Estaba tan ilusionado y lleno de alegría por su nuevo hogar.
Desde que tenía memoria envidiaba a aquellos que tenían una gran terraza en su casa, como era el caso de uno de sus primos. Él siempre había querido algo así donde jugar y ahora tenía algo mucho mejor. En su nueva casa iba a tener un enorme y bonito jardín donde pasar las horas divirtiéndose.
-¡RyeoWook, ten cuidado! -Le advirtió su madre una vez más al verle corretear por la casa, cotilleando todas y cada una de las habitaciones que aún estaban sin amueblar.
La mayoría de sus pertenencias todavía estaban por en medio y a ese paso iba a chocar con algo y posiblemente, hacerse daño. Habían llegado esa misma mañana y el camión de la mudanza dos horas más tarde que ellos. El niño, ahora de siete años, insistía a sus padres para que le dieran sus cosas e instalarse. Pero ellos no sabían ni en qué caja estaban con todo el lío y ya no sabían como controlar la emoción del pequeño.
Pero había algo que alegraba a RyeoWook aún más que tener un jardín propio. Y es que, según le había dicho su padre cuando le informó de la mudanza... ¡JongWoon iba a ser su nuevo vecino!
Sus padres habían pasado mucho tiempo trabajando y ahorrando para poder comprar una casa mejor a aquel apartamento en el que habían estado viviendo y que compraron al casarse. Tras el nacimiento de RyeoWook pronto vieron que se les quedaba pequeño, sobre todo si en un futuro planeaban ampliar la familia.
Tras buscar y buscar, los padres de JongWoon decidieron ayudar informándoles de que en su mismo pueblo, cerca de su casa, se vendía una muy parecida a la de ellos y con un precio que sorprendía de lo bueno que era, al menos para ser una casa de tres pisos con jardín incluido. Y al final allí es donde habían decidido empezar su nueva vida, junto a sus amigos de siempre.
Aún no le había visto. Al menos, no ese día. Al darse cuenta de lo bien que se habían llevado los niños, las dos familias decidieron juntarse más a menudo. Y cada vez que se veían después era casi imposible separar a los pequeños.
Al final los dos niños habían quedado en hacer turnos para quedarse aquel muñeco que le prestó a JongWoon la primera vez. Cuando se volvieron a ver se lo devolvió y a la siguiente, se lo volvió a llevar. Y así hasta ese momento. Ahora era el turno de RyeoWook y este estaba deseando ir con el mayor y pasar el relevo. Pero ni siquiera sabía donde estaba ese muñeco ahora, entre tanto mueble y cajas acumulándose en los pasillos.
Los padres del mayor se habían ofrecido a ir a la tarde para ayudar a sus amigos en la mudanza. Obviamente, JongWoon iría con ellos.
No es que él supiera definir a aquella temprana edad el sentimiento que le transmitía JongWoon, pero le admiraba. No tenía un hermano mayor, así que podría decirse que el chico había acabado por adoptar dicho papel. Quería ser lo que él era y hacer lo que él hacía. Cuando estaban juntos no dejaba de fijarse en su comportamiento para después, imitarlo.
Por otro lado JongWoon era consciente de esto. O al menos, todo lo consciente y consecuente que podía ser un niño de diez años. Siempre intentaba no decir ni una sola mala palabra delante del menor y trataba de ser lo mejor que podía con él. Le tenía mucho cariño y procuraba que no se hiciera daño. Ahora RyeoWook ya era un poco más mayor y no tenía que estar tan pendiente, pero al principio no podía evitar ser muy protector. Con los años se había relajado un poco.
-Oye, pues es bonita por dentro. -Comentó la madre de JongWoon al estar ya en el recibidor de la casa-. Creí que estaría hecha un desastre, teniendo en cuenta su precio.
-Sí, nosotros pensamos lo mismo. -Le respondió el padre de RyeoWook entre risas.
Nada más entrar a la casa JongWoon se escabulló en busca del menor, quien ya estrenaba su preciado jardín y ni siquiera se había dado cuenta de que la visita habían llegado. Dejando a los adultos atrás hablando de sus cosas, fue hacia él.
-¡Wook! -Le gritó entusiasmado a modo de saludo una vez en la puerta que daba al jardín, cuando localizó al más pequeño.
El nombrado levantó la cabeza, esbozando una amplia y feliz sonrisa al ver a JongWoon allí de pie. Dejó enseguida lo que estaba haciendo para correr hacia él y así ambos niños se fundieron en un cariñoso e inocente abrazo que no duró más de unos segundos.
