Pareja: Kyumin
Tipo: Yaoi
Género: Romance, Fluff
Clasificación: G/PG
Sinopsis: ¿Es realmente una estupidez creer en el destino? ¿Es algo etéreo o inventado? Normalmente los más románticos siempre guardan la esperanza de que, de una forma casual e inesperada, puedan encontrar a su alga gemela y sentir una conexión especial con esta. Lee Sungmin nunca había llegado a reflexionar seriamente sobre ello pero, ¿el destino podía realmente existir?
Nota: Si tuviera algo que decir sobre el Kyumin sería que era mi pareja favorita al principio, cuando apenas era una elf, y que le guardo un especial aprecio. Y si tengo que decir algo sobre el fic sería que me he pasado con las cursilerías y... ¡Me encanta!
Era el último día de universidad antes de las fiestas y me disponía a ir a mi facultad para pocas horas después volver al piso de estudiante a preparar la maleta. Cada navidad volvía a casa con la familia y, durante dos semanas, disfrutaba del agradable aroma y la calidez de mi hogar. Sin embargo, aquel año no me embargaba una deliciosa emoción por volver a casa.
En su lugar me sentía nervioso, y es que sería el último día que vería a aquel extraño en un buen tiempo. Era mi tercer año en la universidad, y estaba completamente seguro de que nunca antes vi a aquel hombre, ni tan siquiera una vez, al menos en aquel vagón del metro.
Aun recordaba cómo, meses atrás, descubrí aquella nueva presencia justo frente a mí cuando tomé asiento para ir a la universidad. Él leía un libro de mano, mientras yo ojeaba mi móvil despreocupadamente.
Su aura misteriosa consiguió captar mi atención desde el primer instante en que le miré, olvidando por un momento que podría descubrirme observándole sin tapujos con solo alzar la mirada. Sin embargo no lo hizo, lo que me permitió examinarlo más detenidamente.
Vestía demasiado formal para ir en metro, o al menos así era a mi modo de ver. Usaba un pantalón oscuro debidamente planchado, al igual que el resto de su ropa, camisa azul marino, corbata blanca y, finalmente, un maletín negro que descansaba sobre sus piernas cómodamente cruzadas. Pero lo que más me atrajo de aquel extraño fue lo realmente atractivo que era.
Ojos grandes y de color marrón, labios finos y levemente rosados, nariz redondeada y un brillante cabello marrón oscuro, con un corte sutilmente largo. Además de que no aparentaba tener más de treinta años y estaba en una espectacular buena forma.
No fui consciente de que lo miraba descaradamente hasta que, cuando pasamos por un túnel, me observé reflejado en el cristal de enfrente. Instantáneamente bajé la mirada y con disimulo comprobé si alguien me había visto. Por suerte no fue así, así que suspiré más tranquilo atreviéndome a mirar cada cierto tiempo al atractivo hombre. Mas, mi suerte no duró mucho, cuando por megafonía anunciaron la próxima parada, este se levantó y me pilló justo en el momento menos oportuno.
Rápidamente intenté disimular concentrando toda mi atención en mi móvil y, hasta que el tren no se detuvo y el misterioso pasajero abandonó el vagón, no me atreví a volver la vista al frente. Fueron apenas más de dos minutos, pero aquel corto trayecto pareció durar horas. Ese primer día de universidad, me sorprendía a mí mismo pensando en aquel hombre, su vestimenta y sus ojos, lo que que no dejó de sorprenderme.
Y, cuando, por la tarde tomé el mismo tren de vuelta, me desanimé enormemente al no encontrarlo de nuevo, llegando a arrepentirme de no haberle hecho una foto al menos.
Pero, por suerte, a la mañana siguiente lo volví a ver a la misma hora, al subir en el mismo andén, y con una bonita camisa nueva color vino y otra corbata negra a juego con otro par de pantalones. En esta ocasión estaba de pié, ya que no habían asientos disponibles, y con la mirada examinaba a los nuevos pasajeros que llenaron el vagón, incluyéndome a mí.
