Título: A New Tale
Pareja: Jinchan (Gongchan + Jinyoung) [B1A4]
Tipo: Yaoi
Género: AU | Fluff | Drama
Clasificación: G/PG
Advertencias: Ninguna
Sinopsis: Una vez escuché una historia, un cuento de amor, algo muy bonito sobre una princesa. Pero no era uno de esos cuentos de hadas inventados, este parecía muy real tanto que a veces me pregunté si realmente habría llegado a suceder alguna vez.
Nota: ¡Especial de Navidad! Este Oneshot surgió a partir de la canción "I'll find you" de B1A4 que me encantó, *cof cof* (Y un poco de Scarlet Heart Ryeo) *cof cof*. Igualmente espero que a todos os guste la historia, que es mi regalo para vosotros. ¡Feliz Navidad!
Esta historia comienza en un invierno muy frío, de esos en los que uno se encuentra solo y vacío cómo si le faltase algo. Un joven llamado Gongchan paseaba por las calles ricamente adornadas con luces de colores, esquivando con destreza a los transeúntes que pasaban a su lado.
Hacía mucho frío y buscaba una cafetería o tienda en la que guarecerse hasta que el viento dejara de soplar. Sin embargo todos los lugares parecían estar llenos, cómo era de esperar ya que aquella era la tarde previa al comienzo de la Navidad.
Pero, por suerte, al cabo de varios minutos de caminar sin rumbo logró dar un una tienda de baratijas que aún seguía abierta. No se lo pensó ni un instante antes de adentrarse en el interior de esta, en donde además de él mismo solo había una pareja de adolescentes y el dueño de la tienda, un hombre mayor ataviado con una vestimenta bastante pintoresca.
El sitio no parecía muy grande, es más, se podría creer que aquel establecimiento era minúsculo. Apenas habían tres personas en su interior y ya se notaba la considerable reducción del espacio. Sin embargo el local habría sido mucho más espacioso en un principio si no estuviera sobrecargado de estantes y mostradores repletos de cientos de objetos.
Tras permanecer unos segundos de pié sin hacer nada el dependiente le observó con extrañeza y curiosidad. Quizá estuviera pensando que no era un potencial cliente, ya que no parecía interesado en curiosear ni comprar nada, y así era realmente.
Pero si Gongchan quería permanecer allí, al menos debía mostrar cierto interés en algo. De modo que empezó a pasearse por el establecimiento mientras se frotaba las manos, disfrutando del calor reconfortante que emanaba del lugar. De pronto sus ojos se posaron en un estante de libros viejos y no puedo evitar sonreír automáticamente. Le encantaba leer, y ya tenía con qué entretenerse.
Allí había cerca de un centenar de volúmenes, revistas y cuentos. Y de entre todos ellos uno logró llamar su atención en especial, un viejo tomo marrón de tapa gruesa y páginas ligeramente amarillentas.
Te encontraré.
Sin poder evitarlo echó un vistazo a la primera página en la que había una pequeña dedicatoria.
Me aferro a los recuerdos borrosos pero tu apariencia se ha difuminado en mi mente. A pesar de todo te sigo buscando, no me rendiré incluso si ya no te hallas en este lugar o en este tiempo. Te encontraré en dónde quiera que estés.
Sintió cierta curiosidad y pasó la página para seguir leyendo. Pero se encontró con que aquel libro estaba completamente vacío, sin importar cuantas hojas examinara todas parecían estar en blanco.
- Si quiere leer debe comprarlo. - dijo con seriedad el dependiente, quién había salido de detrás del mostrador y ahora se encontraba frente a él.
- Lo siento. - se disculpó el joven con rapidez mientras empezaba a sonrojarse fuertemente debido a la potente llamada de atención.
La pareja que estaba en el lugar pronto posó su mirada en ellos dos, lo que no ayudó a reducir el color de las mejillas del menor. De un momento a otro se encontró corriendo fuera del local en dirección a la parada de autobús más próxima para escapar de aquella situación tan vergonzosa. Pero antes logró ver a un hombre saliendo de la trastienda con aspecto sorprendido.
- Abuelo incomodas a los clientes. - dijo a modo de reproche.
