Capitulo Cuarto
En el
paisaje rocoso en el que estaba acostumbrada a vivir y desde el cual observaba
todo el valle que se extendía a sus pies, de la misma forma que observaba el
cielo sobre su cabeza, Cheng Xiao se encontraba mirando al infinito, con
demasiados pensamientos en su mente y sin fijarse realmente en lo que veía. Aquella
mañana había sentido un escalofrío que había hecho que se despertara de golpe y
saliera de entre los brazos de EunSeo tratando de no despertarla para ponerse algo
de ropa y poder ir al exterior cuando el sol casi ni había aparecido en el
horizonte. Algo la había llamado y la chica pensaba que debía tratarse de un
error, porque la sensación que había tenido ante aquella llamada había sido la
misma que llevaba demasiados siglos sin sentir, la misma que había tenido
siempre cuando era llamada ante su dios.
Pero
aquello no podía ser posible, él seguía encerrado y no había dado ninguna
muestra anteriormente de que estuviera recuperando sus poderes, llamarla,
estando a tanta distancia si los acababa de empezar a recuperar era una gran
proeza, por lo que Cheng Xiao no se podía creer todavía que aquello estuviera
pasando realmente. Debía de haber sido su imaginación, debía de haber sido un
recuerdo del pasado, un reflejo de lo que recordaba haber sentido hacía tanto
tiempo… y sin embargo lo había notado tan real, que no podía evitar estar muy
confusa.
Sus
pensamientos se vieron interrumpidos por unos brazos cálidos que le rodearon la
cintura desde atrás y ella se dejó envolver por esta calidez, tratando de
olvidar lo que había sentido antes y sintiéndose totalmente relajada entre
aquellos brazos tan conocidos.
—¿Qué
haces aquí fuera tan temprano? —le preguntó EunSeo—. Cuando me he despertado no
te he visto en la cama y cuando no te he encontrado en casa me he asustado un
poco.
—Quería
un poco de aire fresco —respondió.
Cheng
Xiao no le quiso contar lo que había sentido por si solo había sido un
espejismo, no quería que la otra comenzara a tener grandes esperanzas en que
por fin todo volvería a ser como antes y que éstas finalmente fueran solo
falsas esperanzas porque él todavía no se encontraba listo para regresar.
EunSeo odiaba Cosmic Earth y odiaba a los humanos, así que, tener que estar en
contacto con ellos era una gran maldición y si le contaba que había sentido la
llamada del dios y resultaba no ser cierto, le rompería el corazón en mil
pedazos, algo que no quería que sucediera por nada del mundo.
—Podrías
haberme despertado —murmuró EunSeo, apretándola un poco más fuerte contra su
cuerpo—, o dejado una nota para que no me preocupara.
—La
próxima vez lo haré —contestó ella.
Cheng
Xiao sintió la sonrisa en los labios de la mayor contra su cuello justo antes
de que dejara un corto beso en aquella zona que hizo que una corriente
eléctrica le recorriera la columna vertebral. Después de aquello, se quedaron
en aquel lugar, observando la lejanía sin decir ni una sola palabra porque
entre ellas, las palabras sobraban la mitad del tiempo debido a que se conocían
perfectamente la una a la otra. Debían haber pasado varias horas porque el sol
se encontraba en su camino hacia lo más alto de la bóveda celeste cuando la
menor fue quien rompió aquel cómodo silencio.
—Oh —murmuró—.
¿Qué es aquello?
La chica
señaló el horizonte, donde justo frente a ellas, en las montañas que bordeaban
aquel valle, se habían comenzado a formar unas compactas nubes negras, unas
nubes que no eran para nada naturales. Sin embargo, antes de que EunSeo pudiera
contestarle a aquella pregunta, Cheng Xiao notó un escalofrío circular por todo
su cuerpo y justo después, un hormigueo en su piel, un hormigueo que le
recordaba a cuando todavía tenía sus poderes como divinidad menor. La chica
cerró sus ojos y sintió cómo fluía aquel hormigueo por todo su cuerpo hasta
llegar a sus manos, donde se acumuló una gran parte, haciendo que sintiera un
gran calor en las palmas, calor que pronto comenzó a quemarla, por lo que acabó
deshaciéndose de ese calor.
—¿Cheng
Xiao? —dijo EunSeo.
La menor abrió sus ojos,
que habían cambiado del color chocolate que tenía desde que había sido
desterrada al mundo humano al color dorado que había tenido desde siempre,
encontrándose que allí donde antes habían crecido unos matorrales prácticamente
secos, ahora estaban consumiéndose en las llamas. Rápidamente, se giró hacia la
otra, entre asustada y complacida porque parecía haber recuperado una parte de
sus poderes y eso solo podía significar que él había comenzado a moverse y que
les había comenzado a devolver lo que siempre había sido suyo. EunSeo al
observó durante unos instantes, como si no se creyera lo que acababa de ver,
pero justo después la abrazó fuertemente contra su pecho, no queriendo dejarla
escapar.
