Título: Salix
Pareja: (Jonghyun x World) [Shinee]
Género: AU | Angst | Fantasía
Clasificación: P/PG
Advertencia: Muerte de un
personaje.
Descripción: Todo el
mundo quiere a Salix y este quiere a todo el mundo... excepto a sí mismo.
Notas: Fanfic de despedida
dedicado a Jonghyun. Cada paso de tu vida fue una enseñanza, tu trabajo y amor
por los demás ha dejado una huella en el mundo que nada, ni nadie, podrá
borrar. Descansa en paz.
Hace mucho tiempo, en un pequeño
pueblo sin encanto y escondido entre montañas, nació un árbol fuera de lo común.
Este, se encontraba a su vez entre tres pequeños riachuelos que lo bordeaban cómo
si siempre le estuvieran abrazando.
Su nombre era Salix y las
gentes decían que un comerciante trajo su semilla desde Babilonia, maravillado
por la belleza de su progenitor. Y es que, verdaderamente, todo en él resultó
asombroso; su pulida y suave corteza, sus ondeantes y finas ramas y las hojas
doradas y blancas que caían como cabellos de oro, envolviéndolo y meciéndose
con la brisa.
Todos los que lo veían coincidían
en que aquel árbol no se parecía a ningún otro. Hasta aquellos que pasaban cortamente por el lugar y lo veían a lo lejos admitían
que poseía un aura mística y admirable.
Por ello, los pueblerinos
se sentían sumamente orgullosos de su árbol divino. Desde los más jóvenes, que
trepaban sobre Salix riendo y jugando, hasta los ancianos que se sentaban a
leer a su sombra cuando llegaba el verano. Todos lo querían y Salix los quería
a todos.
Cuando este cumplió veinte años un hombre llegó a la aldea y, al encontrarse con Salix, pudo comprender su aún más impresionante naturaleza. Era un estudioso de las plantas y contó a los vecinos del lugar una verdad oculta en los de su especie.
Salix no solo era hermoso, sino que todo en él tenía un enorme valor y utilidad. Sus doradas hojas, hervidas diez minutos producían remedios medicinales para la mente y el corazón. Su corteza servía para la producción de papel y el líquido que producía eliminaba la inflamación de la garganta y aceleraba la curación de las heridas.
No tardaron en comprobarlo por ellos mismos, al principio solo unos pocos se arriesgaron y pusieron en práctica aquellos conocimientos, pero pronto se sumaron muchos más. Incluso empezaron a comercializar sus productos. Y Salix... ¿Cómo iba a negarse? Le gustaba poder hacer algo por los demás, además el pueblo estaba ganando fama y el turismo se multiplicó exponencialmente. Todo por él, ¿acaso podía estar más orgulloso?
Cada año cuando llegaba la primavera se esforzaba en entregar los mejores productos, pero era cada vez más difícil. Una vez tardó mucho en florecer y en otra ocasión una plaga arruinó gran parte de su aspecto.
La gente le quería y jamás pretendieron presionarlo; pero eso solo le hacía sentir que no merecía la bondad y comprensión que le obsequiaban, y por ello debía darles lo mejor de él. Con el tiempo empezó a culparse por cada pequeño error, siempre temiendo decepcionar a sus queridos humanos. Y, poco a poco, comenzó a sentir que no era tan bueno.
Sin embargo él siguió luchando por volver a ser feliz, por dejar de preocuparse y valorarse más. Aunque falló tantas veces que pronto su voluntad dejó de ser tan fuerte. Él aguantó y sufrió en silencio, siempre repitiéndose que volvería a alzarse, que necesitaba hacerlo por los demás.
Los vecinos notaron cambios en él y cada vez que podían se acercaban y acariciaban su tronco, deseando con toda su alma que mejorara. Le repetían lo maravilloso y especial que era; y Salix agradecía cada palabra, pero también la condenaba en silencio, porque ya no sentía que fueran verdad.
No se merecía todo ese amor, él no era excepcional, y su sufrimiento solo les hacía daño a sus queridos pueblerinos. Él no era una bendición, sino una carga; una que cada vez era más pesada para ellos. No podía permitirse ser así de egoísta... No podía mantener más aquella fuerte fachada.
Una mañana de invierno un niño que fue a visitarle notó que Salix estaba inquieto. Se acercó y vio horrorizado como una gran grieta había surgido en la corteza de su tronco. Asustado corrió hacia el pueblo, gritando y avisando a todo el mundo.
Toda la comunidad acudió a la llamada y cuando estuvieron frente a Salix examinaron el hueco negro lleno de serrín y madera podrida con horror. Intentaron vaciarlo y rociarlo con insecticida para acabar con el hongo que había devorado su interior; pero se quedó tan débil, apenas con una capa de madera junto a la corteza, que todos sabían que no sobreviviría.
La culpa y el dolor, esa horrible plaga que había podrido el alma de Salix, se propagó por todo el lugar y atacó a la gente del pueblo. Las lágrimas dieron paso a la desesperación y el vacío. La pérdida de Salix hundió sus corazones y la aldea. Jamás podrían olvidar lo ciegos que habían sido...y jamás podrían perdonárselo.
Durante días nadie se atrevió a reír, nadie quiso volver a salir a celebrar nada, ni siquiera los cumpleaños o fiestas del pueblo. Porque sin Salix ya nada era lo mismo, porque una parte de ellos había muerto con él.
Entonces, llegó la época más temida por todos: la Navidad. Muchos se olvidaron de poner los adornos y otros simplemente fingieron hacerlo. No hubo cenas en familia, no hubo regalos ni cartas. Porque Salix no estaba y él era lo único que deseaban por Navidad. Que todo hubiera sido una pesadilla, que el hermoso árbol volviera...que alguien le hubiera ayudado a tiempo.
Pasó otra semana más y pronto llegó el fin del año. Todos dieron por hecho que nadie celebraría nada, que aquel estado de duelo se alargaría inevitablemente. ¿Cómo podrían ser felices si Salix ya no estaba? ¿Cómo lograrían reponerse sin sentir culpabilidad al dejar de estar siempre pensando en él? Era lo mínimo que le debían, él les entregó todo su amor y ellos le darían la eternidad estando siempre presente en sus mentes.
Pero sucedió algo inesperado la noche de fin de año, mucha gente procedente de cada país alrededor del mundo llegó al pueblo, personas que incluso nunca llegaron a visitar el lugar aun cuando el árbol vivía. Pero, al parecer todos conocían, aunque fuera de oído, la maravillosa historia de Salix.
Todos los recién llegados
vestían de blanco; y llevaban en el pelo lazos y cintas doradas, que se
agitaban y mecían cómo las verdaderas hojas de su querido árbol. Alguien
incluso trajo una gran escultura de Salix a tamaño real, decorada con hilos de
cobre, plata y oro, una representación tan bien calcada que ayudaría a mantener
viva su forma y majestuosidad eternamente.
Todos ayudaron a llevarla hasta el lugar en el que Salix brilló, mientras que a su vez plantaron hermosas flores que cada cual había traído de su hogar. Construyeron un bonito jardín al alrededor de la estatua e hicieron de ese un lugar en el Salix se enorgullecería de haber pertenecido. Una placa junto al visible rastro de su tronco y raíces recordaba su paso por este mundo. Uno que ahora siempre lo mantendrían vivo en un lugar más valioso que en sus mentes, en sus corazones.
«Aquí yace Salix, el árbol
que dio todo lo que tenía y más, aun cuando moría por dentro; aquél ser que el
mundo entero amó y el qué les recordaría siempre lo valiosa y fugaz que es la
vida.»
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