Nota: ¿Cómo estáis? ¿Qué os está pareciendo esta historia? Espero que os esté gustando, de verdad ;_; Aquí os dejo un nuevo capítulo, cada vez más cerca a resolver todo lo que está pasando alrededor de Wendy ¿O no?
Tenía que intentar ser fuerte. Su vida no acababa por el final de una relación ¿Verdad? Aún quedaban muchísimas cosas buenas por las que tener ganas de vivir.
Al menos esas cosas eran las que se esforzaba en pensar Wendy, quien aún no comprendía a qué venía dicho abandono. No había tenido la oportunidad de hablar con él. En realidad, ya no sabía si quería hacerlo. Sería remover algo que ya estaba muerto.
Habían pasado dos días desde que ocurrió aquello. Dos días en los que se había esforzado al máximo para levantarse por las mañanas, porque ni ganas de eso tenía.
Pero ese día se había despertado con ganas de enfrentarse a todo y volver a ser la Wendy de siempre. Esa chica alegre y amigable a la que le gustaba ayudar a los demás. Mientras estuviera mal no haría bien su trabajo ¿Cómo iba a transmitir cosas positivas a sus pacientes si ella era la primera con ganas de mandarlo todo a la mierda?
Madrugó, se dio una larga y relajante ducha, desayunó bien y fue al trabajo con ganas de comerse el mundo.
Ya había llegado a la consulta. Aún tenía unos minutos libres hasta recibir a su primer paciente. Fue a buscar su móvil, el cual estaba dentro del bolso. Entonces algo cayó de dentro de este, sobre la mesa. Era un trozo de papel con un número apuntado. Una servilleta de la cafetería a la que siempre iba.
Se había olvidado de la chica por completo. Ay, qué torpe. Vino a ella en busca de ayuda y lo único que había hecho desde entonces era lloriquear en su cama por culpa de alguien que no valía la pena.
Rápidamente buscó su agenda y comenzó a pasar páginas en busca de un momento libre para Joy. Conforme lo hacía iba recordando la curiosidad que le causaba con solo tenerla cerca. Esa sensación inquietante y misteriosa que la rodeaba cada vez que la veía… Tenía que tratarla sí o sí.
-Oh, vaya… -Dijo para sí misma al darse cuenta de que el próximo hueco libre era en tres semanas. A veces no era bueno estar tan solicitada, aunque eso significase más dinero y prestigio.
En todo caso, la llamaría más tarde para comunicárselo. Ahora debía trabajar.
A lo largo del día intentó esforzarse lo máximo posible por sonreír con sinceridad y ser quien solía ser. La persona que se había ganado a todas esas personas que iban para ser tratadas por ella.
A mitad de mañana, más o menos, una de esas pacientes entró por la puerta de la consulta justo cuando se iba el anterior. En concreto, se trataba de una mujer mayor y muy delgada. No era muy alta y estaba casi ciega. Su pelo, completamente blanco, estaba bien peinado y recogido en un moño. Era una buena mujer y una persona encantadora, pero por desgracia la vida no había sido buena con ella y tenía ciertos traumas que quería eliminar por completo para acabar sus días en paz.
-Buenos días, bonita. -Le dijo la mujer, amigable como siempre, mientras entraba en la sala. Después se acercó caminando con calma y se sentó donde los pacientes solían hacerlo.
-¿Qué tal está usted? -Le respondió Wendy con una amplia sonrisa. Apreciaba muchísimo a aquella mujer. Era una de sus pacientes más veteranas y con las que había llegado a tener una relación un poco más personal. A veces llegaba a considerarla como una madre.
.-Ay, ya sabes. Los dolores de siempre. La edad es mala. Nunca crezcas. -Le dijo a modo de broma. Sin duda, por mala que fuera no le hacía perder el sentido del humor.
Wendy dejó escapar una suave risita y se dispuso a comenzar con la sesión. Todo fue con normalidad, hasta que se acercó el final.
-Chica… Ten cuidado. -Le advirtió la mujer. Wendy frunció el ceño en un gesto de confusión total ¿A qué venía eso?
-Lo siento pero no entiendo… -Le dijo a la mujer, totalmente confundida. Esta no tardó en darle una respuesta.
-Hay algo a tu alrededor. Algo malo. -Le explicó, aunque no siendo demasiado concreta. De hecho, la dejó aún más confusa.- Si necesitas algo, ven a verme. Te ayudaré igual que tú lo haces conmigo.
