sábado, 20 de agosto de 2016

(MinRen) A Long Day -One shot-


Título: A Long Day

Pareja: MinRen (MinHyun x Ren) (NU’EST)

Tipo: Yaoi / Hetero

Géneros: Romance, fluff, random

Clasificación: PG–13

Descripción: ¿Qué pasaría si, por un hechizo, tu cuerpo cambiase de sexo durante 24 horas? ¿Qué harías?

Avisos: Genderbender, Ren se convierte en una chica a pesar de ser realmente un chico (que todavía sigo sin creerme que sea un chico, pero viendo que no tiene tetas y sí paquete me he ido acostumbrando a la idea de que sí que es un tío).

Notas: Esta historia nació en una noche a las 2 a.m. en la que Sandy y yo estábamos en el salón haciendo cosas random (también llamadas desestresarnos un poco de los exámenes), y nos pusimos a ver fotos de una chica que parecía un chico generalmente, pero que de vez en cuando se vestía de chica y actuaba como una chica. Fue entonces cuando vino la idea de este fic. Espero que os guste la historia tanto como la explicación de cómo surgió (?)

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                    Hacía unos cuantos días que nada le salía bien a Choi MinKi. Cualquier cosa que hiciera estaba abocada al fracaso y el chico se sentía bastante mal por eso, así que, procuraba mantenerse alejado de las cosas importantes para que no ocurriera nada malo en ellas. No obstante, daba igual lo que hiciera, absolutamente todo le salía mal. Por este motivo, y porque su manager lo animó a hacerlo, el chico acabó en uno de los barrios más extraños y tenebrosos de la ciudad de Seúl, buscando una casa de espiritismo en la que según la propaganda que había sido dejada en el buzón del piso, que compartía con los demás miembros de su grupo, arreglaba todo tipo de mal de ojo, leía las cartas y atraía la buena suerte para las personas gafadas.

            MinKi se quedó algunos momentos en la puerta del establecimiento cuando llegó. Se encontraba en un callejón sin salida y mugriento y tenía un letrero extraño en su puerta, extraño y llamativo, que decía el nombre del local. El chico miró una vez al papel que llevaba en la mano y luego otra al cartel, confirmando que era el sitio correcto. Después, cogió aire e inspiró hondo antes de disponerse a llamar. Sin embargo, en cuando alzó su mano, la puerta se abrió con un chirrido inquietante, dejándolo estático algunos segundos. Cualquier otra persona habría salido corriendo de allí, pero él no podía hacerlo, debía volver al apartamento con su suerte recuperada porque tenían que viajar en los siguientes días en avión y si éste se estrellaba por su culpa no sería muy agradable.

            Por eso, el chico reunió coraje y echó a andar hacia el interior de aquel lugar, pasando por un interminable y oscuro pasillo hasta que llegó a una pequeña sala iluminada con luces rojizas y en la que había muchas cortinas, una mesa redonda con algunas cosas de brujería y dos sillas. Por las paredes también había cosas extrañas, así que MinKi se alejó lo máximo que pudo de ellas para no tocar absolutamente nada y romperlo.

            La sala estaba vacía y se preguntó mentalmente dónde estaría aquella madame que salía en la foto del papel de propaganda, con sus chales, sus anillos y collares y su siniestra expresión. El chico no tuvo que esperar mucho para conseguir la respuesta a su pregunta, la mujer apareció desde detrás de las cortinas de repente y se sentó de forma teatrera en su silla, invitándolo a él a hacer lo mismo. MinKi pensaba cada vez más que todo aquello era una forma de sacarle la pasta, pero ya que había llegado hasta allí, no se iba a volver de nuevo a casa.

            —Bienvenido —saludó la mujer—. Soy madame Russou y haré todo lo posible para atraer de nuevo toda tu buena suerte, Choi MinKi.

            —¿Cómo sabía cómo me llamaba? —preguntó el chico, sin poder creérselo.

            —Esas son cosas que no puedo decir, chico —respondió—. Entonces, ¿comenzamos? —él asintió y la mujer sonrió casi imperceptiblemente.

