Titulo: Drugs & Love
Pareja: YeWook (Yesung + Ryeowook)
Tipo: Yaoi
Genero: Angst, lime
Clasificación: M
Nota: Este serial ha sido escrito por persona muy querida, y nos ha pedido que lo publicase. Espero que lo lean, les guste y dejen su comentario para animarle a seguir escribiendo.
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¿Cómo había llegado hasta allí? Ni yo mismo lo sabía. Tan solo tenía una cosa clara, quería irme. Desaparecer de aquel lugar para no volver jamás. Huir de ese sitio que tan incómodo me hacía sentir. La sala se encontraba completamente oscura, tan solo iluminada por las tenues luces rojas enfocadas cara al escenario, donde la joven pelirroja bailaba tan sensualmente y ligera de ropa. Los hombres se agrupaban a su alrededor, gritando, lanzándole piropos y deseándola. Pero yo no era cómo ellos. No, yo habría preferido estar en cualquier otro sitio.
Estaba sentado al fondo de la estancia, en una de tantas mesas del local, con mi bebida en la mano y la vista sobre la mesa, sin saber donde mirar, sin saber qué hacer, tan solo esperando a que él regresara. ¿Por qué me había llevado allí? No quería ni imaginar los motivos, ni saber qué tenía que ver YeSung con esa gente. Aquel ambiente me desagradaba hasta puntos insospechables. Tanto tipo borracho, vitoreando a la bailarina y animándola a desnudarse, encerrados en una sala poco más grande que el salón de mi casa. Entre la música y los gritos pude escuchar a dos hombres insultándose, a punto de iniciar una pelea. Giré la cabeza un poco para poder observarlos de reojo, preguntándome de nuevo qué pintaba él en medio de todo eso.
Inquieto, busqué con la mirada la puerta por donde había desaparecido hace ya un buen rato, insistiendo en no pensar en qué estaría haciendo y no queriendo relacionarlo con el tipo de mujeres que se hallaban allí. Estaba tardando demasiado para mi gusto, incluso se me pasó por la cabeza la idea de irme sin él, pero no podía. Le había prometido que esperaría allí, y eso era lo que iba a hacer, por mucho que deseara irme. Pensándolo mejor, no tenía donde ir si no era con él. Quisiera o no, habría tenido que quedarme. Era eso o vagar por las calles sin un rumbo fijo, sin un hogar.
Por primera vez desde que empezó el espectáculo, me atreví a levantar la vista hacia el escenario. Aquella joven seguía contoneándose sobre la barra, semidesnuda. Me mantuve observándola un momento, pensando en qué tendría que pasar una persona para acabar en una situación así, o si esa chica estaría feliz con la vida que llevaba ahora, cosa que por su puesto, dudé. ¿Quién podría ser feliz en aquellas condiciones? No pude evitar sentir cierta pena por ella.
Bebí un último trago, quedándome sin nada que hacer mientras esperaba. Los minutos pasaban uno tras otro y no había rastro de YeSung. Empezaba a asustarme. Ya no era lo que estaría haciendo, era si le habría pasado algo malo. Sinceramente, en un lugar cómo aquel no me habría sorprendido.
Miré a ambos lados para inspeccionar mí alrededor una vez más, cada vez con más ganas de irme. ¿Y si iba yo a buscarle? No recordaba que él hubiera dicho algo sobre eso. No me dijo que no me moviera del sitio, simplemente, que le esperara. Pero ya había pasado mucho rato y él no volvía. Así que me cansé y me levanté de la silla, dispuesto a encontrarle e irnos. Me adentré entre la multitud de borrachos, asqueado con el simple hecho de pasar junto a ellos, para así poder alcanzar la puerta por donde se había ido. No miré a los lados, no miré atrás, tan solo tenía en mente llegar hasta esa puerta, intentando ignorar las desagradables palabras que iba escuchando al pasar, el olor y humo del tabaco y el alcohol.
Cuando llegué a esta, pude observar que era la puerta que llevaba a los baños del local. Tras pasar me encontré en un corto, estrecho y oscuro pasillo con dos puertas al final. Caminé hacia ellas, quizás un poco inseguro, con miedo a lo que pudiera encontrarme allí.
Ambas puertas, las dos ralladas, rajadas y agrietadas, parecía que en cualquier momento se caerían a pedazos. Levanté un poco la cabeza y pude ver de que sexo era cada uno de los baños gracias a un pequeño dibujo identificativo en sus respectivas puertas. Sin duda el de mujeres estaría siendo más usado por prostitutas que por clientas.
