martes, 30 de enero de 2018

(Varias) The Secret -Serial- Capítulo 8




Capitulo Octavo


            YeoReum había dejado atrás el bosque que guardaba a la raza de los elfos de los curiosos humanos hacía ya bastante tiempo y, a lomos del espíritu que siempre la acompañaba, había comenzado a atravesar el territorio humano en busca del lugar que le había dicho su mentora. Ambos iban camuflados, invisibles al ojo humano, por lo que no deberían de tener ningún problema antes de llegar al templo de la diosa de la paz y, una vez llegaran allí, estarían a salvo de todo. Era la primera vez que ambos dejaban el bosque, la primera vez que se alejaban de la seguridad que éste siempre les había proporcionado; pero era por una buena causa, era por ayudar en todo lo posible a que la batalla que estaba por llegar se decantara a favor de los que querían conservar el mundo tal y como este se encontraba. Por eso YeoReum no había siquiera dudado cuando la elfa de mayor edad le había dicho que el futuro no estaba completamente decidido y le había pedido que le dijera lo que debía hacer para ayudar.


            Ya no les debía quedar demasiado para llegar hasta aquel lugar, no habían hecho ni un solo descanso desde que partieron y el templo no estaba muy lejos del bosque de los elfos. Sin embargo, antes de que pudieran llegar a éste, la tierra se estremeció de forma repentina y, en su carrera, el espíritu lobo perdió el equilibrio y ambos cayeron al suelo mientras éste seguía temblando. A YeoReum no le dolió la caída a pesar de que ésta le había provocado varias heridas, le dolió escuchar cómo la tierra lanzaba un grito de auxilio y lloraba porque presentía que algo horrible iba a suceder. Una opresión se instaló en el pecho de la elfa y las lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos antes de que pudiera detenerlas.

            Unos segundos después, YeoReum sintió unas cálidas manos sobre sus mejillas y enfocó su vista en MinHyung, que había dejado su forma animal para presentarse ante ella en su forma humana. La elfa trató de sonreír, agradecida por sus cuidados, pero no se sentía realmete de aquella forma porque si no conseguían derrotar a la maldad que se quería extender por Cosmic Earth, todos los seres naturales sufrirían mucho y eso era un motivo de peso para su tristeza.

            —Debemos llegar pronto —murmuró YeoReum—. Debemos hacerlo.
            —Tus heridas…
            —Cuando lleguemos.

            MinHyung asintió y después volvió a convertirse en lobo para volver a emprender el poco camino que les quedaba para llegar al templo. Una vez allí, YeoReum se despidió del espíritu —incapaz de entrar a aquel lugar porque era un ser masculino— y se adentró en la roca del acantilado, esperando poder ser de ayuda.

★★★

            —¿Sabes desde cuándo estamos aquí? —preguntó repentinamente EXY, haciendo que SeolA la mirara confundida—. ¿Cuánto tiempo llevamos aquí, cuidando que ninguna amenaza externa penetre en Cosmic Earth? —aclaró.
            —Mmmm… no lo sé exactamente —respondió la otra—. ¿Desde siempre?

            EXY asintió a aquella respuesta. Ellas habían nacido para estar en aquel lugar, para cuidar las fronteras de Cosmic Earth, no tenían ningún otro cometido más que ese y lo único de lo que debían preocuparse era de mantener la paz siendo la primera barrera para combatir todo lo que tratara de acercarse hasta el planeta que guardaban. Siempre había sido así, siempre habían estado allí, las dos solas. SeolA había sido su única compañía durante siglos, ya que eran pocas las veces que abandonaban aquel puesto de vigilancia.

            —¿Por qué? —cuestionó SeolA.
            —Solo quería saber si para ti había sido igual que para mí —dijo—. Si solo habías vivido esta vida o antes habías tenido otra totalmente diferente.
            —No tengo recuerdos de una vida en la que no haya estado junto a ti —le respondió—. Solo tú eres con quién he estado todos los siglos que he estado viva.

            EXY no pudo evitar sonreír. Se sentía un poco contenta por ello a pesar de que la situación no era exactamente para estar feliz, pero aquella cosa insignificante, saber que solo ella y SeolA habían compartido los mismos momentos, la hacía feliz.

            —¿Por qué sonríes?
            —Porque soy feliz de haber vivido todo este tiempo solo junto a ti —contestó.

            SeolA también esbozó una sonrisa en su rostro y EXY sintió unas repentinas ganas de besar los labios de la hermosa divinidad. Sin pensarlo demasiado, aprovechó aquella especie de momento mágico entre ambas para hacerlo, para acercarse lentamente a ella y posar sus labios sobre los suyos en un beso suave y tierno que hizo que su corazón se llenase de una calidez indescriptible, como todas las anteriores veces en las que había besado a la mayor —aunque éstas habían sido pocas—. Cuando se separó de SeolA, le dedicó una sonrisa y la otra se la devolvió.

