Capitulo septimo
Desde
que la Diosa había entrado en el templo junto con la Estrella tomando su mano,
las sacerdotisas habían estado más ocupadas de lo que lo habían estado nunca
porque su rutina se realizaba con serenidad y calma, puesto que si no era sí,
sus rezos no servirían para nada; pero desde que habían dos hermosos seres
celestiales a los que atender —y esperaban que muchas más personas con diversos
poderes que habían ayudado en la llamada de la Estrella llegaran en los
siguientes días—, las sacerdotisas no paraban ni un solo momento.
La
Estrella había llegado en una condición de debilidad muy grande debido al viaje
que había realizado por el Universo y prácticamente se había desplomado en la
entrada, por lo que las chicas la tuvieron que llevar a una de las habitaciones
que habían adecentado para que ésta descansara y se fueron turnando entre las
tres para vigilar que no le faltara de nada y que comiera y durmiera bien,
mientras que aquellas que no estaban junto a la Estrella, se encargaban de que
la Diosa estuviera también perfectamente y que obtuviera todo aquello que pedía
al instante. Solo habían pasado dos días desde su llegada, pero a las
sacerdotisas les parecía que habían sido veinte debido a la tensión por hacer
algo que pudiera desencadenar la ira de aquellos dos seres que tenían el poder
de destruirlas con una sola mirada.
LuDa se
encontraba en aquel momento con la Estrella, vigilando su sueño mientras
pensaba en todo lo que había sucedido desde que había llegado al Templo, solo
unos meses atrás; cuando la Estrella se incorporó lentamente de la mullida cama
hasta quedar sentada. La sacerdotisa rápidamente se levantó del sillón en el
que había estado las últimas horas sentada y fue hacia ésta.
—¿Hay
algo que necesite, mi Dama Celestial? —preguntó.
—No
necesito nada —respondió la otra, pero unos segundos después pareció cambiar de
idea—. Sí, sí necesito algo.
—Dígame
lo que desea, lo haré de inmediato.
—Llévame
con la diosa.
—Por
supuesto.
★★★
No habían pasado más que
un par de días desde que la estrella había caído finalmente en Cosmic Earth y
desde que la diosa de la Paz la había recogido para llevarla hasta uno de sus
templos, el más importante de todos ellos, pero Bona sentía que esos dos días
habían pasado como horas a su alrededor. Estaba demasiado acostumbrada a
observar aquel mundo desde los cielos, llevaba demasiado tiempo sin pisar con
sus propios pies el lugar por el que los humanos que tanto ansiaba proteger
caminaban, por eso estaba segura de que los días allí se le hacían tan cortos.
Sin embargo, a pesar de aquello, la diosa estaba tratando de hacer todo lo que
estaba en su mano para que la segunda parte de todo aquel plan que había
pensado durante siglos saliera tan bien como la primera para así evitar que
corrieran ríos de sangre por aquel hermoso planeta.
La
anterior vez, cuando todo se había vuelto prácticamente imparable, la sangre de
los humanos corrió por la tierra y las aguas, cubriendo el planeta de un color
escarlata que contrastaba terriblemente con el esmeralda y turquesa habitual… y
Bona no quería por nada del mundo que aquello volviera a suceder. Pero para eso
estaba allí YeonJung, para ayudarla a encerrar al causante de todos los males y
la violencia en Cosmic Earth en cuanto escapara o mantenerlo encerrado si
todavía estaban a tiempo para ello. EXY y SeolA la mantenían al tanto de toda
la actividad que podían captar en aquella luna en la que estaba encerrado el
dios de la Guerra y sus últimos informes no habían sido demasiado
esperanzadores puesto que éste estaba recuperando todo el poder que le había
sido quitado y no tardaría en tener el suficiente para escapar de aquella
prisión.
No
obstante, Bona tenía que hablar con la estrella de forma seria sobre aquel tema
porque aunque había sido llamada para conceder sus deseos y estaba dispuesta a
ayudarla, tenía que saber exactamente cuál había sido el motivo por el que la
habían llamado y qué era exactamente lo que necesitaban de ella. Pero desde que
habían llegado al templo en su honor, YeonJung había pasado todo el tiempo en
cama, recuperando todas las fuerzas que había perdido durante el largo viaje
que había realizado a través del universo y la diosa no había tenido
oportunidad de hacer nada más que esperar.
—Mi Diosa
—una voz dulce y tímida la llamó a sus espaldas y Bona se giró, encontrándose
al hacerlo a la joven que solo hacía unos meses había enviado al templo,
acompañada por la estrella—. Dijo que en cuanto la Estrella despertara la
trajéramos a su presencia.
—Muchas
gracias, LuDa —respondió ella.