Justo cuando me disponía a abrir la puerta del baño de los hombres, escuché unas voces al fondo del pasillo, pudiendo reconocer a la perfección una de ellas. Me giré de inmediato para ver que al otro lado del pasillo había una puerta que antes no había visto por no mirar hacia allí. Estaba entornada y me percaté de que salía luz de ella, el lugar de donde procedían las voces y donde estaba la persona que tanto rato había estado esperando. Así que no tardé en dar media vuelta e ir hacia esa puerta en concreto, sintiendo los nervios crecer en mi interior, pues recordé mi miedo a saber que estaría haciendo en un lugar cómo ese.
La entreabrí un poco más de lo que ya estaba para poder observar bien en el interior de aquella otra estancia, queriendo ver qué era lo que él estaría haciendo, aunque en el fondo deseara no saberlo. Para mi sorpresa y suerte no se escuchó ningún chirrido al abrirla, así que tenía total libertad para espiarles sin ser descubierto, por el momento.
Las anchas espaldas de un hombre me tapaban las vistas, no del todo, pero si en su mayoría. Aquel tipo no era YeSung, él no era un armario, al contrario que ese desconocido. Le escuchaba pero no podía verle, y tampoco comprendía lo que decía ya que ahora hablaba en un tono muy bajo para la distancia en la que yo me encontraba de él, oculto tras la puerta. Aparte de la voz de YeSung, pude diferenciar las de dos personas más, junto con el sonido de lo que parecía ser una televisión. Y otra vez ese desagradable olor a tabaco, mezclado con otras sustancias que no pude identificar. Y la verdad, ni quería hacerlo.
-Eh, tú.
Otra voz tras de mi, grave y en un tono no muy simpático, hizo que me sobresaltada. Realmente me asustó e hizo que me girara repentinamente hacia él. Frente a mi, otro armario. Parecía incluso más grande que el del interior de la habitación donde YeSung estaba. Sus brazos eran el triple de anchos y fuertes que los míos, al igual que todo su cuerpo. Me sacaba dos cabezas de altura, tenía el pelo rapado y cara de pocos amigos. Seguro que con un solo golpe suyo era capaz de romperte más de un hueso, pero eso era algo que tampoco quería averiguar.
-Aquí no puedes estar. -Dijo de nuevo con un tono de voz que haría estremecerse de miedo a cualquiera.
Acto seguido posó una de sus grandes manos sobre mi hombro para sacarme de allí, tirando con demasiada fuerza de la chaqueta. Un leve quejido salió de mis labios y sin querer le di un golpe a la puerta, provocando que esta se abriera aún más y permitiendo así que YeSung y sus amigos vieran la lamentable escena.
Los tres me miraban perplejos, sin comprender qué estaba pasando. Aquel hombre me agarraba fuertemente de la ropa y yo era incapaz de escapar a no ser que me quitara la chaqueta. Pero tampoco lo intenté, ya que al ver a YeSung me paralicé por completo, avergonzado por haber sido descubierto espiando conversaciones que quizás no me convenían.
-¿Y este quien es? -Preguntó con curiosidad uno de los acompañantes de YeSung, con la vista ahora puesta en el tipo que me sujetaba.
-Lo he descubierto cotilleando, jefe.
-¿En serio? Eso no se hace.
Ahora me miraba nuevamente a mí, con una sonrisa ladina en su rostro y un tono amenazador. Miré a YeSung, asustado y suplicándole con la mirada que me ayudara, pero este tan solo observaba lo que pasaba callado, ajeno a todo, cómo si no le importara lo más mínimo.
Con un solo chasquido de dedos, el segundo tipo se acercó a nosotros, acorralándome entre uno y otro. Si YeSung no estaba dispuesto a ayudarme yo iba a acabar muy mal. Este me cogió de un brazo, haciéndome daño. Era sorprendente lo grande que eran esos tipos a mi lado. Me sentía cómo un crío junto a ellos. Entonces fue cuando intenté escapar sin esperar un solo segundo más la intervención de YeSung, quien parecía no estar dispuesto a darla. Se mantenía impasible ante lo que estaba pasando. Incluso le vi desviar en más de una ocasión la vista a la tele, sin importarle lo que pudiera pasarme a mí.
