Notas: Han ocurrido muchas cosas desde que JongIn salió seleccionado para representar a Hogwarts en el Torneo de los Tres Magos... pero a partir de ahora, al comenzar realmente la competición, muchas más estarán por ocurrir...
Capítulo 5
Primera
Prueba
JongIn se encontraba sentado en una de las mesas largas del Comedor de Durmstrang, a su lado, estaba su amigo TaeMin, y frente a él había una gran cantidad de manjares que otro día habría atacado hasta que hubieran desaparecido, pero en aquel momento, ni siquiera podía tragar correctamente su zum de calabaza sin sentir arcadas. Estaba demasiado nervioso y su estómago daba saltos dentro de su cuerpo, como si solo aquel órgano hubiera subido a una montaña rusa mientras que el resto de su cuerpo estaba en reposo.
—Tienes que comer algo —le dijo TaeMin—, te dará un chungo o algo en mitad de la prueba y eso no creo que sea algo bueno…
—No puedo comer nada —murmuró el chico—, si lo hago acabaré vomitando hasta mi primera papilla, sino ahora, en mitad de la prueba… y no será algo muy agradable de ver.
—Pero… —intentó dar más argumentos TaeMin, mas JongIn lo calló, alzando una de sus manos.
—No puedo ni beberme el zumo de calabaza, Taem, y no es cuestión de que quiera o no, por mí comería, pero mi barriga no hace más que protestar —contestó y su amigo no quiso volver a hablar porque contra eso no podía decir nada, así que el tema quedó zanjado.
Los dos se quedaron algunos minutos en silencio, minutos en los que el chico sopesó las posibilidades de escapar de aquello y no ser encontrado para ser llevado de nuevo al lugar el que tendría que ir. Pero por más que se devanaba los sesos no encontraba ninguna solución a su problema que fuera válida y que lo sacara de allí para no tener que realizar la primera de las pruebas.
Decir que tenía mucho miedo era poco, porque JongIn estaba completamente acojonado y sabía que esa sensación no iba a hacer más que crecer porque apenas quedaba un par de horas para que comenzase aquella edición del Torneo de los Tres Magos.
—Hay algunos que sí que pueden comer —comentó TaeMin, sacándolo de sus pensamientos y señalando a un lugar detrás de él. El chico se dio la vuelta, siguiendo la dirección que marcaba su amigo con su indiscreto dedo, viendo que señalaba al participante de Durmstrang, que disfrutaba del suculento desayuno que había ante él como si fuera su última comida o algo así.
—Los hay con suerte —murmuró JongIn. Le dio un poco de envidia que el chico pudiera comer tan bien a pesar de estar a punto de pasar por una situación que les habían avisado que pondría todas sus habilidades a prueba como magos y sus vidas al límite—. Quiero que llegue ya esta noche, así habrá pasado todo, tanto lo bueno como lo malo.
—A ver, JongIn —comenzó TaeMin, poniendo una de sus manos sobre su rodilla y mirándolo fijamente a los ojos de forma seria—. ¿Por qué narices no crees en ti mismo? —le cuestionó—. Hemos estado practicando y has aprendido a dominar algunos conjuros que antes se te resistían bastante bien.
—Pero… —comenzó a protestar, pero su amigo lo cortó.
—Nada de peros, saldrás de esta situación como has salido de todas las situaciones malas en las que has estado —le dijo, intentando infundirle un poco de fuerza, aunque no fuera demasiada, pero JongIn lo agradecía—. ¿Recuerdas cuando el curso pasado justo no te sabías el tema que cayó de Historia de la Magia y creías que ibas a sacar una T y al final fuiste uno de los mejores de la clase y por poco no es una de las asignaturas que cursar este año?
JongIn asintió porque lo recordaba muy bien, había sido apenas unos meses antes y había pasado dos semanas en un estado de tensión que no podía ser muy bueno para su cuerpo hasta que el profesor le dio la nota. El chico había llegado a pensar que el mismísimo Merlín había intercedido por él para que ese examen estuviera aprobado. Sin embargo, aquello no era lo mismo, y así se lo hizo saber a TaeMin.
—No seas pájaro de mal agüero, Kim JongIn —le replicó—, y levántate de ahí si no quieres llegar tarde a la primera prueba.
—Pero es que no quiero ir… —dijo el chico, haciendo pucheros y agarrándose a la banca con todas sus fuerzas.
JongIn sabía que los pucheros, las caras monas y los ojitos vidriosos no iban a surtir efecto con TaeMin porque ya estaba acostumbrado a ellos y le era fácil obviarlos, pero tenía que intentarlo al menos. Su amigo simplemente puso sus ojos en blanco ante su actitud de niño pequeño y luego hizo que se levantara, tirando de él hasta la salida del Comedor. Mientras caminaba hacia el exterior de aquella gran estancia, JongIn sintió como si alguien lo estuviera mirando de forma fija. Sin embargo, cuando miró hacia atrás, el chico no pudo ver que ninguno de los presentes le estuviera prestando la más mínima atención y simplemente salió del lugar siguiendo a TaeMin, encaminándose probablemente a una muerte segura, en el mejor de los casos.
