[Cinco meses después.]
De día, un lugar colorido y lleno de vida. La gente paseaba
tranquilamente o descansaba sentada en las terrazas de las cafeterías, bares o
restaurantes que inundaban la calle, disfrutando de una agradable tarde en
compañía de sus seres queridos. De noche, casi parecía mentira que fuera el
mismo sitio. Desde el primer momento en el que el último de los locales cerraba
sus puertas, la calle se sumía en una oscuridad prácticamente absoluta, dando
lugar a un nido de drogadictos, prostitutas y mafias de todo tipo. Los
estrechos callejones, horas antes repletos de alegría y buena música, pasaban a
ser el punto de encuentro entre camellos y clientes. Las putas paseaban de una
esquina a otra de la avenida o simplemente descansaban sus doloridos cuerpos
sentadas en un banco, turnándose entre ellas e insinuándose a todo hombre que
pasaba a su lado.
Rara vez no se producía al menos una o dos peleas durante la
noche. Gritos, insultos, golpes, sirena de policía e incluso, de vez en cuando,
algún disparo. Esos eran los sonidos típicos de aquella triste y nocturna vida.
Y aquel era mi nuevo hogar provisional. Uno de tantos de los que había tenido
durante meses. YeSung me había llevando de un lugar a otro, acompañándole en
sus negocios. A esas alturas yo ya tenía demasiado claro con qué se ganaba la
vida, pero continuaba a su lado. ¿Por qué? A veces ni yo lo entendía. Pasaba
los días encerrado en el piso, lamentándome al verme acabado. Poco a poco había
dejado que me atrapara en su red y ya no encontraba ninguna vía de escape.
Quizás fui demasiado débil y me dejé llevar por su encanto con facilidad.
Supongo que mi gran error fue permitirme el lujo de confiar en alguien que
desde un principio sabía que no era de fiar. Y ahora estaba pagando las
consecuencias de tal fallo por mi parte.
Tan solo salía de casa para hacer recados que YeSung me
mandaba cuando él estaba indispuesto para cumplirlos, y aquella noche no era
una excepción.
Bajé las escaleras de la finca con rapidez, queriendo volver
lo antes posible tal y cómo me habían ordenado. Antes de salir a la calle me
coloqué la capucha de mi desgastada chaqueta negra con la intención de ocultar
parte de mi rostro. Entre la oscuridad y mi ya costumbre de caminar con la
cabeza agachada me resultaría fácil. El punto de encuentro era el de siempre,
nunca variaba a no ser que hubiera algún problema. En ese caso, se me avisaba
antes de salir.
Con un paso más o menos rápido me dirigí al sitio en
cuestión, intentando ignorar todo lo que había a mi alrededor, cómo tantas
veces había hecho ya. Llegó un punto en el que me era fácil hacerlo. Ya no me
sorprendía ni asustaba aquel ambiente. Ni siquiera me desagradaba o me daba
asco. Ahora simplemente me era indiferente.
Esa noche teníamos visita. Uno de los contactos de YeSung se
había dejado caer por casa a la hora de cenar y él, cómo buen anfitrión, debía
tenerlo todo preparado. Nada podía faltar.
Palpé con disimulo el bolsillo donde llevaba el dinero,
asegurándome de que estaba allí. Cuando giré y me adentré en el callejón
visualicé inmediatamente una alta y negra figura que me esperaba tras los cubos
de basura.
El intercambio fue rápido, sin más palabras que las justas.
Salí del callejón sin entretenerme una vez con la mercancía donde segundos
antes había llevado los billetes, directo al piso. Tan solo me quedaba una
última cosa por hacer antes de regresar.
Disminuí la velocidad de mis pasos y, sin detenerme,
rebusqué en otro de los bolsillos un pequeño papel el cual tenía que entregar.
Lo saqué y lo sostuve en mi mano hasta notar que unas frías y delgadas manos me
lo arrebataban de esta. Ni siquiera me detuve a mirar. No me era necesario para
saber que el encargo se había realizado con éxito.
Al contrario que momentos antes, subí las escaleras sin
prisas, demorándome un poco más en entrar por la puerta de casa. No sabía si
quería llegar o no. Tenía claro que esa noche iba a ser muy larga y
desesperante para mí. E incluso intuía que sería dolorosa. ¿Pero qué podía
hacer yo? No tenía más remedio que llegar y aguantarlo todo lo mejor posible.
