lunes, 31 de octubre de 2016

(Verkwan) Let's play -Oneshot-


   
   Título: Let's play

   Pareja: Verkwan (Vernon + Seungkwan) [SEVENTEEN]

   Tipo: Yaoi

   Género: AU | Drama | Romance | Terror

   Advertencia: Ninguna de momento.

   Sinopsis: "Seungkwan llega a casa enfadado tras haber sido el centro de burla de unos chicos la noche de Halloween. Por lo que se va a la cama deseando con toda su alma castigar a sus agresores. Pero, al poco tiempo de haber caído dormido despierta al sonido de unos cristales rotos. Siendo su ventana la que parece haberse roto este se levanta para inspeccionar el lugar, pero entonces nota que algo extraño ocurre. De pronto siente una llamada de peligro desde algún rincón de su cabeza, que le hace volverse y observar las sombras de su propio cuarto.” 

   Nota: ¡Feliz Halloween a todos! Y... Tened cuidado con lo que deseáis esta noche.

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   No hay nada cómo disfrazarse y salir por el pueblo para pedir chuches. Claro, eso estaría bien si Seungkwan fuera un niño pequeño y no un adolescente de catorce años. La festividad de Halloween había perdido cierta importancia desde que ya era demasiado mayor como para pedir chuches y demasiado joven para salir a donde quisiera con sus amigos. Además, teniendo en cuenta que no tenía mejor plan que quedarse acompañar a su prima pequeña por las calles del vecindario, la cosa claramente empeoraba.

   Por fortuna, o desgracia, los niños pequeños acostumbraban a pedir chuches antes de que se hiciera de noche, de ese modo sólo estuvo una hora cuidando de su prima pequeña y pudo emprender su camino a casa antes de las ocho de la noche. Pero no pensó en que no solo los niños pequeños acostumbraban a salir aquel día.

   - ¡Eh, Seungkwan!

   - ¿Sengkwanie también quiere pedir chuches?

   No tuvo que volverse para saber quien le llamaba, conocía esas voces perfectamente. Se trataba de tres chicos que solían meterse con él en el colegio y en donde quiera que se encontraran. Así que aceleró el paso mientras apretaba la mandíbula con rabia.

   - ¿A dónde vas? - le preguntó uno de ellos.

   - Eso, no corras tanto. – añadió otro - ¿No quieres pasar un rato con nosotros?

   Frente aquella invitación él chico intimidado respondió empezando a correr en dirección a su hogar. Pero aquella no fue la mejor idea que tuvo.

   - ¡Cogedle! - gritó el último al tiempo que también echaba a correr.

   Media hora más tarde se encontraba frente a la puerta de su casa, con la ropa completamente manchada y apestando a huevo crudo. Eso definitivamente acabó con su espíritu de fiesta, y convirtiendo de un solo golpe a Halloween como la peor noche del año.

   Nada más llegar al recibidor cerró la puerta y se quitó la ropa con rapidez. Después fue hacia el patio y metió sus prendas en un barreño con agua. Y finalmente corrió hasta el baño para darse una larga ducha. No era la primera vez que tenía que lavarse tras “pasar un rato” con aquellos chicos, así que sabía los pasos que tenía que seguir para no ser descubierto por sus padres. Esa noche en especial era afortunado, ambos habían salido a cenar y sus hermanas estarían con sus novios.

   Tenía la casa enteramente para él, así que se tomó su tiempo para secarse, vestirse y lavar la ropa manchada. Más tarde se fue a su habitación y se tiró sobre la cama cansado de vivir de ese modo. Estaba exhausto de mantener aquel doloroso secreto y soportar que le maltrataran sin razón pero, sobre todo, estaba muy cabreado. Cabreado con ellos por ser así y con él mismo por no hacer nada ni defenderse.

   Se acostó boca abajo, abrazando fuertemente su almohada y mordiéndose el labio inferior para no llorar. No se merecían sus lágrimas, y además lo último que quería era parecer aún más patético.

   - ¿Por qué me hacen esto a mí? - se preguntó en voz alta -. N-nunca les he hecho nada malo.

   Verdaderamente su único error había sido no denunciar los abusos desde que comenzaron los insultos y las notas en su cartera llenas de amenazas. Jamás podría haberse enfrentados a ellos, ya que le sobrepasan en número, peso y altura, así que creyó que ignorarlos era la mejor opción. Su único consuelo era saber que no era el único que sufría a causa de ellos, otros niños habían corrido sus misma suerte, pero ese último pensamiento solo le entristeció aún más y le retorció el estómago.

   - Si pudiera, les haría pagar por las cosas que hacen cada día. - declaró agarrando con más fuerza su almohada -. Les haría sufrir de verdad para que vean lo que se siente.

   Cerró los ojos y se colocó boca arriba, acomodándose sobre la colcha. Al menos tenía tiempo para relajarse antes de la llegada de sus padres, podría estar ahí tirado sobre su cama y recobrar un poco de tranquilidad y sosiego. Sí, que gran consuelo.

   Estaba a punto de quedarse dormido, lo supo porque notaba su cuerpo pesado y los ojos cansados. Pero un fuerte ruido le asustó, despertándole de su media ensoñación y haciéndole erguirse de golpe. Se encontró helado, sus mejillas y manos estaban frías, así que se levantó de la cama y caminó hacia el armario buscando una chaqueta.

   En ese mismo instante empezó a sentir que algo no encajaba. Estaba a oscuras en su propio cuarto, cuando creía haber dejado la luz encendida y, además, al abrir su armario este no crujió cómo solía hacer cuando movía las puertas. Sin embargo pensó que era una tontería preocuparse por eso, podría haberse ido la luz y sus padres podrían haber engrasado o arreglado las bisagras de su armario antes.

   Entonces, tras colocarse la chaqueta y preguntarse por qué demonios haría tanto frío, notó una brisa proveniente de su ventana acariciar su cara. Simplemente girando el rostro comprobó que era su ventana la que dejaba entrar el aire gélido de la noche. Se frotó las manos y caminó hasta ella, pero sus pasos se detuvieron al oír como unos trozos de cristal se rompían bajo las suelas de sus zapatos.

   Extrañado bajó la mirada hasta el suelo y vió como efectivamente habían pequeños trozos de cristal en el suelo de su habitación. Quizá era eso lo que le había despertado, algo de cristal se había roto en su habitación. Pero tras alzar nuevamente la mirada observó que era su ventana la que estaba destrozada. La faltaba la parte del pasador, parecía que alguien había golpeado esa parte para quitarla y...poder entrar en su casa.

   Rápidamente observó a su alrededor como loco, buscando algo en aquel lugar mientras la sangre se le helaba y se le hacía difícil respirar. No tardó en advertir el brillo de unos ojos entre las sombras, y eso sí que le asustó al punto de casi provocarle un infarto.

   - ¿Qu-quién está ahí? - preguntó intentado no caer presa del pánico.

   Sin embargo la extraña presencia no respondió y siguió aguardando en la penumbra de la habitación.

   - Se lo advierto, nuestra casa tiene alarma de seguridad, así que la policía no tardará en llegar. - declaró mientras se agachaba y recogía uno de los trozos de vidrio del suelo -. Márchese mientras aún puede.

   Justo entonces, oyó una grave voz reírse. Mas, aquel sonido no parecía una risa normal, había algo en ella que le erizó los pelos del cuerpo y le aceleró el corazón, algo siniestro y terrorífico. Fue después de que esta terminara cuando el intruso se aproximó a la luz mostrando su rostro y su silueta.

   Era más alto y mayor que él, quizá rondara los treinta años. Vestía una toga con capucha completamente negra que le cubría hasta los pies. Pero lo que más llamó la atención de Seungkwan fue el rostro del desconocido, ya que era un hombre realmente atractivo con rasgos caucásicos. Tenía una nariz recta y pequeña, unos labios finos y unos ojos de color avellanados, además de una mandíbula cuadrada y marcada. También pudo apreciar su cabello ya que un par de mechones castaños con puntas doradas asomaban bajo la capucha.

   - ¡No se acerque! - gritó con determinación mientras blandía el trozo de vidrio frente a él -. No dudaré en defenderme con esto si hace falta.

   - ¿Alguna vez te han dicho que te vuelves muy tierno cuando estás asustado? Todo tu cuerpo está temblando, pero aún demuestras cierto valor al amenazarme con ese trozo de cristal roto. - dijo, claramente complacido -. Otros en tú lugar habrían echado a correr, o se hubieran venido abajo hace rato.

   - No estoy asustado... - respondió intentando aparentar determinación mientras rogaba por que la ayuda no tardará en llegar.

   - Sé que lo estás, y no me gusta que intestes mentirme. - declaró el más alto, con tono molesto -. Hace que pierdas cierto atractivo.

   - Está loco. - musitó mientras retrocedía intentando mantenerse lo más alejado posible del intruso - ¡Márchese de una vez! La policía vendrá enseguida y entonces...

   - Nadie va a venir, te lo aseguro, estamos solos. - dijo avanzando con pasos lentos hacia Seungkwan, acortando el perímetro de seguridad que este había creado -. Así que suelta eso, te puedes hacer daño.

   Pero con aquella orden solo consiguió que el más bajo aferrara el objeto con mayor fuerza entre sus dedos y le observara aún más asustado.

   - ¡He dicho que lo sueltes! - exigió con furia en la mirada, una que podría hacer temblar hasta al hombre más aterrador del mundo.

