domingo, 1 de julio de 2018

(KangTeuk) Al otro lado -Serial- Capítulo 1 [Parte 1]



Título: Al otro lado

Pareja: KangTeuk (Kangin + Leeteuk) [SUPER JUNIOR]

Tipo: Yaoi

Género: AU | Drama

Clasificación: PG-18

Advertencia: Violencia | Lime

Descripción: Antes solía responder al nombre de Park Jungsoo, vivía en una de las Ciudades y aspiraba a ser cirujano titular en el Hospital Central. Pero todo mi mundo cambió de la noche a la mañana y actualmente me encuentro en mitad de una revolución que amenaza con aniquilar la sociedad que todos conocen. 

Me llamo Leeteuk, ahora no pertenezco a ningún lugar y lo único a lo que aspiro es a sobrevivir un día más.

Notas: ¡Hola a todos! Desde hoy publicaremos una historia creada por una autora distinta, Jud Kim. Es su primer fanfic y personalmente me encanta ser la persona que os la presenta. Escribe muy bien y tiene una imaginación desbordante, podréis comprobarlo por vosotros mismos. Espero que os guste este fanfic y que la apoyeis a seguir creando nuevas historias. ¡Hasta pronto~!





Jungsoo abrió los pápados. A su alrededor reinaba la oscuridad y por el rabillo del ojo pudo advertir un brillo naranja muy débil. Aquel reloj digital marcaba las 6:55 de la mañana, todavía quedaban unos minutos para que sonara la alarma y el pálido esperó a que lo hiciera para apagarla.

Se levantó siguiendo el ritual ensayado de cada día; ducharse, hacer el desayuno y recogerlo todo antes de ir al Hospital. El maletín de piel descansaba junto a la entrada, justo como lo había preparado la noche anterior. Cogió aire y se dispuso a recorrer el mismo camino que transitaba desde hacía ya ocho años.

Salió de su apartamento y se dirigió a la cafetería de siempre, pasando por la floristería de la señora Yeon. Era jueves, por lo que la flor estrella del día debían ser los tulipanes. Giró la cabeza y le agradó comprobar que en el escaparate estaban acomodando las flores, para hacer espacio a las protagonistas de aquel día. Llegó a la cafetería a las 7:35, justo cuando acababan de sacar los bollos del horno. Jungsoo sonrió y esperó pacientemente su turno.

- Buenos días, ¿lo mismo de siempre? - preguntó el dependiente.

- Sí, por favor - contestó el pálido, dejando el dinero correspondiente sobre el mostrador.

- Enseguida - dijo recogiendo las monedas y preparando su pedido -. Por fin deja de llover, tendremos unos días soleados antes de la siguiente borrasca.

- Eso parece - añadió Jungsoo con una sonrisa cortés.

- Es una señal - siguió el dependiente -. Debe de estar a punto de ocurrir algo bueno.

El pálido salió de la cafetería con tiempo de sobra, por lo que decidió interrumpir su rutina y pasar por la biblioteca primero; así no tendría que desviarse más tarde de vuelta a casa. Al cruzar la última calle, y entrar en el recinto de la universidad, subió las escaleras de piedra del exterior a buen ritmo, temiendo encontrarse con algún imprevisto que le retrasara. Desde la cima de la escalinata, pudo ver los oscuros muros que rodeaban la ciudad ya que de ellos dependía su propia seguridad. Admiró su grosor de aproximadamente cincuenta metros en su base, aunque en su cima apenas llegaba a los diez y esta se encontraba a una altura cercana a los trescientos metros. Las medidas variaban ligeramente en algunos puntos de esta. Apartó los dolorosos recuerdos que intentaban acudir a su mente y entró en el edificio.

Había acabado de leer el libro de infecciones tópicas y necesitaba otro volumen con el que entretenerse en la terraza de su piso ahora que el tiempo volvía a ser amable. No había ninguna adquisición reciente que le llamara la atención, por lo que volvió a encargar el primer volumen de la serie sobre problemas respiratorios.