            —Ahora tenemos otro recuerdo más que no se basa en solo nosotras escaneando el infinito en busca de amenazas —dijo EXY.
            —¿Y podríamos tener más recuerdos como este? —cuestionó SeolA.
            —Por supuesto.

            Y aquella vez fue la mayor la que se inclinó hacia EXY para tomar sus labios de forma firme, sin querer separarse de ellos ni un solo instante.

★★★

            La vida en el templo realmente no era muy diferente a la que habían estado viviendo desde que habían llegado a la antigua vivienda familiar de DaWon, las gemelas se pasaban el día ejercitando sus poderes —esta vez sin la guía de los libros porque ya habían aprendido lo suficiente de ellos y se guiaban por su instinto— mientras que la mayor se pasaba la mayor parte del tiempo terminando de leer el libro de La Historia de los Cielos. Sabía que aquel libro escondía en su interior muchos más secretos de los que había descubierto con anterioridad y que daba muchas más explicaciones que la bruja estaba ávida por obtener. Podría haber preguntado a la Diosa que caminaba por los rincones de aquel templo o a la Estrella, de esa forma habría ahorrado mucho tiempo, pero aquellos seres eran demasiado inalcanzables para ella y no se sentía cómoda estando en una habitación sola con ellas, desprendían un aura demasiado poderosa para que DaWon la pudiera soportar.

            No. La única opción que le quedaba era seguir leyendo aquel libro, porque las sacerdotisas no sabían nada, ya les había preguntado, y la nueva huésped que había llegado al tiemplo solo unas horas antes, aquella elfa menuda tampoco le servía de ninguna ayuda porque había llegado allí como ellas, para ayudar en esa empresa de la que nadie las informaba realmente de nada. Esa situación no le gustaba nada a la bruja, pero ella tampoco era nadie para encararse con aquellos seres celestiales y pedirles explicaciones. Los asuntos del cielo no eran los asuntos de los humanos, aquellos pocos humanos que habían tratado de inmiscuirse en los asuntos de los Dioses habían acabado muy mal parados.

            DaWon solo esperaba que todas las chicas que se encontraban allí no acabaran deseando no haberse cruzado nunca jamás en los planes de los Dioses.

            La lámpara de aceite que había estado utilizando para leer todo aquel rato se acabó por apagar y DaWon decidió dejar el libro por aquel día, ya había pasado el suficiente tiempo leyendo y no había descubierto nada que ya no hubiera visto antes. La bruja suspiró y después se masajeó levemente sus entumecidos hombros por haber estado leyendo con una mala postura, dispuesta a buscar a SooBin y DaYoung para pasar un rato con ellas y ver los frutos que habían dado sus entrenamientos mágicos.

★★★

            La diosa de la Paz tenía muchas cosas en la cabeza, quizás demasiadas, mientras esperaba el momento en el que la Estrella recuperara todo su poder para poder acabar con todo aquello lo más pronto posible porque aquel que estaba encerrado no iba a tardar demasiado en salir de ese encierro. Sin embargo, a pesar que un montón de pensamientos cruzaban por su mente, la diosa se daba cuenta de lo que sucedía a su alrededor perfectamente y también sabía que quizás les debía de dar una explicación a todas aquellas criaturas que se habían reunido en el templo para ayudar. Generalmente, los dioses hacían y deshacían a su antojo y no se mezclaban con los humanos o demás criaturas que poblaban Cosmic Earth, pero ella había hecho que se enteraran de su plan a medias para pedirles su ayuda porque no era lo suficiente poderosa y ahora todas ellas tenían curiosidad por saber por dónde iba a ir aquello y qué era lo que iban a tener que hacer en adelante. Bona podría simplemente no decir nada y hacer que cada una ejerciera el papel que les había asignado, pero como diosa de la paz tratando de detener una guerra inminente en la que probablemente todas sufrirían, no se sentía nada bien mintiéndoles.

            Todo sería más fácil si la estrella YeonJung se recuperaba por completo antes de que el dios escapara de su prisión, aquella era la única manera de que nada malo sucediera y que nadie tuviera que sufrir por rencores del pasado cuando ninguna de las que estaba allí tenía que ver con la contienda realmente… pero Bona sabía que el tiempo se les estaba agotando y que la estrella no iba a estar completamente recuperada antes de que todo comenzara. A la diosa tampoco le gustaba demasiado la opción que había elegido tanto tiempo atrás para detener lo que se avecinaba, pero era la única solución que estaba en sus manos.

