboles y los edificios que lo
rodeaban, para despejar un poco su mente antes de volver a entrar en clase,
quizás, incluso, se saltaría la siguiente hora para poder afrontar mejor el resto
del día porque se sentía muy inquieto interiormente en aquellos momentos.
Jongin se sentó en el primer banco libre que encontró y luego apoyó sus manos
en la piedra para poder echarse hacia atrás y mirar al cielo, parcialmente
cubierto por las nubes, mientras estiraba un poco sus largas piernas. El chico
cerró los ojos e inspiró hondo, intentando que en sus fosas nasales se
adentrara el olor del pequeño pedacito de naturaleza que lo rodeaba.
Estaba tan
metido en su mundo, tan alejado de la realidad, que no se dio cuenta de que la
persona que lo había estado siguiendo sin que se percatara con anterioridad,
caminó hasta donde se encontraba y se sentó a su lado en el banco. Jongin no se
dio cuenta de nada de esto hasta que no sintió una mano cálida contra su
hombro, en ese momento, abrió sus ojos, encontrándose lo primero aquellos iris
azul intenso que lo miraban con fijeza y seriedad, como si tuviera algo
importante que decir. El corazón del moreno comenzó a latir rápidamente dentro
de su pecho sin que este pudiera hacer nada para evitarlo, al igual que tampoco
podía evitar perderse en aquellos ojos azules.
—Kai —lo llamó,
con voz suave, tal y como lo había hecho la anterior vez—. Debes escuchar lo
que tengo que decirte, es algo importante, así que no huyas —mientras hablaba,
había movido su mano desde el hombro de Jongin hasta su muslo izquierdo,
intentando llamar su atención de aquella forma y retenerlo también—. Kai… he
venido a por ti…
Jongin no lo
dejó hablar más, no quería escuchar nada más, sentía que su cerebro iba a
estallar si escuchaba una palabra más salir de aquellos labios agrietados. Por
eso, simplemente se levantó, haciendo caso omiso a la presión de la mano ajena
en su muslo y salió corriendo, alejándose de él. El chico se adentró de nuevo
en los pasillos de la universidad y se mimetizó entre la marea de estudiantes
para que, si el otro lo seguía, no pudiera encontrarlo de nuevo.
“¿Quién es? ¿Qué quiere de mí?” se
preguntaba Jongin mientras avanzaba “¿Por
qué me llama Kai? ¿Por qué me persigue?” el chico acabó encerrándose en uno
de los cubículos de uno de los baños de la planta baja “¿Por qué quiere llevarme con él?”
Jongin sabía
que si quería que sus preguntas tuvieran una respuesta no debía haber huido de
aquel muchacho de ojos azules, pero su cuerpo seguía mandándole aquellas
confusas señales que le decían que no escuchara, que se alejara de él, que
pusiera tierra de por medio y que no mirara atrás ni una sola vez porque si no
sería su perdición.
“¿Por qué?”
★☆★
La música por
fin se detuvo y los dos cuerpos que hasta hacía unos momentos se habían estado
moviendo a su ritmo se dejaron caer hasta quedar sentados en el suelo, agotados
físicamente. No había más ruido en la sala cubierta de espejos en tres de sus
cuatro paredes que el de sus agitadas respiraciones hasta que unos rápidos
aplausos se dejaron escuchar procedentes de la puerta y Jongin alzó la cabeza
para encontrarse con la profesora Qian allí, con una sonrisa satisfecha en su
rostro. La mujer les había enseñado cuando llegaron a aquel lugar cómo debían
moverse y les recomendó que practicaran bailes ya hechos en un primer momento
para después comenzar a pensar en sus propias coreografías, ella había visto de
primera mano la evolución que Sehun y él habían sufrido en sus bailes y parecía
más que satisfecha con esta.
—Lo hacéis
genial, chicos —alabó—. Ya casi alcanzáis mi nivel y eso significa que si
queréis, podéis comenzar a dar clases aquí.
—Gracias —dijeron los dos a la vez.
—Me voy con los más peques, aquí veo
que ya no se me necesita —comentó antes de irse de la sala, cerrando la puerta
tras ella.
—¿Dar clases aquí? —escuchó Jongin
decir a su amigo—. Nunca me lo había planteado —el chico se giró hacia él,
mostrando una gran sonrisa en su cansado rostro—, pero no parece mala idea.
—No lo es —murmuró el moreno,
coincidiendo en su opinión.
Sehun se levantó del suelo con gran
esfuerzo, como si tuviera más de ochenta años, y luego caminó hacia donde se
encontraba su mochila para coger algo de ella. Jongin lo siguió con la mirada a
través del espejo, por lo que, cuando el chico gritó, no se asustó porque más o
menos se lo esperaba al ver la reacción que había aparecido en su rostro
milésimas de segundo antes.