Tuvieron una pequeña conversación sobre la alegría de ser vecinos e ir a verse todos los días. Al menos eso era lo que ellos planeaban hacer. Enseguida empezaron a jugar e investigar por el jardín. JongWoon quedó asombrado al ver que era incluso más grande que el propio, que ya de por sí le daba bastante espacio donde jugar cuando hacía buen tiempo.
El padre de RyeoWook apareció en la puerta que daba al jardín, cargando una caja de tamaño medio entre sus brazos. Les dijo a los chicos que allí estaban algunas de las cosas de RyeoWook y que si querían podían ayudar en la mudanza, empezando a organizar la habitación del niño. Así los tendrían entretenidos un rato.
Ellos aceptaron sin rechistar. A JongWoon no le importaba ayudar y demostrar que ya podía hacer cosas de mayores y RyeoWook moría por tener de nuevo sus juguetes con él. Al menos, que pudiera sacar algo con lo que jugar. Aunque fuera una pelota con la que pasar el rato con el mayor en el jardín, mientras sus padres ponían cada cosa en su sitio.
Ya una vez en la habitación, el padre dejó la caja en el suelo y les dijo que eran libres para poner las cosas donde quisieran. Entonces, les dejó solos allí dentro.
El dormitorio era bastante más grande que el de la casa anterior. Ahora incluso tenía lugar para un escritorio decente sin quitar sitio para sus juegos. El armario también era más grande aunque de momento le faltaban las puertas y no había nada en su interior. La cama ya estaba montada, pero sin sábanas sobre el colchón.
Se apresuraron en empezar a sacar cosas de la caja para ver qué había dentro, desorganizando un poco todo a su alrededor. Pronto empezaron a olvidar cual era su verdadera misión.
-¡Mira, está aquí! -Dijo RyeoWook con alegría cuando por fin vio el apreciado muñeco que pertenecía a ambos-. Toma, te toca.
-Gracias. -Respondió JongWoon, aceptándolo encantado-. ¿Por qué no vamos al parque y te lo enseño? Yo ya puedo ir solo. -Le explicó, hablando con orgullo al contar su logro.
RyeoWook asintió y se levantó del suelo decidido. Sí, le parecía un buen plan.
-Vamos, venga. -Cogió la manita de JongWoon y tiró de él hacia la puerta, dispuesto. Antes de bajar las escaleras se cruzaron de nuevo con el padre del menor.
-¿Pero vosotros dos no ibais a ayudar? -Preguntó el hombre, alzando una de sus cejas. En realidad no le importaba, pues lo único que pedía era no tenerlos en medio dando vueltas y estorbando.
-Vamos al parque. -Explicó RyeoWook a su padre.
El hombre, tras escuchar a su propio hijo, dirigió la mirada a JongWoon en busca de una confirmación.
-Es verdad. Voy a llevarle yo, que ya me dejan ir solo. -Añadió, recalcando aquel pequeño paso a la independencia.
-Bueno, pero díselo a tu madre primero. -Dijo, dirigiéndose de vuelta a su hijo.
El niño asintió con una encantadora sonrisa y juntos prosiguieron su camino hasta donde estaba la mujer.
Le costó un poco aceptar, siendo bastante protectora con su pequeño. Pero enseguida la madre de JongWoon apareció al rescate de los niños confirmando que no pasaba nada. Su hijo iba solo casi todos los días y nunca ocurría nada importante ni a él ni a ninguno de los pequeños del pueblo. Además, en un lugar como aquel, pequeño y donde todos se conocían, los niños tenían más libertad para ir seguros por la calle y no como en la cuidad de la que ellos venían.
JongWoon y RyeoWook corrieron fuera de la casa en cuanto les dieron el permiso de hacerlo. Al final el mayor se había llevado el muñeco con él, casi sin darse cuenta a causa del entusiasmo del pequeño.
Enseguida llegaron al parque. Estaba al lado, tal y como JongWoon y posteriormente su madre le habían asegurado a la mujer.
Todavía quedaban alrededor de unas tres horas para que comenzara a anochecer, así que tenían tiempo de sobra para entretenerse. Había un grupito de cuatro niños acompañándoles, pero ellos iban por su lado.
El parque estaba situado junto al río que cruzaba el pueblo, pero por petición de algunas madres el ayuntamiento se había visto obligado a poner una valla que lo separaba de la zona de juego. Aun así eso solo funcionaba para los más pequeños, pues los que ya iban entrando en la adolescencia no tenían muy complicado dar un salto y pasar al otro lado.
Los dos niños pasaban el rato felizmente en uno de los toboganes, intentando subir directamente por el lado que deslizaba en vez de por las escaleras y contando el tiempo que tardaba cada uno para ver quien ganaba. En ese momento nadie habría sospechado que las cosas estaban a punto de torcerse.
-¡Cabezón! -Se escuchó en la distancia.
