sábado, 16 de diciembre de 2017

(OngNiel) Coffee Shop Boy


          Título: Coffee Shop Boy

          Personajes: Seungwoo + Daniel [Wanna One]

          Tipo: Yaoi

          Género: AU | Drama

          Clasificación: G/PG

          Descripción: Daniel siempre estuvo interesado en un joven misterioso que conoció durante sus días trabajando en una pequeña cafetería, pero nunca encontró el momento ideal para acercarse a él. Un día, el destino hace que ambos se encuentren envueltos en un mal momento, dando a Daniel la oportunidad perfecta para conocer más a fondo a aquel chico que le robó el corazón.

          Advertencias: Palabras malsonantes y agresión física.

          Notas: Hemos vuelto a hacer un intento de escribir una historia entre dos escritoras y este es el nuevo resultado, una historia de Wanna One. Esperamos que os gusten y si queréis que hagamos más colaboraciones, no dudéis en decírnoslo. ^^

          Kang Daniel llevaba cerca de dos meses trabajando a media jornada en la cafetería que quedaba a cuatro manzanas de su casa. No era su único trabajo, ya que por las mañanas era cajero en un supermercado. Tenía dos trabajos, era cierto, pero es que necesitaba el dinero. Vivía en una pequeña casa que se costeaba a duras penas, la cual se componía por una sola habitación dónde tenía en unos pocos metros cuadrados todo lo que una casa necesita tener y un pequeño baño, en el que solo entraba una persona.

          En la cafetería no le iba nada mal. Tenían bastantes clientes que eran habituales y con los que había empezado a llevarse decentemente. A veces los días eran algo complicados, pero lo normal es que no hubiera ninguna incidencia. Sin embargo hacía cerca de una semana que comenzó a tener un nuevo cliente. Un muchacho esbelto y algo más joven que él. En un principio no tenía nada especial, siempre pedía lo mismo; un capuchino con bastante espuma. Pero lo que verdaderamente llamaba su atención es que pasaba bastantes horas sentado en la misma mesa, trabajando en algo en su tablet, y de vez en cuando lo veía observando cómo él trabajaba. Lo había pillado varias veces mirándolo fijamente y a pesar de darse cuenta que él también lo miraba, no le apartaba la mirada.

          Después de la primera semana comenzaron a saludarse como si se conocieran de toda la vida, pero su relación no iba más allá. Sin embargo para Daniel, cada vez que lo veía entrar por la puerta de la cafetería, se sentía bastante bien, muy cómodo con su presencia. Como si se tratase de alguien que llevaba conociendo toda la vida y con quien tenía una buena relación.

          Ese día se había levantado con ganas de avanzar en aquella conexión que sentía con el muchacho, fuera lo que fuera.

          ¿Podría encontrar un buen amigo en él? Estaba casi seguro, incluso si apenas lo conocía de observarlo unos días desde la distancia y cruzar alguna que otra palabra. Sentía la necesidad de entablar una conversación más profunda con él, conocer sus gustos y aficiones… ¡o al menos saber su nombre!

          La mirada se le escapaba al chico de vez en cuando, todavía un desconocido para su desgracia. Quería cambiar eso, ¿pero cómo?

          Sin embargo y a pesar de su inutilidad para encontrar el momento adecuado, ese día estaba de suerte. Por alguna razón desconocida, el chico se quedó hasta tarde en su asiento habitual, aparentemente concentrado en algún proyecto importante. Tanto tuvo que estarlo, que ni siquiera notó que se había quedado solo en la cafetería y había llegado el momento de cerrar el local.

          Allí estaba la oportunidad de Daniel. Podría acercarse y aprovechar para decirle algo, más allá de su trabajo en aquel lugar. Con la excusa de avisarle por el cierre, comenzaría una conversación con él.

          —Hola. Disculpa, pero es hora del cierre, lo siento si te molesto… —dijo Daniel tras acercarse al chico algo temeroso de su reacción. Pero este se limitó a levantar la mirada de su tablet y a mirarlo confuso.

          —Ah, cierto. Se me ha pasado el tiempo. Menos mal que me lo has dicho, gracias y lo siento por hacerte esperar tanto —respondió al darse cuenta que se le había hecho tarde. No era su intención espantarlo tan pronto.

