Notas: La relación entre ZiTao y JongIn avanza por fin... ¿pero cuáles son las consecuencias para el menor por haber dado rienda suelta a sus sentimientos?
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Capítulo
8
Tras
las Confesiones
Cuando JongIn se levantó a la mañana siguiente sentía que la cabeza le iba a estallar y el sol que entraba por la ventana no ayudaba demasiado a que ese dolor se mitigara. El chico no se sentía muy bien y no tenía gana alguna de moverse, pero sentía que tenía que hacerlo, había algo en su cabeza que le decía que tenía que hacerlo, aunque no sabía qué era. Con mucho cuidado y lentitud, JongIn se levantó de la cama y miró a su alrededor, dándose cuenta de que su amigo TaeMin ya no se encontraba allí.
En ese momento, el chico recordó algo que había pasado la noche anterior. Cuando le confesó a TaeMin que era gay.
—Lo sabía —dijo TaeMin ante su confesión—. Lo sabía, quería creer que estaba equivocado, pero no lo estaba.
—TaeMin…
—Siempre me había parecido raro que le prestaras más atención a Krystal cuando hablaba sobre chicos que a mí cuando contaba cosas sobre chicas —espetó, moviéndose de un lado a otro—. Estaban claras todas las señales.
—TaeMin, yo… —JongIn intentó avanzar hacia su amigo, pero este no lo dejó.
—No, no te acerques —él se alejó un poco.
—¿Me tienes asco porque me gusten los chicos? —cuestionó JongIn, enfadado por la reacción tan adversa que estaba teniendo el otro.
—No estoy asqueado de eso —dijo—, me da igual que te gusten los tíos o las tías, pero tenías que habérmelo contado —lo señaló—, porque creía que era tu amigo, que confiabas en mí.
—No estaba seguro de que reaccionaras bien, no quería perderte como amigo —respondió—. No quería perderte.
—Pues me has perdido —terminó el otro—, por no haber confiado en mí —y tras decir esto, se fue del lugar, adentrándose en el castillo.
JongIn llevó sus manos a su cabeza. No recordaba nada más, pero tampoco tenía mucho más que recordar, lo importante estaba ahí y eso era que TaeMin había dejado de ser su amigo por aquello. El chico suspiró y luego comenzó a llorar por ser un imbécil integral porque por no confiar en su mejor amigo, lo había perdido y ya nunca sería nada igual entre ellos dos.
★★★
Cuando JongIn salió de su camarote, muchas horas después, era casi tiempo de almorzar en el comedor de Durmstrang. El chico sabía que probablemente encontraría allí a TaeMin, así que intentaría hablar con él de una forma calmada para poder solucionar aquel problema y para volver a ser amigos de nuevo. Sus palabras lo habían herido, pero JongIn sabía que habían sido dichas porque se sentía traicionado. TaeMin era su mejor amigo y aun así, no había sido capaz de decirle que lo que en realidad le gustaban eran los hombres y no las mujeres, a pesar de que el otro le había preguntado en muchas ocasiones por eso.
En la cubierta del barco, JongIn se encontró con JunMyeon, que al parecer estaba esperando a alguien —probablemente Wendy—, porque estaba echado sobre la barandilla mirando las nubes como si fuera la cosa más interesante del mundo. El chico intentó pasar desapercibido, pero la vista de águila del chico de Ravenclaw lo captó antes siquiera de que terminara de salir a la cubierta y le dedicó una sonrisa y un saludo, antes de avanzar hacia él, haciendo que no tuviera escapatoria ninguna.
—Buenos días, JongIn —dijo—. ¿Cómo te fue anoche en el baile? —cuestionó—. Tu acompañante era una chica preciosa —le hincó un poco el codo en las costillas y luego se acercó para susurrarle al oído—, aunque no le digas a Wendy que tu chica me parece guapa o me convierte en rana.
—Buenas, JunMyeon —contestó—. SeulGi no es mi chica —fue lo primero que aclaró y luego tragó saliva antes de volver a hablar—, y creo que la noche no terminó demasiado bien…
—Oh, ¿y eso? —preguntó el otro, sorprendido.