            Justo después, cogió la baraja de cartas del tarot que tenía sobre la mesa y comenzó a barajarlas, mirándolo fijamente. Unos segundos después, la esparcía bocabajo por la mesa.

            —Coge tres —con algo de duda, el chico llevó su mano a la baraja y cogió tres de ellas, entregándoselas luego a la señora, que recogió las demás y solo dejó aquellas sobre la mesa—. Comencemos a leer tu suerte.

            Después de más de media hora atendiendo a las explicaciones de aquella señora de todo lo que había hecho que su mala suerte fuera algo tan acusado y de las cosas que debía de hacer para que esta se fuera por fin de su lado, el chico sentía que su cabeza iba a estallar. Sin embargo, se apuntó todo para que no se le olvidara nada y así poder hacerlo correctamente. Tras eso, le pagó a la mujer la tarifa establecida que dejó su cartera bastante más vacía que de costumbre y luego se dispuso a irse agradeciéndole a la madame.

            —Muchas gracias, de verdad —le dijo, caminando de espaldas—. Lo haré todo para que salga bien. Gracias.

            Tan concentrado estaba Choi MinKi en agradecerle sus servicios a la mujer que no se dio cuenta de que caminaba directamente hacia una máscara de madera que parecía ser tribal, hasta que no chocó contra ella y la hizo caer al suelo, rompiéndola en mil pedazos. El chico abrió sus ojos como platos y el miedo le recorrió todo el cuerpo. No podía ser posible que siguiera teniendo tan mala suerte y que algo como aquello le hubiera sucedido. Con miedo, con mucho miedo, se giró para disculparse con la mujer, pero la expresión de su rostro lo dejó completamente estático.

            —Eso era una antigua reliquia de mis antepasados —le espetó la mujer.

            —Lo siento, yo no… —pero ella no lo dejó terminar de explicarse.

            —Por este sacrilegio una maldición caerá sobre ti —anunció, con una voz de ultratumba que hizo que el chico se encogiera por el miedo—. Durante veinticuatro horas te convertirás en aquello de lo que intentas escapar.

            MinKi se despertó por la mañana con un leve dolor de cabeza, se restregó los ojos y bostezó, llevando una de sus manos a su sien para intentar mitigar el dolor pero sin conseguirlo. Luego le pediría una pastilla a MinHyun para que se le quitara y así poder volver a ser persona. Se incorporó de la cama y se sentó en el filo de esta, buscando sus zapatillas de andar por casa con sus pies, sin siquiera mirar al suelo. Después de encontrarlas se levantó y caminó hacia el baño porque se estaba meando seriamente. Una vez llegó, cerró la puerta y se bajó un poco los pantalones del pijama para poder sacar su pene y hacer pis; sin embargo, cuando llevó su mano a su entrepierna, no lo encontró.

            Abriendo los ojos como platos, MinKi se dio la vuelta para mirarse en el espejo del baño y profirió un grito desgarrador que casi hizo retumbar el piso en el que vivían, despertando a quienes no estuvieran despiertos y asustando a los que lo estaban. No podía ser posible. En su reflejo no se encontraba el chico que llevaba siendo diecinueve años, sino una especie de versión femenina de él, con un poco de pecho y con vagina.

            —Maldita sea, maldita sea —murmuró—. ¿Cómo cojones ha pasado esto? —y entonces lo recordó, la bruja echándole la maldición—. Joder.

            Tan metido en su propio mundo estaba que no se dio cuenta de que la puerta del baño se abría y por ella entraba MinHyun, asustado por el grito que antes había pegado porque pensaba que le había pasado algo malo. Sin embargo, lo que se encontró fue a una versión femenina de MinKi, medio desnuda, aunque medio no era acertado, porque los atributos que no debían verse eran los que estaban al aire. El chico abrió sus ojos como platos, señalándolo.

            —Min… Ki… —el aludido se giró para verlo e, inmediatamente, se tapó con sus manos para que el otro no pudiera ver nada, aunque ya lo había visto todo—. ¿Qué es esto? —cuestionó.

            —Soy… mujer…

            —Ya lo veo, MinKi, ya lo veo, es… OBVIO —contestó.

