Capitulo Tercero
En un lugar elevado, en
las montañas, lejos de la civilización y escondidas de ella, era el lugar en el
que EunSeo y Cheng Xiao habían establecido su vivienda. A varios kilómetros se
encontraban las personas más cercanas, en la ciudad que de vez en cuando debían
de visitar para poder sobrevivir. Nadie sabía que era aquel el sitio en el que vivían,
ni dioses ni humanos, y ambas deseaban que eso siguiera siendo así hasta que
finalmente pudieran volver al lugar al que pertenecían, a aquella montaña
solitaria en la que los demás dioses habitaban. El sitio que habían elegido se
parecía mínimamente al hogar al que tanto ansiaban volver, pero no le hacía
justicia al hogar de los dioses. Sin embargo, ambas habían pasado allí
prácticamente todo el tiempo que llevaban exiliadas en Cosmic Earth y, en algún
momento, aquella casa abandonada que habían restaurado, se había convertido en
un hogar para ellas.
Su casa había sido el
lugar en el que habían vivido durante demasiados siglos, su casa había sido el
lugar en el que ambas solo se habían tenido la una a la otra y el lugar en el
que, inevitablemente, habían acabado encontrando el consuelo en la otra.
Cheng Xiao se encontraba
frente a la ventana, mirando por ésta la Luna mayor y cómo esta comenzaba su
recorrido por el cielo. Para ambas aquello era un ritual, tratar de vislumbrar
desde la tierra al dios que se encontraba allí encerrado, pero siempre había
sido imposible y ni usando los avances tecnológicos de los humanos habían
podido ver algún indicio de él. No obstante, nunca se habían rendido, esperando
ver alguna señal desde la luna. EunSeo la observaba desde la cama, tumbada de
lado y esperando a que la menor decidiera que era la hora de regresar a su
lado. Tuvo que esperar durante algunos minutos más porque a Cheng Xiao siempre
le había gustado más observar el cielo que a ella, pero en cuanto ésta se giró
hacia ella y le dedicó una sonrisa torcida, EunSeo supo que todo el tiempo que
había tenido que esperar había merecido muchísimo la pena.
—Hoy quiero disfrutar
—comentó Cheng Xiao, acercándose hasta la cama mientras iba dejando caer su
ropa al suelo—, es la única forma de olvidar.
EunSeo asintió y se
recolocó en la cama, sentándose sobre ésta. Ella también necesitaba olvidar que
todavía seguían atrapadas en aquel lugar, también necesitaba olvidar la derrota
sufrida hacía tanto tiempo, también necesitaba olvidar aquel odio por aquellos
que tanto daño le habían hecho a ambas… y buscando el placer carnal en la otra,
dejando que su deseo sexual se viera calmado de vez en cuando, hacía olvidar
por un momento que nada era como debía de ser y que no estaban en el lugar en
el que debían de estar.
Cheng Xiao se subió
sobre la cama, desnuda y gateando y se colocó sobre su cuerpo, con las rodillas
una a cada lado de sus caderas; después, le sonrió de nuevo pícaramente y dejó
un beso corto sobre sus labios. EunSeo aprovechó entonces para llevar su mano
derecha hasta la entrepierna de la menor, donde comenzó a tocarla, notando cómo
poco a poco aquella zona empezaba a humedecerse gracias a su toque. Sin
pensarlo mucho, llevó dos de sus dedos al suave y caliente interior de Cheng
Xiao, sintiendo cómo después de tantos siglos, las paredes de la menor ya no
oponían resistencia alguna a su penetración. La menor gimió levemente,
mordiéndose el labio inferior y cerrando un poco sus piernas para sentir mucho
más placer, apretando su interior para que el roce fuera mayor. Fue entonces
cuando EunSeo comenzó a penetrarla con sus dedos mientras trataba de darle más
placer jugando con su clítoris hasta que ésta finalmente se abandonó a las
mieles del orgasmo.
Durante unos momentos,
EunSeo la había hecho olvidar… y ahora, era Cheng Xiao la que también tenía que
hacer olvidar a la mayor.
★★★
Desde
que EXY había vislumbrado aquel haz de luz procedente de la Luna mayor y las
dos habían dirigido su mirada al satélite, y solo al satélite, no había
sucedido nada más. El interior de aquel lugar frío y oscuro seguía totalmente
en calma y ninguna actividad fuera de lo normal se había dado allí, pareciendo
realmente que en ese lugar no había nada ni nadie, y haciendo creer a ratos a
la menor de las dos que quizás realmente había visto algo que no había
sucedido. Sin embargo, había sido tan real que, aunque tuviera sus dudas, EXY
sabía que tenían que mantenerse totalmente atentas porque nada se les podía
escapar. Si ellas pasaban por alto cualquier indicio, todo se iría al traste y
no podían dejar que eso sucediera o el planeta que durante tantos milenios
habían protegido de las amenazas externas no seguiría siendo el mismo lugar que
todos conocían.