Gongchan no detuvo la huida hasta que se encontró seguro, que coincidió justamente con la llegada del autobús que esperaba. Así que se refugió rápidamente en su interior y, sólo cuando ocupó un asiento y las puertas del transporte se cerraron, recayó en que aún sostenía algo entre sus manos.
Con terror descubrió que tenía aquel volumen en su poder y que había huido con él, pero lo peor es que eso significaba que lo había robado.
"¿Qué mierda pasa contigo hoy?" se reprochó "¿Y qué hago yo ahora con un libro en blanco?"
No pudo hacer más que suspirar y asumir que debía volver a la tienda antes de que pudieran denunciarle. Pero tras bajar en la siguiente parada y caminar de vuelta al local, lo encontró completamente cerrado.
Aquella noche volvió de mal humor a su piso, tanto que se arrojó sobre su cama nada más llegar y cerró los ojos deseando que aquello fuera un sueño. Había traído con él aquel problemático volumen que ahora descansaba sobre su mesita de noche, a su parecer, riéndose de él.
Abrió los ojos rezumando rabia y, extendiendo su brazo, lo cogió y sostuvo entre sus manos haciéndose a la idea de que se había convertido en responsabilidad suya guardarlo hasta pasado mañana por la mañana, qué era cuando planeaba devolverlo. No tenía otra opción ya que al día siguiente sería festivo y pocos comercios abrirían.
Apartando un momento aquel libro, cogió el teléfono e hizo unas llamadas, le apetecía quedar con sus amigos para pasar la noche. La noche de Navidad era un gran acontecimiento a celebrar entre las parejas, pero Gongchan estaba soltero y no le apetecía admirar las luces de Navidad solo.
Luego volvió a tumbarse en su cama y tanteó el libro pasándoselo entre las manos mientras se mordía el labio. Estaba cabreado con él, pero tenía que admitir que le había gustado aquella dedicatoria.
Parecía la verdadera promesa de alguien muy enamorado, era una pena que sólo hubiera escrito aquel minúsculo párrafo. Quería saber a quién pertenecía, pero no había ninguna editorial, nombre de autor o dirección de procedencia, ni siquiera una firma.
O eso creía haber visto.
Se sentó de golpe deseoso de comprobarlo nuevamente, y miró las primeras páginas. Leyó de nuevo aquel epitafio y buscó la información que ahí faltaba, pasó nuevamente las hojas y justo cuando iba a abandonar logró ver una sombra oscura tras una de ellas. Así que se apresuró a ver de qué se trataba, lo que no esperaba era encontrar más texto. En esta ocasión la caligrafía era diferente y el comienzo de la historia parecía haberse escrito con pincel y tinta.
Hace mucho tiempo vivió una hermosa princesa en un bello palacio, en el que estaba rodeada de inmensas riquezas y lujos. Pero ella no era feliz a pesar de aparentemente tenerlo todo. Se sentía sola.
Junto a aquel fragmento de relato había aparecido un dibujo de tinta negra que mostraba a una bella muchacha sentada en un balcón, sosteniendo un libro entre sus manos y mirando al horizonte con rostro triste.
Creía haber revisado a conciencia el interior del libro en la tienda, y teniendo en cuenta que aquel extracto de historia se encontraba justo tras la dedicatoria se preguntó como no pudo verlo. Aunque también le estaba dando mas importancia de la que realmente tenia. Pasó otra hoja deseando continuar con la historia, pero parecía acabarse con aquel extraño comienzo.
Frunció el ceño aún mas extrañado que antes. ¿Se estaba volviendo loco? Aquello no tenía sentido, un cuento no puede terminar de aquella forma. Comprobó que no había ninguna pagina solapada y que realmente no había nada más escrito en su interior, y entonces cerró con furia el libro y lo guardó en uno de los cajones de su escritorio.
Se acabó, no iba a perder la cabeza por un cuento.
- Así que que sientes solo... - repitió Sunwoo.
- Lo que necesitas es pasar la noche junto a un cuerpo calentito. - opinó Sandeul.
Quería con todo su alma a ese par de idiotas enamorados, pero no era los mejores consejeros. El no quería una noche salvaje con un desconocido, buscaba a alguien junto al que acurrucarse cuando hiciera frío y que le quisiera de verdad.