Si había un poco de suerte tan solo tendría que estar presente un rato. Luego
me encerraría en mi dormitorio para no saber nada de lo que pasara en la
pequeña fiesta de YeSung. Y rezaba porque él no me obligara a quedarme todo el
tiempo. No sería la primera vez que lo hacía, y era horrible. Pero por otro
lado, cuando antes acabara todo, mejor.
Nada más abrir la puerta pude escuchar las desesperadas
palabras de los otros dos por obtener lo que con tantas ansias habían estado
esperando. Sin decir una sola palabra me acerqué al salón, donde ellos estaban
sentados en el sofá. Dejé caer en la mesita la pequeña bolsa que había guardado
en mi bolsillo hasta entonces. El desconocido comentó lo mucho que había
tardado, regañándome por no ser más rápido y expresando sus ganas por probar el
contenido de aquella bolsita. YeSung no dijo nada, tan solo crucé mi mirada con
la suya y pude ver en su rostro una leve sonrisa de agradecimiento. Aquello me
bastó, pues tenía asumido que poco más obtendría de él.
Me quedé en la puerta del salón observando la escena durante
unos escasos minutos, en silencio. Parecía que repentinamente me había vuelto
invisible para ellos. Estaban demasiado concentrados en su maldito vicio como
para prestarme atención, y decidí sacar provecho de ello. Me giré con disimulo,
dispuesto a abandonar la sala y desconectar un rato de ese ambiente al que con
tanta desgracia había tenido que acostumbrarme. Pero el éxito de mi plan de
fuga no duró mucho.
-¡Eh! ¿Donde vas? -Escuché decir al amigo de YeSung.
Me giré hacia ellos a modo de respuesta, dándole a entender
que había escuchado y atendía a sus palabras, pero no dije nada.
-Ven aquí. Vamos. -Volvió a hablar. Esta vez parecía
ansioso.
Me acerqué al sofá con desgana, intentando aparentar toda la
amabilidad posible. Lo cierto es que solo deseaba que se fuera de allí.
-¡Toma! Prueba esto. -Con una de sus manos señalaba nervioso
la pequeña y fina línea blanca sobre la mesa, la cual se había encargado de
preparar cuidadosamente momentos antes.- ¡Vamos!
Era demasiado insistente. Rechacé su propuesta, pero eso no
le detuvo. Llegó a tal punto que me cogió del brazo y me acercó bruscamente
hasta la mesa. Traté de soltarme y casi caí al suelo por la fuerza con la que
tiró de mí.
-No. No quiero, lo siento. -Repetí, intentando mantener la
calma al mismo tiempo que movía mi brazo de un lado a otro en un intento de
deshacer su agarre.
-¿Pero por qué no? Luego seguro que repites.
-Déjalo en paz. -Ambos nos giramos hacia YeSung, quien había
estado callado hasta entonces. Pude darme cuenta de que ni siquiera nos había
mirado al pronunciar sus palabras, tan frías y serias cómo de costumbre.- Si no
quiere, no quiere. Él no está aquí para eso.
El otro miró con desprecio a YeSung y noté que mi brazo era
finalmente liberado. No negaré que sentí un gran alivio al soltarme. Pocas
personas me habían gustado tan poco cómo aquel tipo.
-RyeoWook, si quieres puedes irte.
Y no tardé ni dos segundos en irme tras tener el permiso de
YeSung.
Recorrí el pasillo hasta llegar a mi pequeño y oscuro
dormitorio, no sin antes pasar por la cocina para coger una cerveza de la
nevera. Cerré la puerta tras de mí y encendí la lámpara que estaba sobre la
mesita al lado de la cama. No llegaba a iluminar del todo, pero era suficiente.
Muy de vez en cuando la bombilla parecía parpadear, recordándome que tendría
que ir haciéndome a la idea de comprar una nueva. Me senté en la cama, junto a
la mesita, abrí uno de los cajones y saqué de este un paquete de tabaco ya
abierto. Miré en su interior y conté seis cigarros, más que suficiente para
pasar la noche. Dejé el paquete junto a mí y abrí la cerveza. Puede que no
formara parte de la reunión de YeSung, pero eso no iba a impedir que yo montara
mi propia fiesta. A solas, eso sí. Pero lo prefería a pasar la noche con ellos.
