Cada mañana al despertar me levantaba con el propósito de lograr olvidarle. Incluso pensaba en la posibilidad de escapar de su lado e intentar volver a mi vida anterior, fuera cómo fuera.
Pero cualquier idea, mal pensamiento o ganas de desaparecer se esfumaban por completo en cuanto veía a YeSung. Cuando al levantarme me cruzaba con él en cualquiera de los rincones de la casa. Cuando pasaba por la puerta abierta de su habitación y no podía evitar echar un vistazo dentro de esta, encontrándome con él dormido en la cama y yo sin poder contenerme, le miraba cómo un bobo enamorado. O cuando al abandonar mi habitación recorría la casa en su busca, me daba cuenta de que no estaba y no volvía a estar tranquilo hasta su regreso.
Todas las mañanas me prometía lo mismo. Todas las mañanas volvía a fallar.
Malditos sentimientos. ¿Por qué no podía ser cómo él? Hacer lo que me diera la gana sin importarme nadie más. Me habría ido de allí hace mucho si fuera así. No recuerdo sensación más odiosa que la de querer irme y no poder. Sabía que era lo mejor para mí. Deseaba dejar atrás aquel estilo de vida en el que había acabado sumergido por fijarme en quien no debía. Pero mi corazón no me lo permitía. Me había acostumbrado a su presencia y a todo lo que ello conllevaba, impidiéndome a mí mismo escapar. Tenía claro que si me fuera no tardaría mucho en arrepentirme y echarle de menos. Y acabaría volviendo a él, cómo un tonto.
Aquella mañana amanecí solo en casa, cómo muchos otros días. Me levanté, analicé todas y cada una de las habitaciones y comprobé que no había nadie más. No tenía mucho que hacer, así que me dediqué a hacer algunas tareas de la casa con la intención de distraerme un poco y apartar ciertos malos pensamientos de mi cabeza por un rato. Esa noche había tenido una pesadilla bastante fea la cual no tenía ningún interés en recordar. De nuevo las imágenes de aquella horrible noche acudieron a mi mente, no dejándome descansar bien. Odiaba recordarla.
Por suerte para mí, desde ese día no volví a saber nada de aquellas dos. Habíamos tenido alguna que otra visita desde entonces, pero extrañamente YeSung no las invitó cómo solía hacer. ¿Se habría apiadado de mí? Me costaba creerlo. Incluso se me pasó por la cabeza la idea de que tras aquello, YeSung hubiera tenido alguna discusión con las prostitutas. Fuera lo que fuera, no tenía ni la más mínima idea, pues aún no habíamos hablado del tema. Y dudaba ya que fuéramos a hacerlo.
Sin embargo, a pesar de sentir cierto alivio por no haberme vuelto a encontrar con ellas, los recuerdos seguían intactos en mi memoria. Ya había perdido la cuenta de las veces que había tenido que ocultarme en un rincón para que YeSung no me viera llorar. Y desgraciadamente, aquella mañana cometí el error de confiarme demasiado pensando que él llegaría a casa más tarde.
Tras empezar a recordar, las lágrimas no tardaron demasiado en comenzar a descender por mis mejillas. Asumí que YeSung llegaría a la tarde, cómo acostumbraba a pasar cada vez que me levantaba y él ya no estaba, así que me di total libertad para llorar sin ser interrumpido o tener que esconderme. Dejaría que todos mis sentimientos salieran de aquella forma una vez más. Y en ningún momento consideré la idea de confesar lo que sentía ¿Cómo podría ser correspondido por él? Seguramente se reiría de mí al enterarse de que le amaba. Aquel pensamiento lo hacía todo aún más doloroso.
Una vez me había ocupado de todas las tareas pendientes, me dejé caer sobre el sofá agotado física y mentalmente. Dejé que las lágrimas fluyeran a sus anchas durante un rato, no teniendo otra forma de desahogarme, pues tampoco tenía a nadie a quien contarle mis cosas. No tenía ni un solo amigo en el mundo. YeSung me había consumido por completo y ahora solo le tenía a él, quien tampoco era el más indicado para ocuparse de mí.
