Notas: ¡Muy buenas y feliz año para todos! Espero que sea un prospero año y os de muchas cosas buenas. Yo en un principio, os traigo un nuevo capítulo de este serial, que se que lo queríais. (?) ¡Disfrutad la lectura! <3
-¿Hay alguna sala de emergencias abierta? -escuché una voz femenina medio ahogada. No la reconocí ¿dónde me encontraba?
-La número cuatro se encuentra libre y preparada para cualquier intervención -otra voz a la que le faltaba la respiración también. Por el movimiento de mi cuerpo y el leve sonido de unas ruedas chirriando al rodar por el suelo, no llegaba a ubicarme adecuadamente. Lo único que sentía era un terrible dolor de cabeza y que mi cuerpo no reaccionaba ante ningún acto. Ni siquiera cuando tuve el impulso de abrir los ojos para ver donde me encontraba.
-Entonces, llevémosla allí -de nuevo la primera voz, y por fin pude escuchar algo más. Pisadas de gente corriendo. Quería conocer más datos de donde me encontraba, pero me notaba muy adormilada.
No podía caer dormida, estaba en una misión. Necesitaba saber dónde estaba y volver con lo que estaba. Allá donde estuviera, no era su lugar…
***
-Oh, por favor, que despierte -una vaga voz que sollozaba me llegó dentro de la ensoñación en la que estaba metida. No encontraba sentido a ninguna de las palabras que la chica pronunció pero allí estaba, escuchando diferentes sonidos.
-No te preocupes, seguro que está bien -en esa ocasión, la voz que escuché era muy irritable a mis oídos. Además, llegaba hasta mí unos leves pitidos y un olor a desinfectante.
Mi mente aún no alcanzaba a pensar con claridad, ni siquiera podía hacerme una idea de donde estaba o qué había pasado conmigo. La cabeza me daba vueltas, por no contar el palpitante dolor que tenía en la zona frontal de la mente. Ese dolor me mataba.
-Eso espero. Como no despierte no sé qué será de mí -la primera voz sollozante. Me resultaba agradable y cálida. Me gustaba esa voz. Pero no podía aclarar a quién pertenecía.
-Siempre me tienes a mí -quise tapar mis oídos. Esa voz me destrozaba los tímpanos ¿era necesario que tuviera que seguir escuchándola? Necesitaba saber quién eran esas dos personas. Empezando por poder abrir los ojos.
Sin embargo, mis parpados estaban vagos y no se movían. Intenté mover los dedos de una mano y tampoco. Decidí darle un tiempo a mi cuerpo para que fuera despertándose a su ritmo y seguir escuchando la conversación.
-Tengo que ser positiva. Yezi va a despertar -esa chica sabía mi nombre. Eso me hizo pensar que me conocía de algo. Ahora que lo pensaba me resultaba muy familiar esa voz-. Pero me siento terriblemente culpable.
-¿Por qué? No está así por tu culpa.
-Lo sé, pero es como si lo fuera -por un instante, sentí un leve contacto. Como unos dedos que acariciaban mi mejilla. Un simple acto por el que recibí demasiadas vibraciones-. Si se llega a morir y yo estando distanciada… me moriría de pena sin poder haberle dicho lo mucho que la quiero.
-Tsk.
Ya sabía quiénes eran dueñas de ambas voces, y gracias a eso y el resto de ruidos que me rodeaban, supe donde me encontraba. En el hospital de La Guardia. Y ellas dos eran Caolu y Jei.
Ahora tenía más fuerza para intentar hacer que mi cuerpo reaccionara. Quería saber qué me había pasado para estar en el hospital y qué hacía Jei allí.
Volví a intentar mover los dedos de una mano y tras unos minutos concentrándome, aguantando las punzadas de dolor en mi cabeza sentí que mi dedo índice se pudo mover. Mi cuerpo comenzaba a reaccionar, eso era bueno.
Lo siguiente fueron los párpados. Me costó esfuerzo, pero no tanto como con los dedos y enseguida pude tener los ojos abiertos. Veía borroso y tuve que parpadear varias veces. Aun así, podía distinguir la menuda figura de Caolu entre el llamativo color blanco que rodeaba toda la sala del hospital. A los pies de la cama, pude suponer que estaba Jei.
-¡Yezi! ¡Has despertado! ¿Me escuchas? -Caolu se había emocionado al verme con los ojos abiertos. Incluso pude vislumbrar que los suyos estaban llorosos.
Quise abrir la boca para responderle que sí, pero no me reaccionaba aún. Por lo que me acabé limitando a mirarla mientras ella me hablaba.