Desde allí se dirigió al Hospital que se encontraba junto a la facultad de medicina, cuando apenas quedaban seis minutos para las ocho. Llegó a la sala de descanso del personal a tan solo unos segundos de que el reloj marcara en punto. No había nadie todavía, pero aquello era normal, sólo él llegaba a esa hora.

Se sentó en la silla junto a la ventana y esperó mientras se tomaba el café. Todavía faltaba una hora para la conferencia que se iba a realizar esa mañana, a la cual él debía asistir por orden de su superior, el profesor Kang Hodong. El resto de sus compañeros se encontraban en los pisos superiores, atendiendo a los enfermos. El turno de noche había acabado hace media hora, pero siempre se quedaban unos minutos más.

Mientras, él recogió el desastre que habían dejado en la sala la noche anterior. Ya que la mayoría de internos se quedaban casi todo el día dentro del edificio, solían preparar comidas y cenas para un gran número de gente. Jungsoo participaba en ellas algunas veces, pero no le interesaba mantener relación con personas a las que no consideraba respetables. Aun así, limpió la gran mesa y colocó la basura a un lado, pensando que los demás no estarían de humor para hacerlo después de pasar toda la noche de guardia.

Cuando faltaban cinco minutos abrió su taquilla y dejó el bollo en la balda superior de esta, en la otra colocó su maletín, después de sacar la bata que colgaba de una percha en el interior. Cogió el bolígrafo que se encontraba en un soporte de la pequeña puerta metálica y cerró esta con candado al terminar. Colocó el bolígrafo en el bolsillo de su bata blanca y salió de la habitación caminando a paso lento.

La sala de conferencias estaba en la penúltima planta del edificio, algo que en ascensor solo le supondría una espera de dos minutos. Accionó el botón y esperó en silencio a que las puertas se abrieran; entró en la cabina a los pocos segundos y pulsó el número 85. Justo en ese momento escuchó una voz gritar a lo lejos.

- ¡Espere! - suplicó un chico con el mismo atuendo que él.

Jungsoo mantuvo el ascensor abierto hasta que el otro entró. Este resoplaba con fuerza y tenía la cara encendida, parecía haber corrido kilómetros y no unos escasos cien metros; además, su bata estaba  terriblemente arrugada por detrás. Esos y otros muchos pequeños detalles inclinaron la balanza en su contra, causándole una primera mala impresión, por lo que el pálido decidió que no quería tener nada que ver con aquel tipo.

- ¡Casi no lo consigo! - exclamó sonriente mientras se peinaba, mirando su reflejo sobre la superficie pulida del interior del ascensor -. No puedo llegar tarde en mi primera entrevista de trabajo.

- ¿Entrevista de trabajo? - repitió el mayor intuyendo a qué se refería.

- Hoy hay una conferencia de medicamentos, el jefe de la sucursal que presenta el fármaco está asociado con el Hospital - le explicó entusiasmado -. Dicen que han contratado a un equipo de este hospital para investigar, se los llevarán a un laboratorio privado, y ahora en el quirófano 9 necesitarán un nuevo cirujano permanente.

Jungsoo asintió sorprendido. Había oído que muchos compañeros estaban marchándose a clínicas privadas, pero era la primera vez que un equipo entero era comprado por una marca farmacéutica. 

Eso explicaba el repentino interés del hospital en que todos los interinos asistieran a una conferencia que poco tenía que ver con su campo. Normalmente solo asistían los ejecutivos y algún que otro estudiante. Los doctores rehuían aquel encuentro social que solo servía para recaudar más dinero a costa de los clientes.

- Estoy bastante nervioso, aunque creo que obtendré el puesto - dijo ocultando una sonrisa con su mano.

- Pareces confiado - dijo el pálido analizando sus palabras.