El dolor y la rabia se iban haciendo cada vez más presentes hasta hacerme querer golpear algo con todas mis fuerzas. Y así lo hice. Inmediatamente cogí uno de los desgastados cojines y lo lancé contra la pared, estampándolo en esta mientras mi llanto se volvía más intenso. Acto seguido agaché la cabeza y cerré los puños fuertemente, sin dejar de llorar en ningún momento. Di un par de puñetazos al viejo sofá intentando descargar toda mi rabia en él, pero no había resultado. Todo aquello se estaba volviendo demasiado para mí. Ya no tenía claro cuanto tiempo más podría aguantar esa situación sin explotar.
-Buen lanzamiento. -Dijo una voz desde la puerta.
Realmente no lo esperaba. Alcé de inmediato la cabeza y le miré con los ojos completamente abiertos y enrojecidos de tanto llorar. Me había descubierto... y lo peor es que sabía que me interrogaría por aquello. ¿Qué iba a hacer ahora? ¿Qué le iba a decir? Miles de preguntas parecieron pasar por mi cabeza en un segundo. Todas sin respuesta.
No dije nada por el momento. Preferí que fuera él quien empezara la conversación. Se mantuvo junto a la puerta observándome con curiosidad, examinándome. Yo desvié la mirada, incapaz de dejarla fija en él e imaginando lo mal que podría acabar todo si yo hablaba más de la cuenta.
Tras unos segundos de incómodo silencio, los cuales se me hicieron más que eternos, pareció dignarse a decir algo. Se acercó hasta donde estaba y se sentó junto a mí. Sentí su peso caer sobre el sofá, pero yo seguía sin poder mirarle, tratando de contener una vez más mis lágrimas. Aunque sabía que ya de poco me iba a servir.
-Cuéntame, anda. -Noté su mano caer con suavidad sobre mi hombro, estremeciéndome con levedad ante aquel simple contacto. El silencio absoluto volvió a invadir la estancia. No tenía ni la menor idea de qué responder a sus palabras. Un pequeño sollozo escapó de mis labios mientras intentaba poner en orden mis ideas y poder pensar con claridad. Necesitaba improvisar una excusa y la necesitaba ya. Pues a pesar de seguir desviando la mirada de YeSung, sabía a la perfección que esperaba expectante una contestación. Y más me valía que fuera creíble. ¿Pero de verdad me quedaban fuerzas para seguir ocultando mi sufrimiento de esa forma?
-¿Me lo vas a decir o no? -Su voz hizo que distrajera la atención de mis propios pensamientos. Por fin me atreví a mirarle, encontrándome con unos serios y oscuros ojos que me observaban fijamente, haciendo que por unos escasos segundos me perdiera en ellos cómo tantas veces había deseado hacerlo. Cuando quise darme cuenta las lágrimas volvían a fluir por mis mejillas sin control, apresurándome a girar el rostro al percatarme de que volvía a mostrarme débil ante él. Ya era inútil esconder mi llanto pero no deseaba que me viera en un estado tan lamentable.
Alcancé a escucharle resoplar. Me dio la sensación de que se había molestado al no recibir una respuesta clara, pero yo no estaba preparado para dársela.
Ya había perdido la cuenta de los minutos que llevábamos así. Sentados en silencio, sin mirarnos, sin llegar siguiera a rozarnos, inmóviles y pensativos. Era cómo si el otro no estuviera allí. Cómo si cada uno de nosotros se hubiera perdido en su propio mundo imaginario, ignorando todo a su alrededor.
-¿Por qué no puedo ser cómo tú...? -Susurré para mí mismo, sin darme cuenta de que realmente había pronunciado aquello, en voz baja, pero no lo suficiente para que YeSung no lo escuchara. Cuando me di cuenta del error ya era demasiado tarde, ya que al ir a mirarle con disimulo pude visualizar una pequeña expresión de sorpresa en su rostro.
Una amarga sonrisa se posó en sus labios, dejando la mirada perdida en algún punto de la habitación.- ¿Cómo yo? ¿De verdad quieres ser cómo yo? -Volvió a poner sus ojos sobre mí con seriedad, examinándome atentamente. Casi parecía que intentaba leerme el pensamiento y averiguar por si mismo el significado de mi pregunta.
