El contacto de unos húmedos y cálidos labios sobre mi cuello
hizo que empezara a despertar. Una mano recorría mi torso con cuidado, palpando
cada zona con los dedos. Me removí bajo aquel contacto, incómodo y aún más
dormido que despierto. Por un momento creo que dejé de recordar hasta mi
nombre. La mano se detuvo bruscamente ante mi movimiento, pero pronto retomó
las caricias, bajando poco a poco hasta mi vientre y dibujando en este formas
amorfas con un dedo. Aquellos labios seguían apoderándose de mi cuello y yo ni
siquiera podía abrir los ojos. Me moví de nuevo, empezando a darme cuenta de lo
que estaba pasando. Pero esta vez, fuera quien fuera, ignoró completamente mis
silenciosas quejas. No tardé mucho en sentir un peso cayendo sobre mí. Todo
eran besos y caricias que se volvían más y más desesperadas conforme pasaban
los segundos.
Traté de incorporarme, pero no había forma. Mi fuerza en
esos instantes era casi nula y aquel cuerpo aprisionando el mío contra el
colchón no ayudaba. Mas bien, me asfixiaba. Me estaba agobiando. De mis labios
escapó un débil quejido y me removí nuevamente, intentando quitármelo de encima
cómo fuera, pero volvía a ser ignorado.
-
¿Qué coño se supone que estás haciendo? -Grité con furia.
Mi debilidad había parecido esfumarse por completo. Me
levanté de una sola vez, empujándola en el acto y haciéndola caer de la cama,
directa al suelo.
Pero no hubo respuesta. Ni una palabra, ni un solo grito o
exclamación de sorpresa. Absolutamente nada. Rápidamente me levanté de la cama,
sin poder ocultar de ningún modo mi desagrado hacia ello. ¿Cómo se había
atrevido a tocarme así? Me repugnaba la idea. Nadie podía tocarme así y mucho
menos sin mi permiso. Y ella había ido muy lejos aprovechándose de mi estado
para meterme mano.
Y ahí seguía. Sentada en el suelo con la cabeza agachada, en
completo silencio. La coleta se le había deshecho prácticamente por completo y
su cabello tapaba gran parte de su delgado rostro. Entre su esquelético cuerpo
y aquello, casi parecía sacada de una película de terror.
-¿Me has oído? ¿Qué te crees que hacías? -Insistí al no ver
respuesta, con rabia.
Entonces pude notar un leve temblor en su cuerpo al fijarme
en ella con más detenimiento. La habitación no estaba del todo iluminaba, pero
se apreciaba bien.
Me acerqué a la chica y agarré con fuerza su mentón,
obligándole a girar la cabeza y mirarme. Meses después lo recordaría y me
arrepentiría de ser tan brusco con ella. Pero en aquel momento estaba
completamente fuera de lugar.
Sus ojos se clavaron en los míos y no vi rastro de
arrepentimiento en ellos. Ni pena, ni miedo, ni cualquier otro sentimiento.
Simplemente no había nada. Tenía la mirada ausente, parecía perdida en sus
pensamientos. Me miraba, pero daba la sensación de que no estaba allí.
-Eh ¿Me escuchas? -Repetí al mismo tiempo que zarandeaba un
poco su cabeza, esperando ver algún tipo de reacción.
Tras varios intentos empecé a preocuparme. Su vista estaba
puesta en mi rostro, pero parecía que realmente no me veía. Al final opté por
desistir. Di por hecho que aquella pobre infeliz tan solo estaba jodidamente
colocada, pero aún así su estado era alarmante. En cualquier caso, poco podía
hacer yo.
Me separé de ella soltando su mentón con desprecio. La
quería lejos de allí y cuanto antes mejor. Pero necesitaba ayuda.
Abandoné mi habitación sin tener más remedio que hacerlo,
dejándola tal y cómo estaba, tirada en el suelo. Me había prometido a mí mismo
no hacerlo por miedo a lo que pudiera encontrarme, pero sin nadie más no podía
hacer nada. No era precisamente un experto en esos temas aún llevando meses
viviendo entre drogadictos.
Al primer lugar donde me dirigí fue al salón. La imagen que
encontré al llegar no me sorprendió, pero habría preferido estar en cualquier otro
sitio antes que allí.
Las latas de cerveza se amontonaban en la mesa y en el
suelo, a los pies del sofá. Había rastros de droga esparcidos junto a los botes
vacíos y un fuerte olor a porro en el ambiente. Vómitos, pequeñas manchas de
sangre, ceniza... todo estaba patas arriba y casi provocaba arcadas acercarse.
O al menos se las habría provocado a alguien que no estuviera acostumbrado a
tal situación.
En el sofá tirado estaba el amigo de YeSung. Dormía
profundamente y pensé en cómo no me había percatado antes de sus sonoros
ronquidos.