JongIn daba vueltas de un lado para otro sin poder contener su nerviosismo dentro de aquella carpa hacia la que lo había guiado la directora McGonagall algunos minutos antes. Allí no veía ni escuchaba nada de lo que sucedía en el exterior y eso lo tenía todavía más nervioso aun. La primera prueba del torneo de los tres magos estaba a punto de comenzar y el chico se preguntaba una y otra vez cómo él podía estar en ese lugar. Negó con la cabeza e intentó calmarse, pero nada de eso le funcionó.
JongIn notó una mano sobre su hombro y se giró rápido como un rayo, para descubrir que había sido ZiTao quien lo había tocado. El chico esbozó una pequeña sonrisa incómoda y el otro le respondió con una un poco más cálida.
—¿Tienes miedo? —le pregunto. JongIn quiso asentir y también salir de ahí, pero la directora le había dicho en incontables ocasiones que no debía mostrarse débil ante nadie y menos ante nadie de Durmstrang.
—No —murmuró—. Solo me siento un poco inquieto —ZiTao rio levemente y JongIn quiso bufar y poner los ojos en blanco por aquella reacción, pero no lo hizo porque en aquel momento, entraron los tres directores a la carpa.
—Muy bien, vamos a comenzar con la primera prueba —anunció el director de Durmstrang—. Vamos a sortear el orden de salida de los participantes —JongIn tragó saliva al escuchar aquellas palabras. De repente tenía la boca muy seca—. Venid todos aquí —los tres chicos se miraron y luego caminaron hacia el centro de la carpa, donde se encontraban sus directores, colocándose en círculo, alrededor de la mano que mantenía extendida el director, en la que tenía tres piedras pequeñas—. Cada una tiene un número por la otra cara, coged una y el número que obtengáis, será el del orden en el que deberéis salir.
Los chicos alargaron sus manos a la vez y cada uno de ellos tomó una piedra. JongIn cerró su palma alrededor de la que había sacado, rogando una y otra vez que no le hubiera tocado el primero porque eso sería demasiado cruel. Cuando el director les indicó con la cabeza que era el momento de ver qué número le había tocado a cada uno, el chico alzó su mano con miedo y mostró la piedra, en el momento en el que lo hicieron los demás.
—Señor Oh, usted irá primero —dijo el director de Durmstrang—, después el señor Kim y por último el señor Hwang —los tres se miraron y luego asintieron lentamente—. Podéis utilizar vuestra varita, pero no hechizar a vuestro contrincante para obtener el objeto que será vuestro pase a la segunda prueba —explicó—. Mucha suerte.
Tras decir esto, miró a SeHun, indicándole que podía salir de la tienda para comenzar la prueba. Después, los tres directores salieron de allí, seguramente para dirigirse al lugar desde el que verían la prueba. Una vez el representante de Beauxbatons se fue, JongIn llevó una de sus manos a sus labios para comenzar a morderse las uñas con nerviosismo. Su turno estaba cada vez más cerca y ni siquiera sabía qué era a lo que iba a enfrentarse y si iba a salir vivo de allí. El chico sentía la mirada fija de ZiTao sobre su cuerpo, mientras iba de un lado a otro, como un león en una jaula, pero la obviaba deliberadamente, porque cruzar sus ojos con aquellos ojos oscuros y rasgados tan penetrantes lo ponía mucho más nervioso de lo que ya estaba.
Los minutos pasaron lentamente, tan lentamente que parecieron horas para el chico. Afuera, se escuchaban gritos y vítores, algunas maldiciones, y eso solo lo ponía mucho más nervioso de lo que ya estaba. No podía asomarse fuera para ver qué era lo que ocurría, se lo habían prohibido terminantemente antes de que entrara en aquel lugar, pero estaba muy tentado a hacerlo.
—Creo que me va a dar algo —murmuró para sí mismo. Por eso, no se esperaba que el otro chico que lo acompañaba le contestara.
—Decías que no tenías miedo… —le dijo. JongIn suspiró. Las palabras del otro lo estaban poniendo más nervioso aún de lo que ya estaba.
—No tengo miedo —contestó, girándose hacia él.
ZiTao abrió la boca para responderle, pero en ese momento, desde el exterior llegaron unos gritos de victoria que anunciaban que el representante de Beauxbatons había acabado la primera prueba y que había salido victorioso de ella. JongIn se mordió el labio inferior con fuerza, porque eso solo podía significar que le tocaba a él salir al exterior y no quería hacerlo. Inspiró y espiró. Tenía que calmarse, tal y como le había dicho TaeMin unas horas antes. No podía escapar de aquello y lo único que podía hacer era eso.
El chico escuchó su nombre, gritado por la potente voz del director de Durmstrang, que anunciaba que era él quien debía salir en aquel momento a enfrentarse a aquello que hubiera allí fuera. JongIn hizo de tripas corazón y, aunque estaba demasiado nervioso y asustado, lo único que tenía claro era que cuanto antes saliera allí, antes terminaría todo y podría salir de allí.
