domingo, 14 de agosto de 2016

(KRAY) The Misson of Silver Wolves -One shot-


Título: The Mission of Silver Wolves

Pareja: Kray (Kris x Lay) y mención a otras (EXO)

Tipo: Yaoi

Géneros: AU, ciencia–ficción, romance, angst, tragedia

Clasificación: NC–17

Descripción: Lay es el nuevo miembro de los Lobos Plateados, el escuadrón a cargo de proteger a la población humana de los ataques de los extraterrestres.

Advertencias: contiene relaciones sexuales y muerte de un personaje.

Notas: no puedo hacer maratón de Transformers porque salen cosas tan random como esta… Aun así, espero que os guste.

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            La Tierra hace tiempo que dejó de ser un planeta repleto de vida. Los seres humanos, agotaron todos los recursos que este podía ofrecerles y acabaron destruyéndolo. La vida se hizo muy difícil en aquel planeta muerto, por lo que los Gobiernos invirtieron todo el capital que les quedaba en la conquista del espacio.

            Lentamente, convirtieron algunos de los planetas del Sistema Solar en habitables para el ser humano, cambiando la composición de su atmósfera y volviendo sus suelos fértiles a base de composiciones químicas creadas por los científicos. La poca población terrestre que aún quedaba con vida fue trasladada a estos planetas y la vida siguió su curso con algunas dificultades pero en paz.

            Sin embargo, años más tarde, una amenaza que jamás habían previsto, los atacó.

            Naves espaciales comenzaron a descender por la nueva atmósfera de Plutón, venidas de EXO Planet, un planeta que orbitaba alrededor de Andrómeda. De ellas bajaron robots gigantes controlados por los habitantes de aquel otro lugar y comenzaron a arrasar el planeta. Los seres humanos no tenían forma de enfrentarse a ellos, por eso, evacuaron Plutón y el Gobierno creó unas fuerzas especiales para enfrentarse y acabar con los invasores: los Lobos Plateados.

            Estos hombres, tras pasar una prueba de acceso al cuerpo de la que no todos salían con vida, se sometían a un duro entrenamiento preparado para hacerlos enfrentarse a las condiciones más extremas y después se los hacía comandar gigantescos robots, parecidos a los de EXO Planet, para poder combatir a los enemigos.

            Cientos de años han pasado desde el comienzo de la lucha por el control del Sistema Solar, pero todavía no se ve el final de esta batalla.




            Saturno, año 2.916 d.C.

            Un chico de cabello rubio se encontraba a las puertas de una habitación, esperando su turno. El pasillo en el que estaba era todo blanco y sin vida. A su lado, dos muchachos como él, iban a seguir su mismo destino en breves momentos. Lay, así era cómo se llamaba el chico, se revolvió en el lugar en el que se había sentado y miró a su izquierda, allí donde se encontraba aquella puerta de metal de dos hojas.

            De repente, esta se abrió desde dentro y por ella salieron dos operarios con aquellas ridículas batas blancas llevando una camilla en la que el cuerpo sin vida del anterior chico que había entrado en la sala, se intuía notablemente, tanto a la vista como al olfato, ya que desprendía un desagradable olor a quemado.

            —¿Lay? —lo llamó otro de los operarios y él se levantó como si tuviera un resorte—. ¿Está seguro de que quiere realizar la prueba?

            —Muy seguro.

            —Entonces adelante.

            El hombre le señaló que podía seguirlo al interior de la oscura habitación y lo guio por ella sin decir ni una sola palabra. El sonido del repicar de sus zapatos contra el suelo de baldosas era lo único que podía escucharse allí dentro. Poco después, le indicó que podía subirse a un sillón y Lay lo hizo. Estaba frío y era bastante incómodo, pero no se quejó, debía ser fuerte.

            Aquel operario de cabello castaño claro comenzó a conectarlo a algunos cables y a clavarle un par de agujas en varias partes de su cuerpo. En unos minutos acabó y se retiró, mirándolo con lástima. Los pasos del hombre de bata blanca se escucharon cada vez más distantes, hasta que finalmente todo quedó en silencio.

            “Lay” lo llamó una robótica voz, a la vez que se encendía una gran pantalla frente a él que le mostraba la destrucción de una de las ciudades más importantes de Plutón. “La prueba a va a comenzar” anunció justo antes de que una descarga eléctrica le recorriera todo el cuerpo y perdiera la consciencia.

            Se encontraba en un lugar brillante, bañado por un pequeño sol que se alzaba en aquella atmósfera artificial muy lejos en el firmamento. Todo a su alrededor era verde y él descansaba tumbado sobre el césped. De un momento a otro, el cielo se oscureció y una nave espacial, completamente diferente a las que estaba acostumbrado a ver, utilizadas por el Gobierno, atravesó la atmósfera del planeta.

            Lay sintió pavor cuando vio descender de la nave a grandes robots de los que salían rayos que hacían arder el verde pasto y lo único que pudo hacer fue correr, correr hacia casa.

            “Ha pasado la prueba” dijo la misma voz de antes y el chico se despertó de golpe.

            Seguía en aquella sala, rodeado por cables y agujas, pero la pantalla ahora se encontraba apagada. El chico intentó normalizar los latidos de su corazón, a la vez que respiraba profundamente. Había recordado el día que Urano, su planeta, había sido atacado por aquellos extraterrestres, aunque agradecía que este se hubiera detenido allí, no hubiera soportado volver a revivir lo que pasó después.

            Cuando se calmó y volvió a alejarse del pasado, escuchó unos pasos que se dirigían hacia donde estaba. Momentos después, aparecía el hombre que lo había llevado hasta allí. Su rostro ya no reflejaba el mismo sentimiento que antes, ahora este se mostraba amable, vivaz y sonriente.

            —Enhorabuena —lo felicitó—. Ahora formas parte del escuadrón de los Lobos Plateados.


☆☆☆


            Lay tenía un don para romper las cosas o perderlas, desde siempre había sido así, pero jamás pensó que, recorriendo la superficie de Júpiter —donde se encontraba el cuartel de los Lobos Plateados—, rompería el navegador del todoterreno descapotable en el que viajaba y en el cual, le habían programado las coordenadas de la base.

            El chico maldijo por lo bajo y luego tomó el volante —a pesar de que no tenía permiso para conducir ningún tipo de vehículo—, ya que era la única opción que tenía. Siguió el camino de tierra que había trazado sobre la superficie, mirando de vez en cuando un mapa que tenía en la guantera para no perderse mucho y no alejarse de su destino porque no podía guiarse por el paisaje, todo lo que había a su alrededor eran desfiladeros de rocas y tierra.

            “¡PELIGRO!” dijo de repente una voz robótica procedente del salpicadero del coche “ESTÁ USTED ENTRANDO EN TERRENO DE ENTRENAMIENTO”.

            En cuanto escuchó eso, el chico intentó cambiar el rumbo, pero al parecer, aquel era su día de la mala suerte y el volante se bloqueó, no dejándolo hacer ninguna maniobra. Lay maldijo en voz alta su mala suerte e intentó frenar con los pedales, pero por más que apretaba, el coche no frenaba.

            De repente, escuchó un fuerte ruido a sus espaldas y el muchacho miró hacia atrás. Al hacerlo, se encontró con uno de los robots gigantes que había creado el Gobierno y que eran tripulados por los miembros del escuadrón de los Lobos Plateados. Segundos después, apareció otro, arremetiendo contra el primero, hasta que a este le falló algo y comenzó a echar humo, cayendo justo a unos cincuenta metros delante de sí.

            Lay intentó controlar el vehículo, pero este no le respondía. Si chocaba contra aquel robot no saldría vivo.

            En ese momento, el otro robot levantó al que estaba tendido en mitad de la carretera y Lay terminó chocándose con una gran piedra que se encontraba en su camino. El airbag saltó del volante y evitó que se rompiera la nariz contra el este, aunque no se libró un buen golpe.