Preferí no fijarme en los detalles. No quería ver más y
tampoco necesitaba seguir haciéndolo. Allí no estaban ni YeSung ni la otra.
Un sentimiento de incomodidad empezó a crecer en mi interior
al pensar en ellos dos. Lo sabía muy bien. Sabía qué estaban haciendo. Y pronto
me encontré a mí mismo con ganas de golpear lo primero que se pusiera en mi
camino. Deseaba no pensar más en ello, pero mi cabeza había empezado a recrear
una serie de imágenes que no hacían más que enfurecerme y hacerme sentir mal.
Tenía claro que no iba a ir a por ellos. Me encargaría de la
chica yo mismo. La sacaría cómo fuera de mi habitación y ya se le pasaría, no
iba a preocuparme más por eso. Al fin y al cabo, supuse que ella se lo habría
buscado.
De regreso al dormitorio me percaté de mi necesidad por ir
al baño. Así que hice una parada más antes de volver a la cama. Y creo que no
pude ser más inoportuno.
Ni siquiera se dieron cuenta cuando abrí la puerta. No
llegué a ver mucho. Tan solo lo suficiente para que el mundo entero se me
viniera encima.
Allí estaban, de pie contra el espejo. Las finas manos de la
prostituta se paseaban con total libertad por la espalda de YeSung, arañándolo
todo a su paso. Mantenía una pierna en alto con su pie apoyado sobre el filo de
la bañera y casi pude escucharla gimotear que le diera con más fuerza.
Tan solo quería entrar y golpearlos hasta matarlos. Por un
momento el odio hacia ambos se apoderó de mí. Y casi estuve apunto de entrar y
ponerme a gritar cómo un histérico. Pero algo pareció detenerme antes de llegar
a hacer tal ridículo. Después de todo ¿Quien era yo para replicarles nada?
Nadie. Yo no era nadie.
No tenía nada que hacer allí. Con aquellos escasos segundos
había tenido más que suficiente para torturarme durante varios días. Regresé
directo a la habitación con la intención de ocuparme de la chica yo mismo, pues
no tenía otra opción. Con suerte eso mantendría mi mente ocupada un rato para
no pensar en lo que acababa de presenciar. Pero no había manera de ocultar mi
enfado y de nuevo lo pagué con quien quizás no debía.
-¡Levanta! -Le grité a la prostituta, que aún estaba sentada
en el suelo, junto a mi cama.- ¡Sal de aquí ya!
Me acerqué y agarré su brazo, tirando para levantarla del
suelo. No mostraba ningún esfuerzo por ponerse en pie y yo empezaba a cansarme
de todo aquello. Logré que se levantara, pero ella no era capaz ni de mantener
el equilibrio. Por lo que no tardó en caer de nuevo al suelo, dando contra el
escritorio y dejando mis pertenencias tiradas por ahí. Eso me enfureció aún
más.
La agarré por la cintura, ayudando así a mantenerla de pie y
la llevé hasta la puerta de la habitación, moviendo su cuerpo con brusquedad
para sacarla de allí en cuanto antes. Entonces ocurrió algo que no esperaba.
Cuando ya casi había salido por la puerta, justo al ir a dejarla en el suelo
del pasillo... solo entonces reaccionó.
-¿Qué haces? -Exclamó, sobresaltada y mirándome con los ojos
cómo platos.
Nada más escucharla intenté apartarme e incorporarme, pero
antes de poder hacer o decir nada, levantó su mano derecha y golpeó con fuerza
mi rostro.
-¿Cómo te atreves a ponerme las manos encima? -Me gritaba
histérica mientras se levantaba del suelo por si misma.
Y allí estaba yo. Ocultando mi dolorida mejilla con una
mano, siendo acusado de aprovecharme de la misma persona que había estado
tocándome cual desesperada momentos antes. Con la diferencia de que yo al menos
era inocente. Me había pillado totalmente por sorpresa. Ya había asumido que no
iba a reaccionar y de repente me salió con aquello. La miré con desprecio ¿Para
qué iba a querer yo aprovecharme de ella? Si hubiera sentido la más mínima
atracción habría dejado que me manoseara un rato antes.
Ya no lo aguantaba más. Sentía que iba a estallar de un
momento a otro y esa idiota no hacía otra cosa más que gritarme y darme
empujones. Finalmente me decidí por dar la vuelta y encerrarme en la
habitación, sin decir nada. Sabía perfectamente que en cuanto empezara a hablar
lo soltaría todo. Absolutamente todo. Así que sin duda ignorarla era lo mejor.
Sin embargo no me dio tiempo a huir.
-¿Qué pasa?