EXY vio
cómo su compañera llevaba su mano derecha hasta su oreja y un momento después
aparecía en su ojo derecho aquel aparato que les servía para ver mucho más allá
de lo que se lo permitían sus ojos. Al igual que aquel coche en el que se
movían, les había ayudado muchísimo para cumplir con lo que les había sido
mandado, porque sus ojos, a pesar de haber sido entrenados para poder ver mucho
más allá que los ojos de las otras divinidades menores, nunca habían sido
capaces de ver lo que ocurría en la superficie de aquella luna. Con aquel
aparato, tampoco eran capaces de verlo, pero al menos, podían ubicar al dios
encerrado a través de la localización de fuentes de poder.
SeolA
frunció su ceño y después entornó sus ojos, haciendo que EXY también utilizara
el suyo propio para después dirigir su vista hacia el lugar en el que su
compañera estaba mirando, dándose cuenta de que en ese punto se encontraba la
energía del dios encerrado. No había nada extraño en aquella energía, nada que
no hubiera estado antes, el dios parecía seguir siendo exactamente el mismo,
pero aun así, EXY entendía por qué la mayor había fruncido el ceño.
Todo era
exactamente igual a la vez anterior.
Durante
todos los siglos que habían estado observando a aquel que estaba exiliado y
despojado de sus poderes, nada había sido exactamente igual nunca, menos cuando
habían adquirido aquellos aparatos, en los que podían ver el nivel al que
estaban los poderes del dios. Siempre habían variado, a veces no había
resquicio alguno de su energía, mientras que otras veces, tenía alguna más de
la que realmente debería. Cuando se lo habían comentado a la diosa de la paz
ésta les había dicho que era normal que fluctuara, pero que solo se tenían que
preocupar cuando el aparato solamente mostrara niveles desorbitados. Sin
embargo, tampoco era normal que estos niveles se quedaran estancados, nada
normal.
—Es como
si se hubiera dado cuenta —murmuró SeolA—. Como si supiera que podemos verlo y
no quisiera que nos diéramos cuenta de qué es capaz de hacer.
—Si esta
situación no cambia en los siguientes días, hablaremos con Bona —resolvió EXY.
★★★
El cielo
estaba cubierto por un manto oscuro salpicado de algunos puntos brillantes la
siguiente vez que YeoReum salió al claro en el que se encontraban los
obeliscos. Un escalofrío le recorrió todo el cuerpo en ese momento y reprimió
el impulso que sintió de querer adentrarse de nuevo en el bosque y no acercarse
más a ese claro. Se sentía muy extraña estando en aquel lugar y desde que había
llegado, solo hacía unos días, había querido marcharse en al menos treinta
ocasiones… pero sabía que debía quedarse allí hasta que completara su misión.
También tenía que observar los cielos para saber cuándo se producía el cambio
en ellos y desde el bosque era demasiado complicado hacerlo.
YeoReum
trató de calmar su corazón y dejó que su mente vagara por el claro, tocando con
sus dedos invisibles todas las conciencias de los seres vivos que allí se
encontraban. La hierba que crecía en el suelo era solo un rumor comparada con
los árboles que, al unísono, colmaban cada hueco de su mente. No había ningún
animal cerca, tan solo el espíritu que la había acompañado hasta aquel
inhóspito lugar, y todo era debido a aquellas piedras preciosas talladas en
forma de obelisco que se alzaban hasta dos metros desde el suelo. La elfa había
tratado por todos los medios no acercarse mentalmente a ellos porque no estaba
segura de que pudiera aguantar el torrente de energía que manaba de ellos; sin
embargo, su presencia era tan abrumadora, que la chica se vio arrastrada hasta
ese torrente de poder.
La joven
apretó sus dientes y frunció su ceño a la vez que sus ojos se cerraban más
fuertemente y su cuerpo se tensaba. Era demasiado poder para que ella lo
pudiera manejar sin haberse preparado para ello y no podía controlarlo, pero
tampoco podía hacer nada por retirarse y volver a la normalidad, dejando que su
mente volviera a su cuerpo. YeoReum sintió que le fallaban las fuerzas y que
las piernas le temblaban, su corazón latía demasiado rápido dentro de su pecho
y notaba que el aire comenzaba a faltarle mientras le trataba de hacer frente a
todo ese poder natural. La chica creyó que estaba perdida, pero antes de
perderse para siempre, sintió unos brazos que le rodearon la cintura desde
atrás con fuerza y la llevaron de vuelta al mundo en un instante.
—MinHyung
—jadeó, sin haber recuperado el aire.
—Estoy
aquí —respondió él contra su nuca—. No te dejaré caer.