            El chico se intentó enderezar, pero se mareó al hacerlo tan rápido, así que, se quedó unos segundos recuperándose y luego salió del coche.

            En ese momento, el robot que lo había salvado de una muerte segura abrió la parte delantera de su cabeza, mostrando a un chico sentado en una especie de sillón y rodeado de cables. Este bajó de allí y Lay pudo apreciar, a medida que se acercaba, que no podía ser mucho mayor que él, a pesar de su altura y su gesto serio que lo hacían ver algo más maduro.

            —¿Estás loco? —preguntó cuando llegó junto a Lay con voz grave y autoritaria—. ¿Acaso querías morir?

            —Yo… —al chico no le dio tiempo a decir nada más, un puño impactó directamente contra su barbilla y, del golpe, se le giró la cara.

            —Si estás aquí significa que has pasado la prueba —dijo—, pero en los Lobos Plateados no necesitamos gente irresponsable como tú.

            Después de eso, le dirigió una mirada dura y se fue, subiendo al robot con la misma agilidad con la que había descendido. Lay sintió que su primer día con los Lobos Plateados no había podido comenzar con peor pie.

☆☆☆


            El edificio que tenía ante sí era impresionante. Hecho de hormigón y cristal era algo fantástico, nada que ver con lo que había visto durante toda su vida en Urano. Con un silbido de admiración, se adentró en aquel lugar y buscó por los pasillos la administración para que le indicaran qué era lo que debía hacer y cuál sería su habitación durante su estancia allí.

            Tras deambular por los desiertos pasillos de paredes blancas durante varios minutos, la encontró. Entró en la sala tras llamar a la puerta y se presentó al chico de ojos grandes y piel pálida que se encontraba tras una de las mesas.

            —Soy Lay, el chico nuevo del escuadrón de los Lobos Plateados.

            —Oh, Lay —dijo con una sonrisa—. Pensábamos que ya te incorporarías mañana, como no habías llegado todavía…

            —Tuve algunos problemillas en el camino —comentó—. Nada grave —añadió al ver la expresión de pánico que se había formado en el rostro del otro.

            —Me alegra. Vienes por el horario, el uniforme y la clave de tu habitación, ¿verdad?

            —Sí.

            —Espera un momento.

            El chico se levantó de su silla y fue a un armario que había al final de la estancia, sacó un par de cosas y luego regresó, tendiéndoselas a Lay. Era su uniforme, un papel con sus horarios y otro en el que estaba apuntado el número de su habitación y la clave para entrar a ella, además de una especie de etiqueta que llevaba su nombre.

            —Tienes que pegarla junto a la puerta —le indicó el chico al ver la mirada extrañada que le dirigía Lay a la etiqueta.

            —Gracias.

            Después de eso, se retiró y avanzó por los pasillos del edificio, mirando el mapa para encontrar el camino correcto hacia su habitación, la 124. Tras algunos minutos —y después de desviarse en varias ocasiones y perderse—, llegó a la que a partir de aquel momento sería su habitación. Junto a la puerta de metal había ya una etiqueta pegada en una placa, así que el chico leyó el nombre.

            —Kris.

            Justo después, dejó sus cosas en el suelo unos momentos para poder pegar su nombre debajo del otro. Recogió lo que había soltado e introdujo la clave de su habitación con cuidado de no equivocarse en ningún número. Con un ligero clic, la puerta se abrió y el chico ingresó.

            El lugar no era demasiado grande, solo tenía espacio para dos camas y un par de armarios, a ojo, Lay podía decir que no medía más de dieciséis metros. El chico se encogió de hombros, no esperaba ningún palacio, de todos modos. Se dirigió a la cama que parecía estar sin utilizar y dejó su macuto y el uniforme sobre ella, después, se tumbó, dejando escapar un ligero suspiro de alivio.

            Habían sido dos días agotadores y apenas había podido pegar ojo algunas horas, así que, en cuanto cerró los ojos, se quedó dormido.


☆☆☆


            Cuando Lay abrió los ojos se dio cuenta de que ya no se encontraba solo en la habitación debido a que podía escuchar cómo alguien cerca se quitaba la ropa. Lentamente, se dio la vuelta para tumbarse de costado y así poder ver quién era aquella persona, sin embargo, lo único que se encontró fue con la espalda ancha y llena de cicatrices del que supuso que sería su compañero de habitación.

            Lay quiso carraspear para hacer ver que estaba despierto y así llamar la atención del otro chico, pero en ese momento, el otro se bajó los pantalones, dejando completamente al descubierto su trasero. Lay ahogó un sonido de sorpresa y cerró los ojos fuertemente, haciéndose el dormido, para no ver nada más si al otro se le ocurría darse la vuelta.

            Cuando creyó que el otro ya estaba vestido con la ropa de dormir, fingió que se acababa de despertar y se sorprendió al ver quién era su compañero de habitación.

            —Tú —dijo incorporándose rápidamente y levantándose de la cama al reconocer al chico que le había dado el puñetazo en la cara, algunas horas antes.

            —Yo —contestó con una sonrisa algo cínica—. Creo que no hemos comenzado con buen pie debido a mi temperamento —comentó. Su sonrisa cambió a una amable—. Mejor olvidemos lo del campo de entrenamiento y empecemos de nuevo —durante unos minutos, Lay dudó. Todavía le dolía la mandíbula del golpe—. Kris, veinticuatro años —le tendió la mano para que se decidiera.

            —Lay, veintitrés años —contestó finalmente, estrechándola.

            El chico sintió un escalofrío recorrer su columna vertebral al rozar la piel de Kris con sus dedos, pero ignoró la sensación. Por el bien de ambos, debía ignorarla.

            —Espero que nos podamos llevar bien.


☆☆☆


            LuHan siempre había sido el chico más guapo de todo el colegio, y Lay siempre se aventuraba a pensar que quizás era el más guapo de todo Urano. Desde pequeño, había atraído la atención de todas las chicas, menores, mayores y de su edad, y todas ellas le habían pedido en varias ocasiones salir con él, pero LuHan jamás se había mostrado ni un poco interesado en las mujeres. Por este motivo, Lay que llevaba demasiado tiempo enamorado del chico, pensó que podía tener una oportunidad con él.

            Se hizo su amigo y poco a poco comenzaron a ser inseparables. Eran pocas las horas del día en las que no se veían, ya que a veces, se quedaban a dormir el uno en la casa del otro. Lay pasó la mejor infancia y adolescencia de su vida, sin embargo, cuando tenía quince años, pensó que LuHan podría corresponder sus sentimientos y se declaró.

            La expresión de repulsión en el rostro de su mejor amigo y su amor de toda la vida hicieron que en el pecho de Lay se instalara una afilada flecha venenosa y que comenzara a llorar como nunca antes habia llorado.

            Durante años, nada pudo calmar a su infeliz corazón, ni los brazos de su amada madre, ni el tiempo que pasó aislado por las burlas de los demás.

            Lay se despertó de golpe con el corazón y la respiración agitados. Intentó calmarse y respirar hondo, pero no consiguió tranquilizarse hasta mucho después. No sabía por qué había soñado con eso y esperaba sinceramente que no tuviera que ver con el bulto que dormía bajo las sábanas de la otra cama de la habitación.


☆☆


            La siguiente vez que se levantó lo hizo arrullado por una grave voz muy cercana a su oído que le pedía que lo hiciera. Aún en el mundo de los sueños, Lay no podía identificar aquella voz masculina, así que siguió durmiendo. Solo pudo despertar cuando una mano grande y huesuda comenzó a zarandearlo. El rubio abrió los ojos, encontrándose con su compañero de habitación muy cerca suyo al hacerlo.

            —Levanta —le dijo el otro cuando vio que ya tenía los ojos abiertos—. Tienes que ir a hacer las pruebas de conocimiento.