- ¿Cuánto tiempo hace qué estás solo?
- No sé, pero tampoco es algo tan importe. - dijo Gongchan.
- Necesitas que te engrasen, hazte un favor y vente con nosotros. - le ofreció con una sonrisa el mayor de los tres.
Aquello fue un error, un bar gay no es el lugar ideal para buscar algo serio. No debía de haber hecho caso a sus amigos, ellos ya eran pareja y podían restregarse entre ellos en un sitio de ese estilo. Pero él tuvo que lidiar con señores mayores de manos largas y borrachos que no dejaban de acosarle a cada instante, en la pista de baile o en la barra.
Esa noche acabó más temprano de lo que había planeado, pero no habría podido permanecer allí más rato aunque se lo hubiera propuesto. Estaba cansado y había bebido bastante a causa de su enojo. Ahora, sólo en su piso, se sentía terriblemente triste y frío.
Si ligar ahora era así de deprimente estaría destinado a seguir soltero para siempre. Aquella reflexión le recordó a la historia de la princesa que se sentía sola, y no supo realmente porqué pero quiso volver a leerla. De modo que busco el libro y lo volvió a hojear.
Saboreó aquellas palabras con un toque amargo en la boca y se preguntó porqué aquella triste historia acababa nada más comenzar. Pasó las hojas deseando que ese cuento sin terminar hubiera continuado para saber que hizo la princesa para superar la soledad. Y entonces, encontró otro fragmento más, escrito tras la ultima cara que había leído.
Los sabios de la corte le sugirieron que lo que necesitaba era un príncipe junto al cual estar, y así no sentirse nunca más sola. Decenas de príncipes de distintos de reinos no tardaron en llegar a su palacio habiendo oído la noticia.
Pero ninguno de ellos parecía conquistar a la princesa, ella no era ingenua y supo ver en todos ellos ansias de poder o riqueza. De ese modo todos los pretendientes fueron rechazados y la princesa continuó estando sola.
Esta vez el dibujo que surgió al lado de esta continuación era un salón del trono en el que varios muchachos se inclinaban hacia la princesa haciendo una reverencia.
Tenía que tratarse de un broma de mal gusto ¿Cómo podía haber surgido más texto? Entonces, tras aquella revelación, le atacó la incertidumbre y el miedo.
La historia no podía haberse escrito ella sola, alguien debía de haber entrado en su piso. Pero no le faltaba nada importante o de valor... Espera, ¿Por que iba nadie a entrar en su hogar para sólo escribir en el libro la continuación de una historia de princesas? Habría que estar muy loco.
Esta vez cogió el libro y lo escondió en el interior de una caja de cereales vacía y la guardó en el fondo del armario de la cocina. El alcohol se le habría subido a la cabeza así que fue a acostarse, tendría suerte si mañana no despertaba viendo revolotear hadas pomposas y caballos alados. Estaba perdiendo el juicio.
Al día siguiente todo fue despertarse y salir corriendo para llegar pronto a casa de sus padres, ya que había prometido pasar el día con ellos y el resto de la familia, y ya iba con retraso. Habían organizado una gran comida y él no estaba exento de asistir aquel año, incluso si hubiera tenido una horrible resaca habría tenido que ir. Por suerte no fue así.
Nada como unas horas con sus padres y sus primos para pasar las fiestas, y luego hincharse a comer hasta acabar exhausto y disconforme con su propio sentido del autocontrol. Pero logró divertirse y ocupar el tiempo libre que disponía en otra cosa que no fuera estar solo en su piso leyendo.
Volvió bastante tarde aquel día y nada más llegar a su casa fue a ver si el libro seguía en el mismo lugar y continuaba estando a medio escribir. Esa vez suspiró aliviado porque todo seguía igual que cuando se marchó y no había nada más escrito. Aún así eso no le hizo sentirse más seguro, ese volumen viejo era muy raro y estaba esperando con ansias poder devolverlo a la mañana siguiente.
Con ese pensamiento en mente preparó la cena y, tras ver una película en su ordenador se fue a la cama de muy buen humor. Al día siguiente fue a desayunar con sus amigos que parecían haberse recuperado de la borrachera. Nada más llegar les mostró el volumen y les pidió su opinión.