—¿Qué pasa? —le cuestionó.
—Que había quedado con Gwangsoo hace
media hora —respondió—. Maldita sea —el chico comenzó a teclear rápidamente en
su teléfono mientras Jongin se levantaba e iba hacia él—. Le he dicho que mejor
venga para acá, así nos da tiempo a ducharnos, ¿quieres venir con nosotros al
cine?
—No —se rehusó Jongin—. Prefiero no
aguaros la cita, ya sabes, tres son multitud.
—Idiota —Sehun
le sacó la lengua y luego se dirigió a las duchas. Negando con la cabeza,
Jongin cogió sus cosas y lo siguió.
Varios minutos más tarde, ambos se
encontraban algo más presentables de aspecto en la puerta del local, esperando
a que llegara su compañero de piso. Sehun lo negaba siempre que hacía alusión a
algo de aquello, pero estaba más que claro para Jongin que sus dos compañeros
estaban saliendo juntos, no había más que fijarse en ellos cuando estaban
juntos y separados. En esos momentos, Sehun no paraba de mirar el móvil con una
sonrisa de estúpido enamorado mientras iba anunciando cada dos por tres cuánto
le quedaba a Gwangsoo para llegar a por él.
Jongin no le estaba prestando
atención a nada más que al cielo, que lentamente se iba tiñendo de color
anaranjado, por eso no se dio cuenta de que el chico del que había huido en dos
ocasiones se acercaba a él hasta que lo tuvo prácticamente invadiendo su
espacio personal. Cuando lo vio, solo pudo dar un respingo y agarrarse al brazo
de Sehun, que lo miró como si estuviera loco.
—¿Qué haces Nini? —cuestionó, luego
pareció ver al chico de ojos azules que se les había acercado y se inclinó para
hablarle al oído—. ¿Lo conoces?
—Lo he visto un par de veces…
—murmuró Jongin.
—Necesito hablar contigo —dijo el
otro, con voz autoritaria—. Es importante.
—Uy, uy… parece que hay algo que no
me has contado —susurró Sehun, insinuando cosas que no eran pero que Jongin no
podía desmentir en aquellos momentos, no cuando se estaba perdiendo lentamente
en el mar azul de los ojos del desconocido—. Ve con él y arregla las cosas.
Jongin sintió un pequeño empujoncito
en su espalda y acabó siendo separado del cuerpo de su amigo, quedando más
cerca del extraño que de este. El chico intentó escapar de nuevo, pero una mano
lo agarró por la muñeca, apretando fuertemente para que no pudiera salir
corriendo de nuevo ni aunque forcejeara con él. Jongin tragó saliva al verse
acorralado y abandonado por su amigo, que caminaba en la otra dirección
alejándose de él y acercándose a Gwangsoo, que acababa de aparecer por el
lugar. No tenía escapatoria alguna y sabía que la única forma que tenía para
salir de aquello era escuchar de una buena vez por todas lo que el desconocido
tenía que decirle.
—¿Qué quieres de mí? —le preguntó.
—Quiero que escuches lo que tengo
que decirte, porque es importante, sin que huyas o me interrumpas —dijo el
chico de los ojos azules—. Una vez lo hayas hecho eres libre de irte o de venir
conmigo.
—Bien. Te escucho.
—Vamos a un lugar menos transitado
—pidió.
Jongin asintió a aquello aunque la
calle en la que estaban tampoco es que tuviera mucha circulación de coches o de
peatones, pero si no quería hablar allí de lo que tuviera que contarle,
hablarían en cualquier otro sitio. El desconocido se giró y, aún agarrando la
muñeca del chico, echó a andar. Los pocos minutos que tardaron en atravesar la
distancia que los separaba de un parque cercano fueron silenciosos, ya que
ninguno de los dos tomó la palabra durante aquel trayecto. Se adentraron en el
parque, alejándose de la entrada e internándose en la solitaria oscuridad.
Jongin se sentía un poco intranquilo en aquel lugar, pero siempre, si pasaba
algo extraño, tenía la opción de echar a correr todo lo rápido que sus piernas
le permitieran.
—Quizás no creas lo que tengo que
decirte —comenzó, girándose hacia él para mirarlo con aquellos ojos azules que
parecían dos piedras preciosas—, pero todo es cierto.
—Eso es algo que tendré que juzgar
yo después de escucharte —Jongin aprovechó que el agarre sobre su muñeca había
disminuido de intensidad para separarse por fin del otro y cruzarse de brazos.