   Y, justo tras pronunciar aquellas palabras, las manos del menor cedieron ante los deseos del hombre. Ni siquiera el mismo Seungkwan podría explicar que le había ocurrido, pero estaba casi seguro de que durante un segundo perdió el control sobre su cuerpo y una fuerza sobrehumana le obligó soltar el trozo de cristal. Aunque también podría haber sido caso del miedo que había sentido.

   - Buen chico. - dijo el más alto mientras sonreía -. Y, ahora, relájate no voy a hacerte daño.

   Nuevamente, y para sorpresa del mismo Seungkwan, sus piernas comenzaron a moverse conduciéndolo junto a su cama y obligándolo a sentarse en el borde de esta.

   - ¿Quién es usted? ¿Cómo hace esto? - dijo, intentando volver a poner su cuerpo en pié, mas sin éxito alguno ya que este había dejado de obedecerle por completo.

   - ¿De verdad quieres saberlo? - preguntó acercándose a Seungkwan, llegando frente a él - ¿Estás seguro? - añadió mientras se agachaba hasta colocar ambos pares de ojos a la misma altura.

   De pronto el marrón de sus ojos se volvió de un rojo oscuro, casi del mismo color que la sangre. Y, una vez más, Seungkwan sintió su cuerpo estremecerse, sintiéndose completamente aterrado y perdiendo al instante la capacidad de responder.

   - Bien, debería presentarme. - dijo finalmente complacido con el nuevo comportamiento del menor -. Puedes llamarme Vernon, o señor de las sombras, es lo único que debería interesarte saber de momento.

   Pero Seungkwan no podía dejar de pensar que aquel sería su fin, el hombre que estaba frente a él era un demente que se auto-proclamaba señor de las sombras, ese tipo de gente ida era la más peligrosa. Si al menos fuera un ladrón podría intentar razonar con él, pero aquella noche la suerte no estaba de su lado.

   - Únicamente pensaba despertarte y así poder cobrar por el trato que hicimos. - comentó con total naturalidad aquel desconocido -. Pero no me imaginaba que te volverías tan violento y agresivo.

   - No he hecho ningún trato usted. - pronunció el más bajo una vez que las palabras pudieron volver a salir con normalidad de su boca - ¡Ni siquiera le conozco!

   Vernon rió débilmente mientras pasaba una mano sobre la mejilla de Seungkwan, acariciándola suavemente con la yema de sus dedos.

   - ¿Eso crees? - dijo más tarde, dibujando con su mano la línea de la mandíbula del menor -. Entonces no me queda otra que refrescarte la memoria. - añadió, alzándose y quedando de pié frente a Seungkwan.

   Parecía que iba a volver a decir algo o burlarse de él, mientras movía sus ojos de manera ansiosa por todo el cuerpo del de cabellos castaños. Pero Seungkwan sabía que no había hecho tratos con nadie, y menos aún con un completo extraño, así que estaba decidido a no dejarse engañar por aquel ser demencial.

   Mas, este no tardó ni un segundo en levantar su mano derecha para colocarla frente a la mirada del más bajo. Y, de forma súbita, todo a su alrededor desapareció con el sonido de un chascar de dedos.

   Todo se había oscurecido, el suelo de madera de su habitación se había vuelto negro, aunque más justamente, ahora todo lo que le rodeaba era eso, el color negro. Además no lograba escuchar el más mínimo ruido, como si se encontrara en medio de la nada, pero al menos descubrió que volvía a tener el control de su cuerpo. Del mismo modo en el que Vernon parecía haber desaparecido, también lo habían hecho las ataduras invisibles que antes le habían impedido moverse a su voluntad.

   Pero, pasada la emoción de poder moverse, empezó a sentir algo frío acariciar sus tobillos. Seungkwan bajó la vista de golpe para encontrarse una pequeña neblina que se arrastraba por el suelo y se extendía a lo largo de este hasta donde la vista alcanzaba. De esta parecían querer salir unos pequeños rayos de luz blanca, pero tristemente morían bajo el espesor del humo que los contenía.

   Poco a poco la masa de humo a sus pies empezó a crecer hasta convertirse en una nube grisácea que se apostó frente a él, a tan solo medio metro. En un principio se hubiera alejado de esta, pero cuando se disponía a hacerlo escuchó su propia voz emanar desde el interior de aquella extraña bruma.

   - "¿Por qué me hacen esto a mí? N-nunca les he hecho nada malo."

   Y, justo entonces, bajo la humareda surgió la visión de él mismo durante aquella misma tarde. Estaba tirado sobre la cama, abrazado a su almohada intentando no llorar. Sí definitivamente era él, siendo observado desde una esquina oscura de su habitación.

   - "Si pudiera, les haría pagar por las cosas que hacen cada día. Les haría sufrir de verdad para que vean lo que se siente."

   De pronto la imagen se oscureció y, en su lugar, apareció el rostro de Vernon. Y, poco a poco, igualmente lo hizo el resto de su cuerpo, como si hubiera permanecido dentro de la nube todo el tiempo. Pero entonces miró a su alrededor y observó que, la niebla iba desapareciendo y en su lugar volvían a aparecer las cosas de su cuarto. Incluso la oscuridad que antes le envolvía desapareció, devolviéndole por completo a su habitación en apenas unos segundos.

   Él volvía a estar sentado en su cama, aunque dudaba si alguna vez se había levantado de ella realmente. Aquello se estaba convirtiendo en un suceso cada vez más complicado y aterrador. Nada de lo que estaba pasando tenía sentido.

   - Bien, tú pediste que ellos sufrieran y yo lo he hecho realidad. - dijo Vernon.

   - ¿Qué? ¿De qué estás hablando? - preguntó confuso -. Sólo hablaba conmigo mismo, nunca pedí ni deseé nada en serio.

   - Pude oír tu triste corazón perfectamente, y sé que aquella declaración iba completamente en serio. - afirmó tajantemente -. Te vuelvo a repetir que no quiero que me mientas, Seungkwan.

   Maldita sea. Sí que lo dijo en serio, pero porque no pensaba que llegara a cumplir su amenaza. Jamás les haría sufrir, él no era ese tipo de persona. Pero, por otro lado, parecía que había invocado a aquella especie de persona, y que por su culpa algo malo les había pasado a esos tres chicos.

   - Esos chicos van a tener lo que se merecen. - concluyó con orgullo el más alto.

   Justo en ese momento Vernon había posado una de sus manos sobre las rodillas de Seungkwan, volviendo a agacharse junto a él. El menor podía notar la palma de la mano contra su rodillas desnudas, saber que estaba ahí sin bajar la mirada, pero no pudo percibir el calor que estas solían desprender como en cualquier ser un humano.

   - Jamás volverán a molestarte, - añadió con una escalofriante mirada - lo prometo.

   Tenía frente a él al hombre más terrorífico que jamás hubiera conocido, pero con la apariencia de un actor de alfombra roja, elegante y apuesto. Era totalmente desconcertante, nunca imaginó que el diablo pudiera tener ese aspecto. Pero entonces comprendió que si aquello no tenía ni pies ni cabeza era porque no podía estar ocurriendo de verdad.

   - Esto no puede ser real, tiene que ser una pesadilla... - balbuceó aún aterrado del ser que tenía a escasos centímetros de él -. Estoy soñando, ¿verdad? Todo esto, todo lo que está pasando, es imposible. - Seungkwan esperó unos segundos una contestación que nunca llegó, así que siguió alegando sin control -. Es una locura. Ellos... tienen que estar ahora en sus casas, y yo seguramente esté durmiendo en mi cama.

   - Cree lo que quieras. - repondió Vernon, mientras volvía a ponerse en pié con aspecto decepcionado -. De todos modos eso no cambiará nada, yo seguiré teniendo tres almas más bajo mi poder.

   - ¡No, espera! - suplicó agarrándole de un brazo, impidiendo que este se marchara -. Es un sueño, ¿no?

   Por un momento Seungkwan creyó ver en los ojos del más alto un atisbo de lástima, aunque bien podrían ser de regocijo ya que este no tardó en sonreír y volverse completamente hacia él.

   - ¿Quieres saber la verdad? - Seungkwan asintió al instante con efusividad -. Está bien, te lo demostraré.

   Odiaba cuando el mayor se le acercaba y le miraba como si fuera un trozo de carne. La boca de su estómago se cerraba y comenzaba a sentir que perdía el equilibrio lentamente. Pero lo que más detestaba era esa extraña fragancia que emanaba de él, una muy especiada que le provocaba sensaciones confusas de amor y afecto.

   - Si sabes que esto es un sueño, ¿por qué no despiertas? - Ni siquiera advirtió cuando fue que la mano de Vernon se había apostado tras su nuca, y eso le asustaba e impedía concentrarse -. Una vez que descubres que lo que estás viviendo no puede ser real siempre te despertarás. Solo necesitas encontrar lo que no encaja en tu sueño. - explicó mientras levantaba al más bajo y colocaba otra mano en su espalda para luego susurrarle al oído -. Venga, inténtalo

   Seungkwan entonces empezó a pensar con seriedad. Si estaba soñando definitivamente Vernon era la cosa no encajaba en él, pero por más vueltas que le daba no conseguía despertarse. De repente el pánico se apoderó de él, ¿todo aquello no era una pesadilla?

   - Por favor, dime que es un sueño. - suplicó mientras se encogía bajo frío aliento del rubio.

   - Seungkwan, mírame. - pidió con extremada seriedad, y el menor no tuvo más remedio que alzar su rostro hasta donde estaba el de Vernon, observándole intensamente -. Podré ver las almas de los humanos como un juego, podré arrancárselas sin sentir remordimientos, convirtiendome el ser más frío y cruel que jamás conozcas. - aclaró al mismo tiempo que finalmente se alejaba del más bajo, casi aparentando estar dolido -. Pero no soy un mentiroso.