Cuando sentí sus ojos observándome no pude sino evitar mirarlo con el corazón seriamente alterado. Pero para mi suerte, o desgracia, no duró mucho. Con sutileza se volvió para mirar por el cristal, pareciendo aburrido por tener que estar de pie sin nada que hacer.
Al menos volví a sentirme libre de poder respirar con normalidad. Y, de paso, observar el bonito culo que le hacían los pantalones. Pero, al igual que aquella mañana, su presencia abandonó el tren cuando solo pasaron dos cortos minutos.
No sabía que por aquel desconocido llegaría a convertirme en un acosador novato cuando, tras pocos días observándolo, empecé a pensar seriamente en seguirlo cuando bajara del vagón para averiguar algo más sobre él. Obviamente nunca lo hice, pero no pude aguantar las ganas de hacerle una foto en secreto mientras él no miraba.
Incluso le puse un bonito apodo, “culito prieto”, por cómo le quedaban los pantalones y como se apretaban tortuosamente a su trasero.
Sin embargo nunca sobrepasé el límite, y durante todo ese tiempo siempre le di su espacio. Nunca me acerqué a él por respeto, o para que no pensara nada malo de mí. Y ahora, a apenas unos minutos de verle por última vez en semanas, me arrepentía de no haberme atrevido a saludarle al menos, para intentar descubrir cómo sería su voz, y pensar en ella estas navidades.
Suspiré con pesadez, ayer había intentado acercarme a él, pero en el último instante me acobardé y terminé caminando hacia el final del vagón intentado parecer que buscaba asiento. Era una tontería, y quizá fuera mejor tan solo mirarlo desde la distancia antes que asustarlo con una declaración como: "Hola, llevo meses observándote en secreto y muriéndome por violarte en este mismo tren. Así que me gustaría saber si te apetecería salir conmigo por ahí, o quizá darme tu número para estar en contacto".
Aquello olía a fracaso a kilómetros, así que, como tantas otras veces, entré en el mismo vagón y me dispuse a buscar asiento cuando..."Mierda".
El vagón, y casi seguramente, el resto del tren estaban demasiado llenos. Era época de volver a casa con motivo de la proximidad de las fiestas, así que tuve que entrar y, con mucho esfuerzo, buscar un sitio al que sujetarme antes que el tren se pusiera en marcha.
Nunca creí que pudiera tener tan mala suerte, ya que tuve que colocarme junto a "culito prieto". Estábamos muy cerca, tanto que podría medir cuantos centímetros me sobrepasaba de altura, tanto que podía oler su colonia, tanto que notaba su propio calor y, maldita sea, me ardía la cara de vergüenza.
- Un mal momento para coger el metro ¿no crees?
Mis ojos se abrieron mucho más de lo que hubiese querido, sorprendido al escuchar esa voz tan suave, masculina y cercana. Casi podía asegurar que mi corazón se paró durante un segundo por la sorpresa, cuando me percaté de quien era su dueño.
Estábamos a escasos centímetros uno del otro y mi estómago se encogió por la cercanía. No me atrevía a mirarlo directamente así que asentí con una temblorosa sonrisa plasmada en la cara mientras intentaba relajar mi fácilmente impresionable corazoncito.
- Al menos no tendremos frío entre tanta gente - comentó con una sonrisa seductora que casi me derrite -. Soy Cho Kyuhyun, por cierto.
- Encantado - mi voz sonaba débil y eso me avergonzó un poco más - yo soy Lee Sungmin...
- Un placer Sungmin-ah, creo que compartimos tren desde hace un tiempo...- asentí sin saber dónde meterme, sabía quién era yo y probablemente también podría haberse percatado de cómo lo miraba a veces -...supongo que también te habrás dado cuenta.
¿Acaso estaba jugando conmigo? Claramente le observaba casi sin descanso cuando coincidíamos en el tren, apenas más de dos minutos al día, pero multiplicado por muchos meses.
- Si, un poco...- por Dios, quería morirme allí mismo, desaparecer para pudiera ver mi rostro, sino adivinaría mis verdaderos pensamientos.
- Es curioso que hayamos empezado a hablar justo ahora, no volveré a coger el metro en una buena temporada.