—Mi nombre es Lay y vengo de EXO
Planet para llevarte conmigo —dijo—. Tú perteneces a aquel lugar y no a La
Tierra, Kai.
—¿Por qué debería creerte?
—cuestionó—. ¿Y por qué me llamas Kai? Me llamo Jongin, Kim Jongin.
—Tus padres te pusieron el nombre de
Kai antes de que todo sucediera, antes de que la profecía te señalara como el
salvador de nuestro mundo y tuvieran que enviarte a La Tierra para protegerte
de la muerte —contestó Lay—. Una raza de seres destructores de planetas invadió
EXO Planet hace veinte años y desde entonces gobiernan sobre nosotros,
destruyendo todo lo que alguna vez amamos, convirtiéndonos en esclavos y
acabando con todos los recursos.
Aquellas palabras le recordaron a
Jongin a una película sobre una raza alienígena que iba a La Tierra para
destruirla y que solo Keanu Reeves podía detenerlos porque era de los suyos y
el planeta estaba casi al borde de la destrucción cuando todo se resolvía. Ultimatum a La Tierra creía el chico que
se llamaba dicha película, aunque no estaba muy seguro, la había visto hacía
unos pocos de años en la tele y se había quedado dormido la mitad de la
película porque se aburrió.
—No te creo —dijo—. Es una completa
locura lo que estás diciendo —Jongin se giró para echar a andar hacia la parada
del autobús, pero una mano lo retuvo.
—Tienes que
creerme, Kai —pidió Lay—. Me han enviado aquí para encontrarte y llevarte a EXO
Planet, tienes que acompañarme, tienes que ayudarnos a librarnos de ellos —su
voz estaba teñida de desesperación, pero el chico no podía o no quería creer en
sus palabras, así que se soltó de nuevo de su agarre.
—Lo siento, pero
yo no puedo ayudarte.
Jongin echó a
andar en dirección a la salida del parque, sin mirar atrás ni una sola vez. Lo
que acababa de escuchar era una locura, aquel chico de ojos azules debía estar
loco de remate, así que Jongin no podía creer su historia.
★☆★
—El chico del
otro día… —comenzó Sehun a hablar, llamando la atención de Jongin dándole unas
palmadas en el brazo para que dejara de mirar la televisión y se girara hacia
él—. El que vino cuando estábamos en la puerta de la academia de baile —el
moreno torció el gesto porque ya sabía a quién se refería su amigo y no tenía
ganas de hablar de aquello—, ¿llevaba lentillas o son sus ojos azules
naturales?
Jongin
simplemente ignoró a Sehun y siguió viendo en la televisión aquel programa en
el que a los presentadores les ponían una serie de pruebas que tenían que
sortear para poder ganar el programa del día, teniendo un tema cada uno de los
programas, y a veces invitaban a gente famosa. Ni le gustaba ni le dejaba de
gustar, pero era mejor verlo que escuchar lo que su amigo tenía que decirle
sobre Lay. Habían pasado varios días desde su encuentro y no había dejado de
pensar en lo que le había dicho porque era una completa locura y no sabía por
qué había sido él el elegido entre toda la población de la capital para
escucharla.
—Jongin, hazme
caso, joder —dijo Sehun, dándole una palmada fuerte en el brazo y el chico no
tuvo más remedio que girarse hacia él. Estaba dispuesto a darle otro manotazo
en respuesta, pero cuando levantó la mano, su amigo se encontraba en la otra
punta del sofá, sentado casi encima de Gwangsoo—. Dime. ¿Reales o lentillas?
—¡Y yo qué sé! —replicó Jongin.
—Creía que lo conocías y esas cosas
son de las que se hablan, porque unos ojos azules por estos lares no son muy
comunes —contestó Sehun.
—Solo lo he visto un par de veces,
así que no lo sé —respondió el moreno.
—¿Se te declaró? —aquella vez el
menor no fue lo suficientemente rápido como para alejarse de su mano asesina y
acabó pegándole en la pierna—. ¿Qué? ¿Lo hizo? Sino no te pondrías así.
—No digas tonterías —Jongin se
levantó del sofá, rápido como un rayo—. Es solo un compañero de clase, nos han
puesto juntos para un trabajo aunque ni nos conocíamos y quería hablar de eso
seriamente conmigo —mintió—. Me voy a ensayar un rato.
Jongin fue a su habitación,
ignorando lo que los otros dos pudieran decir de él por aquella salida tan
dramática que había hecho, y se cambió de ropa para poder salir a la calle y
dar una vuelta por el barrio y así despejarse. No quería pensar más de la
cuenta en Lay y en lo que le había dicho y ya le había dado algunas vueltas durante
los días posteriores a su último encuentro, así que no tenía ganas de seguir
con aquello y, sobre todo, no tenía fuerzas para aguantar las tonterías de
Sehun aquel día, menos cuando este era incapaz de reconocer sus propias
relaciones, cuando lo hiciera, quizás soportaría sus insinuaciones sin
fundamento.