- Solo hay otro candidato y lleva fallando entrevistas dos años - comentó esperanzado -. Se rumorea que solo llegó a médico porque tenía contactos con superiores que ya se han retirado, así que la posibilidad de ser aceptado es alta.

El mayor sonrió al escuchar aquello. No conocía a aquel muchacho recién licenciado, por lo que no debía de llevar mucho tiempo trabajando en el hospital. Sin embargo, lo que más le llamó la atención fue descubrir que él tampoco le conocía, pese a que prácticamente vivía en la sala de emergencias.

El ascensor avisó con un débil sonido de campana cuando llegaron a su destino. Jungsoo cedió el paso al chico con prisas, y lo siguió por el pasillo hasta las puertas dobles que llevaban a la sala de conferencias. En la puerta le esperaba su superior, junto a un hombre trajeado con los dientes más blancos que él había visto en su vida. Ninguno de ellos reparó en el mayor de los aspirantes, su atención estaba dirigida hacia aquel chico nuevo.

- Profesor Kang, lamento llegar tarde - dijo el muchacho inclinándose ante el veterano doctor.

- Dr. Lee Seung Gi, justo ahora estábamos hablando de usted - afirmó dándole palmaditas en la espalda -. Llega a tiempo, podemos sentarnos en primera fila antes que los buitres de marketing ocupen los mejores sitios.

Jungsoo disminuyó el paso y entró junto al resto de asistentes, intentando no destacar entre la multitud. Odiaba tener que asistir a una reunión improvisada cada vez que acudía a las conferencias. 

Le obligaban a adular a tipos trajeados y a mostrar humildad y admiración en diversos temas que le traían sin cuidado. Ya le tocaría hacerlo una vez finalizara la charla, prefería no actuar como un imbécil dos veces en un mismo día.

La conferencia empezó media hora más tarde, algo que no agradó a Jungsoo. El tipo del traje era el orador que la compañía farmacéutica había escogido para patrocinar los nuevos equipos y medicamentos que utilizarían a partir del próximo mes. Durante más de dos horas estuvo vendiéndoles remedios futuristas y engañándolos con propaganda fantasma. El pálido era uno de los pocos que prestaba atención, la mayoría había perdido el interés tras los primeros minutos. Sólo el muchacho de la entrevista de trabajo parecía estar disfrutando aquella charla. Tomaba notas como un poseso e intentaba seguir el hilo de la presentación. 

Admirado por aquel entusiasmo inmerecido, el mayor volvió su mirada a la presentación holográfica del cuerpo humano frente a él. Ahora había pasado a explicar al grupo de expertos aburridos, cuáles eran los aspectos cruciales de un tratamiento tóxico. Pensó en la cantidad de enfermos que no estaban siendo atendidos en aquellas dos horas por todos los especialistas reunidos innecesariamente e intentó calmarse. Sin embargo, no lo logró hasta que la conferencia hubo terminado.



- Ha sido muy enriquecedor - dijo el profesor Hodong sacudiendo la mano del farmacéutico.

- Me alegra que lo haya disfrutado - contestó el otro con una sonrisa de oreja a oreja.

- Creo que ha abordado el tema con la misma profesionalidad de un médico experimentado, le felicito - dijo el muchacho ofreciéndole un apretón de manos.

- Su aprendiz no solo es inteligente, también sabe cómo tratar a un colega de la profesión - prosiguió el farmacéutico de sonrisa artificial -. Si algún día necesita una recomendación o financiación, no dude en acudir a nuestros laboratorios.

Jungsoo acababa de salir de la sala y miraba la escena con semblante serio. Tras esa máscara sin emociones ocultaba la desaprobación y repulsión que le producía el farmacéutico, por suerte se marcharía pronto y podría comenzar su entrevista. No contaba con la sed de adulación de aquel impostor, ni de su increíble terquedad. Todos sus sentidos se pusieron en alerta máxima cuando su mirada coincidió con la del hombre trajeado.