—Suerte —escuchó que le decía una voz a sus espaldas cuando salía de la tienda, pero no se giró porque sabía de sobra que había sido ZiTao quien había hablado, solo estaban ellos dos en aquel lugar.
JongIn salió de la tienda y se encontró en una especie de estadio circular, con gradas a su alrededor en las que se encontraban los alumnos de Durmstrang mayormente, aunque también había unos cuantos de Hogwarts y de Beauxbatons. Inconscientemente, el chico buscó entre la multitud a su amigo TaeMin para que le diera ánimos, pero entre tanta gente no lo pudo encontrar y acabó mordiéndose el interior de las mejillas para calmarse. Debía ser fuerte, debía realizar con éxito la primera prueba.
Un poco más calmado, aunque tampoco tanto, el chico descendió por las rocas hasta quedar dentro del recinto y volvió a mirar a su alrededor, pero no a las gradas esta vez. Tenía que ver qué clase de criatura era a la que tenía que enfrentarse y aquella a la que no podía hechizar con su varita porque si no su participación en aquella prueba quedaría invalidada y, aunque a JongIn le tentara aquella opción, no podía avergonzar a su escuela ni a su casa. Quizás los Slytherin no fueran la Casa que representaba la fuerza y la valentía, pero no eran ningunos cobardes y, aunque tenía miedo, no iba a dejar que este lo dominara.
Tenía que salir vivo de aquella prueba o su madre tendría un doble disgusto cuando le llegara la lechuza con que había muerto en aquel Torneo.
JongIn escuchó un sonido de grandes pies siendo arrastrados a su derecha y se giró en esa dirección, varita en mano, esperando para ver a la criatura. Le sudaban las manos, la frente y la espalda y le temblaban las piernas, pero tenía que mantenerse en aquella posición, firme. Estaba siendo observado por varios cientos de pares de ojos y no se podía permitir que lo vieran asustado o sería el hazmerreír de toda la comunidad mágica.
Algunos segundos después, apareció de entre las rocas una criatura que JongIn solo había visto en los libros: un troll.
El chico sabía que eran originarios de Escandinavia porque lo había tenido que estudiar para los TIMO el año anterior, así que no era de extrañar que le hubieran llevado un troll para que se enfrentara a él en la primera prueba, ya que generalmente solo se encontraban en aquel lugar del Norte de Europa. Por lo que JongIn recordaba, había tres tipos o especies y por lo que estaba viendo en directo, a él le había tocado el premio gordo: el troll de montaña, el más grande y maligno de los tres. El chico lo sabía porque era el único que no tenía pelo y porque tenía la piel gris pálida.
JongIn negó con la cabeza, no era el momento de acordarse de las cosas que había estudiado el curso anterior, lo único que debía hacer era concentrarse y ver cómo lo iba a hacer para pasar aquella prueba sin lanzarle ningún hechizo al troll. La criatura, bastante más alta, grande y fuerte que él, avanzó hacia el lugar en el que se encontraba y JongIn tuvo que hacer que parte de la roca se desprendiera a su paso para que no lo alcanzara, ya que lo había pillado desprevenido.
En ese momento, algo brilló en el pecho del troll y JongIn pudo ver que llevaba una especie de guardapelo de oro alrededor del cuello. Aquello era seguramente lo que debía de coger de su cuerpo sin lanzarle ningún hechizo.
El chico seguía escapando, corriendo por aquel lugar pedregoso en el que habían instalado el estado de la primera prueba, tropezando a veces y entorpeciendo el paso del troll para que no pudiera alcanzarlo mientras pensaba. Nunca se le había dado bien aquello de hacer dos cosas a la vez y comenzaba a cansarse de correr, pero se echó a sí mismo un hechizo para que el cansancio no le pasara factura por el momento para poder seguir a aquel ritmo. Tenía que conseguir aquel colgante y debía hacerlo pronto para que la prueba finalizase y él pudiera salir de allí.
Ideas extravagantes cruzaban por su cabeza, pero sabía que ninguna de ellas podía ser llevada a cabo porque todas y cada una de ellas implicaban lanzarle un hechizo al troll y eso era lo único que no podía hacer. JongIn se dejó caer contra una roca a recuperar un poco el aliento y recordó en ese momento, al chico de cabello plateado que le había advertido de que en la primera prueba se pondría a prueba —valga la redundancia—, su fuerza.
El chico escuchó cómo el troll se acercaba peligrosamente al lugar en el que estaba escondido y, cuando estaba pensando en que lo mejor que podía hacer era escapar de nuevo para tener un poco más de tiempo, se le ocurrió la mejor idea del mundo.
