***
En el Reino de los Cielos, cada súbdito de Dios tenía una función para que toda la Creación pudiera seguir el camino que había sido marcado y según el trabajo que hacían para Dios los ángeles se dividían en varios grupos, HeeJun no era más que un ángel mensajero al que de vez en cuando mandaban de un lado a otro con noticias irrelevantes —porque nadie en aquel lugar confiaría en él, el ángel negro, para llevar una noticia importante— o enviaban a la Tierra a cuidar algún asunto humano que tampoco tenía demasiada relevancia. Nunca habían confiado en que el ángel podía hacer el mismo trabajo que los demás y que en ocasiones podía hacerlo mejor, pero HeeJun trataba de no darle vueltas a aquello porque si lo hacía, aquella parte oscura que vivía en él crecía… y entonces todos los que lo repudiaban probarían que tenían razón para no confiar en él y condenarlo al exilio.
No. HeeJun había aprendido con el paso de los siglos que lo único que podía hacer para ser mínimamente respetado en aquel lugar era mantener su historial impecable y durante siglos así había sido. Los demás ángeles podían odiarlo todo lo que quisieran, pero él no les iba a dar motivos para que lo hicieran, ya había sido una vez llamado ante Dios para recibir una reprimenda por sus actos y se había jurado a sí mismo —y a InSeong— que jamás iba a ser llamado allí.
InSeong. InSeong había sido la única de las criaturas que poblaban aquel lugar que se había acercado a él sin reservas cuando aún eran ambos unos niños inocentes que no sabían absolutamente nada de lo cruel que era realmente el mundo que los rodeaba. InSeong era el único en el que había podido confiar y a quien le había contado que muchas veces había querido dejar que su lado oscuro lo dominara para acabar con la vida de todos aquellos que le habían hecho daño. InSeong era el único que no lo había juzgado por ser diferente a los demás, el único que se había mantenido a su lado y quien había hecho que sus días a lo largo de sus siglos de existencia fueran lo más felices posible.
Sin InSeong junto a él, probablemente habría acabado sucumbiendo al Mal que vivía en su interior y que lo llamaba en sus sueños.
HeeJun caminaba por los amplios pasillos de la casa que albergaba a todos los ángeles, en dirección a la habitación que se le había asignado siglos atrás, alejada de la de los demás, en un lugar al que nadie podía acceder solo por equivocación. Había sido desterrado allí como medida de seguridad y el ángel jamás había puesto pega alguna porque tampoco quería mezclarse con los demás. Recibir sus burlas, escuchar sus cuchicheos, aguantar las malas palabras dirigidas a él en un tono lo suficientemente alto como para que las pudiera escuchar era algo de lo que tenía bastante en las horas de trabajo y prefería que el tiempo en aquel lugar que era solo suyo fuera lo más silencioso y agradable posible.
Cuando había sido enviado allí, no obstante, aún no conocía la existencia de InSeong y tampoco sabía que a éste le gustaría llenar todo el silencio de su habitación con su palabrería sin sentido, solo buscando arrancar una sonrisa de su rostro.
Casi había llegado a aquel lugar que era solamente suyo cuando se cruzó con varios ángeles caminando en la dirección contraria a la que él se dirigía. Contra el fondo de paredes de mármol blancas, las alas negras de HeeJun destacaban demasiado, así que, al segundo fue visto por ellos y los cuchicheos comenzaron. Habían pasado siglos de su nacimiento, llevaba siglos conviviendo con todos ellos, pero su existencia todavía era la comidilla de aquel lugar.
El ángel se replegó contra la pared para dejarles paso y en cuando le dieron de lado, se dio cuenta que frente a él se encontraba InSeong, arrugando su nariz con desagrado y mirando fijamente las espaldas de aquellos que se alejaban lentamente de ellos. Al otro no le gustaba para nada que cosas como aquella sucedieran y cada vez que escuchaba cómo alguien maldecía a HeeJun buscaba la forma de vengarse sutilmente a pesar de que éste le había dicho mil y una vez que no lo hiciera.
—Mañana me toca viajar al mundo de los humanos con uno de ellos —dijo a modo de saludo—, creo que recibirá un regalito inesperado.