            —Anoche fui a ver a la espiritista aquella y le rompí algo sin querer y entonces me echó una maldición y cuando me he despertado estaba así y… —MinKi había hablado muy rápido y tenía lágrimas asomando a sus ojos—. ¿Qué voy a hacer? No puedo salir así, todo el mundo se dará cuenta de que no soy yo y…

            —Tranquilo, tranquilo —MinHyun se acercó para abrazarlo—. Tranquilo, todo va a salir bien, yo te ayudaré durante el tiempo que dure la maldición.

            —Muchas gracias —murmuró MinKi.

            —A ver, lo primero que tenemos que hacer, es vestirte rápidamente para que nadie más se dé cuenta de lo que ha pasado, ¿vale? —el chico asintió, aun escondido en el pecho de MinHyun, que se dio cuenta de que el chico había encogido varios centímetros—. También tenemos que coger alguna de las milagrosas plantillas de Aron que lo hacen crecer y hoy tienes que vestir ropa muy amplia en el aeropuerto para que no se note nada.

            —Maldita sea, ¿tenemos que viajar precisamente hoy? —cuestionó, enfadado.

            —Es lo que toca —murmuró el chico—. No salgas de aquí, iré a buscarte la ropa, ¿vale?

            —Vale.

            MinHyun salió del cuarto de baño y MinKi se miró de nuevo en el espejo sin creérselo aún. ¿Cómo podía ser una chica? ¿Cómo su cuerpo había podido cambiar solo por las palabras de una tétrica mujer? El chico suspiró y se recolocó el pijama para que ninguno más de sus compañeros se diera cuenta de aquello porque si lo hacían probablemente su integridad física y su virginidad como mujer estarían en peligro y eso era algo que no quería por nada del mundo. Debía proteger aquel cuerpo de todo aquel que quisiera profanarlo.

            Algunos minutos más tarde, MinHyun volvía a aparecer con un montón de ropa entre sus brazos y diversas cosas más para hacer ver más masculino a MinKi y se lo fue entregando todo.

            —¿Podrías… darte la vuelta mientras me cambio? —cuestionó MinKi.

            —Oh, claro, la costumbre —rio MinHyun, dándose la vuelta.

            El chico aprovechó aquello para ir desvistiéndose poco a poco, descubriendo su nuevo cuerpo y fascinándose por las curvas sensuales que había adquirido con el cambio. No podía decir que estuviera contento por ser una mujer, pero estaba bastante buena, no podía negarlo. Alejando aquellos pensamientos de su cabeza y dejando a un lado la tentación de estar a todas horas tocándose los pechos, MinKi empezó a vestirse. Un par de minutos después ya estaba completamente listo y le dijo a MinHyun que podía volver a mirar.

            —Creo que daremos el pego sí —murmuró—, pero por si acaso, tú no te separes de mí hasta que esto acabe —MinKi asintió—. ¿Cuánto durará?

            —Veinticuatro horas.

            —Bien, solo debemos ocultarlo hasta mañana —suspiró aliviado MinHyun—. No es mucho tiempo.

            Poco después, los chicos salían junto a su manager de su piso en dirección al aeropuerto de Incheon porque debían coger un avión a Japón. El camino en la furgoneta se le hizo eterno al chico y se pasó el tiempo en una esquina, alejado de todos menos de MinHyun, que se había autoproclamado su perro guardián y no iba a dejar que nadie más supiera de aquel extraño suceso que había acontecido.

            El aeropuerto estaba plagado de fans que los esperaban ansiosamente para echarles fotos, acercarse a ellos e intentar tocarlos como si fueran de oro o una especie en peligro de extinción. MinKi se pegó irremediablemente a la espalda de MinHyun, porque tenía miedo de que alguna de aquellas locas le tocara un pecho y se diera cuenta de que ese día no era un tío. El chico se encargó de protegerlo durante todo el trayecto hasta que estuvieron a salvo tras las puertas de cristal que las fans no podían cruzar. Solo entonces, ambos se permitieron suspirar aliviados.

            —¿No estáis un poco raros hoy vosotros dos? —preguntó JongHyun.