Los dos nos giramos rápidamente a mirar en aquella
dirección. Pelo revuelto, falda ligeramente subida, tirantes caídos... Creo que
mi expresión de asco fue más que evidente. Pero ninguna de las dos se dio
cuenta, estaban muy ocupadas abrazándose.
-Este desgraciado estaba intentando violarme.
Mis ojos se abrieron de par en par al escuchar aquella
acusación. ¿Yo? ¿Violarla? ¿A esa? Estaba loca.
-¿Violarte a ti? Vamos, no digas estupideces. -Respondí,
mostrando mi gran indignación.
No quería hacerlo porque sabía de sobra cómo iba a acabar
todo. Pero tras escuchar aquello no tuve más remedio que contestar y
defenderme.
-¿Estupideces? ¡Te estabas aprovechando de mí!
-¡Ni loco toco a alguien cómo tú!
-¡Me estabas metiendo en tu habitación!
-¡Te estaba sacando de ella, idiota!
Estaba realmente cabreado. No recordaba la última vez que
había tenido tantas ganas de golpear a alguien. Entonces, en plena discusión,
me di cuenta de que YeSung nos observaba desde la puerta del baño, con
expresión confusa.
Agaché la cabeza y suspiré. Él era la última persona a la
que quería ver en un momento así. Todo mi enfado pareció desvanecerse, dejando
paso a una terrible sensación de miedo. ¿Por qué reaccionaba así ante YeSung?
Hacía que me odiara aún más. Solo esperaba no acabar llorando. No al menos
delante de todos.
-¿Qué está pasando aquí? -Preguntó mientras avanzaba por el
pasillo hacia nosotros. En su expresión podía notarse que no sabía muy bien de
qué iba el tema.
-Me intentaba violar.
Esta vez no dije nada, pero pude sentir la penetrante mirada
de YeSung observándome. Tan frío cómo siempre... casi sentía cómo me atravesaba
con ella.
-RyeoWook ¿Es eso verdad?
Negué con la cabeza, incapaz de pronunciar una sola palabra.
No podía evitar sentirme intimidado. ¿Por qué? Yo no había hecho nada malo.
Había sido ella la que se me había lanzado encima.
-¡No le creas! Intentaba llevarme a su habitación. Se iba a
aprovechar de mí.
-No... -Logré murmurar.- No es cierto... YeSung, por
favor...
Se produjo un largo e incómodo silencio en el pasillo. Él no
hacía más que mirarme, pensativo, cómo si estuviera dudando si lo había hecho o
no. Sinceramente, el hecho de que dudara de ello ya me dolía. Pero tenía que
ser fuerte, al menos cara a él. La castaña tenía la mirada puesta en YeSung,
esperando a que diera algún tipo de veredicto. La otra solo la rodeaba con sus
brazos, sin decir nada, pero su simple presencia ya me era molesta.
-Todos fuera. No quiero oír ni una sola palabra más de esto.
-Dijo finalmente, con su ya característica seriedad.
Suspiré aliviado, aunque aún no estaba tranquilo. Sabía de
sobra que tarde o temprano tendría que hablar con él y dar una explicación.
-¿Cómo que fuera? ¿Es que no me has escuchado? -Gritó la
chica, insistiendo en ello. Parecía que buscaba un castigo para mí.
-He dicho fuera.
Los ojos de YeSung se clavaron en los de ella, haciéndola
retroceder y pensárselo dos veces antes de volver a protestar. Por un momento
me dio la sensación de que estaba enfadado, pero intentaba esconderlo. ¿Él?
¿Sentimientos? No negaré que me sorprendí. Rara vez mostraba alguno, ya fuera
malo o bueno. Dicho eso último, dio media vuelta y se encerró en su propio
dormitorio.
Me quedé mirando la puerta por la que había desaparecido,
totalmente perdido en mis pensamientos. No duró mucho, pues allí estaba de
nuevo la molesta voz de aquella mujer.
-Tienes suerte de tenerle para que te defienda. Procura no
volver a acercarte a mí o a alguna de las chicas.
Era demasiado evidente el odio en sus palabras, y mucho más
que era una amenaza, pero me era indiferente. Poco me importaba lo que pensara
o dijera ella.
Después de aquello no se volvió a hablar del tema, tal y
cómo YeSung había ordenado. Esa noche, después de lo ocurrido, volví a mi
habitación e intenté dormir y olvidarlo todo. Absolutamente todo. No quería
recordar de nuevo nada de lo que había pasado. De principio a fin. Tan solo
deseaba despertar y que todo hubiera sido una horrible pesadilla, nada que ver
con la realidad.
Pero por desgracia eso no era así. Había sido demasiado real.
Esa noche me marcó durante las siguientes dos semanas, y puede que durante el
resto de mi vida. Fue el principio de lo que en más de una ocasión pensé que
iba a ser el fin. Y en cierto modo, así era.
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