Titulo: Ninfómana
Pareja: HwaByul (Hwasa + Moonbyul)
Tipo: Yuri
Genero: Lemon, PWP.
Clasificación: NC-17
Descripción: Hwasa esta aburrida y harta de su vida y de los hombres, los odia, casi tanto como a los metros. Pero el destino ha decidido que ir en metro, le cambiaría la vida para siempre.
Advertencias: Escenas subidas de todo, palabras mal sonantes o que pueden afectar a los que sean más sensibles. (?)
Notas: ¡Hola a todos! ¿Cómo les va? Este fanfic surgió porque Mamamoo es un grupo que me encanta, Byulyi hace cosas en mi que no son normal y me vi en la obligación de escribir este mini serial. Es todo lemon, así que si no sois unos viciosillos como yo, tal vez no os guste mucho(?) a los que sí, espero que si que os guste e_e.
Odiaría aquel día por el resto de su vida. Tener que salir tan tarde de trabajar la mataba. No haber parado en todo el día, su jefe que no dejaba de mirarla lascivamente, se relamía delante suya mientras le miraba el culo, le dolían las piernas a rabiar, y el colmo de todo, su compañera que siempre la acercaba en coche a su casa, se había ido ya, mientras ella se tuvo que quedar con trabajo pendiente, y ahora tendría que coger el metro.
Lo odiaba, detestaba coger el metro a esas horas. Estaba atestado de gente, pero sobre todo, de hombres que salían de trabajar y se dedicaban a babear a las chicas que salían del instituto o a las mujeres que estuvieran allí. Pero si había algo que odiara más que montar en metro, eran los hombres.
Vivía rodeada de ellos, y ninguno era decente. O eran unos mujeriegos o unos pervertidos. Y casi ningún hombre con el que había estado en una relación había sabido satisfacerla, ni sentimental ni sexualmente. Unos inútiles todos.
Mirando a un lado, y a otro, Hwasa pagó su billete del metro y se fue a esperar que llegara este. Quería subirse la primera para así coger el mejor sitio, donde nadie pudiera mirarla demasiado o acabaría llegando a casa más estresada de lo normal.
Cuando pensaba que estaría un buen rato allí de pie esperando, su metro apareció. Dio gracias al cielo mientras dejaba salir a la gente. Tanta salía que pensaba que cuando ella entrara habría sitio para poder sentarse, pero tal era su entusiasmo y sus ganas en un día tan nefasto que no podía salir bien. No había asientos vacíos, y tampoco mucho espacio, estaba todo a reventar de gente.
A empujones, fue haciéndose hueco, pero acabó acorralada contra una puerta de emergencia. Por suerte se pudo agarrar a una barra que tenía cerca. Se bajó un poco la falda, que se le subió con los empujones, mientras miraba a un lado a otro comprobando que nadie la podría mirar mucho. Todos le daban la espalda a donde estaba ella. Perfecto. Se podría relajar un poco mientras llegaba, que sería en un buen rato.
El cacharro comenzó a moverse, algo brusco que casi se cayó. Maldiciendo por esta ahora casi aplastada contra la puerta, sintió que tenía muy pegado a alguien. Iba a decirle cuatro cosas, pensando que sería algún pervertido, pero era una chica muy menuda, algo más alta que ella, que parecía tener el mismo rostro que ella de cansancio.
Pensó que estaba en su misma situación, harta de todo, así que lo dejó pasar. Mientras fuera una chica y no algún abusador, le daba igual que estuvieran tan pegadas.
Con cada movimiento más brusco de lo normal, volvía a sentir su cuerpo más pegado al de ella. Tal vez a la otra chica le molestaría, pero es que no podía hacer otra cosa, apenas podía moverse. Incluso con cada movimiento, su ajustada falda se subía un poco y tenía que estar dándose tirones.
Una nueva curva, una vez más se pegaba. En esta ocasión se le erizó la piel cuando sintió los labios de la chica rozando su nuca. La miró de reojo, parecía no importarle ¿debía mostrarse así ella también? Quiso olvidarlo, pero no pudo, volvió a ocurrir, y esta vez provocándole un excitante escalofrío. Que mal, que día tan horrible.
Quiso recomponerse, pero tampoco pudo. Unos dedos comenzaron a rozar su pierna, muy lentamente, casi era como si no estuviera haciendo, pero sí que lo estaba haciendo. Aquella desconocida le estaba acariciando la pierna con los dedos. Subía y bajaba, paulatinamente. ¿Cómo podía restarle importancia a eso? ¿Lo hacía consciente o inconsciente?
