domingo, 25 de mayo de 2014

(YeWook) Drugs & Love -Serial- Capitulo 2


[Cinco meses después.]

De día, un lugar colorido y lleno de vida. La gente paseaba tranquilamente o descansaba sentada en las terrazas de las cafeterías, bares o restaurantes que inundaban la calle, disfrutando de una agradable tarde en compañía de sus seres queridos. De noche, casi parecía mentira que fuera el mismo sitio. Desde el primer momento en el que el último de los locales cerraba sus puertas, la calle se sumía en una oscuridad prácticamente absoluta, dando lugar a un nido de drogadictos, prostitutas y mafias de todo tipo. Los estrechos callejones, horas antes repletos de alegría y buena música, pasaban a ser el punto de encuentro entre camellos y clientes. Las putas paseaban de una esquina a otra de la avenida o simplemente descansaban sus doloridos cuerpos sentadas en un banco, turnándose entre ellas e insinuándose a todo hombre que pasaba a su lado.

Rara vez no se producía al menos una o dos peleas durante la noche. Gritos, insultos, golpes, sirena de policía e incluso, de vez en cuando, algún disparo. Esos eran los sonidos típicos de aquella triste y nocturna vida. Y aquel era mi nuevo hogar provisional. Uno de tantos de los que había tenido durante meses. YeSung me había llevando de un lugar a otro, acompañándole en sus negocios. A esas alturas yo ya tenía demasiado claro con qué se ganaba la vida, pero continuaba a su lado. ¿Por qué? A veces ni yo lo entendía. Pasaba los días encerrado en el piso, lamentándome al verme acabado. Poco a poco había dejado que me atrapara en su red y ya no encontraba ninguna vía de escape. Quizás fui demasiado débil y me dejé llevar por su encanto con facilidad. Supongo que mi gran error fue permitirme el lujo de confiar en alguien que desde un principio sabía que no era de fiar. Y ahora estaba pagando las consecuencias de tal fallo por mi parte. 



Tan solo salía de casa para hacer recados que YeSung me mandaba cuando él estaba indispuesto para cumplirlos, y aquella noche no era una excepción.

Bajé las escaleras de la finca con rapidez, queriendo volver lo antes posible tal y cómo me habían ordenado. Antes de salir a la calle me coloqué la capucha de mi desgastada chaqueta negra con la intención de ocultar parte de mi rostro. Entre la oscuridad y mi ya costumbre de caminar con la cabeza agachada me resultaría fácil. El punto de encuentro era el de siempre, nunca variaba a no ser que hubiera algún problema. En ese caso, se me avisaba antes de salir.

Con un paso más o menos rápido me dirigí al sitio en cuestión, intentando ignorar todo lo que había a mi alrededor, cómo tantas veces había hecho ya. Llegó un punto en el que me era fácil hacerlo. Ya no me sorprendía ni asustaba aquel ambiente. Ni siquiera me desagradaba o me daba asco. Ahora simplemente me era indiferente.

Esa noche teníamos visita. Uno de los contactos de YeSung se había dejado caer por casa a la hora de cenar y él, cómo buen anfitrión, debía tenerlo todo preparado. Nada podía faltar.

Palpé con disimulo el bolsillo donde llevaba el dinero, asegurándome de que estaba allí. Cuando giré y me adentré en el callejón visualicé inmediatamente una alta y negra figura que me esperaba tras los cubos de basura.

El intercambio fue rápido, sin más palabras que las justas. Salí del callejón sin entretenerme una vez con la mercancía donde segundos antes había llevado los billetes, directo al piso. Tan solo me quedaba una última cosa por hacer antes de regresar.

Disminuí la velocidad de mis pasos y, sin detenerme, rebusqué en otro de los bolsillos un pequeño papel el cual tenía que entregar. Lo saqué y lo sostuve en mi mano hasta notar que unas frías y delgadas manos me lo arrebataban de esta. Ni siquiera me detuve a mirar. No me era necesario para saber que el encargo se había realizado con éxito.

