Notas: Tras todo el tiempo pasado en el que nuestro protagonista y su mejor amigo han estado separados, por fin arreglan sus diferencias.
Capítulo 11
Reconciliación
Al caer la noche, los alumnos de Hogwarts se reunieron en una de las habitaciones más grandes del barco para celebrar que su campeón había pasado satisfactoriamente la prueba y que, incluso, había acabado el primero en la clasificación, lo que le daría ventajas a la hora de encarar la última de las pruebas, para la que todavía quedaban muchos meses. JongIn no se había desmayado esta vez, aunque se sentía bastante agotado por todo el esfuerzo que había tenido que realizar hasta el momento. Había asistido a la fiesta para no dejar colgados a los chicos como había hecho la vez anterior, pero probablemente se iría a dormir pronto.
La cerveza de mantequilla corría como si fuera agua por un río y las personas que estaban allí congregadas cantaban, bailaban y, en definitiva, se divertían. El chico intentaba poner buena cara todo el rato, pero allí faltaba alguien a quien echaba mucho de menos. No había visto a TaeMin en todo el día y, aunque en los últimos tiempos cuando se lo cruzaba le giraba la cara, el chico lo echaba de menos porque era su mejor amigo y le hubiera gustado que estuviera allí con él, en la fiesta, disfrutando de esta.
Como si sus pensamientos hubieran sido escuchados, TaeMin apareció por la puerta, con la cabeza gacha y arrastrando los pies, caminando en dirección a JongIn. El chico se levantó rápidamente del sofá en el que había estado descansando unos momentos las piernas y fue hacia él, provocando que su encuentro se diera a mitad de camino. Su amigo alzó su cabeza en ese momento y lo miró a los ojos, mostrando arrepentimiento en los propios, haciendo así a JongIn tener ganas de llorar.
—Lo siento —murmuró TaeMin—. Sé que me he portado fatal este último mes y que no te merecías que te tratara así por eso, pero estaba muy dolido porque no me lo habías contado y no me paré a pensar en nada más que en eso —dijo de corrido—. Lo siento, de verdad.
JongIn sabía que para que una reconciliación fuera mucho más dulce, tenía que hacerse un poco de rogar, pero ver a su amigo tan vulnerable, de una forma que nunca jamás lo había visto. Así que, el chico no pudo evitar lanzarse a los brazos de su amigo para apretarlo fuertemente contra su cuerpo, en un intento de transmitirle que todo estaba bien porque no era capaz de encontrar las palabras que necesitaba y cuando por fin las pudo hallar, no las pudo sacar del final de su garganta.
A su alrededor, los alumnos de Hogwarts estallaron en vítores y aplausos por la reconciliación de los dos amigos y ambos se tuvieron que separar, un poco avergonzados. Nunca habían sido mucho de darse muestras de afecto entre ellos, pero en aquel momento se necesitaban el uno al otro, aunque eso no significaba que aquello fuera motivo de burla para los demás allí congregados.
—Todos fuera —dijo JunMyeon—. Hay que darles intimidad para que hablen y se arreglen las cosas.
—¿Y por qué no se van a la habitación y nosotros mientras seguimos la fiesta? —preguntó JinKi, haciendo que las chicas rieran y asintieran, estando de acuerdo con sus palabras.
—Es otra opción —murmuró el de Ravenclaw.
Y de esta forma, JongIn fue echado de su propia fiesta para que así pudiera hablar tranquilamente con TaeMin de lo que había sucedido. Los chicos acabaron en la habitación que ahora compartía el menor con JunMyeon, sentados en la cama de JongIn, mirando al infinito porque ambos sabían que si se miraban a los ojos iban a acabar llorando a mares, aunque seguramente todo acabaría de esa forma y JongIn terminaría siendo consolado por su amigo porque no podía parar de llorar.
