Notas: Aquí os dejo un nuevo capítulo, el penúltimo concretamente. Esta historia está llegando al final y espero que os esté gustando, de verdad.
Los días eran todavía más largos de lo que acostumbraban a ser desde aquella fatídica tarde en la que habían vuelto a ser cuatro.
La velocidad para trasladarse de un punto a otro estaba lejos de ser la misma, corriendo por ello el doble de peligro. Era imposible moverse al mismo ritmo, no con YouJin tan mal herido.
El estado del más mayor seguía empeorando a causa de la falta de medicamentos y conocimientos suficientes para su correcta curación. Ni siquiera habían podido sacar la bala, todavía incrustada en el lado izquierdo de su cuerpo. Con suerte podían mantenerle con vida ¿pero cuánto más podría ser así?
Cada vez estaba más débil, a veces la fiebre le subía peligrosamente y la herida estaba lejos de tener un buen aspecto. Si no encontraban pronto a alguien que pudiera ayudarles, si no tenían esa maldita suerte, sabían cual sería el destino del chico. Lo peor es que él mismo era quien más asumido lo tenía.
Habían llegado hasta una pequeña ciudad de las afueras, encontrando en ella una parada subterránea de metro con algunos vagones abandonados pero en buen estado. Los asientos eran lo suficientemente cómodos para dormir sin problemas y sobre todo, para que YouJin tuviera su merecido descanso después de tantos esfuerzos para llegar hasta allí. Eso era lo que más les importaba a todos en ese momento.
Lograron cerrar las puertas de forma manual y prender un fuego en medio de uno de los vagones, sin olvidarse de abrir las pequeñas ventanas para que el humo no se acumulara allí dentro y acabar siendo peor el remedio que la enfermedad. Últimamente hacía mucho frío y no era de extrañar; el invierno debía estar cerca si hacían cuentas del tiempo que había transcurrido desde que comenzó esa pesadilla.
YouJin se dejó caer en uno de los amplios asientos, como era de esperar. Sus fuerzas eran tan mínimas que en cuanto tenía una oportunidad dejaba descansar su cuerpo allá donde mejor le pillaba. Su aspecto no tenía nada que ver con el chico saludable que HeeJun había conocido aquella noche en el teatro.
—¿Cómo te sientes ahora? —le preguntó el menor mientras se dejaba caer sentado al lado de aquellos asientos sobre los que descansaba YouJin.
—No lo sé... me duele —confesó, intentando centrar su vista en el rostro de aquel que le hablaba. Ni siquiera había tenido una maldita pastilla que calmara esos terribles dolores. Habían pasado alrededor de cinco días y ya empezaban a ser algo más que insoportable. Los pinchazos, la dificultad de cada movimiento, la fiebre... solo era un estorbo para ellos.
—Bueno... —HeeJun tuvo que desviar la mirada, cubierto de culpa y vergüenza hacia sí mismo.
No lo había dicho a nadie. No podía. Si alguno de ellos tres sabía que InSeong tuvo razón al culparle de abrir la puerta y meterles en esa situación... y por una razón tan simple como no soportar a ese chico, por quererle lejos.
Que aquello hubiera ocurrido estaba alejado totalmente de sus planes. La broma había ido demasiado lejos y ahora ¿qué? YouJin herido de gravedad y él muriendo de arrepentimiento. Qué penoso era a veces. Pensó que quitarse a InSeong de encima era lo mejor que podía hacer para su propia supervivencia dentro del grupo y no había hecho más que destrozar a aquellos que le acogieron en su momento.
—¿En qué piensas? —escuchó preguntar al mayor, en voz baja.
“En lo hijo de puta que he sido con vosotros, en lo mucho que lamento que estés así...”
—En nada —mintió.
—Pues parece que ese “nada” te preocupa bastante.
—Ya... en realidad... —su mente buscó una excusa rápida. La más creíble que pudiera—. Pensaba en como estará mi familia. Verte así me ha hecho pensar en ellos.
—¿Están vivos? —le preguntó con total calma en busca de entablar una conversación. En esos cuatro días HeeJun había sido quien más pendiente de él había estado, siendo a quien menos conocía. Eso había provocado que su corazón empezara a sentir un profundo aprecio por el más joven.
—Eso espero —esbozó una ligera sonrisa y entonces, quiso aprovechar el momento para aquello que llevaba esperando tanto tiempo—. Tú... —¿cómo empezaba a hablar de algo así sin ser muy directo?
—No, no lo están. No al menos quienes realmente me importaban —a HeeJun no le hizo ni falta preguntar para que YouJin intuyera su pregunta.
HeeJun asintió de forma leve, sorprendido por esa capacidad para adivinar lo que estaba pensando.
—¿Y qué pasó? —se atrevió a decir, hablando del tema con todo el respeto que este merecía—. No pasa nada si no quieres responder, eh.