—A veces me pregunto quién es el ángel maldito, si tú o yo —suspiró HeeJun, pasando por su lado, dirigiéndose a su habitación, sabiendo que InSeong lo seguiría aunque le pidiera que se diera media vuelta.
—No eres ningún ángel maldito —le respondió—. Si estuvieras maldito estarías en el Infierno, como todos los ángeles caídos, pero sigues aquí con todos nosotros, los habitantes del Cielo, por algo debe de ser.
HeeJun se encogió de hombros y después simplemente abrió la puerta de su habitación y entró, sin importarle si el otro también entraba o se iba a su propio dormitorio —lugar que debía de tener un buen canto de polvo a juzgar por el poco uso que InSeong le daba—. Después, se quitó la parte superior del traje blanco reglamentario para dejar que sus alas se movieran con comodidad sin estar apresadas en los huecos para ellas y se tumbó en la cama bocabajo, cansado. Solo notó que el mayor de los dos lo había seguido al interior de la habitación, cuando el colchón se hundió bajo su peso y las delicadas manos de éste comenzaron a recorrer las plumas de las aún más delicadas alas negras que sobresalían de su espalda.
—No hagas eso… —advirtió, pero como siempre, InSeong siguió haciendo lo que quería, sin prestar atención alguna a sus palabras.
—Tus alas son como las de todos —lo escuchó murmurar entre la niebla del sueño provocado por el cansancio y por el roce de las yemas de sus dedos—, suaves, sensibles y cumplen el mismo objetivo que el de los demás ángeles.
—Pero son negras… —susurró contra el colchón.
—¿Y…? Como si son amarillas —respondió el mayor—. A mí me siguen gustando de la misma forma que me gustan las mías.
—Sigo sin entenderlo —HeeJun se giró levemente para quedar tumbado sobre su costado derecho y así poder mirar a InSeong—. ¿Por qué te acercaste a mí? Para todos no soy más que una aberración… pero tú sigues aquí a mi lado después de tanto tiempo y siempre me has tratado como a un igual y me has protegido de cualquiera que tratara de hacerme daño… ¿por qué?
InSeong lo miró muy seriamente durante algunos segundos, para después sonreírle de forma encantadora y tumbarse sobre la cama a su lado, haciendo que solo unos pocos centímetros separaran sus cuerpos.
—Porque soy tu ángel de la guarda.
***
Cuando HeeJun todavía era un infante, había veces que las burlas y el desprecio por parte de sus congéneres eran tan continuas que lo sobrepasaban y hacían que perdiera el control. El ángel negro había aprendido que los seres celestiales eran buenos por naturaleza y que solo la corrupción y la soberbia los hacía volverse seres del Averno, también había aprendido que él tenía ambas partes, luz y oscuridad, conviviendo en su interior y que lo que debía hacer era potenciar su lado bondadoso para ser un buen siervo de Dios… pero el odio que le profesaban los demás ángeles, no era algo que un buen ángel debiera hacer y eso lo enfadaba. Porque él debía mantener a la oscuridad a raya, pero los demás podían mostrarla como si nada.
No había ocurrido en muchas ocasiones, pero sí había perdido el control algunas veces y después de todas ellas, siempre se había sentido mal por haber dejado que su otra parte lo dominara, por haberle hecho daño a alguien. Solo una vez había sido llamado por Dios por sus actos y, después de esa vez, HeeJun no había vuelto a dejar que volviera a suceder, porque Dios le había dicho que la maldad estaba en la naturaleza de todos, pero evitar caer en ella era el camino del Bien y ese era el camino que él debía recorrer.
Tras eso, había conocido a InSeong. El pequeño ángel se le había acercado, se había sentado en el suelo a su lado y le había dicho que le gustaban sus alas. HeeJun le preguntó en ese momento quién era, porque nadie jamás le había dicho antes nada bueno sobre sus alas negras que contrastaban con el blanco roto o dorado que predominaba en el Reino de los Cielos, y éste le había contestado que era su ángel de la guarda y a partir de ese momento, nunca más había estado solo luchando contra la maldad que quería extenderse desde su interior, porque InSeong estaba a su lado ayudándolo a combatirla.