—Tus poderes han
regresado —susurró.
—Solo una mínima parte —respondió
Cheng Xiao.
—Pero eso significa que
él se ha recuperado por completo y que pronto nos sacará de aquí, pronto
volveremos a ser lo que fuimos y pronto destruiremos este lugar.
★★★
En el
exterior de la casa había una gran oscuridad a pesar de que todavía no había
llegado la noche, una oscuridad inusual que le ponía los pelos de punta. El
cielo de media tarde estaba totalmente cubierto por unas nubes tupidas y negras
de las que caía una lluvia torrencial acompañada de una tormenta eléctrica
bastante potente que no presagiaba nada bueno. Aquel no era un clima propio de
esa época del año, era mucho más común de mitad del invierno y no de finales de
verano, por lo que DaWon había decidido leer ese día sentada en el poyete de la
ventana en lugar de en el sofá, dejándole a las gemelas el mueble para que
siguieran practicando algunos hechizos más avanzados, para poder observar por
el rabillo del ojo aquel clima tan extraño.
No le
quedaban muchas páginas por terminar de descifrar, quizás solo unas cien, pero
la parte que en aquellos momentos estaba leyendo le estaba dando una gran
información acerca de todo lo que su abuela le había esbozado en la carta que
la había puesto en marcha para realizar aquella búsqueda.
DaWon había aprendido
que el cielo no era tal y como siempre había pensado, los dioses en los que
hacía tanto tiempo que la humanidad había dejado de creer seguían estando allí,
aunque lejos del alcance de todos, y eran sus caprichos o sus malas decisiones
los que creaban la inestabilidad en el mundo en el que la bruja vivía. Aquello
había sucedido en el pasado mucho más a menudo que en el presente y, algo que
sucedió demasiados siglos atrás y que había estado acumulando poder y ansias de
venganza, era lo que estaba a punto de regresar y sembrar el caos en Cosmic
Earth.
—Las estrellas tienen el
poder suficiente para poder arrebatar de forma definitiva la divinidad —murmuró
DaWon, recordando algo que había descifrado hacía un par de días—. Si se llama
a una estrella, entonces, se podría solucionar todo sin que haya derramamiento
de sangre —llegó a la conclusión.
Sin embargo, la bruja no
tenía ni idea de cómo debía de invocar a una estrella ni si tenía la energía
suficiente como para poder hacerlo. Por eso, debía de seguir leyendo el libro,
para tratar de encontrar más explicaciones; pero antes de que pudiera hacerlo,
escuchó una dulce voz en su cabeza: “Cuando
sea el momento indicado, te guiaré para que puedas ayudar en este propósito”.
DaWon no sabía de dónde procedía aquella voz ni cómo sabía qué era lo que
estaba pensando y lo que quería hacer, pero por alguna razón, confió en aquella
voz y cerró el libro, dejándolo sobre sus piernas y miró por la ventana,
sintiendo un escalofrío en su cuerpo en el mismo instante en el que un rayo
cayó no muy lejos de allí.
★★★
Mientras
SeolA observaba la Luna mayor, tratando de apreciar algún cambio en aquel que
estaba cautivo, el cambio que les daría la clave para saber que debían de
comenzar a prepararse; EXY no podía dejar de mirar hacia Cosmic Earth. Era un
planeta hermoso, con grandes extensiones de azul debido a los inmensos océanos
y toques de marrón allí donde se extendía la tierra, salpicada de puntos verdes
o blancos, ya hubiera zonas boscosas o heladas. En aquellos momentos, la mitad
del globo que podía ver desde su posición se encontraba cubierta por una espesa
capa de nubes que poco a poco se iba extendiendo y ocupando muchos más
kilómetros cuadrados.
A EXY le
extrañó que aquellas nubes se expandieran cuando lo que hacían siempre era
moverse de un lado a otro, pero no aumentar de tamaño a no ser que fuera cuando
se estuvieran formando en mitad del océano. Pero aquellas nubes oscuras en las
que a veces centelleaban relámpagos no se encontraban en mitad del océano, sino
en una zona terrestre.
Debido a
que no era para nada normal, utilizó el artefacto con el que vigilaban la
variación de la energía del Dios que custodiaban para observar aquellas
extrañas nubes. No tuvo que esperar más que unos segundos a que el aparato
analizara el centro de aquella tormenta y le mostrara los datos directamente a
la pequeña pantalla que tenía frente a su ojo izquierdo. EXY se mordió el labio
inferior, angustiada. Si lo que aquello le estaba mostrando era cierto, quería
decir que habían fracasado en su misión y que él tenía todos sus poderes de
regreso sin que lo hubieran advertido antes y tratado de impedir.