Me atreví a asentir con un leve movimiento de cabeza, esforzándome por devolverle la mirada y no apartarla de nuevo. Sacando fuerzas de donde pude para continuar con la conversación.
-Sí... haces lo que quieres sin preocuparte por nada ni nadie. Un tipo duro al que nada le afecta... Ni siquiera sé porque estás aquí ahora, ocupándote de un estúpido llorica, cuando podrías estar en cualquier otro lado haciendo algo mejor que esto... -Antes de terminar la frase ya tenía de nuevo la mirada clavada en el suelo. No podía seguir mirándole mientras decía aquello. -Porque ese estúpido llorica sí me importa. Pero RyeoWook, no te conviene ser cómo yo.
Una pequeña parte de mí tan solo se quedó con lo primero que había dicho, haciéndome sentir que mi corazón se paraba al escucharlo. Si hubiera sabido lo que aquellas palabras provocaban en mí seguro que ni habría pensado en decirlas.
-¿Por qué...? ¿Por qué no me conviene?
-Porque tú aún tienes la oportunidad de salir de toda esta mierda. Yo hace tiempo que perdí ese privilegio. Estoy acabado ¿Lo sabes?
Asentí en silencio para hacerle saber que prestaba atención, aunque a decir verdad aquella frase seguía resonando en mi cabeza una y otra vez. Cierto era que no había sido la forma más bonita de decirlo. Pero el simple hecho de escucharle decir que le importaba ya fue más que suficiente para empezar a hacerme sentir mejor y más tranquilo. Pronto las ganas de llorar disminuyeron, permitiéndome mirarle una vez más.
-Haces mal queriendo ser cómo yo. -Continuó al ver que no había respuesta.- Soy del tipo de persona a la cual nadie querría acercarse. En lugar de querer alcanzarme deberías estar odiándome por lo que te he hecho.
Se produjo un corto silencio cuando YeSung terminó de hablar. No pude evitar pensar en aquellas palabras. ¿Debía? Seguramente. Pero no iba a hacerlo.
-Pero no tienes que preocuparte de nada... Nunca te pones mal por las cosas. Es cómo si todo te diera igual. Parece que para ti no existe el sufrimiento... eres inmune a los sentimientos.
-A veces tienes que aprender a serlo para sobrevivir.
No entendí muy bien a qué se refería con aquello último y temía preguntar. Quizás me estaba entrometiendo demasiado. Pero me gustaba hablar con él y pocas veces tenía la oportunidad de hacerlo decentemente. ¿Cuando volvería a ser posible? Decidí arriesgarme.
-¿Qué quieres decir...?
Sonrió con debilidad bajo mi ahora atenta mirada.
-¿De verdad creías que siempre he sido así?
-N-no... bueno... no lo sé. Casi nunca me cuentas nada, YeSung. Llevamos meses viviendo juntos y a veces aún creo estar con un desconocido.
-No suelo hablar de mí así. -Suspiró. Por primera vez en mucho tiempo podía ver todos esos sentimientos que había teniendo ocultos dentro de él, bajo llave. Mi curiosidad crecía a cada instante que la conversación avanzaba.
-Y supongo que conmigo no harás una excepción ¿Verdad?
Calló un momento. Parecía estar pensándoselo. Lo cierto es que no esperaba que fuera a empezar a contarme su vida, aunque realmente lo deseaba. Por eso mismo mi sorpresa fue más que evidente cuando volvió a hablar.
-Esto va a ser largo de contar.
-No me importa. -Respondí de inmediato, atento a él. Estaba ansioso por escuchar su historia.
Se mantuvo observándome durante unos segundos tras los cuales asintió y pareció respirar hondo.
-Está bien, pero no será fácil.
-Tranquilo... -Murmuré. De forma inconsciente llevé una mano hasta su brazo, proporcionándole una leve caricia. Agachó la cabeza ante mi contacto, suspirando una vez más. Por un momento me sentí mal al hacerle hablar de algo que imaginaba sería doloroso para él, pero a la larga, supondría que sería mejor y aumentaría la confianza entre nosotros. Y la sola idea hacía me hacía sentir mejor.- Seguro que una vez lo digas te quitarás un peso de encima.