Yo me removía entre ellos, tratando con todas mis fuerzas de huir y pidiendo una ayuda que nadie me iba a dar. Apretaron mi brazo con más fuerza y grité. Su jefe nos miraba con satisfacción mientras YeSung y el otro tipo nos ignoraban. Sentí un golpe en mi espalda, inclinándome hacia delante y cayendo en los brazos del que estaba frente a mí, quien con brusquedad me empujó de nuevo hacia atrás golpeando mi hombro. Parecían pasárselo bien zarandeándome de un lado a otro, cómo dos niños pequeños con un juguete nuevo. Disfrutaban haciéndome daño.
En una de mis tantas quejas salió el nombre de YeSung, suplicándole que por favor hiciera algo. Me alivió ver que los dos habían parado para mirar ahora a mi supuesto amigo, al igual que los otros dos ocupantes de la sala.
-¿Le conoces? -Preguntó con sorpresa quien había ordenado atacarme.
YeSung levantó la cabeza hacia él y asintió tan solo una vez, sin expresión alguna en su rostro, sin mirarme.
El jefe me miró de nuevo a mí, esta vez dudoso.
-¿Es este el chico que decías? -Preguntó de nuevo, pero sin dejar de inspeccionarme con la mirada, intimidándome aún más.
-Lo es. -Dijo YeSung, mirándome ahora a mí con seriedad, como si estuviera enfadado conmigo por algo.
¿Les había estado hablando de mi? ¿Para qué? Yo no comprendía nada y él parecía mirarme acusatoriamente. Solo quería irme, tan solo eso. Que me soltaran para poder salir corriendo lejos de allí, lejos de esa gente y ese mundo. Tuve ganas de echarme a llorar, pero no me lo permití.
-¿Qué hacemos con él?
-Nada. -Dictó YeSung, tan seco y serio que me sorprendió. Él ya solía ser así de normal, pero no a tal nivel.- Ya nos vamos.
Dicho esto se levantó del viejo sofá donde había estado sentado y caminó hacia mí con decisión. Los hombres que minutos antes habían estado empujándome ahora se habían apartado al pasar YeSung junto a ellos, soltándome al fin. Parecían perros amaestrados, y en cierto modo, ellos también me daban pena.
Esta vez fue YeSung quien cogió mi brazo, pero con mucha más suavidad que los anteriores. Él no pretendía hacerme daño, sino protegerme. Disimuladamente acabé oculto tras él mientras esperaba a que decidiera moverse para irnos. Con una de mis manos me cogí a la tela de su chaqueta fuertemente, no queriendo separarme de él de nuevo. Me sentía mucho más calmado a su lado, a pesar de que los nervios y que el dolor de algunos golpes seguían presentes.
Se despidieron y la puerta se cerró frente a nosotros, dejando a aquellos hombres inmersos de nuevo en sus turbios asuntos.
No dijimos nada durante el trayecto del pasillo hasta la puerta de salida. Salimos de nuevo a la zona del bar y las bailarinas y sin entretenernos, directos a la calle.
Ya de camino al motel, en su rostro persistía la misma expresión seria que tenía en el local. Yo no me atrevía a decir nada. Más que nada por no recibir una respuesta demasiado dura. Sabía que no era conveniente provocarle en aquel estado. Así que simplemente esperé a que fuera él quien decidiera decir algo.
Todo el camino en silencio. Ninguno de los dos dijo nada. Yo por miedo y él por enfado. Aunque en realidad yo también tenía mis muchos motivos para estar indignado con él. Me había dejado solo a saber cuánto rato en aquel sitio y habían estado a punto de pegarme una paliza sin que a él pareciera importarle. Pero no se lo dije. Si tenía que reprochárselo prefería hacerlo en otro momento. Si le hacía enfadar y se le cruzaba algún cable yo podía acabar durmiendo en la calle. Y obviamente eso no era lo que quería. Aquella noche hacía frío y no me apetecía pasarla en un banco. Fingiría que no me pasaba nada hasta que YeSung estuviera de mejor humor.
La habitación era pequeña, oscura, fría y olía mal, pero ya me había acostumbrado. Y sin duda alguna era más soportable estar allí que en local de hacía unos minutos. El motel estaba alejado de la cuidad, a las afueras de esta, rodeado por descampados, campos y autopistas. Y oscuridad, mucha oscuridad. Desde la ventana tan solo podía ver las luces de los coches pasar a toda prisa, seguro dirigiéndose a un lugar mejor que este. Me aparté de la ventana y cerré las desgastadas cortinas con un pesado suspiro.
Inspeccioné la estancia una vez más. El color verde oscuro de las paredes, con el empapelado roto y manchado. La cama de matrimonio tenía una pata coja y la colcha se había vuelto amarilla, siendo supuestamente blanca. Frente a la cama, una cómoda de madera oscura, muy desgastada también y sobre ella, colgando de la pared, un espejo agrietado. En una de las paredes había un armario empotrado y una puerta que daba a nuestro pequeño baño personal.