            Perezosamente, Lay se levantó de la cama, quedándose al filo de esta. Buscó su uniforme, que consistía en un mono de color gris de manga larga, y comenzó a quitarse la ropa con la que había dormido aquella noche, hasta que, con la camiseta a medio subir, recordó que no estaba solo en la habitación y que Kris estaba frente a él atándose las botas.

            —¿Qué pasa? —le preguntó al ver que no se vestía—. ¿Quieres que me dé la vuelta? —Lay asintió levemente y el otro lanzó un suspiro, a la vez que se giraba hacia la otra pared de la habitación. En ese momento, el rubio se cambió rápido como el rayo.

            —¿Dónde está el lugar en el que se realizan esas pruebas? —preguntó, mirando el mapa que le había sido entregado el día anterior y que de poco le había servido porque se había perdido de todas formas.

            —Yo te llevaré —le dijo—. El sitio al que tengo que ir queda cerca.

            —Gracias.


☆☆☆


            Durante la primera semana que pasó en el lugar, Lay no tuvo tiempo para nada, ni siquiera para dormir como le correspondía.

            Debía levantarse al alba para dirigirse luego al lugar de las pruebas de conocimiento, llegando sin perderse solo gracias a que Kris lo acompañaba cada día. Después, debía pasarse todo el día encerrado en aquella sala con uno de los oficiales, que le hacía preguntas sobre distintas materias y que él contestaba lo mejor que podía, tanto por escrito como oral.

            Solo, llegaba satisfactoriamente a su habitación, aunque siempre se equivocaba de camino y tenía que dar un par de vueltas por las instalaciones antes de encontrarse, y se echaba en la cama, quedándose dormido al instante pro el gran esfuerzo mental que tenía que realizar.


☆☆☆


            Lay se levantó la mañana de su segunda semana en el cuartel de los Lobos Plateados y lo primero que hizo fue darse un exhaustivo baño en las duchas comunes porque la semana anterior solo se había dado pequeñas duchas. Cuando salió, se dirigió a su habitación, donde lo esperaba Kris, quien se había ofrecido a guiarlo al comedor, ya que este no lo había podido pisar la semana anterior. Lay intentó por todos los medios recordar el camino para ir hacia allí, pero al parecer, su cerebro no estaba por la labor de cooperar.

            Su compañero de habitación le presentó durante el desayuno a algunos de los chicos y pasaron un rato agradable. Más tarde, salieron a entrenar todos juntos. Por el camino a la sección de Júpiter destinada a los entrenamientos, el nuevo intentó por todos los medios recordar los nombres de las personas que había conocido y asociarlos con las caras para así poder llamarlos por su nombre si se daba la ocasión.

            “El bajito de rasgos delicados se llama BaekHyun” recordó “el alto con cara de asesino es Tao. El de las orejas de soplillo, ChanYeol y el chico que lleva toda la mañana bostezando es Kai”.

            Cuando algunos minutos después llegaron y comenzaron las pruebas tras calentar, Lay se quedó muy sorprendido. El chico había esperado que aquel entrenamiento se pareciera al menos un poco al que había realizado antes de presentarse a la prueba definitiva para convertirse en un Lobo Plateado, pero cuando llegó al lugar donde este se realizaba supo inmediatamente que aquello iba a ser completamente distinto y bastante duro.

            Arrastrarse por la roca desnuda impulsándose sólo con sus codos, correr por la superficie de Júpiter durante horas, hacer flexiones, sentadillas o abdominales cada vez que alguno de los oficiales veía que bajaba el ritmo, escalar todo tipo de paredes verticales sin ningún tipo de sujeción. Lay pensó a lo largo de aquel día que si tenía que hacer aquello todos los días no duraría ni siquiera una semana como Lobo y, aunque se estaba esforzando por no quedarse atrás, veía claramente como era un lastre para sus demás compañeros.

            Mano derecha. Pie izquierdo. Mano izquierda. Pie derecho. Lay escalaba la última pared vertical buscando los salientes de las rocas para apoyarse y agarrarse con las pocas fuerzas que le quedaban y así poder subir. Delante de él, escalaba Kris sin parecer que hacerlo le supusiera problema alguno. El rubio tuvo algo de envidia porque él quería poder hacer aquello igual de bien, queria poder aguantar el ritmo y así convertirse en uno de los Lobos Plateados que podían montar en los robots gigantes que combatían contra los de EXO Planet.

            Lay vio en un momento dado que la pared vertical llegaba a su fin cuando Kris desapareció de su vista y apretó los dientes en un último esfuerzo. Después de aquello volverían al cuartel, lo que significaba descanso. Se agarró a una roca y, cuando se impulsó hacía arriba, trastabilló porque en la que había apoyado su pie de repente se desprendió de la pared. El chico abrió sus ojos como platos a la vez que buscaba desesperadamente algo donde apoyarse, pero no encontraba nada. Sus brazos se estaban cansando y no tardaría mucho en caer.

            Cuando creía que ya no tenía salvación una mano grande y huesuda lo agarró por la muñeca y lo alzó hasta que su mano llegó a la cima y desde ahí pudo impulsarse. Jadeando, con el sudor pegado al cuerpo y con el miedo recorriendo todavía sus venas llegó a arriba y se dejó caer en el suelo, intentando recuperar la respiración. Notó una mano en su espalda y alzó la vista, viendo así a Kris agachado ante él.

            —Lo has hecho muy bien para ser tu primer día —le dijo—. Yo abandoné antes del mediodía.

            —Gracias —murmuró Lay—, por ayudarme a subir —su compañero le puso un dedo en los labios y lo mandó callar.

            —Si los oficiales se enteran me mandarán subir de nuevo y aunque no lo parezca, estoy reventado —contestó con una sonrisa que Lay correspondió.

            —No diré nada.

            Kris asintió y le tendió la mano para ayudarlo a levantarse. Lay la tomó sin siquiera cuestionárselo, porque sentía que sus piernas estaban hechas de mantequilla.


☆☆


            El sudor corría por la piel de Kris, haciéndola brillar ante los ojos de Lay y también, bastante apetecible. El chico sacudió su cabeza, apartando aquellos pensamientos de su mente, ya que no eran demasiado recomendables en una habitación tan pequeña. Cogió una toalla del armario y se la dio al otro para que se secara y dejara de ofrecerle aquella excitante vista. Kris se lo agradeció con una sonrisa.

            —Vamos a las duchas —dijo, saliendo de la habitación, esperando luego a que Lay lo siguiera. Este, con un suspiro, cogió otra toalla y después lo siguió.

            Caminaron por los pasillos del edificio en dirección a las duchas. Lay sentía que sus piernas le podían flaquear en cualquier momento, pero se forzó a seguir adelante porque sabía que el agua sería buena para relajarle los músculos. Una vez entró a al lugar, el chico desvío su mirada al suelo. Las duchas eran comunes por lo que todos se veían duchándose y aquello para el rubio era una prueba de fuego. Los anteriores días, cuando llegaba a las duchas ya no había nadie, así que no había tenido ningún problema, pero en ese momento tenía muchísimos.

            —No tengas vergüenza —le dijo Kris, desnudándose a su lado.

            Lay tragó saliva y se lamió los labios inconscientemente al ver aparecer el gran miembro de su compañero de habitación una vez este se quitó toda la ropa.

            "Si supieras que no es vergüenza los que siento, sino deseo, ¿qué pensarías?"

            El moreno le palmeó la espalda y luego se metió debajo de una de las alcachofas para lavarse. Las gotas de agua cayendo por su cuerpo, recorriéndolo entero; la espuma del jabón que... Lay negó con la cabeza y desvío la mirada de nuevo. Después, se desnudó y, con cuidado de no mirar a nadie más, se metió debajo del agua.

            Esa noche no pudo dormir demasiado. Durante las primeras horas en las que estuvo tumbado en la cama no pudo quitarse de la cabeza el cuerpo desnudo de Kris y las siguientes, las pasó haciendo otra actividad que lo dejó agotado: masturbarse.