La joven
esbozó una pequeña sonrisa y después hizo una reverencia pronunciada antes de
salir de la habitación en la que la diosa y la estrella se habían quedado a
solas. Bona había estado esperando aquel momento impacientemente, pero controló
sus sentimientos para que éstos no le nublaran el entendimiento e invitó a
YeonJung a que se sentara junto a ella en el poyete de piedra que se encontraba
en la sala antes de comenzar la conversación.
—¿Cómo
te encuentras? —le preguntó—. ¿Ya te has recuperado del viaje?
—Me
encuentro mucho mejor —respondió ésta—, pero aún no me siento en plena forma ni
puedo acceder a todos mis poderes.
La diosa
arrugó el gesto de una forma imperceptible. Habían pasado dos días, pero no había
sido suficiente para que la estrella pudiera recuperarse del todo, así que
tendrían que esperar más tiempo para poder comenzar con lo siguiente que debían
hacer porque sin la ayuda de la estrella no podían hacer absolutamente nada.
Sin embargo, cuanto más tiempo pasara, él también se hacía más fuerte.
—Creo
que esperabas otra respuesta —murmuró la estrella calmadamente.
—Lo
siento —dijo Bona—. Han sido muchos siglos los que he pasado planeando todo
esto y ahora que está llevándose a cabo me he vuelto un poco impaciente.
—¿Y qué
papel tengo yo en ese plan? —cuestionó YeonJung—. Porque creo que debo jugar un
papel muy importante en éste o no habría sido llamada.
—El
papel más importante… sin ti, sin tu poder de estrella, sería imposible volver
a despojar de sus poderes a aquel que desea destruir este mundo.
—¿Volver?
—En
estos momentos se encuentra encerrado, desterrado como castigo en la luna
mayor, pero poco a poco está recuperando sus poderes y no puedo permitir que
las guerras interminables y sangrientas vuelvan a recorrer cada rincón de este
bello lugar —contestó.
—Y para
hacer eso necesitas mi poder de estrella —Bona asintió—. ¿Quién lo encerró la
última vez?
—Los
dioses que cuidaban de este mundo… pero hace mucho tiempo que no se preocupan más
de sus débiles y vulnerables criaturas —contestó.
—¿Sabes
lo que significa pedirme esto? —preguntó la estrella y la diosa asintió
levemente—. ¿Ese es tu deseo? —otro leve asentimiento—. En ese caso, lo único
que me queda es recuperarme por completo para poder realizar mi cometido en
este mundo.
★★★
Dejar de
nuevo la casa en la que había crecido hizo que el corazón de DaWon se encogiera
cuando cerró la puerta principal de la casa después de haber recogido todo
aquello que podía hacerle falta, incluido aquel libro que le había dado las
claves para poder cumplir con la misión que su abuela le había dejado. Muy en
el fondo, la bruja no quería marcharse de allí, quería quedarse en aquel lugar
junto a las gemelas y vivir una vida totalmente normal, mezclándose con los
humanos a su alrededor y sin tener que involucrarse de nuevo en planes
elaborados por divinidades, porque DaWon sabía que seguir en aquella empresa
era peligroso y por nada del mundo quería poner en peligro a SooBin y DaYoung…
pero la bruja no tenía más opción, porque hasta que todo aquello no acabara, no
iban a poder vivir la tranquila vida que deseaba.
Por eso,
a pesar de que el corazón se le había encogido, DaWon le hizo caso omiso y no
se giró para mirar atrás ni una sola vez. Cuando todo acabara volvería, pero
hasta entonces, no podía hacer más que ayudar en todo lo que pudiera a derrotar
a la maldad que se acercaba a marchas forzadas a Cosmic Earth.
De
aquello había pasado ya casi una semana y las tres brujas habían estado
viajando en los medios de transporte más baratos que encontraron para poder
llegar hasta el lugar al que se las había convocado, el Templo de la Diosa de
la Paz.
—Exactamente…
¿dónde está el templo? —preguntó DaYoung una vez llegaron a las playas en las
que debía de estar el lugar, oculto a los ojos de los humanos para que ninguno
de ellos pudiera aventurarse en él sin haber sido invitado.
—No debe
de andar muy lejos —le respondió su hermana SooBin—. Supongo que nosotras
podremos verlo al menos.
—Hemos
sido llamadas a venir —dijo DaWon, quitándose los zapatos para andar más
cómodamente por la arena y después avanzó algunos pasos por ella, sintiéndola
algo caliente, pero no demasiado—. Deberíamos ser capaces de verlo.