***
HeeJun estaba acostumbrado a realizar las pocas misiones que le encomendaban dentro de los límites del Reino de los Cielos, por eso, cada vez que algún arcángel le entregaba una misión para realizar en la Tierra, siempre se sentía ilusionado. No solían confiar en él para bajar al mundo de los humanos a ayudarlos como era el deber de todos los ángeles, así que, cada vez que alguna misión le era dada no podía evitar mostrar su felicidad y tratar de realizar dicha misión con la mayor brevedad y pulcritud posible para demostrarles a todos aquellos que lo despreciaban que podía hacer su trabajo igual que los demás y que no iba a realizar ningún estrago. Porque aunque muchos se empeñaran en negarlo, HeeJun era un ángel como todos los demás.
HeeJun estaba feliz porque hubieran confiado en él para hacer algo tan importante como ayudar a un joven en la Tierra a escapar de las garras de un demonio menor que se estaba haciendo pasar por humano para engatusarlo, pero en el momento en el que iba a salir para su misión y vio que no iba a estar totalmente solo para realizarla, sino acompañado por InSeong, toda aquella alegría se esfumó de golpe.
—Creo que no te alegras de verme —comentó InSeong.
—Y no lo hago —respondió él, pasando por su lado—. Estás aquí porque no se fían de mí para hacer algo tan sencillo como esto.
—Lo siento —murmuró el otro en tono bajo. HeeJun se giró y lo vio cabizbajo, así que se acercó a él y le puso la mano en el hombro.
—No es nada, ya debería de estar acostumbrado a estas cosas —esbozó una pequeña sonrisa—. Vámonos.
InSeong también esbozó una sonrisa y después asintió. Cuanto antes partieran para realizar su misión, antes volverían.
Los viajes a la Tierra desde el Reino de Dios se realizaban a través de un portal que llevaba directamente hasta el lugar en el que los ángeles debían realizar su trabajo, un portal que estaba constantemente vigilado para que ningún demonio pudiera traspasarlo si lo hallaba por casualidad —y para que ningún humano vivo lo atravesara tampoco—, por eso, ambos se dirigieron hasta aquel lugar y dijeron en voz alta su destino, después, atravesaron aquel arco que, aparentemente no contenía nada y llegaron inmediatamente después a un callejón de la ciudad de Seúl. Los dos ángeles miraron a su alrededor, percatándose de que no había nadie que los hubiera podido ver aparecer de la nada, ambos vestidos con ropa terrestre y con sus alas invisibles a sus espaldas.
—El chico no debe de estar muy lejos —comentó InSeong—, siento una leve presencia demoniaca en los alrededores.
—Yo también la siento cerca —murmuró, cerrando sus ojos y concentrándose para poder localizar a aquel demonio al que debían devolver al Infierno antes de que terminara engañando al humano para que lo siguiera al Infierno—. Tenemos que ir hacia la derecha.
—Eres como un perro siguiendo un rastro de olor —comentó el otro, tomándolo de la mano para comenzar a andar y no separarse entre la multitud de personas que caminaban por la calle principal.
—Probablemente por eso me hayan enviado a mí, porque soy más sensible a las presencias más débiles —dijo HeeJun, dejándose arrastrar.
Los dos ángeles salieron a la multitud sin llamar la atención de las personas que caminaban rápidamente y sin prestar atención a nada de lo que sucedía a su alrededor. HeeJun tenía sus ojos levemente cerrados, tratando de concentrarse más de aquella forma, siendo guiado por InSeong, sabiendo perfectamente que el otro ángel nunca dejaría que chocara contra alguna de las personas que se cruzaban por la calle para que él pudiera seguir prestando atención a lo que debía, el rastro dejado por el demonio. De vez en cuando, le daba pequeñas instrucciones al otro para que pudiera seguir su camino, pero en general caminaron prácticamente en silencio hasta que la energía maligna que desprendía el demonio se hizo mucho más fuerte, tanto que InSeong también podía comenzar a notarla sin problemas.
—Está aquí —dijo HeeJun.
Habían llegado a una calle mucho menos transitada en la que solo había bloques de pisos de poca altura y no muchas personas alrededor. HeeJun observó fijamente a todas ellas hasta reconocer al joven alto y delgado que debían proteger de la influencia del demonio, que se encontraba justo a su lado. Aunque a ojos humanos aquel ser pareciera uno de ellos, los ángeles podían ver perfectamente que no lo era. Ambos se miraron unos segundos y, después de asentir levemente, caminaron de forma más rápida para colocarse justo detrás del humano y el demonio.