          —Puedes tomarte tu tiempo para recoger, no me importa esperar un poco… Imagino que estarás trabajando en algo importante que te tendrá absorto… —sabía que se estaba metiendo en algo que no le incumbía, pero todo era por tener un poco más de conversación antes de que se fuera sin más.

          —Si, bueno. Es un proyecto que me está dando más dolores de cabeza que otra cosa —se limitó a decir. Estaba claro, no le iba a contar que hacía si apenas acababan de hablar por primera vez algo más de un saludo.

          —Espero que te vaya bien —Daniel no sabía qué más decirle. El chico había recogido sus cosas a una velocidad increíble y ya se disponía a marcharse. No era lo que quería, pero se consolaba pensando que al menos, después de todo, ya había avanzado un poco más. Tal vez al día siguiente lo volvería a intentar, aunque tendría que buscarse una nueva excusa o se haría muy repetido con esa.

          Poco a poco la decepción se fue adueñando de él, conforme iba observando como el chico se levantaba del asiento y se marchaba con sus cosas. El plan no había ido como pensó y eso le hacía sentir cual inútil incapaz de empezar una conversación con alguien. Tampoco podía ser tan difícil acercarse al muchacho.

          Enseguida quedó solo, por lo que era cuestión de cerrar las puertas de la cafetería de forma definitiva, hasta el día siguiente. Pero eso ya sería problema de otro.

          Tomó sus propias cosas guardadas en una mochila que siempre llevaba con él y se adentró en las frías y solitarias calles de invierno, camino a su pequeño apartamento alquilado unas calles más abajo. A esas horas ya no se cruzaba a casi nadie, pero no era un problema. Nunca había sufrido ningún altercado por aquella zona, por lo que estaba tranquilo.

          A mitad de camino escuchó algunos gritos cercanos a él, algo que desde luego llamó su atención. Parecía que otros no corrían tanta suerte como sí mismo.

          Hubo algo más que captó por completo su atención… y es que la voz del muchacho atacado le resultaba demasiado familiar. Supo enseguida que pertenecía a aquel que hace unos minutos marchaba por la puerta del local donde trabajaba, tan apurado por llegar a casa.

          —No, por favor… —alcanzaba a escuchar débilmente. Se preocupó ¿cómo no hacerlo? Una persona que conocía estaba pasando por un mal rato.

          Daniel comenzó a caminar en esa dirección en la que escuchaba varias voces que hablaban entre sí, junto con golpes y repetidos quejidos de alguien que sufría. Ese alguien parecía ser quien sospechaba.

          —Esta maldita rata… te hemos pedido todo lo que tenías, te has resistido y esto es lo que les pasa a las ratas egoístas como tú que no quieren compartir sus cosas —esa era una voz que no reconocía y que pudo escuchar más nítida conforme se acercaba. Claramente, de uno de los agresores. Su voz fue acompañada por un nuevo golpe y de un nuevo quejido.

          —Te vas a arrepentir de no habernos hecho caso desde un principio, pringado —aquella segunda voz, más ronca, mostraba que su atracador estaba divirtiéndose con la situación.

          —No, por favor… Lo siento… Llevaos todo… —ahora sí que Daniel podía confirmar que era el muchacho que acababa de pedir que se marchara de la cafetería, mientras estaba escondido tras un contenedor de basura observando la situación. Lo podía ver tendido en el suelo, encogido seguramente por las múltiples patadas que había recibido. Qué bastardos.

          —Ahora nos lo llevaremos; pero antes te vamos a enseñar modales —volvió a hablar la primera voz que supo reconocer de los atacantes. Eran dos solamente, pero ese desgraciado se atrevió a patear al chico en el estómago.

          No podía quedarse allí, plantado como una rata asustadiza mientras aquellos dos desgraciados atracaban y golpeaban al joven. Mucho menos a él, quien tan extraños sentimientos había despertado en sí mismo.

          —¡Eh! ¡Dejadlo tranquilo! —exclamó al salir a escena, dejando a cuadros a los tres chicos ante él. Lo cierto es que ni él mismo comprendía de dónde había salido esa repentina valentía. Simplemente, odiaba la idea de que eso dos matones estuvieran atacando a su tan preciado cliente.