JongWoon, que en ese momento estaba sobre el tobogán esperando a que su amigo llegara a a la cima, se puso completamente tenso con solo escuchar aquello. La expresión de su rostro cambió radicalmente, pasando de una sonrisa a algo más serio.
-Wook, vamos a irnos. -La forma en la que lo dijo no se parecía nada a la que el menor estaba acostumbrado a escuchar. Había sido un tono frío. Demasiado.
-¿Por qué? Yo quiero seguir jugando, que acabamos de llegar. -Protestó sin comprender, a mitad de su camino hasta la cima del tobogán.
JongWoon no esperó a que se apartara. Directamente bajó por el lado de las escaleras y esperó junto al tobogán a que el otro bajara. Pero no parecía dispuesto a esperar mucho.
-Vamos, tenemos que irnos. -Insistió con impaciencia.
-Pero...
-¡Vamos! -Exclamó de mala gana, visiblemente nervioso. No es que quisiera comportarse mal con el más joven, pero la tensión que recorría su cuerpo era más poderosa.
Pero ya era muy tarde para no pasar por aquello que con tantas ganas quería evitar.
Un grupo de tres niños, aparentemente más mayores que él, se acercó al tobogán donde estaban los chicos. Eran dos gemelos y uno que no lo era, pero que perfectamente podría haber pasado por hermano de ellos. En realidad tenían los mismos diez años que JongWoon, pero eran más altos y robustos mientras que él tenía un cuerpo más menudo y delgado, haciéndole aparentar menos edad en comparación a ellos.
-Eh, cabezón. -Le dijo uno de ellos de forma despectiva, buscando llamar su atención-. ¿Ya te vas?
JongWoon ni siquiera se atrevió a dirigir la mirada a ellos. Era obvio que no se trataba de un primer encuentro.
RyeoWook ya había bajado del tobogán, posicionándose junto a su amigo. Al niño le estaba costando un poco comprender la situación, pero por la cara de JongWoon intuía que había algo mal.
-¿Qué tienes ahí? -Dijo otro de ellos, refiriéndose al muñeco que en ese momento sostenía en una de sus manos-. Déjame verlo.
-No. -JongWoon se echó hacia atrás de inmediato, apartando el objeto del alcance del otro. Eso no hizo demasiada gracia al trío.
-Que me lo des. -El chico dio un paso hacia delante para alcanzar el muñeco, pero JongWoon volvió a retroceder intimidado.
Otro de los niños fue por detrás y se lo arrancó de la mano cuando estaba distraído con el que tenía frente a él. Tanto JongWoon como RyeoWook protestaron.
-Devolvednos eso. -Exigió JongWoon, atreviéndose a encarar a aquellos matones como pocas veces lo había hecho.
-¿A ti y a quién? ¿A este enano que va contigo? -Quien tenía el muñeco dejó salir una pequeña risa de satisfacción mientras toqueteaba el juguete y lo movía de un lado a otro con la intención de que JongWoon se lanzara a tratar de recuperarlo.
Eran los típicos niños que durante su corta vida ya lo habían tenido todo. Iban a su misma clase en la escuela y vivían los tres en unos nuevos bloques de edificios que habían construido pocos años atrás cerca del pueblo, formando prácticamente parte de este. En poco tiempo se habían hecho los reyes del colegio gracias a intimidar a niños menos fuertes como JongWoon. Su madre insistía en que no se acercara a ellos ya que les veía mucha maldad ¿pero qué podía hacer si eran ellos quienes le buscaban para echarse unas risas a su costa?
JongWoon estaba pendiente de como uno de los gemelos zarandeaba su muñeco sin ningún cuidado y al mismo tiempo, trataba de estar pendiente de RyeoWook. El pequeño ya había comprendido totalmente que esas personas no eran buenas y temía que en cualquier momento pudiera salir dañado. Además, con RyeoWook no se metía nadie. Que ninguna persona se atreviera a tocarle.
-¡Yo no soy un enano! -Dijo el menor, encarándose al matón con valentía-. Eres un tonto.
El mayor recordó al instante lo mucho que molestaba a RyeoWook que se le juzgara por su edad o tamaño. Se alarmó, intuyendo el peligro.
-Danos eso y nos iremos. -Dijo JongWoon en un intento de negociar. Pero fue imposible, la atención de los gemelos y su amigo ya estaba puesta en el más pequeño.
-¿Pero qué dice este crío? -Dijo el otro hermano, haciendo estallar en risas a los otros dos por su forma de decirlo.
Se estaba cansando. Ese trato a RyeoWook y el robo del muñeco eran cosas que no iba a permitir. Al final no pudo más y se lanzó sobre quien lo tenía para tratar de recuperarlo, lleno de rabia. Hubieron un par de gritos por parte de los cinco niños y unos cuantos forcejeos. En medio del completo caos, JongWoon acabó tirado en el suelo, con una mano raspada y sangrando levemente al tratar de apoyarse en ella en la caída.