—¿Kim SeungJun? —llamó InSeong al humano, haciendo que éste se girara hacia ellos, de la misma forma que se giró el demonio de pelo rubio que lo acompañaba.
El chico alto solo los miró confundido, porque obviamente para él no eran personas conocidas, pero el otro entornó un poco sus ojos y después frunció su ceño. El humano era incapaz de ver sus alas, pero el otro sí que las podía ver perfectamente, de la misma forma que ellos veían sus orejas puntiagudas por debajo del pelo y los dos pequeños cuernos que asomaban en su frente. Solo era un demonio menor, sin mucho poder, pero el suficiente para engatusar a un humano hasta hacer que éste se internara en el infierno por su propia voluntad.
—¿Quiénes sois? —preguntó el muchacho—. ¿Os conozco de algo?
—El ángel maldito —dijo el demonio—. Tenemos que irnos, SeungJun.
—¿Qué? —cuestionó el humano, confuso.
Pero antes de que ninguno pudiera decir nada más, el demonio entonó un cántico demoniaco que hizo aparecer en apenas unos segundos una puerta en llamas a sus espaldas, puerta que atravesó arrastrando al humano sin que los ángeles pudieran hacer nada para detenerlo.
—Maldita sea —dijo InSeong—. Tenemos que seguirlos y recuperar al chico.
—Espera —murmuró HeeJun, agarrándolo del brazo—. Eso es el Infierno, no podemos entrar así como así… no puedo entrar así como así.
—Si no lo hacemos ese chico no podrá volver —InSeong tiró de él para que se moviera antes de que el portal se empezara a cerrar.
—InSeong… no puedes hacerme esto… no puedo entrar ahí… —murmuró con miedo—. Por favor, volvamos al Cielo y llamemos a un arcángel.
—No hace falta que vengas, yo puedo arreglármelas solo mientras alguien viene a ayudarme —respondió el otro ángel, zafándose de su agarre—. Vuelve al Cielo y manda la ayuda.
—No puedo dejarte solo…
InSeong simplemente le sonrió y después de eso se lanzó hacia la puerta que estaba envuelta en llamas y que poco a poco se cerraba. HeeJun lo vio desaparecer y algo se removió dentro de su pecho. Su amigo no tendría ninguna oportunidad solo y cuando llegaran los refuerzos ya no habría nada que hacer por él, el Infierno era un lugar inhóspito. Pero él no podía ir, él no podía hacerlo o la parte que siempre había estado tratando de retener saldría a la luz y ya no sería él mismo. Y, sin embargo, no podía dejar allí a InSeong solo, no a él. Por eso, HeeJun tragó saliva y después se internó en el portal de llamas, siguiendo el camino que los demás habían realizado solo unos momentos antes y adentrándose en el Infierno.
***
Cuando HeeJun se adentró en el Infierno a través de aquel portal que había creado el demonio al que perseguían, sintió cómo un escalofrío le recorrió el cuerpo desde la cabeza hasta los pies. Sin embargo, en aquel oscuro y sombrío lugar, lo que no hacía era frío, sino bastante calor, un calor abrasador que haría que un humano con un cuerpo tan débil como el del chico que había sido arrastrado hasta allí acabara pereciendo en solo unas pocas horas y el ángel no podía dejar que algo así sucediera, porque su trabajo era todo lo contrario, su trabajo consistía en ayudar y proteger a los humanos de cualquier demonio.
El lugar en el que había acabado era bastante angosto, las pareces de roca negra volcánica se cernían sobre él y todo estaba tan oscuro que casi no podía ver a unos pocos metros de distancia. Sin embargo, después de parpadear un par de veces, sus ojos se acostumbraron a la escasa luz y pudo ver mucho más allá, descubriendo que había una salida a aquella especie de caverna. HeeJun se dirigió rápidamente hacia allí y, al salir, se vio en un páramo desierto cuyo suelo negro estaba salpicado de puntos blancos que no eran otra cosa más que huesos, restos de los humanos que habían perecido allí a lo largo de los siglos. El ángel reprimió el siguiente escalofrío y después trató de pensar en otra cosa, como en localizar a aquellos a los que había seguido hasta allí, porque si no lo hacía, podría pasar algo muy malo que no quería que sucediera por nada del mundo.