YeoReum
comenzó a respirar profundamente, tratando de calmarse y de alejar su mente de
cualquier ser vivo del lugar, haciendo que regresara a ella completamente y,
poco después, su corazón comenzó a latir con normalidad. Si MinHyung no hubiera
estado allí para ayudarla, no sabía qué habría sido de ella… y, sin ella, la
misión que le había sido encomendada estaba abocada al fracaso.
—Gracias
—murmuró ella.
—No
tienes por qué darlas, he venido contigo para protegerte de cualquier peligro
—contestó—. Es mi deber mantenerte con vida hasta que todo esto termine.
La elfa
sintió una punzada en su corazón, como si se le hubiera clavado un objeto
punzante con cada palabra que el espíritu que la acompañaba había dicho. Solo
la protegía porque era su deber, solo la protegía porque YeoReum debía de
realizar aquella misión con éxito y no podía morir, solo la protegía porque así
le había sido encomendado.
—¿Y
después? —le cuestionó sin poder evitarlo—. ¿Después de que todo esto acabe
seguirás protegiéndome?
—Sí.
—Porque
es tu deber… —dijo en un débil suspiro.
—Porque
quiero —respondió él.
En ese
momento, MinHyung dejó de abrazarla por la espalda y se alejó de su cuerpo,
haciendo que YeoReum se girara de forma inmediata hacia él, pero a pesar de que
solo había tardado un segundo en hacerlo, el espíritu ya había puesto bastante
distancia entre ellos y comenzaba a tomar la forma del lobo gris que siempre
había estado junto a ella para después internarse en el bosque.
★★★
Debido a
que la buhardilla tenía poco mobiliario cómodo y la mayor de las tres se pasaba
las horas en aquel lugar, sentada en el estrecho poyete de la ventana, SooBin y
DaYoung decidieron que mover uno de los sofás de la planta baja a aquel lugar
era la mejor opción para que DaWon pudiera estar lo más cómoda posible mientras
trataba de descifrar lo que aquel libro quería decir. Según les había comentado
en una de las comidas, el texto hablaba sobre el origen del universo, la
historia de todos los astros y los planetas y cosas por el estilo de una forma
científica para que si alguna persona sin poderes mágicos pudiera leerlo sin
que hubiera nada extraño en él, pero realmente, estaba escrito para dar pistas
a aquellos que, de verdad, quisieran conocer la historia real del origen del
universo… aquellos que pudieran usar la magia para poder desvelarlos.
Las
hermanas no entendían cómo DaWon se las había ingeniado para acabar
descubriendo aquello cuando antes de llegar a aquella casa habían estado
buscando la información que necesitaban, pero la mayor había buscado en todos
los pergaminos antiguos de la biblioteca de los magos y al final había
encontrado que necesitaba descifrar la Historia de los Cielos para poder hallar
las respuestas a todas sus preguntas. SooBin y DaYoung se sentían un poco
inútiles sin poder ayudarla a nada más que a descansar cuando ésta llevaba
demasiadas horas despierta como para que fuera sano, pero ellas apenas habían
comenzado a descubrir su magia y todavía no tenían demasiados conocimientos
—además, tampoco podían hacer magia sin que estuviera la otra aportando sus
energías—.
DaYoung
notó cómo los dedos de su hermana mayor comenzaban a tocarle el pelo,
enredándose en sus mechones, haciéndola sentir mucho más relajada y tranquila.
La menor de las gemelas se giró hacia ella y le sonrió cálidamente antes de
dejarse hacer una trenza para que su pelo no molestara cuando se pusieran a
practicar con algunos de los libros que la familia de DaWon había acumulado
durante generaciones. Ella les había dado los libros que había usado cuando era
pequeña para comenzar a hacer hechizos sencillos y desde que los habían estado
leyendo y practicando, ambas se sentían mucho más confiadas en las tareas del
día a día —gracias al hechizo de levitar habían llevado el sofá hasta allí
arriba entre las dos—.
—Hoy
vamos a terminar este capítulo de hechizos —le comentó SooBin, señalándole el
final y mostrando que, aunque solo quedaban un par de horas para que bajaran a
dormir a la habitación en la que se estaban quedando, había varias páginas de
hechizos que tenía que terminar—. Si somos capaces de hacerlo, seguro que muy
pronto podemos ayudar a DaWon con su misión.
DaYoung
asintió. Aquello era lo que ambas querían, mejorar lo más rápido posible para
ayudar a la mayor de todas con lo que le había sido encargado para que no
tuviera que hacerlo todo sola. También, así podrían comenzar a devolverle poco
a poco toda la ayuda que ésta les había prestado desde que las había encontrado
vagando solas por la calle y las había llevado con ella. DaWon había sido la
única persona que las había tratado bien y las hermanas le debían todo lo que
tenían en aquellos momentos.