JongIn plantó los pies en el suelo y se lanzó a sí mismo dos hechizos que esperaba que lo hiciesen salir victorioso de aquello, porque si no haría el ridículo terriblemente y, aquello era algo que no se podía permitir. Cuando sintió la magia recorriendo su cuerpo y escuchó que el troll estaba casi en el lugar en el que se encontraba, el chico dio un salto y se montó encima de la roca sin ninguna dificultad. Desde allí, pudo ver cómo el troll pasaba a unos metros de distancia y supo que aquella era su oportunidad. Sin pensarlo demasiado, se lanzó encima del troll y se montó sobre sus hombros, con la agilidad que había obtenido gracias al hechizo que se había echado, teniendo su cabeza a tiro y con la fuerza que se había procurado, le dio un golpe que lo hizo tambalearse. Sin perder nada de tiempo, JongIn llevó sus manos al cuello del troll para arrancarle la cadena de la que pendía el guardapelo y tomarlo entre sus manos, antes de volver a saltar encima de la roca, justo cuando el troll caía contra el suelo, inconsciente.
JongIn no se creía que aquello hubiera sido tan fácil, tenía que haber algo más, pero cuando todo el mundo estalló en vítores, supo que había terminado. Jadeando por el esfuerzo, y porque se le estaban pasando los efectos de todos los hechizos que se había hecho, el chico levantó el puño en el que tenía el guardapelo y sonrió triunfante al público justo antes de desmayarse por el agotamiento acumulado.
Cuando JongIn abrió los ojos de nuevo, descubrió que ya no se encontraba bajo el cielo encapotado del Norte de Europa y que a su alrededor ya no estaban aquellas gradas repletas de gente que había vislumbrado justo antes de cerrar sus ojos. El chico se encontraba en su camarote, aquel que compartía con su mejor amigo en el barco que los había llevado a Durmstrang, y que este, se encontraba sentado en la otra cama, mirando hacia donde se encontraba él. Probablemente, TaeMin vio cómo sus ojos se abrían y por eso se levantó de su cama para ir hasta él, con una gran sonrisa en su rostro.
—Enhorabuena, campeón —le dijo, tocándole el brazo—. Has pasado la primera prueba del Torneo —JongIn sonrió a su vez, aunque pensaba seriamente que la prueba había sido un sueño—. Te tocó el troll más fuerte de todos, pero tú, como buen escocés que eres, le diste un buen golpe en la cabeza y lo dejaste en el suelo —TaeMin recreó sus movimientos mientras reía—. Podrías haber sido un poco más fino, como los otros dos, pero de esta forma te has ganado el respeto de la gente de Durmstrang, que ahora no cree que seas un enclenque.
—Bueno… me alegra saber eso —murmuró.
—Tío —lo zarandeó TaeMin, sin poder contener su emoción—. ¡Qué has pasado la primera prueba! Deberías estar loco de contento.
—Discúlpame que no dé saltos de alegría por ahí… —comentó—, pero me duele todo el cuerpo y no puedo moverme —TaeMin rio—. ¿Qué hicieron los demás? —preguntó el chico que estaba en la cama—. Tengo curiosidad por saberlo, ya que has dicho que fueron mucho más finos que yo.
—Bueno, bueno —comenzó su amigo—. El chico afeminado de Beauxbatons ni siquiera se acercó al troll, y eso que solo le tocó el de río. O quizás fue por eso que ni siquiera tuvo que acercarse —murmuró más para sí mismo—. Da igual —le quitó importancia a aquello—, la cosa es que simplemente un accio y el colgante salió disparado hacia su mano. El tío es un crack.
—¿Por qué no se me ocurrió eso a mí? —se preguntó JongIn, maldiciendo que la cosa más fácil no se le hubiera pasado ni siquiera por la cabeza.
—Porque te gusta darle muchas vueltas a las cosas —le contestó TaeMin y JongIn formó un puchero en sus labios.
—Da igual —murmuró—. ¿Qué hizo ZiTao? —JongIn tenía curiosidad por saber qué era lo que había hecho el otro chico para conseguir aquel colgante que significaba el pase a la segunda prueba del Torneo de los Tres Magos.
—Si te digo la verdad… —comenzó TaeMin—. No tengo ni la menor idea.
—¿Cómo no vas a saberlo? Si estabas allí viéndolo —su amigo negó.
—No lo sé —murmuró—. Fue algo raro… un instante estaba tranquilamente a unos metros del troll y al siguiente le había quitado el guardapelo y el bicho estaba tirado en el suelo… ni siquiera utilizó su varita —TaeMin se acercó a su oreja para susurrarle, como si no quisiera que nadie se enterase de lo que estaba a punto de decirle—. Creo que utilizó magia negra… no hay otra explicación.
—Magia negra —murmuró JongIn, sintiendo un escalofrío recorrer su cuerpo.
—Pero bueno, lo importante es que has pasado la prueba —el chico le dio una palmadita en el hombro—. Hemos hecho una fiesta en tu honor en el barco, pero como veo que no te puedes levantar, me iré yo solo a disfrutar de las cervezas de mantequilla y del nuevo disco de Las Brujas de Macbeth.
JongIn quiso decirle algo a su amigo, pero este simplemente se fue del camarote, dejándolo con la palabra en la boca.