          Aquel que parecía llevar el mando rió en su sorpresa, dejando a un lado la tarea de intimidar al chico para prestar atención al recién llegado.

          —Oh, vaya. Parece que alguien está interesado en llevarse unos golpes de regalo —parecía despreciablemente divertido con la situación—. ¿Que no te enseñaron a no meterte donde no te llaman? Ahora tú también lo pagarás caro.

          Parecía muy seguro en lo que decía, pero Daniel no iba a dejarse intimidar. Su mirada cruzó un momento con el joven en el suelo, quien tan vigilado estaba siendo por el otro de los atacantes. No fuera a ser que escapara en medio de la distracción. En los ojos del chico podía ver el miedo y la confusión, pero también una pizca de agradecimiento. Bueno, que no agradeciera de momento… ya vería cómo salían de esa.

          El tipo comenzó a acercarse a él, con paso firme. En sus planes no estaba acabar peleándose al final del día, pero ya que estaba allí no podía echarse atrás. El susodicho se aproximó a él, lo suficiente como para alzar una mano en un instante con el puño cerrado con la intención de golpearle. Pero si algo bueno tenía Daniel eran sus reflejos. Se deslizó a un lado esquivando el golpe.

          —¿Estás jugando? ¿Crees que estamos jugando? Mira, niñato, vas a pagar el haberte metido donde no te llaman —el tipo, con el ceño fruncido ahora, se abalanzó sobre él más seguro de golpearlo esta vez; sin embargo Daniel lo vio venir y lo volvió a esquivar. Solo que esa vez lo acompañó haciéndole la zancadilla y tirándolo al suelo.

          —Maldito bastardo… —escuchó decir al otro tipo, quien había dejado de prestar atención al muchacho herido para mirarlo a él con rabia—. No sabes con quién te has metido.

          El que aún se mantenía en pie, sacó algo de su bolsillo. El brillo de una navaja afilada ahora en su mano, llamó la atención de Daniel. Mierda. Contra una navaja no tenía nada que hacer. El que estaba en el suelo no tardaría mucho en ponerse de pie y atacarle de nuevo. Sería uno contra dos. Por unos segundos comenzó a arrepentirse de haberse entrometido en medio de un asalto. Por otra parte no pudo evitarlo. Era su naturaleza meterse en cualquier situación en la que había una injusticia o alguien estaba herido.

          Sin embargo, cuando Daniel pensaba que lo iban a coser a navajazos, algo que no esperaba sucedió.

          Aquel a quien fue a socorrer terminó siendo quien le ayudó, abalanzándose desde atrás sobre aquel que portaba la amenazante navaja en su mano.

          El atacante se sorprendió a tal punto que dejó caer la navaja al suelo para tratar de quitarse de encima al muchacho que lo intentaba sostener como loco. Durante un momento, todo fue un caos entre golpes y gritos provenientes de los cuatro chicos. Una sirena se escuchó al fondo, acercándose por la calle más cercana. Alguien había debido de llamar a la policía en lo que transcurría aquel encontronazo.

          —Tío, vámonos —asustadizo, uno de los matones tiró del brazo de su compañero para salir corriendo hacia el lado contrario. Vaya, parecían no ser tan valientes después de todo.

          Daniel ya creía que estaba todo solucionado. Aquel chico estaba a salvo y él había salido ileso del momento. O eso creyó, hasta el momento en el que un fuerte puñetazo impactó contra su cabeza en un momento de distracción causado por el sonido del coche de policía acercándose. Tras esto cayó al suelo, perdiendo enseguida el conocimiento mientras de fondo escuchaba insultos alejándose a toda prisa y una voz preocupada que permanecía a su lado.


***


          Lo siguiente que Daniel escuchó fue el sonido de una máquina a su lado. Un constante sonido que era similar a las máquinas de un hospital. Un momento ¿estaba en el hospital?