Bebí un trago y acto seguido busqué el mechero. Saqué uno de
los cigarros de la cajetilla y acerqué la llama al extremo correspondiente tras
colocar el otro entre mis labios. Di una larga y profunda calada, terminando
así de encenderlo y soltando seguidamente el humo por la boca. Dejé el mechero
en su sitio y fruncí el ceño al darme cuenta de que faltaba algo. Un poco de
música no iba a venir mal. Me ayudaría a no escuchar ciertos sonidos que no me interesaban.
Tan solo disponía de una pequeña radio para ello, pero me
servía. Me levanté de la cama para buscarla y sintonizar la emisora de siempre,
la que más acertaba con mis gustos musicales. Pero justo en ese momento
llamaron al timbre de casa.
-¡RyeoWook! ¡Ve y abre! -Gritó YeSung desde la otra punta
del piso. Bufé molesto, sabiendo ya de sobra quien era. ¿Es que no podía ir
cualquiera de ellos dos? Empezaba a hartarme de que me trataran cómo si fuera
su criado.
Con el cigarro agarrado entre dos de mis dedos y la lata de
cerveza en la otra mano, fui a abrir la puerta. No tenía ningunas ganas de
hacerlo. No quería tener que aguantarlas esa noche, pero seguía sin poder
remediarlo. Cualquier persona con un poco de cabeza me habría mirado raro si hubiera
ido a recibirle con aquellas pintas. Pero puedo asegurar que mi apariencia era
la más correcta de la casa.
-¡Hola! -Exclamaron las dos al mismo tiempo, realmente
alegres.
Ni siquiera me dieron tiempo a responder al saludo cuando se
colaron descaradamente por la puerta, ignorándome por completo. Caminaron
directas hasta el salón, saludando de nuevo con el mismo o incluso más ánimo
que antes.
Cerré la puerta con enfado, escuchando de fondo las risas y
voces de los demás. Parecía que definitivamente había comenzado la fiesta para
ellos. Los miré de reojo, llevando la vista a las cortas faldas de ambas
prostitutas. Prácticamente se les podía ver todo con solo inclinarse. Las dos
eran altas y puede que demasiado delgadas. Una llevaba su pelo castaño recogido
en una mal hecha coleta mientras la otra dejaba suelta su larga y descuidada
melena rubia, la cual por cierto, era simple tinte. La castaña era un poco
menos agraciada que la otra. No tenía un cuerpo especialmente bueno. Delgada y
alta, pero lisa cómo una tabla por todas partes. Yo ya había tenido la
desgracia de conocer a las dos antes de esa noche, sobretodo a la rubia. Su
perfecto cuerpo, su hermoso rostro, su personalidad tan atrayente... uno se
preguntaba muchas veces cómo había acabado así. Con aquel físico y carisma
perfectamente podría haber sido una modelo o actriz famosa. Pero no, allí
estaba. Tirándose a drogadictos por una miseria a cambio, pues ellos tampoco
tenían mucho más que ofrecer. A decir verdad ni siquiera recordaba su nombre.
Supongo que una pequeña parte de mí no quiso hacerlo. Desde el primer momento
en el que la vi pasó a ser conocida cómo la puta favorita de YeSung. No
necesitaba saber más.
Una cerveza. Dos. Tres. ¿Cuatro? Ya ni lo sabía. ¿Cuanto
rato había pasado encerrado en mi habitación? Ni lo recordaba. Por no saber no
sabía ni si había amanecido ya. Si habría acabado ya aquella horrible noche.
Todo me daba vueltas. No me veía capaz de levantarme de la cama sin marearme o
vomitar. Me mantenía con los ojos cerrados, tumbado boca arriba, intentando
descansar. Quería dormirme y olvidarlo todo por un rato. Despertarme y que tan
solo estuviéramos YeSung y yo en casa.
El cenicero hasta arriba de colillas llenaba la sala de olor
a tabaco y aún podía respirarse el humo de mi último cigarro. La música seguía
sonando después de horas, sin descanso. Las pilas de aquel trasto parecían no
agotarse nunca. Pero no me molestaba, al contrario. Me relajaba y ayudaba a
alejar mis pensamientos de lo que estaba ocurriendo en casa.
Y así fue cómo poco a poco me quedé dormido. Al día
siguiente no recordé exactamente en que momento caí. Pero lo que sí recordé
demasiado bien fue lo que pasó al despertar.
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