-Gracias… -No sabía qué más decir. Sus palabras la habían dejado descolocada ¿Algo malo? Bueno, no estaba pasando por su mejor momento. Pero no parecía que la mujer se refiera a su reciente ruptura.
Cuando quedó sola en la consulta, un terrible escalofrío recorrió su cuerpo. La piel se le puso de gallina y por un momento, hasta la sangre se le heló.
Lo primero que vino a su cabeza fue aquella curiosa y al mismo tiempo horrible noche. No. No era eso. Fue un sueño. Fue su mente. Se intentaba convencer de ello con todas sus fuerzas. La mujer seguramente se refería a algo más simple.
Se esforzó en seguir con sus cosas sin pensar más en las palabras de su paciente. El día siguió con toda la normalidad que se podía. Que era poca. Ya cuando casi estaba acabando su jornada y quedaban alrededor de veinte minutos para irse a casa, la recepcionista de la consulta llamó a la puerta.
Le dejo pasar y cuando entró vio que llevaba la libreta que solía usar de agenda en una de sus manos.
-Wendy, el miércoles por la tarde te ha quedado un hueco libre. El hombre que tenía que venir ha tenido que cambiar la fecha. -Le informó, un poco desganada. Se notaba que a esas alturas del día ya estaba tan cansada como ella.
Ya sabía con quien iba a aprovechar esos minutos que duraba una sesión.
-Vale, perfecto. Gracias. -Le respondió con una pequeña pero amable sonrisa.
Ahora sí que podía atender a Joy antes. Con lo desesperada que la vio, le sabía muy mal tener que darle una fecha tan tarde. Buscó el papel donde tenía apuntado su teléfono y marcó el número en su móvil. Tenía un momento hasta la llegada del último paciente del día.
-¿Joy? -Preguntó cuando escuchó que habían descolgado el teléfono al otro lado de la línea.
No se escuchó nada. Ni una sola respuesta.
-¿Joy? ¿Hay alguien ahí? -Insistió. Estaba segura de que habían contestado.
-Sí, Wendy. Estoy aquí . -Escuchó a la chica, por fin. Parecía feliz por haber recibido la llamada, aunque no entendía por qué había tardado en hablar.- ¿Ya sabes cuando puedes tratarme?
-Sí, por eso mismo te llamaba. El miércoles a las… -Miró un momento su agenda para asegurarse de que le decía la hora correcta.- Seis y media ¿Te parece bien? Si no hasta dentro de tres semanas no podría.
-Sí, sí. Me viene perfecto.
Pues ya estaba hecho. Dejó salir un suspiro una vez colgó. Estaba siendo un día muy extraño. Qué ganas tenía de llegar a casa para olvidarse de todo.
Las palabras de la mujer volvieron a su cabeza, sin aviso. Atacando la poca tranquilidad que había conseguido antes de la llamada ¿Sería ella a lo que se refería…? No. Eso no tenía sentido. Joy no era más que una chica como cualquier otra, con un problema que quería que fuera tratado y solucionado. Aunque aún no tenía muy claro de qué se trataba ese problema. Era un poco extraña, pero de ahí a tener que ser tratada por una psicóloga… Bueno, ya iría viendo cuando le tocara ir a la consulta.
Le dolían las piernas como hacía tiempo que no lo hacían. Nada más llegar a casa lo primero que hizo fue echarse en el sofá. Desde luego no podía negar lo mala que estaba siendo esa temporada.
Para colmo, su mente automáticamente pensó en coger el móvil para mandarle un mensaje a su novio. O bueno, quien había sido su novio. Eso la entristeció. Ya no podía hacer tal cosa.
¿Y si tenía razón y realmente había algo malo a su alrededor? Tendría sentido… O no. Ya no lo sabía. Estaba tan confundida con todo lo que estaba ocurriendo. O al menos a ella le parecían muchísimas cosas.
En fin. Tendría que cenar algo. Se levantó del sofá sin ganas y fue hacia la cocina para ver qué encontraba. Ni siquiera había ido a comprar por falta de ganas. No hacía otra cosa más que ir del trabajo a casa y de casa al trabajo.
Antes de llegar a entrar a la cocina, se congeló ¿Pero qué…?
