Nota: ¡Hola! Aquí está el segundo capítulo de esta historia sobre estas dos hermosas chicas de Red Velvet. Joy vuelve en busca de Wendy, pero ¿Qué será lo que tiene que tanto interesa a la chica?
Desde la fiesta de cumpleaños de Yeri no había vuelto a sentir nada igual, por suerte.
Aquellas extrañas e inquietantes sensaciones habían quedado atrás una vez abrió los ojos en el sofá de Irene. Eso la relajó, haciéndole asumir que fue producto del sueño. Y menos mal, porque esa noche sintió que se iba a volver loca en cualquier momento.
Respecto a la chica desconocida con quien habló en el local, nada de nada. Desapareció de aquella misteriosa forma para no volver, por mucho que le hubiera dicho.
Habían pasado casi dos meses y a penas pensaba ya en eso. Lo dejó como una simple anécdota y siguió con su feliz y perfecta vida. Hasta esa mañana.
Había pasado la noche con su novio, en casa del chico. Vivía solo, igual que ella, así que no había ningún problema a la hora de dormir en casa de uno o de otro.
Se había llevado allí todo lo necesario para poder ir al trabajo directamente desde casa de él y así no tener que madrugar más de la cuenta para irse a la suya primero.
Estaba de muy buen humor y eso se notaba con solo verle el rostro y la radiante sonrisa que adornaba este. Estaba guapísima aquel día.
Entró al edificio, saludando a la recepcionista con alegría. Entró al ascensor y le dio al botón de su planta. Una vez arriba fue a abrir su consulta con ánimo y entonces…
-¡Wendy! -Le gritó una joven desde uno de los sillones que estaban en el pasillo, a modo de sala de espera.
Ella se giró sobresaltada, no esperando que nadie fuera a reclamarle tan de repente y gritando.
Oh… Era ella… Por un instante pareció haber sido petrificada al mirar a quien tenía delante. Joy se levantó del sillón con una sonrisa en su encantador y pálido rostro. Su pelo seguía tan hermoso como aquella noche y esta vez llevaba puesto un bonito vestido veraniego que resaltaba bien su figura.
-Siento haberte asustado. -Se disculpó.
Wendy trató de recuperar la compostura. Por un momento había sido como ver un fantasma.
-No pasa nada. No importa. -Negó, tratando de sonreír ella.- ¿Qué te trae por aquí?
-Escuché que eras psicóloga y muy buena además. He venido porque… bueno… Pues a lo que viene la gente, ya sabes. -Le explicó, algo tímida y al mismo tiempo, con cierto desánimo en sus palabras.
-Claro, claro. Para empezar, no te sientas avergonzada por acudir a mí. -Le dijo con simpatía.- Pero no puede ser ahora, lo siento. Tengo la agenda llena.
-Vaya… ¿Y no podríamos quedar a la hora de la comida? No te pediré que me analices ni nada así. Como amigas solo. Y ya de paso te pido cita para otro día. -Le pidió Joy de una forma casi adorable.
-Uhm… Venga, vale. -Aceptó con una amplia sonrisa. Así sabría más de ella. Tenía muchísima curiosidad por saber más desde aquella noche.
Y sin darle tiempo a decir nada más, se marchó de allí con una sonrisa.
Esa chica era realmente extraña. No lograba descifrar bien qué era lo que le transmitía. A veces era tan linda y simpática y de repente te encontrabas con esa aura misteriosa y tenebrosa rodeándola… Quizás sí era cierto que necesitaba de su ayuda.
Fuera como fuera, entró por fin a su consulta. No quería pensar más en ello por ahora. Tenía que centrarse en su trabajo ya que pronto llegaría el primer paciente de la mañana.
En cuanto a Joy, ya tendría tiempo de analizarla de sobra.
Pasaron las horas y con ellas, los pacientes. Uno tras otro, contando sus problemas y buscando una ayuda en ella. Ayuda que desde luego estaba encantada de ofrecer. Siempre le había gustado ayudar a los demás y escucharles y si encima le pagaban por ello, perfecto.
La hora de la comida se acercaba y entre paciente y paciente, se preguntó si realmente estaría Joy allí abajo, esperando. Había pasado muchísimo rato. Quizás se había cansado de esperar.
De hecho ni siquiera le dio tiempo a decirle a que hora era su descanso para la comida. Simplemente se fue como hizo aquella noche.
La hora de la comida llegó y ella disponía de una hora para hacerlo y regresar a su puesto de trabajo. Siempre iba a un bar que estaba en la misma calle que la consulta. De hecho, no tenías ni que cruzar la carretera para llegar.
Cuando salió a la calle aún no se había encontrado a Joy. Al final sería verdad que no le había esperado. Fue en la dirección de aquel bar, hambrienta. Desde el desayuno no había podido comer nada. Otros días tenía un poco más de tiempo para picar algo, pero ese en concreto había estado muy ocupada. Bueno, últimamente siempre lo estaba.
Entró al bar, donde la amable señora tras la barra ya la reconocía de sobra. Más que un bar, era más una cafetería. Pero a esa hora servían comidas más completas.