—Nunca cambiará —murmuró el chico, negando con su cabeza y acomodándose de nuevo sobre el colchón para intentar dormir, ya que no se sentía los músculos del cuerpo. Sin embargo, no pudo hacerlo hasta bastante tiempo después, ya que no dejaba de pensar en ZiTao utilizando la magia negra para derrotar a aquel troll y pasar la prueba.
—Tienes que comer algo —le dijo TaeMin—, te dará un chungo o algo en mitad de la prueba y eso no creo que sea algo bueno…
—No puedo comer nada —murmuró el chico—, si lo hago acabaré vomitando hasta mi primera papilla, sino ahora, en mitad de la prueba… y no será algo muy agradable de ver.
—Pero… —intentó dar más argumentos TaeMin, mas JongIn lo calló, alzando una de sus manos.
—No puedo ni beberme el zumo de calabaza, Taem, y no es cuestión de que quiera o no, por mí comería, pero mi barriga no hace más que protestar —contestó y su amigo no quiso volver a hablar porque contra eso no podía decir nada, así que el tema quedó zanjado.
Los dos se quedaron algunos minutos en silencio, minutos en los que el chico sopesó las posibilidades de escapar de aquello y no ser encontrado para ser llevado de nuevo al lugar el que tendría que ir. Pero por más que se devanaba los sesos no encontraba ninguna solución a su problema que fuera válida y que lo sacara de allí para no tener que realizar la primera de las pruebas.
Decir que tenía mucho miedo era poco, porque JongIn estaba completamente acojonado y sabía que esa sensación no iba a hacer más que crecer porque apenas quedaba un par de horas para que comenzase aquella edición del Torneo de los Tres Magos.
—Hay algunos que sí que pueden comer —comentó TaeMin, sacándolo de sus pensamientos y señalando a un lugar detrás de él. El chico se dio la vuelta, siguiendo la dirección que marcaba su amigo con su indiscreto dedo, viendo que señalaba al participante de Durmstrang, que disfrutaba del suculento desayuno que había ante él como si fuera su última comida o algo así.
—Los hay con suerte —murmuró JongIn. Le dio un poco de envidia que el chico pudiera comer tan bien a pesar de estar a punto de pasar por una situación que les habían avisado que pondría todas sus habilidades a prueba como magos y sus vidas al límite—. Quiero que llegue ya esta noche, así habrá pasado todo, tanto lo bueno como lo malo.
—A ver, JongIn —comenzó TaeMin, poniendo una de sus manos sobre su rodilla y mirándolo fijamente a los ojos de forma seria—. ¿Por qué narices no crees en ti mismo? —le cuestionó—. Hemos estado practicando y has aprendido a dominar algunos conjuros que antes se te resistían bastante bien.
—Pero… —comenzó a protestar, pero su amigo lo cortó.
—Nada de peros, saldrás de esta situación como has salido de todas las situaciones malas en las que has estado —le dijo, intentando infundirle un poco de fuerza, aunque no fuera demasiada, pero JongIn lo agradecía—. ¿Recuerdas cuando el curso pasado justo no te sabías el tema que cayó de Historia de la Magia y creías que ibas a sacar una T y al final fuiste uno de los mejores de la clase y por poco no es una de las asignaturas que cursar este año?
JongIn asintió porque lo recordaba muy bien, había sido apenas unos meses antes y había pasado dos semanas en un estado de tensión que no podía ser muy bueno para su cuerpo hasta que el profesor le dio la nota. El chico había llegado a pensar que el mismísimo Merlín había intercedido por él para que ese examen estuviera aprobado. Sin embargo, aquello no era lo mismo, y así se lo hizo saber a TaeMin.
—No seas pájaro de mal agüero, Kim JongIn —le replicó—, y levántate de ahí si no quieres llegar tarde a la primera prueba.
—Pero es que no quiero ir… —dijo el chico, haciendo pucheros y agarrándose a la banca con todas sus fuerzas.
JongIn sabía que los pucheros, las caras monas y los ojitos vidriosos no iban a surtir efecto con TaeMin porque ya estaba acostumbrado a ellos y le era fácil obviarlos, pero tenía que intentarlo al menos. Su amigo simplemente puso sus ojos en blanco ante su actitud de niño pequeño y luego hizo que se levantara, tirando de él hasta la salida del Comedor. Mientras caminaba hacia el exterior de aquella gran estancia, JongIn sintió como si alguien lo estuviera mirando de forma fija. Sin embargo, cuando miró hacia atrás, el chico no pudo ver que ninguno de los presentes le estuviera prestando la más mínima atención y simplemente salió del lugar siguiendo a TaeMin, encaminándose probablemente a una muerte segura, en el mejor de los casos.
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JongIn daba vueltas de un lado para otro sin poder contener su nerviosismo dentro de aquella carpa hacia la que lo había guiado la directora McGonagall algunos minutos antes. Allí no veía ni escuchaba nada de lo que sucedía en el exterior y eso lo tenía todavía más nervioso aun. La primera prueba del torneo de los tres magos estaba a punto de comenzar y el chico se preguntaba una y otra vez cómo él podía estar en ese lugar. Negó con la cabeza e intentó calmarse, pero nada de eso le funcionó.