—Esta mañana me ha llegado una carta de Krystal —comenzó TaeMin—, y en ella me decía que era un inútil y que hiciera las paces contigo en el momento —el chico rio porque aquello era muy típico de su amiga—. También me contaba que le habías enviado una carta en la que le explicabas todo y me la ha mandado también para que pudiera leerla —TaeMin giró su rostro para así poder mirarlo a los ojos—. Lo siento, de verdad, no tenía que haberme comportado de esta manera y tenía que haberte escuchado cuando quisiste explicármelo.
—Sé que tenía que habéroslo contado todo —murmuró JongIn—, pero no podía hacerlo, tenía miedo de que me rechazarais por esto.
—No te íbamos a rechazar…
—Ya… pero yo no lo sabía —comentó el chico, frunciendo sus labios—. Creía que me abandonaríais.
Tras decir estas palabras, JongIn se vio empujado contra el cuerpo de su amigo, a la vez que sus brazos lo rodeaban y lo apretaban fuertemente, sin dejarle escapatoria y cortándole la respiración. El chico se dejó acunar por TaeMin y comenzó a derramar lágrimas, tal y como siempre había hecho cuando estaba demasiado feliz por algo.
—Nunca te abandonaremos… —lo escuchó murmurar por encima de sus sollozos—, no Krystal ni yo te abandonaremos nunca, ya seas homosexual o mestizo.
★★★
Varios días pasaron desde la finalización de la segunda prueba y desde que se había reconciliado con su mejor amigo y este había vuelto a dormir en su camarote. Le habían causado algunos problemas tanto a JunMyeon como a JinKi en aquel tiempo y los chicos se disculparon por esto con los mayores para no sentirse demasiado mal. Ellos les dijeron que no había sido ninguna molestia, pero hasta que no se disculparon no se quedaron tranquilos. Todos aquellos días los habían pasado juntos, recuperando el tiempo perdido y contándose lo que habían hecho durante aquel mes en el que no se habían hablado por cabezonería de TaeMin. JongIn ya casi no recordaba cómo era estar junto a su mejor amigo, así que, aunque a veces se metía con él, por todo, el chico agradecía poder pasar su tiempo junto a él porque lo había echado mucho de menos.
En aquel tiempo, JongIn se había enterado de que SeHun, el campeón de Beauxbatons, no había podido realizar la prueba con éxito porque cuando se encontró con una de aquellas criaturas esta fue muy violenta con él y lo hirió en varios lugares de su cuerpo, así que el chico solo pudo escapar, ya que se sentía demasiado débil como para buscar a otro graphorn para terminar la prueba, además, perdía bastante sangre. JongIn no lo supo el día de la prueba porque en cuanto esta terminó, fue llevado al barco para que descansara y por la noche ni siquiera subió al castillo a cenar porque tuvieron la fiesta de celebración.
El chico no se alegraba de que SeHun se hubiera hecho daño, la verdad era que estaba un poco preocupado, pero no lo había visto en los siguientes días y no había podido preguntarle por su estado. Sin embargo, aquel contratiempo había hecho que JongIn y ZiTao estuvieran empatados en puntos y que ambos ocuparan la primera posición en la clasificación, lo que les daba ventaja a la hora de enfrentar la última prueba, para que la que aún quedaban muchos meses porque se celebraría a finales de abril o principios de mayo, para que los alumnos pudieran volver antes de que acabara el curso a sus estudios y los que tuvieran que realizar los exámenes en junio pudieran hacerlo sin preocuparse por nada más.
JongIn se levantó una mañana y vio que TaeMin ya se había levantado porque su amigo ya no se encontraba en aquel lugar. Bufando porque lo había dejado solo de nuevo, como solía, el chico se vistió con el uniforme de Hogwarts y luego salió del barco para subir a desayunar al castillo. Apenas había terminado de ascender cuando divisó a SeHun en la entrada del edificio caminando ayudado por unas muletas. El chico corrió los metros que los separaban para llegar hasta él y así enterarse cuál era el estado de salud de SeHun.
—Hola —saludó.
—Buenos días —murmuró SeHun.