- Yo tampoco, voy a pasar las navidades en casa...
- Me alegro, - comentó con cierta incomodidad - así que nos veremos de nuevo en unas semanas, de vuelta a la rutina, ¿no?
- Si...y mientras me inflaré a comer dulces...
¡Mierda, mierda, mierda! ¿Por qué había dicho tal estupidez? Tierra trágame, porque me quiero morir de vergüenza.
Sin embargo él comenzó a reír con ganas, al parecer le había parecido gracioso mi indeseado comentario.
- Ya lo creo, las navidades no son lo mismo sin dos kilos de más por culpa de los dulces.
Sonreí completamente embaucado y, gracias a que en hielo se había roto, pude mirarle directamente a esos brillantes ojos castaños por primera vez. Sin embargo, la voz del maquinista anunció la próxima parada por megafonía, en la que, por desgracia, solía bajarse Kyuhyun.
- Ha sido un placer hablar contigo, realmente se me ha pasado el tiempo volando...
- A mí también - contesté sin dejar de mirarle a los ojos, que en su interior parecían esconder infinidad de pensamientos.
- Bueno, feliz Navidad Sungmin-ah...
- Feliz Navidad...- respondí justo cuando el tren se detuvo y un túmulo de gente abandonó el vagón, y con ellos Kyuhyun.
Durante el resto del día me sentí eufórico, no dejé de sonreír y de repetir en mi mente su nombre: "Cho Kyukyun".
Aquellas navidades me parecieron especialmente largas ya que gracias a la proximidad de exámenes apenas tenía tiempo para divertirme. Aunque en el fondo sabía que era por la espera de poder volver a hablar con Kyuhyun, su foto en mi móvil ya no conseguía consolarme.
Cuando no estaba estudiando aprovechaba el tiempo en ayudar a mis padres con las tareas de casa o simplemente daba una vuelta por el vecindario para despejarme un poco.
Tal y como pensé, conforme se acercaba año nuevo no tuve apenas oportunidad de dar siquiera un vistazo a mis apuntes de filología. La casa era un caos, y siempre había algo que hacer antes de que la familia entera llegara y formara aún más alboroto.
Al terminar el primer día de año nuevo acabé rendido boca abajo en mi cama y con el cuerpo molido por el sueño. Desde esa noche olvidé pensar en Kyuhyun, las vacaciones de invierno se acababan y los exámenes se acercaban a pasos agigantados. Pronto me vi recogiendo la maleta y despidiéndome de mi familia para volver a mi vida universitaria.
A lo largo de los días que siguieron mi compañero de piso, Donghae, y yo prácticamente nos encerramos en nuestra habitación enterrándonos entre montañas de libros de consulta y apuntes amontonados aleatoriamente por el lugar.
- Mañana empieza tu primer examen, ¿a qué hora te levantarás?- preguntó apartando los papeles de su cama para irse a dormir.
- Son las dos de la mañana y el examen es por la tarde, así que hasta las nueve no pienso ni abrir los ojos ¿por? - pregunté también ordenando un poco el estropicio que se había formado sobre mi escritorio.
- Nada, poner también mi despertador y estudiar juntos.
Conocía a Donghae desde hacía poco más de un año y, aunque no íbamos al mismo curso ni a la misma facultad, nos entendíamos bastante bien hasta el punto de ayudarnos el uno al otro siempre que fuera posible.
Le sonreí en respuesta y me acosté en mi cama antes de que apagara la luz. Con los exámenes encima mi horario de metro había sufrido una remodelación que duraría hasta que estos pasaran. Por un momento me pregunte si Kyuhyun notaría que ya no coincidía con él en el metro. Pero, estaba tan cansado que nada más caer en la cama me dormí sin siquiera pensar en una posible respuesta.
Tal fue el estrés durante los exámenes que, una vez estos acabaron, me asusté al ver mi reflejo a la mañana siguiente. Sentí cierto pánico, se suponía que me encontraría con Kyuhyun en el tren después de mucho tiempo y no quería ni pensar que opinaría él de mis ojeras y piel pálida.