JongIn notó una mano sobre su hombro y se giró rápido como un rayo, para descubrir que había sido ZiTao quien lo había tocado. El chico esbozó una pequeña sonrisa incómoda y el otro le respondió con una un poco más cálida.
—¿Tienes miedo? —le pregunto. JongIn quiso asentir y también salir de ahí, pero la directora le había dicho en incontables ocasiones que no debía mostrarse débil ante nadie y menos ante nadie de Durmstrang.
—No —murmuró—. Solo me siento un poco inquieto —ZiTao rio levemente y JongIn quiso bufar y poner los ojos en blanco por aquella reacción, pero no lo hizo porque en aquel momento, entraron los tres directores a la carpa.
—Muy bien, vamos a comenzar con la primera prueba —anunció el director de Durmstrang—. Vamos a sortear el orden de salida de los participantes —JongIn tragó saliva al escuchar aquellas palabras. De repente tenía la boca muy seca—. Venid todos aquí —los tres chicos se miraron y luego caminaron hacia el centro de la carpa, donde se encontraban sus directores, colocándose en círculo, alrededor de la mano que mantenía extendida el director, en la que tenía tres piedras pequeñas—. Cada una tiene un número por la otra cara, coged una y el número que obtengáis, será el del orden en el que deberéis salir.
Los chicos alargaron sus manos a la vez y cada uno de ellos tomó una piedra. JongIn cerró su palma alrededor de la que había sacado, rogando una y otra vez que no le hubiera tocado el primero porque eso sería demasiado cruel. Cuando el director les indicó con la cabeza que era el momento de ver qué número le había tocado a cada uno, el chico alzó su mano con miedo y mostró la piedra, en el momento en el que lo hicieron los demás.
—Señor Oh, usted irá primero —dijo el director de Durmstrang—, después el señor Kim y por último el señor Hwang —los tres se miraron y luego asintieron lentamente—. Podéis utilizar vuestra varita, pero no hechizar a vuestro contrincante para obtener el objeto que será vuestro pase a la segunda prueba —explicó—. Mucha suerte.
Tras decir esto, miró a SeHun, indicándole que podía salir de la tienda para comenzar la prueba. Después, los tres directores salieron de allí, seguramente para dirigirse al lugar desde el que verían la prueba. Una vez el representante de Beauxbatons se fue, JongIn llevó una de sus manos a sus labios para comenzar a morderse las uñas con nerviosismo. Su turno estaba cada vez más cerca y ni siquiera sabía qué era a lo que iba a enfrentarse y si iba a salir vivo de allí. El chico sentía la mirada fija de ZiTao sobre su cuerpo, mientras iba de un lado a otro, como un león en una jaula, pero la obviaba deliberadamente, porque cruzar sus ojos con aquellos ojos oscuros y rasgados tan penetrantes lo ponía mucho más nervioso de lo que ya estaba.
Los minutos pasaron lentamente, tan lentamente que parecieron horas para el chico. Afuera, se escuchaban gritos y vítores, algunas maldiciones, y eso solo lo ponía mucho más nervioso de lo que ya estaba. No podía asomarse fuera para ver qué era lo que ocurría, se lo habían prohibido terminantemente antes de que entrara en aquel lugar, pero estaba muy tentado a hacerlo.
—Creo que me va a dar algo —murmuró para sí mismo. Por eso, no se esperaba que el otro chico que lo acompañaba le contestara.
—Decías que no tenías miedo… —le dijo. JongIn suspiró. Las palabras del otro lo estaban poniendo más nervioso aún de lo que ya estaba.
—No tengo miedo —contestó, girándose hacia él.
ZiTao abrió la boca para responderle, pero en ese momento, desde el exterior llegaron unos gritos de victoria que anunciaban que el representante de Beauxbatons había acabado la primera prueba y que había salido victorioso de ella. JongIn se mordió el labio inferior con fuerza, porque eso solo podía significar que le tocaba a él salir al exterior y no quería hacerlo. Inspiró y espiró. Tenía que calmarse, tal y como le había dicho TaeMin unas horas antes. No podía escapar de aquello y lo único que podía hacer era eso.
El chico escuchó su nombre, gritado por la potente voz del director de Durmstrang, que anunciaba que era él quien debía salir en aquel momento a enfrentarse a aquello que hubiera allí fuera. JongIn hizo de tripas corazón y, aunque estaba demasiado nervioso y asustado, lo único que tenía claro era que cuanto antes saliera allí, antes terminaría todo y podría salir de allí.
—Suerte —escuchó que le decía una voz a sus espaldas cuando salía de la tienda, pero no se giró porque sabía de sobra que había sido ZiTao quien había hablado, solo estaban ellos dos en aquel lugar.