- ¿Y por qué tienes un libro a medio escribir? - dijo sorprendido Sandeul.
- Los dibujos en tinta son bastante chulos...es una pena que no esté acabado. - apunto Sunwoo.
- ¿Entonces solo veis esas tres páginas escritas? - preguntó para cerciorarse el menor de los tres.
- Si, claro. Y también vemos que te han timado. - añadió Sunwoo.
Lo único que le reconfortaba era comprobar que aquel objeto era real a los ojos de sus amigos y que ambos veían lo mismo escrito en él. Ahora podría respirar tranquilo y devolver el libro para deshacerse de él.
- Bueno, volvamos a lo importante. - quiso cambiar de tema Sandeul -. Dime que al menos enganchaste a un buen trozo de carne.
- No, en aquel sitio no había nadie...de mi tipo.
- Puede que necesites moverte por otros vecindarios, quizá Gangnam o algo así. - opinó Sunwoo -. Lo que te gusta son chicos con clase y buenos modales, ¿no?
- Yo conozco a un chico de Gangnam. Espera, le preguntaré si está libre... - respondió velozmente el mayor mientras buscaba su móvil.
- ¡No! Parad, soy perfectamente capaz de encontrar a alguien por mi mismo. - dijo alterado Gongchan.
- No lo creo Channie. - atacó con demasiada franqueza Sandeul.
- Bueno... Pero no hace falta buscar un chico con tanta prisa, no estoy desesperado.
- Dijiste que te sentías solo. - comentó Sunwoo al tiempo que devoraba una tostada con mermelada.
- Ya... - admitió mientras suspiraba con pesadez -. Pero necesito tomarme mi tiempo.
Sus amigos torcieron el gesto con claros signos de dudar de él. Pero finamente sonrieron y le pasaron un brazo por encima de los hombros.
- Claro que sí, todo el tiempo que necesites. - respondieron intentando reconfortarlo -. Llámanos la próxima vez que te sientas dispuesto a ir de caza.
Gongchan asintió, aunque en su interior cruzó los dedos con malicia. Él no necesitaba una comitiva para salir, era suficientemente capaz de encontrar alguien sólo. Aquel fin de semana había un concierto de Navidad al que pensaba ir. No estaría mal encontrar a un chico al que le gustara la música clásica.
Nada más acabar el almuerzo cogió el autobús y caminó hasta encontrar la tienda que buscaba. Pero estaba cerrada. Había una gran verja metálica frente a él y un cartel amarillo que anunciaba el traslado del local a una nueva dirección. Aunque la noticia le sorprendió no dudó en buscar otro autobús y viajar hasta donde la nueva tienda estaba. y esta vez si que la encontró abierta.
Era un local poco más grande y no tan abarrotado. Incluso los objetos estaban mejor colocados y todo parecía menos descuidado. Se paseó por este con el libro en mano hasta acercarse al mostrador, en donde una mujer de mediana le estaba esperando con una amplia sonrisa.
- ¿Puedo ayudarle en algo? - preguntó.
- Sí. - dijo este un poco avergonzado -. Verá, por error me llevé este libro de la tienda hace unos días, cuando aún estaba en Seúl. Lo traigo para devolverlo.
- Oh, bueno. - respondió la mujer contrariada - ¿Puedo verlo?
Gongchan se lo tendió al instante con el corazón acelerado de los nervios.
- Creo que este libro no lo tenemos en el registro, espere un segundo. - dijo mientras cogía el teléfono y marcaba un número.
Gongchan se alejó un momento y, mientras, echó un ojo a la tienda esperando que la dependienta terminara la llamada. En la nueva tienda habían cosas más contemporáneas y bonitas que en la antigua, quizá otro día volvería para comprar algo.
- ¡Disculpe! - oyó a su lado, así que se volvió hasta ver como la dependienta que se dirigía hacia él -. Este libro no es nuestro. Mira, hace poco compramos el local a otros señores, y ellos lo han buscado en sus archivos y tampoco lo tienen registrado.
- Pe-pero yo lo encontré en esa tienda...
- Puede que otra persona que entrara antes lo dejara allí.- sugirió - Mire no me interesa quedármelo. Está a medio, solo tiene tres páginas escritas y así tampoco podría vendérselo a nadie ¿Entiende lo que digo?