HeeJun escaneó el páramo y divisó a varios metros a su izquierda tres figuras caminando por éste, una, la inconfundible figura de alas blancas de InSeong, las otras dos, la del demonio y la del humano que había secuestrado. No le llevaban demasiada ventaja, pero sí que habían avanzado más que él por haber entrado sin pensárselo a través del portal, por lo que el ángel de alas negras echó a correr en aquella dirección, para tratar de llegar hasta ellos lo más rápidamente posible y así poder ayudar a que todo aquello se resolviera. Al principio, los pasos que daba por aquel páramo eran pesados, como si no pudiera avanzar bien a través de él, como si hubiera algo que se lo impidiera, pero solo unos momentos después, podía correr tan rápido como lo hacía en el mundo de los humanos y una parte en su interior supo que aquello se debía a que tenía sangre de demonio también por sus venas, por eso estaba acortando aquella distancia tan rápidamente.
Envió aquel pensamiento a lo más profundo de su mente, porque él era un ángel, no un demonio, y se enfocó en alcanzar a InSeong, que estaba pasando un mal rato tratando de darle caza al demonio que perseguían. No tardó en llegar a su lado y cuando lo hizo, lo tomó fuertemente de la mano al pasar para tirar de él, ayudándolo de aquella forma a moverse mucho más rápido por aquel medio en el que los ángeles como ellos no podían hacerlo bien debido a su condición. El otro se dejó arrastrar sin poner ninguna contra y HeeJun simplemente trató de aligerar su paso todo lo que pudo para coger al demonio y sacar al humano SeungJun de allí antes de que le ocurriera algo malo. Tenía que detenerlo, tenía que adelantarlo y cortarle el camino para que no pudiera seguir adentrando al humano en el Infierno.
Como si con solo pensarlo y desearlo hubiera sido suficiente, HeeJun de repente se vio a sí mismo delante del demonio y encarado a él, con InSeong a su lado, que parecía tan confuso como él. No obstante, el ángel no pensó en nada más que en realizar bien su trabajo y le lanzó una bola de luz al demonio que lo dejó completamente paralizado a escasos metros de él.
—Saca de aquí al humano antes de que el efecto se pase —le dijo a InSeong, mientras estaba enfocado en el demonio por si éste hacía algún movimiento y tenía que volver a atacarlo antes de recibir un ataque él mismo—. Rápido.
InSeong asintió, saliendo del estupor en el que parecía haber estado en los últimos momentos y después corrió hasta donde el demonio y SeungJun se encontraban para separarlos. HeeJun observó cómo su compañero hacía que el humano lo mirara fijamente a los ojos para borrar de su memoria cualquier recuerdo que implicara al demonio que estaba tratando de hacerle daño y todo lo referente al sitio en el que se encontraban y a ellos. Tras aquello, el joven cayó en sus brazos como un peso muerto, sumido en un profundo sueño del que despertaría metido en su cama sin recordar absolutamente nada de aquello. InSeong lo agarró fuertemente y, después abrió una pequeña puerta que llevaba directamente hasta la casa del humano, lugar al que lo envió rápidamente y cerró el portal.
Su misión había sido cumplida. El humano estaba a salvo de aquel demonio por el momento y más tarde se ocuparían de poner las salvaguardas a su alrededor para que ningún otro tratara de acercársele de nuevo, ahora solo les quedaba salir de aquel lugar y volver lo más rápido posible al Reino de los Cielos. Sin embargo, justo cuando el portal a la Tierra había sido cerrado, a su alrededor, formando un círculo en torno a ellos, de repente apareció una horda de demonios, cerniéndose sobre ellos.
HeeJun contuvo la respiración mientras miraba con el corazón encogido en redondo, buscando algún hueco que pudieran utilizar para escapar de allí. No obstante, no había ni un solo hueco en la barrera formada por los demonios que habían aparecido y tampoco estaban a una distancia suficiente para que pudieran crear un portal al cielo sin que algunos de éstos lo atravesaran y se internaran en aquel lugar, sembrando el caos. InSeong estaba lejos de él también, a unos diez metros, una distancia considerable para hacer cualquier cosa que no desembocara en una tragedia, por lo que HeeJun no pudo evitar maldecir por lo bajo.