Las dos
hermanas asintieron y después se quitaron también sus zapatos y comenzaron a
seguir a la mayor por la playa, tal y como lo habían hecho desde que ésta las
había ayudado hacía ya tantos meses. Anduvieron durante un par de horas, viendo
cómo el sol comenzaba el descenso hacia su ocaso a su derecha, perdiéndose más
tarde en el horizonte, como si el agua se lo hubiera tragado. Fue en ese
momento, cuando el cielo se teñía de colores rojizos y anaranjados que poco a
poco iban dejando su paso a la oscura noche, cuando unos acantilados en los que
se apreciaban unas columnas talladas en la piedra aparecieron ante su vista y
las tres brujas supieron que habían llegado finalmente a su destino.
★★★
EunSeo
se despertó de su profundo sueño sintiendo una opresión en su caja torácica que
no la dejaba respirar con normalidad. La joven abrió sus ojos e inspiró
fuertemente varias veces, tratando de recuperar el aire que le había faltado
por unos momentos, después de normalizar su situación, miró a su alrededor y
vio que no había nada que pudiera haberle hecho sentir aquella presión, puesto
que, aunque ChengXiao se encontraba durmiendo junto a ella, no lo hacía sobre
ella. Había sido extraño, como si algo sobrenatural se lo hubiera provocado, y
justo cuando estaba pensando en qué podía haber sido, una consciencia muy
conocida rozó su mente, la consciencia de aquel al que servía.
“EunSeo” le dijo “Necesito que ambas tengáis vuestros poderes para que podáis llamarme a
Cosmic Earth, pero no he podido antes reestablecer los tuyos porque me sentía
demasiado débil. Te los devolveré para que podáis hacer el ritual”.
“Gracias, mi dios” pensó ella en
respuesta.
Desde
que Cheng Xiao había recuperado sus poderes, se había sentido como un cero a la
izquierda, sin poder hacer nada; pero ahora que iba a recuperar los suyos se
podría realizar el ritual de invocación para llamar al dios y para así poder
volver a ser tal y como eran antes, para poder volver al lugar al que
pertenecían y no tener que tratar nunca jamás con los humanos. Ya no tendría
que vivir nunca más como una vulgar humana. Por ese motivo, cuando empezó a
notar el cosquilleo que le producía el poder regresando a su cuerpo, no pudo
sentirse mejor. Llevaba demasiado tiempo esperando aquel momento.
“En dos días, la Luna mayor estará
completamente llena. Llamadme entonces”.
Aquello
fue lo único que dijo el dios de la guerra cuando finalmente EunSeo obtuvo sus
poderes de nuevo y después se marchó de su mente y de su cuerpo, dejándole un
extraño sentimiento de vacío y a la vez de plenitud. Dos días. Tenían dos días
para poder llamar al dios y para hacer que éste apareciera en Cosmic Earth para
obtener la venganza que tanto habían deseado; dos días para comenzar la lucha
por su libertad y dos días para poder estar junto a Cheng Xiao de la forma en
la que habían estado durante los últimos siglos.
EunSeo
sonrió. No necesitarían demasiado para preparar el ritual, por lo que pasar el
tiempo junto a Cheng Xiao, disfrutando de su cuerpo una y otra vez iba a ser su
prioridad. Por ese motivo, se pegó al cuerpo de la otra lo máximo que pudo y
después introdujo su mano entre sus piernas, para comenzar a tocar aquel lugar
que en breves momentos se tornaría caliente y húmedo, totalmente listo para que
EunSeo jugara con él y le diera placer.
★★★
Un escalofrío recorrió
la columna vertebral de SeolA de arriba abajo, haciendo que la chica se
removiera sobre el capó del coche, donde ella y EXY se habían sentado para
disfrutar de la brisa del espacio. Aquel movimiento casi imperceptible que
había realizado por instinto y que no había podido controlar llamó la atención
de la otra, que la miró interrogante. Por unos segundos, SeolA pensó que no
había sido nada y que su compañera tampoco debía preocuparse por aquel
escalofrío, pero después de éste, seguía sintiendo algo extraño y otro
escalofrío le recorrió todo el cuerpo, haciendo que se le erizara el vello de
todo el cuerpo.
—¿Qué te sucede? —le
cuestionó EXY.
—No lo sé —respondió
ella, abrazándose a sí misma para tratar de mantener su cuerpo en calor y que
no le dieran más escalofríos, a pesar de que realmente no tenía frío, sino como
un mal presentimiento que se había calado en sus huesos—. Pero no es algo
bueno.
EXY la miró fijamente a
los ojos por unos segundos y después se acercó más a ella para echarle un brazo
por los hombros y atraerla a su cuerpo. Aquel gesto hizo que SeolA se
tranquilizara un poco y que se relajara en los brazos de la menor, atreviéndose
a esbozar una pequeña sonrisa incluso. Ojalá pudiera estar de aquella forma
durante todo la eternidad, ojalá no tuviera que preocuparse de lo que pudiera
pasar con ellas en cuanto aquel que custodiaban abandonara su prisión.