—Me peleé con TaeMin.
—Bueno, seguro que fue una chiquillada —murmuró JunMyeon, intentando quitarle hierro al asunto desde su completo desconocimiento y JongIn sonrió levemente para que no se preocupara mucho—. Ahora lo arreglaréis todo y volveréis a estar como siempre, ya lo verás.
—Supongo —susurró, un poco cabizbajo—. Voy a ver si está en el comedor y voy a intentar arreglarlo —sonaba poco convencido, pero JunMyeon le dio unas cuantas palmaditas en la espalda para darle ánimos y el chico le sonrió—. ¿Vienes?
—Ahora después, tengo que esperar a que Wendy salga —contestó.
—Está bien, ahora nos vemos —JongIn se despidió de él y se dirigió hacia el castillo.
Los sucesos que habían acontecido la noche anterior se agolpaban en su mente uno tras otro mientras ascendía hasta el castillo y el que más se repetía era el momento en el que después de haber besado los labios de ZiTao, TaeMin aparecía y discutían. Estaba triste por lo que había pasado con su amigo, pero también sentía una especie de anticipación dentro de su pecho. Había besado a ZiTao y este le había devuelto el beso sin vacilar. Era la primera vez que le ocurría aquello desde que unos años atrás se había descubierto observando a algunos de sus compañeros de quidditch en las duchas y sintiendo deseo por sus cuerpos desnudos bajo el agua.
Había sido su primer beso —porque no contaba aquel que le había dado Krystal cuando ganaron la final de quidditch, ya que esta le había dado otro igual a TaeMin—, y JongIn sentía que quería mucho más. Sin embargo, había varios problemas. A pesar de que ZiTao le hubiera correspondido el beso el chico no sabía si realmente sentía algo por él o se había aprovechado de su estado de embriaguez. También estaba el problema de que ambos eran dos de los campeones del Torneo de los Tres Magos y se suponía que tenían que ser rivales, no ir besándose amparados por el manto de la noche. Y por último, existía otro problema, también muy importante: ambos eran hombres y, la homosexualidad, tanto en el mundo muggle como en el de los magos, no estaba demasiado bien vista, además, de que ya circulaban rumores sobre ellos dos por culpa de aquel periodista de tres al cuarto que había sacado aquel estúpido artículo en la revista del corazón.
Cuando llegó arriba, JongIn tenía la cabeza echa un lío y lo único que quería era comer un poco porque se sentía hambriento y hablar, tanto con TaeMin, como con ZiTao de lo que había pasado la noche anterior.
El chico se adentró en el castillo y luego fue hacia el comedor, que estaba prácticamente lleno. A JongIn no le extrañó esto último porque era la hora punta allí, así que lo único que hizo fue buscar con su mirada a TaeMin entre la multitud. Generalmente, diferenciar a los alumnos de Hogwarts y Beauxbatons de los de Durmstrang, más mayoritarios, era muy fácil porque los uniformes eran muy distintos entre sí. Sin embargo, por más que buscó, no pudo hallar a su amigo.
Tan concentrado estaba en esta tarea, que el chico no se dio cuenta de que alguien se acercaba hasta él desde atrás y luego le ponía las manos sobre los ojos para que no pudiera ver nada. JongIn se tensó un poco al no reconocer aquellas manos, pero teniendo en cuenta que eran pequeñas y suaves, el chico no tuvo que pensar demasiado para averiguar que se trataba de quien había sido su acompañante la noche anterior.
—SeulGi —dijo.
—¡Correcto! —la chica le quitó las manos de los ojos y lo hizo girarse. Una cálida sonrisa lo recibió cuando lo hizo y no tuvo más opción que esbozar otra en su rostro para que ella no se sintiera mal—. ¿Cómo te encuentras? —preguntó—. Anoche ya no te pude ver más después de que te encontraras mal —murmuró preocupada.
—Ya estoy mejor —el chico obvió el pequeño detalle de que sentía como si algo estuviera taladrando su cabeza—. Lo siento por no despedirme de ti, pero no me encontraba demasiado bien y me fui al barco a descansar.