RyeoWook estaba al borde de las lágrimas mientras su pequeño cuerpo era recorrido por un enfado que pocas veces en su corta vida había sentido. Pero lejos de echarse a llorar, fue directo a quien sostenía el muñeco con la intención de dar un empujón, con tan mala suerte que el empujado fue él ya que los otros eran bastante más grandes y disponían de más fuerza física.
Ahora que ambos habían sido humillados y estaban tirados en el suelo, el gemelo que tenía el juguete que tanto apreciaban se acercó a la valla que separaba el parque del río.
JongWoon rápidamente intuyó su intención y se levantó corriendo del suelo, loco por impedir lo que iba a pasar.
-A ver si lo recuperáis ahora. -Lleno de orgullo propio y con el ego subido tras la fácil victoria, al pequeño idiota no se le ocurrió otra cosa que lanzar el muñeco sobre la valla para hacerlo caer al río y que este se perdiera para siempre al ser llevado por la corriente.
-¡No! -Fue lo único que pudo decir antes de perder el objeto de vista en cuanto cayó al agua.
Los tres niños se fueron entre risas y bromas crueles, dejando a RyeoWook en el suelo con las rodillas peladas y las mejillas húmedas por las lágrimas y a JongWoon con la frente apoyada en la valla, observando el río sin asimilar lo que acababa de ocurrir.
Pasaron los segundos y seguía sin reaccionar, con la mirada perdida en el agua... cómo les odiaba. Ojalá un día tuviera la fuerza suficiente como para devolverles las maldades que tanto les gustaba hacer.
Entonces se acordó de RyeoWook. No es que hubiera olvidado que el niño iba con él, simplemente estaba tan desconcertado y enfadado que por un instante tan solo se había centrado en maldecir mentalmente a esas personas.
-Vamos a casa... -Murmuró con desanimo al girarse hacia el pequeño, acercándose a él para ayudarle a levantarse.
El pequeño lo hizo con algo de dificultad y JongWoon se percató de las pequeñas heridas en sus rodillas. No eran gran cosa, pero sí lo suficiente como para hacerle sentir mal y culpable. Él había estado a su cargo... Y para colmo, habían perdido aquel objeto que tanto sentimiento y significado tenía para ellos.
Poco a poco volvieron hasta la casa de RyeoWook, sin ninguna prisa ni ganas. En realidad JongWoon no sabía si quería llegar o salir corriendo para huir y no volver. Sabía que le iban a regañar por meterse en una pelea... Y encima RyeoWook estaba herido. La madre del pequeño iba a poner el grito en el cielo y la suya propia, a castigarlo.
RyeoWook estaba aguantando demasiado bien para tener siete años, pensó. Lo miró de reojo, viendo que a pesar de haber vivido aquello, de la pérdida que habían sufrido y tener las rodillas dañadas, estaba aguantando como todo un campeón. En cierto punto había llorado un poco porque el pequeño tampoco era de piedra, pero no estaba pataleando como habría hecho otro en su lugar.
-Has sido muy valiente. -Le dijo, admirando su comportamiento durante lo que podría calificarse de pelea.
RyeoWook giró la cabeza hacia él y le mostró una pequeña sonrisa que hacía bastante contraste con sus ojos rojos y rostro mojado.
-Son unos tontos. El muñeco es nuestro. -Se quejó, dejando ver sus sentimientos a su manera.
“Era”, pensó JongWoon. Por desgracia no iban a volver a verlo, pero tampoco le corrigió por no empeorar la situación.
Cuando llegaron a casa ocurrió lo que él había imaginado que pasaría, más o menos. La parte de la madre del menor se cumplió, preocupándose exageradamente por su hijo cuando vio las heridas superficiales de sus rodillas. La suya no le castigó ya que ambas mujeres llegaron a la conclusión de que no había sido culpa de JongWoon. Aquello le alivió muchísimo, aunque en el fondo seguía sintiéndose mal por lo ocurrido en presencia del pequeño. Y encima, el primer día. Temía que sus padres decidieran volver por donde habían venido y de esa forma ya no fueran a ser vecinos.
Por suerte aquel fue un temor que no se llegó a cumplir. Claro ¿qué iba a saber él de cómo funcionaban exactamente las cosas? Poco a poco aprendería. Por ahora, le quedaban muchos años de vida cerca de RyeoWook. Adoraba a aquel pequeño, era como su hermano menor y no volvería a permitir que ocurriera algo como lo de aquella horrible tarde.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
¡Tus comentarios son importantes para que el blog siga creciendo!