Me dí una ducha y me puse ropa clara para no acentuar más mi mal estado. Debatí si ponerme maquillaje pero, tras ver la hora que era, decidí caminar hasta el metro lo antes posible. Estaba terriblemente nervioso así que, cada cierto tiempo, mordía mi labio inferior intentando relajarme.
Pero cuando el tren llegó mi pulso aumentó dramáticamente. Tragué saliva y, con apreciable timidez, subí al mismo vagón de siempre. Nada más echar un vistazo al interior me encontré con unos brillantes ojos negros que me observaban. Al parecer Kyuhyun estaba esperando que subiera en aquella parada y eso me hizo querer sonreír como un tonto, aunque me contuve.
Le saludé con la mano y él me sonrió en respuesta mientras se acercaba hasta mí, antes de que el tren se pusiera en marcha.
- Buenos días, al fin volvemos a encontrarnos - dijo ocupando un asiento junto a mio.
- Si, ha pasado bastante tiempo...- quería derretirme por sus palabras, pero intenté no ilusionarme porque esperara volver a verme -... ¿Qué tal tus navidades?
Él me observó con una mirada neutra mientras entrelazaba las manos por encima de su cartera.
- Como siempre, comidas con la familia, salidas con los amigos... Pero este año ha sido bastante aburrido - quise preguntarle el por qué, pero antes él me devolvió la pregunta - ¿Y tú?
Medité unos segundos cual sería la respuesta más acertada y, tras mirar de nuevo sus ojos, me volví hacia él para hablar más cómodamente.
- Ajetreadas, entre la familia y los exámenes casi no sobrevivo.
Rió ante mi respuesta y me volvió a observar profundamente durante unos segundos.
- ¿Sabes...? Me gustaría pedirte una cosa, pero me preocupa asustarte...
- Tranquilo, - dije aunque por dentro estuviera atacado de los nervios – no me asustaré.
- Esto...me gustaría tener tu número de teléfono para...bueno, poder hablar contigo un poco más. - le miré totalmente sorprendido por que fuera eso lo que quisiera, francamente ya había pensado en lo peor - Perdona, sé que suena muy raro y no pasa nada si no quieres dármelo, lo entiendo.
- No, no yo...- me apresuré a contestar.
Quizá mi expresión aturdida le dió a entender algo que no pretendía, ya que en el fondo quería morir de felicidad.
-...Me parece bien – finalicé una cierta timidez.
- ¿En serio? - dijo con rostro aliviado.
Yo asentí y saqué mi móvil del bolsillo mientras él sacaba el suyo de su maletín. Intercambiamos móviles e incorporamos los nuestros justo cuando, por megafonía, se anunció la próxima parada. Kyuhyun se levantó y tras recolocarse la camisa me miró por última vez.
- Entonces, ya te llamaré- dijo a modo de despedida mientras yo sonreía -. Y Sungmin-ah...
- ¿Mm? - inquirí con curiosidad.
- ... Estás resplandeciente - finalizó con una sonrisa mientras se apeaba en su estación, echando la vista atrás para apreciar mi expresión anonadada.
Cuando las puertas finalmente se cerraron pude morirme de vergüenza tranquilamente. Miraba mis zapatos mientras nuestra conversación volvía a repetirse en mi mente, acentuando aún más mi sonrojo. A pesar de haber amanecido con un rostro cadavérico pude comprobar, en el reflejo del cristal frente a mí, que ahora mi cara había sufrido un insólito y mejorado cambio. Ciertamente el adjetivo que mejor me podría describir en aquel momento era ese, "resplandeciente".
Aquella noche llegó el primer mensaje de los muchos que recibí de Kyuhyun. Poco a poco fui comprendiendo más detalladamente como era y al mismo tiempo yo también me facilitaba alguna información. Vivía solo en Seúl desde hacía cuatro años gracias al trabajo en la sección de marketing en una empresa.
Le gustaban las películas de acción y, solo de vez en cuando, alguna de comedia. No leía prácticamente nada que no tuviera el sello “Best Seller” o recomendaciones por el estilo. También le gustaba el vino y, por las numerables veces que me lo repitió, supuse que sería como un hobby el saborear una botella nueva cada semana.