Por ese
motivo, las dos se pusieron a practicar hasta que el reloj dio las doce de la
noche y ambas se fueron a dormir, dejando la buhardilla en silencio para que
DaWon, quien se había quedado dormida en el sofá, con el libro en el regazo,
pudiera descansar con tranquilidad.
★★★
A pesar
de que habían sido varias las semanas las que había pasado en el templo junto a
XuanYi y MeiQi y había estado realizando todos y cada uno de los ejercicios
mentales y físicos que éstas le habían enseñado para dejar escapar todo el
poder espiritual que guardaba en su interior, LuDa no había sido capaz de hacer
ningún progreso y aquello lo frustraba. La Diosa había confiado en ella, la
Diosa la había llevado hasta allí porque creía que tenía el potencial necesario
para ayudarla en sus menesteres, pero LuDa no había hecho más que decepcionarla
desde que había llegado. En primer lugar, LuDa había pensado que nada de
aquello estaba sucediendo en realidad, que todo debía de ser un sueño o que
estaba loca... y en aquellos momentos, después de haber aceptado todo lo que
suponía ser una sacerdotisa de la Diosa de la Paz, era incapaz de poder hacer
las cosas de forma correcta.
—No puedo —dijo
finalmente después de una agotadora sesión de trabajo junto a XuanYi, que era
la que más se estaba dedicando a ayudarla con su problema porque tenía más
conocimientos—. Simplemente no puedo hacerlo, no noto lo que debería de notar y
no encuentro ese poder espiritual que debería tener. Lo siento.
XuanYi la miró fijamente
a los ojos durante solo unos segundos y después asintió lentamente,
probablemente dando por hecho que no podría sacar más de ella en ese momento.
Tenía que estar despejada y relajada, en total calma antes de poder sacar lo
que tenía dentro, pero cada vez que lo intentaba y fracasaba, los nervios de
LuDa se crispaban más y más hasta que era totalmente incapaz de dejar de pensar
en que lo estaba haciendo todo mal y que no era más que una decepción para
aquellos que confiaban en ella.
—Vamos a dejarlo por hoy
—respondió la mayor—, pero mañana volveremos a intentarlo otra vez, ¿de
acuerdo?
—Sí.
Ambas se dieron las
buenas noches en ese momento y salieron de la amplia sala redonda tallada en la
piedra en la que solían practicar, dirigiéndose cada una a un lugar diferente:
LuDa a su habitación a tratar de dormir; XuanYi a la sala de rezos junto a
MeiQi.
Cuando LuDa se metió en
la cama, trató de no pensar en nada y poder descansar tranquilamente, pero sin
poder evitarlo, una y otra vez acudían a ella pensamientos sobre su
incompetencia y no pudo quedarse dormida hasta que no fue de madrugada. Esa
noche, LuDa soñó con aquella muchacha hermosa que ahora sabía que era la Diosa
de la Paz; soñó que ésta se acercaba a ella y que le tocaba el pecho mientras
le decía que debía de ser fuerte y creer en sí misma con una voz melódica que
la tranquilizó de una forma que la chica creía que era imposible.
Al despertarse a la
mañana siguiente, LuDa se sentía con fuerzas renovadas y capaz de hacer todo lo
que se propusiera, incluso controlar su poder espiritual y sacarlo fuera. Por
ese motivo, cuando se dirigió a la sala en la que practicaba con XuanYi y ésta
le pidió que se relajara y buscara en su interior aquel poder, la chica no
tardó más de un minuto en encontrarlo y en comenzar a canalizarlo hacia sus
manos, haciendo que éstas comenzaran a brillar como si tuvieran luz propia.
—¡Lo has conseguido! —le
dijo XuanYi, antes de abalanzarse sobre ella para darle un gran abrazo—. Ahora
solo queda que lo puedas controlar y estarás lista para poder ayudar a la
Diosa.
★★★
Bona se
había dejado caer a los pies del busto del que una vez había sido su amado y
desde allí observó atentamente cómo su sus sacerdotisas estaban haciéndolo bien
en el mundo terrenal. La chica que hacía tan poco tiempo que había llevado
hasta uno de sus templos era una de las más poderosas de todos los tiempos y a
partir de ese momento lo estaría demostrando hasta que llegara el día en el que
pusiera a prueba todo su potencial, porque sin ella había algunas
probabilidades de que algo saliera mal en lo que debían de hacer siendo tan
pocas las sacerdotisas que estaban bajo sus órdenes.
La diosa se sintió muy
satisfecha con lo que vio en aquel templo, así que dejó de observar la tierra
para observar el cielo sobre su cabeza, notando en cada fibra de su ser que el
momento estaba demasiado cerca y que no les quedaba tiempo.
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