El Dios
de la Guerra había desatado una tormenta en Cosmic Earth y eso quería decir que
había llegado el momento de avisar a la Diosa de la Paz para que comenzara con
los preparativos para llamar a la Estrella.
—SeolA —llamó
a su compañera y ésta giró la vista hacia ella—. Tenemos que bajar al hogar de
los dioses para hablar con Bona.
—¿Qué
sucede? —preguntó. En su voz había temor porque lo peor hubiera sucedido y a
EXY le dolía tener que decirle aquello, pero debían avisar a la diosa.
—Él ha
desencadenado una tormenta en Cosmic Earth —dijo—. Todo ha comenzado.
SeolA
cerró sus ojos durante unos segundos, asimilando aquella información y después
tragó saliva antes de asentir levemente con su cabeza, poniendo rumbo hacia
Cosmic Earth, alejándose de la luna que llevaban tantos siglos vigilando en
balde.
★★★
Desde
donde la hermosa diosa de la paz lo observaba todo, podía ver perfectamente las
nubes negras que se extendían a sus pies y que lo cubrían todo formando una
espesa capa que era difícil de atravesar. Aquellas nubes eran el presagio de
que aquello que tanto había temido y esperado por igual estaba a punto de
suceder y no había manera alguna de hacer que no ocurriera. Él estaba a punto
de escapar de su prisión y ella tenía que empezar con los preparativos de lo
que debía hacer para impedir que el mundo que tanto había atesorado y cuidado
fuera destruido por aquella fuerza.
A pesar
de que la capa de nubes le dificultaba enormemente la visión, Bona dirigió su
atención hacia todas aquellas que habían recibido la misión de ayudarla cuando
el momento llegara, todas aquellas descendientes de las personas en las que la
diosa dejó en sus manos un enorme poder y conocimiento que ahora debía de
reclamar para ser capaz de invocar a la Estrella. La bruja ya había descubierto
muchos de los secretos que le habían sido confiados a sus antepasados y, junto
a las gemelas que tenía a su lado, sería más que capaz de ayudarla; igualmente,
sus sacerdotisas también podían hacerlo si unían todas sus fuerzas a través de
la red que ella había creado. Incluso aquel ser del bosque que seguía teniendo
demasiadas dudas, estaba totalmente preparada para realizar su cometido y
canalizar toda la energía que había en ese lugar sagrado para completar la
llamada.
Bona
llevaba demasiados siglos preparando aquello y nada podía salir mal o todos
estarían perdidos, así que, confiaba en que todo lo que había hecho desde el
momento en el que los oráculos predijeron su regreso fuera suficiente.
—Diosa
—escuchó que la llamaban.
Dejó de
mirar el mundo humano a través de la capa espesa de nubes negras y se giró
hacia el lugar del que procedía aquella voz tan conocida. Al pie de la
escalinata de mármol que subía hasta el podio en el que ella se encontraba
junto al busto dorado de aquel al que se debía enfrentar, estaban las
divinidades guardianas de Cosmic Earth, aquellas encargadas de la vigilancia
del espacio cercano y las carceleras del dios de la guerra. En sus rostros,
Bona pudo ver que ellas también lo sabían, que habían visto aquellas nubes y
que habían ido a avisarla de que el momento había llegado.
—EXY,
SeolA —las saludó, comenzando a descender por la escalinata—. Veo en vuestros
rostros que las nuevas que me traéis no son buenas.
—No lo
son, mi diosa —respondió SeolA.
—Él ha
recuperado todo su poder —dijo EXY—. Aunque supongo que no es algo que no
supieras ya, mi diosa.
—Observo
el mundo de los humanos cada día —comentó la diosa—. He visto aquello que me
habéis contado.
—Lo
sentimos —murmuró la mayor de las dos divinidades guardianas—. No hemos podido
detenerlo.
—No hay
nada de qué lamentarse, SeolA —Bona le puso una mano en el hombro para animarla—.
Estaba escrito que sucedería, vosotras habéis hecho un gran trabajo hasta ahora
y me gustaría que siguierais realizándolo hasta el final.
—Gracias,
mi diosa —susurró la menor—. Haremos todo lo posible por seguir cumpliendo con
nuestro deber hasta el final.