—Bienvenido al Infierno, al lugar en el que vagan las almas en pena y las condenadas al sufrimiento eterno —dijo el demonio de cabello rubio y apariencia humana que habían perseguido hasta allí llamando su atención—. Una bonita estampa y una melodía encantadora cuando empiezan los gritos, ¿no lo crees, ángel maldito?
—No lo creo —respondió.
—Pero si éste es tu hogar, el lugar al que perteneces, con todos nosotros —replicó el demonio, abriendo sus brazos—. Creo que tu padre estará encantado de conocerte, lleva muchos siglos pensando en declararle la guerra a los de allí arriba solo para traerte de vuelta, pero cuando se entere de que he sido yo quién te ha traído, dejará esas ambiciones imposibles y se alegrará una barbaridad también de que otro pajarito haya caído aquí.
Después de decir aquellas palabras, el demonio solo tuvo que mover un dedo de su mano para que InSeong profiriera un grito desgarrador que hizo que el corazón de HeeJun dejara de latir por unos momentos, asustado, antes de comenzar a hacerlo fuerte y rápidamente, resonando en sus oídos. Las alas blancas de su compañero, aquellas que siempre había admirado tanto, colgaban rotas e inertes a su espalda, con ríos de sangre comenzando a manchar aquellas plumas de intenso color escarlata.
—No lo vuelvas a tocar. No se te ocurra hacerle más daño —dijo, mirando fijamente a InSeong con miedo de que pudiera pasarle algo más.
—No. Ahora está en territorio enemigo —replicó el demonio—. Ahora es mi prisionero y puedo hacer con él lo que me dé la gana.
Otro leve movimiento de su dedo y otro grito desgarrador de InSeong que resonó en sus oídos y que hizo que su corazón se encogiera. Aquella vez, había sido su piel la que había sufrido las consecuencias del ataque y heridas sangrantes y moratones cubrían las partes visibles de ésta y, probablemente, las que estaban cubiertas. La expresión en su rostro era de un dolor infinito y HeeJun no pudo soportarlo. InSeong era el único que siempre había estado a su lado, el único que lo había apoyado, el único que le había hecho ver que era tan ángel como todos los demás y que no había nada malvado en él. InSeong era su único amigo y no podía dejar que sufriera de aquella manera.
No sabía cómo lo había hecho la vez anterior. No sabía cómo había podido, solo con desearlo, cruzar una gran distancia y aparecer en el lugar que había deseado, pero HeeJun lo intentó. Deseó con todas su fuerzas estar junto a InSeong, abrazarlo fuertemente contra su cuerpo y no dejar que absolutamente nada más le sucediera en aquel inhóspito lugar. Y segundos después, así sucedió. El ángel apenas tuvo tiempo para pensar en nada más, solo abrió un portal al Reino de los Cielos y envió a InSeong a través de éste para cerrarlo justo después y que así nadie más pudiera cruzarlo, dejándolo a él rodeado de demonios y en el Infierno.
***
Después de haber enviado a InSeong al Cielo, HeeJun sintió un fuerte golpe en su nuca que hizo que la oscuridad que lo rodeaba, se volviera mucho más profunda, dejándolo inconsciente. No supo cuánto tiempo debía de haber pasado desde ese momento hasta el instante en el que su cuerpo comenzó a responderle de nuevo, pero puede que pasara el suficiente para ser trasladado a otro lugar del Infierno, porque cuando el ángel abrió sus ojos, no se encontró el páramo desierto ante ellos, sino una sala tallada en la roca, en lo más profundo del Infierno, y frente a él se encontraba un demonio que no había visto con anterioridad.
Tenía apariencia humana, pero a simple vista se podía ver que era un demonio, uno bastante poderoso además, aunque no lo suficiente como para ser considerado un demonio mayor. Sin embargo, aunque no fuera un demonio mayor, HeeJun no pudo evitar el escalofrío que le recorrió el cuerpo porque aquel que se encontraba ante él, debía de ser su padre.