El chico salió a la calle y dio una
vuelta a la manzana caminando despacio. Era todavía media tarde aquel domingo y
había muchas personas por el lugar, paseando, aunque lo que más se veía era
parejas por doquier, aprovechando el día libre para pasar algo de tiempo
juntos. Jongin estaba tranquilizándose poco a poco con el pasar de los minutos,
pero volvió a comenzar a pensar mucho cuando, de repente, frente a él, se
encontraba Lay, apoyado en el tronco de uno de los árboles de la acera,
observándolo fijamente con sus ojos azules que intentaban penetrarle el alma.
Jongin quiso pasar de largo, pero cuando lo intentó, unas palabras lo
retuvieron.
—No me queda mucho tiempo en este
lugar —dijo Lay—. Tienes que venir conmigo antes de que ocurra… así que créeme.
Jongin negó con su cabeza y luego
siguió caminando. No podía permitirse creerlo, no podía irse con un desconocido
a un planeta inventado por mucho que a veces tuviera ganas de lanzar a sus
compañeros de piso por la ventana y por mucho que no quisiera pisar su casa.
Tenía algunos problemas en su vida, pero no por ello iba a creer que podía
escapar de ellos para ser el salvador de una gente que ni siquiera existía, aún
no estaba loco de remate.
Los días fueron pasando lentamente
para Jongin y, siempre, cada uno de ellos, tenía la presencia de Lay de alguna
u otra forma. El de ojos azules aparecía siempre cuando menos se lo esperaba y
en cualquier lugar para acercarse a él y hacerle la misma petición una y otra
vez, petición que Jongin simplemente rechazaba sin querer darle más vueltas al
asunto porque no creía que fuera realmente necesario pensar más sobre aquel
tema que ni siquiera le interesaba. Pero Lay no parecía querer darse por
vencido y el muchacho se convirtió en una presencia prácticamente constante en
su vida en menos de una semana.
—En tres día
habrá un eclipse —le dijo la última vez que se habían visto—. Ese día necesito
que vengas conmigo, Kai. No podemos retasarlo más y solo tendremos unos minutos
para alcanzar el portal.
Pero como era habitual, Jongin había
obviado aquellas palabras y había seguido su camino, sin mirar atrás. Le daba
igual que hubiera un eclipse y que se juntaran los poderes astrales y tonterías
de esas, simplemente no iba a ir con Lay a ningún lugar porque no creía ninguna
de las palabras que habían salido de su boca desde que entraron en contacto
aquel día de hacía ya varias semanas en el autobús.
★☆★
El
día era claro cuando Jongin y Sehun salieron por la mañana del piso que ambos
compartían, hacía bastante calor, incluso a pesar de que era algo impropio de
la época porque a finales de mayo hacía calor, pero no tanto como en aquellos
momentos. Los chicos no tenían ningún plan hecho para aquel día, simplemente
habían decidido aprovechar que era domingo y que lo tenían libre al completo
para pasear y dar una vuelta por la ciudad antes de ir a la academia de baile
para ensayar algunas horas y para encontrarse con Qian y hablar con ella. Sehun
se había estado pensando lo de dar clases en el lugar a los niños más pequeños
para tener así un sobresueldo, así que quería hablar con la profesora, Jongin
aún no lo tenía nada claro porque jamás se le había dado bien enseñar lo que él
ya sabía a los demás. No solían ir por allí los domingos porque siempre estaban
muy atareados desde que comenzaron la universidad, pero aquel día
milagrosamente estaban libres y decidieron que era un buen día para ir.
Todo
parecía que iba a salir bien porque aquel día era uno cualquiera, como todos
los que llevaban a sus espaldas, quizás con la única diferencia de que iba a
haber un eclipse solar a media mañana, pero nada indicaba que fuera a ser un
día diferente, el día que cambiarían todas las cosas para ellos.
—Sehun,
si vas así de despacio jamás llegaremos —le dijo Jongin a su amigo, viendo que
era horriblemente lento caminando.
Había
sido idea del menor ir hasta la academia caminando, pero a la media hora de
haber salido del piso ya estaba andando como si no pudiera tirar de su cuerpo y
eso hacía que Jongin se frustrara bastante porque lo único que deseaba era
llegar ya al local y tumbarse al menos un cuarto de hora frente al aire
acondicionado para quitarse todo el calor de la calle.
—Es
que me estoy asfixiando, necesito agua, necesito fresco, necesito una sombra y
morirme ya —le respondió.