            Lay se bajó los pantalones que utilizaba como pijama lo justo para poder agarrar su miembro y comenzar a tocarlo pensando que eran las grandes y huesudas manos de Kris las que lo hacían. Sus testículos agradecieron que jugara con ellos y su pene se puso erecto con apenas un par de roces. Siguió masturbando su falo hasta que finalmente se corrió. Después de esto, Lay se quedó por fin dormido, ignorando que su compañero de habitación había notado su actividad nocturna.


☆☆☆


            Los días en aquel lugar eran todos diferentes, o al menos eso le pareció a Lay después de dos semanas junto a los Lobos Plateados en Júpiter. Cada día lo dedicaban a desarrollar una habilidad distinta y los instruían para poder acabar con el enemigo. La amenaza de EXO Planet llevaba demasiados siglos acosándolos y cada vez se acercaban más y más a su base de operaciones, a la vez que ocupaban los planetas que conquistaban y esclavizaban a la población que no había podido huir.

            Pero aparte de dedicar su tiempo a los distintos entrenamientos, Lay utilizaba los minutos de descanso para entablar amistad con su compañero de habitación y con las personas que este le había presentado y también para recordar correctamente los pasillos por los que debía avanzar para ir a un lugar u otro, aunque eso le seguía resultando algo complicado.

            Kris, a pesar de la primera mala impresión que le había dado, era una persona bastante agradable y altruista en ocasiones. Era un gran tipo y Lay agradecía mucho tenerlo de compañero de habitación aunque debía de tener mucho cuidado con él también. El rubio era homosexual, siempre le habían parecido más atractivos los hombres que las mujeres y había tenido muchos problemas por ello en el pasado, por eso, y porque Kris le parecía realmente atractivo debía tener mucho cuidado.

            —¿Estás bien? —escuchó que alguien le preguntaba y Lay salió de sus pensamientos, encontrándose el rostro de ángulos rectos y afilados de Kris a pocos centímetros del suyo. El chico se alejó un poco, asustado y la risa del otro no se hizo esperar—. Lo siento, pero parecía que te pasaba algo y quería comprobarlo.

            —No me pasa nada —negó el rubio, mirando a su alrededor y viendo que los demás chicos parecían interesados en saber qué le ocurría—. Solo estaba pensando en mis días aquí —contestó.

            —Ya mismo serán demasiados días como para que puedas pensar en ellos —le dijo BaekHyun con una sonrisa.

            —Y también estarás tan cansado que incluso pensar será engorroso —añadió Kai, bostezando. ZiTao parecía estar de acuerdo con él por lo que le instó a chocar sus manos.

            —No es para tanto —Kris les echó una mirada asesina a sus amigos para que dejaran de decir cosas malas del lugar en el que se encontraban—. Solo nos entrenan bien para que podamos acabar con el enemigo.

            —Ya… —murmuró ChanYeol, removiendo la cuchara en el puré de la cena—, pero a veces desearía poder salir de Júpiter y darme una escapadita a Marte —Lay escupió la comida que se había llevado a la boca al escucharlo, provocando que todos en la mesa se rieran.

            Marte, el planeta rojo, era el lugar en el que se encontraban los mejores prostíbulos del Sistema Solar y las chicas más guapas y con las mejores habilidades solo estaban allí.

            —La verdad es que a veces sí que se echa un poco de menos cosas como esa —coincidió Kris y a Lay le dio un vuelco el estómago.

            Kris era como LuHan. A Kris también le gustaban las mujeres. Kris no podía enterarse de que se sentía atraído por él nunca, porque Lay estaba seguro de que no podría soportar que alguien lo volviera a mirar de la forma en que lo había hecho LuHan.


☆☆☆


            Lay agradeció mucho que aquella mañana, en vez de tener entrenamiento físico, tuvieran uno de tiro. Kris lo guio hasta la sala en la que pasarían el resto del día mientras hablaba sobre lo que harían y de lo que trataba la práctica en cuestión, respondiendo a las preguntas e inquietudes del otro.

            —Estoy algo preocupado —murmuró.

            —¿Por qué? —Kris se detuvo en mitad del pasillo de paredes blancas y puertas grises que recorrían.

            —Nunca he sido muy partidario de las armas.

            —No vamos a dispararle a nadie de verdad —contestó—. En la sala hay unas máquinas de simulación virtual en las que se experimenta una batalla contra los enemigos de EXO Planet y que hay que ganar. Son parecidas a las que en la Tierra se utilizaban hace cientos de años para los videojuegos —Lay asintió, aunque no muy convencido—. De todas formas… —Kris lo miró a los ojos y el chico apenas pudo sostener su mirada un par de segundos antes de desviarla hacia un lugar detrás de él, el pasillo era más fácil de mirar—. Quiero saber cómo es que no eres muy partidario de las armas y estás aquí, en el escuadrón de los Lobos Plateados.

            —Es una historia un poco larga —dijo el chico con un tono de voz apenas audible.

            —Bueno, ahora mismo no tenemos tiempo, pero esta noche, cuando volvamos, me la puedes contar —comentó Kris con una sonrisa antes de volver a echar a andar.

            Su sonrisa. Lay no podía decir que aquella expresión fuera hermosa, pero tenía algo que hacía a su corazón saltarse un latido. Durante un par de segundos, se quedó en su propio mundo, pero luego recordó que tenía que entrenar y corrió hasta alcanzar a Kris, que volvió a sonreír cuando lo notó caminando de nuevo a su lado.

            Llegaron a la sala y Lay siguió de cerca a su compañero de habitación, tomando nota mental de todo lo que había que hacer para poder tener una de las máquinas de simulación y entrenar. Cuando acabaron con toda la burocracia, se dirigieron a uno de aquellos aparatos. Lay pudo comprobar que era cierto lo que le había contado el otro sobre ellas, eran bastante parecidas a las que aparecían en los libros de Historia.

            —Ven —Kris le indicó cuál era la máquina que les había sido asignada.

            —¿Cómo se controla? —preguntó Lay bastante curioso.

            —Yo la utilizaré primero para que veas como va y luego te ayudaré a usar los controles —contestó el otro, sentándose en aquella máquina y comenzando a pulsar algunos botones, indicándole a Lay para que servía cada uno de ellos.

            En cuando el nuevo lo tuvo todo más o menos claro en su mente, Kris comenzó a practicar. En la pantalla comenzaron a aparecer las naves y los robots de EXO Planet y este les disparaba a todos y cada uno de los enemigos, sin vacilar, sin dudar un segundo, sin ningún remordimiento. Lay sintió que quería vomitar, hacía tiempo que sabía que quiénes controlaban a los robots de los enemigos eran humanos de los planetas atacados a los que se les había lavado el cerebro y que ahora no eran más que meros cuerpos sin alma, sin corazón, sin recuerdos; pero seguían siendo seres humanos y el chico no podía creer que Kris, quien estaba siendo tan amable con él, pudiera hacer aquello sin siquiera sentir nada.

            —Bien —dijo su compañero al finalizar—. Ahora te toca a ti.

            Se levantó de aquel sillón de cuero con respaldo y le indicó a Lay que se sentara allí. En cuanto el chico lo hizo, el otro se colocó detrás de él, apoyando sus brazos sobre el respaldo para poder ver si el otro hacía correctamente lo que le había explicado. El rubio estaba un poco nervioso, pero aun así, hizo todo lo que el otro le había dicho, sin cometer ningún error.

            En apenas unos minutos, ya lo había realizado todo y ante él aparecieron los enemigos. Comenzó a disparar a diestro y siniestro, intentando que sus sentimientos no afloraran, dando en los lugares indicados que provocaban la muerte inmediata. Todo fue perfectamente hasta que uno de los robots apareció muy cerca de la pantalla y pudo divisar al humano que había dentro de él. Se quedó paralizado, sin poder apretar el botón de disparar del mando y, en ese momento, le dispararon a él y en la pantalla apareció en letras enormes: “YOU ARE DEAD”.

