Título: Wine
Pareja: Myungyeol (Sungyeol x L) [Infinite]
Género: AU | Comedia | Ciencia Ficción
Clasificación: P/PG
Advertencia: Ninguna
Notas: Fanfic especial de Navidad. ¡Espero que lo disfrutéis!
Cuando eres un supervillano del siglo veintiuno tus planes se reducen a que todo en tu día a día debe hacerse con, al menos, una pizca de maldad. Por eso, cuando la chica de la caja del supermercado le preguntó si quería una bolsa de plástico, el rio mientras agitaba su bolsa de tela frente a ella y a un grupo de clientes desconcertados. Quería dominar el mundo, no acabar con el antes de tiempo.
De camino a casa, pulsó todos los botones de paso de peatones sin la más mínima intención de cruzar al otro lado de la carretera. Y, cuando finalmente llegó a su edificio, nada más abrirse las puertas frente a su piso pulsó los botones de los 14 pisos.
Ya sabéis, esos pequeños placeres que diferencian a una persona malvada de un simple ciudadano normal. Pero cuando entró en su hogar, una nota en el suelo acabó con su buen estado de ánimo.
No le hizo falta leer el dorso del sobre, aquella carta con un escueto "Querido vecino" sólo podía pertenecer a una persona. Rápidamente entró cerrando de un portazo y la abrió, destrozando por completo el sobre marrón que la envolvía, y leyó con avidez hasta encontrarse con el punto final. Entonces, y solo entonces, gritó de rabia haciendo temblar los cristales de las ventanas.
«Señor propietario del piso 13, me encuentro en la difícil posición de informarle nuevamente de mi descontento. Desde hace tres meses he soportado gritos, golpes, explosiones y otros muchos sonidos desagradables que provenían de su vivienda. Como compañeros de una comunidad creí que podríamos llegar a un entendimiento mutuo, pero sus respuestas a mis cartas nunca llegaron. Es por eso que me veo obligado a pedirle que se marche de este edificio, tiene dos semanas para encontrar una nueva residencia. Atentamente, Kim Myungsoo, propietario del edificio.»
De inmediato Sungyeol destrozó aquella carta, la séptima en esos tres duros meses, y bufó de incredulidad. A él no le echaban de ningún lado sin que el culpable sufriera las consecuencias.
Corrió a su habitación de trabajo y buscó en los armarios hasta encontrar un pequeño frasco con contenido rojo. A continuación cogió una botella de vino de su despensa y sonrió con satisfacción. Usando una jeringuilla con aguja traspasó todo el contenido de su remedio casero para el estreñimiento a la botella de vino francés sin que se viera la pequeña perforación en el corcho.
Luego, escribió una nota fingiendo estar arrepentido de sus actos y la ató al cuello de la botella, para llevarla hasta el ático: el hogar de ese quejica de Kim Myungsoo. Ese sería su regalo de Navidad por adelantado. La dejó junto a la puerta, llamó al timbre y salió corriendo escaleras abajo. Con suerte aquella misma noche el muy idiota bebería y estaría atado al retrete una semana.
Eso era lo bueno de ser doctor y profesor de química, conocer y poder fabricar sus propias sustancias, tónicos y venenos, además de poner malas notas a sus alumnos.
Cuando llegó nuevamente a casa, regresó a su sala de trabajo y repasó su estudio de los hongos, un proyecto que buscaba un hongo que se reproducía emitiendo un horrendo olor muy parecido al de los huevos podridos. Cómo se iba a divertir colocando una muestra en el restaurante donde no le sirvieron una cestita de pan.
Tras acabar de examinar sus experimentos volvió al armario de los venenos y cogió el frasco que acababa de vaciar con intención de preparar una nueva mezcla. Pero se sorprendió al comprobar que estaba lleno a rebosar.
Entonces sintió un sudor frío correrle por la nuca, no se habría equivocado de sustancia... ¿verdad? De inmediato sus ojos buscaron y con terror comprobaron que el frasco que había usado en su vecino de arriba no era otro que un elixir de lujuria. Y lo peor era que el que lo bebía acabaría perdidamente enamorado del pobre y despistado profesor. Sólo lo preparó para sus citas esporádicas que acababan mal, un par de gotitas en el café de la mañana solucionaba cualquier metedura de pata. Pero la botella entera...