—No
seas exagerado —Jongin se acercó a él y le palmeó la espalda para animarlo a
seguir adelante—, si ya estamos en el parque. Cinco minutos más y habremos
llegado. Vamos, haz un último esfuerzo.
—Está
bien... —murmuró su amigo, aunque no parecía muy convencido de aquello.
Ambos
retomaron su camino como si nada hubiera ocurrido y hubiera perturbado su
caminata, pero no hubo pasado ni siquiera un minuto cuando ambos se detuvieron
de nuevo y, esta vez, no había sido porque Sehun se estuviera quejando a cada
segundo de que iba a morir asado de calor. Frente a ellos se encontraba una
criatura que ninguno de ellos había visto jamás, de un color marrón verdoso y
más de dos metros de altura, de gran corpulencia y sin un solo pelo por todo su
cuerpo, que estaba cubierto por una especie de piel rugosa. Había un par de
ojos redondos y grandes en su rostro, una nariz sin puente y una boca grande
plagada de dientes. Aquella criatura tenía una apariencia similar a la de los
ogros que aparecían en las películas, y lo primero que pensaron fue que sería
algún tipo de disfraz.
Sin
embargo, no podían estar más equivocados.
Jongin
y Sehun gritaron de puro miedo cuando la criatura avanzó pesadamente hacia ellos,
pisando fuerte el suelo con sus pies, y luego salieron corriendo al escuchar
una voz atronadora que solo parecía proferir sonidos guturales procedentes de
aquella cosa extraña.
—¿Qué
es eso? —cuestionó Sehun, mirando atrás unos segundos y luego acelerando.
—No
lo sé, pero tampoco es que me haga mucha ilusión averiguarlo —respondió Jongin.
No obstante, en su mente aparecieron unas palabras que le había dicho Lay hacía
unos pocos días, cuando le había pedido una de las veces que creyera lo que le
había dicho y que tenía que ir junto a él.
"—Los huruqk son una raza parecida a los ogros que
vosotros conocéis a través de los cuentos infantiles —le dijo—. Solo que no son
solo seres imaginarios, son reales y se alimentan de la vida de los planetas
para sobrevivir. Por favor, Kai, ven conmigo y ayúdanos. Por favor,
créeme".
—Huruqk
—murmuró, llamando la atención de su amigo.
—¿Qué has
dicho? —le preguntó, pero el moreno negó con la cabeza.
Si un huruqk
había llegado a La Tierra, si un huruqk había aparecido ante ellos y los estaba
persiguiendo, quería decir que todo lo que le había estado contando Lay hasta
el momento era absolutamente cierto, real, verídico, y que él no le había hecho
ningún caso cuando se lo había contado. Pero, ¿cómo iba a creer todo aquello?
La opción más plausible era que todo lo que había salido de los labios del de
ojos azules fuera mentira porque era completamente imposible que aquello fuera
real. La existencia de otros mundos, de otras criaturas, de otros lugares... no
podía ser real, todo debía ser una mentira... Y sin embargo, allí estaba
aquella criatura de la que Lay le había hablado, persiguiéndolos,
persiguiéndolo a él.
—Tenemos que
correr más rápido —le dijo a Sehun, apremiándolo—, mucho más rápido.
—Sí.
Mientras corría,
alejándose de aquella criatura, Jongin comenzó a pensar en Lay, en donde se
encontraría y en por qué, si siempre estaba cerca de él, no había llegado, no
había visto lo que estaba sucediendo y no lo había ayudado.
—Lay
—murmuró, como si diciendo su nombre pudiera hacer que el chico de ojos azules
fuera en su busca y lo ayudara con aquel problema.
Los dos
chicos siguieron corriendo sin mirar atrás ni una sola vez, como si de aquella
forma, la criatura que los perseguía dejara de hacerlo porque no lo miraran. El
parque era bastante grande y, a aquellas horas, estaba vacío porque ya hacía
demasiado calor como para estar en la calle, así que, al menos, nadie más iba a
ver a aquella criatura y eso tranquilizó mínimamente a Jongin, porque eso era
algo que no se les podía explicar a las autoridades de ninguna forma y que
resultara mínimamente creíble. Jongin estaba bastante concentrado en escapar lo
más rápido posible que no se dio cuenta de que Sehun iba perdiendo el ritmo
poco a poco, quedándose atrás, hasta que no lo pudo ver por el rabillo del ojo.
—¡Sehun! —lo
llamó, pero no recibió respuesta, así que, se giró.