Gongchan cogió nuevamente el volumen y lo observó con pesar ¿Qué iba hacer con él ahora?
- Pero, si no puede simplemente tirarlo a la basura...- añadió leyendo sus pensamientos -. Aquí tiene el número de los anteriores dueños. - dijo tendiéndole un papel - Así, si quieres, puedes contactar con ellos y debatir su procedencia.
- Gracias. - dijo Gongchan mientras se despedía de la mujer.
Y eso hizo nada más salir de la tienda con el libro bajo el brazo. Marcó ese número con su móvil y habló arduamente con un hombre. Gongchan no estaba dispuesto a quedarse con el libro encantado e hizo de todo hasta convencer a su interlocutor de que fuera a verlo.
Le dio su dirección ya que iba a estar en casa prácticamente hasta final de año, y le invitó a acercarse y hablar en persona. Mientras, se aseguraría de guardar bien el libro, y de no volver a hojearlo.
Los siguientes días transcurrieron con absoluta normalidad, Gongchan fue al concierto y habló con varios chicos interesantes que, además, le dieron sus números de teléfono. Pero al final decidió no llamar a nadie, no se sintió atraído por ninguno de ellos si siquiera por un momento. Todos parecían majos, pero no había notado nada de química al estar con ellos.
Fue en una de esas tardes, antes de año nuevo, que volvió a sentirse sólo y empezó a castigarse por su fracaso. Nunca creyó que fuera demasiado exigente a la hora de buscar una relación, pero la verdad era que jamás había estado verdaderamente en una. Hasta el momento había tenido citas y noches esporádicas con distintas personas que apenas conocía.
Quizá el problema no era la gente sino él. Su inexperiencia, su frivolidad cuando era más joven, puede que su apariencia...
Aquella noche bebió solo en su apartamento hasta caer dormido, despertando a la mañana siguiente en el sofá de su minúscula sala de estar. Nada mas abrir los ojos contempló frente a sí el libro olvidado, que ahora estaba a solo treinta centímetros de él, tumbado en la mesita de café. Y, cómo no, estaba abierto.
Nuevamente los sabios de la corte propusieron una otra solución: Aún habían muchos otros príncipes que no habían sabido que la princesa buscaba pareja debido a lo lejos que estaban sus reinos.
Entonces la princesa viajó a cientos de lugares y países, atravesó montañas y surcó mares. Visitó innumerables palacios pero ningún príncipe resultó ser elegido.
Por alguna razón no se alarmó al ver el nuevo texto frente a él. Se había acostumbrado a que aquel montón de papeles le cuestionara su salud mental, pero lo que sí que le sobrecogió fue apreciar como aquel cuento se asemejaba inquietantemente a sus últimos días.
Sus manos no tardaron en pasar las páginas y, esta vez, sí que había más historia esperado tras estas.
Pero la princesa no se rindió y continuó su viaje durante años, segura de que encontraría a quien buscaba. Sin embargo, durante una de las travesías se puso realmente enferma y la gente que viajaba con ella la trajo de vuelta a su palacio para que pudiera ser tratada. Mas, parecía haber contraído un extraño mal que nadie en el reino lograba curar.
Los dibujos también habían aparecido decorando la narración con distintas escenas. Intentó pasar las páginas por encima y se sorprendió al comprobar que el cuento continuaba hoja tras hoja. Así que continuó leyendo.
Poco a poco la princesa fue perdiendo su vitalidad y salud, y se fue consumiendo sola en su habitación. Tanto la gente de palacio como los aldeanos adoraban a la princesa y no tardaron en buscar ayuda en otros reinos. Mas ninguno de los príncipes respondió a las súplicas de las gentes, argumentando que ella les había rechazado y humillado, de modo que no merecía su ayuda.
Parecía que todo estaba perdido y que aquel sería el fin de la princesa. Pero contra todo pronóstico una noche llegó a palacio envuelto en viejos y sucios ropajes un hombre que aseguraba poder curar la enfermedad de la princesa.
Advirtió, sin embargo, que el alejarla de la muerte tendría un alto precio. Mas en aquel momento nadie consideró que aquello fuera lo bastante malo como para rechazar el trato. La princesa era inmensamente rica y podría pagar cualquier suma de dinero, así que aceptaron su intervención.