            —¿Te pasa algo? —la voz de Kris sonó preocupada en su oído, pero el chico no podía moverse todavía, no podía hablar, no podía hacer nada—. Lay… —el chico apareció frente a él—. Ellos ya no son humanos, una vez que los manipulan y les roban todo lo que una vez fueron, dejan de ser humanos…

            —Aun así…

            —No te preocupes —Kris se colocó tal y como estaba antes, pero esta vez sujetando la mano de Lay sobre el control de disparar—. Por ahora, yo te ayudaré.

            El calor de su mano sobre la suya y su aliento cálido contra su cuello hicieron que Lay se estremeciera y que su corazón se acelerara más que cuando tenían entrenamiento físico en el exterior. La simulación comenzó de nuevo y cerró los ojos unos segundos para poder concentrarse, en cuanto los abrió, comenzó a disparar a todos los robots enemigos, incluidos a aquellos a los que podía verles el interior —pero eso solo lo hizo porque era Kris el que hacía que su mano apretara el botón—.

            —Muchas gracias —le susurró cuando acabaron ese día tan horrible. Lay seguía sintiendo algunas nauseas, pero se le iban pasando poco a poco. Nunca se acostumbraría a matar.

            —Soy tu compañero, tengo que ayudarte —respondió, esbozando una pequeña sonrisa antes de seguir su camino, sin ver la que aparecía en el rostro del rubio.


☆☆☆


            Los últimos días habían sido demasiado largos y Lay sentía que lo único que no le dolía era la uña del dedo meñique del pie derecho, aunque eso cambió cuando al entrar a su habitación se pegó justo en ese lugar con la puerta. Ahora sí, Lay podía decir que le dolía todo el cuerpo. El chico se tumbó sobre su cama, cayendo de cara contra la almohada y quedándose ahí. Si alguien entrara y lo viera así pensaría que estaba muerto porque no se veía su pecho subir o bajar.

            —Lay… —lo llamó su compañero de habitación, sentándose en su cama—. No mueras, necesitamos que haya todos los miembros posibles en los Lobos Plateados…

            —No estoy muerto… —consiguió articular.

            —Pero lo pareces, ¿estás bien? —el rubio notó entonces una de las grandes manos de Kris posarse sobre su espalda, un leve contacto, pero el chico estaba con las defensas bajas y cualquier contacto podía hacerlo descubrirse. Estaba muy necesitado.

            —Hum —asintió—. Solo me duele todo el cuerpo —Lay se giró en la cama, quedando bocarriba, viendo la sonrisa en el rostro del moreno.

            —Ya mismo te acostumbrarás a esto —le aseguró.

            —¿Cuánto tiempo? —cuestionó—, porque Kai lleva más tiempo aquí que yo y todavía parece un muerto viviente.

            —Kai solo entró un par de meses antes que tú —respondió—, y él estaba acostumbrado a dormir muchas horas antes de entrar aquí, así que le está afectando durante más tiempo del normal —Kris se acomodó un poco más en la cama—, pero tú te estás adaptando muy bien.

            —Si crees que esto es adaptarse bien —el chico se señaló a sí mismo con algo de dificultad porque tenía agujetas en los brazos y apenas podía moverse sin sentir dolor.

            —Lo estás haciendo bien  —le aseguró—. Ser un Lobo Plateado es muy difícil, pasar las pruebas para ello son mortales y o debes ser muy fuerte o tener una gran convicción para sobrevivir.

            —¿Qué eres tú? —preguntó Lay, refiriéndose a las palabras que acababa de decir Kris.

            —Tengo fuerza —contestó.

            —Pero si cuando hicimos un pulso el otro día te gané yo —replicó el rubio, haciéndolo reír.

            —No es esa clase de fuerza a la que me refiero —aclaró—. Es la fuerza interior.

            —Bien… —murmuró Lay. La habitación quedó en silencio durante unos momentos—. ¿Qué crees que tengo yo? —cuestionó después.

            —No conozco los motivos que te llevaron a presentarte, ni tampoco lo que te enseñó la máquina, así que no puedo decirlo —respondió Kris—. Eso es una valoración personal.

            —¿Y si te lo cuento? —el rostro de Kris exhibió la sorpresa que le provocaron las palabras del rubio y el chico tragó saliva, esperando su respuesta.

            En los últimos tiempos había querido hablar con alguien sobre aquello, necesitaba contarlo porque quería confiar en alguna persona y su compañero de habitación era la persona idónea para ello. Pero el pasado de los Lobos Plateados era algo de lo que no se hablaba en aquel lugar porque algunos de ellos eran criminales a los que sometían a las pruebas como forma de castigo. La mayoría moría, pero los pocos que sobrevivían eran enviados a Júpiter porque no eran muchos los que combatían contra los robots de EXO Planet.

            —Eso es algo muy personal —comentó el moreno—. Yo no puedo decidir si quiero escucharlo o no.

            —Yo quiero contártelo.

            —Está bien.

            Y en ese momento, Lay comenzó a hablarle sobre Urano, sobre la ciudad en la que había vivido, sobre el ataque que esta había sufrido. También le hablo sobre cómo vio morir a su madre sin poder hacer nada y cómo perdió también a quien había sido su mejor amigo y su primer amor. En algún momento, el rubio se durmió, agotado, y no supo si le había contado a Kris que estos dos últimos eran la misma persona o no, pero por el momento se sentía mucho mejor, más ligero.


☆☆☆


            Lay se despertó a la mañana siguiente al notar un dedo pinchando su mejilla. El chico abrió sus ojos lentamente porque tenía muchísimo sueño y se revolvió en la cama, intentando que aquel dedo dejara de pincharlo, pero lo único que consiguió fue que la persona que lo estaba molestando para que despertara riera de forma grave. El rubio enfocó el rostro sonriente de Kris y sonrió a su vez, algo adormilado.

            Parecía que finalmente no había hablado más de la cuenta, así que podía estar tranquilo.

            —Buenos días, bello durmiente —le dijo—. Tenemos entrenamiento especial, así que vamos, levanta.

            Lay remoloneó un poco, pero finalmente se levantó de la cama y siguió a su compañero de habitación por los pasillos del lugar en el que vivían inmediatamente ya que no se tuvo que vestir porque se había quedado dormido sobre la cama con el mono de trabajo. Kris lo guio como si fuera su primer día porque a esa ala de entrenamiento todavía no había ido el rubio. Unos minutos más tarde, atravesaron una de las miles de puertas grises, entrando en una gran sala donde ya se encontraban algunos de sus compañeros y no tuvieron que pasar mucho tiempo esperando en el lugar porque algo después apareció uno de los oficiales ante ellos.

            —Bienvenidos al entrenamiento especial —les dijo. Lay miró a Kris preguntándole mudamente quién era porque la cara del oficial le sonaba, pero no sabía de qué.

            —Es XiuMin, uno de los oficiales de más alto rango —le susurró el chico al oído—. Apenas se deja ver por los lugares que frecuentamos el resto de los mortales.

            —¿Qué os parece que os explique cómo va a ser utilizando a uno de vosotros? —preguntó el hombre, pero antes de que pudiera recibir contestación, volvió a hablar—. El chico alto y moreno que estaba hablando hace un momento con el rubio —llamó y Lay vio cómo Kris se alejaba de su cuerpo para ponerse firme—. ¿Cómo es tu nombre?

            —Kris —contestó, alto y claro para que el oficial lo escuchara.

            —Muy bien, Kris, ven aquí conmigo —su compañero de habitación lo miró por última vez de reojo antes de avanzar hasta donde se encontraba el oficial y colocarse a su lado. Le sacaba más de una cabeza y parecía también mucho más peligroso que el otro—. Vas a ayudarme a hacer esto porque aquí no toleramos que no se atiendan a las explicaciones —Kris pudo haber contestado que había sido por su culpa, que él le había preguntado, pero no lo hizo, simplemente asintió—. Bien. Defiéndete.