            —¿Qué? No —la voz le salió a MinKi una octava por encima de lo normal y rio por esto, para después carraspear—. Creo que estoy pasando por una segunda pubertad y hoy no tengo la voz muy normal.

            —No os estaba preguntando por eso —replicó el líder.

            —Solo está preocupado porque la bruja le dijo que no podía hacer nada con su mala suerte y no quiere que le pase nada malo a nadie —respondió MinHyun—. Así que por eso le he tenido que escoger yo la ropa esta mañana y por eso se ha escondido detrás de mí, para que ninguna fan lo tocara y luego le pasara algo.

            —Oh… vaya… —murmuró JongHyun—. ¿De verdad no se puede arreglar? —ambos negaron—. Bueno, esperemos que al menos en el viaje no pase nada malo porque no solo vamos nosotros en el avión.

            —Esperemos que no.

            Finalmente, al avión en el que viajaron no le pasó nada excepcional y llegaron a Japón en menos de lo que cantaba un gallo, repitiéndose la misma situación de MinKi escondiéndose tras MinHyun para que nadie pudiera tocarlo. Poco tiempo después llegaron al hotel en el que se hospedarían las noches que se quedarían en aquella ciudad. Las habitaciones generalmente eran sorteadas, aunque la mayoría de las veces acababan siempre de la misma manera porque después se cambiaban, pero esta vez, MinKi alzó su voz y dijo que no dormiría con nadie más que no fuera MinHyun, porque parecía ser el único al que no le afectaba su mala suerte.

            Después de dejar sus maletas en sus respectivas habitaciones, los chicos se prepararon de nuevo para salir porque tenían que grabar un programa antes del anochecer y también hacer una mini actuación de su última canción para las fans niponas. MinKi estaba bastante asustado porque la ropa de aquella actuación era bastante ceñida y se le notaría absolutamente todo, pero MinHyun lo tranquilizó.

            —A ver, podemos hacer una cosa —comenzó—. ¿Has visto en los doramas cuando una chica se quiere vestir de chico y se pone una venda en el pecho, apretándolo para que no se note? —MinKi asintió porque había visto ‘To the Beautiful You’ y en ese dorama Sulli lo hacía—. Bien, pues vamos a ver si en la realidad da también resultado.

            Los dos se fueron de la sala compartida los baños, metiéndose en uno de los cubículos para poder realizar aquel experimento sin que nadie se diera cuenta de lo que hacían. MinKi se tuvo que quitar la parte superior de su ropa y dejar al descubierto sus recién adquiridos turgentes pechos. No le gustaba mucho eso de tener que enseñárselos a MinHyun, pero era lo único que podía hacer para que nadie más notara aquel sutil cambio en él.

            —No toques mucho… —murmuró.

            —Ni que fuera JongHyun —comentó el otro, riendo. MinKi intentó sonreír, pero no le salió muy bien y acabó haciendo una mueca extraña que se parecía a una de preocupación máxima por su futuro—. Tranquilo, no voy a tocar nada que tú no quieras.

            —Vale.

            MinHyun sacó la venda del bolsillo de su pantalón y comenzó a estirarla. Una vez estuvo lista, el chico puso su mirada en los pechos que tenía delante e inconscientemente se relamió los labios. Después de recriminarse aquel acto, porque a quien tenía delante era a su compañero de grupo y amigo MinKi y no a ninguna chica, procedió a comenzar la operación, pidiéndole al chico que tenía delante que alzase los brazos para poder hacerlo bien.

            —Dime si te aprieta demasiado o va bien —le pidió.

            MinKi asintió y se dejó hacer poco a poco, girando sobre sí mismo e indicando cuando estaba bien apretado, cuando estaba flojo o cuando le estaba cortando la respiración. Algunos minutos después, estaba listo y parecía que realmente no se notaba nada que fuera una mujer.

            —Gracias, MinHyun —el chico se abrazó a él fuertemente, tal y como solían abrazarse, pero sin tener en cuenta que ya no era un chico y que provocaba reacciones inesperadas en el cuerpo de MinHyun—. ¿Qué…? —cuestionó, separándose inmediatamente el notar una dureza contra su estómago.