-Cuando tan solo tenía cuatro años de edad nos echaron a mis padres y a mí de la casa donde vivíamos. -Empezó a contar.- Logramos sobrevivir un tiempo con ayuda de mi tío por parte paterna. Pero meses más tarde mi padre murió y el muy hijo de puta nos rechazó toda ayuda. Decía que ahora que él no estaba no tenía porqué seguir manteniéndonos. Que ya no formábamos parte de su mundo. Durante ese poco tiempo habían logrado reunir una pequeña cantidad de dinero y mi madre alquiló un apartamento cerca del centro, pero no era suficiente y el dinero escaseaba. Pasaba noches enteras trabajando. Me acostaba y cuando se aseguraba de que estaba dormido se iba y no volvía hasta la mañana siguiente. Yo no sabía de donde venía todo el dinero que nos mantenía, solo era un crío que no entendía ni la mitad de las cosas que pasaban a su alrededor. -Hizo una pequeña pausa antes de continuar, cómo si dudara de si seguir o no.- Años más tarde supe que se había metido a prostituta para poder darme una vida digna. La noticia se extendió y no tardaron en burlarse de mí en el colegio. Un día me harté y les respondí, provocando que me dieran una paliza. Llegué a casa con tan enfado que le reproché a mi madre todo aquello y la culpé... Ignoré por completo el hecho de que lo hacía para darme lo mejor y le dije que ojalá hubiera muerto ella y no mi padre...
Sentí que mi corazón se partía en dos conforme iba escuchando lo que me decía. Todo aquello era demasiado triste y ahora de lo único que tenía ganas era de abrazarlo con fuerza y no soltarlo jamás.
No podía hacerme a una idea de lo que le supondría a una persona llevar una carga así y de nuevo, me sentí tremendamente mal por hacerle recordarlo. Y más aún después de saber por las cosas que había tenido que pasar siendo tan solo un niño. Creo que si en aquel momento hubiera encontrado una forma de borrar todo aquello de su mente y hacerle sentir bien, lo habría hecho sin pensármelo dos veces.
Ahora estaba callado y con la mirada puesta en la nada, una vez más. No lo había dicho, pero una parte de mí intuía que no era capaz de seguir con la historia. Si hubiera sabido el dolor que iba a causarle sacar todos aquellos recuerdos a la luz no le habría preguntado. Tras tantos meses a su lado, era la primera vez que lo veía no solo en aquel estado, sino mostrando algún tipo de sentimiento. Fue cuando me di cuenta de lo mucho que odiaba verle sufrir, fuera por lo que fuera. Quería reconfortarlo de cualquier manera, pero temía hacerle sentir peor.
-No es necesario que cuentes más si no quieres... -Murmuré con cautela, preocupado por su reacción. ¿Y si se enfadaba conmigo por haberle hecho hablar de su pasado?
Movió su cabeza ligeramente de un lado a otro, negando. Acompañó aquel gesto con un profundo y prolongado suspiro. Parecía que por fin estaba dispuesto a hablar de nuevo.
-Ya he empezado a contarte. Ahora te quedas y escuchas el resto. -Me miró al decir aquellas palabras, junto lo que pareció un intento de sonreír. Pero lo único que su rostro expresaba era una evidente tristeza.- Pasé un tiempo sin hablarle después de aquello... Estaba enfadado de verdad. Solo era un crío inmaduro, incapaz de ver que todo lo hacía por mí... Si hubiera sabido que ya iba a ser tarde cuando entré en razón, no le habría dicho esas cosas tan horribles. Tan solo meses después uno de sus clientes, borracho perdido, la asesinó. Él por suerte acabó en la cárcel... pero yo ya me había quedado solo y nada iba a devolverme a mi madre. No hubo nadie que se hiciera cargo de mí así que acabé en un orfanato. Allí hasta los 18, cuando tuve la edad para irme... En la calle y sin nada, eso sí. Empecé a ganarme la vida vendiendo droga gracias a unos tipos que conocí durante los años que estuve encerrado en aquel sitio. No era la mejor opción, pero sí la más fácil. Y bueno... años después aquí me tienes.