★★★
El
santuario en el que llevaban a cabo sus plegarias las sacerdotisas de la Diosa
de la Paz era un lugar pequeño y circular, tallado en la roca, como el resto
del templo, con algunos ornamentos sobresaliendo de las paredes, además de
antorchas iluminando la estancia. En el centro, se encontraba un pequeño altar
que se alzaba poco más de un metro del suelo, lugar en el que eran dejadas las
ofrendas a la Diosa y en torno al cual las sacerdotisas realizaban sus
plegarias. Aquel también era el lugar al que generalmente acudían para
comunicarse con la Diosa si esta no se les aparecía en sus sueños.
MeiQi se
encontraba en el santuario realizando sus plegarias mientras que en otra parte
del templo estaban las otras dos sacerdotisas que vivían junto a ella y servían
a la Diosa en esa región. Desde que LuDa había llegado, XuanYi había pasado
mucho más tiempo con la chica, tratando de que pudiera controlar su poder
espiritual, por lo que las tareas devotas que antes realizaban las dos juntas,
solo podía hacerlas ahora MeiQi, algo que la cansaba bastante porque mermaba
mucho su propia fuerza. La joven deseaba que más pronto que tarde, la chica
nueva pudiera acabar su entrenamiento y se uniera en las plegarias para poder
repartir la carga que ahora llevaba sola entre las tres.
La
sacerdotisa se acercó al altar y posó su mano sobre éste antes de comenzar con
el ritual de aquel día; sin embargo, no pudo siquiera empezar a hacerlo porque
en el momento en el que sus dedos rozaron la superficie fría y lisa de la piedra,
sintió una gran fuerza en su interior que no podía ser más que la presencia de
la Diosa.
“Ha llegado la hora, mis queridas
servidoras. Mañana al anochecer debéis de estar preparadas para llevar a cabo
el ritual para llamar a la Estrella”.
Una vez la presencia de
la Diosa se retiró de su cuerpo y de su mente, MeiQi tuvo que agarrarse
fuertemente al altar porque sus piernas se habían quedado sin las fuerzas
suficientes para sostenerla. La chica respiró hondo varias veces, tratando de
volver a poner en funcionamiento su cuerpo lo más rápido posible para poder ir
a buscar a XuanYi y LuDa y transmitirles la noticia de que la Diosa por fin
había transmitido el mensaje que tanto tiempo habían estado esperando. Una vez
pudo hacer que sus piernas volvieran a moverse, la chica echó a correr para no
perder ni un solo segundo. Tenían que hacer muchos preparativos antes de que el
anochecer del siguiente día llegara.
★★★
YeoReum
sabía que no tenía demasiado tiempo para prepararse y sabía que si era
imposible para ella controlar y canalizar todo aquel poder natural que se
encontraba bajo tierra, había muchas menos posibilidades de que la invocación a
la Estrella se realizara con éxito, por lo que, a pesar de que acababa
totalmente agotada y dependiendo de la ayuda de MinHyung mucho más de lo que
debía, la joven había tratado una y otra vez tratar de controlar toda aquella
energía mientras los días pasaban en el centro del Bosque Sagrado, donde se
encontraba aquel lugar. Poco a poco, su capacidad para hacerlo aumentaba,
aunque seguía sin poder llegar a la fuente del poder sin la ayuda del espíritu
del bosque que se encontraba a su lado.
La elfa
se dejó caer sobre la hierba, agotada, tumbándose completamente en el suelo en
lugar de quedarse sentada como solía hacer. Aquel día se había extralimitado
quizás un poco, pero había conseguido grandes avances comparados con el día
anterior. Cerrando sus ojos y respirando profundamente, YeoReum trató de
relajarse por completo y de descansar un poco para después volver a practicar
de nuevo antes de que se hiciera de noche. Hizo que su mente vagara por el
bosque, rozando las conciencias de todos los seres vivos —evitando
deliberadamente aquella que era la más poderosa de todas y sin verse arrastrada
a ella como en otras ocasiones le había pasado— y lo que encontró en todas fue
algo que le dio un mal presentimiento.
Muchos seres naturales
se habían comenzado a poner enfermos y, como si de un virus se tratara, se
estaba extendiendo.
YeoReum escuchó el
aullido de uno lobo en las inmediaciones y rápidamente abrió sus ojos, dándose
cuenta al instante de que el cielo se estaba cubriendo totalmente por unas
nubes que desprendían una energía maligna, la misma energía que estaban
absorbiendo las plantas y que hacían que comenzaran a enfermarse. La elfa se
levantó del suelo y miró a un lado y a otro, buscando al espíritu del bosque
que la acompañaba; sin embargo, no pudo verlo hasta que éste no salió de entre
los árboles en su forma animal. En el momento en el que llegó a donde ella se
encontraba, YeoReum se dejó caer sobre sus rodillas para poder abrazarse a él
fuertemente.
El tiempo se había
acabado y el mal se había empezado a extender por Cosmic Earth lentamente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
¡Tus comentarios son importantes para que el blog siga creciendo!