   No podía sentirse mal por aquel individuo, acababa de admitir que era la peor persona con la que te podrías cruzar. Ni siquiera creía en que siempre fuera sincero, pero algo en su interior se removió al ver aquella mirada lastimosa. Tras acabar aquella declaración un frío muro se había alzado entre ambos, helando el ambiente y la sangre del menor de un simple golpe.

   - No estás soñando. - le aclaró.

   Seungkwan observó al mayor durante unos segundos. Parecía que no soportaba las mentiras por alguna razón en especial, cómo si en el pasado aquello le hubiera hecho sufrir profundamente. Pero no era una persona no podía tener un “pasado”, era un demonio o algo peor, esa era la única verdad.

   - Bien, ahora sólo queda que pagues por el trato, después te dejaré en paz. - continuó una vez que recobró su antiguo aspecto amenazante -. Un beso no estaría nada mal...

   - No te voy a dar nada, - respondió rápidamente el más bajo con indignación - deja sus almas tranquilas y vuélvete por dónde has venido, ¡lunático!

   Se arrepintió de haber formulado aquellas palabras en cuanto vio a Vernon echarse sobre él y agarrarle fuertemente de la camisa alzándole unos centímetros y acercando demasiado ambos rostros.

   - Escucha, - dijo con la mandíbula tensa - quizá no quiera hacerte daño, pero nada me impedirá hacerlo si sigues con esa actitud. No creas que aguantaré insultos o formas de desprecio similares, así ten cuidado. - aclaró al tiempo que soltaba a Seungkwan y lo miraba estupefacto -. Increíble, después de lo que hice por ti...

   - ¡Yo no te pedí que hicieras nada! No tienes derecho a... - por alguna razón el miedo que había sentido hacia Vernon al principio había desaparecido y sentía que podía enfrentarse a él - ... A quitarle el alma a alguien y luego ir pidiendo compensaciones. Nunca llegamos a tener un verdadero trato, no me consultaste ni acordamos ninguna cosa juntos, lo hiciste todo por tu cuenta.

   - Lo deseaste con toda tu alma, y eso es suficiente para crear un acuerdo. - respondió divertido -. Mira tu pecho. - indicó con arrogancia y superioridad.

   Seungkwan no tardó en levantar su camiseta y observar aterrado una cicatriz en forma de cruz sobre su corazón. Pasó sus dedos sobre ella comprobando que era de verdad y que su vista no le estaba engañando.

   - Esa marca te obliga a no echarte atrás y a pagar lo que tu deudor te pida. - explicó orgulloso Vernon. -. Aunque no lo creas, en la oscuridad también tenemos nuestras normas y formas de actuar establecidas.

   Por alguna razón todo aquello parecía divertir al mayor, y eso sólo cabreaba al más bajo. Nada de aquella situación era gracioso, tener una cicatriz por un estúpido pacto era lo último que le faltaba para acabar con su paciencia. Pero aún así no pensaba acceder a la demanda de Vernon, ya encontraría la forma de ocultarla o explicar su existencia más tarde.

   - Desparecerá cuando el trato haya terminado, pero si decides incumplir las normas automáticamente tú alma me pertenecerá. - pronunció este adivinando sus intenciones .

   - Tiene que haber un modo de salvar sus almas y la mía. - se dijo en voz alta el menor.

   - ¿Por qué te importan sus almas? - preguntó Vernon atónito -. Entendería que quisieras salvar únicamente la tuya pero, ¿la de ellos también?

   - Quería que se pusieran en mi lugar y así dejaran de meterse conmigo. - aclaró -. Infringirles ese tipo de dolor que propones es... Nadie merece eso por muy malo que sea.

   Vernon le observó un rato y luego caminó hasta la ventana de la habitación. Cómo sis e estuviese pensando algo profundamente alzó la mirada a las estrellas y luego miró nuevamente a Seungkwan.

   - Hay una manera. - dijo en un tono suave.

   - ¿Qué? - preguntó el menor, queriendo asegurarse de no haber escuchado mal.

   - Hay una forma de anular el anterior trato. - respondió con pesadez Vernon -. Me gustan los juegos, podríamos hacer una apuesta sobre el resultado final en uno de ellos y si ganas te concederé lo que me pidas.

   - ¿En serio? - preguntó con la emoción escapándose a través de sus poros.

   - Pero no quiero hacerlo, estoy satisfecho con lo que tenemos ahora entre manos. - añadió con una sonrisa.

   - ¿A cambio de qué estarías dispuesto? - se apresuró a preguntar -. Todo el mundo tiene un precio, ¿no? ¿Cuál es el tuyo? - dijo enfocando aún mejor la pregunta - ¿Qué es lo que quieres?

   Vernon le miró con seriedad de repente como si quisiera decir algo más pero se calló justo antes de hablar. Escondió las manos en su espalda y volvió a mirar las estrellas mientras parecía pensar profundamente en su respuesta.

   - Te quiero a ti, Seungkwan. - declaró al fin, caminando de vuelta hacia él -. Pero si gano no sólo tu alma me pertenecerá, sino tu yo entero. Me obedecerás y serás fiel solo a mí, para siempre, ¿entiendes?

   - Sí, pero, ¿y los otros chicos? - preguntó consciente del fuerte precio a pagar - ¿Qué pasará con ellos?

   - Sus almas ya son mías, así que eso seguirá siendo así, ahora solo estoy jugando por ti. - le informó mientras se quitaba la capucha -. Si ganas libero las almas de esos tres idiotas, si pierdes eres mío. Es así de simple.

   Por un momento Seungkwan pudo admirar enteramente como el cabello semi-rubio del mayor aparecía enteramente frente a sus ojos. Le quedaba muy bien ese color y estilo de peinado. Volvió a pensar que era demasiado atractivo para ser un demonio que hace pactos y arranca las almas de las personas. Si fuera un hombre normal, y sólo únicamente en ese caso, ya se habría enamorado de él.

   - Está bien, - declaró estando conforme - ¿en qué consiste el juego?

   - Es muy sencillo. - respondió -. ¿Conoces el juego del escondite? - Seungkwan asintió lentamente ¿Quien en este mundo no conocía ese juego? - Pues sólo tienes que encontrar en donde tengo escondidas las almas de esos tres chicos. Si consigues hacerlo en menos de doce horas habrás ganado el juego.

   - Podrían estar en cualquier lugar, - dijo indignado - incluso en la otra punta del mundo, no es una juego justo.

   - Nada es justo en esta vida, pero te daré una pequeña pista para que te animes a participar. - añadió mientras reía por la reacción del menor -. Están aquí, dentro de esta isla.

   - ¿Acaso no sabes lo grande que es Jeju? - volvió a preguntar incrédulo - ¿No podrías darme otra pista?

   - Lo siento, pero no quiero. A partir de ahora estamos en diferentes bandos. - respondió con una amplia y feliz sonrisa.

   - ¿Y antes no?

   - Me duele que pienses así, yo siempre he estado de tu lado Seungkwan. - declaró mostrando con otra sonrisa sus blancos y rectos dientes.

   Parecía que cada cosa que le decía le hacía reír, o eso o que le gustaba hacerle rabiar. Pero era bueno, al menos no había vuelto a invadir su espacio vital ni le había amenazado. Y eso ya era motivo de celebración.

   - ¿Qué dices? - preguntó Vernon - ¿Jugamos?

   - Sólo tengo que encontrar sus almas, escondidas en algún punto de esta gran isla, en menos de doce horas. - masculló aún enojando el menor -. Es una victoria segura.

   - Perfecto.

   De pronto sintió cómo si algo puntiagudo arañara su pecho y volvió a levantar su camiseta admirando como la cicatriz que ya tenía antes se había vuelto más gruesa e irregular. Gracias a eso no advirtió como poco a poco el cuerpo de Vernon se alzaba a pocos centímetros del suelo hasta que volvió a dirigir su mirada hacia él. En ese momento el mayor parecía flotar mientras se dirigía hacia la ventana lentamente.

   - Apresúrate, tú tiempo para buscar ha empezado. - dijo al mismo tiempo que su cuerpo se convertía en humo desde los pies y desaparecía evaporándose -. Por cierto, te aviso de que no suelo jugar limpio, así que vigila tus espaldas. - advirtió con diversión en su mirada -. Podría pasar que todo lo que conoces no te sirva para nada y que, incluso, tu querido hogar se convirtiera en tu peor pesadilla.

   Al instante siguiente su habitación se iluminó de golpe con la llegada de una docena de relámpagos y truenos ensordecedores. Se suponía que no se habían anunciado lluvias para aquella noche, pero aquello no era una noche normal en su pueblo. Cómo bien había dicho Vernon, el juego había empezado.

   Al menos las luces de la calle conseguían colarse a través de su ventana e iluminar un poco su entorno. Ni siquiera era capaz de dar un paso, le aterraba lo que pudiera estar esperándolo tras la puerta de su habitación. Pero sabía que tampoco podía quedarse allí eternamente.

   Hizo acopio de todo su valor para avanzar lentamente y empuñar el pomo de su puerta y después girarlo. Esperaba encontrarse el pasillo a oscuras, pero este había adoptado un color rojizo que brillaba en la oscuridad. Seungkwan se detuvo en el umbral y miró a ambos lados, poniendo especial atención en advertir el más mínimo ruido.