- ¿No te preocupa que sea algún tipo de maníaco o que te pueda matar si vas a su casa? - preguntó Donghae una tarde a finales de febrero, cuando finalmente le conté todo sobre Kyuhyun.
- No, él es muy correcto y educado - respondí tras meditarlo un poco -. Además, siempre tiene cuidado de no invadir mi espacio personal.
- Aun así, eso de ligar en un tren suena demasiado peliculero - añadió con tono ligeramente preocupado -. Yo corroboraría que no te miente, con respecto a él, antes de encapricharte o querer ir más lejos.
A pesar de confiar en todo lo que me había dicho, era cierto que debía asegurarme de quien era exactamente aquel hombre antes de plantearme querer algo serio o no con él. Así que, por mensaje, le pregunté si podría visitarle, algún día. Obviamente al salir del trabajo y con la excusa de sentir curiosidad por ver en qué lugar de Seúl se encontraba su oficina.
Pero me sentí un poco inseguro tras enviar el mensaje. Quizá no creyera que fuera buena idea y se sintiera incómodo o, peor, que llegara a entender que intentaba comprobar si realmente había sido sincero conmigo. Por lo que casi me da un ataque de nervios hasta que, tras quince minutos de espera, me llegó su respuesta.
"Estupendo, de paso podríamos tomarnos un café o algo. El edificio donde trabajo queda justo enfrente de un parque, junto a las oficinas de la SBS. Si quieres no vemos hoy, normalmente salgo a las cinco. Espera, te envió una foto con la dirección exacta.”
Y justo después me manda también una captura de pantalla de Google Maps indicando, con una flecha, el sitio. Me sorprendí gratamente con su respuesta, así que acepté con un mensaje y miré que hora era. Apenas las tres de la tarde, lo que me daba el tiempo suficiente para ducharme, y prepararme debidamente, antes de nuestra cita.
Un momento... ¿Cita?
Obviamente había sugerido tomar un café conmigo, y fácilmente podía creer que me estaba invitando a salir. Pero aún no quería dar rienda suelta a mi imaginación y, tragándome las ganas de saltar de entusiasmo, corrí a preparar la ropa que me pondría.
Me despedí de Donghae tras salir con media hora de adelanto, y este me deseó suerte aún con aspecto desconfiado, recordándome que le llamase si llegaba a suceder algo raro.
Tras coger el metro deambulé unos minutos, ayudándome con el móvil para encontrar el lugar. Logré dar fácilmente con el parque y, tras un corto rodeo, localicé un edificio acristalado de cinco plazas que encajaba con la dirección que Kyuhyun me había facilitado.
Aunque mis piernas temblaban reuní todo el coraje que pude y atravesé las puertas automáticas, encontrándome ante un pequeño, aunque limpio y luminoso, vestíbulo. En ese instante se me calló el alma a los pies, no sabía que más debía hacer. Dudaba que Kyuhyun hubiera mencionado sobre mi visita a la recepcionista, y ni yo mismo sabía si preguntar por él a la chica.
Aún quedaban diez minutos para las cinco, así que disimuladamente ocupé asiento en un sofá frente a una pequeña mesa con revistas, suponiendo que era parecido a una sala de espera. O al menos eso me imaginé, ya que intentaba no hacer contacto visual con la recepcionista.
En unos diez minutos ojeé cuatro revistas y revisé mi móvil siete veces en busca de mensajes sin leer, pero en mi bandeja de entrada no había nada nuevo.
- ¿Eres Lee Sungmin? - preguntó una voz femenina de pronto.
Al mirar al frente vi como la recepcionista me miraba con curiosidad y, dado que no había nadie más en aquella planta, supuse que fue ella quien lanzó la pregunta.
- Eh...sí.
- El señor Cho me ha llamado para comunicarle que tardará unos minutos más en bajar mientras acaba un recado, ¿le apetece tomar algo mientras espera? - añadió con una sonrisa muy dulce mientras me examinaba con notable curiosidad.
- No, estoy bien, muchas gracias - respondí devolviéndole una sonrisa con timidez, a lo que ella asintió conforme.