            Bona estaba condicionada por su falta de poder, porque si fuera tan poderosa como los demás dioses, como lo había sido anteriormente, antes de que la castigaran por lo que había hecho en el pasado, no tendría ningún problema en tratar de lidiar ella sola con TaeYong. Pero ni siquiera era capaz de hacer eso… y ella no estaba recuperando sus poderes de la misma forma que el otro dios lo estaba haciendo. Por eso YeonJung, con su poder como estrella, era la única que podía ayudarla y, por eso, ella había pedido a aquellas criaturas poderosas de Cosmic Earth que le prestaran su ayuda y así poder hacer algo más. Durante mucho tiempo le había dado vueltas y vueltas a aquel tema, tratando de buscar una solución que no tuviera que acabar con la vida de nadie, pero con su limitado poder era imposible vencer sin ninguna baja y las estrellas estaban allí para ayudar.

            Y poco a poco, Bona se había ido convenciendo de que la única forma en la que podía hacer lo máximo para que él no regresara, era mancharse las manos con la sangre de una estrella, porque con la muerte de una estrella se desencadenaba un poder inmenso que era imposible de contrarrestar por el resto de las divinidades del universo.

★★★

            La vida en el templo dedicado a la Diosa de la Paz Bona había cambiado drásticamente desde hacía tan solo unos pocos días y las sacerdotisas que llevaban en aquel lugar mucho tiempo todavía no se acostumbraban al nuevo bullicio y a encontrarse repentinamente a alguien al entrar a una habitación. MeiQi era la que más años llevaba en aquel lugar y, siendo la primera en mucho tiempo en habitar el templo, había pasado sus primeros años en total soledad. Cuando llegó XuanYi, tuvo que adaptarse a una nueva vida en compañía de la otra chica y, al principio se le hizo bastante extraño, pero con el paso del tiempo se había ido acostumbrando a la nueva sacerdotisa y a la convivencia con ella; y para cuando LuDa había llegado, tan solo unos meses atrás, MeiQi ya se encontraba perfectamente adaptada a no estar sola. Sin embargo, aunque fueran tres sacerdotisas en aquel templo y la chica ya volviera a aceptar el contacto con el resto del mundo, la entrada de tantas personas de golpe la había descolocado un poco.

            Cuando había llegado la Diosa con la Estrella había sido bastante apabullador porque ambas tenían un aura muy poderosa y, a pesar de que MeiQi acostumbraba a tratar de vez en cuando con la Diosa, se sentía bastante fuera de lugar entre ellas y trataba de evitar el contacto lo máximo posible con ellas, dedicándose a sus tareas como sacerdotisa en el templo. Sin embargo, la llegada de las tres brujas —siempre practicando con su magia— y la de la elfa —con aquel lobo que se encontraba en la puerta del templo, siempre vigilante—, quizás era demasiado para ella por el momento y, quizás, para cuando se acabara acostumbrando a sus presencias, todas deberían marchar a sus respectivos hogares porque todo aquello habría terminado.

            —Aquí estabas —escuchó la voz de XuanYi a sus espaldas, sacándola de sus pensamientos—. Te he estado buscando un rato.

            MeiQi se giró hacia ella y esbozó una sonrisa en sus labios, sintiéndose un poco culpable por haber hecho que la otra sacerdotisa perdiera el tiempo y tuviera que buscarla solo porque huía de las zonas bulliciosas del templo. Después, echó a andar y se acercó a ella hasta que se quedó a un par de pasos escasos del cuerpo de la mayor.

            —Lo siento mucho —le dijo—. ¿Me buscabas por algo urgente?
            —No es que sea algo demasiado urgente, pero la Diosa ha dicho que ya que estábamos aquí todas las que habíamos ayudado a la llamada de la Estrella, que quería hablar con todas acerca de lo que se avecina —contó XuanYi, hablando rápidamente—. No ha dicho una hora concreta en la que quiere que hablemos, pero supongo que querrá que nos reunamos hoy.
            —Está bien —respondió MeiQi—. Vamos a escuchar lo que nos tienen que decir, tengo mucha curiosidad por todo lo que aún no se nos ha explicado.

            XuanYi asintió y la menor echó a andar, pero antes de que pudiera dar un par de pasos, sintió cómo la mano de la otra se entrelazaba con la suya y la detenía.

            —Antes de ir… quiero que sepas que LuDa y yo estamos aquí para ti —le dijo XuanYi—. No queremos que te sientas agobiada por todo el bullicio ni por si sucede algo que no podamos controlar.
            —Gracias —respondió MeiQi, notando cómo algo de la tensión que la mantenía siempre alerta se iba y se sintió un poco mejor—. Muchas gracias.