   - ¿Hola? - preguntó con un nudo formándose en su garganta - ¿Mamá? ¿Papá? ¿Hay alguien?

   Entonces oyó tres golpes secos que provenían de la habitación de sus padres. Se le heló la sangre nada más escucharlos, sabía que no eran ellos, y que algo o alguien los había producido en su lugar. En ese mismo momento decidió correr hacia la escalera que bajaba a la primera planta y desde allí salir al exterior.

   Pero, tras dar la primera zancada, la puerta del cuarto de sus padres se abrió de golpe y un ser ataviado de cabeza a pies con una sábana negra y raída salió de este. Seungkwan chilló y apresuró su huida, llegando hasta las escaleras en un suspiro y bajando los escalones de tres en tres.

   Solo el salón le separaba de la puerta de la entrada, y de su única salida a la calle. Pero entonces algo pasó rozando su cabeza, sobrevolándolo por encima e interponiéndose en su trayectoria de huida. Al parecer su perseguidor había volado desde la parte superior de la escalera. Y ahora se encontraba a pocos metros frente a él.

   Afuera la lluvia se hizo más copiosa y un relámpago no tardó en aparecer, iluminando durante un corto segundo toda la estancia perfectamente. Fue gracias a él que pudo apreciar con más detalle la apariencia de su agresor, quien no era otra cosa que un cuerpo de un hombre muerto en pleno estado de descomposición.

   Pudo ver claramente como este le sonreía con su boca torcida, enseñando trozos de carne muerta y partes blancas del hueso de su mandíbula a través de un gran agujero en la tela a la altura de sus labios. Y justo después la oscuridad inundó la estancia con el potente sonido de un trueno.

   - ¡Ahhhh! - gritó sin poder contenerse.

   Estaba muerto de miedo así que se volvió a ciegas, puesto que el relámpago le había cegado, e intentó huir hasta la cocina. Lo que más tarde consideró una completa estupidez, ya que acababa de acorralarse así mismo. El atacante no tardó en hacer su aparición bajo el marco de la puerta de la cocina mientras reía triunfante. Finalmente los ojos de Seungkwan se habían vuelto a acostumbrar a la oscuridad y podía ver un poco más.

   En ese momento acertó a descubrir los utensilios de cocina a su lado y, de entre ellos, agarró un cuchillo largo y afilado sin pestañear. Ahora ya no se sentía tan indefenso, podía defenderse del cadáver. Así que lo empuñó con fuerza y dio un paso al frente, desconcertando a su perseguidor, quien dejó de sonreír al instante.

   Algo en el interior de Seungkwan había empezado a arder, una voluntad y valentía que nunca antes había sentido. Aún temblaba y sentía un temor horrible hacia aquella asquerosa presencia, pero estaba cansado de ser un cobarde y que le asustaran. La rabia y frustración se habían convertido en agallas, y su determinación parecía iluminar el lugar mientras miraba amenazantemente al intruso.

   De un momento a otro se abalanzó sobre el encapuchado y este salió corriendo de allí, cruzando el salón y llegando hasta la puerta de la entrada principal. Pareció dudar un momento de si abrir la puerta y conseguir escapar, pero justo cuando Seungkwan iba a darle alcance con el cuchillo en ristre, este finalmente giró el pomo y salió bajo la lluvia.

   Lo que Seungkwan nunca se imaginó era que el cadáver empezase a descomponerse y derretirse bajo la tormenta. Como si no fuera más que una estatuilla de tierra y barro. Este hecho le desconcertó y la imagen aterradora de ese ser gritando mientras desaparecía diluirse con la lluvia consiguió grabarse a fuego en su cabeza. Mierda, luego tendría pesadillas con eso.

   Una vez que el ser asqueroso desapareció dudó de si salir al exterior sería una buena idea, por si corría la misma suerte, pero rápidamente volvió a escuchar ruidos a su espalda procedentes del interior de su hogar y bastantes similares a los que ya había oído hacía poco. Así que cogió un paraguas que había junto a la entrada y contuvo el aliento mientras traspasaba la entrada de su casa.

   Se aseguró de cerrar la puerta y emprender su camino lo más rápido posible, algo le decía que si se quedaba quieto mucho tiempo otro monstruo surgiría de entre las sombras.

   El problema ahora era que no sabía que dirección tomar. Seungkwan miró a ambos lados de la calle, que permanecía desierta y silenciosa, y le sobrecogió otro pensamiento aun peor. Estaba solo.

   Todo el pueblo parecía haberse convertido en una ciudad fantasma. Comprobó con sorpresa que algunos coches estaban en medio de la calzada y se acercó a ellos con suma precaución. Algunos tenían las llaves puestas, parecía cómo si el tiempo se hubiera detenido y estos siguieran en un momento del espacio tiempo en particular.

   Echando un vistazo al resto de la calle apreció como un par de casas tenían la puerta de la entrada abierta o las ventanas. Al parecer desde el momento que había empezado el juego todo el lugar se había parado y todas las personas habían desaparecido al mismo tiempo.

   Era como estar en un tablero de ajedrez vacío y él fuera la única ficha en movimiento. Pero si tenía que moverse y buscar por toda la isla necesitaría el transporte público. Suspiró cansado y siguió caminando por la carretera mientras buscaba una señal que le indicara que debía hacer, por donde debería empezar a buscar.

   Maldijo para sus adentros a Vernon y apresuró el paso hasta encontrarse una casa con las luces encendidas. Sin pensarlo se escondió tras un coche mal aparcado sobre la acera y observó con atención.

   Unos segundos más tarde vio pasar una sombra frente a la ventana de el salón y poco después las luces se apagaron. Seungkwan volvió a ponerse en guardia, esperando otro monstruo o fantasma, pero nada de eso apareció ante sus ojos.

   Una chica, una chica alta y de pelo semi-rizado acababa de abandonar la casa con los brazos llenos de bolsas y unas cuantas latas de refresco. Esperó un rato hasta que la vió caminar a paso rápido hasta el coche tras el que él se escondía, hasta que los ojos de ambos conectaron.

   La muchacha se detuvo de repente, como si estuviera sorprendida de encontrar a alguien allí. Seungkwan se levantó y alejó lentamente del vehículo levantando las manos en señal de paz.

   La chica por su lado avanzó con cautela hasta abrir la puerta de los asientos traseros y dejó todo lo que cargaba sobre estos. Luego volvió a encarar a Seungkwan con mirada firme y permaneció bajo la lluvia hasta que la espera resultó insoportable.

   - ¿Quién eres? - preguntó el chico.

   - ¿Y por qué debería responder a eso? - al parecer ella desconfiaba de él también.

   - ¿Por qué estás aquí? - volvió a formular Seungkwan.

   - Estoy jugando, ¿y tú? - dijo entonces, mostrándose más cooperativa.

   - También. - respondió él.

   - ¿Cuánto tiempo te queda? - preguntó la chica.

   - Doce horas. - dijo consultando su reloj de pulsera -. Bueno, once y media.

   - ¿Te ha dado una pista y algo que buscar?

   - Sí tengo que encontrar tres almas en especial, y la pista es que están en la isla.

   - No es una gran ventaja... - comentó entonces, algo más cómoda -. Yo tengo que encontrar varias almas también. Pero sólo me quedan tres horas así que...

   Esta se metió en el coche ante la asombrada mirada de Seungkwan y arrancó el motor con rapidez. Aparentaba su misma edad, pero parecía disponerse a manejar el vehículo sin ninguna preocupación.

   Justo entonces Seungkwan cayó en que era justo lo que necesitaba. Sabía conducir, y además se encontraba en la misma situación que él, y puede que también tuviera algo de información de interés con ella. Pero, sobre todo, la idea de permanecer sólo le producía pavor, así se colocó frente al capó con ardiente determinación.

   - Podríamos trabajar juntos. - propuso alzando un poco la voz para que pudiera oírle perfectamente.

   - ¿Por qué? - respondió ella asomando la cabeza por la ventanilla -. A lo mejor no están escondidos juntos.

   - O a lo mejor sí, y además nos protegeríamos mucho mejor estando unidos. - razonó Seungkwan dispuesto a no dejarla marchar.

   Ella le observó un rato antes de suspirar y morderse el labio con ansiedad y preocupación.

   - Esta bien, - declaró finalmente - no me queda mucho tiempo, ¿subes o no?

   - Gracias.

   No tardó en correr hasta la puerta del copiloto y meterse dentro del coche, entonces la muchacha finalmente puso en marcha el vehículo, conduciendo por la acera y parte del arcén.

   - Soy Seungkwan. - dijo intentando aligerar el ambiente - ¿y tú?

   - Llámame Somi.

   El muchacho se sorprendió de que esta tuviera un nombre coreano ya que parecía portar rasgos occidentales, pelo ligeramente rizado, ojos grandes y nariz alargada. Pero supuso que tendría algún padre extranjero.

   - Y... ¿Cuál es tu pista? - preguntó mientras observaba cómo salían del pueblo y se dirigían a la carretera costera.

   - "Busca en las sombras". - declaró con sequedad -. Lo que no es una mierda teniendo en cuenta que es de noche. Me dió veinticuatro horas, y llevo de pueblo en pueblo desde hace entonces. Pero sigo sin encontrar nada, bueno exceptuándote a ti claro.

   Seungkwan sonrió levemente mientras reflexionaba sobre aquella nueva información. Ciertamente lo más lógico era que siendo Vernon el “señor de las sombras” tuviera escondidas las almas en su propio territorio. Pero sombras había en todos lados, así que también era un asco de pista.