La escena que
el chico se encontró justo cuando se dio la vuelta fue una que no se había
esperado y que no estaba preparado para ver. Sehun estaba siendo sujetado por
el cuello por una de aquellas monstruosas y grandes manos de la criatura y
forcejeaba para soltarse y coger un poco de aire porque se estaba asfixiando,
algo que no podía hacer porque el huruqk era mucho más fuerte que él. Jongin
sentía cómo el miedo le recorría las venas en mayor cantidad que la sangre, el
miedo a la criatura, a perder a su amigo, a no poder hacer nada para ayudarlo;
pero también corría por ellas un poco de adrenalina que lo cegó y lo hizo
lanzarse contra aquel monstruo intentando derribarlo, consiguiendo que este
simplemente lo empujase con su otra mano y lo tirase al suelo.
Jongin cayó
al suelo lleno de pequeñas piedrecitas y se raspó todo el brazo, pero no le
dolió tanto tenerlo en carne viva, cómo ver que su mejor amigo era tirado al
suelo como si fuera un muñeco de trapo, inerte, sin vida, con una expresión que
era de todo menos pacífica en su rostro. Así que, sin poder detenerlas, las
lágrimas comenzaron a inundar sus ojos y a correr seguidamente por sus mejillas
como ríos caudalosos.
Sehun estaba
muerto, Sehun había muerto por su culpa. Esos eran los únicos pensamientos que
había en su mente en aquellos momentos, no podía pensar en otra cosa que no
fuera aquello porque el huruqk había ido a por él, Sehun no tenía nada que ver
en todo aquello y aun así, él era el que estaba muerto y Jongin seguía vivo.
Todo era su culpa y era él el que merecía morir, no Sehun.
Como si la
criatura hubiera leído sus pensamientos, cómo si hubiera adivinado sus ganas de
morir en aquel lugar, comenzó a caminar hacia él y Jongin ni siquiera hizo el
esfuerzo de alejarse, de esconderse, de correr para salvar su vida, porque era
algo que no se merecía. Simplemente, cerró los ojos, esperando su muerte sin
más, con su corazón latiendo aceleradamente dentro de su cuerpo. Sin embargo, a
los pocos segundos de haber cerrado sus ojos, los abrió de golpe al escuchar
cómo la criatura gritaba de dolor. Se fijó en cómo esta convulsionaba antes de
caer al suelo, sin cabeza y chorreante de sangre viscosa y de un tono más
oscuro que el de la sangre de los seres humanos. Jongin vio cómo tras el cuerpo
de la criatura se encontraba Lay, con su pecho subiendo y bajando rápidamente,
como si acabara de correr una maratón, mirándolo fijamente, evaluando si se
encontraba bien.
Jongin se
levantó lentamente del suelo aunque las rodillas le temblaran por el esfuerzo
físico realizado y por el miedo que todavía se encontraba dentro de su cuerpo y
caminó hacia donde se encontraba Lay, mirando fijamente sus ojos azules con
súplica.
—Sehun…
—jadeó.
Lay miró a su
alrededor hasta que sus ojos dieron con el cuerpo inerte del chico en el suelo
y luego fue hasta él rápidamente, tocando su cuerpo. Jongin supuso que estaría
buscando cualquier signo de vida y se arrastró como pudo hasta su lado. Las
lágrimas en ningún momento habían dejado de correr por sus mejillas y lo veía
todo algo borroso por la acumulación de líquido en sus ojos, pero pudo ver cómo
una mínima luz azulada comenzaba a salir de las manos de Lay, borrando las
marcas de dedos moradas que se habían grabado en la garganta de su amigo.
—¿Qué estás
haciendo? —preguntó, sin poder creerse lo que veía.
—Todavía
respiraba —murmuró Lay—. Mínimamente… pero lo hacía, así que estoy suavizando
los daños que ha sufrido para que pueda respirar correctamente cuando se
despierte.
—¿Cómo?
Lay lo miró,
sin dejar de atender la garganta de Sehun, esbozando una sonrisa enigmática.
—Es un
secreto —respondió.
—¿Tiene que
ver con ser de ese tal EXO Planet? —cuestionó.
—¿Ahora me
crees?
—Me ha
perseguido un huruqk. Creo que si no te creyera ahora es porque me habría
vuelto loco de remate —esbozó una leve sonrisa y luego comenzó sentirse un poco
más tranquilo y calmado cuando vio cómo el pecho de Sehun volvía a subir y a
bajar con normalidad—. Se va a poner bien, ¿verdad?
—Sí. Será
como si nada hubiera pasado.
—Pero… cuando
se despierte recordará todo lo que ha pasado y…
—Para nada
—lo cortó Lay, mirándolo fijamente con sus ojos azules—. No recordará nada de
lo pasado, ni siquiera tendrá marcas de esto.
