Y miró sus ojos una vez más, se dejó llevar por ellos, se
sumergió en estos, se perdió en su interior. Eran muy hermosos ¿y por qué sus
rostros estaban cada vez más cerca? Algo
le atraía a acercarse más y más. Bajó la mirada hasta sus labios.
Estaban muy cerca. Tanto que podía sentir si respiración, sus latidos, pero su
cuerpo se movía solo, lo estaba pidiendo, y ella no se lo iba a impedir, cuando
lo estaba deseando.
No era ningún sueño. Se estaban besando. Sentía los labios
de Zelo junto a los suyos. Era realidad.
Zelo lamía sus labios de manera tímida, pero ella entreabrió
sus labios y entrelazó su lengua con la de él, en una caricia. Se degustaban
lentamente, ninguno tenía prisa por recorrer la boca del otro.
Por falta de aire,
separaron sus labios, pero sus manos tomaron el relevo, no paraban
quietas. Las de él jugaban a acariciar su cintura, a atraerla a él poco a poco.
Las de ella dejaban pasear los dedos por su pecho, sobre la tela de la
camiseta.
Sin miedo, él se inclinó sobre su cuello, el de ella,
comenzando a dejar pequeños besos, mientras ella contenía un leve suspiro entre
sus labios, debido a sus caricias, los besos, los roces con los labios. Él
entreabrió un poco sus labios, dejando un rastro con la saliva. Ella colocó las
manos bajo la camiseta de él, subiendo
esta cada vez que pretendía alcanzar más
parte de su piel, acabando por quitarle la prenda.
Se quedó observando su torso, sus músculos definidos,
suspirando por la perfección que tenía ante sus ojos. Él mordió la piel de su
cuello, dejando en esta una notoria marca. Se relamió. Bajó de nuevo, por su clavícula, apartando el
cuello de su camiseta. Con las manos, bordeaba el filo de su pantalón, rozando
su piel. No podía contenerse. Le estaba encendiendo con su tacto y los suspiros
que escapaban de sus labios. La necesitaba. No sabía cuanto, pero ya no
pararía.
Con agilidad, desabrocha el pantalón de ella, deseoso de
sentirle más. Ella contuvo el aliento cuando sintió como la mano de él se abría
paso najo su pantalón y acariciaba su trasero, con ganas. Ella no esperaba
aquello, pero su cuerpo le estaba pidiendo más, mucho más, por momentos y no se
lo iba a negar.
Amber se movió y quedó sentada sobre él, con una pierna a
cada lado de él. Volvían a unir sus labios, en un beso desesperado. Se
devoraban entre sí. Ella revolvía su pelo con los dedos y él la abrazaba por la
cintura, intentando pegarla más a su cuerpo.
Sentada sobre su cintura, quería más. Zelo acariciaba con una de sus
manos sus piernas, blancas y suaves, a la que observaba como ella se quitaba la
camiseta, recorriendo con la mirada todo su cuerpo. Perfecto. Cuerpo que
tentaba al pecado.
Sin pensárselo mucho, se inclinó sobre su pecho, aún
cubierto, y comenzó a dejar besos húmedos por donde alcanzaba. Ambos sabían que
los dos lo querían, sus cuerpos lo estaban pidiendo y dudaban, que llegados a
esas alturas, pudieran parar.
Con una mano tímida, él alcanzó el broche del sostén, el
cual no tardó mucho en desabrochar, dejando sus pechos desnudos. Los observaba
embobado, eran realmente hermosos. Deseaba recorrerlos, cada uno de ellos.
Hundió su rostro entre ellos, aspirando el aroma que desprendía su piel, sin
dejar de repartir besos, no sabía porque, pero no podía parar de hacerlo.
Deslizaba los labios por ambos pechos, junto con sus
dientes, mientras que la chica, desabrochaba los pantalones de él y se los
quitaba. Nunca pensó que pudiera ser tan hermoso. Delineaba con los dientes su
propio labio inferior, se sentía realmente bien, deseaba sentir más y mucho más.
Aprovechó cuando él se separó, para alcanzar el cajón de un
mueble que hacía cerca de ellos. Sacó de
allí un pequeño sobrecito y se lo mostró al chico. Él asintió. Como pudo se
quedó completamente desnudo ante ella. No le dio tiempo a sonrojarse porque ya
estaba ella rompiendo aquel sobrecito y con cuidado, puso el contenido de este
sobre el despierto miembro del chico. Una vez hecho, ella se quedó
completamente desnuda, al igual que él. Se miraban, se recorrían mutuamente,
maravillados y deseosos. Ella sentada sobre él, movía sus caderas, creando un
lento roce entre ambos sexos. Ellos suspiraban, con la mirada fija en el otro.