—Parece que no te alegras de verme —comentó el demonio—, aunque yo me he pasado todos estos siglos pensando en ti y en tu madre y en cómo recuperaros.
Aquellas palabras le confirmaron a HeeJun lo que había pensado. Aquel que se encontraba ante él era su padre y probablemente lo había llevado hasta él aquel demonio de cabello rubio que había perseguido hasta allí. Pensar en él lo hizo recordar lo que le había hecho a InSeong y en sus gritos de dolor y su corazón se encogió porque, aunque lo había mandado de vuelta, no había sido lo suficientemente rápido como para que no le hicieran daño y se sentía muy culpable por aquello.
—¿No te alegras de estar por fin en casa? —le cuestionó su padre.
—Esta no es mi casa —respondió de forma seca.
Durante todo aquel tiempo, HeeJun había renegado de la parte oscura de su interior y, aunque hubiera visto que podía adaptarse perfectamente a aquel lugar, no lo sentía como si casa. Lo único en lo que podía pensar en esos momentos era en InSeong, en si había llegado bien y en si lo estarían tratando para que sus heridas se curaran más rápido o en si habían enviado una partida de rescate en su busca —algo que era básicamente imposible, pero que a una pequeña parte de su ser le habría gustado que sucediera—.
—Entonces... ¿consideras tu casa aquel lugar en el que todos te desprecian porque no eres como ellos? —le cuestionó el demonio.
—Tampoco considero aquel lugar mi casa —replicó—. Ni el Infierno ni el Cielo son mi hogar, no pertenezco a ninguno de los dos.
—Vaya. No esperaba esa respuesta, hijo mío —comentó el otro—. Entonces dime, ¿cuál es el lugar al que perteneces? ¿Cuál es el lugar en el que querrías estar el resto de la eternidad?
HeeJun nunca se había planteado aquella cuestión, porque daba igual al lugar al que fuera, no iba a pertenecer a ninguno, él lo único que deseaba era estar junto a InSeong, así que no se lo pensó cuando contestó:
—Mi hogar es aquel en el que se encuentre InSeong, estar a su lado es lo único que deseo.
Y antes de darle la oportunidad de responder al demonio ante él, HeeJun deseó con todas sus fuerzas aparecer en el páramo en el que había estado antes, deseo que se cumplió en menos de un segundo y el ángel de alas negras se vio en total soledad en el lugar. Por eso, antes de que alguien fuera hasta allí para llevarlo de vuelta hasta su padre, HeeJun abrió un portal hasta el Cielo y lo atravesó con rapidez, apareciendo segundos después en un sitio tan luminoso que tuvo que cerrar sus ojos para que no le hiciera daño la luz.
—Estás de vuelta —escuchó que le decía una voz—. Dios reclama tu presencia, así que yo no lo haría esperar.
HeeJun sonrió a pesar de lo que le había dicho el ángel, porque aunque no había llegado a casa, pero ésta se debía de encontrar muy cerca y eso lo hizo feliz. Hablaría con Dios y con todos aquellos que quisieran escuchar el testimonio de lo que había sucedido y después buscaría a InSeong para estar con él.
***
Sus pasos rápidos resonaban contra el suelo mientras HeeJun se dirigía hacia el lugar que siempre había sido suyo, lugar en el que le habían dicho que se encontraba InSeong, el único ser en todo el universo al que deseaba ver con toda su alma. Desde que había llegado desde el Infierno, había estado dando vueltas entre los diferentes seres encargados de aquel tema para contarles lo que había sucedido con todo lujo de detalles una y otra vez, incluso había tenido que visitar a Dios para hacer aquello mismo a pesar de que se había jurado a sí mismo que jamás haría nada por lo que tuviera que ser llamado a su presencia. Pero ahora ya había acabado todo y por fin podía ver cómo se encontraba InSeong.
Todos aquellos con los que se encontró en su camino desde los despachos de los arcángeles hasta poder llegar al desierto pasillo que llevaba solo a su habitación, cuchichearon a su paso y HeeJun atrajo todas las miradas. Ya estaba acostumbrado a ser el centro de los cotilleos de todos los seres que vivían en el Reino de los Cielos, así que no les prestó ninguna atención y simplemente se dedicó a seguir su camino porque era lo más importante.