Ahora sentía sus dedos con mayor frecuencia y perfección, además de que había subido peligrosamente por su pierna aprovechando que su falda se había subido un poco. Algo incomoda, con la mano, bajo la falda y apartó la mano. No quería decirle nada, pero no se sentía muy bien con aquello.
Pero la chica no se detuvo allí, volvió a lo mismo, pero algo más directa. Subió su falda, acariciando con los dedos su trasero. Un nuevo escalofrío recorrió su cuerpo, de arriba abajo. Una desconocida esta tocándola, y a su cuerpo le estaba gustado. De lujo.
Sentía sus uñas acariciando uno de sus glúteos, mientras que con la otra mano subía más la falda, casi hasta su cintura. Hwasa quiso bajar la tela de nuevo, pero no lo consiguió porque la otra no le dejaba. Cuando iba a protestar, sintió como iba con una mano bordeando su nueva lencería ¿a que jugaba?
Puso su mano sobre la de ella, intentando detenerla, pero con los dedos alcanzó la zona interior de su muslo, deslizándolos en una caricia mientras rozaba la zona a la que no quería que llegara. Inevitablemente, un nuevo escalofrío la recorrió. Su cuerpo se estaba encendiendo, pero no estaba bien.
Fue a apartar su mano, cuando la de ella alcanzó su sexo. Pasaba los dedos sobre la tela de su ropa interior, muy lentamente, recorriéndole todo lo que seguía cubierto. Hwasa estaba angustiada, no sabía cómo pararla. Miró a su alrededor por su alguien las estaba viendo, y fue un descuido que se maldijo a sí misma, porque la otra chica, con uno de sus dedos, presionó justo donde estaba su clítoris.
Suspiró. La situación tenía morbo, casi demasiado, y hacía mucho tiempo que nadie la tocaba por esa zona, y que una extraña llegara y con tan solo rozarla la excitara, es que tenía un serio problema ¿debía pedirle que parara o ver hasta donde era capaz de llegar?
Ahora con sus dedos le hacía leves presiones sobre aquella zona que tanto la excitaba. Era como si supiera donde tenía que tocar para comenzar a excitarla. De pronto, con un dedo, se deslizo hacia dentro de sus piernas, acariciándole entera. No tenía más remedio que morderse un labio si no quería suspirar demasiado alto allí.
Ya no estaba pendiente de los bruscos movimientos del metro. Para ella solo estaban los dedos de aquella desconocida que la tocaba como una experta en ella ¿quién era? ¿Por qué le estaba haciendo eso? No le importaba, ahora que la había encendido tanto, solo esperaba que no parara. Jamás la había tocado con aquella dedicación.
Ahora, su mano subió, para pasar por debajo de la tela de su lencería y entrar en contacto piel a piel. Sus dedos se detuvieron de nuevo sobre su clítoris, haciendo movimientos circulares sobre este mientras presionaba, provocando que se excitara más y más. Se llevó un dedo a los labios, para mordérselo, a la vez que sus caderas adquirían vida propia y se movía al mismo son que los dedos de la chica.
Estaba disfrutando de aquel contacto, quería más, mucho más, que la hiciese correrse allí mismo con esos dedos que la estaban enloqueciendo. Nunca antes se había sentido tan excitada, tan sedienta de sentir más.
Los dedos de aquella chica, se deslizaron hasta su entrada y con cuidado introdujo un dedo, sacándolo paulatinamente. Al momento volvió a introducirlo en ella, en esta ocasión, acompañado por otro dedo. Dentro de su sexo se movía con sumo cuidado, con suavidad, entrando y saliendo de ella con demasiada facilidad.
Hwasa estaba tan cachonda, que no podía ni imaginarse lo húmeda que se encontraba. Un leve gemido salió de sus labios cuando con sus dedos tocó una zona bastante excitante en su cuerpo. Estaba ahora lenta, demasiado lenta, y ella lo que quería era que la enloqueciese, así que movió sus caderas, rozándola con su trasero, además de querer incitarla a que la siguiera tocando.
Como si hubiese captado el mensaje, los dedos de la chica se volvieron más ligeros y rápidos, entrando y saliendo de su sexo. Hwasa ya no era consciente de que estaba en un metro y que una desconocida la estaba tocando. Solo quería que esa chica siguiera así. Cada vez su cuerpo se estremecía, a cada movimiento.