JongIn salió de la tienda y se encontró en una especie de estadio circular, con gradas a su alrededor en las que se encontraban los alumnos de Durmstrang mayormente, aunque también había unos cuantos de Hogwarts y de Beauxbatons. Inconscientemente, el chico buscó entre la multitud a su amigo TaeMin para que le diera ánimos, pero entre tanta gente no lo pudo encontrar y acabó mordiéndose el interior de las mejillas para calmarse. Debía ser fuerte, debía realizar con éxito la primera prueba.
Un poco más calmado, aunque tampoco tanto, el chico descendió por las rocas hasta quedar dentro del recinto y volvió a mirar a su alrededor, pero no a las gradas esta vez. Tenía que ver qué clase de criatura era a la que tenía que enfrentarse y aquella a la que no podía hechizar con su varita porque si no su participación en aquella prueba quedaría invalidada y, aunque a JongIn le tentara aquella opción, no podía avergonzar a su escuela ni a su casa. Quizás los Slytherin no fueran la Casa que representaba la fuerza y la valentía, pero no eran ningunos cobardes y, aunque tenía miedo, no iba a dejar que este lo dominara.
Tenía que salir vivo de aquella prueba o su madre tendría un doble disgusto cuando le llegara la lechuza con que había muerto en aquel Torneo.
JongIn escuchó un sonido de grandes pies siendo arrastrados a su derecha y se giró en esa dirección, varita en mano, esperando para ver a la criatura. Le sudaban las manos, la frente y la espalda y le temblaban las piernas, pero tenía que mantenerse en aquella posición, firme. Estaba siendo observado por varios cientos de pares de ojos y no se podía permitir que lo vieran asustado o sería el hazmerreír de toda la comunidad mágica.
Algunos segundos después, apareció de entre las rocas una criatura que JongIn solo había visto en los libros: un troll.
El chico sabía que eran originarios de Escandinavia porque lo había tenido que estudiar para los TIMO el año anterior, así que no era de extrañar que le hubieran llevado un troll para que se enfrentara a él en la primera prueba, ya que generalmente solo se encontraban en aquel lugar del Norte de Europa. Por lo que JongIn recordaba, había tres tipos o especies y por lo que estaba viendo en directo, a él le había tocado el premio gordo: el troll de montaña, el más grande y maligno de los tres. El chico lo sabía porque era el único que no tenía pelo y porque tenía la piel gris pálida.
JongIn negó con la cabeza, no era el momento de acordarse de las cosas que había estudiado el curso anterior, lo único que debía hacer era concentrarse y ver cómo lo iba a hacer para pasar aquella prueba sin lanzarle ningún hechizo al troll. La criatura, bastante más alta, grande y fuerte que él, avanzó hacia el lugar en el que se encontraba y JongIn tuvo que hacer que parte de la roca se desprendiera a su paso para que no lo alcanzara, ya que lo había pillado desprevenido.
En ese momento, algo brilló en el pecho del troll y JongIn pudo ver que llevaba una especie de guardapelo de oro alrededor del cuello. Aquello era seguramente lo que debía de coger de su cuerpo sin lanzarle ningún hechizo.
El chico seguía escapando, corriendo por aquel lugar pedregoso en el que habían instalado el estado de la primera prueba, tropezando a veces y entorpeciendo el paso del troll para que no pudiera alcanzarlo mientras pensaba. Nunca se le había dado bien aquello de hacer dos cosas a la vez y comenzaba a cansarse de correr, pero se echó a sí mismo un hechizo para que el cansancio no le pasara factura por el momento para poder seguir a aquel ritmo. Tenía que conseguir aquel colgante y debía hacerlo pronto para que la prueba finalizase y él pudiera salir de allí.
Ideas extravagantes cruzaban por su cabeza, pero sabía que ninguna de ellas podía ser llevada a cabo porque todas y cada una de ellas implicaban lanzarle un hechizo al troll y eso era lo único que no podía hacer. JongIn se dejó caer contra una roca a recuperar un poco el aliento y recordó en ese momento, al chico de cabello plateado que le había advertido de que en la primera prueba se pondría a prueba —valga la redundancia—, su fuerza.
El chico escuchó cómo el troll se acercaba peligrosamente al lugar en el que estaba escondido y, cuando estaba pensando en que lo mejor que podía hacer era escapar de nuevo para tener un poco más de tiempo, se le ocurrió la mejor idea del mundo.
JongIn plantó los pies en el suelo y se lanzó a sí mismo dos hechizos que esperaba que lo hiciesen salir victorioso de aquello, porque si no haría el ridículo terriblemente y, aquello era algo que no se podía permitir. Cuando sintió la magia recorriendo su cuerpo y escuchó que el troll estaba casi en el lugar en el que se encontraba, el chico dio un salto y se montó encima de la roca sin ninguna dificultad. Desde allí, pudo ver cómo el troll pasaba a unos metros de distancia y supo que aquella era su oportunidad. Sin pensarlo demasiado, se lanzó encima del troll y se montó sobre sus hombros, con la agilidad que había obtenido gracias al hechizo que se había echado, teniendo su cabeza a tiro y con la fuerza que se había procurado, le dio un golpe que lo hizo tambalearse. Sin perder nada de tiempo, JongIn llevó sus manos al cuello del troll para arrancarle la cadena de la que pendía el guardapelo y tomarlo entre sus manos, antes de volver a saltar encima de la roca, justo cuando el troll caía contra el suelo, inconsciente.