            —No soy de piedra, MinKi, y estás muy buena —le dijo con total sinceridad—. Pero eres un tío, no una tía, y tengo que hacerme a la idea —el chico lo miró entre confundido y asustado—. Anda, ve a la sala con los demás, yo tardaré un poco.

            El chico asintió y se fue rápidamente de allí, porque lo que menos quería escuchar y ver era cómo MinHyun se masturbaba pensando en él. El programa y la actuación discurrieron sin ningún accidente y MinKi pasó por el chico afeminado que era sin levantar ninguna sospecha en ninguno de los que allí estaban presentes.

            Era bastante tarde cuando regresaron al hotel, después de haber cenado y todo fuera en un restaurante que les habían recomendado y en el que habían acabado poniéndose las botas. Una vez en el hotel, los chicos se dirigieron a sus respectivas habitaciones y, como esa noche no se les había propuesto grabar nada para luego subir al canal, lo único que querían todos era descansar.

            En la habitación que compartían MinKi y MinHyun el ambiente estaba un poco raro y algo tenso después de lo que había pasado en el baño de la estación de televisión, pero ambos sabían que aquello era inevitable y que iba a pasar antes o después.

            —Ya solo nos queda pasar esta noche y mañana volverás a ser tú —murmuró MinHyun.

            Estaba tumbado en su cama, mirando su móvil como si fuera la cosa más interesante del mundo. MinKi acababa de salir de la ducha, donde había descubierto algunos recovecos en su cuerpo que jamás había pensado que tendría y donde había disfrutado de ser mujer durante algunos instantes, y se sentó en su propia cama, escuchando aquellas palabras.

            —Sí, ha sido un largo día, pero mañana volveré a ser yo —respondió, secándose el pelo con una toalla.

            —¿Echarás de menos algo de este día? —preguntó el otro chico, sin mirarlo todavía, cosa que mosqueó un poco a MinKi.

            —Tener pechos, porque molan bastante —contestó, intentando quitarle un poco de hierro al asunto.

            —¿Está bien tener pechos? —murmuró MinHyun.

            —Sí, son blanditos y suaves y muy sensibles —contestó, haciendo que su compañero riera—. ¿Quieres tocarlos? —preguntó sin siquiera darse cuenta, haciendo que el más alto por fin se girara a mirarlo—. Quiero decir, mañana no los tendré y habrá que aprovecharlos un poco.

            —¿Puedo?

            —Sí.

            MinHyun se levantó de su cama y luego caminó hacia donde se encontraba MinKi sentado, sentándose él también a su lado. El chico lo miró a los ojos una vez, pidiendo su consentimiento, y cuando lo obtuvo, no dudó en llevar sus manos a sus pechos y comenzar a tocarlos, haciendo que el menor tuviera que morderse el labio inferior porque le gustaba bastante aquella sensación y a su cuerpo también le gustaba mucho, porque estaba sintiendo cómo en su entrepierna empezaba a hacer calor.

            —Para —le pidió y MinHyun se detuvo inmediatamente—. Creo que es suficiente por hoy.

           —Sí, lo siento… —murmuró el chico, retirándose de su cuerpo y queriendo levantarse de la cama; sin embargo, MinKi no lo dejó hacerlo.

—Pero puedes dormir conmigo, me siento muy solo y desprotegido.

            —¿De verdad?

            —Sí.

            Una gran sonrisa se extendió por el rostro de MinHyun y no tardó en hacer que “la chica” se metiera debajo de las sábanas con él para pasarse toda la noche abrazando su fino cuerpo lleno de curvas.

            A la mañana siguiente, cuando MinKi se despertó, lo primero que hizo fue tocarse para ver si realmente la maldición se había acabado y volvía a ser un hombre. Tocarse el torso y encontrarlo plano fue un gran alivio para el chico, sin embargo, bajar un poco sus manos y encontrar una erección fue algo que no se esperaba. El ahora chico de nuevo se giró para ver dormir a su compañero de cama, notando en su muslo cómo este también tenía una erección.

            Por fin se había acabado su maldición, pero de ahora en adelante debería de lidiar con otra cosa que no sabía muy bien cómo acabaría: la relación que había surgido entre MinHyun y él.


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