—Bueno, lo importante es que ahora estás bien —SeulGi sonrió—. Por cierto… —murmuró con un poco de timidez—, me lo pasé muy bien anoche —y antes de que pudiera decir algo en respuesta, JongIn sintió los labios de SeulGi contra su mejilla, antes de verla perderse entre la multitud del comedor.
Durante algunos segundos, el chico no supo cómo reaccionar, pero después, llevó una de sus manos a la mejilla donde había recibido el beso y acto seguido negó con la cabeza. Se sentía muy halagado porque la chica hubiera hecho aquello, pero no quería que le empezara a gustar a SeulGi, porque parecía una buena chica y él no quería tampoco romperle el corazón cuando se enterase de que le gustaban los chicos. Aunque tampoco tenía que enterarse de ello, simplemente no quería decirle que ella no le gustaba, pero si no lo hacía, pronto todo aquello iba a ir a peor.
Suspirando, el chico buscó un lugar libre en la mesa más cercana del comedor y se sentó allí para al menos calmar el hambre de su estómago. No había podido encontrar a TaeMin, pero no iba a cejar en su empeño y lo buscaría hasta dentro del lago congelado, si hacía falta.
Cuando apenas terminaba de comer y estaba a punto de levantarse, un vaso apareció repentinamente frente a él con un líquido de color morado intenso en su interior, agarrado por una mano masculina y un poco morena. JongIn no necesitó alzar su cabeza para saber que era ZiTao quien le estaba tendiendo aquel vaso, así que lo tomó y lo dejó sobre la mesa frente a él. Unos segundos después, sentía cómo el chico de Durmstrang se dejaba caer a su lado y no tuvo más remedio que girarse hacia él. Tenía que hablar con él sobre lo de la noche anterior, pero no se sentía capaz de hacerlo, no ahora que lo tenía tan cerca que si se inclinaba un poco hacia él podría besar de nuevo aquellos labios.
—¿Cómo te encuentras? —le preguntó.
—Mejor que anoche —respondió con sinceridad, al menos en el plano físico era así, en el plano psíquico ya era otra cosa—, aunque creo que la cabeza me va a estallar —reconoció, haciendo que ZiTao esbozara una sonrisa gatuna.
—De ahí que te haya hecho esa poción —señaló el vaso—, es para acabar con la resaca del día después de beber —explicó—. Le he añadido un toque personal con uva para que no supiera tan asqueroso y te dieran ganas de vomitar.
—Oh… eh… gracias… no sé qué decir —murmuró JongIn, un poco apabullado por aquello.
—Con que te lo bebas no hace falta que me digas nada —dijo, luego, le indicó al chico que se acercase a él para susurrarle algo al oído y JongIn no tardó siquiera un segundo en hacerlo. Cuando notó el aliento cálido de ZiTao contra su oreja y sus labios rozando esta al hablar, un escalofrío de placer le recorrió el cuerpo—. Aunque si me lo agradecieras con un beso estaría bastante bien —JongIn se separó rápidamente de él, mirándolo con los ojos como platos—. No aquí, en un sitio algo más… privado.
—Pero…
—Bébete la poción, vamos a dar una vuelta por el castillo —le dijo.
El corazón de JongIn latía tan fuertemente dentro de su cuerpo que apenas era capaz de escuchar otra cosa que no fueran sus propios latidos retumbando en su interior, pero se las apañó para escuchar aquello y para asentir con rapidez. Miró el contenido del vaso cuando lo tomó entre sus manos y luego lo olió como si fuera un perro. ZiTao no había mentido en lo de que llevaba uva porque olía mucho a aquella fruta, así que, confió en que no llevara algo que lo pudiera perjudicar porque el chico jamás había hecho algo que lo perjudicase y sin vacilar, se bebió todo el contenido. Después, se giró hacia ZiTao y este, con una sonrisa en sus labios le tendió la mano para ayudarlo a levantarse del banco. JongIn la tomó y dejó que el otro utilizara su fuerza para ello, sonriéndole luego, antes de comenzar a andar en pos de él.