-He estado muy preocupada por ti. Desde que me dijeron que recibiste una bala en una misión, me quise morir en el momento. No quiero perderte ¿entiendes? Ni ahora ni nunca -Caolu sollozaba a la misma vez que le agarraba la mano. Se veía muy dolida por todo y posiblemente arrepentida por la decisión que tomó días antes, donde quiso alejarse un poco de mí. Que me dispararan había tenido un lado bueno. Había recuperado a Caolu.
-Parece que aún está en estado de shock por el disparo -Jei se dirigía a Caolu, pero su envenenada mirada estaba puesta en mí ¿qué estaba diciendo? Ella sí que iba a estar en shock cuando pudiera moverme hasta pegarle la paliza que se merece
-¿Tú crees? -que Caolu pareciera creerla fue lo que me faltaba para que la voz por fin saliera de mis labios.
-Yo no -mi furiosa mirada estaba puesta en el rostro asqueado de Jei al comprobar que podía hablar. Una voz muy ronca y me dolía la garganta al forzarla, pero algo es algo-. Si no lo hago, es porque no me da la gana.
Una mentira tampoco iba mal. Y más si con ella podía dejar en mal lugar a la otra.
-Veo que estás recuperada a pesar de haber recibido una bala en el hombro.
-Es lo que tiene ser una guardiana.
Ni su tono ni el mío tenían tan solo un ápice de amabilidad o buenas intenciones. En el ambiente era muy palpable la tensión y el odio entre ambas. Caolu se mantuvo a un lado hasta que pareció que Jei no tenía nada más que decirme. Mucho mejor.
-Lo bueno de todo, es que estés bien -una sonrisa asomó en los labios de la chica. Me miraba de forma profunda, con todo su corazón. Aquello solo hizo que me sentara mal.
Caolu era todo sentimiento y yo un témpano muy frío por dentro. Temía que pudiera volver a hacerle daño por su forma de ser.
-Bueno, eso creo ¿qué han dicho los médicos?
-Que… -Caolu apartó la mirada. Era como si me conociera lo suficiente como para saber que lo que me iba a decir a continuación no me iba a gustar nada-. Uhm… Tienes el hombro recién operado y tienes que guardar reposo al menos una semana…
-¡¿Una semana?! Ni hablar, yo en cuanto pueda moverme en condiciones, me largo de aquí. Tengo mucho que hacer.
-No seas cabezona, Yezi. Si no lo haces, no se curara del todo y tendrás siempre el hombro malo. Y si eso ocurre, te bajarán de rango por no cumplir las expectativas debido a un hombro lesionado.
La mirada de Caolu era seria. Y lo peor es que tenía toda la razón. Tenía que curarse mi hombro bien, si no me vería rebajada de rango y todo mi esfuerzo por llegar hasta donde estoy se vería en nada, pero una semana sepultada en una cama y rodeada de enfermos…
-¿Y no puede ser menos?
-¡No! ¡Será lo que digan los médicos, cabezona! -recibí un leve toque en la cabeza por su parte. Como si así me reprendiera.
De normal no hubiera aceptado que me dijera lo que tenía que hacer, por muy amiga mía que fuera, pero estando en la situación en la que me encontraba ¿qué remedio me quedaba?
-Tsk… -dejando que ganara ella y sin protestar más, dirigí mi mirada de odio hacia Jei.
-¿Qué? -me preguntó con genio.
-¿Que a qué esperas? ¿A qué te dé un premio? Vete.
-Tranquila. Si estoy aquí es por ella, no por ti -miró a Caolu, dirigiéndose a ella-. Luego te veo.
Disfruté viéndola desfilar hasta salir de la sala. Lo mejor que Jei podía hacer era guardarse las espaldas y alejarse de Caolu todo lo que pudiera, pero si estaba segura de algo era de qué me encargaría que no volviera a andar con esa superioridad con la que se envolvía siempre.
-¿Por qué siempre estáis peleando? ¿No podéis llevaros bien ni aunque sea por mí? -lo peor de todo es que Caolu estaba en medio y sería quien más sufriría, pero la otra no era buena para ella.
-Me odia y yo a ella. No habrá forma humana de que nos llevemos bien.
-¿Ni un poquito?
-Ahora mismo estoy enferma y en una cama. Además, ya me has pedido que no me mueva de aquí. Todo a la vez no.
Caolu soltó una pequeña carcajada. Se veía muy bonita cuando sonreía de esa forma ¿por qué no la veía más a menudo así?
-Eres muy tonta, pero será por eso que te quiero -ella se recostó a mi lado. Pude hasta escuchar su respiración tan cerca de mí-. En un rato me tendré que ir.