Al contrario que momentos antes, subí las escaleras sin prisas, demorándome un poco más en entrar por la puerta de casa. No sabía si quería llegar o no. Tenía claro que esa noche iba a ser muy larga y desesperante para mí. E incluso intuía que sería dolorosa. ¿Pero qué podía hacer yo? No tenía más remedio que llegar y aguantarlo todo lo mejor posible. Si había un poco de suerte tan solo tendría que estar presente un rato. Luego me encerraría en mi dormitorio para no saber nada de lo que pasara en la pequeña fiesta de YeSung. Y rezaba porque él no me obligara a quedarme todo el tiempo. No sería la primera vez que lo hacía, y era horrible. Pero por otro lado, cuando antes acabara todo, mejor.

Nada más abrir la puerta pude escuchar las desesperadas palabras de los otros dos por obtener lo que con tantas ansias habían estado esperando. Sin decir una sola palabra me acerqué al salón, donde ellos estaban sentados en el sofá. Dejé caer en la mesita la pequeña bolsa que había guardado en mi bolsillo hasta entonces. El desconocido comentó lo mucho que había tardado, regañándome por no ser más rápido y expresando sus ganas por probar el contenido de aquella bolsita. YeSung no dijo nada, tan solo crucé mi mirada con la suya y pude ver en su rostro una leve sonrisa de agradecimiento. Aquello me bastó, pues tenía asumido que poco más obtendría de él.

Me quedé en la puerta del salón observando la escena durante unos escasos minutos, en silencio. Parecía que repentinamente me había vuelto invisible para ellos. Estaban demasiado concentrados en su maldito vicio como para prestarme atención, y decidí sacar provecho de ello. Me giré con disimulo, dispuesto a abandonar la sala y desconectar un rato de ese ambiente al que con tanta desgracia había tenido que acostumbrarme. Pero el éxito de mi plan de fuga no duró mucho.

-¡Eh! ¿Donde vas? -Escuché decir al amigo de YeSung.

Me giré hacia ellos a modo de respuesta, dándole a entender que había escuchado y atendía a sus palabras, pero no dije nada.

-Ven aquí. Vamos. -Volvió a hablar. Esta vez parecía ansioso.

Me acerqué al sofá con desgana, intentando aparentar toda la amabilidad posible. Lo cierto es que solo deseaba que se fuera de allí.

-¡Toma! Prueba esto. -Con una de sus manos señalaba nervioso la pequeña y fina línea blanca sobre la mesa, la cual se había encargado de preparar cuidadosamente momentos antes.- ¡Vamos!

Era demasiado insistente. Rechacé su propuesta, pero eso no le detuvo. Llegó a tal punto que me cogió del brazo y me acercó bruscamente hasta la mesa. Traté de soltarme y casi caí al suelo por la fuerza con la que tiró de mí.

-No. No quiero, lo siento. -Repetí, intentando mantener la calma al mismo tiempo que movía mi brazo de un lado a otro en un intento de deshacer su agarre.

-¿Pero por qué no? Luego seguro que repites.

-Déjalo en paz. -Ambos nos giramos hacia YeSung, quien había estado callado hasta entonces. Pude darme cuenta de que ni siquiera nos había mirado al pronunciar sus palabras, tan frías y serias cómo de costumbre.- Si no quiere, no quiere. Él no está aquí para eso.

El otro miró con desprecio a YeSung y noté que mi brazo era finalmente liberado. No negaré que sentí un gran alivio al soltarme. Pocas personas me habían gustado tan poco cómo aquel tipo.

-RyeoWook, si quieres puedes irte.

Y no tardé ni dos segundos en irme tras tener el permiso de YeSung.



Recorrí el pasillo hasta llegar a mi pequeño y oscuro dormitorio, no sin antes pasar por la cocina para coger una cerveza de la nevera. Cerré la puerta tras de mí y encendí la lámpara que estaba sobre la mesita al lado de la cama. No llegaba a iluminar del todo, pero era suficiente. Muy de vez en cuando la bombilla parecía parpadear, recordándome que tendría que ir haciéndome a la idea de comprar una nueva. Me senté en la cama, junto a la mesita, abrí uno de los cajones y saqué de este un paquete de tabaco ya abierto. Miré en su interior y conté seis cigarros, más que suficiente para pasar la noche. Dejé el paquete junto a mí y abrí la cerveza. Puede que no formara parte de la reunión de YeSung, pero eso no iba a impedir que yo montara mi propia fiesta. A solas, eso sí. Pero lo prefería a pasar la noche con ellos.