—Gracias
—murmuró Jongin.
—No me lo
agradezcas —le respondió el otro—. Simplemente… ven conmigo.
★☆★
“A las doce. En la plaza Gwanghwamun, a los
pies de la estatua del rey Sejong el Grande”.
Jongin le
daba vueltas a aquellas palabras que le había dicho Lay hacía unos momentos una
y otra vez en su mente, sin poder hacer nada para evitarlo. Todo lo que le
había estado diciendo el chico de ojos azules desde que se conocieron era
cierto y eso lo tenía muy confuso, además de que su mejor amigo había sido
atacado y ahora se encontraba tumbado sobre su cama, descansando tranquilamente
en su habitación mientras Gwangsoo lo cuidaba. Si no hubiera sido por Lay,
Sehun habría muerto y Jongin sabía que todo era culpa suya, porque si había ido
a por él desde aquel mundo extraño, para que no pudiera ir allí, no podía ser
culpa de nadie más y eso lo estaba matando poco a poco por dentro. y ahora que
lo habían encontrado, no iban a parar hasta que no lo quitaran de en medio a
él, haciéndoles daño también a las personas que le importaban.
Por eso,
aunque fuera algo disparatado, Jongin tomó la decisión de ir al encuentro de
Lay a la plaza, antes de que sucediera aquel eclipse solar.
Jongin fue a
su habitación y cogió la mochila que utilizaba cuando se iba de acampada con
Sehun todos los veranos, metiendo en ella un poco de ropa y de comida,
principalmente snaks. Después, dejó la mochila con todo en el salón y fue a la
habitación de Sehun para despedirse de él y de Gwangsoo, pero al abrir la
puerta, se los encontró a ambos sobre la cama, durmiendo abrazados y no tuvo
corazón para despertarlos, así que simplemente les dejó un mensaje en el grupo
que tenían para el piso, avisándoles de que se iba a hacer un viaje espiritual
porque había muchas cosas que le preocupaban y que volvería. Una vez lo tuvo
todo atado en aquel lugar, el chico salió por la puerta, dirigiéndose hacia el
lugar en el que había quedado con Lay.
Tuvo que
coger varios autobuses para llegar a la plaza porque su piso se encontraba en
la otra punta y el tráfico era bastante cargado, así que tardó un poco más de
lo esperado y acababan de dar las doce y cuarto cuando finalmente detuvo su
carrera bajo el pedestal de la estatua del rey Sejong. Jongin miró a un lado y
a otro, buscando a Lay entre las personas que estaban congregadas en aquel
lugar, sobre todo turistas, que iban a aprovechar para ver las estatuas de la
plaza y el eclipse.
—¿Me
buscabas?
Jongin se
giró rápidamente cuando escuchó la voz de Lay tras él, encontrándolo con una
expresión seria pero a la vez satisfecha por verlo allí. Seguro que estaba
bastante aliviado porque él finalmente hubiera acudido al lugar.
—Creo que te
lo debo —susurró Jongin—. Por habernos ayudado a Sehun y a mí antes... y eso...
—Era lo
mínimo que podía hacer —respondió él—. ¿Estás convencido? —preguntó—. Una vez
estemos allí no podrás volver en un tiempo.
—Creo que
sí...
No estaba muy
convencido, nunca había estado convencido sobre aquello, de hecho, hasta hacía
unas horas ni siquiera se creía lo que el otro le había dicho, pero ahora era
todo diferente, ahora era todo bastante más complicado, porque si lo que le
había estado contando Lay sobre aquel mundo extraño era todo cierto, su vida
iba a cambiar drásticamente y Jongin no estaba del todo preparado para ello.
—Menos mal...
—dijo Lay—. No sabía qué era lo que les iba a decir a los demás si regresaba
sin haber cumplido mi misión.
—Bueno...
aquí estoy —sonrió—. ¿Cómo vamos a ir a ese EXO Planet? Dijiste algo del
eclipse... pero no sé qué puede tener que ver.
—Espera y
verás. Ya no queda mucho.
Jongin miró
su reloj y se dio cuenta de que apenas faltaban unos minutos para que el cielo
comenzara a oscurecerse cuando el sol fuera siendo cubierto poco a poco por la
luna. Solo le quedaban unos pocos minutos para estar allí antes de dejarlo todo
atrás para emprender otro camino. No sabía exactamente qué era lo que se
encontraría allí y eso lo asustaba, teniendo en cuenta que había miles como el
que los había atacado unas horas antes por todas partes. El chico dejó de
pensar en ello porque si no echaría a correr hacia el piso y no podía hacerlo,
no ahora que estaba allí. En aquel momento, sintió cómo Lay le rozaba el brazo
y luego se acercaba para susurrarle al oído unas palabras.