Cuando llegó a su habitación, lo primero que se encontró fue a InSeong sentado en su cama, solo vestido con unos calzoncillos blancos dejando al descubierto el resto de su piel levemente bronceada contrastando con el fondo pulcro de la habitación. Su piel tenía zonas en las que los profundos cortes y moratones de diversos colores la salpicaban, pero ya no estaba en tan mal estado como lo había visto horas atrás. Era un ángel y como tal, las heridas, aunque fueran graves, curaban bastante rápido —probablemente, cuando se despertara al día siguiente ya no le quedaría herida alguna que le recordara lo que había sufrido en el Infierno—. HeeJun fue recibido con una amplia sonrisa que le quitó un gran peso de encima porque su compañero estaba bien y no lo odiaba por lo que había sucedido.
—Me alegra que estés de vuelta —le dijo InSeong—. Cuando me devolvieron aquí y tú no estabas conmigo lo pasé muy mal, pero en cuanto regresaste pude volver a respirar bien.
—A mí también me alegra poder volver a verte —murmuró en respuesta, acercándose a él hasta que se quedó a muy poca distancia—. ¿Cómo estás?
—Oh, bien… bueno, he tenido días mejores, ya sabes, pero estoy bien, poco a poco deja de dolerme todo el cuerpo y ya casi puedo mover las alas —respondió, con una gran sonrisa y tratando de mover sus blancas alas un poco.
—Lo siento… por mi culpa…
—No ha sido tu culpa —lo cortó InSeong, acercando su mano al rostro ajeno para acariciar su mejilla—, para nada ha sido tu culpa… de hecho, gracias a ti, puedo estar aquí de vuelta.
—Aun así… me siento responsable en parte de lo ocurrido —respondió.
—No. No tienes la culpa de nada —el otro ángel hizo que lo mirara a los ojos y HeeJun pudo ver en estos que cada palabra que salía de sus labios era verdadera—. Nos metimos en la boca del lobo, pero todo ha salido bien… recuperamos al humano del Infierno y tú le has demostrado a todo el mundo que eres mucho mejor ángel de lo que jamás han sido muchos.
—Pero has salido herido…
—Gajes del oficio—murmuró InSeong—. De todas formas, las heridas se van a curar en poco tiempo, lo único que necesito es descansar junto a un ángel precioso de alas negras que ha escapado del Infierno diciendo cosas bonitas sobre mí.
—¿C-cómo…?
—Eres la comidilla de todo el Cielo, las noticias vuelan —respondió el otro, tomando el rostro de HeeJun con sus dos manos—. Normalmente no le presto atención a los cotilleos, pero cuando éstos dicen que para ti soy tu único hogar, el único lugar al que perteneces, claro que debo de prestarles atención.
HeeJun desvió su mirada, avergonzado, y maldijo entre dientes a sus congéneres ángeles por ser tan charlatanes, pero su maldición quedó acallada por los suaves labios de InSeong, presionando levemente contra los suyos en un beso que el ángel de alas negras nunca había sabido que necesitaba tanto y que le confirmaba lo que había dicho en el Infierno. Estar junto a InSeong era lo único que deseaba y allí donde éste estuviera, ese sería su hogar y ningún otro lugar lo podría ser jamás si éste no se encontrara allí.
Notas finales:
—No lo he dicho, porque no lo he nombrado, pero el centésimo nombre de Dios (?) es YouJin siempre calmado y cuidando de todos sus descarriados hijos. Tampoco lo he dicho, pero el demonio malo malísimo que trataba de engatusar a SeungJun es obviamente JiHun.
—En el Cielo hay una jerarquía angelical y los arcángeles se encargan de los asuntos humanos más importantes o de mandar a los ángeles, el rango más bajo de todas las criaturas celestiales y las más cercanas a los humanos, de un lado para otro a hacer cosas.
—Y por último, solo decir que después de terminar de escribir esta historia me han dado muchas ganas de hacer el romance entre el ángel y el demonio padres de HeeJun y voy a empezar a buscar parejitas random hetero que me plazcan para esta preciosa historia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
¡Tus comentarios son importantes para que el blog siga creciendo!