   - ¿Y por qué almas estás jugando? - decidió preguntar para pasar conocer más a su nueva compañera.

   - Por mi familia. - respondió ella mientras agarraba con mayor fuerza el volante.

   - Oh... - eso si que era malo, debía de estar sufriendo mucho por ellos - Lo siento, ¿qué pasó?

   Si él ya estaba preocupado por si no llegaba a poder salvar a esos tres imbéciles no se podía imaginar lo que estaría pasando ella. En cierto modo se compadecía por que tuviera que cargar con semejante responsabilidad.

   - Preferiría no contártelo.

   - Vale, lo entiendo – temía haber metido la pata, aunque ella no había sonado molesta - perdona.

   - ¿Y tú qué? - preguntó Somi esta vez, mirándole cortamente - ¿Qué almas estás buscando?

   - Las de unos compañeros de clase. - explicó un poco avergonzado -. Se metían mucho conmigo, así que deseé que sufrieran.

   Durante un momento bajó la mirada esperando que ser juzgado bajo la mirada de la muchacha, pero ella no dijo nada y siguió conduciendo en silencio durante unos segundos.

   - No es tan horrible. - opinó regalándole una sonrisa calmada

   - ¿En serio? - preguntó confuso.

   Por su culpa a tres chicos se le habían arrebatado las almas, y si perdía el juego él mismo correría una suerte aún peor. Así que sí, se había convertido en una persona horrible de la noche a la mañana. Pero entonces observó atentamente a Somi y se preguntó cómo su familia podría haber llegado a perder sus almas.

   - Si te hacían daño es normal que quisieras devolvérsela. Yo en tu lugar habría pensado igual o peor. - afirmó intentando reconfortarle -. No eres una mala persona.

   Seungkwan volvió a mirarla durante un rato hasta que una idea golpeó su mente, una muy disparatada y absurda. Así que intentó alejar y enfocar su atención en ver como sorteaban los vehículos que habían quedado detenidos en medio de la carretera.

   - Gracias, tú tampoco lo pareces Somi. - comentó mostrándole una sonrisa sincera.

   Somi no respondió nada pero agradeció el comentario con un gesto de cabeza y siguió enfocada en la conducción.

   - ¿Y... a dónde vamos? - preguntó un poco más cómodo Seungkwan.

   - Camino de Aewol, allí suele estar nublado casi todo el año. – explicó Somi con aspecto cansado -. Si tienes una idea mejor...

   - No, Aewol está bien. - determinó este -. Pero pareces algo cansada, ¿no has dormido nada desde que empezaste el juego verdad? - Somi asintió frotándose los ojos y bostezando -. Pues si me enseñas cómo manejar este coche podría seguir conduciendo yo mientras descansas un poco.

   No fue difícil convencerla, es más, ella misma le agradeció su ofrecimiento. Tan sólo necesitaron unos diez minutos de enseñanzas rápidas, como arrancar, meter las marchas, frenar y acelerar. Seungkwan ya había montado en los coches de choque en las ferias, así que tenía cierta destreza al volante y podía esquivar los vehículos sin problemas.

   Además, Somi le entregó un mapa para que no se perdiera en los cruces y desvíos, de modo que el resto sólo dependía de él. Intercambiaron lugares y, durante una hora y cuarto, Seungkwan se encargó de dirigirlos por el camino correcto. Somi se despertó de repente diciendo que tenía hambre, así que cogió unos aperitivos de los asientos traseros y los fue compartiendo con Seungkwan mientras hablaban.

   Habían encontrado un gusto común, la música. Y ambos no tardaron en estrechar aún más su relación. También Seungkwan descubrió que Somi no era tan callada como había aparentado en un principio, ahora se reía tras cada comentario gracioso de hacía el chico. Luego volvieron a cambiar sitios y fue Somi la que continuó conduciendo hasta que finalmente llegaron a Aewol.

   Rápidamente empezaron a buscar por las calles, en los bares y hoteles. Incluso se acercaron al muelle y a la playa rocosa que había junto a él. Pero resultó ser una pérdida de tiempo. Allí no había nada o por lo menos ellos no lograban dar con nada. Ambos se encontraban frustrados y con los pies doloridos por correr de un lado a otro. Así que se sentaron cinco minutos frente a su coche intentando recobrar fuerzas para poder seguir.

   - Me alegra tenerte a mi lado, creo que nunca he estado tan a gusto con nadie en toda mi vida.. - comentó de repente la chica mientras se mordía el labio con nerviosismo.

   Seungkwan le sonrió agradecido y le pasó la mano por la espalda intentando fortalecer su ánimo, que parecía ir evaporándose conforme el tiempo pasaba. Somi era dulce y muy guapa, así que dudaba que fuera la mejor persona con la que se hubiera encontrado, pero agradecía el halago.

   - ¿Sabes? Mi madre...me abandonó con cuatro años. - confesó de repente petrificando al chico -. Solo sabía que era Americana, y que decidió volver con su familia un día. Nunca quiso tenerme, pero tampoco podía pagar un aborto así que...cuando se cansó de cuidarme se marchó. -

   Su voz se había quebrado varias veces mientras hablaba, y Seungkwan estaba casi seguro de que en cualquier momento se echaría a llorar. Ya había visto eso otras muchas veces con sus hermanas.

   - No hace falta que me lo cuentes si te duele recordarlo.

   - Está bien, ya lo asumí hace mucho tiempo. - dijo ella bajando la mirada a sus pies -. Lo que vino después fue peor. Mi padre decía que me parecía mucho a ella, que compartíamos muchos rasgos y... por eso se vengó de ella conmigo. Según él todo era mi culpa.

   - Somi...

   - Recuerdo que una vez casi perdí la vista cuando me golpeó con su cinturón en la cara. - a Seungkwan le hacía sentir mal oír todo eso, pero le dolía aún más que ella lo hubiera sufrido, ambos habían sido maltratados así que podía entenderla -. A veces me encerraba durante horas o días, la última vez fueron tres días sin comida ni agua. Pero una vecina se dió cuenta de que no asistí al colegio ni salía de casa durante ese tiempo. Tras tres años finalmente las autoridades irrumpieron en casa y me alejaron de mi padre. Una semana más tarde empecé a vivir en un orfanato. Solo tenía siete años pero ya entonces supe que nunca saldría de allí.

   En ese instante Somi se echó a llorar y Seungkwan no tardó en rodearla con sus brazos en un fuerte y cálido abrazo. Se encargó de reconfortarla, de decirle que todo ya estaba bien y que a partir de entonces siempre le tendría a él, que nunca más estaría sola. Una vez que consiguió relajarse siguió hablando, aunque permaneció envuelta en los brazos de Seungkwan.

   - Nadie quería adoptarme, todas las parejas querían niños con rasgos asiáticos, que realmente pudieran parecer hijos suyos. Pero eso no me preocupaba, durante estos años había conseguido recopilar información de mi madre y hace pocos días logré encontrar su dirección y unos pocos datos personales.

   Él no paró de acariciarle el pelo en ningún momento, esperando pacientemente a que ella continuara a su ritmo la historia.

   - Se había casado con otro hombre y... tenían una hija. - dijo casi sin aliento -. Se llama Sophie.

   Entonces Somi escapó de su abrazo y se pasó las manos por los ojos limpiando los restos de lágrimas que aún le quedaban en estos. Después escondió el rostro entre sus manos y continuó hablando.

   - Cómo ya habrás imaginado, mi familia entera ha sido vendida al diablo porque tras aquello deseé que se murieran. Todos los que formen parte de mi "familia" morirán en un par de horas si no consigo ganar el juego. - reveló con la voz rota de dolor -. Todos, incluida Sophie.

   Seungkwan sintió su corazón sobrecogerse. Sí que se había planteado la posibilidad de que Somi hubiera metido a su familia en un trato con Vernon pero quiso no creerlo. Aunque, ahora que conocía sus razones tampoco podía culparla o juzgarla, había pasado por mucho y lo único que hizo mal fue desearlo con toda su alma.

   - A los señores de las sombras les encantas las almas blancas y puras, y ella es una chica buena y dulce. Así que me fue difícil hacer un nuevo trato, no quería arriesgarse a perder su alma. - explicó angustiada mientras las lágrimas empezaban a gotear por su barbilla -. Si no consigo ganar, no solo mi existencia le pertenecerá, sino que mi hermana pequeña morirá por mi culpa.

   - No es culpa tuya, no tenías ni idea de que un loco con poderes aparecería y se tomaría la justicia por su mano. - respondió Seungkwan intentando exculparla.

   - No lo entiendes Seungkwan, lo deseé. - insistió la chica -. Deseé que se murieran con toda mi corazón.

   - Está bien, eso no importa. - alegó quitándole las manos de la cara y descubriendo su rostro lloroso y atormentado -. Lo que cuenta es que estás intentando arreglarlo y que ya no piensas así.

   - Eres demasiado bueno. - dijo mostrando una triste sonrisa.

   Seungkwan le devolvió la sonrisa y con cuidado le fue limpiado la cara con las palmas de sus manos. Somi era muy guapa y verla de ese modo le frustaba, una chica con una personalidad tan dulce jamás debería estar así. Cuando terminó le colocó un mechón de pelo tras la oreja y le acarició la mejilla con cariño.

   - Me alegra tanto haberte conocido... - declaró ella volviendo a sonreír - ...Seungkwan, me gustas...