—¿Necesitas ayuda? —preguntó, al verlo tener problemas con las escaleras y las muletas. El chico suspiró y en su rostro serio apareció una expresión que decía que sí a su pregunta, por lo que JongIn sonrió y lo ayudó a subir aquellos grandes escalones de piedra. Una vez estuvieron dentro del castillo, sin escalones de por medio, SeHun le agradeció la ayuda—. No hay de qué —murmuró el chico—. ¿Cómo te encuentras?
—Un poco mejor que el otro día —le respondió sinceramente—, al menos ya me puedo mover sin que me duela todo el cuerpo.
—Si necesitas algo, no dudes en pedírmelo —dijo JongIn y SeHun asintió.
—Muchas gracias.
Tras esto, ambos se separaron en las puertas del comedor y caminaron hacia lugares distintos en los que sentarse. SeHun se fue con sus compañeras —porque eran casi todas chicas menos él y otro chico más—, mientras que JongIn buscó con la mirada entre la multitud a TaeMin, hallándolo sentado en la otra punta de la sala, junto a Sulli y SeulGi. Al ver a esta última, JongIn se sintió un poco mal.
No había cruzado palabra con ella desde que esta le había dado aquel beso en la mejilla que había sido captado por la indiscreta cámara de Byun BaekHyun. JongIn seguía sin querer hacerle daño por si ella se ilusionaba, pero lo mejor que podía hacer era dejarle claro que él no buscaba nada con ella. Con esa decisión tomada en su mente, el chico avanzó hasta la mesa en la que se encontraban los tres y se sentó a la vera de TaeMin.
—Buenos días —saludó, comenzando a comer.
Tanto TaeMin como las chicas le contestaron y durante el desayuno tuvieron una conversación más o menos agradable, guiada como siempre por su amigo, a quien se le daba muy bien tratar con personas del sexo opuesto. Después de comer y hablar durante un buen rato, ellos tenían que regresar al barco para ir a las clases que la directora McGonagall les impartía por las mañanas, por lo que se levantaron de la mesa. Sin embargo, JongIn no quería irse de allí sin haber hablado antes con SeulGi, ya que había tomado la decisión de hacerlo antes, por eso, en vez de seguir a TaeMin cuando comenzó a andar, se quedó clavado en el mismo sitio, mirando con intensidad a la chica.
—SeulGi —la llamó, llamando su atención—. ¿Puedes venir conmigo un momento? —le preguntó y ella asintió.
—Claro.
SeulGi le indicó a su amiga que regresaría en unos momentos y se levantó del banco para acercarse a él y una vez estuvo a su lado, el chico comenzó a andar, en dirección a la salida del comedor, al recoveco en el que se habían ocultado él y TaeMin la noche del baile de Navidad cuando este le había contado lo del alcohol. Una vez ambos estuvieron en aquel lugar fuera de la vista de las personas que pasaban por allí, JongIn se aclaró la garganta para poder hablar.
—Bueno… quería decirte que… —comenzó, pero se detuvo a la mitad y empezó de nuevo—. A ver… primero quería saber… ¿qué es lo que esperas de mí? —durante algunos segundos, ella lo miró, sin saber qué contestar a esa pregunta, pero después habló.
—Esperaba poder tener alguna relación como las de las películas de amor de verano, intensa, pero muy corta y que se acabara en cuanto cada uno volviera a su casa —le contestó y aquella respuesta le dejó claro a JongIn que aquella chica era una nacida de muggles.
—No puedo darte eso… —murmuró el chico. Su respuesta hizo que SeulGi expresara en su rostro una expresión triste que hizo que a JongIn se le encogiera un poco el corazón dentro de su pecho.
—¿Y qué puedes darme? —cuestionó SeulGi.
—Mi amistad —aquella fue la respuesta del chico y ella suspiró.
—¿Qué es lo que no te gusta de mí? ¿O es que ya tienes a alguien y por eso no puedes darme nada más?
—Ya tengo a alguien —respondió, sin especificar que ese alguien era un él en vez de un ella—. No sé cuál es exactamente el tipo de relación que tenemos, pero sí sé que no me gustaría dejar esta oportunidad pasar —SeulGi lo miró a los ojos durante algunos minutos y luego asintió.