            Y sin darle tiempo a reaccionar, el oficial le pegó un puñetazo en el abdomen que lo hizo doblarse por la mitad, dejando a Kris sin forma de defenderse de los ataques y golpeándolo por todo el cuerpo mientras este intentaba cubrirse y lanzar algún que otro golpe hacia XiuMin sin mucho éxito. La pelea se saldó con Kris sangrante y XiuMin más fresco que una rosa.

            —Ahora buscad una pareja y derrotadla —dijo antes de largarse de la sala.

            Lay salió corriendo hacia Kris, agachándose sobre el suelo al llegar a su lado para quedarse a su altura y ver el alcance de los daños. Se le estaba poniendo un ojo morado, tenía el pómulo derecho y el labio inferior partido, sangraba por la nariz y escupía también sangre por su boca. Por cómo fruncía el ceño en un gesto de dolor, el rubio intuyó que debía tener más daños que no eran visibles por el mono por el resto del cuerpo.

            —Kris… —susurró—. ¿Quieres que te lleve a la enfermería?

            —No —respondió él—. Esto es un castigo, debo cumplir con las obligaciones del día y luego curarme yo mismo las heridas o me verán como alguien débil del que pueden prescindir.

            —Pero… —Lay quiso replicar, pero uno de los largos y huesudos dedos del moreno en sus labios lo calló y le aceleró el corazón por partes iguales.

            —No.

            —Entonces déjame ser tu pareja para que nadie más te haga más daño —murmuró el rubio.

            —Está bien.

            Aquel día fue muy largo. Tuvieron que hacer varios entrenamientos especiales en los que luchaban los unos contra los otros de distintas formas y Lay no pudo ser el compañero de Kris en algunos de ellos, por lo que recibió más golpes. Al final del día, apenas podía mantenerse en pie y Lay precisó de la ayuda de ZiTao para llevarlo hasta la habitación que compartían porque él solo no podía tirar de él.

            —Gracias —le dijo a este cuando lo dejó sobre la cama—. Has sido muy amable al ayudarme.

            —Todos apreciamos y ayudamos a Kris, tal y como él hace con nosotros, así que no ha sido nada —contestó el chico.

            —Gracias de todos modos —agradeció de nuevo.

            —Cuídalo bien —le dijo, y se despidió de él con una sonrisa.

            Lay cerró la puerta de su habitación y se dirigió al armario, donde había visto que tenían algunos preparos para curar heridas. Después de coger todo lo que creyó que le iba a hacer falta, fue hacia la cama del moreno y se sentó sobre ella, ayudando a su compañero a sentarse y a apoyarse contra la pared para que le fuera más sencillo curarlo y para que este pudiera sujetarse sin mucho esfuerzo.

            —¿Cómo te encuentras? —preguntó, alzando su mano con aun algodón y agua oxigenada para curarle las heridas de su rostro. Kris abrió sus ojos y lo miró cansado.

            —Creo que hoy me toca a mí morirme —murmuró. Lay le empezó a curar el pómulo—. Auch —se quejó—. Eso escuece.

            —Lo siento —se disculpó, soplando sobre la herida—, por esto y por lo de antes.

            —¿Qué fue lo de antes? —cuestionó el moreno.

            —Por mi culpa estás así —señaló, llevando el algodón a los labios del otro. El superior era un poco más grueso que el inferior y hacia el centro, ambos se ensanchaban. Tenía una boca pequeña, pero a Lay le gustaba cómo sonreía con ella y no iba a negar que alguna vez hubiera deseado besarlo.

            —No fue por tu culpa —dijo Kris.

            El rubio alzó la mirada y se encontró los ojos de su compañero de habitación, mirándolo intensamente, casi devorándolo. El corazón de Lay se aceleró de una forma que creía incapaz solo por aquellos ojos oscuros que lo observaban con detalle y tragó saliva, a la vez que apartaba su mirada, incapaz de soportar aquella intensidad. Sin embargo, fue peor el remedio que la enfermedad porque su vista fue a parar a su mano sobre los labios del otro y esta vez se relamió los suyos propios. Carraspeó para volver a hablar y continuar con la conversación y también para quitarse de la cabeza la loca idea de cruzar los pocos centímetros que separaban sus labios y besarlos, pero fue cortado por Kris.

            —Ayer me confesaste un secreto —comenzó, haciendo que el chico se tensara y retirara su mano de la boca ajena—, así que hoy me toca confesarte otro a mí —el moreno le pidió que se acercara un poco para poder susurrarle y Lay lo hizo con un poco de duda—. A mí también me gustan los hombres.


☆☆☆


            Lay llevaba algunos días muy metido en su mundo, todo el mundo se había dado cuenta de ello, pero aunque le preguntaban el por qué cada vez que lo veían ensimismado, el chico no soltaba prenda. No podía decirlo, de ninguna manera, aquello no era algo que pudiera ir contándole a todas las personas que conocía.

            El día en el que había estado curando a Kris y este le había confesado que también le gustaban los hombres había sido muy extraño. El rubio no había hecho ningún movimiento en el momento, se quedó de piedra a unos cuantos centímetros de su compañero de habitación hasta que este cogió su mano, en la que tenía el algodón, y lo sobresaltó, haciendo que reaccionara.

            —Yo terminaré de curarme —anunció—. Hoy ha sido un día largo, ve a dormir.

            —Yo… —Lay quiso decir algo, pero se calló, sin saber qué era lo que había estado a punto de salir de su boca.

            —Duerme —volvió a decirle y el chico no se vio capaz de desobedecer.

            Desde aquel momento, su relación había sido un poco tirante. Por las mañanas, su compañero ya no lo despertaba como antes, simplemente lo mecía un poco y luego se iba, no acompañándolo como siempre a todos los lugares a los que iba. Lay sabía que aquello tenía que acabar, que debían hablar.

            Kris le había confesado que también le gustaban los hombres, pero eso no tenía necesariamente que significar que le gustara él.

            Iba meditando eso mismo por los pasillos en dirección a su habitación, así que el chico no se fijó especialmente por donde caminaba. Por este motivo, y porque sin Kris a su lado no sabía cómo se llegaba a ningún sitio, el chico acabó en un pasillo completamente distinto al que se dirigía.

            —Maldita sea —se quejó.

            Lay miró a su alrededor, en busca de alguna pista para orientarse y poder encontrar su camino, pero en un lugar en el que todos los pasillos eran blancos y tenían de vez en cuando alguna que otra puerta de color gris era bastante complicado, por eso el rubio aún era incapaz de recordar los caminos. Así que, sin otra opción, caminó por la dirección por la que había ido, por si por casualidad encontraba algo que lo guiara o a alguien a quien preguntarle.

            Unos minutos después, encontraba la puerta de la enfermería de los Lobos Plateados y respiró aliviado porque allí debía haber algún compañero suyo que fuera capaz de enseñarle el camino que debía recorrer. Sin dudar, se dirigió hacia allí y abrió la puerta de par en par, quedándose helado por la escena que se encontró al hacerlo.

            BaekHyun, uno de los chicos del grupo, se encontraba de rodillas en el suelo mientras le hacía una felación al oficial XiuMin.

            Durante unos segundos observó aquel acto que se había encontrado, pero después fue capaz de reaccionar. El oficial tenía los ojos cerrados, probablemente por el placer, así que aún no lo había visto y BaekHyun estaba demasiado enfrascado en su tarea, por lo que tampoco lo había hecho. Por eso, Lay quiso salir del lugar con cuidado para que no lo pillaran allí. No obstante, las cosas no salían siempre como uno quería y la puerta decidió que aquel era el mejor momento para chirriar.

            Rápidamente, el oficial abrió sus ojos y lo vio. Por la expresión que puso en su rostro, el chico supo que estaba muerto, así que antes de que pudiera pasar nada más, salió corriendo en cualquier dirección como alma que llevaba el diablo y no se detuvo hasta que se chocó contra alguien.