—No, no importa —YouJin le sonrió de una forma que provocó que a HeeJun se le cayera el mundo encima... ¿cómo podía haberle hecho algo así, aunque fuera de forma indirecta?—. Al principio estábamos en un grupo más grande, no sé si lo sabrás. Nunca tuve una buena relación con mis padres así que no se trata de ellos, sino de mi hermano y mi primo, los dos menores que yo —explicó y aunque quería aparentar que ya no dolía, o más bien convencerse, era imposible que no se le acabara notando—. Si hubiera cuidado mejor de ellos, estoy seguro de que ahora estarían aquí con nosotros... ellos eran mi todo, mis personas especiales. Aquellos que estuvieron allí en cada momento, para lo bueno y lo malo, desde que tengo memoria... Pero fui un idiota y no les di la atención suficiente a ese par de adolescentes alocados que solo pensaban en divertirse, en el peor momento.
—¿Se pusieron ellos mismos en peligro? —asumió HeeJun debido a sus palabras, interesado con el relato y conmovido con la forma que tenía HeeJun de hablar de ellos.
—Les tuvo que parecer una buena idea salir a cazar muertos de madrugada —murmuró tras estar perdido en sus propios pensamientos durante unos segundos—. Al día siguiente, cuando nos dimos cuenta de que no estaban, fuimos a buscarlos. JiHun y yo los encontramos, y bueno... Verles así es algo que no olvidaré y que me seguirá durante el resto de mi vida, HeeJun... esos ya no eran ellos, eran... —tuvo que hacer una pausa, incapaz de seguir por el nudo que se estaba formando en su garganta—. Ojalá nunca los hubiéramos encontrado.
—Entiendo... —por su mente pasó la posibilidad de encontrar a alguno de sus seres queridos en ese estado. La imagen le desgarraba por dentro con solo pensarla—. Pero tú no tuviste la culpa de eso.
—Eso dicen —pareció que YouJin había dado por finalizada la conversación, por lo que el menor no insistió más en el tema.
—HeeJun —se escuchó a JiHun desde atrás, acercándose a ellos—. Acompáñame a buscar provisiones. SeungJun cuidará de YouJin.
El menor miró a YouJin con preocupación. Sabía que SeungJun era totalmente capaz de cuidar al chico y que no debía pensar mucho en ello, ese no era el problema. En realidad... se daba cuenta de que no quería separarse mucho de él.
—Va, ve con él. No me moveré de aquí —murmuró YouJin mientras se esforzaba por mantener los ojos abiertos. El sueño empezaba a apoderarse de él debido al cansancio, la comodidad y el calor del fuego.
—Está bien... —se levantó del suelo y fue a donde tenía sus pertenencias para equiparse con una pistola de pocas balas y un destornillador. Lo peor de salir al exterior era no saber si ibas a volver.
Ambos chicos salieron a las calles desiertas mientras dejaban atrás a la otra mitad del grupo. Por lo general no les gustaba separarse, pero pocas opciones más tenían si YouJin era incapaz de avanzar correctamente.
—Te veo preocupado —observó JiHun una vez en el exterior. Se habían ocultado tras un camión y esperaban verlo todo despejado para continuar el paseo. Aunque parecía no haber mucho peligro por los alrededores, de vez en cuando se daban algún susto y era mejor ir con cuidado.
—¿Tú crees? —respondió el chico, sin pretender sonar sarcástico. Aun así, no lo consiguió.
—Estarán bien. SeungJun cuidará bien de él —le aseguró mientras asomaba la cabeza por detrás del camión. Estaba anocheciendo y mejor era darse prisa.
—¿Cómo os conocisteis? —no sabía por qué había preguntado eso. Simplemente, lo hizo. Nunca se lo había planteado.
—Los cuatro nos vimos en la misma situación y desde entonces nos unimos —contó mientras emprendían de nuevo el paso por las calles—. Parte de nuestras familias fueron trasladadas a aquel refugio del norte al que vamos... supongo que fuimos los sobrantes. Decidimos que llegaríamos hasta allí fuera como fuera, con ayuda o sin ella.
—Yo me fui de casa tras una pelea con mi padre y ya no pude volver —confesó HeeJun, pensativo—. Si lo hubiera sabido...
—Nadie lo sabía, aparte quizás, de los peces gordos ¿no crees? Esos seguramente lo sabían un mes antes de que estallara todo —al decir aquello, rió con cierta amargura. Siempre era así, tratando de ocultar los verdaderos problemas a ciudadanos como ellos hasta no poder retenerlo más.
—JiHun... aquello es una farmacia ¿verdad? —preguntó el menor, interrumpiendo la charla de su amigo. Si así era y con suerte no había sido totalmente arrasada, podrían encontrar algunas cosas bastante útiles para YouJin.
—Sí, eso parece —como si leyera los pensamientos de su compañero, cambió el rumbo de sus pasos hacia allí sin necesidad de decirle nada.
HeeJun le siguió y desde ese momento no volvieron a hablar hasta entrar al local. La puerta estaba rota, claramente forzada, lo cual era una muy mala señal. Significaba que alguien más había pasado por allí antes que ellos y que sus posibilidades de encontrar lo necesario disminuían.
—Deberíamos buscar algo para curar bien la herida. O al menos, intentarlo —le dijo JiHun mientras se paseaban por los estantes prácticamente vacíos. Era muy difícil que encontraran con exactitud lo que tanta falta les hacía.