De inmediato le condujeron hacia ella y este pidió que le dejaran a solas hasta el amanecer y entonces la princesa sanaría. El hombre tan solo pidió papel y tinta a cambio de proporcionarle el antídoto.
Aquel noche nadie durmió en palacio, todos esperaron ansiosos la llegada del amanecer para comprobar el estado de la princesa. De modo que, en cuanto el primer rayo de sol surcó el cielo los padres de esta, y parte de la servidumbre, irrumpieron en la habitación descubriendo a la princesa rebosante de salud durmiendo en su cama.
Pero nadie encontró al curandero en la estancia, ni dentro del palacio, ni siquiera supieron dar con él mas tarde en todo el reino. Lo único que dejó a su paso, antes de desaparecer, fue un libro en blanco y una carta dirigida a la princesa.
"Querida princesa, a sido un placer el volver a veros otra vez.
Quizá su Majestad no recuerde mi nombre ni mi rostro, pero ya nos conocimos con anterioridad.
Su Realeza paseaba por las calles de la ciudad y tropezó por casualidad con un desaliñado y pobre muchacho que moría de hambre, al que no dudó en ofrecer un pequeño saco con treinta monedas de plata.
Ese humilde y desvalido joven consiguió sobrevivir gracias a su generosidad y desde entonces juró que algún día le devolvería aquel generoso regalo. Y, ahora que la oportunidad se ha presentado, me alegra poder devolver aquel bondadoso gesto a su Majestad.
Esta noche he podido observarla bajo la luz de las estrellas y he comprendido cual era el mal que padecía. Al mirar con atención he visto a una gran mujer vencida por la tristeza y soledad. Su noble y excelso corazón no se sentía amado y estaba perdiendo su calidez.
Pero yo poseo el remedio que logrará volver a revivirlo. El amor tan sincero y desinteresado que usted mostró hacia un pobre y desvalido joven, es aquel que ahora le devuelvo. Con el primer rayo del amanecer iluminaré y le devolveré la calidez a su corazón.
Toda la adoración que guardé hacia su Majestad le será entregado en estas páginas, que he colmado con los dulces anhelos de mi alma, y que siempre debe tener consigo. En ellas encontrará la mas grande razón de vivir: el eterno y leal amor verdadero."
No podía ser cierto. Ya se había hecho ilusiones de poder acabar la historia ese día. Pero le quedaban dos paginas en blanco y allí aún no había aparecido el final del cuento.
Tuvo que pasar algo anoche, tuvo que ocurrir algo importante para que el libro casi terminara de escribirse.
Probó a abrir y cerrarlo decenas de veces, a guardarlo en su escondite secreto, a analizar las paginas a contra luz... Pero el final no surgió cómo él deseaba.
Justo entonces unos fuertes golpes en la puerta le sobrecogieron el corazón. Esperó durante unos segundos para recuperarse del susto y se levantó para mirar si de verdad habían llamado a su puerta o eran los truenos que le habían confundido. Ya que desde la noche pasada había estado lloviendo a mares. Pero, tras mirar por la mirilla, comprobó que se trataba de un hombre que se estaba mojando por la fuerte lluvia.
Justo entonces unos fuertes golpes en la puerta le sobrecogieron el corazón. Esperó durante unos segundos para recuperarse del susto y se levantó para mirar si de verdad habían llamado a su puerta o eran los truenos que le habían confundido. Ya que desde la noche pasada había estado lloviendo a mares. Pero, tras mirar por la mirilla, comprobó que se trataba de un hombre que se estaba mojando por la fuerte lluvia.
Así que se apresuró a abrir la puerta pero sin quitar la cadena, por si acaso.
- ¿Qué quiere?
- H-hola. - dijo este encogido por el frío - ¿Es usted el señor Lee Gongchan? Vengo de parte de la tienda de antigüedades...
- ¡Oh, Dios! - casi lo había olvidado, uno de esos días iban a venir a por el libro - ¡Espere!
Se apresuró a quitar la cadena y dejar pasar al hombre, que a esas alturas ya estaba completamente empapado. Se sintió un poco mal por él, pero no había sido una gran idea ir hacer aquel recado justo ese día, con el mal tiempo que hacía.