-¿Por qué?
-Se acaba el horario de visitas. Prométeme que harás lo que te digan los médicos sin rechistar y que descansarás hasta que yo mañana venga a verte.
-¿Tengo otra opción?
-Me da que no.
-Si no tengo más remedio… -suspiré un poco, lo que mi cuerpo me dejaba-. Haré lo que pueda.
-Así me gusta.
Caolu siguió allí, a mi lado, en silencio. Ambas no volvimos a decir nada, solo estábamos semi abrazadas. Y no lo quise admitir ni para mí misma, pero deseaba con todas mis fuerzas que no llegara el momento en el que tuviera que irse, si no que se quedara a mi lado siempre. Donde yo pudiera protegerla de cualquier mal.
***
Me había acabado acostumbrando a los constantes ruidos de allí, sobre todo a la máquina a la que estaba conectada que mostraba mis constantes vitales. Algo que veía innecesario, pero que allí estaba.
No conseguía conciliar el sueño y no dejaba de dar vuelta, cansada de estar ya sobre esa incómoda camilla de la que no debería ni moverme, pero es que estaba muy aburrida.
Pero la noche cambió cuando cerca de las tres de la mañana alguien entró en la sala. Escuchaba sus pasos. No sabía ni quién era ni qué hacía allí. En teoría, no debería entrar nadie hasta la mañana, por lo que me hice la dormida.
Por el pesado paso no era ningún medico ni enfermeros. Tenía que ver quien era, pero…
Tuve que abrir los ojos de par en par cuando sentí unas manos que se agarraban a mi cuello, apretando con el fin de ahogarme. Con mi mano libre agarré las suyas para intentar hacer fuerza y quitárselas, sin embargo yo estaba en desventaja. Sin fuerzas y con un brazo que no podía forzar.
No conseguía ver su rostro, y por culpa del poco oxígeno que me llegaba ya al cerebro, comenzaba a ver puntitos negros.
Con mi mano buena, la alargue al otro lado de la cama, buscando algo que pudiera usar. No sé qué cogí exactamente, pero con ello golpee con todas las fuerza que podía tener la cabeza de ese hombre que quería matarme.
Por suerte para mí, surgió efecto. Le hizo daño y me soltó. Comencé a sentir arcadas cuando volví a respirar. Me costaba, pero ya podía hacerlo.
No me quedé allí sentada a la espera de que se recompusiera y viniera de nuevo a mí. Me bajé por el otro lado de la cama e intenté trazar en mi mente un plan de huida, pero poco podía hacer.
El muy desgraciado vino tras mía cuando se percató de que escapaba. No podría hacerlo, no con vida. Por lo que me giré hacia él, con mi brazo enganchado a un cabestrillo todo iba a ser más difícil, pero por qué no intentarlo.
Tras esquivarlo una vez, tiré una mesa auxiliar con todo lo que había en ella, provocando que el resto de pacientes se despertaran. A pesar de tener testigos, el hombre insistió en acabar la faena conmigo.
Se abalanzó sobre mí. No me dio tiempo a esquivarlo. Caímos los dos al suelo. Forcejeamos hasta que me hizo daño en el hombro malo a propósito. Un alarido de dolor cruzó mi garganta. Si no se escuchó en toda La Guardia, fue un milagro.
Me asestó un puñetazo en el rostro. Me dolió y casi me mordí la lengua. Sus intenciones de matarme eran claras, pero lo que no supo es que con mi brazo bueno di con un bisturí que debió caer cuando tiré la mesa auxiliar.
Tal y como nos habían enseñado, no podíamos matar a nadie que no estuviera en la lista. Con la excepción de que alguien dentro del cuartel general nos intente matar. Como defensa, la muerte era una opción.
Con mis fuerzas, tal y como le pegué antes, le clavé el bisturí en su cuello. Él lanzó un ahogado grito de dolor, sobre todo cuando retorcí el bisturí para dañarle más y no permitirle sobrevivir. Acto seguido, saqué la herramienta, dejando que se desangraba.
El hombre se alejó de mí, arrastrándose por el suelo. Se ocultaba con una mano el cuello, pero el rastro de sangre era notable y la cantidad exorbitante. No le quedaba mucho tiempo de vida.
Yo me quedé tirada en el suelo, bocarriba. Estaba muy cansada, llena de sangre y dolorida a la espera de que llegara alguien tras todo lo que se había liado en unos minutos. Al menos la noche no había sido tan aburrida. Sonreí. Sabía de parte de quien venía ese desgraciado.
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