—Y para el dolor —añadió el menor, recordando el principio de su más reciente conversación con YouJin. Al chico le dolía y él quería poder hacer algo por remediarlo.
—Tú ve por ahí, yo iré por la derecha —dicho y hecho. JiHun tomó ese camino mientras HeeJun fue por el contrario, ambos con la esperanza de encontrar algo.
El mayor estaba tomando otras cosas que veía, aunque no fuera exactamente lo que necesitaban para YouJin. Cualquier cosa podría agradecerse con el tiempo.
Tomó algunos vendajes, gasas y lo poco que encontró para limpiar la herida en condiciones. En realidad, no habían dejado mucho más allí. Algunos estantes incluso estaban tirados por los suelos y JiHun imaginó las peleas que se habrían formado allí por tomar los preciados medicamentos. Unos por urgencia, otros por prevenir y no verse sin ellos en un futuro... ¿en qué se había convertido la humanidad?
—Aquí no hay nada más... —dijo en voz baja para sí mismo, resignado.
Entonces, justo cuando iba a darse media vuelta en busca de HeeJun y ver si él había encontrado más de lo que andaban buscando, vio una puerta que llamó su atención. Parecía ser el cuarto trasero donde solían guardarse más cosas, por lo que pensó que sería una buena idea echar un vistazo, por si acaso.
Abrió la puerta con cuidado. No había olvidado donde estaba y qué podía haber detrás de cada rincón.
No vio ni escuchó nada, aunque un fuerte olor empezó a invadir el ambiente en cuanto abrió aquella sala. Era realmente desagradable, obligándole a taparse la nariz con el brazo mientras con la otra mano sostenía su pistola.
—¿Qué es eso...? —pensó en voz alta, dando unos pasos hacia delante y en guardia, atento a cada detalle. Ese olor tan fuerte no era normal...
Conforme más avanzaba, más intenso y molesto era. Cada vez estaba más claro que procedía de algún lugar al fondo de la habitación y por supuesto, su maldita curiosidad debía llevarle hasta allí.
La horrorosa imagen que se encontró debería haberle sorprendido y asustado, pero ya había visto demasiado en el transcurso de los meses para que eso fuera así.
Una pila de cadáveres en avanzado proceso de descomposición se amontonaban frente a él, con los sesos destrozados. Le alivió saber que al menos no serían ninguna amenaza. Pobre gente ¿qué habían hecho ellos para merecer un final así?
Una vez encontrado el origen del olor, empezó a centrarse en aquello que realmente le había llevado allí.
Buscó en un estante, en otro y en otro más... nada. Suspiró, agotado. Con lo que había conseguido tendrían para un par de días ¿pero luego qué?
—Qué asco de vida —se dijo mientras alcanzaba una caja de uno de los estantes más altos. Fue entonces cuando sintió que el corazón se le paraba, aterrorizado.
Los dos disparos que provenían de la parte trasera de la tienda alertaron a HeeJun, quien dejó todo lo que estuviera haciendo y fue corriendo hacia allá.
—¡JiHun! ¿Qué pasa? ¿Estás bien? —preguntó alterado para encontrarse a su amigo en el suelo con una de esas cosas encima y aunque al principio se asustó, no tardó en darse cuenta de que no se movía—. ¿Qué ha pasado?
—Yo... ah... mi corazón... —todavía le costaba hablar tras el susto. Habría jurado que todos estaban realmente muertos—. Se me ha tirado encima... creía que no había ninguno —apartó el cuerpo sobre él con algo de dificultad y se levantó con la mano sobre el corazón, agitado—. Me va a dar un infarto un día de estos.
HeeJun rió sin querer. No quería, porque en realidad no era de risa, sin embargo la imagen le había causado cierta gracia y era imposible controlarse ahora que sabía que JiHun estaba bien y el susto del momento había pasado.
El mayor le golpeó en el hombro por reírse, evitando él mismo que se le escapara alguna sonrisa.
—Podría haber muerto —pero por mucho que intentara parecer serio y molesto, la risa del menor le resultaba de lo más contagiosa. Se imaginó a sí mismo, echado allí con eso encima y muerto del susto. En verdad no era una imagen graciosa y creía que no se equivocaría si decía que realmente ninguno de los dos sabía por qué se reía.
—Lo siento —esa falsa disculpa ahogada entre risa mal contenida solo les hizo reír más fuerte. Los nervios, suponía—. Va, vamos. Será mejor que nos vayamos de aquí, los disparos pueden haber atraído más.
—Sí, mejor —ya más calmado y con una inevitable sonrisa en los labios, asintió a lo que el menor estaba diciendo. Se había llevado un buen susto pero había valido la pena.
Ambos chicos salieron de la farmacia, cargados lo máximo posible. Recorrerían un par de calles más y volverían al metro, esperando que allí todo estuviera como lo habían dejado. Lo que no sospechaban mientras caminaban con su reciente buen humor era que, tras la esquina de una calle cercana, alguien les observaba con una insaciable sed de venganza.
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