Iba a correr de vuelta al piso superior, rezando porque aún no hubiera descorchado ese brebaje. Pero cuando abrió la puerta había una figura parada frente a él con aspecto vigoroso y un brillo terrible en los ojos.
- Hola, querido vecino... - fue lo único que salió de su boca en cuanto le abrió la puerta. ¿Qué pasaba con él?
- ¿Qué... qué quieres? - dijo intentando no tartamudear. Pero es que se había fijado que una de sus manos portaba la botella que le había ofrecido como regalo de Navidad, semi vacía... Estaba en problemas, severos problemas.
- Tus disculpas me han... llegado al corazón, igual que tu regalo - el tono que estaba usando el propietario del edificio no le gustó. Nada de nada. Era meloso y encantador.
- Ah, pues muy bien, me alegro. Tengo mucho que trabajar, hasta luego ¿eh? - lo mejor era alejarse de Myungsoo mientras estuviera bajo los efectos del brebaje. O al menos eso creía. Pero el caprichoso destino no estaba muy a su favor.
- No... Vamos a hablar un rato - dijo Myungsoo. Justo cuando estaba a punto de cerrarle la puerta en las narices, le puso un pie en medio impidiendo que lo hiciera. Eso no era buena señal.
- Que tengo que trabajar. Me alegro que te haya gustado y esas cosas. Adiós - le dio pataditas a su pie, en un intento fallido de que lo quitara y cerrara la puerta. Poner entre ambos una barrera, algo que lo mantuviera lejos de él, era la idea más factible ahora mismo.
- ¿Y en qué trabajas? - no supo Sungyeol como, pero con un empujón Myungsoo abrió la puerta y se coló en su casa. ¿De dónde sacaba esa fuerza con lo menudo que era? Sin embargo lo que más le alarmó era ver como ahora caminaba por su salón con un aire tranquilo. Incluso se atrevió a dejar la botella sobre una mesita que tenía llena de trastos; todos útiles. Dichosa botella.
- En nada - en unos segundos, Sungyeol tuvo la tentadora idea de enseñarle alguno de sus trabajos. Sobre todo ese que lo trajo de cabeza durante meses sobre los olores de las flores más exóticas que podían dejar K.O a alguien con solo aspirar su aroma. Dormidito lo llevaría a su dichoso ático y que se le pasara el mono y el efecto del vino con su elixir de lujuria.
- Y... ¿yo te gusto? - preguntó Myungsoo directamente, sacándole de golpe de sus pensamientos.
- ¿Qué?
- Bueno, es que... - Myungsoo giró sobre sus talones para mirarlo directamente. Su expresión lo hizo inquietarse. Era como una adolescente viendo al amor de toda su vida al que quería camelarse -. Tú me gustas mucho y quiero pedirte un beso.
- ¡Ni hablar! - dijo Sungyeol casi sin pensar. Estaba loco, lo reconocía, pero ni muerto besaba a ese tipo.
- ¿Y por qué no? - y con la pataleta de una niña chica, Myungsoo se abalanzó sobre el pobre profesor que no sabía dónde meterse después de su metedura de pata.
- ¡Porque no! - no tenía que dar explicaciones. Solo de verle poniendo morritos, con las mejillas sonrosadas y persiguiéndole obsesionado, le repugnaba.
- Ven aquí, bombón - ¡¿Bombón?! ¿Le había dicho "bombón"?
Se estaba empezando a replantear el hecho de haberse vengado. Ahora estaba corriendo por su casa huyendo del depravado y lujurioso propietario del edificio que estaba coladito por sus huesos. Tenía que empezar a etiquetar y organizar mejor todos sus brebajes y evitar desdichas como esa.
- ¡Yah! ¡No huyas! - había dejado entre ambos uno de sus feos sofás que olía a rayos a causa de alguno de sus experimentos que accidentalmente se derramó encima. Pero no fue impedimento para que Myungsoo lo alcanzara.
De un salto, sobrepasó el mueble y fue directo a abalanzarse sobre Sungyeol, con ganas de estamparle un beso en los labios sin duda. Pero el profesor fue más rápido y tomó un esqueleto de plástico que tenía por allí, lo primero que alcanzó a coger, y lo interpuso entre ambos.