La mujer saludó a Wendy con una amable sonrisa, tal y como ella era. Entonces hizo un disimulado gesto con la mano para indicarle que se acercara a ella.
-Buenos días. -Dijo Wendy, para empezar.- ¿Qué pasa?
-Sabes que no me gusta ser cotilla… Pero esto es algo que me ha parecido realmente curioso. -Comenzó la mujer, bajando un poco la voz.- Esa chica lleva toda la mañana ahí, sola durante horas. -Al decir eso, miró a una esquina del bar. Wendy giró la cabeza en esa dirección, sorprendiéndose al ver allí a Joy sentada.- Le he preguntado y dice que te estaba esperando. Le he ofrecido algo de comer y tampoco ha querido.
-Oh… Bueno… Si le soy sincera, yo también creo que es un poco extraña. -Murmuró Wendy, no queriendo ser escuchada por nadie más que esa mujer. Sabía perfectamente lo que estaba pensando.
-¿Es una de tus pacientes? -Se atrevió a preguntar la señora, un poco descarada.
-Quiere serlo. -Se limitó a responder la chica.
-Entiendo. Bueno, ve con ella. Lleva mucho tiempo esperando.
Wendy simplemente le sonrió y asintió antes de alejarse de la barra para ir a la mesa en la que se encontraba la chica. Se preguntaba cómo había sabido que la encontraría allí al medio día.
-Buenas, Joy. -Le saludó, intentando mostrarse simpática con ella a pesar de la inquietud que esa chica le transmitía. Mientras tanto se sentó en la silla de enfrente a la de ella.
-Te estaba esperando. -Fue lo primero que dijo, haciendo que a Wendy la recorriera un ligero escalofrío. No entendía muy bien por qué, quizás su forma de decirlo.
-Lo sé, eso me han dicho. -Dejó salir una suave pero incómoda risa, esperando que no se notara demasiado.
-Eso imaginaba. -Comentó Joy, mirando de reojo a la mujer tras la barra antes de volver toda su atención a Wendy y sonreír.- Me alegra que hayas venido.
¿Por qué le daba la sensación de que ella ya sabía seguro que iba a aparecer y no se trataba de simple casualidad? Desde aquella noche había algo de ella que le inquietaba, pero al mismo tiempo no quería relacionarla con el incidente de la carretera ni con la escalofriante sensación que sintió en casa de Irene. Joy era extraña de por sí, pero ya está. Lo otro fue causado por el sueño.
Pidieron algo de comer mientras la conversación continuaba. Llegó un punto en el que le empezó a parecer una chica agradable y menos intimidante. Quizás solo se había dejado llevar por su imaginación.
-Entonces… ¿Cuando podré ir a tu consulta? -Le preguntó Joy en cierto momento de la comida, cuando ya casi estaban acabando.
-Uhm… Dame tu número de móvil. Consultaré la agenda y te daré una fecha segura. -Le prometió Wendy.
Y así fue. Joy le dio su número, el cual Wendy se apuntó. Tras aquello, charlaron un poco más hasta tener que despedirse, pues ya faltaban solo cinco minutos para que su hora de la comida terminase.
Por fin. La hora de irse a casa. Qué tarde más agotadora.
Se sentía con mucho sueño y sin mucho humor para nada. Pocas veces había salido de trabajar con tan pocas ganas de todo.
Durante el camino de regreso a casa recibió un mensaje, el cual tuvo que esperar a leer. Lo haría cuando estuviera en casa, pero había podido ver que era de su novio. Ay, cuanto le quería. Siempre le alegraba hasta los peores días.
Pero aquella vez no fue todo como esperaba.
"Lo siento, pero no podemos seguir con esto… Será mejor que lo dejemos. Adiós"
.... No, eso no...
Le había dejado y sin ninguna explicación… No quería creerlo. Inmediatamente lo que hizo fue intentar llamarle. No quería responder a ese mensaje. Quería una explicación y la quería escuchar. Necesitaba escucharlo de su boca para creer lo que estaba sucediendo.
Intentó llamarle, pero tenía el móvil apagado…
Sin poder contener las lágrimas ni intentar hacerlo, comenzó a llorar desconsoladamente ¿Por qué…? Tenía que haber un motivo. Eso no sucedía sin más. Tenía que saberlo. Pero no podía localizarle… Se sentía tan impotente. ¿Y si iba a su casa? Aún era medianamente temprano. Pero… quizás la echaría a patadas…
Al final prefirió quedarse donde estaba, destrozada al no saber qué estaba pasando. Por qué su amado la había abandonado de esa forma tan cobarde…
Apagó ella el móvil también, no queriendo saber absolutamente nada de nadie. Solo deseaba tumbarse en su cama y llorar durante el rato que hiciera falta. El que su corazón le pidiera.
Ni siquiera cenó esa noche. No tenía ganas ni fuerzas para hacerlo. Acababa de perder a una de las personas más importantes de su vida, uno de sus mayores apoyos. Y ni siquiera podía saber el motivo. Qué había hecho mal… ¿O habría otra?
Al final acabó quedando dormida de puro cansancio, sintiendo su corazón roto en mil pezados.
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