   Jamás se hubiera imaginado que Somi se le acercaría y que prácticamente juntaría sus labios. Sin embargo aquello estaba ocurriendo realmente, durante un momento su cuerpo se congeló y no supo si apartarse y herir sus sentimientos o recibir un beso que no deseaba. Pero, junto cuando sus bocas estaban a menos de un centímetro un resplandor rojizo en los ojos de Somi encendió la señal de alarma en la mente de Seungkwan. Su propio cuerpo reaccionó apartándose en el último segundo, y poniendo un par de metros de distancia entre ambos.

   - ¿Qu-qué ocurre? - preguntó la chica claramente contrariada

   - ¿Cómo sabías que hay más de un señor se las sombras y que le gustan las almas puras? - preguntó de golpe recordando aquel hecho –. Vernon no pudo habértelo dicho, es decir, ¿por qué te lo contaría? Desde luego a mi no me mencionó nada acerca de su mundo.

   Quería de veras no desconfiar de ella, pero desde que empezó a hablar Somi no se movió ni dijo siquiera una palabra para intentar demostrar que estaba equivocado.

   - Además, no hay ningún orfanato aquí en Jeju, están todos repartidos en la península. - no sabía cómo no había caído en eso antes, haber olvidado algo así era imperdonable - ¿Por qué has llegado hasta aquí para empezar a buscar? No hay personas, por lo tanto no hay vuelos.

   De pronto se asustó de la conclusión a la que había llegado. Ya que aquello significaba que Somi no era real, y si ella no existía ¿con quién había pasado casi cuatro horas? No tuvo que esperar mucho para conocer la respuesta, frente a sus ojos el cuerpo que había pertenecido a Somi se estaba convirtiendo en humo y en su lugar había aparecido otro que ya conocía bien.

   - Eres un chico listo y perspicaz. - habló con franqueza Vernon - ¿Cuándo te diste cuenta?

   - Tus ojos, se volvieron rojos durante un instante. - explicó mientras miraba con recelo al recién llegado, o transformado, según se mirase -. Y también lo hicieron cuando nos conocimos en mi habitación.

   - Es una lástima, me gustaba poder pasar tiempo contigo. - declaró mientras se levantaba del suelo y sacudía su túnica negra -. Supongo que ahora ya no querrás seguir viajando a mi lado.

   - Me has estado llevando hacia el lado contrario ¿verdad? - nuevamente volvió a darse cuenta de lo estúpido que había sido, su error le podía costar muy caro -. Querías alejarme todo lo posible del verdadero lugar.

   - Tú decidiste subirte al coche, en ningún momento te obligué. - en ese momento Seungkwan se odió y odió a Vernon por haber jugado con él y sus decisiones -. No puedo interferir de esa forma en el juego, sino no tendrías ninguna probabilidad de ganar y la apuesta no sería válida.

   - Y me imagino que esa probabilidad es prácticamente inexistente. - dijo el menor con la sangre latiéndole con fuerza en las sienes.

   - Quiero ganar a toda costa, - declaró cómo si aquello fuese la cosa más normal del mundo - es lógico que en mi juego tenga ventaja.

   - Bien, - ya había tenido suficiente, no necesitaba quedarse a charlar durante más tiempo, de momento sólo quería perder de vista al más alto - ya nos veremos en la meta. Diría que ha sido un placer volver a verte pero no te gustan las mentiras, ¿cierto?

   Seungkwan no tardó en rodear el coche y abrir la puerta del conductor para meterse dentro. Las llaves seguían puestas en el contacto, y el vehículo seguía teniendo suficiente combustible para continuar su camino.

   - Este no será el último obstáculo que te encontrarás, y conforme avance el tiempo los desafíos se harán más difíciles. - le advirtió Vernon acercándose hasta la ventanilla.

   - Entonces no tengo tiempo que perder. - afirmó con una amarga sonrisa el menor mientras arrancaba el coche y giraba ciento ochenta grados para volver sobre sus pasos.

   Por culpa de Vernon había perdido casi la mitad del tiempo que disponía. Pero al menos ahora sabía en que dirección retomar su camino. Cuando hubo recorrido varios kilómetros se detuvo y se puso a pensar en qué haría a continuación. Aún llevaba el mapa consigo así que lo desplegó sobre el salpicadero y lo examinó con detalle. Con un dedo fue dibujando la trayectoria que habían realizado comenzando desde Aewol hasta volver a Jeju, y siguió arrastrando la yema sin cambiar la dirección hasta pasar por encima de otros muchos pueblos.

   Bien, tendría que visitarlos todos si quería encontrar sus almas, era eso o rendirse allí mismo. Pero estaba cabreado como nunca, y en sus planes no cabía la opción dejar ganar tan fácilmente a Vernon. Así que arrojó el mapa al asiento del conductor, se abrochó el cinturón de seguridad y, cogiendo aire, arrancó nuevamente el motor.

   Sin embargo no tardó en corroborar la veracidad de las palabras de Vernon. Durante el trayecto se encontró zombies, fantasmas e incluso diría que atropelló a un hombre lobo. En ese momento se preguntó si Vernon era un ser del mal competente, o si tenía cierto cliché sobre los tópicos de Halloween.

   Pero al fin, y tras muchas horas al volante, consiguió sobrepasar la ciudad de Jeju y empezar a visitar otras muchas. Pero su plan no era tan bueno como le pareció en un principio. Habían demasiados pueblos y no podía perder el tiempo buscando en todos ellos. Así que se detuvo a comer algo y a pensar una optativa mejor.

   Y entonces volvió a pensar en las palabras de Vernon. Definitivamente las almas tenían que estar en la isla, sino el trato no sería justo y por tanto no tendría validez. De igual modo “buscar en las sombras” tenía sentido, si el fuera Vernon escondería las almas en un lugar que él conociese bien. Un lugar lleno de oscuridad y sombras uno en el que jamás pueda entrar la luz natural...

   De pronto la solución vino a su cabeza como le hubieran golpeado con esta. El lugar perfecto para esconderlas tenía que ser oscuro, terrorífico y, por qué no, grande para que fuera difícil buscar en él. Y solo había una cosa que reuniera todos esos atributos en aquella isla. Una maldita cueva.

   Por suerte conocía que, casualmente, coincidía con el camino que había trazado en el mapa. Dando un grito de júbilo y creyendo haber encontrado el escondite de Vernon se apresuró a ponerse en marcha. Puesto que, a pesar de haber dado con el lugar idóneo, había perdido demasiado tiempo gracias a no haberse sentado a pensar mucho antes. Y aún le quedaban dos horas para llegar a su destino, la cueva de Manjanggul.

   Rezó para no equivocarse mientras pisaba el acelerador y consultaba el reloj. Tenía el tiempo justo para poder llegar hasta ella y solo dispondría de un margen de treinta minutos para buscar en el interior. Afortunadamente no necesitó tomar ningún desvío y el camino era casi totalmente resto, salvando el final del trayecto.

   Lo único que no pudo prever fue que no podría llegar con el coche hasta la puerta de la cueva, había un camino peatonal llegados a la parada de autobuses, que debía recorrer a pié. Sin pensarlo saltó del coche y comenzó a correr hasta que empezó a darle flato y tuvo que aminorar la marcha considerablemente. Pero aun sí consiguió llegar con buen tiempo frente a la taquilla.

   Entonces bajó corriendo la escalera de madera que descendía hasta la entrada a la cueva, y una vez allí cogió una de las linternas que habían preparadas junto al servicio de información. Probó a encenderla y esta funcionó casi al instante. Así que se apresuró a entrar sin más preámbulos. Le quedaba menos de media hora para conseguir ganar el juego y los nervios empezaban a producirle un severo malestar. Nunca antes había sufrido ansiedad y ahora prácticamente no podía controlar el temblor de brazos y piernas.

   Como era de esperar, el interior de la cueva parecía la boca del lobo, era oscura y tenebrosa incluso desde el exterior. Se fijó te tenía una larga red de iluminado que permanecía apagada, y tuvo que aceptar que no tenía tiempo para buscar la fuente de alimentación y encenderla. De modo que suspiró profundamente y encendió la linterna mientras avanzaba a grandes pasos hacia el interior del túnel de lava.

   No había leído los folletos que se repartían en la entrada, pero sabía de oídas que esa cueva en especial tenía cerca de un kilómetro transitable para los turistas, y eso le preocupaba. Porque podían haber otros muchos cientos de metros sin abrir al público, o incluso kilómetros y Vernon seguramente hubiera elegido el final del túnel como escondite perfecto.

   Al principio caminó a paso rápido, pero viendo la longevidad del túnel decidió empezar a correr y salvar tiempo, pero no le sirvió de mucho. De repente su linterna empezó a parpadear, anunciando el final de su vida y Seungkwan empezó a creer que no lo conseguiría. Rezaba porque aquella luz le acompañara más tiempo suplicando en su mente: "Solo un poco más por favor, aguanta un poco más".

   Pero por más que corriera y acelerara su marcha no conseguía llegar a ningún lado. Se preocupó de encontrarse en un bucle espacial, y de que Vernon siguiera engañando sus ojos y sentidos. Así que sin miramientos arrancó una estalagmita del suelo y fue arrastrando la punta de esta por toda la pared de la cueva mientras reanudaba su carrera.

   Así continuó durante un par de minutos hasta que el aliento y las fuerzas empezaron a abandonarle. Pero al menos gracias a su idea de rayar la pared había descubierto que no se encontraba en un bucle, sino en un túnel demasiado largo. El oxígeno era escaso a la profundidad a la que se encontraba, y empezaba a dolerle la cabeza y a picarle la garganta.