—Estoy aquí contigo
—murmuró EXY—. Siempre estaré aquí contigo para protegerte de todo mal, lo
sabes, ¿verdad?
SeolA asintió levemente
a aquello. Siempre habían estado juntas, desde el primer momento y hasta el
final también lo estarían, de eso no le cabía duda. No obstante, SeolA no
quería que llegara ese final... pero también intuía que éste no estaba lejano y
que probablemente no tendrían mucho tiempo para disfrutar de la compañía de la
otra. Ellas eran el primer escudo de Cosmic Earth ante las amenazas exteriores
y, aunque durante todos los milenios que llevaban ejerciendo aquella tarea,
jamás habían sido derrotadas y jamás habían dejado pasar a nadie hasta el
planeta que guardaban, la mayor no estaba realmente segura de que aquello fuera
a suceder aquella vez también. El Dios de la Guerra era un rival demasiado
fuerte para ellas y ambas lo sabían, pero no podían huir de su destino, tenían
que enfrentarlo.
—Creo que no nos queda
mucho tiempo —se atrevió a decir en voz alta por primera vez—. Creo que Él
saldrá demasiado pronto de su prisión.
—Y nosotras lo enfrentaremos —contestó la otra—. Haremos
todo lo posible para enfrentarlo y para mermar sus poderes si no podemos
derrotarlo. Lo haremos juntas.
Seola sintió un pinchazo
en su corazón, algo clavándose muy hondo en éste. Aquel era su destino, aquello
era por lo que estaba viva. Tenían la misión de proteger Cosmic Earth y así lo
harían, aunque perdieran la vida en el intento... aun así, SeolA seguía
teniendo mucho miedo, un miedo que sabía que no iba a desaparecer, miedo a
perder a EXY.
—Te quiero —murmuró
EXY—. También lo sabes, ¿verdad?
—Lo sé —susurró en
respuesta, antes de que la menor tomara sus labios dulcemente, haciendo que
parte de aquel miedo que sentía desapareciera de su mente, concentrada en
devolver el beso.
★★★
Los elfos llamaban al
lugar en el que YeoReum se encontraba "el oráculo", porque allí vivía
una congénere que siempre había sido capaz de interpretar a la perfección
aquellas señales que los cielos enviaban a la gente de Cosmic Earth sobre el futuro.
No había habido ni una sola vez en la que se hubiera equivocado en la
interpretación de estas señales y por eso se había ganado el respeto de todos
aquellos que habían oído hablar de ella alguna vez. Hacía siglos había
vaticinado que la amenaza que los dioses habían sellado y que casi acabó con la
vida del planeta regresaría y, por eso, fue su deber guardar el conocimiento
para la forma de ayudar a detenerlo. Ella había ayudado a YeoReum con su
formación y ella le había pasado el testigo y su deber alegando la debilidad de
un cuerpo con miles de años; por todo eso, la elfa estaba segura de que ella
debía saber lo que sucedería en el mundo en un futuro cercano y por eso había
decidido visitarla, para tratar de calmar su corazón y poder seguir su camino
de regreso a casa.
—Querida —le dijo la
elfa al verla llegar—, pasa adentro, te estaba esperando.
YeoReum asintió
levemente y después pasó al interior de la casa. No creía que fuera a tardar
mucho en esclarecer todas sus dudas porque, al contrario que los demás oráculos
que había repartidos por Cosmic Earth, la elfa era muy directa.
—Siento venir sin avisar
—murmuró YeoReum, sentándose sobre el cojín que la otra había preparado para
ella en el suelo de la sala de su casa.
—Sabía que vendrías —le
respondió la otra, sentándose frente a ella—. Y también sé por qué estás aquí.
¿Quieres un poco de té?
—No, muchas gracias
—contestó al ofrecimiento—, solo estoy aquí de paso para preguntarte algo.
—Entonces dime qué es lo
que te ronda la mente, querida.
YeoReum apretó los
labios en una fina línea y después cogió aire antes de exponerle a la otra
todas las dudas que tenía y el mal presentimiento que se había instalado en su
cuerpo y que estaba segura de que significaba algo.
—El mal se extenderá por
el mundo de nuevo muy pronto tal y como predije —le respondió—. Tienes razón en
estar asustada y en querer saber qué es lo que pasará exactamente, pero no veo
más allá de una sombra oscura extendiéndose y haciendo que el caos se desate en
el mundo.
—¿Eso significa que
Cosmic Earth sucumbirá? —no pudo evitar preguntar, haciendo que la elfa negara
con la cabeza.
—No es algo seguro
—contestó—. Hay una resistencia que tratará de hacer lo posible para que eso no
pase, una resistencia que apreciará tu ayuda si te decides a ir hasta donde se
encuentra.
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