Su mirada perdida, ojos llorosos y expresión de tristeza me hacían saber que efectivamente, estaba ante un hombre que había sufrido lo inimaginable. Y de algún modo seguía con aquel sufrimiento dentro de él. Quise abrazarle. Deseaba eso más que nada en el mundo, pero algo en mi interior lo impedía. ¿Miedo al rechazo? Seguramente.
Una vez más nos mantuvimos en silencio unos segundos, eternos para mí, antes de que alguno de los dos comentara algo más. Yo intentaba asimilar aquella cruel historia. Por otro lado, él parecía ir a echarse a llorar en cualquier momento.
-YeSung... -Empecé, llamándolo en voz baja.- Realmente... No sé que decir. Es todo muy...
-Triste, lo sé. -Habló él, sin dejarme siquiera terminar la frase.- ¿Pero qué se le va a hacer ya?
Agaché la cabeza, sin tener respuesta para aquello. No tenía ni la más mínima idea de lo que era pasar por eso. Y mucho menos, qué consejo darle.
-Ya es tarde para mí. Tienes suerte, RyeoWook. Más que cualquiera de las personas que hayas conocido durante estos últimos meses. No desaproveches esa oportunidad. No seas cómo yo.
-Nunca es tarde... -Aquellas palabras brotaron de mis labios casi sin darme cuenta. Alcé de nuevo la mirada a su ahora confuso rostro.- Tú también puedes salir de esto... si te lo propones.
Un leve escalofrío recorrió todo mi cuerpo al ver la sarcástica sonrisa que se había posado en sus labios tras decir yo aquello. No me hizo ninguna gracia.
-¿Yo? -Se levantó del sofá con una extraña expresión en el rostro. Daba la sensación de que mi comentario le había parecido hasta gracioso.- No seas tonto.
Y no dijo nada más. Antes de abandonar la habitación llevó una mano a mi cabeza y despeinó mi pelo con tan solo un par de movimientos. Después dejó la sala, tan silencioso cómo había llegado.
Tardé varios segundos en asimilar lo que acababa de pasar en ese rato. Mi mirada estaba puesta en la puerta por la que YeSung acababa de desaparecer, mirando confundido hacia aquel lugar, en el que ahora no había nadie.
Cuando por fin logré reaccionar lo primero que hice fue peinar mis cabellos con los dedos de mi propia mano. Con la cabeza agachada y la vista fija en el suelo, no podía hacer otra cosa que pensar en cada una de sus palabras y en el significado de estas. Estaba raro, eso no podía negarlo nadie. Era la primera vez que se mostraba así en meses y esa despedida no me había gustado. No sabía porqué, pero la idea de que algo malo pudiera pasar pasó por mi mente. La inquietud se apoderó de mí. Pero me negué a hacerle caso. Tonterías mías. Sí, seguro que era eso. Asimilar tanta información de ese tipo al mismo tiempo no podía ser bueno.
Suspiré. ¿Qué más podía hacer ahora? Seguramente querría estar solo un rato después de confesarse conmigo de esa forma. Mejor sería no molestarlo. Esperaría a que fuera él mismo quien decidiera buscarme primero, cuando le apeteciera hablar.
Así que me centré buscar algo que pudiera ofrecerme un mínimo de distracción. No tenía pensado darle más vueltas al asunto. Y lo cierto es que no podía quejarme. En un momento había logrado más que en todos aquellos meses juntos. Y me sentí cruel al darme cuenta de que me alegraba. No podía alegrarme después de saber todo aquello. Pero era inevitable sentirme así tras conseguir que mostrara sentimientos y ver que confiaba en mí, me apreciaba y se preocupaba por lo que pudiera ocurrirme. ¿Sería esto el principio de algo mucho más grande?
No hay comentarios:
Publicar un comentario
¡Tus comentarios son importantes para que el blog siga creciendo!