Se agarró a la chica, abriendo un poco más sus piernas para le fuese más fácil seguir masturbándola como lo estaba haciendo. Hwasa movía sus caderas con más ganas, recibiendo sus dedos con ganas dentro de ella. Era tanto la excitación que había ido adquiriendo a lo largo de todo ese rato, que pensó que su cuerpo explotaría cuando acabase. Segura estaba que jamás tendría un orgasmo como el que tendría.
La chica se pegó a su cuerpo, y con la mano libre, acercó un dedo a sus labios, para abrírselos. No sabía si hacerlo, porque si los abría acabaría gimiendo, y no podría controlar lo fuerte que lo haría. Pero cualquier esfuerzo fue en vano, acabó abriendo los labios como la otra quiso, dejando que la escuchara gemir, gemidos que ella había provocado.
Sus dedos se movían cada vez con más efusividad en su sexo, rozándole con la punta una de sus zonas más excitantes, mientras que con la palma de la mano hacia alguna presión sobre su clítoris. Su cuerpo se movía compenetrado con su mano. La miraba a los ojos, quería decirle que siguiera así, que no parara, que se sentía en el cielo.
Aguanto la respiración para que no se le escuchara nada cuando ya no aguantó más excitación su cuerpo y acabó sintiendo ese ansiado orgasmo que nunca antes había experimentado. Se estaba prolongando junto con los suaves movimientos de ella que no se había detenido al momento, si no que acompañó con más placenteros movimientos el momento.
Se sentía muy cansada, extasiada. Una extraña había conseguido lo que nunca antes nadie había hecho. Su cuerpo temblaba aún después de aquella experiencia. La miró a los ojos ¿y ya está? ¿Se acabó aquello allí? Una chica que no conocía la masturbaba hasta el punto de hacer que se acabara corriendo en un metro y la dejaría allí sola.
Aún seguía con sus dedos dentro de ella, y cuando los sacó poco a poco, y le enseño como su flujo recorrió su mano, al completo. Hwasa se sorprendió de lo húmeda que la había puesto. No había sido consciente de ello hasta que vio sus dedos brillantes por su esencia.
Pensando que era el final de aquel maravilloso momento, vio como la chica introducía sus dedos en su boca y delante de ella, lamiéndolos, deleitándose con su flujo. No podía apartar la mirada de cómo se chupeteaba los dedos, como los limpiaba poco a poco.
Seguían en aquel metro, apretadas contra una puerta de emergencia, muy juntas, y después de todo, con tan solo verla hacer aquello, Hwasa sentía un cosquilleo por su sexo. A ese paso, acabaría encendiéndose de nuevo.
La chica se percató de que la estaba observando, sobre todo aquellos movimientos de su lengua, ya lo hacía con los labios entreabiertos para que viera bien lo que estaba haciendo. Ella, sin darse cuenta, se había ido acercando más. La desconocida, sacó los dedos de su boca y los acercó a sus labios. Hwasa no lo pensó mucho.
Mirándola a los ojos, dejó pasar su lengua entre sus labios, lamiendo sus húmedos dedos, esos dedos que habían estado segundos antes dentro de su sexo, esos dedos que le habían mostrado a qué nivel de excitación podía llegar. Nunca pasó por su mente que en un día tan desastroso y en el horrible metro, a manos de una mujer, acabaría teniendo la mejor experiencia de toda su vida.
Le estaba gustando jugar con sus dedos, lamerlos y recorrerlos con la lengua, sin apartar la mirada de sus ojos, como si estuviera demostrándole que lo que le había hecho se lo agradecía, que le había gustado. Y al parecer la otra pilló el mensaje, cuando retiró sus dedos y llevó ambas manos a su trasero.
Estaban una frente a la otra, muy juntas. Podía sentir como respiraba, como clavaba los dedos en su trasero con fuerza y como sus labios se acercaban hasta juntarse en un ardiente beso, que Hwasa estaba deseando, comprobar cómo besaba. Y es que mientras la chica le agarraba el trasero, la besaba con una pasión que ya quisiera muchos sentirla. Incluso a ella le costaba seguirle el ritmo, aun así, disfrutaba de cada uno de sus roces.
Su sabor, su saliva que se unía en la suya, de una a otra, sus lenguas que se entrelazaban continuamente como en una singular danza. Las frotaban, sin cesar, con ganas y deseos. No sabía cómo lo estaba haciendo, pero Hwasa estaba volviendo a calentar los motores.