- Y a usted, ¿qué le ha parecido? - preguntó dirigiéndose a Jungsoo.

El pálido guardó silencio unos segundos. Tenía que alejar toda emoción de su cara y sus palabras debían ser extremadamente cuidadosas. Su opinión era lo único que le separaba de aquel quirófano y no iba a cometer el mismo error por décima vez.

- Señor Kim, le presento al Dr. Park Jungsoo - dijo el profesor introduciéndole -. Uno de los mejores estudiantes que tuvo la Universidad, graduado con honores un año antes de su actual promoción.

La expresión del tal Seung Gi se congeló tras descubrir que aquel desconocido del ascensor, era en realidad su rival. Por el contrario, tanto el profesor Hodong como el farmacéutico mantenían una cordialidad ficticia mostrando admiración por su logro. Jungsoo se inclinó y le estrechó la mano, sabía que debía evitar a toda costa responder a la pregunta del otro o tendría que mentir y él era realmente malo en ese aspecto.

- Mucho gusto - contestó sin perder el tiempo -. Usted pertenece a la clínica que acaba de firmar con el hospital, ¿me equivoco?

- Así es - dijo sonriente el tipo de la sucursal farmacéutica -. De ahora en adelante trabajaremos juntos para tratar de lidiar contra esos males que existen en nuestro cuerpo.

- El señor Kim está buscando otro cuerpo de médicos que le ayuden a profundizar en el tedioso y complejo mundo de los medicamentos - aclaró el profesor con un tono que Jungsoo creyó innecesariamente alabador.

- Es nuestra misión encontrar remedios que ayuden al ciudadano cuando más lo necesita. No se puede imaginar la cantidad de agentes dañinos que intentan destruir la más compleja y perfecta máquina que existe; el ser humano - añadió el farmacéutico poniendo una ensayada expresión de preocupación.

- ¿Cómo la "Brumansia" o la "Adelfa"? - preguntó fingiendo curiosidad.

- No estoy familiarizado con esos términos - se excusó el otro -. Por muy estudioso que parezca, desconozco la mayoría de conocimientos de los que ustedes disponen.

- No diga eso, ni siquiera yo había oído esos nombres - dijo sonriente el doctor Seung Gi.

- Es curioso que diga eso, puesto que son componentes clave en los remedios que usted nos ha presentado hoy - declaró el pálido harto de tantas tonterías.

- La composición de nuestros medicamentos es un tema delicado en mi empresa, no vamos divulgando por ahí las fórmulas ni las elaboraciones - rió divertido -. Si así fuera no haríamos caja.

Jungsoo esbozó una sonrisa falsa mientras el profesor y su rival reían ante la broma del hombre trajeado. Él notaba como le miraba su superior, Hodong sabía el camino que estaba tomando la conversación y decidió ponerle fin de inmediato; el profesor se despidió del farmacéutico y poco después ambos aspirantes fueron llamados a su despacho.

Al pálido aún le hervía la sangre. Había tolerado que aquel tipo se riera en su cara, y recordar aquella sonrisa artificial le ponía enfermo. Por ello, no pensó ni por un momento en el puesto mientras se sentaba frente al profesor Kang. Lo había olvidado por completo debido a ese individuo despreciable, quien suponía una burla para el campo al que tanto amaba.

- ¿Qué pretendías sacando ese tema a coalición? - le echó en cara nada más cerrar la puerta.

- Intentaba demostrar que estaba equivocado y que su empresa es un fraude - respondió cortante.

- Ese fraude de empresa paga tu salario y el de la mitad de los que trabajan aquí, gracias a ellos tenemos fondos de investigación y medicamentos a precios de risa - le recordó enfurecido el otro -. ¿Acaso esto es una broma para ti?

- Lo es, es un insulto a mis principios y a mis conocimientos - replicó enfurecido -. Nos regalan sus fármacos milagrosos y tras consumirlos resulta que también necesitamos otro tipo de pastillas para aplacar los efectos secundarios. Ellos se hacen ricos a costa de una persona cuando esta se encuentra débil por un corto periodo de tiempo.