- Lo siento mucho, le estoy enpantanando la entrada. - dijo el invitado bromeando -. Por cierto soy Jinyoung, el nieto del antiguo propietario.
- Yo Gongchan, encantado. - dijo estrechándole la mano, que tenía fría como el hielo. - Quítese todo lo mojado y déjelo ahí, le traeré una manta.
- Gracias, es muy amable.
Gongchan no tardó en traerle una gran manta y le invitó a sentarse junto a la estufa para que recuperara el calor corporal. Entonces le echó un vistazo y creyó que su cara le resultaba familiar.
- ¿Ese es el libro? - preguntó Jinyoung apuntando al tomo marrón que tenía frente a él.
- Sí, - respondió el menor - ¿cómo lo ha sabido?
- Te vi ese día en la tienda, corriendo con él bajo el brazo, pero creí que era tuyo. - dijo este mientras estiraba la mano para cogerlo, aclarando su confusión -. Menos mal que el abuelo vió cómo lo cogías sino no habría forma de saber a quien le pertenece porque... ¿Ves? - dijo mostrando la gruesa tapa marrón por ambos lados -. No tiene ninguna identificación de nuestra tienda.
- ¿Entonces no os importa que esté sin acabar? - preguntó Gongchan con preocupación.
- Guardamos muchos trastos viejos que no sirven para nada, y tú no lo quieres, ¿no? - dijo Jinyoung posando sus ojos en él - ¿O has decidido quedártelo?
- No, es sólo que... - respondió intentando no mostrar lo que realmente pensaba ahora, no podía querer quedarse con él, no era suyo -. Me preguntaba si tú sabrías cómo acaba el cuento.
- Puede, ¿de qué trata? - quiso saber mientras se encogía bajo la manta buscando calentarse más rápido.
- De una princesa que se encontraba sola y buscaba un príncipe...
- Creo que hay muchos de ese estilo, ¿podrías ser mas específico? - preguntó con el ceño fruncido.
- Bueno, ella enferma y un hechicero llega a palacio para curarla. Lo consigue pero luego desaparece dejando una carta de amor para ella...
- La verdad es me suena. - dijo Jinyoung -. Verás, una vez escuché una historia similar, un relato de amor, algo muy bonito sobre una princesa. Pero no era uno de esos cuentos de hadas inventados, este parecía muy real tanto que a veces me pregunté si realmente habría llegado a suceder alguna vez.
- ¿Y también tenía a una princesa enferma y un hechicero? - quiso saber Gongchan.
- Sí, en este el brujo regala su corazón a la princesa y él se queda con el de ella, que está enfermo. Luego huye muy lejos para morir. - resumió mientras bajaba la mirada al libro color café que tenía frente a él -. Es una historia triste.
- ¿Y la princesa?
- Tardó un tiempo en descubrir lo que ese hombre hizo por ella, y cuando lo hizo emprendió una búsqueda para encontrarlo que duró toda una vida.
- ¿Pero...lo encontró?
Gongchan estaba realmente interesado en saber si al menos podrían ser felices tras tanto sufrimiento y años de búsqueda. Aunque lo que quería era que aquella historia tuviera un final feliz y alentador.
- Sí, pero no le reconoció. Ya que había pasado tanto tiempo desde que se vieron por primera vez. - dijo este truncado sus ilusiones -. Al final el hombre murió y ella le siguió tras un largo reinado. Esta historia no tiene un final feliz.
- Aun así es muy bonita...
La verdad es que si que parecía una historia real, tanto que a Gongchan le entristeció que los personajes jamás pudieran estar juntos. Toda una vida sufriendo para nada, no era el mejor mensaje para escribir en un cuento.
- Creo que ha pasado de llover. - dijo Jinyoung de repente.
Ambos se levantaron para observar por la ventana del salón y, efectivamente, comprobaron que el temporal había cesado.
- Debería irme ya. - anunció el invitado.
- Si, gracias por todo. - dijo Gongchan tras ir a por el libro y tendérselo -. Tenga.
- No, quédatelo. - le respondió Jinyoung caminando hasta su ropa medio seca y quitándose finalmente la manta de encima -. Es obvio que le ha gustado y yo no lo necesito.