Un par de minutos después, tal y como ella dijo, el ascensor junto a recepción se abrió y pude ver a Kyuhyun salir de este, acompañado de otro hombre con el que conversaba. Al alzar la mirada y verme sonrió y caminó hasta mí, despidiéndose velozmente del otro hombre trajeado.
- Nos vemos mañana Kim, - y dicho esto llegó frente a mí - ¿te he hecho esperar mucho?
Negué con las mejillas levemente sonrojadas. Estaba muy guapo y, al parecer, se había echado perfume ya que olía diferente, pero sutilmente.
- Me alegro, hay una cafetería calentita aquí cerca, ¿te parece ir? - asentí y, tras colocarme mi abrigo, comencé a andar tras él - Hasta mañana Sulli.
- Adiós señor Cho - respondió la recepcionista con expresión divertida mientras nos miraba a los dos, incluso se le escapó una sonrisa cuando Kyuhyun me cedió el paso para salir del edificio.
Al principio fue extraño estar junto a Kyuhyun, sin el ambiente al que estaba acostumbrado en el vagón del metro, pero gracias a Dios entramos en la cafetería y pude distraerme un poco.
- Me sorprendió que quisieras salir conmigo cuando terminara de trabajar, - dijo mientras ocupábamos una mesa pequeña para dos - creí que eras algo tímido - añadió con una sonrisa coqueta mientras me miraba con palpable curiosidad.
- Ya bueno...- en realidad mi intención no era "salir" con él, pero las cosas acabaron tomando otro rumbo -...simplemente me apetecía...
- Bueno, en todo caso me alegra pasar un rato a solas contigo, y sin prisas por que tenga que bajar en la próxima parada - declaró, provocando que casi sonriera como un estúpido enamorado.
Poco después fuimos atendidos amablemente por un camarero y cada uno pagó su café. Aunque tuve que luchar con Kyuhyun para pagar mi parte. Pasamos más de una hora hablando y riendo casi sin darnos cuenta para, tras apurar el último sorbo de café, salir del local comprobando que había anochecido abruptamente.
- Me gustaría invitarte a cenar, ya que has tenido que coger el tren para verme, pero temo que te puedas enfadar si lo intento - dijo haciendo referencia a cuando me negué a que pagara mi café.
- Quizá otro día, aún tengo que volver a mi piso y madrugar para ir a clase mañana...
- Entonces lo tomaré como que habrá una próxima cita, y no puedes negarte, tú mismo acabas de proponerla - dijo riéndo mientras paseábamos lentamente en dirección al metro.
- Está bien.
Caminamos un poco más en silencio, mientras, notaba como mi corazón empezaba a latir a mayor velocidad. Él estaba tan guapo a la luz de las farolas que tuve que morderme los labios para intentar tranquilizar mis nervios.
- Min...- le miré sorprendido por la manera tan dulce en la que me acababa de llamar, sintiendo como me sonrojaba al instante -... ¿Puedo hacerte una pregunta?
- C-claro...- sentí que mi corazón se detuvo un instante cuando dijo esas palabras.
- ¿Te gustaría...salir conmigo? - abrí los ojos como platos y dejé de andar al momento, sintiendo de repente cómo sus ojos me miraban con cierto temor - es decir, no salir como amigos sino...bueno...como una pareja.
Quedé totalmente petrificado ante tal proposición ¿Era pronto para aquello? ¿Sería correcto? Todas esas preguntas, y más, pasaron por mi cabeza, pero la tensión en el ambiente me apremió para decir al menos algo.
- Yo...bueno, me gustas pero...no estoy seguro. Ahora mismo tengo muchas dudas - respondí de forma atropellada.
Pensé que me diría que no importaba, que me tomara mi tiempo para pensarlo. Pero me sorprendí al ver cómo, tras unos segundos en silencio, se cernió sobre mí y atrapó mis labios con los suyos sin darme tiempo a reaccionar.
Pero no lo detuve y, por una vez, dejé de pensar racionalmente para corresponder a sus suaves y cálidos labios, que me hacían flotar a pocos centímetros del suelo. Cuando finalmente se separó de mí me miró a los ojos con gesto decidido.