Bebí un trago y acto seguido busqué el mechero. Saqué uno de los cigarros de la cajetilla y acerqué la llama al extremo correspondiente tras colocar el otro entre mis labios. Di una larga y profunda calada, terminando así de encenderlo y soltando seguidamente el humo por la boca. Dejé el mechero en su sitio y fruncí el ceño al darme cuenta de que faltaba algo. Un poco de música no iba a venir mal. Me ayudaría a no escuchar ciertos sonidos que no me interesaban.

Tan solo disponía de una pequeña radio para ello, pero me servía. Me levanté de la cama para buscarla y sintonizar la emisora de siempre, la que más acertaba con mis gustos musicales. Pero justo en ese momento llamaron al timbre de casa.

-¡RyeoWook! ¡Ve y abre! -Gritó YeSung desde la otra punta del piso. Bufé molesto, sabiendo ya de sobra quien era. ¿Es que no podía ir cualquiera de ellos dos? Empezaba a hartarme de que me trataran cómo si fuera su criado.

Con el cigarro agarrado entre dos de mis dedos y la lata de cerveza en la otra mano, fui a abrir la puerta. No tenía ningunas ganas de hacerlo. No quería tener que aguantarlas esa noche, pero seguía sin poder remediarlo. Cualquier persona con un poco de cabeza me habría mirado raro si hubiera ido a recibirle con aquellas pintas. Pero puedo asegurar que mi apariencia era la más correcta de la casa.

-¡Hola! -Exclamaron las dos al mismo tiempo, realmente alegres.

Ni siquiera me dieron tiempo a responder al saludo cuando se colaron descaradamente por la puerta, ignorándome por completo. Caminaron directas hasta el salón, saludando de nuevo con el mismo o incluso más ánimo que antes.

Cerré la puerta con enfado, escuchando de fondo las risas y voces de los demás. Parecía que definitivamente había comenzado la fiesta para ellos. Los miré de reojo, llevando la vista a las cortas faldas de ambas prostitutas. Prácticamente se les podía ver todo con solo inclinarse. Las dos eran altas y puede que demasiado delgadas. Una llevaba su pelo castaño recogido en una mal hecha coleta mientras la otra dejaba suelta su larga y descuidada melena rubia, la cual por cierto, era simple tinte. La castaña era un poco menos agraciada que la otra. No tenía un cuerpo especialmente bueno. Delgada y alta, pero lisa cómo una tabla por todas partes. Yo ya había tenido la desgracia de conocer a las dos antes de esa noche, sobretodo a la rubia. Su perfecto cuerpo, su hermoso rostro, su personalidad tan atrayente... uno se preguntaba muchas veces cómo había acabado así. Con aquel físico y carisma perfectamente podría haber sido una modelo o actriz famosa. Pero no, allí estaba. Tirándose a drogadictos por una miseria a cambio, pues ellos tampoco tenían mucho más que ofrecer. A decir verdad ni siquiera recordaba su nombre. Supongo que una pequeña parte de mí no quiso hacerlo. Desde el primer momento en el que la vi pasó a ser conocida cómo la puta favorita de YeSung. No necesitaba saber más.

Una cerveza. Dos. Tres. ¿Cuatro? Ya ni lo sabía. ¿Cuanto rato había pasado encerrado en mi habitación? Ni lo recordaba. Por no saber no sabía ni si había amanecido ya. Si habría acabado ya aquella horrible noche. Todo me daba vueltas. No me veía capaz de levantarme de la cama sin marearme o vomitar. Me mantenía con los ojos cerrados, tumbado boca arriba, intentando descansar. Quería dormirme y olvidarlo todo por un rato. Despertarme y que tan solo estuviéramos YeSung y yo en casa.

El cenicero hasta arriba de colillas llenaba la sala de olor a tabaco y aún podía respirarse el humo de mi último cigarro. La música seguía sonando después de horas, sin descanso. Las pilas de aquel trasto parecían no agotarse nunca. Pero no me molestaba, al contrario. Me relajaba y ayudaba a alejar mis pensamientos de lo que estaba ocurriendo en casa.

Y así fue cómo poco a poco me quedé dormido. Al día siguiente no recordé exactamente en que momento caí. Pero lo que sí recordé demasiado bien fue lo que pasó al despertar.


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