★★★

            El sol hacía tiempo que se había ocultado tras el horizonte y las dos lunas de Cosmic Earth se erguían orgullosas en el cielo nocturno, ocupando el lugar que había dejado vacante el astro rey. Ambas lunas se encontraban llenas e iluminaban la noche con su plateada luz, haciendo que los movimientos de las dos divinidades menores que, se encontraban terminando de organizar los preparativos para iniciar el ritual, fueran veloces gracias a la intensa luminosidad. Ya no les quedaba más que ultimar algunos detalles para empezar y así hacer que su dios regresara de aquel exilio al que había sido sometido y, en cuanto él regresara, sembraría el caos.

            EunSeo y Cheng Xiao cogieron un par de piedras del suelo y con ellas dibujaron a su alrededor un círculo de invocación, dentro del cual deberían permanecer hasta que ésta estuviera completada, aunque tardaran horas en hacerla. Tras esto, comenzaron a colocar todo lo que necesitaban para que éste pudiera llevarse a cabo sin complicaciones; incienso de olíbano para marcar el Este y el elemento aire, una vela blanca para marcar el Sur y el elemento fuego, una copa llena de agua para marcar el Oeste y ese mismo elemento y, por último, un tazón lleno de sal para marcar el Norte y el elemento tierra. Tras esto, ocuparon los huecos que habían quedado entre los cuatro puntos cardinales con velas de color rojo y las encendieron lentamente.

Cuando todo esto estuvo realizado, las dos divinidades se colocaron en el centro del círculo, frente a frente, y se tomaron de las manos.

—¿Preparada? —preguntó Cheng Xiao.
—Nunca he estado más preparada en mi vida —replicó EunSeo.

Las dos se miraron a los ojos durante unos instantes para después cerrarlos fuertemente, evitando así las posibles distracciones y, tras inspirar hondo un par de veces, comenzaron a entonar el cántico del ritual bañadas por la luz de las dos lunas. Inmediatamente, entre ellas comenzó a manar su energía, aquella que canalizarían hasta los cielos para que ésta liberara a su dios de su cautiverio. Poco a poco, sus poderes también empezaron a fluir y las llamas de las velas rojas que habían repartido por el círculo se avivaron. Ambas dejaron que sus poderes recorrieran sus cuerpos, llenando cada célula con éstos y sintiéndose por primera vez en siglos como las divinidades que eran y no como los seres humanos que habían fingido ser todo ese tiempo.

Cheng Xiao sintió una picazón en su espalda, allí en donde otrora iniciaban unas alas de plumas rojas como la sangre que podían ser envueltas en llamas sin arder y la picazón se convirtió en un dolor punzante que la joven soportó, tratando de no perder la concentración, aferrándose a las manos de EunSeo, manteniendo el vínculo entre ambas unido. Por cómo la mayor le devolvió el apretón, supo que ésta también estaba experimentando aquel dolor, aquel dolor que era totalmente necesario para terminar de romper la condena que habían recibido… porque en cuanto les crecieran las alas de nuevo, por fin serían completamente divinidades.

Repitieron una y otra vez su cántico, sintiendo en cada ocasión las palabras desde el fondo de sus corazones y transmitiéndolas con voz clara. El dolor en sus espaldas era cada vez más y más fuerte, pero ambas lo resistieron hasta que, finalmente, las alas que durante tantos siglos habían estado selladas en su interior, por fin pudieron salir y extenderse al viento nocturno, liberadas al fin de su prisión. Cheng Xiao dejó escapar entre sus labios todo el aire que no sabía que había estado conteniendo en un suspiro de alivio mientras notaba cómo sus entumecidas alas se estremecían al contacto con el exterior, algo que no estaban acostumbradas a sentir. Segundos después, notó un estremecimiento en el cuerpo de EunSeo a través de sus manos unidas y supo que ella también había liberado sus alas.

Fue en ese momento, cuando ya habían sido reinstauradas como divinidades, que las dos cambiaron su cántico, para que toda aquella energía que habían acumulado en el círculo de invocación viajara hasta la luna mayor que orbitaba alrededor de Cosmic Earth. Y después de aquello, aunque no fue de forma totalmente inmediata, comenzaron a notar cómo las barreras que habían sido puestas en torno a la luna para que el dios de la guerra no pudiera escapar, flaqueaban ante el inmenso poder que las quería derribar… hasta que, finalmente, todas cayeron.

Y TaeYong, el dios de la guerra, fue liberado.




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