—Muy bien —murmuró—. Seamos solo amigos, amigos que hablan de vez en cuando y que confabulan para que sus otros amigos sí que acaben juntos —matizó.
—Me parece bien —concordó el chico, haciendo que ella esbozara una pequeña sonrisa.
—Perfecto, ya tendrás noticias mías.
SeulGi se despidió de él y cuando giró su rostro, JongIn pudo ver cómo en este discurría una solitaria lágrima. El chico se mordió el labio inferior porque finalmente había acabado haciéndole daño aunque ella había intentado mostrarse fuerte y decidida, pero era mejor haberlo hecho de aquella forma a que SeulGi se enterara de mala manera que en realidad no podía estar junto a ella porque le gustaban los chicos y porque, en concreto, le gustaba ZiTao, su rival en el Torneo de los Tres Magos.
★★★
Los magos no celebraban el día de San Valentín, aquella era una costumbre muggle, así que el catorce de febrero era un día normal y corriente en el mundo mágico. Por este motivo, JongIn hizo las cosas como cualquier otro día las hacía, sin esperar nada más que una caja de chocolates que su madre siempre le enviaba por aquella fecha para que pudiera celebrar algo que ella consideraba importante. Sin embargo, cuando aquel día entró al comedor a la hora del almuerzo, apenas puso un pie en su interior cuando el chico estaba siendo arrastrado, cogido por los brazos, por los dos amigos muy altos de ZiTao.
—¡Hey! ¿Dónde me lleváis? —se quejó el chico, pataleando un poco para soltarse pero sin poder hacerlo—. ¡Hey! —volvió a gritar, pero ya no pudo decir nada más porque lo callaron con un hechizo.
No obstante, el chico siguió pataleando y moviendo los labios diciéndoles todo tipo de insultos a los dos que lo llevaban por todo el castillo arrastrándolo y atrayendo las miradas de todas las personas con las que se cruzaban por los pasillos. JongIn siguió pataleando durante un buen rato, pero finalmente se cansó y dejó que lo llevaran a donde lo tuvieran que llevar sin poner mayor resistencia. El chico contó que pasaron cerca de diez minutos recorriendo los corredores del castillo hasta que llegaron a un lugar que este recordaba de la vez que había caminado con ZiTao por la antigua construcción: las habitaciones.
Al contrario en que Hogwarts, en el que los alumnos de la escuela estaban divididos en cuatro Casas, una por cada fundador, que estaba regidas por sus propias normas; en Durmstrang no había ninguna división y los dormitorios se repartían en la planta más alta del castillo, estando los de las chicas en un ala y los de los chicos en la otra.
JongIn preguntó qué hacían allí, sin recordar que estaba el pequeño inconveniente de que le habían arrebatado la voz para que no pudiera seguir armando escándalo. Sin embargo, los dos chicos se imaginarían lo que les había preguntado solo moviendo sus labios, porque le contestaron.
—ZiTao nos dijo que te avisáramos para que vinieras aquí —dijo el del pelo plateado.
—Pero nosotros pensamos que era mejor traerte para que no pudieras escapar —siguió el moreno.
Y tras estas palabras, se adentraron por unos pasillos un poco más escondidos y sombríos que a JongIn le dieron repelús, y que acentuaron aquella sensación de malestar que siempre tenía al entrar en el castillo y con la que había aprendido a convivir a lo largo de los meses. Tras caminar durante algunos momentos por allí, dejando puertas y puertas a cada lado del pasillo, los dos chicos se detuvieron ante una, que abrieron con un golpe de varita y lo arrojaron dentro sin muchos miramientos. JongIn bufó por el trato que había recibido, sentado en suelo, donde había ido a parar con su trasero tras el empujón.
—¿Estás bien? —le preguntó una voz que reconocería en cualquier sitio y el chico se levantó con rapidez y se dio la vuelta también, para encarar a ZiTao, que se incorporaba de una de las tres camas que había en aquella habitación—. ¿Te has hecho daño? —JongIn le contestó que no, pero la voz no salió de su cuerpo y entonces bufó de nuevo—. Finite incantatem —murmuró el chico.