Lo que no se esperaba era que Myungsoo acabara besando al esqueleto pensando que era él al tomarlo entre sus brazos. Tendría que tirarlo a la basura si conseguía escapar de esa. No estaría usando la lengua también, ¿no?
Pero aunque tuviera que tirar aquel muñeco, al menos le serviría para mantener a su vecino entretenido durante unos momentos, mientras él pensaba en cualquier plan que lo mantuviera alejado de él hasta que se le pasara el efecto del vino aliñado con el toque especial del elixir de la lujuria. Pero casi no tuvo tiempo para comenzar a pensar en nada cuando el otro había soltado el esqueleto, con una mirada de absoluta decepción en sus ojos. Se había dado cuenta casi al instante de que lo que estaba besando no era humano, al menos no totalmente, probablemente por la pasividad y dureza del esqueleto.
- ¿No quieres besarme, vecino? le preguntó Myungsoo.
- No replicó rápidamente. Claro que no quería besar a un tipo que no conocía de nada y con el que el único contacto que había tenido habían sido notas de quejas-. No es por herir tus sentimientos o algo es que no nos conocemos de nada.
Y con aquellas palabras, pareció encendérsele una bombilla a su vecino.
- Muy cierto, no nos conocemos Myungsoo caminó por su salón como si fuera el suyo propio y se sentó en su sofá, cogiendo la botella de vino medio vacía y mostrándosela a Sungyeol -. Yo tengo el día libre, ¿por qué no nos conocemos?
Antes de que Sungyeol pudiera hacer o decir algo para negarse a aquello, Myungsoo se llevó la botella a la boca y le dio un buen trago. Cuando dejó la botella de nuevo sobre la mesa, una gota del vino se le resbaló por el labio inferior y por la barbilla, haciendo que el dueño de la casa se quedara estático durante unos momentos. Aquello había sido un poco sexy.
Pero sin dejarse llevar por esa acción, Sungyeol sacudió su cabeza.
- Tengo muchas cosas que hacer replicó. Muchas cosas que hacer. Tenía que dominar el mundo con sus pequeñas fechorías, poco a poco, pero sin pausa. No obstante, eso no se lo dijo a su vecino, porque obviamente no quería que éste conociera qué era exactamente lo que hacía con su vida.
- Pero estamos en Navidades, durante estos días hay pocas cosas que hacer. Siéntate conmigo y vamos a bebernos esta botella y así limar todas nuestras asperezas y ser mejores vecinos.
Myungsoo lo miró y le puso caras monas, unas caras que le dieron unos extraños escalofríos por la espalda. No le hacía ninguna gracia que le estuviera poniendo aquellas caras, que estuviera sentado en su sofá y que siguiera bebiendo. Pero Sungyeol pensó que quizás esa también era una buena manera de poder echarlo de su casa cuando el otro se confiara y así no tener ningún problema con que siguiera haciéndole efecto la poción que le había dado por error.
Porque ¿Y si se terminaba él de beber el contenido de la botella? A él no le haría efecto porque no se podía enamorar de sí mismo, ya que era él quien había hecho ese mejunje. Así, su vecino no podría seguir bebiendo.
Por eso, Sungyeol se acercó un poco al lugar en el que el otro se encontraba y cogió la botella para beberse del tirón y casi sin respirar entre sorbo y sorbo hasta que acabó con ella, sin dejar ni una sola gota. Con eso, su problema se acabado al menos era eso lo que él pensaba que sucedería, pero ese día parecía que no era su día, porque el brebaje que había mezclado con el vino y le había dado a su vecino no solo hacía que la persona que lo bebiera se enamorara de quién lo había hecho perdidamente, también funcionaba de otra forma.
Si la persona que había lo realizado lo bebía, se enamoraba perdidamente de la primera persona que viera justo después (al menos, durante el tiempo que duraban los efectos).
Y él mejor que nadie sabía que eso sería mientras él otro siguiera amándolo. ¿Quién imaginaria que en realidad Myungsoo seguiría queriéndole tras aquellos siete días?
Pero eso ya es otra historia.
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