Se encontraba más que excitados, y se notaba, se necesitaban
mutuamente,¡. Así que en un momento, ella levantó sus caderas, y con la ayuda
del chico, bajó de nuevo, haciendo que él se introdujera en su interior. Era
tan estrecho, que un escapó de los labios de él.
El placer se hacía más que inminente en ellos. Amber movía
sus caderas lentamente, con la ayuda de él, que la guiaba con las manos,
posadas en sus caderas. Gemidos escapaban de los labios de ambos, cada vez más
intensos.
Estaban siendo uno, estaban completamente unidos. Sus labios
se rozaban, se unían en húmedos besos. Recostados en el sillón, con ella encima
de él, se movían a la vez, dándose a si mismos placer, gusto. Disfrutaban como
nunca lo habían hecho.
Él, a la misma vez que ella, movía sus caderas, como podía,
para poder hacerle sentir a ella más. Le gustaba ver la expresión de su rostro,
cargado de placer, sabía que le estaba encantando, y eso era lo que él quería
ver.
Se dejaba llevar por aquella danza, mientras los gemidos
inundaban la estancia, dejando un ambiente cargado de sexo y amor que los
rodeaba a ambos.
Tan solo se necesitaban a ellos mismo, al otro, y a su amor.
Sí. El amor era lo que llenaba sus corazones, lo que albergaba en su interior.
Estaban extasiados por el placer a más no poder.
Ella a lo poco, llegó a un orgasmo, sintiendo una descarga
que se sucede tras un escalofrío que recorre su cuerpo entero. Un jadeo profundo y sonoro sale, atravesando
su garganta, lo que provocó que él también llegase al orgasmo que era tan esperado.
Respiraban con dificultad, sonreían mientras lo intentaban
controlar. Con mucho cuidado, él la dejó
echada, recostada en el sillón, completamente relajada. Zelo se tumbó a su lado, pasando un brazo por
su cintura, sin querer separarse de ella.
La chica con una mano acariciaba el pecho de este, a la vez que se
acurrucaba, con una feliz sonrisa en el rostro.
-Te amo.
Él se quedó helado ante el susurro de la chica ¿estaba
soñando o algo?
-¿Qué has dicho?
-Que te amo, Zelo.
-¿Lo estás diciendo en broma o algo?
-Es de verdad, te lo digo de corazón.
No supo cómo reaccionar, no habría esperado escuchar aquello
por parte de ella, por lo menos en tan poco tiempo. No dijo nada, ni protestó,
solo la apretó más fuerte a su cuerpo y se negó a soltarla. Pero lo que sí
hizo, fue acercar sus labios al oído de ella para murmurar.
-Yo sí que te amo.
La chica se sentía más feliz que nunca, no se había sentido
tan llena y con fuerza, ni si quiera con Taemin ¿era Zelo el amor de su vida?
No lo sabía, pero lo descubriría. Miró
el reloj de la pared y del salto que dio sobre el sillón al ver que era tan
tarde, provocó que él cayera al suelo.
-¡Oh! Lo siento, lo siento ¿te has hecho daño?
-No, estoy bien –Zelo se frotaba el trasero, que era donde
se había llevado el golpe- ¿Qué pasa para haberme tirado al suelo?
-Ha sido sin querer, pero mi madre está a punto de volver y
mira como estamos.
-¡¿Qué?!
Ambos se apresuraron a vestirse y a hacer parecer que allí
no pasó nada.
No les dio tiempo ni si quera a ser conscientes de lo que
habían hecho.
-¡Amber! Ya estoy en casa.
La voz de su madre sonó, tras el ruido de la puerta
abriéndose ¿y ahora que escusa ponían?
-Hola, Zelo ¿has traído los cacharros que le dejé a tu
madre?
-Sí, los he traído todos.
-¿Quieres quedarte a cenar?
-No, gracias, me estarán esperando en casa.
-Como quieras.
Zelo se fue directo a la puerta, algo nervioso por la situación que acababa de experimentar,
pero justo cuando estaba saliendo, Amber lo frenó y le robó un beso de los
labios.
-Espero verte pronto.
-Mañana como quedamos ¿no?
-No, me refiero a como nos hemos visto hoy.
Con sus palabras, a Zelo casi le arden las mejillas.
-C-cuando tú quieras.
-Pronto, seguro.
-Por supuesto.
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