          Abrió los ojos de una sola vez para encontrarse con su visión borrosa y una punzada de dolor en su mente. Parpadeó dolorido varias veces, hasta que su visión se hizo nítida. Lo primero que vio de forma decente era al chico de la cafetería, a quien lo estaban atracando y él había ido a salvarlo.

          —Ah, menos mal que ya estás despierto… Estaba preocupado… —escuchó que se dirigía a él ¿de verdad estaba preocupado? Ahora fue su corazón se agitó.

          —¿Dónde estoy? —fue lo único capaz de decir. Aunque su mirada solo estaba en el chico, en sus ojos y en la emoción que le despertaba que ese desconocido estuviera preocupado por él.

          —En el hospital… Al parecer un vecino vio lo que sucedía y llamó a la policía. Y cuando esos tipos fueron a huir, te dieron un golpe como venganza y caíste inconsciente… No despertabas y te traje al hospital… —explicó el chico acelerado. Entonces fue cuando Daniel se atrevió a mirar a su alrededor. Estaba en una sala amplia, donde la gente pasaba y donde había otras camillas similares a la que estaba él tumbado. Lo único que lo separaba de los otros enfermos eran unas cortinas verdes horteras.

          —¿Y tú cómo estás…? —iba a decir su nombre, pero Daniel cayó en la cuenta de que ese chico le atraía y ni siquiera sabía cómo se llamaba.

          —Bien, gracias a ti —respondió el joven con una sincera sonrisa, cargada de agradecimiento por su salvador—. Me duelen un poco los golpes que recibí pero no es tanto como podría haber sido si no hubieras aparecido. Muchas gracias… no sé cómo podría agradecerte lo que has hecho.

          Daniel se sintió satisfecho al escuchar esas palabras. En ese momento, le dio igual haberse metido en una pelea y salir mal parado. Ver la preciosa sonrisa de ese joven fue más que suficiente para hacerle olvidar por un instante el enorme dolor de cabeza que atacaba su cuerpo.

          —No ha sido nada… me basta saber tu nombre como recompensa —aquellas palabras salieron de sus labios sin pensar. Al final, después de todo, iba a poder saberlo.

          El chico sonrió todavía más amplio. Su respuesta le había gustado y era imposible ocultarlo. Por ello, un leve rubor apareció en sus mejillas.

          —Me llamo Seungwoo —respondió, manteniendo aquella sonrisa la cual Daniel no podía dejar de mirar. Estaba embobado con ella.

          Siempre se había sentido extrañamente atraído por el muchacho… ahora, ese sentimiento parecía mayor. ¿Resultaría ser al final amor a primera vista? ¿Podía ser ese el comienzo de una linda historia de amor? Muchas dudas cruzaban su cabeza y en todas Seungwoo era protagonista.

          Daniel fue a responder con la intención de hacerle saber lo hermoso que su nombre le parecía. Entonces, alguien inesperado hizo su aparición en escena.

          —Mi amor… menos mal que estás bien —el joven, que debía rondar la misma edad que ellos, se lanzó a los brazos de Seungwoo con pasión y cariño. Daniel observó la escena sin palabras, sintiendo como en lo más hondo de su interior sus esperanzas se iban convirtiendo en pedacitos muy pequeños.

          —Ay… lo sé —la sonrisa de Seungwoo reapareció en su rostro, acompañada de una mirada cargada de sentimientos—. Me llevé un buen susto… pero ya ves, estoy bien. Todo gracias a él —se refirió, evidentemente, a Daniel. Cuando quien parecía ser la pareja de Seungwoo lo miró, él se dedicó únicamente a levantar una mano a modo de saludo. Toda aquella escenita había sido como caerle un cubo de agua helada encima.

          —Muchas gracias —expresó el novio, sin soltar el abrazo de aquel al que en realidad había ido a visitar—. No sé qué habría hecho si le llega a pasar algo.

          —No es nada —intentó no mostrarse de mala gana. Había sido un estúpido al pensar que el destino iba a ser tan amable con él.

          Allí se quedaron unos minutos, entre arrumacos y palabras de amor que por momentos hacían tener ganas de vomitar a quien todavía descansaba sobre la camilla. Bueno… al menos había conseguido su objetivo del día. Después de todo, conocía el nombre del joven que sin querer le robó el corazón.


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