★★★
ZiTao le habló sobre algunas de las leyendas que tenía el castillo, le contó acerca de los personajes famosos que habían estudiado entre aquellos muros de piedra que llevaban tantos años en pie. A JongIn, que nunca le había gustado la Historia de la Magia, y ni siquiera le interesaban mucho los secretos que escondía Hogwarts entre sus muros, le pareció muy interesante todo aquello que le contó ZiTao durante su paseo por el Instituto Durmstrang. El chico no entendía del todo el motivo por el cual ocurría aquello, pero simplemente pensó que no era momento de complicarse más y que ya tenía suficiente con todo lo que tenía encima.
—Bien, ya lo hemos visto todo —le dijo ZiTao, deteniéndose repentinamente, haciendo que JongIn, quien se había quedado atrás algunos momentos antes mientras pensaba, tropezara contra su ancha espalda—. ¿Dónde quieres ir ahora?
—No lo sé —murmuró, estaba más metido en su propio mundo todavía que en la conversación—. Donde quieras.
—Me gustaría ir a Hogwarts y que me ensenadas todos sus secretos, como yo te he enseñado los de Durmstrang —comentó ZiTao—, aunque eso es un poco imposible —el chico rio y se agachó a la altura de JongIn, dejando su rostro a escasos centímetros del suyo. El menor reaccionó un poco tarde, pero se alejó con rapidez de él. Aunque lo que más quisiera fuera volver a besar los labios de ZiTao, hacerlo en medio de uno de los pasillos del Instituto, rodeados de otros alumnos, no era muy conveniente—, aunque... me podrías llevar a tu barco... —propuso.
—Es un barco muy corriente —dijo JongIn—, no tiene nada de especial aparte de que se sumerge como si fuera un submarino... pero es mágico, así que eso tampoco es tan raro.
—Aun así quiero ir —JongIn pensó en negarse, pero luego recordó que el otro le había enseñado todos los escondrijos de Durmstrang y que tampoco hacía nada malo si le enseñaba el barco porque este no tenía nada en especial.
—Está bien —contestó.
—Después de ti.
ZiTao hizo una floritura con su brazo y JongIn puso los ojos en blanco antes de echar a andar, sintiendo el cuerpo del otro caminando tras él, a escasos centímetros. Estaba tan cerca, que casi podía sentir su aliento contra su nuca. El chico intentó obviar los escalofríos que, de repente, recorrían su cuerpo por culpa de aquel aliento, pero fue casi imposible, así que se decidió por caminar mejor junto a él, hombro con hombro, para estar más cómodo. Ambos chicos salieron del castillo y luego descendieron la montaña para llegar al lago en el que estaba anclado el barco en el que habían llegado desde Escocia los alumnos de Hogwarts hacía ya dos meses. Por el camino, JongIn le fue comentando un par de cosas a ZiTao, para que el silencio no se extendiera sobre ellos como un manto tupido.
El chico de Durmstrang atendía a todo lo que le decía y, cuando JongIn se equivocaba o se le trababa la lengua por culpa de aquella mirada penetrante que el otro le lanzaba, reía quedamente. Al llegar a la orilla, JongIn invitó a ZiTao a subir primero por la rampa que llevaba hasta la cubierta y este sin pensarlo subió. Una vez arriba, el chico de Hogwarts comenzó a hablarle de lo que se hacía en el barco y de a qué estaban destinados unos y otros camarotes, cuando comenzaron a adentrarse en el interior de este.
—Y a partir de aquí están los dormitorios —dijo finalmente, señalando las cuatro puertas que seguían y en donde dormían los representantes de Hogwarts.
—¿Podemos entrar a tu habitación? —cuestionó el chico, sorprendiendo a JongIn, que no se esperaba aquello.
—Oh, bueno… no sé si...
—Da igual, no pasa nada —lo cortó—, aunque me hubiera gustado ver alguno de estos camarotes por dentro... —murmuró ZiTao, cabizbajo.
JongIn sabía que lo estaba haciendo de esa manera para que abriera la puerta de su habitación y lo dejara entrar a ella. JongIn lo sabía muy bien, pero aun así, no pudo resistirse a dejarlo fuera.