Una de las sillas estaba en medio del pasillo sin razón alguna. Ella desde luego no recordaba haberla puesto ahí. De nuevo por su cabeza se repitieron las mismas palabras que habían estado resonando durante todo el día.
Todo debía ser una broma pesada. De esas que no tienen absolutamente ninguna gracia.
Decidida y cansada de aquella extraña situación, fue hacia la silla y la apartó de allí, dejándola a un lado. No tenía sentido.
Llegó a la cocina y abrió la nevera, sin querer pensar en nada más. Respiró hondo mientras pensaba en qué cocinar. Debía tranquilizarse o se acabaría volviendo loca ella. Logró encontrar lo que quería y cuando cerró la nevera, de nuevo quiso salir corriendo de allí.
Tenía unos cuantos imanes en la puerta de esta, regalos de amigas y algún que otro recuerdo de unas vacaciones propias. Siempre habían estado en la misma posición, hasta ese momento.
Estaban totalmente cambiados. Los veía día a día y sabía perfectamente donde solía estar cada uno… Empezaba a asustarse de verdad. Quizás alguien había entrado a su casa…
¿Y si era eso…? Podría ser un ladrón. O algo peor… Pero si fuera ese tipo de persona ¿Para qué iba a molestarse en cambiar de sitio los imanes de la nevera? A lo mejor era un loco. O una loca, quien sabe.
Cerró los ojos con fuerza, luchando por ignorar el detalle de los imanes. Si veía algo más, cualquier detalle por pequeño que fuera, no pensaba dormir allí.
Cuando volvió a abrir los ojos intentó seguir con la cena con tranquilidad, sin prisas o ponerse nerviosa. Aunque claro, eso era prácticamente imposible. En esa casa estaban pasando cosas muy raras. En esa casa y en cualquier lado donde ella estuviera, al parecer. Cada vez tenía más claro que las palabras de la mujer iban por algo más que por su loca imaginación.
Pero ella nunca había creído en esas cosas. Y se negaba a hacerlo a esas alturas de su vida. Debía haber una explicación lógica para todo, que fuera buena ya era otra cosa.
Terminó de cocinar su cena y como pudo llevó las cosas hasta el salón, donde cenaría mientras veía la televisión. Le temblaban tantísimo las manos que en cualquier momento el plato podría caerle al suelo.
Y así fue. Pero no por los nervios, sino por quedar totalmente petrificada al ver lo que vio una vez regresó allí.
La televisión estaba encendida cuando ella recordaba perfectamente que no lo había hecho. No la había encendido. ¿O sí? ¿Se estaría volviendo loca? ¿O es que acaso esa persona seguía en su casa…?
No podía quedarse allí más tiempo. Si siquiera preocuparse en recoger lo que había caído en el suelo, buscó rápidamente las llaves de su coche y su bolso y salió de allí corriendo. Iría a casa de Irene, su mejor amiga. Ella le aconsejaría un poco mejor que su propia mente en tal momento.
-Llama a la policía. -Le dijo Irene con seguridad y un rostro serio.- En serio, hazlo. Si lo que me has contado es verdad, que vayan a tu casa. Allí podría haber escondido alguien peligroso.
A Wendy le costaba asimilar que todo eso le estuviera pasando a ella. Era tan extraño y algunas cosas carecían tantísimo de sentido… Pero su amiga tenía razón. Lo mejor que podía hacer era llamar a la policía y que fueran ellos quien fueran a registrar su casa. O algo.
-Tranquila… Imagino que estarás fatal. Puedes quedarte aquí a dormir, eso ni lo dudes. -Añadió la chica, abrazando a su amiga. Pero ese abrazo ni siquiera fue correspondido. Wendy estaba en shock.
Al final hizo lo que debía hacer. Los consejos que su querida amiga le había dado. Cuando logró tranquilizarse lo suficiente y asimilar que estaba a salvo allí junto a ella, llamó a la policía, explicó lo ocurrido y dio la dirección de su casa.
Pronto recibiría una respuesta. O eso esperaba. Lo que no sabía era si prefería que le dijeran que sí había alguien y le habían atrapado o que no habían encontrado nada. Si era la segunda opción… O esa persona había escapado, pudiendo volver en cualquier momento, o se trataba de algo más. Algo que veía muy poco probable, pero después de las cosas tan escalofriantes que había sentido, lo creía todo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
¡Tus comentarios son importantes para que el blog siga creciendo!