   Pero no se detuvo, siguió avanzando sin descanso hasta encontrarse un nuevo problema: una intersección. A partir de entonces el camino de dividía en dos ramales y Seungkwan maldijo por lo bajo, porque no tenía tiempo para volver al principio si se equivocaba de camino. Uno de ellos tenía una escarpada caída de tres metros y estaba delimitado por unas tiras cruzadas de papel color rojo que ponían "No cruzar", mientras el otro continuaba recto.

   No quería arriesgar su pellejo bajando una pendiente tosca y rocosa que podía no llevarle a ningún lado frente a continuar sin problemas caminando a salvo de romperse la cabeza. Pero entonces el parpadeo de su linterna se hizo más repetitivo y de pronto todo se volvió oscuro.

   Iba a gritar de rabia y frustración cuando se percató de que podía ver una escasa y casi imperceptible luz crepitar por el desvió más peligroso. Con cuidado se asomó a la entrada de este y entrecerró los ojos intentando comprobar que no había sido una ilusión. Y, ciertamente, podía ver una lejana luz anaranjada que, incluso, iluminaba hasta la entrada de la brecha descendente.

   Sabía que era una trampa. No había forma de que hubiera luz a la profundidad a la que se encontraba y menos aún oxígeno que pudiera alimentar una llama, pero no podía escoger el otro camino. Así que dejó la linterna en el suelo para liberar sus manos y guardó el trozo de roca que aún conservaba en el bolsillo de su pantalón para tener algo con qué defenderse si se encontraba con otro monstruo. Ya había visto un par de murciélagos y podía esperar tropezarse con un vampiro conociendo los gustos de Vernon.

   De un solo movimiento quitó las bandas de prohibición y, agarrándose con todas sus fuerzas a los picudos salientes de la cueva empezó a descender. Notó como en algunos tramos la piel de sus manos acababa arañada y cortada bajo las afiladas rocas, pero aún así no dejó de sujetarse con fuerza a las rocas hasta que sus pies finalmente pisaron un suelo menos inclinado.

   Entonces pudo seguir descendiendo simplemente pasando sus manos por una de las paredes, para evitar resbalarse y acabar bajando el resto del camino rodando. Echó una última mirada a su reloj, usando aquella luz anaranjada y vio que solo le quedaban diez minutos para encontrar las almas y que el juego acabase.

   Pero al mismo tiempo notó que la luz era ya más intensa, así que decidió no pensar en ello ya que no le quedaba mucho para llegar a la fuente luminosa. Se sorprendió al comprobar que la cuesta terminaba a unos pocos pasos y que frente a él ya podía ver una pequeña gruta aparecer a pocos metros de donde estaba. En realidad solo era un espacio de aproximadamente unos cuatro metros cuadrados, que se estrechaba hacia arriba hasta formar una especie de cuña o triángulo. Mas, podía estar de pié sin tener que agachar la cabeza, y eso lo agradeció enormemente.

   Pero lo que realmente le llamó la atención fue encontrar una pequeña hoguera en mitad de la guarida que parecía alimentarse de la roca viva emitiendo largas llamas anaranjadas que danzaban como pequeñas lenguas de fuego. No fue hasta que alzó la vista de la lumbre que advirtió algo extraño moverse al otro lado de esta. Con cuidado posó su mano sobre el bulto de su bolsillo, en donde escondía la roca, y fue rodeando la hoguera lentamente. Ya estaba preparado para defenderse ante cualquier amenaza pero en su lugar encontró algo aún menos esperado.

   - ¡Oh Dios! - exclamó una vez que acabó frente a la pared del fondo.

   Se encontró a tres sombras negras que parecían retorcerse bajo la luminosidad que provenía la hoguera. Incluso pudo distinguir unas especies de bocas en la parte superior de cada una, que se abrían ampliamente, como si estuvieran gritando.

   Esas eran las almas que tenía que buscar, sin lugar a dudas. Las había encontrado, ¡finalmente las había encontrado! Se puso como loco de alegría mientras sus ojos se llenaban de lágrimas. Respiró aliviado y esperó unos segundos a que Vernon se presentara o el juego acabara, para nada de eso sucedió.

   - ¡He ganado Vernon! - gritó convencido de su éxito - ¡Las he encontrado! ¡He ganado el juego!

   - Lo sé, - dijo una voz a sus espaldas - las has encontrado y ahora pueden ser libres.

   Seungkwan se volvió hacia la entrada de la gruta y encontró a un Vernon con aspecto serio observándole. Con un simple gesto de su mano hizo que la hoguera desapareciera, convirtiéndola en humo que no tardó en disiparse en el aire. Acto seguido el resto de las luces de la cueva volvieron a encenderse, incluso en aquella gruta alguien había colocado unas lámparas en el suelo. Así que siguió viendo perfectamente.

   - Ellas se van, - dijo dando un paso adelante - pero tú te quedas.

   No tuvo tiempo de preguntar qué quería decir con aquella declaración, justo en ese instante oyó unos gritos y un frío aire pasar a su lado. Sus ojos pudieron observar como aquellas sombras se arrastraban rápidamente por las paredes hacia el exterior, abandonando en pocos segundos la gruta.

   - El trato era que si ganabas el juego les devolvería sus almas, pero no dijiste nada acerca de la tuya.

   - No lo entiendo. - consiguió articular Seungkwan confundido con aquella declaración -. Mi alma no era tuya, solo lo sería si perdía.

   - No quisiste darme un beso, no pagaste el anterior trato y por tanto tú alma pasa a ser mía.

   Justo en ese momento notó como si el peso de todo el mundo se cerniese sobre él y la ilusión que había sentido hacía unos pocos instantes se evaporase con cada palabra que pronunciaba el mayor. Había olvidado pagar el anterior trato, lo había pasado completamente por alto. Había arriesgado todo por liberar las almas de aquellos imbéciles y en consecuencia él había acabado atrapado.

   - Tranquilo, no es tu alma lo que más ansío. - le informó el más alto – Ya te lo dije antes, te quiero a ti enteramente. Seungkwan, ven conmigo a las sombras. - pidió con una sonrisa mientras daba un paso hacia él.

   - No, arráncame el alma si quieres, pero no voy a ningún sitio contigo. - respondió el otro alejándose de él - .No confío en ti, dijiste que jamás me mentirías, pero todo este tiempo me has estado engañando. - a Vernon se le borró la sonrisa de repente y volvió a mostrar un aspecto serio -. Toda esa historia que te inventaste... ¿Somi? Que yo recuerde tu nombre siempre fue Vernon.

   - Nunca mencioné que fuera una chica ni que mi nombre fuera Somi, sólo dije que podías llamarme así. - aclaró intentando excusarse -. Lo que te conté es lo que me ocurrió hace muchos años, no te he ocultado mi pasado y mis sentimientos... ¿Acaso no es eso lo más importante? La apariencia que tuviera es lo de menos.

   Seungkwan negó con la cabeza y se dispuso a huir, pero de pronto su cuerpo dejó de moverse hacia donde él quería y en su lugar se dirigió hacia el mayor. Vernon había vuelto a usar sus extraños poderes para controlarle, lo notaba dirigir todos sus nervios y músculos hasta que finalmente ambos quedaron a apenas medio metro el uno del otro.

   - Te quiero Seungkwan, y quiero estar contigo para siempre. - declaró agarrándole de una de las muñecas suavemente.

   - No me gustas Vernon, así que déjame ir.- respondió el más bajo, aún con tono enojado.

   - ¡Nunca! ¡Ya eres mío! - contestó el otro alterándose ante la negativa del menor, pero volvió a calmarse rápidamente tras unos segundos -. Si es por mi aspecto puedo volver a ser Somi. – dijo con tono desesperado mientras su cuerpo volvía a cambiar hasta convertirse en aquella muchacha tímida y dulce que Seungkwan creyó conocer - ¿Te gusto así? Dime que es lo que quieres que sea y lo seré.

   Definitivamente Vernon se había obsesionado con él, y no había forma humana de deshacerse de aquella magia que le dominaba. Iba a tener que obligarse a seguirle, pero sabía que el mayor lo haría si fuera necesario. Lo arrastraría con él a las tinieblas y jamás podría volver. Pero entonces recayó en un peso que colgaba de uno de los bolsillos de su pantalón. Quizá aún tuviera una última oportunidad de escapar.

   - A mí, me gustabas más antes... - anunció dirigiendo la mirada a los ojos del más alto e intentando sonar convincente.

   - ¿Cómo que antes? - preguntó Vernon.

   - Verás... - Seungkwan sonrió en su interior, al parecer había encontrado la debilidad del demonio -. Me gustan más... "ellos" que "ellas".

   Vernon sonrió tras comprender aquella declaración y volvió a cambiar su aspecto hasta convertirlo en el hombre que el más bajo se había encontrado en su habitación hacía aproximadamente doce horas.

   - Bien, entonces es perfecto. - respondió mientras sonreía y tiraba de Seungkwan hacia la hoguera que había vuelto a brotar junto a ellos.

   - ¡Pero...! - añadió este intentando lograr su objetivo -. Es extraño si estoy con alguien que parece tan mayor... Me gustaría que fueras más joven, mi chico perfecto sería joven dulce y tierno.

   - No hay problema. - declaró el mayor mientras su cuerpo volvía a cambiar y se volvía un adolescente de la misma edad que Seungkwan - ¿Así mejor?

   - Mucho mejor, - respondió este mientras notaba como la magia en su cuerpo iba perdiendo fuerza – estás muy guapo.