            Cuando Lay alzó la cabeza para pedir disculpas y se encontró con su compañero de habitación, olvidó todo lo que había pasado durante los anteriores días y se apretó fuertemente a su torso diciendo las mismas palabras una y otra vez como si fueran un mantra.

            —Estoy muerto.

☆☆☆


            Lay seguía entre los brazos de Kris, aunque ya habían dejado el pasillo donde estaban a la vista de todos y se habían metido en su habitación. El chico no dejaba de decir aquellas palabras, pero no explicaba nada más. Estaba temblando y parecía a punto de llorar, por lo que el moreno no tuvo más opción que abrazarlo fuertemente contra su cuerpo hasta que finalmente se calmó tiempo después.

            —¿Qué ha pasado? —le preguntó, separándolo de su pecho para poder mirarlo a los ojos—. ¿Por qué dices que estás muerto? —Lay tragó saliva, sin saber si decírselo o no.

            —Yo… —comenzó, pero se detuvo antes de decir nada más.

            —Puedes contarme lo que sea, lo sabes, ¿verdad? —murmuró Kris, rozando su nariz contra su frente, haciendo que el chico se relajara un poco ante aquella acción cariñosa.

            —He visto algo que no debería haber visto —contó.

            —¿Qué ha sido?

            —BaekHyun estaba con el oficial XiuMin… —murmuró, sin decir nada más, esperando que el otro se imaginase lo que quería decirle, pero Kris quería que lo dijese—, y le estaba haciendo… una felación… —otra vez se echó contra el pecho de Kris, escondiendo su rostro—, y la mirada que me echó el oficial decía que estaba muerto.

            —Sabes que ser homosexual o mantener relaciones con otro chico no es un delito —dijo Kris, acariciando su cabeza para calmarlo de nuevo—. Está mal visto, pero no por eso es un delito.

            —Pero el oficial…

            —No te preocupes de él —susurró—. Yo me encargaré, ¿vale?

            —Kris… —el rubio alzó su cabeza para mirarlo a los ojos con gratitud—. Muchas gracias por todo lo que haces por mí —y sin pensarlo mucho, depositó un beso en la afilada barbilla del chico que lo abrazaba.


☆☆☆


            Horas más tarde, cuando la noche había caído en aquella sección de Júpiter, Kris regresó a la habitación y Lay no tardó en echársele encima para preguntarle qué era lo que había pasado. Su compañero se había ido a hablar con el oficial XiuMin sobre lo que el rubio había visto y a intentar que la cosa no fuera para tanto. Lay quiso descifrar en el rostro del moreno cómo había salido todo, pero este estaba completamente inexpresivo y no pudo saber nada.

            —¿Cómo ha ido? —preguntó, carraspeando porque la voz apenas había salido de su cuerpo por el miedo a la respuesta que el otro le pudiera dar.

            —No debes preocuparte por lo que pueda pasarte —dijo. Apretó a Lay entre sus brazos con fuerza y por eso, el chico supo que había algo más que no le estaba contando.

            —Pero algo te va a pasar a ti, ¿verdad? —el cuerpo de Kris se tensó y el rubio suspiró porque había dado en el clavo—. Puedo sufrir el castigo que me impongan, no tienes por qué hacer por mí esto, Kris.

            —Pero debo hacerlo —susurró y Lay se separó de su cuerpo para poder observar su rostro. Estaba serio, muy decidido a hacer lo que fuera, pero también estaba muy triste.

            —¿Qué es?

            —Mañana me mandan a combatir al frente —respondió y el rubio no supo cómo reaccionar, porque se había quedado completamente paralizado. Su corazón latía rápida y fuertemente y era prácticamente lo único que podía escuchar.

            —No —susurró—. No. No pueden enviarte a combatir. No has acabado tu entrenamiento —Lay se aferró a su ropa y se mordió el labio inferior—. No. No pueden separarte de mí.

            —No he acabado mi entrenamiento, lo sé, pero llevo aquí más de dos años —contó—, soy de los aprendices que más experiencia tienen.

            —Pero aun así…

            —Y no podía permitir que te enviaran a ti —los ojos de Kris lo miraban de una forma clara y cristalina—. No podía dejar que te dirigieran a tu propia muerte, no estás capacitado para ir allí y sobrevivir.

            —Pero…

            —Yo sí puedo hacerlo, Lay, puedo hacerlo, puedo regresar —Kris llevó a su rostro sus grandes manos y comenzó a secar unas lágrimas que el chico no sabía siquiera que había estado derramando—. Puedo regresar contigo.

            —No quiero que te vayas, Kris, no quiero —se aferró de nuevo a su cuerpo—. No es justo, no pueden separarte de mí… te quiero.

            Lay no se dio cuenta de que las palabras que acababa de decir llevaban demasiado tiempo encerradas dentro de su cuerpo y en cuanto las dejó salir, se sintió algo mejor, pero no demasiado, porque era la segunda vez que se enamoraba y la segunda vez que su amor no iba a ser posible.

            —Yo también te quiero —susurró Kris—. Desde el primer momento en que te vi, cuando te pegué aquella vez por meterte en el campo de entrenamiento —Lay esbozó una pequeña sonrisa al recordar su primer encuentro—. Por eso me voy yo a combatir a los robots de EXO Planet, porque no puedo dejar que te pase nada.

            —Pero si a ti te pasase algo…

            —No te preocupes —Kris hizo que alzar la cabeza de nuevo para que lo mirase a los ojos—. Puedo volver, puedo hacerlo —Lay asintió.

            —Entonces… vuelve —el moreno sonrió—. Pero antes de que te vayas… yo… —el chico se detuvo sin poder continuar. Quería hacerlo, quería decirlo pero…

            —¿Tú? —lo invitó a hablar Kris. El rubio se perdió en aquellos ojos oscuros antes de conseguir la fuerza que necesitaba para poder decirlo.

            —Yo… —Lay jugó con el trozo de tela de la ropa del moreno que tenía entre sus dedos—. Quiero hacerlo contigo… —susurró, notando cómo a sus mejillas subía el color rojo. No sabía cuál podía ser la respuesta del otro y los segundos que pasaron desde su petición hasta que le llegó la respuesta le parecieron eternos y su corazón no dejó de latir nerviosamente en ningún momento.

            —Yo también —sonrió Kris.

            Ambos se miraron a los ojos unos momentos. Los de Kris brillaban, brillaban  por la tristeza y también por el deseo y Lay se vio reflejado en estos, destilando las mismas emociones a través de los suyos. Las palabras sobraron a partir de aquel momento porque ambos necesitaban sentir cómo nunca habían sentido al otro antes de poder dejarlo marchar con una promesa que ambos sabían que era muy difícil de cumplir.

            Lay fue el primero en rozar los labios de Kris con los suyos, buscando aquel contacto que habían ansiado desde hacía tiempo y sintiendo cómo aquellos labios tan característicos se amoldaban a la perfección con los suyos. El beso le supo húmedo y salado, dulce y a la vez amargo.

            La ropa fue retirada de sus cuerpos, entre besos y más besos, porque ninguno quería abandonar los labios del otro, aunque finalmente, tuvieron que hacerlo porque sus cuerpos necesitaban caricias y besos, necesitaban sentirse infinitamente amados para poder dejarse marchar. Acabaron sobre una de las dos camas, completamente desnudos, descubriendo aquellos cuerpos que tantas veces habían vislumbrado bajo las duchas y que tantas veces habían ansiado tocar. Las manos grandes de Kris, llenas de callos y ásperas hacían que su cuerpo se estremeciese cuando lo rozaban y lo invitaban a jadear por más.

            Exploraron cada rincón del cuerpo ajeno, grabando en su memoria cada lunar, cada cicatriz, cada pequeña cosa que los diferenciaba. No tenían prisa, tenían hasta el amanecer para estar juntos y debían aprovechar cada momento.