- Min, ¿crees en el destino? - me preguntó, casi en un susurro.
- Yo...nunca he pensado mucho en ello - respondí con sinceridad a pesar de seguir en shock tras haber recibido aquel beso.
Él sonrió mientras cogía una de mis manos y la entrelazaba con la suya, muy lentamente.
- Pues yo siempre había pensado que el destino existía y que, aunque pueda sonar como un idiota, de una forma u otra encontraría a mi alma gemela. Que, al verla, notaría algo especial. - dijo acercando su rostro al mío de nuevo, aunque sin llegar a tocarnos - Cuando, meses atrás, se me estropeó el coche y tuve que ir en metro al trabajo no creí que pudiera encontrar a esa persona.
Otra vez volví a morderme los labios, signo irrefutable de que estaba completamente nervioso por su cercanía y aquella inesperada declaración ¿Se...estaba refiriendo a mi?
- Ese día creí haber encontrado a la persona indicada y, hasta el momento, he ido cada día en tren, en el mismo vagón, - explicó mientras acariciaba mi mejilla - y solo para encontrarme contigo.
Que el creyera que el destino nos hizo conocernos me pareció muy tierno, y casi me derretí cuando añadió que siguió yendo en tren para poder verme todo lo días. Nunca hubiera imaginado que tuviera un lado tan novelero, incluso llegando a ser más cursi que yo.
- Me parece bien que te lo pienses, si realmente quieres salir en serio conmigo, ya que no me preocupa que me rechaces - explicó mientras volvía a alejar nuestros rostros -. Ya que creo que, de algún modo, acabaremos juntos igualmente.
- ¿Confías tanto en el destino? - pregunté sorprendido.
- Sí, pero confío más en lo que yo siento, y en lo que sé que tú sientes - respondió con una sonrisa.
Tardé un instante en reaccionar, no por no saber qué decir, sino por el shock me produjo aquella declaración ¿Él sabía lo que yo sentía? ¿Cómo?
- No me importa esperar, pero al menos quisiera saber si nuestra segunda cita sigue en pie - preguntó mientras ambos volvíamos a retomar la marcha, camino a la estación de metro - ¿O has decidido presentar una denuncia por acoso a la policía? Si fuera tú también contemplaría esa opción.
- No, prefiero un segundo encuentro fuera de los juzgados - respondí con timidez.
- Me alegra saberlo...
De pronto sentí sus brazos atraparme y, como un segundo después, sus labios se posaban en mi mejilla, sintiendo una vez más que mi corazón se encogía.
- Siento haberte besado antes sin tu permiso, pero me cuesta frenarme cuando pareces avergonzado - dijo mientras miraba al frente con aire arrepentido -. Al igual que cuando te pillé mirándome por primera vez en el metro. Aun recuerdo cómo te pusiste rojo de la vergüenza...
- ¿Qué? - aquello fue lo único que pudo salir de mis labios.
- Tranquilo, me pareciste muy tierno - añadió mientras reía, contento de verme nuevamente ruborizado.
Estuve a punto de responder para intentar justificarme, pero parecía feliz al saber que no pasó inadvertido para mí, así que lo pasé por alto. Tampoco era incómodo caminar en silencio junto a él, ya era tarde y pocas personas paseaban por aquel lugar.
De pronto las luces de los establecimientos, y de los coches, se asemejaron a las bombillas de colores que decoraban las calles durante las fiestas. Del mismo modo en que el vaho que escapaba de nuestras bocas bailaba lentamente frente a nosotros antes de desaparecer, dejando una sutil y nívea estela.
En cierto modo si que podía notar aquella magia en el ambiente cuando Kyuhyun estaba a mi lado, pero nunca la atribuí a los lazos invisibles que podían unirnos, o no. Pero, por un instante quise confiar en las palabras de Kyuhyun y seguir perdiendo juntos la noción del tiempo, envueltos en aquella sensación indescriptible. Sólo por una noche quise creer que todo aquello era posible.
“El destino existe, solo que espera el momento adecuado”.
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