—No te
separes de mí, está a punto de comenzar.
Asintió
lentamente con su cabeza y luego tomó la mano que el de ojos azules le tendía,
sintiendo cómo una corriente eléctrica le recorría todo el brazo hasta llegar a
su espina dorsal y cruzarla de arriba abajo, haciendo que le temblaran las
rodillas. No era una sensación muy común en él, de hecho, solo la había sentido
hacía unos pocos años, y esperaba sinceramente que no tuviera nada que ver con
lo que creía.
A Jongin no
le dio tiempo a pensar en nada más porque en ese mismo instante, el cielo
comenzó a oscurecerse y las cabezas de las personas a alzarse hacia este, no
queriendo perderse nada de aquel espectáculo, profiriendo exclamaciones de
sorpresa o de admiración. El chico quiso unirse a ellos, pero no pudo hacerlo
porque Lay aprovechó aquel momento para tirar de él, ya que sus manos estaban
entrelazadas, y Jongin se dejó guiar. El chico creía que irían a algún lugar
escondido en el que se teletransportarían como pasaba en las películas; sin
embargo, Lay simplemente anduvo unos momentos antes de detenerse en un lugar
vacío de la plaza y mirarlo con sus ojos azules.
—Allá vamos.
Jongin sintió
cómo el agarre de su mano fue mucho más fuerte y, justo después, Lay dio un
paso y su pierna desapareció como si algo se la hubiera tragado. Su corazón
comenzó a latir rápidamente dentro de su pecho, de miedo y angustia y, apenas
le había dado tiempo a procesar lo que estaba ocurriendo cuando el chico ya
había desaparecido ante sus ojos y su cuerpo estaba tomando el mismo camino.
Jongin cerró sus ojos fuertemente, esperando que algo malo le ocurriera, mas no
notó absolutamente nada extraño. Sin embargo, no se atrevía a abrir los ojos.
El chico sintió cómo la mano de Lay abandonaba la suya y cómo luego se colocaba
frente a él, muy cerca, tan cerca que notó su aliento cálido contra su rostro
cuando el otro empezó a hablar.
—Puedes abrir
los ojos.
No quería
abrirlos, pero ante aquella petición, no pudo negarse y, poco a poco comenzó a
separar sus párpados. Lo primero de lo que Jongin se dio cuenta fue de que
estaba en un lugar completamente distinto a la plaza, un lugar en el que estaba
seguro de que no había estado en su vida, un lugar verde, plagado de naturaleza
y de una calidez agradable que lo hacía sentir somnoliento y cansado. Había
árboles por todas partes, árboles que parecían como mínimo milenarios, con sus
copas llenas de hojas que crecían de unas gruesas ramas y que resguardaban del
sol que parecía encontrarse en el cielo, sobre sus cabezas; había también
hierba a sus pies, creando un manto mullido porque el caminar descalzo sería
una delicia; y una serie de estanques, algunos de aguas claras y otro
completamente secos, repartidos a por el lugar, algunos muy cerca y otros más
separados.
—¿Dónde estamos?
—cuestionó sin poder evitarlo porque aquel lugar le resultaba fascinante.
Lay le sonrió
cálidamente, haciendo que en su mejilla derecha se formara un pequeño hoyuelo,
antes de contestarle a su pregunta.
—En el bosque
entre los mundos.
Wow! Estoy encantada, tienes una manera de escribir que me gusta mucho y aparte siempre cuentas historias muy diferentes.
ResponderEliminarTodo el misterio que generaste con Lay con pequeños y simple detalles hasta que finalmente sabemos el porque de su aparición fue magnifica.
Jongin es el elegido (quien lo hubiera imaginado) y estoy ansiosa por saber como se va a desarrollar en ese nuevo mundo, porque es un chico normal, pero me intriga saber que capacidades va a tener en ese nuevo plano para enfrentar a esos enemigos y salvar el mundo.
PD: como te gusta maltratar a Sehun (ya lo secuestro un fantasma y ahora lo haces palmar por unos instantes por el monstruo ese 😋 jajaja )
¡Qué me vas a sacar los colores, mujer!
EliminarTenía que darle un poco de vuelta a la aparición de Lay porque JongIn no sabe nada de la vida y está muy confuso, sino lo hacía de esa forma habría quedado bastante raro XD
Habría estado bien que el elegido hubiera sido cualquier otro, pero como JongIn era el prota... XD Bueno, en cuanto te leas los siguientes sabrás qué es lo que sucede con él ^^
PD: es que SeHun es uno de mis favoritos y si no lo hago sufrir yo, ¿quién lo va a hacer? (??????)