Concentrada en el beso, no se percató cuando la chica metió sus manos por debajo de su nueva lencería y la iba descendiendo por sus piernas con una mano. Cuando se tuvo que separar de ella para terminar de quitarle su prenda de interior fue cuando se dio cuenta. Tampoco le molestó cuando vio que se guardaba la prenda casi húmeda al completo en su bolso. Le daba morbo que le hubiese robado.
Tenerla de nuevo frente a ella, le provocaron ganas de lanzarse a sus labios, pero lo que la chica le hizo a continuación, en cualquier momento le parecería asqueroso, en ese instante, le excitaba. La extraña dejó caer saliva de sus labios, para que cayera sobre el escote que Hwasa llevaba. Sintió como la cálida saliva de la otra descendía entre sus pechos lentamente.
La miró, soltando un profundo suspiro. ¿Qué estaba haciendo con ella? Necesitaba que la tocase de nuevo, que la acariciase. Cogió una de sus manos y la acercó a uno de sus pechos. Quería que la excitara tanto como antes. La mano de la chica se aferró a su pecho, palpándole con mucha suavidad y dedicación.
Volviendo a besarse, ambas chicas se unieron. Hwasa no podía creérselo, pero con tan solo unos besos y un par de actos, volvía a estar cachonda. Ni si quiera ya era consciente de por dónde iba con el metro, si se había saltado su parada o si alguien las estaba mirando, realmente eso le daba igual ahora.
A pesar de estar deseando que no dejaran de besarse, la otra se separó un poco, y con la mano que le estaba masajeando el pecho, se la puso por debajo de la barbilla. Pendiente de lo que hacía, vio como dejaba caer de nuevo saliva, esta vez sobre su mano. Una vez que terminó, descendió la mano por su cuerpo, entre sus piernas, haciendo que su sexo, bastante sensible ahora, y su mano húmeda por la saliva, entrarán en contacto.
Cuando sintió tan solo el leve roce, se estremeció de manera violenta. Se tuvo que apoyar con las manos sobre los hombros de ella, mientras abría un poco las piernas, quería asegurarse que la sentiría bien. Sus dedos comenzaron a excitarla como anteriormente lo había hecho, pero era diferente.
Después de haberse corrido antes, y de estar nuevamente agitada, sentía su zona muy sensible, y el mero contacto hacia que las sensaciones se multiplicarán.
A eso, se le añadía el cuidado con el que movía su dedo sobre su clítoris de nuevo. Lo hacía con mucha delicadeza, sabiendo donde debía tocar para que ella se derritiera justo allí. A Hwasa no le quedó más remedio que abrazarse a ella, hundiendo el rostro entre su lacio cabello. Sentía unas ganas tremendas de dejar escapar por sus labios lo que estaba sintiendo, pero no podía hacerlo, no allí.
Los expertos dedos de la chica, recorrían cada rincón de su sexo, provocando que cada vez estuviera más complacida, que cada vez disfrutara más. Ella y su cuerpo sabían a la perfección que de lo excitaba que estaba y lo mucho que le estaba poniendo, no acabaría mucho en volver a llegar al clímax. No le haría falta hacer mucho para que volviese a derretirse gracias a ella.
Sus dedos cogieron algo más de velocidad, frotándola con algo más vigor, de ganas. Hwasa se sentía tan húmeda que podía notar la suavidad de sus dedos mientras la masturbaba.
Se agarró con fuerza a ella, apretando sus delgados labios entre sí, cuando sus movimientos se hicieron más intensos, por lo tanto, los espasmos de placer eran de mayor intensidad. Se notaba tan cerca del orgasmo, que movía sus caderas buscando más contacto con ella, quería más, mucho más, quería que en esa ocasión, fuera mayor la excitación cuando llegara al culmen del acto, y no tardó mucho en comprobar que en efecto, fue mucho más intenso.
Tuvo que morderse un labio para no soltar ninguna exclamación, aunque sí que se le escapó un bufido cargado de placer. La chica, no la dejó sin más cuando acabó llegando al clímax, si no que siguió rozándole, para volver a prolongarle el placer hasta que hubo acabado del todo. De pronto, todo se volvió muy extraño.
Robándole un corto beso de los labios, justo el metro se detenía y la chica se marchó de allí, dejándola exhausta, complacida y anonada ¿qué había pasado?
Hwasa miró a un lado y a otro ¿qué pintas tendría? Se bajó la falda. Ahora fue consciente de que volvería a casa sin ropa de interior, con todo al aire… No le importaba, le daba igual. Todo le daba igual después de ese increíble momento que había pasado ¿volvería a ver a esa chica? Ojala fuera así.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
¡Tus comentarios son importantes para que el blog siga creciendo!