—La segunda a la derecha es mi habitación y la de TaeMin —dijo finalmente.
ZiTao puso una expresión extraña al escuchar el nombre de su amigo, pero fue solo durante un segundo, después, se giró y caminó hacia la puerta que le había dicho, abriéndola y entrando al instante. JongIn lo siguió y después cerró la puerta al entrar. Allí, se encontró a ZiTao mirándolo todo con curiosidad y el chico sonrió. En ese momento, se dio cuenta de que NaEun había vuelto porque estaba en su jaula y que tenía una carta sobre su cama. Seguramente TaeMin habría recogido a su lechuza y le había dejado la carta allí. Después de todo, seguía cuidando de él y eso hizo que se sintiera una poco feliz.
—No tiene mucho —dijo, llamando la atención de ZiTao—. Es solo una habitación con dos camas y un armario.
—Bueno, también tiene un escritorio y una silla —observo ZiTao, haciéndolo sonreír.
Sin embargo, la sonrisa le duró poco tiempo en sus labios, ya que a los pocos segundos, los del otro chico se posaban sobre los suyos, arrancándole un suspiro. JongIn correspondió aquel beso inesperado y llevó una de sus manos a la nuca de ZiTao para que este estuviera mucho más cerca de su cuerpo, para poder probar más de él. JongIn sintió cómo uno de los brazos de ZiTao rodeaba su cintura para atraerlo más cerca y no se resistió, como tampoco lo hizo cuando la lengua del otro pugnó por entrar en su boca, simplemente la abrió y jugó con la ajena hasta que ambos se separaron por falta de aire. Jadeando, los dos chicos se miraron a los ojos y JongIn cruzó aquella distancia de nuevo, pero besándolo esta vez de una forma más superficial y calmada. En ello estaban cuando escuchó un ruido a su espalda y el chico se giró rápidamente, dejando el beso a medias, y descubriendo así a TaeMin en la puerta.
—Taem... —murmuró.
—Oh, ¿interrumpo? —dijo con sorna—. Me voy para no importunados... aunque esta sea mi habitación.
—TaeMin —llamó JongIn, pero el otro ya se había dado la vuelta y salía del camarote —. TaeMinnie hazme caso —el chico salió tras él y corrió por el pasillo—. Taem, escúchame —pero el otro seguía sin prestarle atención, así que lo tomó del brazo para retenerlo—. Por Merlín, Lee TaeMin, tenemos que hablar —en ese momento el otro se giró hacia él, mirándolo con algo de furia en sus ojos.
—No tenemos nada de qué hablar —contestó.
—Pero... —empezó a protestar el chico.
—Déjame, JongIn —y ya no dijo nada más, simplemente se soltó del agarre que habla ejercido JongIn en su brazo y se fue por las escaleras que llevaban a la cubierta del barco.
JongIn se dejó caer contra la pared, agotado, como si acabara de correr una maratón. No le gustaba aquella situación, pero TaeMin no quería hablar con él. Quiso echarse a llorar tal y como había hecho aquella mañana, pero cuando estaba a punto de hacerlo, una mano tocó su hombro e hizo que sintiera un escalofrío. El chico se giró y vio a ZiTao a su lado con una expresión de culpabilidad en su rostro.
—Lo siento, por pedirte que me trajeras aquí, lo he estropeado todo —murmuró.
—No ha sido tu culpa... no me habla desde anoche... —dijo JongIn.
—Aun así… —el chico se quedó unos segundos en silencio—, creo que me debería ir de aquí —terminó. El chico estuvo de acuerdo con ello y por eso asintió—. Nos vemos —ZiTao se inclinó para darle un leve beso en los labios y después se fue de allí, dejándolo solo.
JongIn estuvo unos minutos en el pasillo, pero luego camino hacia su camarote y se dejó caer sobre la cama, donde cogió la carta que le habían enviado sus padres y la abrió. Lo único que quería era dejar de pensar en todo aquello y sonreír por las cosas que su madre muggle le contara acerca de cómo aún no se acostumbraba a todo aquello de la magia, a pesar de llevar casada con su padre veinte años y de comunicarse con él durante cinco años por lechuza.
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