Ambos se miraban con chispas saliendo de sus ojos, y Jungsoo no tardó en salir del despacho a buen paso mientras maldecía en su cabeza. En esos instantes no era dueño de su cuerpo ni de su mente y, sin darse cuenta, acabó en el último lugar en el que quería estar en ese momento; el despacho de Yunho.

- ¿Qué tal te ha ido? - preguntó Onew con medio bollo en su boca.

Yunho le miró con el rabillo del ojo y tras suspirar comenzó a buscar entre los papeles. Él había conseguido aquel despacho hacía más de un año y se convertiría en el jefe de cirujanos de un hospital más joven de la historia. Onew acababa de terminar la carrera y había escogido aquel hospital para adquirir más experiencia. De todos los presentes el único que seguía estancado era él.

- Seguro que lo conseguirás en la siguiente entrevista - le consoló el menor mientras masticaba.

- Léelo - le indicó el otro colocando un folleto en su mano.

"Reunión anual de medicina en la Ciudad Central" rezaba el título. Una congregación de doctores veteranos y futuras promesas en la medicina, reunidos durante una semana con el objetivo de promover el desarrollo del campo de la salud. Sólo los mejores asistían a aquellos encuentros y Jungsoo se quedó sin habla mientras leía la programación de cada día.

- Pídele a Hodong que te de un permiso - sugirió Yunho sentándose en la butaca -. Con un poco de suerte encontrarás a alguien del Hospital Central y no tendrás que asistir a más entrevistas.

El pálido contempló la idea unos segundos, si le contrataban en el Hospital Central cumpliría su sueño y podría ejercer donde la mayoría de doctores no podían ni aspirar. Se sentía capaz; tenía buenas referencias, experiencia y una destreza que dejaría a todos sorprendidos. El único problema era que el profesor Kang estaba enfurecido con él y dudaba que fuera a recompensar su comportamiento de aquella mañana.

- Pregúntale primero antes de entrar en pánico - le dijo Yunho, adivinando sus pensamientos -. Ya no eres su graduado estrella y querrá deshacerse de ti.

Onew le sonrió dándole ánimos y le acompañó hasta la sala de emergencias cuando salió del despacho. Lo único que tres doctores con una personalidad tan distinta como ellos compartían, era la pasión por su profesión. Onew solo había sido alumno del profesor Sooman durante el primer año de carrera, mientras que el pálido había cursado todos sus estudios con él. Los tres pudieron comprobar de primera mano el respetable trabajo que realizaba el doctor, por lo que se convirtió en el modelo a seguir de todos ellos.

De entre los tres, Jungsoo era el que compartía más similitudes con él y Onew lo sabía; por lo que empezó a pedir su opinión, y así poder recibir desde el pálido las enseñanzas que tiempo atrás el profesor le transmitió. Y es que, en cada operación y diagnóstico el pálido emulaba la sabiduría que había adquirido del anciano doctor esperando que aquello le sirviera para alcanzar sus metas o, al menos, para impresionar a otros en la congregación.



Tal y como le había dicho Yunho, el profesor Kang no opuso mucha resistencia a darle el permiso. Debía de estar harto de cargar con él, ya que le dió más días libres de los que necesitaba. Ahora solo le faltaba reservar una habitación de hotel y los billetes de autobús. Decidió posponerlo hasta la mañana siguiente, era demasiado tarde para llamar por teléfono y estaba cansado tras un largo día de trabajo. Antes de salir, miró el tablón donde se asignaban los quirófanos de forma permanente y no le sorprendió ver el nombre "Lee Seung Gi" en el espacio que antes estaba en blanco.





1 comentario:

  1. ¡Pero qué maravilla! Esta señora sabe lo que se hace. No puedo esperar a ver la segunda parte~

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