- ¿De verdad? - preguntó el menor emocionado con la idea de tener aquella bonita historia para él -. Siento que se vaya con las manos vacías.
- Tranquilo, si quisiera ser rico no trabajaría en una tienda de antigüedades. - le tranquilizó el otro mientras terminaba de ponerse la ropa.
Gongchan sonrió agradecido para poco después salir a despedirlo frente a su puerta. Había dejado de llover, pero seguía haciendo mal tiempo y mucho frío afuera así que no tardó en cerrar y abrigarse con la manta que había sacado para Jinyoung.
Después se acercó hasta el sofá y volvió a tumbarse en él. El libro estaba en la mesita de café, abierto por la última página que continuaba en blanco. Quizá lo mejor fuera eso, prefería que el final aún no estuviera escrito a que ambos personajes jamás volvieran a encontrarse y que vivieran separados.
Suspiró al fin en paz, y fue a cerrar la cubierta del volumen cuando algo muy extraño ocurrió. Sobre la última hoja empezó a brotar pequeñas motas de tinta, como si se tratase de una herida abierta, y que pronto fueron cubriendo la página.
Pudo ver como estas empezaban a formar un nuevo dibujo, un rostro sonriente, y bajo este una corta frase. Solo cuando estas dejaron de crecer vió con claridad la cara del chico que acababa de estar ahí con él, Jinyoung.
Rápidamente leyó la última frase y se quedó helado por el desconcierto.
"A sido un placer el volver a verte, Princesa."
Tardó unos segundos en reponerse de la sorpresa y entonces su corazón empezó a latir muy rápido. Su cuerpo se puso en pié de un salto y corrió hasta su puerta, abriéndola de golpe. Afuera un rayo de sol emanó de entre las nubes justo en ese instante, cegándole por un momento.
Entonces, cuando logró acostumbrarse a la luz golpeando su rostro y volvió a abrir los ojos, se vió en el balcón de una gran habitación, pero llevaba un vestido y el cabello largo. También sostenía entre sus manos un pequeño libro marrón con el mismo título que él tenía: "Te encontraré". Y frente a sí mismo se encontraba el primer amanecer al que le precederían otros muchos de larga espera.
De repente empezó a llorar y cayó al suelo sin fuerzas. Las memorias volvían a su mente mientras él apretaba aquel libro contra el pecho. Recordaba a aquel niño sin nombre ni hogar, también los viajes para encontrar a alguien que le amara, y recordaba la dulce voz de el hombre que estuvo con ella hacía tan solo unos minutos en su lecho de muerte.
Cerró los ojos y sin soltar el libro sintió cómo el suelo se movía bajo él. Solo cuando advirtió que este dejó de temblar abrió los ojos y miró a su alrededor con la vista vidriosa. Estaba en el suelo frente a su apartamento y unos zapatos mojados descansaban apostados frente a él.
Nada más alzar la vista, y mirar a través de la distorsionada imagen, volvió a llorar al reconocer aquel dulce rostro.
- Lo siento tanto... - se disculpó entre sollozos -. No logré reconocerte y estuviste sólo todo este tiempo.
- No... Me has recordado y ahora podemos estar juntos, eso es lo que importa. - dijo Jinyoung, agachándose a su lado y abrazándole. - Vamos dentro.
Gongchan se apoyó en el mayor y ambos entraron a su hogar, en donde no tardaron en sentarse abrazados junto a la estufa. Tal y cómo él siempre había querido estar. Tardó mucho en lograr tranquilizarse y muchas preguntas se agolparon en su cabeza desando ser contestadas.
Pero antes sus ojos no pudieron evitar finarse en el libro, que aún sostenía y volvió a hojearlo, descubriendo otra gran sorpresa.
- Está en blanco... - dijo pasmado.
No podía comprenderlo, pensó que ahora que todo había acabado el libro dejaría de cambiar. Se giró hacia Jinyoung sin saber que hacer y este le sonrió con complicidad.
- Claro, ahora que estamos juntos nos corresponde escribir una nueva historia.
Oh por dios ¡Esto ha sido tan dulce!. Es la primera vez que leo un JinChan de fantasía y woh, ha sido lo mejor.❤️
ResponderEliminar