            Por ese motivo jugaron, jugaron con sus cuerpos todo lo que pudieron hasta que estos le pidieron más y entonces Kris se tomó todo el tiempo que necesitó para preparar a Lay con sus dedos, tocando su miembro y sus testículos para distraerlo del dolor y de la incomodidad hasta que finalmente pudo internarse dentro de su cuerpo y hacerlos llegar a ambos al paraíso.

            —Lay… ¿estás despierto? —le preguntó el chico que se encontraba bajo su cuerpo, acariciando su espalda en círculos.

            —Sí —susurró—. No quiero dormir porque cuando despierte te habrás ido y quiero aprovechar cada segundo.

            —Te despertaría antes de irme —murmuró. Lay se alzó un poco del cuerpo desnudo del chico para poder mirarlo a los ojos.

            —Ambos sabemos que no lo harás… —el pecho de Kris vibró por su leve risa y el rubio supo que tenía razón.

            —Puedo… ¿puedo contarte algo? —le preguntó. Lay asintió, dándole paso para que continuase—. Tú… me contaste tu vida, lo que te llevó a querer presentarte a las pruebas a Lobo Plateado aunque no las tenías todas contigo para sobrevivir… quiero contarte cómo fue para mí.

            —Te escucho —murmuró Lay, echando su cabeza de nuevo sobre el pecho ajeno, sintiendo cómo los dedos ásperos de Kris se paseaban por la piel de su espalda.

            —Yo no tuve elección —comenzó—. Sabes que para no tener que vigilar a los criminales, ni tener que atenderlos, los someten a las pruebas y si no las pasan se acaba el problema, pero si lo hacen los entrenan igual que a los demás para que ayuden a combatir la amenaza y expíen sus pecados, ¿verdad? —Lay asintió—. Yo era uno de esos criminales —confesó. El rubio se mordió el labio inferior al escucharlo porque jamás se hubiera esperado que Kris pudiera haber sido alguien malo en otro tiempo.

            —¿Qué hiciste? —preguntó. Escuchó cómo el chico cogía aire para poder seguir hablando.

            —Robé, maté… hice muchas cosas malas de las que no me enorgullezco.

            —Pero ahora eres una gran persona… eso es lo que cuenta realmente —Lay sintió cómo el moreno depositaba un beso sobre su cabeza y sonrió.

            —Muchas gracias por no juzgarme…

            —Jamás lo haría —el chico besó el pecho de su compañero.

            La conversación terminó allí y Lay comenzó a sentir sus ojos más y más pesados. No quería dormir porque faltaban solo unas horas para el alba, pero sus párpados se cerraron sin que él pudiera hacer nada por evitarlo y cuando abrió los ojos de nuevo, se encontraba solo en la habitación, no había ni rastro de Kris, solo una nota sobre la almohada. Lay la abrió y la leyó.

            “Si algún día te envían al frente y me ves pilotando uno de los robots de EXO Planet, no dudes, dispara y sigue viviendo tu vida.

Te quiere, Kris”

            El chico apretó la nota que le había dejado fuertemente entre sus dedos, arrugándola sin querer, se acurrucó sobre sí mismo en la cama y comenzó a llorar. Kris se había ido de su lado y no había podido despedirse de él antes de que lo hiciera. Kris ya no estaba y Lay ya no sabía cómo iba a poder seguir adelante.




Saturno, año 2.919 d.C.

            Un chico rubio se encontraba en el espacio, cerca de los anillos de asteroides de Saturno, esperando. Después de algunos años formando parte del escuadrón de los Lobos Plateados había sido enviado a la batalla. Los robots de EXO Planet habían vuelto su mirada hacia el planeta en el que se encontraba ahora casi toda la población humana, ya que los anteriores planetas habían sido arrasados con anterioridad. Lay se encontraba allí junto a muchos de sus compañeros, pilotando uno de aquellos robots que habían sido hechos para aniquilar a los otros, esperando a que le dieran la orden de que atacase.

            Quizás pasaron minutos, quizás fueron horas, el chico no lo supo con seguridad, cuando recibió la orden por el pinganillo que llevaba en su oído y se lanzó a la batalla, justo cuando los robots de EXO Planet aparecían frente a ellos. Lay utilizó todos los conocimientos que había adquirido mientras estuvo en la academia de los Lobos Plateados y comenzó a derrotar a sus enemigos, disparándoles a distancia, a quemarropa y usando algunos movimientos para poder escapar del fuego enemigo.

            Era la primera vez que entraba en una batalla real, pero había entrenado mucho y muy duro, así que sabía que era lo que tenía que hacer. Había aprendido a disparar sin sentir ninguna emoción, porque aquellos que pilotaban los robots enemigos ya no eran humanos.

            Sin embargo, todo el entrenamiento que había realizado no le sirvió de nada cuando frente a él apareció el rostro de su amor.

            Kris estaba dentro de uno de aquellos robots y disparaba certeramente contra sus compañeros Lobos Plateados, derribándolos y dejando que estos flotasen ingrávidos en medio del espacio. Los ojos del chico se aguaron porque después de tantos años por fin lo tenía delante otra vez. Era él, era él, eran sus rasgos, Lay no se había olvidado de ellos, pero sus ojos, sus ojos oscuros que siempre lo habían mirado intensamente y que la noche anterior a su partida lo habían hecho con un amor infinito, no eran los que se encontraban en aquel momento frente a él. Eran blancos completamente y no mostraban ningún tipo de emoción.

            Era él, pero a la vez no lo era.

            Lay escuchó con su grave voz sus últimas palabras en su mente, aquellas que le había dejado escritas sobre un trozo de papel que el chico guardaba celosamente en su bolsillo, cerca de su corazón y supo que debía hacer lo correcto, que no debía sentir nada, porque Kris ya había muerto, llevaba mucho tiempo muerto y ahora solo podía liberarlo de aquel tormento.

            Por eso, Lay lo puso a tiro y sin que le temblase la mano… disparó.

            Lay sintió cómo su corazón se desgarraba al ver que el robot que Kris controlaba se quedaba completamente inmóvil, signo de que había realizado su cometido perfectamente. Había perdido a la única persona que le quedaba, a la única persona a la que esperaba volver a tener entre sus brazos, a la única persona que quería. El chico se quedó completamente inmóvil mientras la batalla sucedía a su alrededor, con lágrimas amargas recorriendo su rostro una y otra vez sin que pudiera hacer nada por detenerlas.

            —Lo siento mucho —susurró, antes de coger la pistola que llevaba en su cinturón y colocarla contra su sien antes de apretar el gatillo.




2 comentarios:

  1. Daisy si mirar Transformers hace que escribas estas historias random por mi seguí mirándolas, son tus musas.
    Me encanto de principio a final, a pesar del final triste fue hermoso poder leer esta maravillosa historia.Cada detalle de como describiste los lugares, las situaciones realmente una podía sentirse parte de lo que vivían los protagonistas.
    Hace mucho que no entraba a leer y bueno da gusto encontrarse con esto. No se simplemente me asombra tu manera de escribir, siempre me dejas muy conforme.

    Espero pronto estar leyendo Triwizard Tournament...se que aun faltan algunos capítulos pero de seguro la leeré porque amo el mundo de HP y amo a los oppas que mejor mezcla que esa.

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    1. Por el momento no quiero más transformers en mi vida... (aunque me han propuesto maratón de Star Wars... de ahí supongo que saldrán también cosas interesantes ^^).
      Me alegra que te gustara toda la historia y que te la hiciera llegar de eta manera (el final es un poquito para echarse a llorar, pero quería probar un género nuevo).
      Muchas gracias, eres un amorcito <33

      Triwizard Tournament ya está acabado (de escribir) solo va quedando que terminen de subirse los capítulos que faltan, pero ya no queda mucho XD HP y los Oppas es la mejor combinación del mundo mundial ^^

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