   No tardó en ver como los ojos de Vernon se volvieron de color rojo y entonces comprobó que podía moverse nuevamente. Sin desperdiciar ni un instante se abalanzó sobre él y besó sus labios con ansiedad. Aprovechando el desconcierto de este, Seungkwan también metió la mano en su bolsillo y sacó la piedra, golpeando con fuerza la cabeza de Vernon una vez que este los alejó su rostro del de Seungkwan.

   No perdió el tiempo y empujó el pecho de Vernon hacia las llamas mientras echaba a correr hacia la salida. Solo recayó en que debía haberle producido una grave herida al mayor cuando vió su mano cubierta de sangre al empezar a escalar la empinada rampa que le llevaría a su libertad.

   Se preguntaba si le habría provocado un golpe lo suficientemente fuerte cómo para llegar a salvo al exterior, pero entonces, justo cuando corría llegó a la cima escuchó un potente aullido de dolor y rabia.

   - ¡Seungkwan!

   Ese fue el último estímulo que necesito para correr sin descanso a través del túnel. Sentía la presencia de Vernon tras él y eso le animó a acalerar aún más su carrera, incluso por encima de los límites que habría creído posibles para él.

   - ¡Vuelve aquí! - exigió la potente voz de Vernon no muy lejos de él - ¡Sabes que no podrás escapar!

   - ¡Aléjate de mi! - pidió girando el rostro para comprobar a qué distancia se encontraba su perseguidor.

   Pero aquello fue un error, no pudo advertir que había una barandilla con un puente metálico a pocos metros. Lo último que sintió fue un fuerte golpe en su abdomen, producto del choque con la baranda y como de un momento a otro sus pies dejaron de tocar suelo. Al abrir los ojos se encontró cayendo hacia un abismo rocoso a cámara lenta.

   - ¡Seungkwan no...! - justo entonces sus ojos advirtieron una sombra oscura y de ojos rojos cernirse sobre él - ¡¡¡Seungkwan!!!

   - ¡Ahhhhhh!

   Con un fuerte golpe sonando en sus oídos y algo similar a una sirena Seungkwan cerró los ojos. Y cuando notó algo chocar contra su espalda los volvió a abrir. Pero sólo vió a su habitación perfectamente iluminada. Aún tenía el corazón acelerado, y estaba sudando copiosamente, pero al mirarse la manos comprobó que estaban limpias y que no tenían sangre.

   - ¿Pero qué...? - dijo girándose y mirando la hora en su despertador - ¿Me he quedado dormido?


   Eran apenas la nueve y media de la noche, pero el se sentía tremendamente cansado. Poco a poco iba olvidando que era lo que había estado soñando, solo recordaba más claramente que estaba cayendo y una cosa negra y terrorífica le perseguía. Entonces sonó el timbre de la entrada y Seungkwan se levantó confuso de su cama.

   No tardó en bajar las escaleras y abrir la puerta, pero se preguntaba quien llamaría a su casa a aquellas horas.

   - ¡Truco o trato! - dijeron los niños frente a su puerta.

   - Oh, caramelos... - había olvidado completamente que noche era hoy, por raro que pareciese - Aquí tenéis, feliz Halloween. - dijo entregando unos pocos caramelos a los chiquillos.

   Entonces vio el coche de sus padres aparcado en la entrada y a ellos acercarse caminando hasta la entrada riendo y hablando hasta que repararon en él.

   - ¿Ya estás aquí Seungkwan? - preguntaron ambos con sorpresa -. Creíamos que volverías más tarde.

   - Me manché la ropa, así que vine a cambiarme. - respondió intentando sonar indiferente - ¿Qué tal la cena?

   Por desgracia ya había recordado todo lo que había sucedido hacía unas horas, pero al menos parecía que ya no le dolía tanto haber sido maltratado por esos chicos. Se ve que el descanso había tenido un fuerte efecto positivo en él. Incluso esa noche consiguió descansar y dormir plácidamente. Tanto que a la mañana siguiente ni le costó levantarse para ir al colegio.

   Se sentía extraño volver a clase. Incluso creía notar cierta ilusión con idea, algo raro ya que nunca había sentido aprecio o afecto por el colegio. Pero se alegraba de estar nuevamente en él. No tardó en caminar hasta su clase y llamar a la puerta con una sonrisa brotado de sus finos labios. No tuvo que esperar mucho hasta recibir el permiso del profesor para pasar, y rápidamente caminó hacia este, colocándose frente al resto de alumnos.

   - Chicos, durante un tiempo tendremos con nosotros a un nuevo estudiante. - anunció el docente mientras pedía atención -. Viene desde Nueva York así que espero que seáis amables con él y le ayudéis a integrarse cómodamente en la clase. - añadió tras que todos los chicos se hubieran callado -. Por favor preséntate.

   - Hola, me llamo Hansol y mi familia y yo nos hemos mudado a Corea recientemente. - dijo el nuevo muchacho adormando aquella presentación con su mejor sonrisa -. Em...bueno...encantado de conoceros.

   - Bien siéntate donde quieras, vamos a comenzar la clase. - indicó el profesor.

   El muchacho asintió mientras caminaba entre los pupitres, dirigiéndose hacia uno en especial. El chico que estaba a su lado no le había quitado la mirada de encima desde que entró y eso le hacía sentir orgulloso y complacido. Al parecer había acertado al elegir su nuevo aspecto.

   - Perdona, ¿está ocupado? - le preguntó amablemente.

   - N-no. - respondió velozmente el otro -. Soy Seungkwan, por cierto. - dijo tras unos segundos, que al recién llegado le parecieron eternos -. Nacido y criado aquí, en Jeju.

   - Encantado de conocerte, Seungkwan. - contestó Hansol mientras se pasaba la mano por el pelo aparentando timidez.

   Y, con un solo vistazo comprobó que Seungkwan ya había caído bajo su encanto. Al final había sido buena idea borrar la memoria de Seungkwan, ahora tendría una nueva oportunidad de entrar en su corazón. Y cuando lo consiguiera quizá le devolviera su memoria, una vez que ambos llegaran al mundo de las sombras. Lo que nunca le contaría sería que había salvado al menor de aquella fatal caída terminando el juego antes de tiempo y renunciando a su alma.

   Como era de esperar Seungkwan y él congeniaron muy bien y pasaron el día entero juntos. E incluso almorzaron en la misma mesa, el mayor le presentó a un par de amigos y le enseñó el centro, además de ofrecerse a compartir sus libros con él durante las clases. Aquello no podía ir mejor, pero aún así quedaba un último cabo por atar.

   - ¿Dónde está el baño? - preguntó Hansol cuando las clases acabaron.

   - Espera, te acompaño. - de dijo el mayor con amabilidad.

   Seungkwan le condujo hasta el baño de la primera planta, justo el sitio que Vernon había esperado. Nada más abrir la puerta ambos chicos se encontraron a tres estudiantes mayores que ellos sentados en los lavabos que les miraron con sorpresa.

   - Anda, pero si es Seungkwan y... ¿Un chico nuevo? - dijo uno con aspecto alegre.

   - Hola, me llamo Hansol y me he mudado aquí recientemente. - se presentó dando un paso adelante y colocándose frente a ellos - ¿También sois amigos de Seungkwan?

   En ese momento hizo recordar a esos chicos lo que habían vivido hacía apenas unas horas con una sola mirada. Y comprobó que lo había hecho bien cuando todos se quedaron helados y sus rostros palidecieron en tan solo un momento.

   - Vámonos. - ordenó uno mientras todos se ponían en pié y abandonaban el cuarto de baño.

   - Parecen tímidos. - comentó volviéndose frente a Seungkwan quien no creía posible que esos chicos hubieran huido despavoridos sin razón - ¿Me esperas aquí?

   - Sí, claro. - dijo aún extrañado pero agradecido.


   En general esa mañana había sido productiva, había estrechado lazos con Seungkwan y ahora esos chicos no volverían a molestarle más. Ahora sólo quedaba esperar hasta que el mayor se enamorara de él. Pero tenía algo planeado para acelerar el proceso.

   - Por cierto, ¿juegas a algo? - preguntó Hansol mientras ambos salían de la escuela

   - Tengo varios juegos en casa, pero no los uso mucho. - contestó tras pensar un rato - ¿Y tú?

   - Oh... A mi me encanta jugar... - declaró el de cabellos rizados mostrando una bonita sonrisa.

   Seungkwan asintió como si intentara grabarse aquella información en la memoria, y Hansol no pudo evitar sonreír ante aquel acto tan tierno. Seungkwan era adorable y divertido, pero lo que más le gustaba era su alma pura, algo poco común en un chico de casi quince años.

   - Entonces podrías venir una tarde a mi casa, - comentó el mayor al tiempo que ambos llegaban a la salida - si quieres más adelante.

   - Estaría genial. - aceptó mientras se regocijaba al pensar en lo pronto que Seungkwan estaría nuevamente junto a él.

   De pronto el más alto se le quedó mirando con el ceño fruncido, y con extrañeza en la mirada. Hansol se alarmó al recordar que Seungkwan había puesto esa misma expresión cuando descubrió que no era una chica.

   - ¿Qué pasa? - preguntó con cautela.


   - N-no, nada, creía haber visto un reflejo rojizo en tus ojos. - respondió pausadamente el más alto.

   - Será por la luz. - sugirió mostrándose seguro y confiado, Seungkwan había olvidado todo lo ocurrido, no había forma de que acordara de nada.

   Pero el cuerpo del mayor si que recordaba esos ojos rojos y lo que significaban, mandando una señal de peligro a su cabeza casi de inmediato.


   - Sí... - respondió Seungkwan en un tono enigmático -. Será eso...


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