JongIn no se creía que aquello hubiera sido tan fácil, tenía que haber algo más, pero cuando todo el mundo estalló en vítores, supo que había terminado. Jadeando por el esfuerzo, y porque se le estaban pasando los efectos de todos los hechizos que se había hecho, el chico levantó el puño en el que tenía el guardapelo y sonrió triunfante al público justo antes de desmayarse por el agotamiento acumulado.
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Cuando JongIn abrió los ojos de nuevo, descubrió que ya no se encontraba bajo el cielo encapotado del Norte de Europa y que a su alrededor ya no estaban aquellas gradas repletas de gente que había vislumbrado justo antes de cerrar sus ojos. El chico se encontraba en su camarote, aquel que compartía con su mejor amigo en el barco que los había llevado a Durmstrang, y que este, se encontraba sentado en la otra cama, mirando hacia donde se encontraba él. Probablemente, TaeMin vio cómo sus ojos se abrían y por eso se levantó de su cama para ir hasta él, con una gran sonrisa en su rostro.
—Enhorabuena, campeón —le dijo, tocándole el brazo—. Has pasado la primera prueba del Torneo —JongIn sonrió a su vez, aunque pensaba seriamente que la prueba había sido un sueño—. Te tocó el troll más fuerte de todos, pero tú, como buen escocés que eres, le diste un buen golpe en la cabeza y lo dejaste en el suelo —TaeMin recreó sus movimientos mientras reía—. Podrías haber sido un poco más fino, como los otros dos, pero de esta forma te has ganado el respeto de la gente de Durmstrang, que ahora no cree que seas un enclenque.
—Bueno… me alegra saber eso —murmuró.
—Tío —lo zarandeó TaeMin, sin poder contener su emoción—. ¡Qué has pasado la primera prueba! Deberías estar loco de contento.
—Discúlpame que no dé saltos de alegría por ahí… —comentó—, pero me duele todo el cuerpo y no puedo moverme —TaeMin rio—. ¿Qué hicieron los demás? —preguntó el chico que estaba en la cama—. Tengo curiosidad por saberlo, ya que has dicho que fueron mucho más finos que yo.
—Bueno, bueno —comenzó su amigo—. El chico afeminado de Beauxbatons ni siquiera se acercó al troll, y eso que solo le tocó el de río. O quizás fue por eso que ni siquiera tuvo que acercarse —murmuró más para sí mismo—. Da igual —le quitó importancia a aquello—, la cosa es que simplemente un accio y el colgante salió disparado hacia su mano. El tío es un crack.
—¿Por qué no se me ocurrió eso a mí? —se preguntó JongIn, maldiciendo que la cosa más fácil no se le hubiera pasado ni siquiera por la cabeza.
—Porque te gusta darle muchas vueltas a las cosas —le contestó TaeMin y JongIn formó un puchero en sus labios.
—Da igual —murmuró—. ¿Qué hizo ZiTao? —JongIn tenía curiosidad por saber qué era lo que había hecho el otro chico para conseguir aquel colgante que significaba el pase a la segunda prueba del Torneo de los Tres Magos.
—Si te digo la verdad… —comenzó TaeMin—. No tengo ni la menor idea.
—¿Cómo no vas a saberlo? Si estabas allí viéndolo —su amigo negó.
—No lo sé —murmuró—. Fue algo raro… un instante estaba tranquilamente a unos metros del troll y al siguiente le había quitado el guardapelo y el bicho estaba tirado en el suelo… ni siquiera utilizó su varita —TaeMin se acercó a su oreja para susurrarle, como si no quisiera que nadie se enterase de lo que estaba a punto de decirle—. Creo que utilizó magia negra… no hay otra explicación.
—Magia negra —murmuró JongIn, sintiendo un escalofrío recorrer su cuerpo.
—Pero bueno, lo importante es que has pasado la prueba —el chico le dio una palmadita en el hombro—. Hemos hecho una fiesta en tu honor en el barco, pero como veo que no te puedes levantar, me iré yo solo a disfrutar de las cervezas de mantequilla y del nuevo disco de Las Brujas de Macbeth.
JongIn quiso decirle algo a su amigo, pero este simplemente se fue del camarote, dejándolo con la palabra en la boca.
—Nunca cambiará —murmuró el chico, negando con su cabeza y acomodándose de nuevo sobre el colchón para intentar dormir, ya que no se sentía los músculos del cuerpo. Sin embargo, no pudo hacerlo hasta bastante tiempo después, ya que no dejaba de pensar en ZiTao utilizando la magia negra para derrotar a aquel troll y pasar la prueba.
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