Y aquel era mi hogar, o más bien el de YeSung. Realmente yo era cómo un ocupa en su ''casa''.
Me dirigí al armario, abrí la puerta y saqué mi pijama, delicadamente doblado y guardado. Podría vivir en un desastre cómo aquel, pero no iba a dejar de ser yo mismo por eso.
Lo dejé sobre la cama y me quité la ropa que estaba vistiendo. Olía a humo. Todo olía a humo. Me había acabado acostumbrando también a eso, pero seguía sin gustarme.
Me puse el pijama, aparté las mantas de la cama y me deslicé en su interior. Unas semanas antes no me habría tumbado allí con tanta tranquilidad, pero ahora sabía que no tenía más remedio.
Quería que aquel día acabara en cuanto antes. Despertar y ver que todo era mejor. Volver a la época donde yo tenía una vida completa, una casa, una familia, amigos, trabajo y un techo bajo el que poder sentirme seguro de verdad. Cuando quise darme cuenta me encontraba recordando el momento exacto en el que salí por la puerta de mi hogar para no volver jamás. Pero a pesar de todos los recuerdos que inundaban mi mente y todo mi arrepentimiento, me mantenía fuerte. No quería darle el gusto a mis padres. No, esta vez no. No tenía pensado volver arrastrándome a casa, suplicando para que me permitieran regresar. Saldría adelante. Tendría una nueva vida, mejor que la que estaba pasando y la anterior. Les demostraría a todos que yo era más fuerte que sus constantes críticas y órdenes. Que podía ser mejor que ellos, e iba a serlo.
Sentía mis párpados pesar cada vez más y me costaba mantener los ojos abiertos. Estaba agotado. Había pasado el día acompañando a YeSung allá donde fuera, de una punta a otra de la ciudad, sin descanso. Me había obligado a levantarme temprano, llevándome por ahí a hacer algunos recados. Pero en ningún momento me dijo de qué se trataban. Me dejaba esperando en la calle, en el coche, o bien sentado en una silla. Donde fuera, pero asegurándose de no tenerme cerca al llegar a los lugares en cuestión.
No llegué a dormirme a pesar del cansancio, pues el sonido de la puerta al abrirse me lo impidió.
-¿Tan pronto y a dormir? -Murmuró al verme tendido sobre esta y tapado hasta la cabeza.
Se paseaba a mi alrededor sin quitarme los ojos de encima, dibujando en su rostro una divertida sonrisa. Intenté ignorarlo y mirar hacia otro lado. Parecía de mejor humor que antes y era mi oportunidad para indignarme con él.
-Sí. -Respondí con seriedad, queriendo darle a entender que me pasaba algo.
Pero no hizo caso, cómo era de esperar. Odiaba su comportamiento tan pasota respecto a mí. Pero al mismo tiempo, quería creer que era tan solo fachada. Tenía la esperanza de que bajo esa imagen de ''todo me importa una mierda'', el inquebrantable YeSung también tenía su corazoncito. Frío y cruel en ocasiones, pero corazoncito al fin y al cabo.
Por desgracia para mi, él parecía conocerme cómo la palma de su propia mano, dándole sobre mi persona una increíble ventaja. Yo no ocultaba mis sentimientos. Él parecía pura piedra.
-¿Por qué dejaste que me hicieran eso? Estuvieron a nada de pegarme si no llegan a saber que eres mi amigo. -Me atreví a preguntar. Con cierto temor a su respuesta, eso sí.
Tras varios segundos de silencio en los que yo ya me temía lo peor, pues si algo hay que admitir es que aquel hombre infundía cierto respeto, se dignó a contestar.
-Así aprenderás a no meterte donde no te importa.
Sus ojos se centraron en los míos al pronunciar esas palabras. Su expresión seria y penetrante mirada, cargada de decepción, me hicieron saber que la discusión había dado por finalizada. No iba a insistir. No me convenía. Y puede que en el fondo admitiera que tenía razón, no debería haberlo hecho. Así que callé y asentí cómo buen sumiso.
Aquella noche no volvimos a hablar. Él tomó su cartera y abandonó la habitación sin dirigirme una sola palabra más, haciéndome sentir invisible. Yo, por el contrario, me quedé en la cama y volví a intentar dormir, soñando despierto con una vida mejor. Una vida que iba a conseguir por encima de todo. O eso esperaba.
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