—Gracias —JongIn carraspeó—. Tienes unos amigos muy poco delicados.
—Déjame adivinar… ¿te han traído a rastras? —el chico asintió—. Lo siento, solo les dije que te avisaran que quería que vinieras a la habitación y que te indicaran cómo llegar.
—No pasa nada —murmuró JongIn, un poco cohibido al darse cuenta de que estaba en la habitación de ZiTao y que estaban solos y que era San Valentín, aunque eso no debía importarle porque para los magos no era ninguna fecha especial.
—Entonces bien —ZiTao avanzó hacia él, alzando una de sus manos para tomarlo levemente del mentón y hacer así que lo mirara a los ojos antes de cruzar la distancia que separaba sus rostros y besar sus labios.
Desde el día de la segunda prueba solo se habían visto de lejos en el comedor y no habían intercambiado más que algunas miradas desde la distancia, por eso JongIn respondió aquel beso con una necesidad que ni siquiera sabía que sentía. Los labios de ZiTao se amoldaban a los suyos a la perfección y le encantaba notar cómo el otro sonreía dentro de los besos o cómo buscaba más de él. El menor se pegó a su cuerpo en busca de más contacto y abrió su boca para poder jugar con la lengua ajena. Apenas se habían dado unos pocos besos desde el baile de Navidad, pero JongIn sentía que se había vuelto adicto a estos y que cada vez necesitaba más y más de ellos.
Sin darse apenas cuenta de que se estaba dejando guiar por el mayor, el chico acabó tropezando con una de las camas y cayendo sobre el colchón de espaldas, con ZiTao encima de su cuerpo. En aquel momento, JongIn fue más consciente que nunca de él, del calor que desprendía, de su respiración agitada de cómo cada parte de su cuerpo estaba en contacto y quemaba y le gustaba tanto aquella sensación que quería perderse en ella.
Sin embargo, cuando notó un bulto presionando contra su muslo, JongIn hizo que ZiTao se separara de su cuerpo, empujándolo un poco por el pecho y este lo hizo sin oponer resistencia. Ambos se miraron a los ojos, brillantes de deseo, con sus respiraciones agitadas, el cabello un poco revuelto y los labios hinchados por los candentes besos que se habían dado. JongIn sentía que aquello iba demasiado rápido.
—Lo siento —murmuró el otro—. Yo quería que vinieras aquí para hablar un poco y besarnos también un poco, pero no que pasara esto —rio—, pero por Merlín, no he podido contenerme al verte ante mí y cuando me has devuelto el beso de esa manera.
—No es nada, no te disculpes —dijo JongIn—. Solo… vamos demasiado rápido…
—Sí, será mejor que echemos el freno aquí —coincidió ZiTao—. Te ayudo a salir de estos pasillos laberínticos antes de que te pierdas y vagues por ellos toda la eternidad.
JongIn sonrió, agradecido y se arregló un poco el pelo y la túnica antes de salir de la habitación junto a ZiTao. El camino por los pasillos de piedra del Instituto Durmstrang fue silencioso entre ambos, pero de vez en cuando, cuando creían que el otro no miraba se dedicaban largas miradas. Salieron del castillo y siguieron caminando muy juntos, aunque dejando un poco de espacio entre ellos, hasta que llegaron al barco, donde tenían que separarse sí o sí. JongIn sabía que ZiTao lo había acompañado hasta tan lejos porque no quería separarse de él, al igual que el chico tampoco quería separarse, pero era algo que tenían que hacer.
—Bueno, nos vemos mañana —murmuró JongIn.
—Sí… —respondió el otro chico.
Se miraron unos momentos y luego el menor giró su cabeza buscando en todas direcciones si había alguien más allí con ellos, al no dar con nadie más en las inmediaciones, se acercó a ZiTao para depositar un corto beso en sus labios antes de despedirse definitivamente y subir al barco por la pasarela.
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